Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
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lunes, 30 de mayo de 2011

MÁS HUMANA [NUEVA ERA]

= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =
 
 
Mientras el señor Berty daba su tediosa lección de Literatura, yo no hacía más que mirar los goterones que caían del dintel de la ventana junto a la que me sentaba. Éstos eran tan densos y pesados, que hacían un ruido acuático y sordo al estrellarse contra el alféizar, claro que esto sólo era capaz de escucharlo yo.
La lluvia ni siquiera tocaba el cristal, tal era la fuerza con la que caía, y eso me desesperaba, porque, cuanto más la miraba, más me iba haciendo a la idea de que los planes para montar en moto con Jake iban a tener que ser pospuestos para otro día.
- Mierda – mascullé.
- ¿Decía algo, señorita Cullen? – preguntó de repente el señor Berty, haciendo que toda la clase se girara para mirarme.
Volví mi rostro hacia delante súbitamente, completamente ruborizada, ya que había estado tan inmersa en mis pensamientos, que no me había dado cuenta de que lo había dicho en voz alta.
- No, no, nada.
- ¿Le parece muy poética la lluvia?
Se escuchó un murmullo de risitas.
Genial.
- No – respondí.
Opté por no abrir más la boca, para no meter la pata, y ponerle cara de cordero degollado.
Pareció funcionar. El señor Berty suspiró, sacando el aire por la nariz, y volvió a levantar el libro para seguir leyendo ese soporífero poema.
Miré a mi lado. La silla contigua a la mía estaba vacía, como ya llevaba estándolo toda esta semana. Alcé la vista y mis ojos se toparon con los de Brenda, que este curso coincidía con nosotras en muchas clases. Sí, ella también estaba preocupada por Helen. Ni siquiera nos había llamado y no sabíamos absolutamente nada de ella.
El señor Berty dejó su lectura un segundo y me observó con ojos de advertencia, así que miré hacia delante otra vez para procurar prestar la mayor atención posible al dichoso poema.
Afortunadamente, la clase de Literatura terminó pronto. En cuanto el timbre sonó, la clase se llenó de voces y ruido de sillas arrastrándose. Me levanté de mi pupitre, después de recoger mis cosas, me puse la mochila al hombro e inicié la marcha al de Brenda.
No llegué. Enseguida fui interceptada por Matt Hoffman, el cual se plantó delante de mí tan de repente, que tuve que dar un saltito hacia atrás para no chocarme con él.
Matt era el típico guaperas del instituto. Bueno, guaperas para las demás, porque yo, acostumbrada a vampiros perfectos y a mi espectacular novio, no lo veía guapo para nada. Su pelo rubio y ondulado era separado por una raya a un lado que dejaba caer un flequillo a modo de cortina sobre uno de sus ojos azules. Era bastante alto, pues jugaba en el equipo de baloncesto, del cual era el capitán, y tenía un séquito de seguidoras que no hacían más que suspirar por él y que lo perseguían a todas partes dispuestas a hacer lo que fuera. Se había ligado a la mitad de animadoras del equipo, dato que él mismo se había encargado de airear - y seguramente engordar - por todo el centro, ya que era un presumido y un vanidoso insoportable. Yo lo aborrecía. Desde que se había fijado en mí el primer día de clase en Literatura, que, gracias a Dios, era la única asignatura en la que coincidíamos, no dejaba de darme la brasa, y eso que Jake venía a traerme y a buscarme todos los días y ya lo tenía que haber visto por aquí de sobra. Una cosa sí tenía que concederle: era muy valiente. O tal vez muy ingenuo, porque si supiera que Jake podía aplastarle como a una simple hormiga, no se pondría tan gallito.
- ¿Cómo te va, Nessie? – saludó con sus aires presuntuosos, medio sentándose en el pupitre de Brenda.
Ésta le dedicó una mirada asesina desde su silla, pues seguía sentada, recogiendo todos sus bártulos.
- Bien, gracias – le contesté con un tono un tanto cansado, moviéndome hacia un lado para hablar con Brenda.
Tampoco me dejó. Inclinó el torso hacia un lado y puso su mano sobre mi brazo para detenerme.
- Esta noche voy a dar una fiesta en mi casa, y tú tienes la suerte de estar invitada – soltó con una mueca que pretendía seductora, pero que a mí no me impresionó nada de nada, más bien al revés.
Cogí su impertinente mano – agarrándola de la muñeca, que estaba cubierta por la manga de su cazadora del equipo de baloncesto, la cual lucía con un orgullo vanidoso –, la separé de mi brazo y la dejé caer hacia abajo.
- No, gracias. Ya tengo planes con mi novio – recalqué la palabra, como siempre hacía cuando me saltaba con alguna de estas cosas.
Brenda se levantó de su asiento y se puso a mi lado, mirándole con cansancio.
- Bueno, la próxima vez, entonces – repitió él, al igual que también hacía siempre.
- No creo.
Y Brenda y yo empezamos a caminar hacia la puerta de clase.
Cuando salimos del aula, ya le estaba esperando un séquito de chicas, que me lanzaron mil cuchillos con la mirada mientras pasábamos frente a ellas.
- ¿Qué culpa tengo yo? – resoplé, al dejarlas atrás.
- Déjalas. Pasa de ellas – me dijo Brenda con tranquilidad.
- Y ese pesado, ¿no se da cuenta de que no me interesa nada de nada? – volví a resoplar.
- Bueno, tal vez si le dijeras que estas prometida, te dejaría en paz.
No me pasó desapercibido el retintín con que lo dijo.
- Sabes de sobra que aquí todavía no quiero que lo sepa nadie fuera de nosotras cinco – le reiteré por enésima vez.
- Pues no sé por qué.
- Ya viste lo que pasó cuando la gente se enteró de que estoy viviendo con Jacob – empecé a recordarle mientras seguíamos caminando hacia la cafetería -. Si no fuera porque en septiembre hice dieciocho según mi carné, el director hubiera ido a hablar con mis padres. No quiero ser la comidilla de todo el instituto otra vez, y mucho menos volver a tener al señor Greene encima de mí. Era lo que me faltaba – suspiré.
- Sí, la verdad es que aquí las noticias vuelan – se rió ella -. Pero si le dijeras a Matt que te vas a casar…
- Si le dijera a Matt que me voy a casar, sería como clamarlo a voces desde el megáfono – la interrumpí.
- Tienes razón – Brenda volvió a reírse.
- Si te digo la verdad, me muero por gritarlo a los cuatro vientos – confesé -. Pero tienes que entender que, para los demás, sólo tengo dieciocho años, y esto del matrimonio se vería muy raro. Nadie de aquí, excepto tú, sabe que ya tengo más de veinte, aunque los aparente de sobra.
- Sí, bueno, tienes razón – repitió, asintiendo -. Se armaría un revuelo bastante gordo de rumores sobre el tema. No te dejarían en paz. Ya llama bastante la atención vuestro especial apego.
- Por eso voy a esperar a finales de curso – revelé -. Entonces, lo diré, lo gritaré y le quitaré el micrófono al señor Greene para anunciarlo por el megáfono.
Nos reímos y abrimos la puerta de la cafetería.
- Mira, ya están ahí las gemelas – señaló.
Las mencionadas ya estaban sentadas en la mesa, con sus bandejas llenas de comida. Hicimos lo propio con las nuestras y nos sentamos a la mesa con ellas.
- ¿Cómo es que habéis tardado tanto? – quiso saber Jennifer.
- El pesado de Matt Hoffman ha vuelto a invitar a Nessie a una de sus fiestas – reveló Brenda.
- ¿Otra vez? – se rió Alison.
- Yo creo que ese chico hace fiestas sólo para que vayas tú – siguió Jennifer.
- Pues ya puede esperar – afirmé, metiéndome una patata en la boca -. Por cierto, ¿sabéis algo de Helen? – pregunté para cambiar de tema, aunque también porque estaba preocupada por ella.
- Ayer por la noche llamé a su casa, pero se puso el borracho de su padre, que no sabía siquiera si ella estaba por allí o no – comentó Jennifer, chistando con desaprobación.
- Sí, y luego yo la llamé a su móvil, pero lo tenía apagado – continuó Alison.
- Qué raro. ¿Qué le habrá pasado? – inquirí, cogiendo mi vaso de agua para beber.
- A lo mejor le ha dado una de esas fiebres alérgicas que te dan a ti en primavera – aventuró Alison.
El último trago se me atragantó, por no escupirlo, y empecé a toser.
- No creo… - masculló Brenda, mirando hacia otro lado mientras una ligera curva elevaba sus labios.
Le dediqué una mueca de odio.
- Todavía no es primavera, tonta – le corrigió Jennifer a su hermana.
- Bueno, pero queda poco – alegó Alison.
- Pero, si estamos a veintiocho de enero – volvió a rebatirle su hermana, extrañada, a modo de recordatorio.
- Sí, pero estos próximos meses dicen que van a ser muy calurosos y que la primavera se va a adelantar. Además, a lo mejor es otra clase de alergia, ¿no?
Carraspeé.
- Llamaré a Helen esta noche, a ver si sé algo – declaré para centrar el tema de nuevo, cogiendo mi vaso de agua.
- Sí, prueba tú y ya nos dices – dijo Alison.
- Os llamaré esta noche, no os preocupéis.
- ¿Me puedes pasar el ketchup? – le pidió Jennifer a Brenda.
- Claro.
En un santiamén, el ambiente cambió totalmente. La mesa se llenó de comentarios, cotilleos y quejas de profesores y exámenes que hicieron que la hora del almuerzo pasara volando.
Este año no coincidía con Helen en todas las asignaturas, sin embargo, tuve la suerte de que en las clases en las que no estaba ella, sí estaba Brenda, por lo que en esas asignaturas me sentaba con esta última.
El resto de clases pasaron tan lentas como siempre. Como siempre me parecían a mí, claro, porque mientras tomaba apuntes, a la vez no podía dejar de pensar en Jake, en verle ya, en abrazarle, en besarle, y otras cosas más que tenía pensado hacerle en casa…
La lección de la señora Smith se vio interrumpida, al fin, por ese estridente pero tan deseado sonido del timbre. En cuanto el riiiiiiiiing sonó, todos los alumnos comenzamos a recoger para evacuar el aula a toda prisa. Se notaba que era viernes.
Me dio un alegrón enorme cuando miré por la ventana y vi que ya no llovía. Las perspectivas para esta tarde volvían a brillar como el halo de sol que consiguió colarse por un claro de las ya no tan densas y grises nubes.
El maravilloso efluvio de mi chico ya hacía presencia en el aula, eso hizo que las mariposas de mi estómago empezaran a agitarse, ansiosas.
Brenda y yo terminamos de recoger y salimos de la clase, yo con precipitación. Jacob estaba apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos de su pantalón corto de color beige, justo frente a la puerta, esperándome. Desde que los Vulturis me habían secuestrado, ahora me esperaba en la misma puerta de clase, bueno, cuando conseguía esquivar al señor Greene. Llevaba esa camiseta marrón que le había comprado ayer. Dios, qué bien le quedaba.
En cuanto me vio, me mostró su amplia y deslumbrante sonrisa, y yo me pegué a él ipso facto, casi no le dio tiempo ni a sacar las manos de los bolsillos.
- Hola, preciosa – murmuró, ya acercando su rostro al mío mientras sus palmas rodeaban mi cintura.
- Hola – sonreí en su boca.
Las mariposas dominaron mi cuerpo por completo cuando empezamos a besarnos con esa efusividad con la que nos cogíamos siempre que estábamos tantas horas separados. Ni siquiera reparé en el bullicio de los demás estudiantes, y mucho menos en sus miradas.
- Bueno, yo ya os veo fuera – me pareció que decía Brenda.
Para mi desgracia, no me quedó más remedio que despegar mis labios de los suyos.
- Nosotros también deberíamos salir de aquí antes de que nos vea el señor Greene – cuchicheé, frotando el lateral de su nariz con la mía.
Demasiado tarde.
- Señor Black – interrumpió de repente el señor Greene, matizando ese apellido que ya le resultaba demasiado familiar con mal humor. Jake y yo nos separamos -. ¿No le dije mil veces que si volvía a entrar en mi escuela, llamaría a la policía? Está incurriendo en un delito de allanamiento continuamente y ya me estoy cansando.
- Sólo venía a buscar a mi chica, señor Greene – intervino Jake en su defensa con una sonrisa de fingida inocencia, agarrando mi mano.
- Puede esperarle fuera, no tiene por qué entrar en el edificio – entonces, sus cejas bajaron tanto, que sus ojos quedaron hundidos en una profunda sombra -. La próxima vez, llamaré a la policía. ¿Me ha entendido?
- Sí, señor – contestó Jake, haciendo el saludo militar con otra sonrisa.
El señor Greene resolló por la nariz, y apretó tanto los labios, que se convirtieron en una sola línea fruncida. Tiré de mi novio para iniciar la huída y avanzamos por el pasillo, dejando al director refunfuñando a nuestras espaldas.
- Creo que en el fondo le caigo bien a ese tipo – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
- Sí, pues será muy, muy en el fondo – suspiré.
- Que sí, te lo digo yo. Lleva cuatro meses y medio diciéndome que va a llamar a la policía y todavía no lo ha hecho, por algo será, ¿no?
- Puede que sea porque ya sabe que conoces al jefe de policía Swan, ¿no crees? – insinué con sarcasmo.
- Que no, que no, te digo que le caigo bien – insistió.
- Si tú lo dices… - acepté, riéndome.
Continuamos por el pasillo hasta que salimos al exterior. La alegría volvió a hacer acto de presencia en mí, parecía que el sol se estaba haciendo un hueco más grande.
- Por fin puedes enseñarme a montar en moto, hoy no llueve –dije con alegría mientras nos acercábamos a las gemelas, a Seth y Brenda, que estaban junto a nuestro Golf y al Volvo azul metalizado.
- Tienes ganas, ¿eh? – se rió.
- Pues sí – asentí.
- No te preocupes, en cuanto lleguemos a casa, sacamos las motos del garaje y nos vamos por ahí a practicar.
Mi sonrisa se amplió.
- ¿Cómo va eso, Nessie? – me saludó Seth, sonriéndome, cuando llegamos a su lado.
- Hola, Seth – correspondí con otra sonrisa.
- Qué, ¿ya te ha pillado el director otra vez? – se rió, dirigiéndose a Jake.
- Creo que está empezando a cogerme cariño y todo – respondió mi chico con un toque de ironía.
- Bueno, nosotros nos vamos ya – anuncié, tirando de Jake.
- ¿Ya? – preguntó el otro quileute, extrañado.
- Sí, Jake me va a enseñar a montar en moto.
- ¿Y a dónde vais a ir? Esto no me lo pierdo por nada del mundo – se burló.
Le dediqué un mohín e ignoré esa tomadura de pelo tan típica del cromosoma Y.
- Vamos, que luego anochece y ya no nos da tiempo a nada – azucé a Jacob, haciéndole caminar detrás de mí hacia el coche.
- Sí. Bueno, tíos, nos vemos – se despidió, abriendo la puerta mientras yo ya corría hacia la mía.
Subimos al Golf, arrancó y me despedí de ellos con la mano a la vez que salíamos del aparcamiento.
El trayecto hacia La Push estuvo amenizado todo el tiempo por las anécdotas de Jake, así que me distrajo tanto, que cuando me di cuenta, ya estábamos aparcando junto al garaje de casa.
Nos apeamos del coche y llegamos al garaje entre bromas.
- ¡La has lavado y todo! – exclamé al ver la moto roja, reluciente.
- Claro, te dije que te la iba a dejar como nueva, ¿recuerdas?
El ciclomotor en cuestión era el que mi madre utilizaba para montar junto a Jacob hace años. Yo preferí llamarla para pedirle un cierto permiso y asegurarme de que no le molestaba; no era por nada, pero eso de montar en moto era algo que siempre había sido algo especial entre Jake y ella, y yo no quería entrometerme. Nada más lejos de la realidad. Mamá me la regaló sin pensárselo dos veces – aunque admitió que en realidad ya no la quería para nada y que hacía mucho tiempo que se la había dado a Jacob – y se quedó encantada de que yo la aprovechara y le diera uso, si bien añadió que con cuidado.
Como hacía siete años que no se había movido del sitio, Jake tuvo que meterle mano para ponerla apunto otra vez. Lo que no me esperaba es que también la iba a lavar. Ahora, sin una mota de polvo que la cubriera, parecía nueva.
- Qué guay – sonreí.
- Bueno, qué, ¿vamos? – propuso con su moto ya agarrada, preparada para sacarla fuera.
- Sí.
Cogí la mía del manillar y salimos del garaje. Caminamos por delante de nuestra casa, pasamos los árboles que bordeaban el claro del jardín y nos internamos en el bosque. Las condujimos por una senda estrecha, en la que tuvimos que ir en fila, durante unos cinco minutos y al final volvimos a salir del bosque para encontrarnos una carretera estrecha y sin asfaltar, delimitada por un reguero de árboles.
- Bien, ya hemos llegado – anunció, dejando su ciclomotor apoyado sobre la pata metálica del mismo.
Se acercó a mí, me quitó la moto, se sentó sobre ella, desplazándose a la parte trasera del asiento y sujetando el ciclomotor entre sus piernas, y dio unos golpecitos encima con una enorme sonrisa para que yo me pusiera delante de él.
Le hice caso y me senté en el hueco que quedaba delante. Jacob se arrimó a mí, apartó mi pelo hacia el otro lado de mi cuello, lo cual me puso todo el vello de punta, y cogió mis manos a modo de marioneta para llevarlas al manillar.
- Bueno, ahora atenta – eso era difícil, teniéndole tan pegado a mí y notando su aliento abrasador en mi oreja -. Acelerador y freno – hizo que mi mano derecha girase el manillar primero y que apretara la palanca hacia dentro después -. Y esto es el embrague – murmuró en mi oído, apretando mis dedos sobre la palanca izquierda.
Volví a estremecerme. Solté nuestras manos del manillar para ponerme más derecha, obligado a Jake a hacer lo mismo, y me giré levemente hacia él. Su boca quedó a un par de centímetros de la mía.
- ¿Estás flirteando conmigo o me estás enseñando? – bisbiseé con una sonrisa.
- Se pueden hacer las dos cosas a la vez, ¿no? – alegó con otra, aunque la suya pícara, mientras sus manos rodeaban mi estómago.
- Tú lo haces muy bien, desde luego – le reconocí.
Uní mis labios a los suyos y nos besamos durante un rato. Antes de que las mariposas y la energía subieran más de intensidad y pasaran al siguiente nivel, ese en el que ya no podría parar, terminé el beso. Más que nada porque también me interesaba aprender a montar en moto y llevaba toda la semana esperando a un día que no lloviera.
Tomé aire para recuperar el aliento y me volví hacia delante otra vez. Jacob se arrimó a mí de nuevo, tanto, que su cálida mejilla estaba pegada a mi sien.
- Bueno. Acelerador, embrague, freno, y ¿qué más? – quise saber, repitiendo las acciones que él me había mostrado antes.
- La palanca de tu pie izquierdo es la palanca de cambios.
- Ajá – asentí, empujándola.
- La palanca que está detrás de tu pie derecho es el otro freno, aunque de ese olvídate por el momento. Primero usaremos el freno del manillar, ¿de acuerdo?
- Vale – acepté, si bien repetí la acción anterior con el talón derecho para probar.
- Y aquí está el pedal de arranque – me mostró, dándole unos toquecitos con su pierna.
- De acuerdo.
- Vale, aprieta el embrague y, sin soltarlo, arranca la moto. Cuando arranque, sigue sin soltar el embrague.
Pisé el pedal de arranque con potencia y el tubo de escape comenzó a rugir, haciendo que la moto vibrara con ganas.
- Guau, a la primera – alabó él -. A tu madre le costó varios intentos – se acordó.
- Porque en aquel entonces era humana, en cambio yo, bueno, soy más humana, pero también tengo algo de vampiro, ¿recuerdas? Tengo la suficiente fuerza para accionar el pedal de arranque sin problemas.
- También ayuda el que yo te esté sujetando la moto – añadió.
- Bueno, ya, puede que también sea eso – acepté con una risilla -. En fin, ¿y ahora qué hago?
- Primero lo haremos juntos, ¿vale? La llevarás tú, pero yo iré contigo para controlar.
- ¿Por qué? – protesté, girándome otra vez para verle el rostro.
En ese momento, solté el embrague bruscamente sin darme cuenta y el ciclomotor embistió hacia delante como un toro salvaje. No nos caímos al suelo porque Jacob consiguió guardar el equilibrio de la moto con sus pies mientras la dominaba agarrando la manilla con una mano y me sujetaba a mí por la cintura con la otra para que no saliera despedida de morros. El silencio que quedó acto seguido cuando el motor se caló y se paró fue tan súbito y contundente, que me dio hasta un poco de vergüenza.
- Oh – exclamé, observando el manillar.
- ¿Ves? Igualita que tu madre – alegó con una sonrisita, dándome un toque en la punta de la nariz con su dedo -. Ya tuve una mala experiencia con ella, no quiero que se repita la historia. Practicaremos algunas maniobras juntos y después ya probarás tú sola.
Para mi desgracia, no me quedó otra que aceptar que él tenía razón.
- Sí, vale, está bien – acepté con un suspiro -. Bueno, dime, ¿qué tengo que hacer?
- Vuelve a arrancarla como te dije antes, y no sueltes el embrague – insistió.
Así lo hice.
- Ahora, sin soltar el embrague – volvió a reiterar -, gira el acelerador un poco – comenzó a explicarme, a la vez que envolvía mis manos de nuevo para que realizaran las acciones. La moto comenzó a atronar con más ímpetu cuando lo hicimos -, y después, mete la primera marcha. Esto hazlo tú, y no sueltes la palanca del embrague hasta que yo te lo diga - soltó mis manos para dejarme a mí sola y las dejó sobre mis muslos.
- Vale – asentí con confianza.
Metí primera con la palanca de mi pie izquierdo y dejé mis dedos inmóviles, apretando el embrague.
- Y ahora, escucha bien. Tienes que soltar el embrague muy suavemente, si no, la moto saldrá disparada hacia delante y nos podemos caer. Verás, ahora mismo tienes una granada entre las piernas, ¿vale? Esto es como si le quitases la hebilla y te quedases con el detonador en la mano.
No sé por qué eso me sonaba de algo.
- ¿Eso es lo que le dijiste a mamá? – me burlé, imaginándome la escena en la cabeza -. Dios Santo, no me extraña que se asustara la pobre.
- Fue lo único que se me ocurrió decirle – se defendió él, riéndose -. Es que tu madre…, bueno, verás, en aquel entonces era un poquito torpe, ¿sabes? Y tenía que advertirle para que fuera más precavida de lo normal.
La verdad es que se me hacía muy raro relacionar a mi madre con un ser torpe, ya que siempre la había visto moverse con esa gracilidad, elegancia y soltura, pero, claro, yo no la había conocido cuando era humana.
- Ignoraré ese comentario sobre mi madre, porque ahora mismo lo único que me apetece es soltar el embrague de repente para te caigas de la moto – le advertí en broma; él se rió -. Además, si lo que estás haciendo es llamarme torpe, te equivocas. Te voy a demostrar cómo conduce un semivampiro, aunque sea más humana – no pude evitar que me saliese un aire un tanto presuntuoso en la voz.
- Pues, hala, dale caña – azuzó para picarme.
- Sí – sonreí.
Levanté los dedos poco a poco de la palanca y solté el embrague lentamente. La moto vaciló un poco al iniciar la marcha, pues Jacob dejó de sujetarla con sus piernas y ahora era el vehículo quién nos sostenía a nosotros, sin embargo, enseguida la controlé sin problemas y en un segundo estábamos corriendo por ese asfalto de tierra mezclada con arena gris, lleno de baches encharcados.
- ¡Qué guay! – exclamé, riéndome.
No es que estuviera emocionada por la velocidad, la verdad es que, después de montar sobre Jacob y volar por el bosque, esto era un simple paseíllo, sin embargo, extrañamente, el hecho de llevar una moto me encantaba.
Quería que aumentara el aire que azotaba mi cara y mi pelo. Volví a apretar el embrague y empujé la palanca de cambios con el pie para meter segunda, a la vez que aceleraba un poco. Mi mano zurda soltó la palanca con demasiada precipitación y la moto se disparó hacia delante.
- Ve poco a poco, Nessie – me advirtió Jake, que continuaba bien pegado a mí con las manos en mis piernas, preparadas por si tenían que entrar en acción -. No aceleres más.
- Pero, ¿a que lo hago bien?
- Sí, la verdad es que sí – reconoció, riéndose -. Ay, pero ten cuidado con ese…
La moto rebotó cuando las ruedas atravesaron uno de los baches encharcados, haciéndonos pegar un pequeño salto en el asiento. El agua turbia y medio embarrada del pozo se desbordó a nuestro paso y nos salpicó todas las piernas.
- … charco – concluyó.
- Vaya, nos hemos puesto perdidos – lamenté.
- Bueno, esto va a la lavadora. Tú preocúpate de mirar por donde vas, ¿vale? – bromeó.
- Jake, una curva – le avisé.
Sus manos volvieron a ponerse sobre las mías para tomar el mando, obligándome a frenar un poco con la palanca, y movimos el manillar con suavidad, recorriendo la curva despacio y fácilmente.
- ¿Ves lo que hago? – me indicó mientras girábamos, murmurándome al oído; otra vez mi vello reaccionó a ese tórrido roce -. Freno suavemente y llevo el peso del cuerpo hacia el otro lado. Si fuera en tercera, tendría que reducir, pero como vamos en segunda, con frenar un poco, vale.
- Déjame hacerlo a mí – le pedí, entusiasmada.
Jacob se rió.
- Espera, vamos a dar la vuelta. Frena con suavidad y reduce a primera.
Frené, hundí el embrague con los dedos y reduje a primera, pero solté el embrague y la moto cabeceó bruscamente cuando entró la marcha. Por suerte, Jacob la controló sin problemas, me hizo girar el manillar, apoyando el pie en el suelo para guardar el equilibrio, y dimos la vuelta.
- Recuerda, al reducir tienes que soltar el embrague muy suavemente, ¿de acuerdo? – me aconsejó, dejando el manillar en mis manos.
- Vale, soltar el embrague más despacio – me dije a mí misma.
- Mete segunda.
Obedecí. Esta vez, aflojé los dedos de la palanca izquierda con más suavidad y la moto fue como la seda cuando la marcha entró.
- Ya está – sonreí con satisfacción.
- La curva – me anunció.
- Vale, frenar un poco, girar el manillar y llevar el peso al lado contrario – me ordené otra vez para mí mientras iba realizando las acciones.
La moto roja dibujó la curva sin percances. Seguimos recto y esquivé el charco que antes nos había salpicado enteros.
- Oye, lo haces muy bien – alabó Jake con alegría.
- ¡Es que esto me encanta! – reí con emoción.
Mi risa fue acompasada por la suya.
- Mira, ahí está mi moto – me indicó -. Vamos a parar y así pruebas tú sola, ¿qué te parece?
- Genial – volví a reír.
Avanzamos los pocos metros que quedaban para llegar al punto de partida.
- Vete frenando poco a poco sin soltar el embrague – me aleccionó -, y cuando la moto pare del todo, apóyate sobre el pie.
- Sí.
Seguí sus instrucciones al dedillo y detuve el ciclomotor, aguantando el peso del mismo y el nuestro propio con el pie, que hacía las veces de pata de apoyo, aunque Jacob también me ayudó con el suyo.
Me giré hacia él para mirarle y nuestros rostros se quedaron a un palmo.
- No ha estado mal, ¿eh? – murmuró con su sonrisa torcida.
- Ha estado muy bien – sonreí.
Y nos dimos una serie de besos cortos.
Jake separó su rostro del mío y tomó una buena bocanada de aire para centrarse. Yo tuve que hacer lo mismo.
- Bueno, pues ahora prueba tú solita – me exhortó después mientras se bajaba del ciclomotor -. Yo te acompañaré en mi moto, por si acaso.
- Vale.
Esperé hasta que él se subió a su moto y la puso en marcha, para arrancar la mía. Jacob dio un giro abierto para dar la vuelta y se colocó justo a mi lado.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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10 comentarios:

  1. genial que bueno que pudieron subirlo estoy re contento....como siempre sos una genia segui subiendo capitulos no tardes....espectacular este capitulo de ANDRES...

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  2. Me encanto!!! Muchisimas gracias por subirlo. Bss

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  3. definitivamente amo tu fic!!
    gracias por continuarlo!!

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  4. sigan subiendo capitulos...de andres

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  5. Por favor, continuad subiendo los capitulo!!! bss

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  6. que pasa que miew no esta bajando capis de ..andres

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  7. Por favor mas capitulos!!!

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  8. hola lei todo tu libro anterior y me gusto, lo k si no tanto fueron las escenas entre jacob y nessie, pero espero con ansias tu proximo capitulo . espero leerlo pronto y k lo publico creeme k lo espero con muchas ancias.
    att: vania

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  9. Amiga!! Genial como siempre!!! me encanta como escribes la historia..... esperaré con muchas ganas los próximos capítulos....

    Anita de Venezuela

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