= PARTE DOS =
PROFECÍA
(PARÉNTESIS)
ALICE
UN MES DESPUÉS DEL SECUESTRO: FANTASMAS.
- Venga, Alice, llegaremos tarde – me apremió Bells, que ya estaba cogida de la mano de Edward, preparada para salir por la puerta volando.
- Sí, y hoy es la última representación – se quejó él.
- Un momentito, tengo que coger el bolso – dije, llevando mis pasos hacia las escaleras.
- ¿Y dónde lo tienes? – quiso saber Jazz, impaciente.
- En el dormitorio – se me adelantó Ed, suspirando.
No les hice caso, subí los peldaños sin que esos tacones apenas llegasen a tocarlos y enseguida llegué a la habitación. Cogí el bolso de la butaca y salí con rapidez de allí.
Pero entonces, algo me detuvo en mitad del pasillo. Todas las puertas del mismo se cerraron con sonoros portazos, empezando con la del dormitorio del que acababa de salir y siguiendo con el resto de puertas, que se estamparon contra el marco una tras otra, como las fichas de un dominó.
Noté una presencia pasando a mi lado como una exhalación y me quedé más paralizada de lo que ya estaba.
¿Qué había sido eso?
- Alice – escuché que resoplaba Jasper.
- Ya… ya bajo – murmuré, todavía perpleja por lo que había pasado.
Miré a mi alrededor, escudriñando cada palmo del pasillo para ver si volvía a pasar algo. Pero no ocurrió, así que reinicié la marcha de nuevo y descendí las escaleras, aunque esta vez un poco más despacio.
Jasper enseguida se dio cuenta de mi semblante, si bien Edward ya lo vio todo en mi mente.
- ¿Qué te ha pasado? – preguntó este último con gesto extrañado -. ¿Por qué estás así?
- Todas las puertas del pasillo se cerraron solas con un portazo, ¿no las habéis oído? – le recordé y expliqué para los demás.
- No – negó Jazz, frunciendo el ceño al igual que Edward.
- ¿Qué portazos? – inquirió Bella con el mismo gesto.
- ¿No los habéis escuchado? Fueron muy fuertes.
- No, no hemos oído nada – reiteró Bells.
Pestañeé, perpleja.
- Pues se cerraron solas, Ed, tú puedes verlo.
- No veo nada de eso en tu cabeza – me contradijo, observándome con algo de preocupación -. Lo único que veo es que cogiste el bolso y te paraste en el pasillo.
- ¿Y no ves que se cerraron las puertas? – interrogué, sorprendida -. Lo estoy recordando ahora mismo.
- Solamente veo que te paraste en el pasillo – repitió él.
- Qué raro… - murmuré, llevando mi mano a la barbilla, pensativa.
¿Por qué Ed no podía ver eso? El caso es que esta situación me recordaba a algo, pero no sabía a qué. Era algo que Renesmee me había contado, sin embargo, seguía sin recordarlo…
Y las puertas, ¿por qué se habían cerrado de ese modo? ¿Podría ser que hubiera…?
- ¿Fantasmas? – cuestionó Edward con una sonrisita burlona, adelantándose a mis propios pensamientos.
- ¿Crees que hay fantasmas en la casa? – se rió Bella.
- No soy tonta, ¿sabéis? No me asusto porque se hayan cerrado unas puertas, es que, además, he notado una presencia – afirmé, bajando mi mano para cruzarme de brazos, indignada por la falta de confianza que me procesaban.
- Si Alice lo dice, es cierto – secundó Jazz.
- Gracias, cielo – le sonreí, y le di un beso en los labios.
- Vamos, no me dirás que porque se hayan cerrado unas puertas, según tú – matizó Ed con intención -, ya va a haber fantasmas.
- Te repito que noté una presencia, una especie de brisa pasando a mi lado como una exhalación – reiteré, molesta por su actitud.
- Sería una corriente, Alice – le acompañó Bella, sonriendo, aunque en ella no había ninguna burla.
Me mordí el labio al ponerme a pensar.
Jazz se quedó mirándome, esperando mi reacción. Él tenía confianza plena en mí, si yo decía que se caía el cielo, me creería.
Esto era muy, muy raro, sin embargo, tenía que reconocer que parte de razón a Edward no le faltaba. Tal vez hubiera exagerado un poco y sólo hubiese sido una corriente de aire, como había dicho Bells. Y puede que ellos estuviesen distraídos cuando sucedieron los portazos, aunque me seguía extrañando que Ed no pudiese verlos en mi mente.
Edward suspiró, cansado, cuando leyó mis últimos pensamientos.
- Llegaremos tarde – repitió por enésima vez.
- Sí, será mejor que nos marchemos, Alice – me dijo Jasper, tomando mi mano -. Los demás ya deben de llevar un buen rato esperando en la puerta del teatro.
- Tienes razón – exhalé, asintiendo -. Debemos irnos ahora.
- Llegaremos más rápido a pie – afirmó Edward, ya caminando hacia la puerta junto a Bella.
Nosotros hicimos lo mismo.
- ¿Y Renesmee no viene al final? – pregunté.
- No, ha quedado con su novio – contestó Bells -. Creo que van a ir al cine o algo así.
- Ah.
No sé por qué, la imagen de Jacob Black me vino a la cabeza de repente. Qué tontería.
Edward abrió la puerta y los cuatro salimos al exterior. En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos volando por el bosque.
La mañana siguiente amaneció despejada. Me quedé mirando cómo salía el sol por lo Montes Chugach, pensando en lo que había ocurrido esa noche con las puertas, en esa dudosa presencia que había pasado por mi lado, en por qué Edward no había visto nada en mi mente. Hasta que los dedos de Jasper se deslizaron por mi cuello, haciéndome salir de mis pensamientos.
- ¿Qué haces aquí tan temprano? – me preguntó, sentándose en la tumbona de al lado.
- Nada. Sólo estaba viendo amanecer mientras pensaba – le contesté, suspirando.
- ¿Y en qué pensabas?
- En lo de los portazos.
- ¿Todavía sigues dándole vueltas al asunto?
Su pregunta no fue malintencionada, sino todo lo contrario. Jazz sabía tan bien como yo que eso había sido algo muy extraño, y que yo tenía razón. Había algo sobrenatural en todo esto, aunque aún no sabía lo que era.
- Sí – le confesé sin dudarlo ni un instante -. No fue una corriente, Jazz. Vosotros no los escuchasteis, y Edward tampoco puede verlo en mi mente. Todo esto es muy raro.
- Sí, lo es – asintió, mirando a esas montañas llenas de luces y sombras creadas por el sol.
Entonces, de repente, algo serpenteó delante de mis narices a una velocidad increíble, digna de un vampiro, y se quedó frente a mí.
Podía notarlo, sentirlo, estaba ahí, justo delante. Podía ver cómo la transparencia de esa presencia no era nítida, pues lo que dejaba ver a través de ella se veía algo borroso, y eso hacía que pudiese percibir su silueta perfectamente.
Me quedé muda y quieta, de la estupefacción, y mis ojos se abrieron como platos.
Pero, de pronto, una mano, de distinta procedencia e iguales características, se posó en mi hombro. Me levanté súbitamente, a la defensiva, y las dos presencias desaparecieron con rapidez. Jasper saltó de su tumbona, alertado por mi extraña reacción, con la misma postura y retiró su labio automáticamente.
- ¿Qué pasa? – quiso saber, sin cambiar de actitud a la vez que miraba alrededor, vigilante.
Dejé mi postura, pues ya se habían ido, aunque seguí en alerta.
- Algo me ha tocado el hombro – desvelé con los ojos aún abiertos de par en par.
- ¿Cómo? – parpadeó, irguiéndose él también.
- ¿No las has visto?
- ¿El qué?
- Son dos presencias, Jazz, las he sentido – le revelé, empezando a pasear de aquí para allá sin parar.
- ¿Estás segura? ¿Estás segura de que hay fantasmas en la casa?
Me paré y me quedé frente a él.
- Sí – afirmé con convicción.
- ¿Y qué hacemos? ¿Hay que llamar a un… sacerdote para que nos limpie la casa?
Me resultaba raro ver a Jasper hablando de estas cosas con esa seriedad, pero él me entendía y jamás dudaba de mí. Siempre había sido así.
- No, con eso sólo conseguiremos enfadarles – declaré -. Lo mejor es averiguar qué es lo que quieren.
- Es lo que faltaba – intervino Edward de repente, con una sonrisita que no me gustó nada -. Justo lo que le gusta a Alice, todo ese mundo paranormal. Seguro que tú vas a ser la encargada de averiguar qué es lo que quieren esos dos fantasmas.
Los demás no tardaron en aparecer en el porche, aunque ellos iban vestidos, no como él y Bella, que tenían el bañador puesto para darse un chapuzón en la piscina.
- Por supuesto – sonreí -. Ellos han venido a pedirme ayuda, por eso soy la única que los veo.
- Sigo sin ver nada de eso en tu mente – manifestó, ahora más serio, mientras tomaba de la mano a Bells y se dirigía a la piscina.
- Claro que no, ellos bloquean tu don para que tú no puedas verles.
- Genial, tenemos fantasmas en la casa – sonrió Em -. Esto se pone interesante – y se frotó las manos.
- ¿Y son buenos o malos? – quiso saber Renesmee, riéndose.
- Bueno, ya está bien de bromitas, ¿no? – protesté, cruzándome de brazos -. Estoy hablando en serio, y Jazz ha sido testigo.
- Lo he sido – ratificó él.
- Está bien, está bien – asintió Edward, aunque seguía con esa sonrisita que me sacaba de quicio -. Si tú dices que hay fantasmas, será que los hay.
- ¡Venga, tírate ya! – exclamó Bella, empujándole hacia el agua.
Mi hermanastro se cayó de espaldas y se hundió en el líquido. Se sentó en el suelo de la piscina y se quedó esperando a su mujer, que no tardó nada en zambullirse junto a él.
Mientras ambos se quedaban en el fondo para hacerse carantoñas, yo agarré a Jasper de la mano y me metí en la casa, enfadada, soltando todo tipo de maleficios mentales para que Ed los escuchara.
Me daba igual lo que pensaran. Aquí había dos presencias, las había sentido, una de ellas me había tocado el hombro.
Y yo iba a investigar qué es lo que querían de mí.
SEIS MESES DESPUÉS DEL SECUESTRO: CHARLIE.
El estridente ruido del teléfono inalámbrico comenzó a sonar en el salón. Me acerqué con presteza y lo descolgué.
- ¿Diga?
- Hola, Alice, soy Charlie, ¿está Bella?
- Oh, vaya, lo siento, Charlie, acaba de salir con Ed – le contesté, soplándole a mis uñas para que se el esmalte se secara más rápido.
- ¿Y Nessie? ¿Está por ahí?
- ¿Quién? – pregunté, extrañada.
Ese nombre me sonaba de algo, pero ahora no caía.
- Renesmee, quién va a ser.
Pestañeé, algo confusa. Por alguna razón, empecé a sentirme rara, había algo que intentaba recordar y no venía a mi cabeza, y eso era muy extraño.
De pronto, y sin previo aviso, comencé a tener una visión, y me quedé perpleja por lo que salía en ella. No se veía nada bien, en realidad, todo era confuso, los flashes iban y venían sin control ni orden alguno, y las imágenes apenas se veían, eran muy borrosas, casi inexistentes, y era así porque Jacob Black aparecía en ellas. Sin embargo, no fue eso lo que más me chocó, sino que también salía Renesmee.
Jacob y Renesmee.
¿Cómo podía tener una visión sobre Jacob Black? ¿Y sobre Renesmee? A él no podía verle, y a ella tampoco. ¿Y por qué? ¿Por qué tenía una visión en la que salía él? ¿Por qué salía junto a Renesmee?
El auricular del teléfono fue descendiendo poco a poco a medida que mi mano lo soltaba, y se quedó trabado en mi hombro. Las imágenes que conseguía discernir me dejaron con la boca abierta.
En las imágenes de la visión Jacob Black y Renesmee se abrazaban y se besaban. En todas. Todas las imágenes mostraban lo mismo, sólo que en diferentes situaciones y ambientes. Ellos eran felices juntos, la felicidad que ellos desbordaban y una energía prodigiosa que emanaban nos contagiaban al resto de nosotros, incluidos Bella y Edward. Y era un amor diferente, había algo en ellos que jamás había visto en cualquier otra pareja, ni siquiera entre vampiros.
Jacob Black y Renesmee iban a ser pareja en un futuro. Pero, ¿cómo? Si hacía siete años que no sabíamos nada de él…
- ¿Alice? ¿Sigues ahí?
La voz de Charlie hizo que me despertase y volviera en mí, con la consecuente desaparición de la visión.
Volví a agarrar el auricular con la mano y lo puse en mi oreja. Le escuchaba perfectamente, pero él tenía que oírme a mí.
- Sí, perdona, Charlie – le respondí, todavía un poco perpleja por la visión -. ¿Qué me decías?
- Que si se puede poner… Renesmee – se notó que rectificó el nombre.
- Lo siento, tampoco se encuentra aquí. Ha salido con su novio.
- Ah, ya, ese… novio – murmuró con evidente disgusto.
- ¿Era por algo importante?
- ¿Eh? – su voz sonó como si le hubiese interrumpido en mitad de algún pensamiento -. Ah, no, no, sólo quería saber qué día exactamente os vais a ir a Denali, para llamar a Bells antes de que os marchéis.
- ¿A Denali? – inquirí sin entender nada.
- Sí, Bella me dijo que os ibais a Denali por Navidad, ¿no es así? – ahora era Charlie el que parecía no comprender.
- ¿Bella te dijo eso? – pestañeé, confusa.
Pude escuchar una serie de murmullos malhumorados.
- Así que no es verdad – masculló con disgusto -. Bueno, mira, dile que si no quiere venir, que no pasa nada, no tiene por qué inventarse excusas. Pero que para la próxima vez, que me diga la verdad, aunque, bueno, ya le llamaré yo más tarde para hablar con ella – bufó.
No entendía por qué Bella se había inventado eso, pero le seguí la corriente a Charlie para no alimentar más los malos ánimos.
- Ya le regañaré yo también – solté.
- Bueno, gracias, Alice. En fin – resopló -, tengo que colgar, estoy en la comisaría y tengo un poco de lío.
- Que tengas un buen día.
- Eso espero – suspiró -. Por cierto, a ver cuándo arregláis ese teléfono, siempre se corta.
- ¿Que se corta? – repetí, pestañeando sin parar.
- Sí, en cuanto se pone Nessie, no sé qué pasa, pero siempre se corta – afirmó, otra vez malhumorado -. Ya no sé si es que lo hace adrede o qué. Hace siglos que no hay forma de hablar con ella, y, encima, ahora le ha dado por no querer móviles, es el colmo – resopló de nuevo -. Ya sé que no quiere hablar con Jacob, y que tampoco querrá que yo le suelte algún sermón, cosa que no pienso hacer, pero esto de colgarme el teléfono y de no poder contactar con ella de ninguna manera, me desespera – otro suspiro salió por su boca -. En fin, ahora tengo que dejarte, acaban de darnos un aviso. Ya volveré a llamar. Hasta pronto, Alice.
Tardé un poco en reaccionar ante tanto exceso de rara información de la que yo no tenía conocimiento alguno.
- Hasta pronto – murmuré, confusa.
El teléfono comenzó a emitir los pitidos intermitentes cuando Charlie colgó antes que yo.
Todo era muy extraño, pero había una frase que resaltó sobre las demás y que se unía a mi visión, confiriéndole a ésta un poquito más de significado: ya sé que no quiere hablar con Jacob.
¿Qué significaba esto? ¿Es que acaso se conocían? ¿Alguien les había presentado en alguna ocasión? Sin embargo, eso no podía ser. Jacob la odiaba. Ella había sido el motivo por el cual Bella se había transformado, y eso él nunca se lo perdonaría, por eso se marchó y no volvió a acercarse a nosotros jamás. ¿O sí? ¿O se lo había perdonado? ¿Acaso ahora Jacob quería un encuentro con Renesmee para hablar con ella? ¿Sería para saber de Bella? Quizás él quería decirle algo, y si era así, Renesmee parecía estar al corriente.
Entonces eso quería decir que ella y Jacob se iban a conocer, y, según mi visión, iban a terminar enamorándose. ¿Podía ser eso posible? ¿Jacob podría enamorarse de la causante de la transformación de Bella? No obstante, Renesmee parecía negarse a hablar con Jacob.
Me mordí el labio, escudriñándome la cabeza. Por alguna razón, había algo que no me cuadraba en todo esto, algo que no estaba en el sitio en que tenía que estar. ¿Y qué sermón tendría que soltarle Charlie a Renesmee? ¿Quizás por colgarle el teléfono? ¿Pero por qué iba Renesmee a hacer algo así?
Me vi obligada a salir de mis pensamientos enseguida, pues la puerta de casa se abrió y Renesmee entró en el salón.
- Hola, Alice – me saludó.
- Ah, hola, cielo – contesté, tratando de volver en mí y todavía con el teléfono en la mano.
- Voy a mi habitación – me anunció, y comenzó a caminar hacia la puerta que comunicaba nuestra vivienda con la de Ed, Bells y ella -. Se me olvidó la llave de la otra casa, así que entro por aquí.
- Renesmee, espera un momento – le pedí.
Mi sobrina se detuvo y se dio la vuelta para mirarme.
- ¿Qué pasa?
- Ha llamado Charlie – no pude evitar que me saliese esa voz de regañina -, y me ha dicho que le cuelgas el teléfono cuando te llama.
- No se lo cuelgo, es que hay problemas en la línea – se excusó de mala gana.
- ¿Seguro? ¿No será que no quieres hablar con tu abuelo por algo? – inquirí con suspicacia.
- ¿Y por qué iba a hacer yo algo así? – se rió.
Eso era verdad, y no tenía respuestas para eso.
Renesmee se giró de nuevo para iniciar la marcha, pero yo necesitaba saber otra cosa.
- Espera – le paré otra vez.
- ¿Y ahora qué pasa? – suspiró.
- ¿Conoces a Jacob Black? – le pregunté, mordiéndome el labio.
- No – me respondió con sequedad.
Su rápida y segura respuesta hizo que me quedase un par de segundos un tanto paralizada, ya que ni siquiera me había preguntado quién era él.
- Pues Charlie me ha dicho que no quieres hablar con Jacob Black. ¿Es que él te ha llamado alguna vez? – quise saber.
- No – repitió.
De pronto, algo en sus ojos me heló, porque era la primera vez que veía esa mirada en ese ser angelical que era mi sobrina. Era una mirada fría y calculadora. Aún así, seguí con mi interrogatorio.
- ¿Y por qué me ha dicho eso, entonces?
- Charlie me ha dicho que ese perro quiere hablar conmigo – la palabra perro sonó extraña y demasiado cruel para su boca, y, por alguna razón, esa pronunciación por parte de ella me impactó -, pero yo no quiero hablar con él. Le cuelgo para que no me insista más con ese tema.
- ¿Y de qué quiere hablar Jacob Black contigo?
- No lo sé, Charlie no me lo ha dicho, pero no me interesa para nada – resopló, dándole un bandazo a su larga melena con desdén -. Y ahora, si me disculpas, me voy a mi habitación. Tengo cosas que hacer.
- Sí, claro – asentí, aunque no pude evitar que mi semblante dejara entrever mi estado de extrañeza -. Pero la próxima vez que te llame Charlie, no le cuelgues el teléfono, ¿de acuerdo? Es tu abuelo, y también desea mantener una agradable conversación con su nieta de vez en cuando.
- Sí, no te preocupes – sonrió esta vez.
Se dio la vuelta del todo y desapareció por la puerta que comunicaba las dos viviendas.
Exhalé, no muy conforme, y posé el auricular en la toma de la batería, diciéndome a mí misma que todo esto era muy extraño.
Me giré y comencé a andar hacia las escaleras para subir a nuestro dormitorio, ya que Jasper estaba allí, enganchado al ordenador con Em y Carlisle, pero, de repente, un ruido seco hizo que me volviera para mirar, sorprendida.
El teléfono inalámbrico reposaba en el suelo. Fruncí el ceño, extrañada, y me dirigí hacia él para ponerlo en su sitio. Sin embargo, cuando mi mano estaba a punto de recogerlo, el aparato se movió y se alejó de ella un par de metros.
Me quedé estupefacta, inmóvil, mirando el teléfono con atención, con los ojos abiertos como platos.
Durante estos meses había seguido notando esas dos presencias. Pasaban a mi lado algunas veces, muy pocas llegaron a tocarme, incluso las llegué a sentir en las afueras cercanas de la casa, de la que caminábamos hacia el coche para ir a la universidad, pero jamás habían llegado a este nivel de manifestación.
Me incorporé de nuevo, tengo que reconocer que algo asustada, y me acerqué al teléfono para tratar de cogerlo otra vez. Cuando estaba a un palmo de tocarlo, el auricular volvió a alejarse unos metros y se quedó prácticamente debajo del sofá.
Volví a quedarme tiesa, mirando ese teléfono, sin embargo, algo me decía que tenía que ir a por él, así que tragué saliva y me aproximé al sofá para cogerlo. Me puse de rodillas para llegar mejor a él y, por fin, el auricular no se movió.
Pero mi mano palpó algo más que ese aparato, eran dos papeles pequeños y gruesos. Saqué el inalámbrico y los dos papeles, los cuales miré inmediatamente. Eran dos fotografías.
¿Era esto lo que las presencias querían que viese?
Me puse en pie mientras las observaba con atención y extrañeza.
En la primera fotografía salía Renesmee sonriendo con felicidad, ella sola, y al fondo se erigía la Torre Eiffel.
¿Cuándo había estado Renesmee en Paris? ¿Y quién le había sacado esta fotografía? También me fijé en que el autor de la misma no era muy buen fotógrafo, pues ella no estaba centrada en la foto, sino que salía a un lado de la misma.
Pasé a la segunda fotografía, colocando esa primera detrás.
En esta foto también salía Renesmee, sonriente, estaba en este mismo sofá en forma de U. Como en la anterior fotografía, tampoco salía centrada, pero hubo algo que llamó mi atención especialmente. Sobre sus rodillas se posaba un catálogo de vestidos de novia, se podía ver perfectamente en su portada. Sin embargo, era una fotografía de hace casi un año, puesto que la pequeña estatua de mármol que salía por detrás del sofá ya la había quitado hace bastantes meses, mucho antes de que ella nos anunciara que tenía novio y que se iba a casar.
Me quedé alucinada. ¿Qué era esto? ¿Por qué mi sobrina tenía ese catálogo en aquellas fechas, si ni siquiera conocía a su novio? ¿Y qué me trataban de decir esas dos presencias con estas dos fotografías?
El ruido de la puerta me sobresaltó e hizo que, por alguna razón, me metiese las fotografías en los bolsillos traseros de mi pantalón.
No terminó de cerrarse la hoja del todo, cuando Bella y Edward entraron en casa.
- Hola, Alice – me saludaron los dos.
- Hola – murmuré, aún impactada por todo lo que acababa de suceder.
- ¿Qué pasa? – quiso saber Bells, preocupada por este rostro perplejo y aturdido -. ¿Has tenido una visión?
Alcé el rostro para mirarla. Claro que había tenido una visión, pero, ¿debería contársela? Jacob Black había sido su mejor amigo en aquellos tiempos, pero se había marchado, y ahora enterarse de que su hija y él se iban a enamorar no era fácil de asimilar, y encima, Renesmee tenía novio y estaba a punto de casarse, o eso creía ella, porque mi visión era clara, ella y Jacob se iban a enamorar. No sabía si era prudente decir todo esto ahora. Y más estando Edward delante. Bueno, él todavía no había dicho nada, puede que tampoco quisiese que ella lo supiese, o tal vez él tampoco quería saberlo demasiado. Sin embargo, Ed parecía muy tranquilo y relajado. Eso me extrañó.
- No, no – disimulé, sonriendo como pude -. ¿Qué hacéis aquí? ¿No estabais de caza? – pregunté para cambiar de tema.
- Estábamos – se quejó él con retintín.
- Sí, pero vengo a cambiarme de ropa – me explicó ella, dándole un codazo a su marido -. Estos pantalones no son nada cómodos para cazar.
- Te lo dije – le recordé.
- Y yo también – se incluyó Ed.
- Sí, ya, soy una cabezota, lo sé – rió, dirigiéndose a la misma puerta por la que había salido su hija hace treinta segundos -. En fin, vengo enseguida.
- Ah, Bells, ha llamado Charlie – le revelé.
Mi cuñada se paró y se giró hacia mí para mirarme.
- ¿Y qué quería? ¿Te lo ha dicho?
- Quería saber cuándo nos íbamos a Denali – mi tono salió con un poco de reproche censurador -. ¿Por qué le has dicho que íbamos a Denali en Navidad?
Bella y Ed fruncieron el ceño sin comprender.
- Yo no le he dicho eso – afirmó, extrañada.
Yo también bajé las cejas del mismo modo.
- Pues tu padre estaba bastante enfadado, y me ha dicho que si no quieres ir, que no pasa nada, pero que le digas la verdad.
- Pero si él me dijo que se iba de viaje con Sue – chistó -. Por eso no vamos a Forks este año.
Otra vez me extrañé, pero antes de que me diera tiempo a hablar, el teléfono inalámbrico sonó en mi mano.
El número del móvil de Charlie aparecía en la pantalla.
- Es Charlie – le revelé, pasándole el teléfono.
Bells lo cogió y tocó el botón para descolgar.
- Hola, papá, dime.
Ed se dirigió a la mesa del sofá y se puso a ojear una revista.
- Hola, hija, ¿cómo va todo por ahí? – escuché que decía él.
- Bien, me pillas en casa de milagro, porque tengo que salir de nuevo.
- ¿Para qué existen los móviles? – resopló él.
- Ya, bueno, se me olvidó en casa – mintió ella, pues si no lo llevaba encima, era porque salía de caza y no le apetecía llevarlo.
- Bueno, eso da igual, quería hablar contigo – declaró Charlie, otra vez malhumorado.
- Está bien, suéltalo – suspiró Bella.
- ¿No me habías dicho que os ibais a Denali para Navidad?
Y entonces, Bella hizo algo muy raro que me dejó perpleja.
- Sí, nos marchamos a Denali la semana que viene – aseguró con una voz tan extremadamente segura y sobria, que no parecía ella.
¿Pero por qué decía eso ahora? Acababa de decirme que Charlie se iba a marchar de viaje con Sue. ¿Qué estaba pasando?
Me fijé en su rostro y me quedé pasmada. Su semblante casi no mostraba emoción alguna, parecía que estuviese hipnotizada. Después, dirigí mi mirada a Edward. Él no tenía esa expresión, sin embargo, leía la revista como si nada, como si no estuviese viendo ni escuchando nada extraño.
- Pues Alice me dijo que eso no era así – alegó Charlie.
- Claro que no, ella no te dijo eso, papá. Seguro que tú lo interpretaste mal.
Se hizo un silencio al otro lado de la línea.
- Bueno, puede ser – murmuró él finalmente -. Tal vez me precipitara en mis conclusiones – declaró. Luego, suspiró -. En fin, también quería hablarte de otra cosa.
- ¿De qué se trata?
- Es Jacob, me tiene muy preocupado.
¿Jacob Black otra vez? Edward ni se movió, seguía ojeando la publicación tranquilamente.
- No te escucho muy bien, papá – afirmó Bella con ese rostro frío -. Tenemos problemas en la línea y se corta.
Pero si la línea estaba perfectamente, ¿por qué le mentía?
- Sí, siempre se corta en el momento más oportuno – replicó Charlie, enfadado -. A ver si lo arregláis de una vez, porque siempre que quiero hablar de Jacob, el teléfono...
- No te oigo… - y Bella colgó.
Entonces, su rostro volvió a ser el de siempre.
Tuve que emplearme a fondo para recuperar la compostura.
- ¿Por qué le has colgado? – quise saber, extrañadísima.
- ¿Cómo? – preguntó ella sin entender.
Ed dejó la revista en la mesita para mirarme con un rostro similar al de su esposa.
Volví a sentir a las dos presencias, las cuales se colocaron a ambos lados para observar la misma estampa que yo. Esto ya me sobrepasaba. O me estaba volviendo loca, o aquí estaban pasando cosas muy raras.
- Le has dicho que teníamos problemas en la línea y le has colgado – le recordé, intentando ignorar a los dos fantasmas que me acompañaban.
- ¿Qué dices, Alice? – rebatió Edward, mirándome como si yo estuviese sorda -. Charlie ha colgado cuando terminaron de hablar.
- ¿Cuándo terminaron de hablar? – murmuré.
- Sí, después de que Charlie le ratificara que se iba de viaje con Sue – dijo, pronunciando las palabras con ese cansancio que da a entender que había sido muy evidente que Charlie las hubiese pronunciado.
- ¿Lo ves? ¿Ves cómo se va de viaje? – repitió Bella con un poco de sorna -. Por eso no podemos ir a Forks este año.
No me lo podía creer. ¿Qué estaba pasando aquí? Desde luego, yo no había escuchado nada de eso.
- ¿Te vas a cambiar o no? – le azuzó Edward.
- Sí, voy – contestó Bella, dándose la vuelta otra vez hacia la puerta.
Me quedé mirando cómo se iba a la otra casa, con cara de tonta, junto a esos dos fantasmas que me acompañaban, mientras que Edward cogía la revista para ojearla de nuevo.
Fue entonces cuando me percaté de otra cosa. Mi hermano no parecía escuchar mis pensamientos, era como si ahora mismo estuviera oyendo otra cabeza diferente.
Estaba claro que no podía contar con él, ni con nadie, solamente podría contar con Jasper, sólo él me creía. También me di cuenta de algo más. Yo era la única que podía sentir a las dos presencias, y ellas me estaban haciendo señales, me estaban intentando decir algo. Y estaba relacionado con mi familia, algo les estaba pasando.
Yo era la encargada de averiguarlo.
DIEZ MESES Y MEDIO DESPUÉS DEL SECUESTRO: VERDAD.
Los meses pasan rápido, y las averiguaciones demasiado despacio.
Durante los cuatro meses y medio siguientes, estuve visitando continuamente la biblioteca pública con Jasper, intentando saber más sobre presencias, casos paranormales y sesiones de espiritismo. También visité a algunos médiums, aunque esto de poco me sirvió, pues la mayoría solamente eran charlatanes que se aprovechaban de la gente. Si quería saber qué me intentaban decir esos espíritus, tenía que comunicarme con ellos, hablar con ellos.
Como me temía, Jasper fue el único que me creyó. No es que los demás no lo hicieran, pero no al nivel que lo hacía Jazz, él se comprometía totalmente con mi causa sin pedirme más explicaciones, confiaba ciegamente en mí y eso me alentaba. Edward insistía en que él no veía nada de mis contactos con esas dos presencias en mis recuerdos, y yo sabía que era así. Los fantasmas no debían de querer que él interviniese, y tampoco el resto de mi familia, pues sólo se me manifestaban a mí, así que lo respeté y no les mencioné más el tema. Además, no quería seguir escuchando las bromitas de Emmett, necesitaba plena concentración.
Pensé en llamar a Louis para pedirle ayuda, sin embargo, él era científico, y era evidente que no creía en fantasmas ni espíritus, así me lo corroboró Carlisle cuando le pregunté. A quien sí llamé fue a Tanya y a su aquelarre, pero saltaba el contestador, que me decía que se encontraban de viaje. Cuando por fin conseguí ponerme en contacto con ellos a través de sus teléfonos móviles, me dijeron que estaban haciendo un largo viaje de placer por Europa. Se les veía bastante ocupados, así que decidí no molestarles más, me pareció que estropearles un tour por un extraño y difícil de creer tema de fantasmas, no era lo más correcto. Así que seguí mis averiguaciones yo sola, acompañada por Jasper.
Pero llegó un día en que la verdad se presentó ante mí por medio de unos acontecimientos que llegaron con precipitación.
Ese día Jasper y yo habíamos quedado.
Me miré en el espejo un par de veces, eso era suficiente para ver que esos pantalones vaqueros me quedaban perfectos con esos tacones. Había acertado al comprármelos y eso me hizo sonreír con satisfacción.
El teléfono sonó abajo. Em y Rose se habían ido de caza con Ed y Bells, y Carlisle y Esme estaban dando un paseo por la ciudad. Los únicos que estaban abajo eran Jazz, que me estaba esperando para unirnos a estos últimos más tarde, y Renesmee.
- Jazz, coge el teléfono – le pedí con un cuchicheo malhumorado.
- Ya lo ha hecho Renesmee – escuché que me comunicaba desde nuestra habitación.
Pero el teléfono seguía sonando.
Fruncí el ceño, molesta. Seguro que Jasper me estaba tomando el pelo. Resoplé, no tenía ganas de jugar, así que salí de ese cuarto y bajé al salón con rapidez para cogerlo yo.
Mis pies se pararon en seco cuando llegué a la mesa donde estaba el teléfono.
Renesmee estaba hablando por el auricular, manteniendo una animada conversación con alguien que parecía ser Charlie, sin embargo, el estridente sonido del teléfono seguía sonando.
- Renesmee, ¿qué haces? – le pregunté, extrañada.
Mi sobrina giró el rostro hacia mí y me sonrió.
- Estoy hablando con Charlie – dijo, tapando el auricular de abajo con la mano; luego, lo destapó y siguió esa conversación extraña.
Pero el teléfono seguía sonando.
De repente, su mano se borró por un brevísimo instante y después volvió a aparecer, sólo que ya no sostenía el auricular, sino que éste estaba reposando en su sitio, esperando a que alguien lo descolgara.
Me quedé paralizada.
Renesmee seguía hablando por un teléfono que no sostenía.
¿Qué era lo que había pasado? ¿Qué era lo que estaba pasando?
Mis pies iniciaron la marcha hacia ella con rapidez.
- Renesmee, ¿qué…?
De repente, una de las presencias pasó ante mí y me metió algo en el bolsillo de la chaqueta, haciendo que me parase en medio de la estancia.
El teléfono dejó de sonar y mi sobrina fingió que colgaba. Se alejó del aparato y se sentó en el sofá para leer una revista.
Metí la mano en mi bolsillo y saqué unas fotografías. Eran las mismas que me habían dejado aquella vez bajó el sofá. Y, de pronto, mis ojos se abrieron como platos cuando las volví a mirar.
Otra imagen empezó a dibujarse en la fotografía de París, una silueta que aparecía poco a poco, junto a Renesmee. Y mis pupilas se dejaron ver más, sorprendidísimas, cuando la imagen apareció del todo.
Era Jacob Black, y estaba sentado junto a Renesmee. Su brazo descansaba en el hombro de mi sobrina y ella estaba arrimada a él. Ambos sonreían de felicidad, sus ojos brillaban y el amor se palpaba incluso en la fotografía.
Miré las fotografías con ansiedad. Pasé la de Paris y observé la otra. Jacob también aparecía junto a Renesmee en el sofá de esta casa y sus manos se entrelazaban. Mis atónitos ojos se fueron hacia algo en lo que no me había fijado. La pulsera de Renesmee. Era una pulsera de compromiso.
De pronto, aquella visión volvió a pasar por mi cabeza, repitiéndome las mismas escenas. Jacob Black y Renesmee estaban juntos, se besaban, se amaban, estaban locamente enamorados. Pero, entonces, algo más se añadió a mi visión y me dejó más estupefacta todavía. Era Renesmee, de niña, y Jacob Black estaba con ella, jugando. Cientos y cientos de imágenes pasaban a toda velocidad por mi cabeza, tanta, que tuve que llevarme la mano a la frente para no marearme. Jacob la cuidaba, la protegía, jugaba con ella, y estaba en nuestra casa de Forks… Otras escenas empezaron a salir. Era el claro, los Vulturis estaban allí, Renesmee era una niña y estaba sobre el lomo de Jacob. Yo llegaba con Jasper y alguien más… Las escenas se sucedían y se sucedían. En otra volvían a salir los Vulturis, Renesmee había sido secuestrada, y Jacob se volvía más fuerte y poderoso para reclamarla…
Entonces, salí de mi visión súbitamente y alcé el rostro con clarividencia. Lo que había visto no había sido una visión del futuro, sino imágenes que ya estaban grabadas en mi cabeza. Lo que había visto habían sido mis recuerdos, y éstos habían regresado a mi cabeza de nuevo. Jacob siempre había estado en nuestras vidas. Jacob y Nessie estaban imprimados, los dos.
Ahora lo recordaba todo. Todo. Incluso cómo Nessie nos decía en Forks que ya no amaba a Jacob. Qué raras sonaron aquellas palabras. Porque ellos se iban a casar, se amaban con locura, y algo nos hizo creer que eso era cierto, algo nos hipnotizó de tal modo, que nos obligó olvidar todos nuestros recuerdos. Pero Nessie jamás hubiera dicho eso, algo tuvo que hablar por ella. Y no me hizo falta pensar mucho, mi instinto para lo espiritual y mágico hizo el resto. Eso sólo podía ser una cosa: un hechizo.
Miré a mi alrededor con nerviosismo. Había fotografías por todas partes, y en aquellas en las que salía Nessie estaba Jacob, por supuesto. Pero ese hechizo nos había hecho no verle a él, haciendo que solamente saliera Nessie, como había pasado con las fotos que mi mano aún sostenía.
Nessie, ahora ese nombre no me planteaba ninguna duda. Jacob se lo había puesto cuando era un bebé. Jacob, pobre Jacob. ¿Dónde estaría ahora?
La miré a ella, sólo que, en esta ocasión, mis ojos ya no eran engañados, y mi cerebro tampoco. Me di cuenta enseguida de una cosa. Jacob y Nessie estaban separados, pero yo no tenía jaquecas, y Nessie estaba aquí. El hechizo había hecho que yo no recordase este detalle antes.
Estaba claro como el agua, esa no era Nessie. En cuanto me percaté de esto, la ilusión que aparecía sentada en el sofá desapareció.
Habíamos estado viviendo en una ilusión todo este tiempo, creyendo ver algo que no existía, incluso puede que mis visiones sobre nosotros también se viesen afectadas. No me hizo falta hacer muchos cálculos mentales. Diez meses y medio, Nessie llevaba desaparecida diez meses y medio.
- ¡Jasper! – le llamé con una voz nerviosa mientras ya me dirigía hacia la puerta para ir en busca del resto.
Nessie no estaba en casa. La habían secuestrado delante de nuestras narices y nosotros no nos habíamos dado cuenta.
Jasper no tardó nada en bajar.
- ¿Qué pasa? – preguntó, alarmado.
- Te lo explicaré por el camino, acompáñame – le rogué, amarrando su mano.
De repente, alguien apareció en el salón, venían de las habitaciones de arriba.
- ¿Qué hacéis aquí? – quise saber, alucinada.
- ¿Puedes… puedes vernos? – inquirió Louis, parecía sorprendido.
- ¿Con quién hablas? – me preguntó Jasper, bajando las cejas con extrañeza.
- ¿No los ves? – pestañeé -. Son Louis y Monique.
- No.
- No nos puede ver – me aclaró Monique -. Ninguno de vosotros puede vernos, tú eras la única que notaba nuestra presencia.
- Claro, todo es efecto del hechizo – caí, frunciendo los labios.
- ¿Qué hechizo? – interrogó mi pobrecito Jasper, que no se enteraba de nada.
- Ya te lo explicaré, cielo, pero ahora no puedo – le calmé -. Tenemos que darnos prisa.
- ¿Darnos prisa para qué?
- ¿Desde cuándo lleváis aquí? – les pregunté a Louis y Monique.
Jazz frunció el ceño de nuevo, aunque esta vez con un poco de enfado, por no explicarle ya qué estaba pasando.
- Eso pienso yo – le respondió a la falsa e inexistente Nessie.
Él seguía viéndola y escuchándola, pero ahora, yo no podía, ya que el hechizo había desaparecido en mí. Intenté no prestar atención a Jasper y a su conversación en solitario y me centré en lo importante.
- Desde que Tanya nos avisó, al mes de que Renesmee fuera secuestrada – dijo Louis -. Su aquelarre vino hasta aquí cuando se enteró de que la boda entre Nessie y Jacob se había suspendido, pero vosotros no les veíais, al igual que con nosotros, no les escuchabais, ni siquiera les olíais. Eso extrañó a Eleazar, que enseguida se dio cuenta de lo que pasaba y nos llamó para que acompañásemos a Kate y Garrett.
- ¿Kate y Garrett también están aquí? – inquirí, sorprendida -. Pero si el aquelarre de Denali está de viaje por Europa.
- El hechizo te ha hecho creer que hablabas con ellos, pero nosotros somos testigos de que no ha sido así – me aclaro Monique -. El hechizo te ha hecho escuchar eso. Tanya, Eleazar y Carmen se marcharon para buscar a un tal Ezequiel. Según Eleazar, era el único que podía ayudaros.
Cada vez entendía más cosas.
- Ezequiel… - murmuré, pensativa -. No me suena.
- ¿Estáis hablando de Ezequiel? – intervino Jazz.
- ¿Sabes quién es? – le pregunté.
- He oído hablar de él en alguna ocasión. Era uno de los magos de los Vulturis.
- ¿Uno de los magos? – repetí, sorprendida.
- Los Vulturis tenían tres magos que utilizaban la magia negra: Ezequiel, Nikoláy y Ruslán – empezó a explicarme -. Puede que ahora suene muy extraño, pero en aquella época había muchas supersticiones y se creía mucho en esas cosas. Los Vulturis no eran una excepción. Desconozco lo que ocurrió, pero al parecer, los magos se rebelaron contra Aro y le traicionaron. Nikoláy y Ruslán consiguieron escapar, pero se dice que Ezequiel terminó muerto por la guardia, aunque son muchos los que creen que aún sigue vivo, porque jamás se encontraron sus cenizas.
- Pues no debe de estar muerto, porque Eleazar salió en su busca – continuó Louis -. Y si él lo ha hecho es porque sabe que sigue vivo.
- No, es cierto, Renesmee – le rebatió Jasper a mi sobrina.
La falsa Nessie estaría tratando de convencerle de que eso no era así, por supuesto. Seguí sin hacer caso por el momento, no teníamos tiempo que perder.
- ¿Y por qué estáis vosotros aquí? – inquirí mientras Jasper seguía su discusión con esa inexistente Nessie.
- Kate y Garrett se quedaron por aquí, para avisar al resto si había algún cambio en vosotros – declaró Louis -. Pero al poco se dieron cuenta de que teníais más vigilancia, así que nos llamaron a nosotros para que hiciéramos su trabajo mientras ellos investigaban de quién se trataba. Alguien os vigila desde el bosque, aunque todavía no sabemos de quién se trata. Kate y Garrett están ahí para que no se acerque a la casa. Nosotros hemos estado intentando hacerte señales para que te dieras cuenta de lo que pasaba, pues eras la única que no parecía tan hechizada. Al principio no eras muy receptiva, pero a medida que pasaba el tiempo, lo eras más, se ve que el hechizo iba perdiendo fuerza en ti poco a poco.
- Sin embargo, seguimos preocupados – irrumpió Monique -. Han pasado más de diez meses y Eleazar no ha conseguido dar con Ezequiel. Además, estos días su móvil está apagado o fuera de cobertura.
- Será mejor que nos demos prisa – afirmé, tirando de Jasper para iniciar la marcha hacia la puerta -. Tengo que contárselo al resto. No sé cómo haré, pero tengo abrirles los ojos de alguna manera.
- Es complicado, pero nosotros te ayudaremos en lo que podamos – dijo Louis, acompañándome junto con Monique con premura.
Abrí la puerta y los ojos casi se me salen del sitio.
Helen estaba en el umbral, a punto de tocar al timbre, y no venía sola, una mujer vampiro la acompañaba, iba ataviada con un vestido sucio y largo, antiguo, y sus ojos mostraban una evidente sed, aunque parecía estar controlándose.
- ¡Alice! – lloró Helen, tirándose a mis brazos.
No terminé de pestañear, abrumada y sobrepasada por toda esta situación, cuando más gente apareció delante de mí.
Eran Eleazar, Carmen y Tanya, acompañados por otro vampiro de aspecto extraño. Ezequiel.
(FIN DEL PARÉNTESIS)
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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