= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =
El piloto anunció la inminente llegada al aeropuerto de Anchorage y todo el mundo siguió sus órdenes cuando mandó abrocharse el cinturón, puesto que iba a iniciar el descenso.
Jake y yo escogimos el asiento de la salida de emergencia, para que él tuviera más espacio, así que como el respaldo que tenía delante me quedaba algo lejos, demasiado para dejar ahí sola la peligrosa carpeta azul, la metí detrás de mi espalda.
Ya estaba obsesionada con esa dichosa carpeta, y no la soltaba ni aunque llevase una bomba dentro.
Para ir al aeropuerto, habíamos ido en el coche de Seth, acompañados por Quil y Embry. Quil fue delante, y yo me pasé el viaje espachurrada entre Jake y Embry, con la carpeta pegada a mi pecho. Todo para que llegásemos sin problemas casi hasta el mismo avión.
Ya en el aparato, la azafata se empeñó en que guardásemos el equipaje de mano en los compartimentos superiores, pero Jake la convenció para que me dejase llevar la carpeta, eso sí, ella nos instó amablemente a que la colocásemos en la redecilla del asiento de enfrente durante el despegue y el aterrizaje, aunque yo la puse en mi espalda.
Como estaba junto a la ventanilla, observé cómo el aeroplano viraba para descender hacia el aeropuerto y cómo la iluminada ciudad de Anchorage aparecía bajo nosotros, hasta que se avistó la pista de aterrizaje y la sobrevolamos; las ruedas del tren de aterrizaje rebotaron contra el suelo en el primer contacto, rodaron después en el segundo y aterrizamos sin problemas.
Nos desabrochamos los cinturones, agarré la carpeta y nos pusimos de pie para comenzar a desalojar el avión junto con el resto de pasajeros. La cabeza de Jake chocaba con el techo, así que tuvo que agacharse un poco para caber. Se me escapó una risilla, porque ya nos había pasado al subirnos al avión y ahora se repetía lo mismo. La gente lo miraba como si fuera un jugador de la NBA, sobretodo los pocos niños que había en el aparato, que lo observaban boquiabiertos, y hubo quien hasta le sacó una foto por si acaso; también me echaban alguna mirada a mí, pero, desde luego, Jake acaparó casi toda la atención. Retiró nuestra mochila del compartimento, me cogió de la mano y empezó a abrirse paso como pudo por ese estrecho pasillo para llegar a la puerta, entre las miradas curiosas y sorpresivas del resto del pasaje.
La gente lo miraría un poco sorprendida, pero yo no podía ir con la cabeza más alta por el orgullo que me producía mi novio; para mí, no había hombre más guapo, espectacular y perfecto en el universo, eso sin contar la persona tan buena y maravillosa que era.
Pasamos la puerta, con las correspondientes despedidas de las amables y pacientes azafatas, y seguimos por uno de esos pasadizos colgantes que unía el avión con el edificio del aeropuerto.
Estuvimos un rato esperando en la cinta del equipaje a que saliera nuestra maleta, y cuando lo hizo, Jake la agarró y nos dirigimos a las puertas correderas de cristal.
Jake y yo no fuimos los únicos que sonreímos de oreja a oreja, mis padres ya nos estaban esperando tras el cristal y sus impolutos y blancos rostros desplegaron esas sonrisas divinas de alegría.
En cuanto las puertas se abrieron, mis padres se abalanzaron para abrazarnos y saludarnos con efusividad, fue tan rápido, que me dio la impresión de que se les olvidó disimular y lo hicieron a su ritmo de vampiros.
- Hola, cielo – mamá me estrechó con fuerza entre sus brazos y luego me dio cincuenta mil besos, que a poco más, y me deja la cara congelada.
Mi padre hasta le dio un abrazo a Jake y todo que mi chico correspondió, eso sí, de esos cortos con palmadas en la espalda incluidas.
- Hola – le sonreí a mi madre, despegándome un poco de ella para darle un beso.
- ¿Has vuelto a crecer, o son cosas mías? – inquirió, estudiándome con la mirada para calcular cuántos milímetros más había aumentado.
- Sigo igual que cuando me dejaste, mamá. Uy – y me tapé la boca al darme cuenta de que se me había escapado.
Miré a mis lados para ver la reacción de las personas que nos rodeaban, pero casi todas estaban demasiado entretenidas dándoles la bienvenida a sus seres queridos, y el resto, ni le habían prestado atención a mis palabras. Bueno, había sonado como una broma, así que probablemente había pasado desapercibido por eso.
- Hola, princesa – me saludó papá, y también me dio un fuerte abrazo, aunque él me dio un único beso en la frente, si bien fue muy cariñoso y dulce.
- Hola – y le devolví el abrazo y el beso.
- Hola, Jake – saludó mi madre con una enorme sonrisa de felicidad, saltando hacia él.
Mamá y Jake se abrazaron y él la elevó del suelo, dando una vuelta mientras ambos se reían. Se dieron un cariñoso beso en la mejilla y Jacob la dejó en el suelo.
- ¿Cómo va todo? – le preguntó él.
- Bien, no me puedo quejar – le contestó mamá, volviendo junto a mi padre y cogiéndole la mano.
- ¿Dónde están los demás? – inquirí, mirando a mi alrededor, extrañada.
- Están en casa – respondió mi madre -. Nos están esperando, así que será mejor que nos vayamos ya.
- Sí, es cierto – coincidió papá, comenzando a caminar -. Si no, Alice nos matará. Está como loca por veros.
Agarré a mi chico de la mano y los acompañamos.
- ¿Esa es la carpeta? – quiso saber mamá, señalándola con el dedo.
- Ah, sí – había estado tan pegada a ella durante tantas horas, que ya ni me daba cuenta de que la llevaba conmigo.
- Pues trae – me la cogió y la carpeta pasó de mi pecho al suyo -. Ahora ya nos encargamos nosotros de ella.
Me sentí muy aliviada al deshacerme de esa carpeta, aunque no pude evitar que ese sentimiento se viera sustituido enseguida por otro de enorme preocupación, puesto que ahora la que iba a estar en peligro era mi familia…
- No te preocupes – me calmó papá -. Nosotros también sabemos protegernos, no creo que se atrevan a venir por aquí y enfrentarse a un aquelarre de ocho… individuos – sustituyó, para que la gente de alrededor no escuchara lo que no tenía que escuchar.
Ya me había acostumbrado a tener libertad de pensamientos y se me había olvidado por completo que mi progenitor podía leerlos.
En cuanto salimos del edificio, ya sentí el frío, puesto que debíamos de estar a unos -7 grados centígrados y se notaba bastante el cambio de temperatura. Aunque iba bien abrigada con esa parca cuyo forro era de un acogedor borreguillo, me arrimé bien a Jake, que me pasó el brazo por encima de los hombros. Dentro había calefacción y podía pasar, pero menos mal que no había nadie por el exterior, porque Jacob iba con una simple camiseta de manga corta y daba bastante el cante. Ya en casa, no fui capaz de convencerle para que, al llegar aquí, se pusiera la cazadora que le había comprado precisamente para venir a Alaska. No la habíamos adquirido para que no cogiera frío, por supuesto, pero sí para que pasara más desapercibido si nos movíamos por la ciudad de Anchorage, cuyos inviernos son fríos y nieva mucho. Pero nada, la metió en la maleta y no hubo forma.
Seguimos caminando, hasta que entramos en el parking donde mis padres tenían el coche, un Volvo S60 de color negro.
- Veo que has vuelto al Volvo – observó Jake.
- Aquel plateado que tenía me gustaba, y lo cierto es que me dio muy buenos resultados – asintió mi padre.
- Es bastante… discretito – se burló mi novio.
- Bueno, aquí no tenemos que esforzarnos tanto para pasar desapercibidos – alegó papá -. Y he de decir que este sólo lo utilizamos para ir a la universidad, tenemos dos coches más – presumió.
- No me digas cuáles, por favor – murmuró Jacob por lo bajo.
Papá se rió entre dientes con un poco de malicia y llegamos al Volvo negro.
Metimos la maleta y la mochila en el maletero y nos subimos al vehículo.
Ya era completamente de noche, así que lo único que se podía ver por la ventanilla eran las bajas casas iluminadas y la nieve. Además, estábamos demasiado concentrados en conversar con mis padres como para fijarnos en el iluminado paisaje.
Salimos de la ciudad por una autopista y después de varios kilómetros, papá tomó un desvío hacia la derecha que daba a una carretera sin asfaltar cubierta de nieve que me recordó un poco a la de su antigua casa en Forks, ya que también se abría paso entre los árboles del bosque.
Seguimos ese trayecto completamente a oscuras, tan sólo nos abrían paso los focos del vehículo, que reflejaban sobre la nívea y helada superficie, hasta que, por fin, entre los árboles se divisó una casa iluminada a lo lejos.
- Guau, parecía más pequeña en las fotos – murmuró Jake, alucinado, cuando esa enorme vivienda se plantó frente a nosotros al traspasar los últimos árboles.
- Es preciosa – exclamé, parpadeando.
La casa era un solo bloque rectangular de dos plantas que estaba coronado por un tejado a dos aguas, que ahora mismo estaba cubierto de nieve, y cuya fachada principal, una de las paredes largas, apuntaba al oeste. Los muros que conformaban las fachadas estaban revestidos de unas tablillas alargadas y estrechas de madera color claro y un zócalo de un metro formado por otras láminas largas de piedra gris oscuro. Las ventanas en esta parte de la fachada eran más bien discretas, tan sólo destacaba la cristalera hecha de pavés que ascendía desde el suelo para recorrer toda la altura de la escalera interior – la cual estaba pegada a dicha cristalera por medio de los descansillos – y que los antiguos dueños habían puesto para que aportara mucha más luminosidad. Los focos que había en el suelo y que estaban distribuidos alrededor de la edificación iluminaban sus fachadas, confiriéndole un aspecto mucho más hogareño y cálido.
- ¿Os gusta? – inquirió mamá.
- Digamos que no está nada mal – contestó Jake con un poco de ironía.
Papá llevó el vehículo a otra pequeña edificación hecha de los mismos materiales que la casa y que hacía las veces de enorme cochera. Accionó el portón con un pequeño mando, pasamos dentro y aparcó justo al lado de un lujoso y caro Porsche plateado.
- Veo que Alice se ha deshecho del Ferrari rojo – manifestó Jake, terminando la frase con un tinte de dolor.
- Todavía estás a tiempo de cambiar la Harley por un Ferrari, si lo prefieres – le comunicó papá, refiriéndose a su regalo de boda.
Jake frunció el ceño y se mordió el labio, llevando la mirada al frente para pensárselo un momento.
- No – dijo finalmente -. Prefiero la Harley, gracias – y desplegó su maravillosa y blanquísima sonrisa, como siempre hacía cuando se imaginaba subido en ella.
Mis padres se rieron y abrieron sus puertas para salir del coche.
Jacob no pudo evitar echarle una buena ojeada al Porsche antes de salir de la cochera para dirigirnos a la casa. Tuvo que llevar la maleta en volandas, ya que las ruedecitas de la misma no rodaban por la espesa nieve.
La puerta de entrada estaba a cuatro peldaños del terreno, así que subimos las escaleras detrás de mis padres y, cuando abrieron, pasamos con ellos.
A Jake casi no le dio tiempo ni de meter la maleta. Alice saltó como un resorte de la nada y apareció a nuestro lado como por arte de magia. Cuando me di cuenta, ya tenía su menudo cuerpo entre mis brazos y los suyos ya estaban apretándome con fuerza para achucharme.
- ¡Nessie! – exclamó, contentísima. Luego, se separó de mí, bajó la cremallera de mi parca a una velocidad ultrasónica, la abrió y me cogió de las manos para verme mejor -. ¡Estás guapísima! ¡Radiante! ¡Altísima! – entonces, dirigió la vista hacia Jake -. Veo que la cuidas bien.
- Eso procuro – afirmó él con otra sonrisa.
- Más te vale, chucho – intervino Rose de repente, que también salió de la nada junto con el resto de mi sonriente familia.
- Vaya, vaya, pero si es mi amiga la Barbie. ¿Qué pasa? ¿Ya no podías vivir sin mí, que te has venido volando como un murciélago para ponerte a mi lado?
- Ja, ja – articuló ella con ironía, poniendo cara de asco -. Sigue soñando, perro, hueles fatal.
- Pues bien que te me pegas – afirmó, dedicándole una sonrisita socarrona.
- No te pases con mi chica, lobo, o si no tendré que darte una buena paliza – irrumpió Emmett, cruzando los brazos a modo de matón.
- No creo que te atrevieras – le contestó Jake, poniéndose frente a mi tío.
- No querrás que me atreva – discutió Em, acercándose un poco más.
- Ponme a prueba, grandullón – rebatió mi chico, poniéndose en un cara a cara con él.
Entonces, los dos rompieron a reír y se dieron un abrazo de esos que se dan los chicos, con esos pequeños puñetazos en los brazos de después.
- Por cierto, ¿quién ganó el sábado? – le echó en cara Jake, poniendo la mano en el oído a modo de antena para escuchar la respuesta que él quería oír de boca de mi tío.
- Pura suerte – debatió Em, haciéndose el tonto.
Jake se carcajeó con venganza evidente y Rose se acercó a mí, poniendo los ojos en blanco ante tanta demostración de testosterona.
- Alice tiene razón, estás guapísima – me dijo, abrazándome y besándome.
- Gracias.
Me dejó y Esme fue la siguiente, a la vez que el resto de mi familia también saludaba a Jake.
- Me alegro mucho de veros, cielo – afirmó mi abuela, dándome otro abrazo y un beso en la mejilla.
En cuanto se separó de mí, ya tenía a mi abuelo delante.
- Hola, cariño – me saludó Carlisle, con otro abrazo y su correspondiente beso.
- Hola, abuelo – sonreí, correspondiendo sus cariños, como había hecho con los demás.
- ¿Me has traído la sangre de tu amiga?
- Ah, sí. Está en la mochila, la metí en una caja con hielo, como me dijiste.
- Perfecto – aprobó con una sonrisa -. Si me permites, voy a sacarla de ahí y la guardaré en la nevera.
- Claro – consentí.
Se despegó de mí y se acercó a la mochila para abrirla.
Después de los efusivos besos y abrazos con el resto, Alice me agarró del brazo y empezó a enseñarnos toda la casa, que incluía la parte que pertenecía al adosado de mis padres, y nos dio toda una disertación sobre decoración durante toda la muestra.
La vivienda de mis progenitores quedaba justo pegada a la del resto de mi familia, en realidad, era una continuación que no se notaba desde el exterior. Se podía acceder a ella por la puerta exterior, pero también había una puerta interior que unía las dos viviendas y que fue la que utilizamos para pasar. Como habíamos visto en las fotografías que mis padres nos habían enviado vía Internet, su parte estaba compuesta por cuatro dormitorios dobles, dos cuartos de baño provistos de todos los lujos posibles, un salón enorme con una enorme chimenea de mármol travertino y una cocina también bastante grande.
La parte del resto de mi familia constaba de seis dormitorios dobles – uno de ellos era el despacho y laboratorio de Carlisle –, tres baños igual de completos que los de mis padres, una cocina que era el doble que la de ellos, con una despensa que era tan grande como la habitación pequeña donde Jake y yo teníamos el ordenador, y un salón que era dos veces el de mis padres y que también gozaba de una enorme chimenea de mármol travertino.
Al parecer, los antiguos y ricos propietarios, que eran humanos, por supuesto, habían hecho esta casa con diez dormitorios y todos esos baños, y mi familia la había dividido en dos partes, para que una de ellas fuera de mis padres, que habían sustituido el dormitorio del servicio por una cocina. Ese era el único cambio que le habían hecho a la edificación, aparte de la decoración, claro, que había corrido por cuenta de mi tía.
Una vez que nos enseñó toda la casa, con esa disertación incluida, nos llevó a la parte posterior, que era un alargado porche de uso común a las dos viviendas.
Volví a arrimarme bien a mi cálido chico y él me pasó el brazo por encima de nuevo. Lo único largo que llevaba Jake eran sus vaqueros, pero ya podíamos estar a -30 grados centígrados, que él, a sus 48 grados, jamás tenía frío. Y a mí me venía genial, porque aunque mi temperatura era de 40, era tan friolera…
Los enormes ventanales se hacían con la fachada posterior de la planta baja, los cuales dejaban ver el interior de las estancias, si bien disponían de unos dispositivos que cubrían los cristales por medio de unos paneles para evitar su transparencia, y la planta superior estaba presidida por unas amplias terrazas que pertenecían a los dormitorios y cuyas barandillas eran de acero. Pero la gran protagonista de la parte posterior de la casa era la larga piscina. Ésta tenía unas mamparas que la rodeaban y que ahora en invierno permanecían cerradas, haciendo de ella una piscina cubierta y climatizada, pero, según nos explicó mi tía, en verano se podían correr para que quedase al descubierto. También nos dijo que desde este lugar había una panorámica preciosa de los Montes Chugach, sólo que, al ser de noche, no se podían ver.
Unos copos comenzaron a caer, y Jake ya tuvo que abrazarme y frotarme los brazos y la espalda, así que nos volvimos a meter en la casa.
Cuando entramos, Esme nos esperaba en la puerta del salón. El maravilloso olor a comida ya se notó nada más pasar el umbral del porche.
- Me imagino que tendréis hambre, ¿verdad? – dijo, desplegando una sonrisa que dejó ver sus encantadores hoyuelos.
- ¡Uf! ¡Yo estoy apunto de desfallecer! – exclamó Jake, frotándose las manos ante ese olor tan rico.
- ¡Qué bien huele! – clamé yo, que también estaba famélica, quitándome la parca y colgándola de un perchero.
Pasamos al salón, donde la amplia mesa rectangular estaba puesta con dos platos y mi familia nos esperaba junto a la misma.
- Venga, sentaros – nos exhortó Esme -. Voy a serviros la cena.
- Gracias, Esme, eres la mejor – alabó Jacob con una risilla de satisfacción.
Mi abuela sonrió de nuevo, complacidísima, y se dirigió a la cocina como una bala a la vez que Jacob y yo nos sentábamos en el centro de la mesa y los demás hacían lo mismo a nuestro alrededor.
- Vaya, rubia, otra vez bien cerca de mí, ¿eh? – le dijo Jacob a Rosalie para quedarse con ella.
- Estoy enfrente, idiota – le contradijo ella, poniendo los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza al ver lo evidente que era.
- Bueno, eso es cerca – replicó él con una sonrisita -. Verás, Doc está lejos, porque está sentado en la otra punta de la mesa, pero tú estás cerca, porque estás justo frente a mí. ¿Lo ves? – y empezó a gesticular, oscilando las manos de Carlisle a ella -, lejos, cerca. Lejos, cerca. Es muy fácil, deberías de ver algún capitulo de Barrio Sésamo, en serio, te ayudaría muchísimo.
Jake no era el único que sonreía, Em no pudo evitar que se le escapase una risita sorda que pronto se disipó ante la mirada asesina de Rose.
- Eres un payaso – le bufó ella a Jake, desquiciada.
- Sin embargo, sigues ahí sentada, cerca de mí.
- No es por ti, es por Nessie, chucho estúpido – respondió ella, otra vez mirándole con cara de asco.
- Venga, reconócelo, en el fondo te caigo bien y me adoras, lo sé – siguió pinchándola.
- Por supuesto que no. No te trago – rebatió Rosalie otra vez con cara de asco, aunque tampoco se movió de su silla.
Jacob se carcajeó con satisfacción, Rose giró el rostro, dándole un bandazo a su pelo orgullosamente, y Esme llegó con dos platos.
- Guau, bistec – alabó mi chico cuando mi abuela los posó en la mesa -. Qué lujo.
- Hay más cosas en la cocina, así que comed cuanto queráis – ofreció ella.
- Qué bien, esto es como estar en un hotel de cinco estrellas – me reí -. Muchas gracias, abuela.
- De nada, cielo. Vosotros cenad tranquilamente – y se sentó junto a Carlisle.
Mientras Jake y yo cenábamos, mi familia nos observaba con suma atención, como si comer fuera todo un acontecimiento, cosa que nos resultaba un tanto incómoda, así que Jacob enseguida empezó una conversación que mi padre, avisado por lo que veía en nuestras mentes, enseguida siguió.
Gracias a eso, descubrimos que el aquelarre de Denali vendrían dentro de dos días para vernos, y que Louis y Monique también lo harían, aunque ellos mañana.
Yo me comí el bistec y un trozo de la riquísima tarta de chocolate y fresas que preparó Esme, pero Jake se tragó tres bistecs, un buen plato de zancas de pavo guisado con una salsa que olía genial y todavía le quedó espacio para dos trozos del postre que había hecho mi abuela. En cuanto Jacob se terminó su último trozo, nos levantamos y nos sentamos en el sofá con mi familia para reposar la comida antes de irnos a la cama.
Carlisle había encendido la chimenea, que quedaba delante del sofá, a unos escasos metros.
El sofá gris seguía los patrones de la casa y también era grande. Tenía forma de U y estaba dotado de ocho plazas: cuatro en el centro y dos a cada lado, cada una con su correspondiente cojín blanco, aunque no era el único asiento. Frente al sofá, y dejando ver la impresionante chimenea en el medio, se distribuían dos anchas butacas del mismo color que tenían el aspecto de ser muy cómodas, y en el centro de toda esa zona había una mesita cuadrada lacada en blanco que reposaba sobre una amplia alfombra de color gris claro.
Como Jake y yo nos sentamos en el centro del sofá y la mesita blanca me quedaba justo delante, no pude evitar que lo primero en lo que se fijaran mis ojos fuera en esa carpeta azul oscuro que destacaba sobre el níveo de la superficie.
Mi gesto de morderme el labio no pasó desapercibido para Jacob.
- No te preocupes, pequeña, todo va a ir como la seda – me alentó, pasándome el brazo por los hombros para achucharme un poco -. Tu familia estará bien, y si necesitan ayuda, puedo venir aquí con más efectivos – y me dio un beso en la sien.
Eso, lo que me faltaba era que se pusiera en peligro él y más gente, y encima, todos a la vez.
- En realidad, no creo que ese Razvan venga por aquí – intervino Carlisle, que ya estaba ojeando el contenido de la carpeta -. Y no me extraña que tampoco lo hiciera por La Push para recuperar estos documentos. No son los originales.
- ¿Cómo? – preguntó mi novio, perplejo.
- Esta no es la letra de un vampiro, observa las líneas – afirmó, estirando el brazo para enseñarle uno de los folios.
Jacob se inclinó para mirarlo y frunció el ceño.
- No sé, Doc, yo no entiendo nada de caligrafías.
Carlisle y Jacob volvieron a su posición y mi abuelo comenzó a explicar, señalando con una pluma en la mano.
- Estas líneas están mal definidas, los trazos no son rectos, están llenos de imprecisión y de temblores. En conclusión, está escrito por un humano que lo hizo con mucha prisa.
Tuve que pestañear varias veces.
- ¿Estás diciendo que Ryam… copió estos documentos? – inquirí, sorprendida.
- No alcanzo a comprender cómo fue capaz de conseguirlo, pero, sí, tuvo que copiarlos a mano – asintió Carlisle.
- Ese tío es mi héroe – declaró Jake, alucinado -. Entra en la guarida de esas ratas, copia los documentos y consigue escapar.
- Helen me dijo que Ryam era un experto en colarse en los sitios – desvelé -. Su padre estaba en el ejército, y, cuando era pequeño, les gustaba mucho jugar a lo que ellos llamaban el escondite estilo soldado. Su padre le enseñó muchos trucos y técnicas militares, y más tarde, cuando éste falleció, Ryam los utilizaba para escapar y esconderse de su abuelo. Debe de ser bastante bueno, porque su abuelo también estuvo en el ejército, y, aún así, conseguía evadirle… Bueno, eso fue lo que me contó Helen.
- Vaya unos juegos para un crío – chistó Jacob con desagrado.
- ¿Es que tú no le vas a enseñar vuestras técnicas a tu hijo? – intervino Emmett.
- Por supuesto. Pero cuando sea más mayor. Un niño tiene que ser un niño, y ya tendrá tiempo para aprender todo lo que tenga que aprender. Además, no se convertirá en un lobo hasta que no llegue a la adolescencia, así que no será necesario enseñarle nada antes – entonces, empezó a hablar como si ya lo estuviera viendo -. Lo que sí voy a hacer es decirle lo que es desde pequeño, cuando ya tenga una edad para comprenderlo y pueda entender que tiene que ser un secreto. Le llevaré conmigo a las reuniones del Consejo para que escuche las leyendas y sepa todo lo que hay. No quiero que le pase como a mí, que me enteré justo cuando me transformé y casi me llevo a mi viejo por delante.
- Bueno, todavía queda mucho para eso – le paré yo, antes de que siguiera divagando y terminara nombrando a nuestro hijo invisible nuevo líder de la manada -. Además, sólo le enseñó técnicas de evasión, no le enseñó nada de combate – maticé -. Ryam no tiene ni idea de luchar.
- De todas formas, las pocas técnicas militares que se pueden enseñar a un niño, sean de combate o no, no hacen mucho contra unos vampiros – manifestó papá -. O Razvan y los suyos no estaban por allí en ese momento, o tuvo que servirse de algo más para conseguir escapar sin que se diesen cuenta.
- Alguien le ha ayudado – dijo Alice -. Alguien desde dentro.
- ¿Puedes ver a los gigantes? – interrogué con sorpresa -. ¿Y por qué no lo dijiste antes?
Cuando le habíamos contado todo a mi familia, vía Internet, ella no había abierto la boca, por lo que Jacob y yo dimos por hecho que Alice no podía ver a los gigantes. Nos imaginamos que, así como no podía ver a los metamorfos ni a los licántropos, tampoco podía hacerlo con estos seres. Esto era una buena noticia.
Sin embargo, mi tía les dedicó una mirada de preocupación a mis padres, que la recriminaron con los ojos, se mordió el labio y agachó la cabeza. Toda mi familia se puso más seria.
- ¿Qué pasa? – quise saber ante esa reacción que a Jacob y a mí nos chocó.
- ¿No os habéis dado cuenta de algo? – señaló Jasper.
- Jasper – le regañó mi padre, apretando los dientes con el semblante regio -. Quedamos en que…
- Tienen derecho a saberlo – le interrumpió él -. Si lo saben, podrán estar más alerta.
- Ya han estado demasiado alerta últimamente – rebatió mi progenitor.
- ¿Más alerta para qué? – preguntó Jake, que ya empezaba a estar mosqueado, haciendo caso omiso del comentario de papá.
- Alice tampoco puede ver a Razvan y a los suyos – reveló Jasper, para total desagrado de mi padre -, por lo que creemos que todo este asunto tiene que ver con vosotros.
Jacob y yo nos miramos el uno al otro con el mismo rostro de perplejidad. Habíamos estado tan pendientes de la carpeta y del tema de Ryam y Helen, que no nos habíamos parado a pensar en este detalle. No nos habíamos dado cuenta de que Alice tampoco nos había hablado de Razvan en todo este tiempo, y desde luego no habíamos caído en que no podía verlo.
- Al principio creía que no los había visto porque habían actuado por los bosques de La Push para matar a esos lobos, y como vosotros siempre estáis por ellos, pensé que era vuestra influencia lo que tapaba mis visiones – empezó a explicar mi tía -. Y lo mismo sucedió cuando nos contasteis vuestro encuentro con ellos en el bosque el día de la excursión. Al estar con vosotros, no podía verlos. Pero, después, Razvan y los suyos se fueron de vuestras tierras, y yo sigo sin poder verles bien. Eso sólo puede ser porque Razvan está persiguiendo o buscando algo cuya decisión y meta tiene que ver con vosotros, como me pasó con Aro la otra vez.
Sí, era cierto. Ahora me acordaba. Cuando descubrimos que Aro quería ir a por los lobos, Alice tampoco podía verlo bien, ya que las decisiones de los Vulturis tenían que ver con los metamorfos.
Y ahora pasaba lo mismo. Otra vez a por mis lobos, otra vez a por mi Gran Lobo. Mi mano se entrelazó con la de Jake automáticamente y la aferró con fuerza.
- ¿Y por qué no nos habéis dicho esto antes? – se quejó él, lanzando una mirada acusadora a mis padres.
- Vuestra boda es dentro de tres meses, no queríamos que nada la enturbiase – alegó mamá, observándonos con esos ojos dorados que clamaban comprensión.
- No queríamos preocuparos, por el momento – siguió mi padre -, por eso habíamos decidido esperar un poco más para contároslo, por lo menos después de la luna de miel – y le dedicó una mirada resentida a Jasper, que ni se inmutó -. Teníamos planeado investigarlo por nuestra cuenta estos meses, aunque si se diera el caso, os habríamos avisado para poder actuar.
- Tenían que saberlo – repitió Jasper.
- Ahora mismo era totalmente innecesario – rebatió papá, enfadado.
- Tarde o temprano, se iban a enterar – contestó mi tío con una voz implacable -. ¿Crees que Razvan no va a aparecer más por La Push? ¿Que va a esperar amablemente a que se casen? Dime, Ed, ¿qué pasaría si hubiesen aparecido por allí antes de la boda y Jacob y su manada no hubieran sabido nada de esto?
Mi mano volvió a estrujar a la de Jacob.
- Nosotros habríamos estado atentos y les hubiésemos avisado – reiteró mi padre, usando el mismo tono que mi tío -. Ya tenían bastante con todo este tema de los gigantes y ahora Renesmee está muy preocupada, eso es lo que has conseguido.
- Bueno, vale ya – protestó Jake, y mi mano se levantó cuando alzó las suyas para hacer un gesto -. Ahora todo eso no importa, ¿vale? El tema es que ya lo sabemos. Tendré que llamar a Sam para que no bajen la guardia y que aumenten la vigilancia.
Se hizo un silencio incómodo en el que el fuego de la chimenea tomó su parte de protagonismo e hizo restallar un leño. Ese mínimo tiempo me hizo recordar algo que acababa de mencionar mi tía.
- Alice, antes dijiste que alguien de dentro ayudó a Ryam – me acordé.
- Sí, aunque no sé quién es, ni le he visto. Solamente pude intuirlo.
- ¿Por qué? Entonces, ¿es que tampoco puedes ver a los gigantes?
- Sí, a ellos sí que puedo verlos – aclaró con voz alegre y cantarina. Sin duda, resultaba un alivio para ella -. Creo que tiene que ver porque los gigantes no son como los metamorfos o los licántropos. Éstos han nacido con esas peculiaridades, pertenecen a nuestro mundo sobrenatural, por tanto, lo llevan en los genes, es intrínseco a ellos. Sin embargo, los gigantes son diferentes, ellos no dejan de ser humanos nunca, por eso puedo verlos.
- ¿Siempre son humanos…? – pregunté con estupor -. Pero ellos se transforman en gigantes, han sido contagiados, al igual que los licántropos que han sido creados por otro que les ha mordido, y a esos no puedes verlos. Y los propios gigantes también pueden contagiar a otros humanos…
- El veneno de los licántropos o los vampiros cambia la genética del individuo que es contagiado, y lo muta – intervino Carlisle -, por eso es un veneno tan tóxico, en cambio, lo que quiera que ha sido inoculado en el organismo de esos humanos, no ha cambiado su genética. No sé cómo actúa exactamente, pero sólo los transforma en humanos gigantes y muy fuertes, sin ninguna otra peculiaridad, aparte de una buena dentadura. Y lo mismo pasa cuando un gigante contagia a otro humano. Esa ponzoña no modifica ningún aspecto genético.
- Eso quiere decir que tiene cura – afirmé, sin poder evitar que mi boca se transformara en una amplia sonrisa de esperanza.
- Bueno, debemos de ser cautos y no adelantar acontecimientos – siguió él, hablándome con esa mesura que solía utilizar siempre –. Solamente estamos hablando de conjeturas. Lo único que sabemos es que si Alice puede verlos, es porque siguen siendo humanos y no son tan inestables como los metamorfos o los licántropos. Ahora bien, tendremos que estudiar estos documentos para esclarecer nuestras dudas.
- Y hay que añadir que estamos hablando de los gigantes como Ryam o Helen – continuó ella.
- ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? – inquirí, frunciendo el ceño con extrañeza.
- A los otros gigantes los veo mucho peor – declaró.
- Los otros gigantes… – repetí, temiéndome lo peor, puesto que ya sabía a qué gigantes se refería -. O sea, que teníamos razón – le dije a Jacob, aunque casi fue una afirmación a mí misma -. Toda esa gente desaparecida tiene que ver con los gigantes de Razvan.
- Sí – me confirmó Alice -, y a estos los veo fatal. Me explico. A Helen no la veo porque está contigo y con los metamorfos, y a Ryam lo veo con flashes muy difuminados, tupidos y confusos, como los que veía cuando los Vulturis iban a venir a por los lobos. Esto se debe a que sea lo que sea lo que Ryam está investigando, tiene que ver con los metamorfos. Y lo mismo me pasa con los gigantes que están con Razvan. Si no puedo verlos, es porque están con él y están supeditados a sus decisiones y órdenes, las cuales tienen que ver con los metamorfos, como ya expliqué antes. Sin embargo, hay un matiz entre estos gigantes y Ryam, porque, aunque a tu amigo lo veo muy mal, a estos otros no consigo verles casi nada. Los fogonazos son todavía más dispersos y opacos.
- ¿Quieres decir que son menos humanos que Ryam y Helen? – inquirió Jacob con los ojos abiertos como platos.
- Podría ser, ya que, según nos contasteis vosotros mismos, Razvan está intentando mejorar la fórmula del veneno – contestó Carlisle -. Puede que ya la haya mejorado y haya conseguido algún cambio genético que los hace más inestables. Aunque como dijimos antes, todo esto no son más que conjeturas.
- ¿Y los Vulturis? ¿No es muy raro que no se hayan dejado caer por la península de Olympic? – preguntó Jake -. Porque todo este tema de los desaparecidos huele bastante…
- Sí, la verdad es que es extraño, aunque no he visto a Aro tomando ninguna decisión sobre ese tema, ni sobre vosotros los lobos – contestó mi tía.
- Puede que aún no haya llamado demasiado su atención – habló Emmett.
- Puede ser – coincidió mi padre -. Aunque lo más seguro es que no tarde mucho en llamársela. Tendremos que estar muy atentos.
- Estaré pendiente de eso todos los días – afirmó Alice, asintiendo con determinación.
Otro mutismo invadió la estancia, y mi abuelo aprovechó para echarle un vistazo a los documentos copiados por Ryam.
- ¿Quién ayudaría a Ryam? ¿Y qué estaría investigando acerca de los metamorfos? – interrogué.
- No lo sé – respondió Alice -. No fui capaz de verlo, como ya dije, solamente pude intuirlo. Y tampoco pude ver nada de lo que va a investigar Ryam sobre los lobos.
Suspiré con preocupación y Jacob apretó mi mano.
- No te preocupes, preciosa – me calmó, metiéndome el pelo detrás de la oreja con su mano suelta -. Si pudimos con los Vulturis, esto no será nada. Todo saldrá bien, ya lo verás.
Sonreí a su esfuerzo de animarme, aunque a juzgar por su expresión no le convenció mucho. Me conocía demasiado bien y sabía que yo iba a preocuparme igualmente.
- Estos documentos están incompletos – comunicó Carlisle, haciendo que ambos saliéramos de nuestros pensamientos.
- ¿Incompletos? – repetí sin comprender.
- A Ryam no le debió de dar tiempo a copiar todas las páginas, pues la última operación está sin terminar y la ecuación del veneno está inconclusa. Sin embargo, debo decir que creo que entre Louis y yo podremos terminar la ecuación.
- O sea, que es la ecuación del veneno – afirmé, contenta y esperanzada.
- Es la ecuación de algún tipo de fórmula que todavía desconocemos – matizó mi abuelo, seguramente para que no me hiciera ilusiones, por si acaso.
- ¿Y dices que tú y Louis podréis terminar la ecuación? – a pesar del esfuerzo de Carlisle, no podía evitar estar muy ilusionada -. Eso quiere decir que también podréis dar con el antídoto, ¿no?
- Que demos con la ecuación completa, no significa que demos automáticamente con el antídoto – me previno, hablando pausadamente -. También podría darse el caso de que ese veneno no tuviera antídoto, como sucede en muchos casos de la naturaleza, por ejemplo, con el veneno de algunas serpientes. Y tampoco podemos descartar que Louis y yo no consigamos dar con la fórmula exacta que tiene Razvan. A veces, las ecuaciones tienen varias soluciones.
- En definitiva, hay que esperar – suspiró Jake.
- Me temo que sí – confirmó Carlisle con una sonrisa mesurada -. Mañana llegarán Louis y Monique, y nos pondremos a trabajar enseguida con la ecuación y la sangre de Helen. Lo que no puedo garantizarte es cuánto tardaremos, lo lamento – me dijo.
- No importa. No sabes cuánto te agradecemos que nos ayudes. Helen te está muy agradecida, os está muy agradecida. Bueno, y Ryam también. Ryam y Helen os están muy agradecidos.
- Déjalo ya, ¿quieres? – se rió mamá, tirándome uno de los cojines blancos a la cabeza -. Ya nos conocemos esas parrafadas.
- Eso, cambiemos de tema a uno más alegre – propuso Alice, dando palmitas, toda emocionada -. Hablemos de la boda. ¿Ya has elegido el vestido? ¿Y las flores de la corona? ¿Y el vestido de las damas de honor?
- Aún no – reconocí -. Pero precisamente he traído los catálogos que Sarah me dejó para enseñaros los modelos que más me gustan, para que me ayudéis a…
El salón se llenó del griterío entusiasta de mis tías, abuela y, raro en ella, madre a la vez que los varones se miraban unos a otros, un tanto desconcertados por esa reacción femenina.
- ¿Dónde los tienes? – quiso saber Rose, ya levantándose del sofá para ir a buscarlos.
- Ay, Dios, yo me piro de aquí – murmuró Jacob, soltando mi mano para iniciar la huída.
- Sí, mejor, tú no puedes ver esto – y le empujé el trasero mientras se levantaba para que se fuera más rápido, entre sus risas. Después, respondí a mi tía -. En el fondo de la maleta. Los puse ahí para que Jake no los viera.
Sólo vi un borrón moverse a la velocidad de la luz, y otros tres se sentaron a mi alrededor. Por supuesto, mi madre se cogió el sitio privilegiado que antes ocupaba Jake.
- Nosotros vamos a jugar un poco – propuso Emmett con una enorme sonrisa.
- Guau, si tenéis un billar – exclamó Jacob cuando Em abrió una puerta oculta y se descubrió otra habitación.
Y mi padre, mis tíos y mi abuelo entraron tras él.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Hay me encanta esta historia, la amoo.Segui asi cariño tienes mucho talento.
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