= LIBRO UNO =
RENESMEE
- ¡¿Lo dices en serio?! – exclamé, gratamente sorprendida.
- ¿No te acordabas? Hoy es el examen de recuperación del señor Varner – me empezó a recordar Helen -, y resulta que la señora Smith no puede venir, le ha surgido un imprevisto.
Un imprevisto que a mí me venía que ni pintado. Ahora tenía las dos últimas horas de clase libres. Libres para estar con Jacob sin que mi padre pudiera estar al acecho. Libres para estar SOLOS. Me daba igual que después de regresar mi padre se enterase de todo, ya no habría podido evitarlo.
- Vengo enseguida – dije, levantándome de la mesa -. Tengo que hacer una llamada.
- ¿Vas a llamar a Jacob? – quiso saber Helen con una voz pícara.
- ¿Tú qué crees? – le contesté con el mismo tono.
Brenda se limitó a mirar hacia otro lado mientras se comía su lechuga sin ganas. Últimamente parecía bastante decaída, la verdad.
Tampoco la hice mucho caso, me dirigí rauda hasta la puerta de la cafetería y salí de ese barullo para llamarle por mi móvil.
No tardó mucho en cogerme el teléfono.
- ¿Diga?
Sólo escuchar su voz, ya me elevaba por los cielos.
- Jake, soy yo.
- ¿Pasa algo? – preguntó, alarmado.
- No. Bueno, sí. Pero es algo muy bueno – le informé con alegría.
- ¿Tu padre te ha levantado el castigo? – inquirió con entusiasmo.
- No, ojalá – suspiré, él hizo lo mismo -. Es algo un poco menos bueno. Tengo las dos últimas clases libres y había pensado…
- Estaré allí – se me adelantó.
- Genial – sonreí -. Entonces, te veo luego.
- Sí, hasta luego.
- Te quiero – le susurré muy bajito para que la gente de alrededor no pudiera oírme.
- Y yo a ti.
Sonreí de nuevo y colgué el teléfono.
Me dirigí casi danzando hasta la mesa para seguir almorzando, aunque se me habían quitado todas las ganas de comer, las mariposas ya ocupaban todo mi estómago.
Me senté en mi silla y me metí una patata en la boca.
- ¿Dónde está Brenda? – pregunté al ver que no estaba.
- Ha ido al baño – me contestó Alison.
- Se la ve muy baja, ¿no? – dijo Jennifer.
- Es por Jacob. Al parecer, era su chico ideal – afirmó Helen.
Después, le dio un sorbo a su refresco tan tranquila, mientras que yo me sentía culpable y todo.
- ¿Su chico ideal? Yo… no lo sabía… Si lo llego a saber, no hubiera…
- Tú no tienes la culpa – me interrumpió Alison, echándole ketchup a sus patatas fritas.
- Sí, fue ella la que se encaprichó con él sabiendo que estaba loco por ti – siguió su hermana.
- Le pudo más su ego personal y ahora lo está pagando – declaró Helen.
- Bueno, aún así…
- Una cura de humildad de vez en cuando, no le viene mal a nadie – intervino Jennifer -. No te preocupes, ya verás cómo se le pasa.
- Sí, dentro de una semana la tendremos tonteando con otro y volverá a ser nuestra Brenda de siempre – continuó Alison entre risas.
Las demás se rieron, pero yo sólo me limité a sonreír por educación. La verdad es que había pasado más de un mes desde que Jacob y yo estábamos juntos, y Brenda seguía decaída. ¿Sería cierto eso de que era su chico ideal? Y yo restregándoselo en la cara. Ahora tenía el alma en los pies.
Brenda apareció por la puerta que llevaba a los aseos y se sentó de nuevo en la mesa.
- ¿Ya quedaste con Jacob? – me preguntó.
- Sí – le respondí con cautela.
- ¿Le dirás que se pase esta noche por el Ocean? – quiso saber, toda sonriente.
Mis pies le dieron un puntapié a mi alma y la pusieron de nuevo en su sitio.
- Por supuesto… - dejé la frase en el aire un segundo con intención - …que no.
Se dedicó a poner una mueca mientras le daba un sorbo a su bebida. El resto me miró y nos echamos a reir, negando con la cabeza.
Cuando terminamos de almorzar, nos volvimos cada una a sus aulas. Helen tenía que hacer el examen de recuperación de Trigonometría después de esta clase, pero a mí sólo me quedaba esta hora. Una hora y estaría con Jacob.
El timbre tardó en sonar, como no podía ser de otra manera. Sin embargo, en cuanto lo hizo, me levanté casi a la vez de mi silla, le deseé suerte a Helen y salí por piernas de la clase con las miradas de mis compañeros clavadas en la espalda.
Fui guardando las cosas en mi mochila mientras corría a velocidad humana por el pasillo, de camino a la calle - lo cual me costó un triunfo, al oler ya el efluvio de mi chico -, y por fin salí al exterior.
Una mano me agarró de la muñeca en la puerta y me llevó hacia un lado.
Jacob me arrimó a él y empezó a besarme con entusiasmo. Tiré la mochila al suelo para rodear su cuello y su espalda con mis manos y lo pegué más a mí. Mis palmas se movían ansiosas, buscando las caricias que habían perdido todo este tiempo de castigo. Parecía que se hubieran liberado de alguna cadena y se movieran con más agilidad al sentirse libres. Él también acarició mi espalda con efusividad, por debajo de mi cazadora. Finalmente, no me quedó otro remedio que despegar mis labios de los suyos, con desgana.
- Sólo tenemos dos horas – le avisé, frotando nuestras frentes.
- Conozco un sitio al que podemos ir – murmuró -. Vamos.
Se separó de mi cuerpo, recogió mi mochila del suelo y me tomó de la mano para caminar juntos.
Me percaté de las atónitas miradas de los pocos estudiantes que andaban por las afueras del centro, entre ellos, algunos de mis compañeros de clase, aunque bastante me importaban en ese momento.
Nos dirigimos al vehículo y Jacob metió mi mochila en el maletero. Levanté el pie hacia mi puerta, pero él me desvió de ese camino.
- ¿No vamos en el Golf?
- Allí no se puede ir en coche. Además, llegaremos más rápido si me transformo y me montas.
Entonces, me fijé en que iba descalzo.
Salimos del instituto y de las vistas curiosas de la gente y nos encaminamos al bosque de las proximidades.
Una vez que nos adentramos, Jacob empezó a desnudarse. Mis ojos se quedaron clavados en su cuerpo, como si hiciera siglos que no lo hubieran ojeado. Se anudó la ropa a la fina cinta de cuero de su tobillo y mi novio se convirtió en mi lobo, explotando delante de mí.
Se sacudió un poco y se echó en el suelo para que me subiera.
Esta vez, di un paso atrás para coger impulso y brinqué sobre él, cayéndome sentada en su lomo. Jacob se rió con su risa lupina y se incorporó cuando terminé de aferrarme bien a su pelo.
En un latido de corazón, estábamos volando, casi literalmente, por el bosque. Ni siquiera me daba tiempo a ver por dónde íbamos, dada la increíble velocidad, aunque tampoco le presté demasiada atención. Tenía bastante con disfrutar de la enorme sensación de libertad que me invadía y de sentir la adrenalina quemándome las venas.
No sé cuánto tiempo tardamos, a mí me pareció muy poco. Jacob redujo la velocidad y siguió al trote. Llegamos a una zona menos boscosa, donde predominaban más las rocas, y salimos a una despejada pradera con una verde hierba llena de flores silvestres, delimitada por un gran lago que reflejaba las montañas de Olympic con el bosque que había en sus faldas y el cielo medio descubierto.
- ¡Jake, esto es precioso! – exclamé al ver el paisaje.
Mi lobo se rió con satisfacción y se agachó para echarse sobre la hierba.
Me bajé de su lomo y me quedé observando la estampa, boquiabierta.
El lago estaba lleno de vida. Había bandadas de diferentes aves migratorias chapoteando sobre el agua, seguramente acababan de terminar su viaje hasta estas tierras con el fin de procrear en esta casi entrada primavera. Los pájaros cantaban alegremente desde los árboles que habíamos dejado atrás, la pradera estaba envuelta por el sonido de los grillos y la dulce fragancia de las flores, y se podía escuchar el murmullo del agua de un riachuelo cercano. Todo rebosaba paz y tranquilidad.
Jacob se colocó detrás de mí, ya como humano, y me rodeó con sus brazos.
- ¿Te gusta? – murmuró en mi pelo.
Me di la vuelta para mirarle y mis brazos se alzaron para envolver su cuello.
- Me encanta – admití -. ¿Cómo sabías de este sitio?
- Lo encontré cuando volvía de perseguir al licántropo hasta las montañas aquella vez.
- Pues es un sitio precioso – susurré, llevando mis labios a los suyos para que bebieran un rato.
Saciamos un poco nuestra sed y nos separamos para dar un paseo por la pradera bajo aquel inusitado sol que había que aprovechar.
Cogí unas cuantas flores por el camino, nos sentamos sobre la hierba, me quité la cazadora de pana y me puse a trabajar con ellas.
- ¿Te acuerdas hace unos años, cuando hacía coronas de flores? – le pregunté mientras pasaba la corola de una flor por el fino y largo tallo de otra.
- Vaya si me acuerdo – contestó -. Hubo una temporada que no hacías otra cosa. Casi dejas el bosque sin flores.
- Fue por la boda de Sam y Emily – confesé, pasando las flores rápidamente por el tallo -. Lo que más me gustó fue la corona que llevaba ella.
- Ya me lo imaginaba yo – sonrió -. A todas las crías siempre les llama la atención eso.
Anudé la corona y se la puse en la cabeza.
- Estás muy guapo – me reí con una risilla.
- Muy graciosa – dijo con retintín, quitándosela.
Me la colocó en la mía y se quedó mirándome embobado, clavándome sus intensos y brillantes ojos negros.
- Te queda mucho mejor a ti – murmuró.
Mi corazón empezó a bombear la sangre a toda mecha cuando acercó su rostro al mío lentamente y lo pegó para besarme con calma. Mis mariposas ya no podían dar más de sí. Su aliento era más tórrido que nunca y consiguió abrirse paso por mi faringe hasta que llegó hasta mi estómago, caldeando todo mi cuerpo.
Solté su boca para quitarle la camiseta, arrastrándosela hacia arriba, y acaricié su pecho con las dos manos, dejando que mis pupilas lo observaran bien.
- Eres tan perfecto – revelé con un murmullo, pasando mis dedos por su torso.
- ¿Y me lo dices tú? – me susurró con una sonrisa.
Levanté la mirada para fijarla con determinación y deseo en sus ojos y mi palma ascendió por su pecho y su cuello para posarse en su mejilla. Le mostré lo mucho que le deseaba, lo mucho que ansiaba que me hiciera suya completamente, todo lo que le amaba. Jacob jadeó al sentir la fuerza de mis pensamientos y pegó su frente a la mía, bajando los párpados. Cuando tomó aire para hablar, deslicé la mano y posé los dedos sobre su boca. No me hacía falta escucharlo, sabía que él sentía exactamente lo mismo que yo.
Retiré la mano de sus labios y me tumbé en el mantón de hierba y flores a esperarle, mientras mis ojos le reclamaban y los suyos ya me respondían.
No se hizo esperar y se inclinó sobre mí.
Comenzó a besarme sin prisa, eso sí, entrelazando con ímpetu y empeño nuestros ansiosos labios. Mis palmas se arrastraron por su espalda con avidez y continuaron lo que empezaron en la salida del instituto, aunque esta vez tocando por fin su ardiente y tersa piel. Nuestros labios pasaron a moverse con más pasión, jadeando con intensidad, y su mano se deslizó por mi torso para desabrochar los botones de mi blusa.
- Vaya, vaya, ¿qué te parece? – intervino una voz desconocida.
Dejamos de besarnos, sobresaltados, y Jacob se giró para mirar.
Tan sólo me dio tiempo a notar las primeras convulsiones de su cuerpo. Jake se incorporó de un salto y se cayó a cuatro patas en su forma lobuna, tras una explosión que dejó sus pantalones hechos jirones encima de mis piernas.
Mi colosal lobo rojizo se agazapó hacia delante, protegiéndome, y arrugó el hocico para mostrar su implacable dentadura mientras su garganta soltaba un rugido estremecedor que hizo eco en la cordillera rocosa y provocó que las aves del lago salieran espantadas hacia el cielo, así como las del bosque a nuestras espaldas y el que descansaba en las faldas de las lejanas montañas.
Me retiré hacia atrás, asustada, al ver a los dos vampiros, me quité la corona de flores y me puse en pie, en la retaguardia de mi Gran Lobo.
Los dos vampiros nos miraban con sus ojos color escarlata, pero había diferencias entre ellos. Uno era moreno y el otro pelirrojo. El moreno tenía una media melena que le llegaba hasta la barbilla, la cual estaba rodeada por una cuidada perilla, era bastante fuerte y su rostro perfecto esbozaba una sonrisa arrogante. El pelirrojo llevaba el pelo muy corto y en punta, era delgado y nervudo, y tenía una mirada fría, sin brillo alguno, que no apartaba de nosotros. Su semblante no mostraba ningún tipo de expresión, parecía una estatua.
- Qué pena, Enguerrand. Teníamos que haber esperado un poco más, tal vez hubiéramos tenido un buen espectáculo – se lamentó el vampiro moreno con su voz clara y perfecta de antes y un acento marcadamente francés.
Jacob volvió a rugir con rabia, sin moverse ni un ápice de su posición y actitud amenazadora.
Su compañero ni siquiera le miró.
- Resulta que eras tú, el chico que siempre estaba con la niña. Me habían dicho que el líder de los lobos como caballos era enorme, el más grande, pero he de reconocer que me he quedado impresionado – dijo el mismo, dirigiéndose a Jake -. Eres realmente descomunal, ahora entiendo que mi maestro esté tan interesado en ti.
- ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis? – interrogué lo más firme que fui capaz.
- Renesmee, ¿no te acuerdas de mí? – me preguntó ese vampiro, fingiendo decepción.
Le observé durante unos segundos. Su rostro marmóreo, impoluto, me sonaba de algo, aunque no lograba conectarlo en mi memoria.
- No.
- Soy Moïse, estuve en tu casa hace algunos años. Es increíble lo bien que has madurado – afirmó, bajando la mirada mientras tragaba saliva.
El rugido de Jacob volvió a retumbar en las montañas y comenzó a moverse nerviosamente de lado a lado.
Me abroché con rapidez los botones que le había dado tiempo a desabrochar a Jake.
- No me acuerdo, han pasado muchas visitas por esa casa y yo era muy pequeña – admití con sobriedad.
- Bueno, en realidad, eso no importa. Hemos venido a comprobar si lo que dice ese mediovampiro es verdad – su sonrisa desapareció de repente y su cara adoptó una mueca de nostalgia. La mía se había quedado de piedra -. Me da mucha pena, la verdad, le tenía aprecio a tu familia. Nunca comprendí vuestra filosofía de vida, no obstante, los Cullen me acogisteis bien los días que estuve en vuestra casa – suspiró intencionadamente alto, simulando desconsuelo -. Aro va a estar muy decepcionado, Renesmee. Un híbrido como tú con un metamorfo – negó con la cabeza.
El movimiento de Jake terminó y se colocó en su posición inicial, emitiendo amenazantes gruñidos y resollando furioso.
Mi respiración quiso acelerarse, pero fui capaz de controlarla.
Alice y mi padre tenían razón. Nahuel ya había visitado a los Vulturis y les había hablado de nosotros dos.
- ¿Os… ha enviado Aro para verificarlo? – inquirí.
- Sí – sonrió con unos dientes blancos como la cal -, y para llevarnos a tu… - chasqueó los dedos como pensando. De pronto, sus ojos subieron para clavarse en los de Jacob con extremada agresividad - ¡mascota!
Un borrón se lanzó sobre mi lobo, fue tan rápido, que ni siquiera me dio tiempo a asustarme. Jacob consiguió esquivarle y me empujó con su enorme cabeza para apartarme.
Caí sobre la hierba y rodé dos vueltas sobre mí misma. Mi cara se levantó de sopetón, horrorizada, cuando escuché el crujido de un hueso y el lamento ahogado de mi lobo.
Mi instinto me hizo levantarme de un salto para buscarle. Jacob caminaba cojo, aunque seguía fintando su ataque.
- Ríndete, lobo – le exhortó Moïse con una voz de ultratumba mientras echaba su labio hacia atrás -. No puedes hacer nada. Acabaré llevándote ante Aro y después saciaré mi sed con ella – sus ojos color escarlata me miraron sedientos -. Sólo con olerla, se me hace la boca agua…
Jacob prorrumpió otro rugido estremecedor y se envaró, agazapándose con sus cuatro patas ya perfectas.
Mi Gran Lobo se abalanzó hacia el vampiro y éste hizo lo mismo. Se enzarzaron en una enérgica pelea en la que el vampiro trataba de romperle otro hueso y Jacob intentaba clavarle sus fauces en algún miembro para arrancárselo del cuerpo; los rugidos y los chasquidos de su mandíbula al cerrarse con furia chocaban con las montañas y eran ensordecedores.
Durante un fugaz segundo, mis pupilas cambiaron de posición para controlar al vampiro pelirrojo. No se movía de su sitio, estaba completamente quieto y observaba la pugna con suma atención, con esos ojos fríos y secos, imperturbables.
Me invadió el terror cuando, entre ese caos, escuché otros crujidos y un alarido mezclado con otro lamento lupino. El vampiro se retiró hacia atrás, llevándose la mano a su muñeca, pero Jacob volvía a cojear, y esta vez era más pronunciadamente.
Aún así, él seguía luchando, se movía a tres patas, protegiéndome en todo momento, pelearía por mí hasta la muerte.
¿Y yo? ¿Tenía que quedarme de brazos cruzados mientras atacaban a mi lobo? Jacob estaba herido y querían llevárselo delante de mis narices.
No.
La mano de Moïse yacía en el suelo a mi lado y continuaba moviéndose. Le di una patada con furia, alejándola de su dueño.
No, no se lo llevarían.
Algo saltó dentro de mi cerebro, un interruptor que ponía en marcha mis sentimientos más sádicos. Mis manos ya temblorosas se me cerraron en puños, tan apretados, que me restallaron las falanges de los dedos. Un sentimiento parecido a la cólera y a la ira se apoderó de mí y pude sentir con total claridad cómo mi espalda y todo mi cuerpo era arrasado por una lengua de candente lava. Mis venas y arterias se quemaban de lo gélida que ya era mi sangre en un abrir y cerrar de ojos. Mi corazón apenas bombeaba y mis músculos se volvieron duros como el acero.
No se lo llevarían nunca, antes tendrían que acabar conmigo, pero a ellos también les costaría la vida. Lucharía junto a Jacob con uñas y dientes. Nadie iba a separarnos jamás, nadie iba a tocarle otro pelo más.
A mi cerebro no le hizo falta dar ninguna orden para que mi labio superior dejara ver mi severa dentadura. Mi caja torácica sacó el aire con fuerza y el rugido que salió me raspó la garganta, tanto, que lo sentí escaparse como una lija.
Escuché un zumbido en mi cabeza que me extrañó, pero no le hice caso.
Moïse giró el rostro con desconcierto para mirarme. El pelirrojo seguía con su perdida mirada clavada en nosotros, sin levantar siquiera un dedo.
De un salto, en el que tuve que girar en el aire porque había calculado mal, de lo potente que me salió, me planté al lado de mi lobo para protegerle mientras terminaba de curarse.
- ¿Qué es esto? – se burló Moïse, moviéndose lentamente hacia un lado.
Por Dios, Jake, cúrate pronto, pensé, a la vez que fintaba con mi labio retirado.
¿Nessie?, escuché en mi mente.
Mi rostro se giró repentinamente para mirar a Jacob boquiabierta.
¡No le quites ojo!, gritó.
Me volví hacia Moïse y esquivé el puñetazo que tenía preparado para mí, curvando mi columna vertebral y mi cabeza hacia atrás con más elasticidad de la normal, mientras Jacob saltaba hacia él para derribarlo. El vampiro consiguió apartarse con rapidez y mi lobo aterrizó en el suelo sin problemas.
El vampiro volvió a quedarse frente a nosotros, moviéndose hacia los lados, buscando un hueco para atacar.
Jake, puedo… puedo oírte…, balbuceé.
Lo sé, esto es muy raro, pero ahora no tenemos tiempo para pensar en ello.
- ¿No eras un híbrido de vampiro y humana? ¿Por qué ahora pareces un vampiro? – quiso saber Moïse -. Aunque hueles diferente – afirmó, arrugando la nariz.
Yo también arrugué la nariz ante su olor. Me extrañó, aunque enseguida comprendí que se debía a que mi olfato estaba todavía más desarrollado y que era mi falta de costumbre.
- No tengo por qué darte explicaciones – le contesté con un siseo.
Buena respuesta, nena.
¿Ya estás bien?, le pregunté, vigilando a Moïse.
Sí, aunque estaría mejor si no te hubieras metido en esto, ¿por qué demonios te has transformado?, gruñó.
No puedo evitarlo, ¿recuerdas? Además, creo que fue porque estabas en apuros.
Mi lobo protestó con un gañido en voz alta.
De repente, me volví a sobresaltar.
Jake, ¿me oyes? ¿Cómo va?, escuché que preguntaba otra voz.
De momento, bien. No hace falta que vengáis.
¿Seth?, pregunté, perpleja.
¿Nessie? ¿Eres tú?
Podía imaginarme la cara de Seth con sus ojos tan abiertos como los míos. Una algarabía de voces de diferentes miembros de la manada de Jacob empezó a mezclarse en mi cerebro, todos alucinados.
¿Qué está pasando, Jake?, inquirió Leah.
¡Es Nessie!, exclamó Isaac.
¿Cómo estás, guapísima?, me saludó Shubael.
¿Cuándo vienes por la Push?, quiso saber Quil.
¿Cómo es que podemos oírte?, se sorprendió Embry.
No tenemos tiempo de charlas ni de explicaciones, contestó Jacob. Os lo contaré todo más tarde. Voy a volver a desconectarme, ya os aviso si os necesito.
Estaremos por aquí, le dijo Leah.
Entonces, las voces se oyeron más bajas, como murmullos lejanos. ¿Era eso el zumbido que escuchaba en mi cabeza?
- Es mejor que no os resistáis – nos advirtió Moïse -. Aro nos pidió que le lleváramos al líder de los lobos en buenas condiciones, no quiero hacer un escarnio.
De momento, a ti te falta una mano y yo estoy entero, replicó Jacob mentalmente con enfado.
- Él no se va a mover de aquí, te lo aseguro – le garanticé, apretando los dientes.
Moïse siseó y retiró su labio hacia atrás.
¿Ves a la sanguijuela con el pelo de zanahoria?, me señaló Jacob. No se ha movido ni ha hablado en ningún momento. Solamente se limita a mirar, parece un robot.
Sí, ya me he dado cuenta. ¿Crees que es más peligroso que este?
No lo sé. Tendremos que estar muy alerta.
El vampiro moreno fintó hacia su derecha y nosotros hicimos lo propio.
Fíjate en la posición de sus pies, me indicó, y así lo hice. Va a desplazarse en zigzag. Estate atenta, no sabemos a quién va a atacar, pero lo más seguro es que sea a ti. Tú no te preocupes, dedícate a protegerte y defenderte. Yo aprovecharé su distracción para quitártelo de encima, ni siquiera te tocará.
¿Y si es al revés?
Será a ti, respondió con seguridad.
¿Cómo lo sabes?
Este chupasangres es fuerte, pero no tiene cabeza para la lucha. No es como Jasper o tu padre, no usa ninguna estrategia. Se limita a atacar sin control y sin miras. Puedo adivinar todos sus movimientos, ni siquiera se molesta en disimular. Sé que le has dado una buena sorpresa y está deseando medir sus fuerzas contigo.
Tragué saliva.
Todo saldrá bien, tranquila.
Tan pronto como escuché su último pensamiento, Moïse hizo un movimiento en zigzag a una velocidad vertiginosa, que no hubiera podido ver si no fuera un vampiro casi completo, y se lanzó hacia mí como una bala.
¡Salta!, me ordenó Jacob con firmeza.
Sin saber por qué, mi cuerpo lo sintió y respondió a su sobrecogedora voz de Alfa. Mis rodillas se doblaron y lanzaron a mi cuerpo hacia arriba como si de un muelle me tratase, jamás había saltado tan alto. La percepción de mi visión en mi estado de vampiro era tal, que aunque todo ocurría a una velocidad de vértigo, podía apreciar cada movimiento con total claridad. Mientras me parecía estar suspendida en el aire, miré hacia abajo y vi cómo mi Gran Lobo se arrojaba con ferocidad sobre el distraído Moïse, llevándose su brazo a su paso. El alarido del vampiro fue atronador, se llevó la mano a lo que quedaba de extremidad, encogiéndose de dolor.
Mi cuerpo comenzó a descender y, cuando estaba apunto de echarme a reir, el vampiro se incorporó y saltó hacia Jacob, que todavía estaba aterrizando en el suelo.
¡Jacob, cuidado!, lo pensé, puesto que era más rápido que pronunciarlo.
Pero no le dio tiempo.
Una vez que mis pies tocaron tierra, el vampiro le propinó una durísima patada en el costado y, aunque consiguió esquivarlo un poco, Jake cayó tumbado en el terreno, desplazándose varios metros de donde yo estaba, mientras su mente profería todo un rosario de palabrotas y maldiciones.
- ¡Jake! – chillé, esta vez en voz alta.
El sentimiento de su dolor se me clavó en el pecho y casi me pongo a gemir como él. Mi ira explotó como si de un volcán se tratase y mi garganta emitió otro rugido raspante y abrasador.
Corrí hacia el vampiro con cólera y, con un giro inusitadamente vertiginoso, le pegué una patada con una de las llaves que mi padre me había enseñado, para apartarle de mi lobo.
Moïse no se lo esperaba y salió despedido hacia un lado. Ahora el que se cayó al suelo con la mano que le quedaba en las costillas era él.
Guau, Nessie, no sabía que peleabas tan bien, me dijo Jacob, incorporándose de nuevo. Me has dado miedo hasta mí.
Sí, debí de heredarlo de mi padre, le contesté, un poco aliviada por mi desahogo, aunque sin quitarle ojo al vampiro, que ya se estaba levantando. ¿Estás bien?
Bueno, luego igual tienes que darme un masaje, bromeó, pero sí, estoy recuperado. Por suerte, solamente me fracturó una costilla.
Jacob se colocó a mi lado y le miré por el rabillo del ojo para comprobar que eso era así. Agarró el brazo del vampiro con la boca y lo lanzó al lago con un meneo de cabeza.
¡Puaj!, exclamó con un respingo.
- ¡Bâtard! – le chilló el vampiro, acercándose a nosotros.
¿Qué me ha llamado?, quiso saber mi lobo, un tanto ofendido.
Eso es “bastardo”, en francés.
Qué lista es mi chica. Si no fuera un lobo, te daría un beso ahora mismo.
Después.
- ¡Te vas a arrepentir de esto, Renesmee! – voceó Moïse mientras respiraba enfurecido -. ¡Es una pena que des la vida por tu mascota!
- ¡Es mi macho! – escupió mi boca con furia.
¿Tu macho?, preguntó Jake, gratamente sorprendido.
No… no sé por qué lo he dicho. Me ha salido así, ha sido una respuesta instintiva, confesé.
Si no fuera porque casi era un vampiro, me hubiera puesto roja como el fuego.
Bueno, que no te de vergüenza admitirlo, nena. Claro que soy tu macho.
Casi podía imaginarme su sonrisa torcida. ¿Cómo podía estar tan tranquilo, con lo que teníamos encima?
- ¡Tu macho! – repitió el vampiro con desagrado - Eso le encantará a Aro.
Jacob se inclinó de nuevo hacia delante y le mostró su poderosa y letal dentadura, emitiendo unos amenazantes gruñidos.
El vampiro pelirrojo por fin se movió.
Estate atenta, me dijo Jake.
Mi Gran Lobo y yo nos agazapamos, a la espera.
De pronto, los ojos del vampiro pelirrojo cambiaron totalmente. Ahora eran brillantes, rojos, vivos, y nos miraban con una dureza, que dejó mi cuerpo todavía más helado.
Sí, sin duda, este era más peligroso que su compañero.
Los gruñidos de Jacob se oyeron más altos.
De repente, el rostro de este vampiro se giró con precipitación hacia Moïse, le hizo una señal con la cabeza y se retiró, echando a correr por la pradera hasta que desapareció entre los árboles.
¿Se van?, inquirí, sorprendida.
Eso parece.
- No te creas que se ha terminado. Esto sólo ha sido un aviso, lobo – amenazó Moïse con resquemor - . Volveremos a por ti y yo terminaré saciando mi sed con tu… hembra.
Mi Gran Lobo se reclinó aún más y prorrumpió otro rugido de esos que hacía temblar hasta la nieve de las montañas.
El vampiro nos echó una última mirada de odio y se escapó, metiéndose en el agua primero para recuperar su brazo y cogiendo después su mano; se marchó a la velocidad de la luz por donde su compañero.
El murmullo de voces se volvió a escuchar con total claridad.
Ya se ha terminado todo, chicos, avisó Jacob. Seguid con lo vuestro.
De acuerdo, respondió Leah.
Y las voces se apagaron de nuevo en un murmullo.
¿No vamos a seguirles?, quise saber.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
ESTE CAPI SI QUE ES SUPER!!! TE QUEDO DE PELOS!!! OSEA.... FABULOSO..... EXCELENTE.... QUE IMAGINACION..... FELICITACIONES.....
ResponderEliminarEste capi estubo impresionante, NI ME LO ESPERABA... Nessi estubo genial parece que su coneccion se hizo mas fuerte OSEA TUBISTE LA RE IMAGINACION ME ENCANTOOO!!!!!!...flor
ResponderEliminarGuao!!!! yo kisiera ser la hembra de jacob... uf pero ese lugar lo ocupa mi adorada Nessi...
ResponderEliminarguaao! este cappitulo fue increible yo tambien quisiera sre la hembra de jake pero lastima no se puede.... por ke el ya tiene a su hembra que es nessi... que lastima:(
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