= LIBRO UNO =
RENESMEE
¿Seguirles? Tú estás loca, no pienso ponerte en más peligro.
¿Y qué…?
- ¿Y qué hacemos? – terminé de preguntar en voz alta.
Mi lobo me empujó con el hocico.
De momento, ir a cazar, ¿no tienes sed?
- No.
Ahora mismo puede que no, pero dentro de un rato la tendrás y paso de ser tu comida otra vez.
- Muy gracioso – contesté con ironía mientras él se reía.
En serio, tienes que beber sangre para volver a transformarte.
- Oh, es verdad – dije al darme cuenta.
Recogí mi cazadora, me la puse y Jacob se echó en el suelo.
Venga, sube. Seguro que ahora corres más que yo, pero es mejor que guardes energías para la caza.
- Sí, tienes razón – asentí.
Iba a pegar un brinco otra vez, sin embargo, me acordé de que en este estado no me era necesario. Apoyé la mano en su hombro y, de un ligero y alto salto, me senté sobre su lomo.
Vaya, vamos mejorando, se rió.
- Sólo es porque casi soy un vampiro, la próxima vez tendré que coger impulso y brincar de nuevo.
¡Ay, Nessie! Esta vez sí que me vas a arrancar el pelo de verdad.
- Lo siento – le contesté con pesadumbre, metiendo los dedos entre su pelambrera para frotarle y aliviarle el tirón -. Es que no mido bien las fuerzas.
Ya veo, ya, se rió.
Se alzó y empezó a correr por el bosque, alejándose de la floreada pradera del lago. Miré hacia atrás para ver el hermoso paisaje por última vez y suspiré para mis adentros. Dos horas que teníamos para estar solos, y nos las habían estropeado, otra vez.
Ya te digo, resopló al hilo de mi pensamiento.
- Se me hace raro que podamos oírnos – confesé -. ¿Por qué habrá ocurrido esto?
Me imagino que será por nuestra conexión. Es todavía más fuerte de lo que nos imaginábamos, hasta el punto de que tienes conductas e instintos lupinos.
Parpadeé, perpleja.
- ¿Instintos lupinos?
Sí, eso de “macho” y “hembra” es un lenguaje muy de lobos. Lo soltaste sin querer, el instinto lo hizo por ti.
- Pero si yo me transformo en un vampiro.
Pues hueles como nosotros, afirmó. ¿No te das cuenta? ¿No viste cómo arrugó la nariz el chupasangres?
Acerqué mi nariz a mi brazo y me olí. La fascinación se hizo cargo de mi cerebro.
No olía igual que Sam, ni que Seth o Quil. No. Mi efluvio tenía exactamente los mismos matices que el de Jacob, abarcando todos los espectros que conformaban su fragancia, podía distinguirlos perfectamente.
- Huelo igual que tú – le maticé, deslumbrada.
Por supuesto. Todo es por nuestro vínculo. Los lobos también nos distinguimos y nos identificamos por nuestro olor, podemos buscar o rastrear a uno de los nuestros casi en cualquier parte. Tú tienes mi efluvio porque eres mi hembra, pequeña. Tu olor dice: “eh, cuidado. Esta es la chica de Jake”.
- Me encanta oler igual que tú – reconocí, sonriente.
Pues a mí, ni te imaginas, afirmó con su sonrisa torcida, imaginada por mí. Aunque me gusta más tu olor de siempre, convino.
- La primera vez que me transformé no me di cuenta de mi olor – desvelé, casi diciéndomelo a mí misma -. Estaba tan absorta luchando con ese licántropo... Y después, me empecé a sentir tan agotada y tan mal, que ni me enteré.
A mí me pasó algo parecido. Cuando me abrazaste, noté que tu olor era diferente, pero luego todo pasó muy rápido y no tuve tiempo de pensar en otra cosa que no fuera salvarte. Bueno, aparte de que también olías a ese asqueroso licántropo y ya me cegué, claro.
- ¿Y con las demás chicas también pasa?
Ellas no se transforman en nada, siempre son humanas, además, no tienen el vínculo que tenemos nosotros, con sus imprimados.
- Sí, es cierto.
Siendo casi un vampiro, mi efluvio tendría que disgustarme, sin embargo, mi olor me encantaba, como siempre me había encantado el de Jacob. Sonreí, satisfecha, e inhalé mi propio olor unas cuantas veces más. Era como tener un pañuelo impregnado de la colonia de tu chico.
- Lo que me quemaba la nariz era el olor del vampiro, no el mío – me revelé a mí misma con sorpresa.
¿Ves? Eso son instintos y conductas de lobo.
- Claro, por eso sentí tu voz de Alfa.
¿También has sentido mi fuerza de mando?, me preguntó, exultante.
- Sí, y es increíble. No pude evitar saltar – mi rostro no podía ocultar la excitación que sentía por dentro -. ¿Cómo es que también funciona conmigo?
No tengo ni idea, no te lo grité con esa intención, reconoció. Bueno, supongo que si puedes oírme, también te afecta mi voz de Alfa.
- ¿Por qué crees que pude oír al resto de la manada?
Es por lo mismo. Tú y yo estamos vinculados, y como yo estoy conectado con mi manada, tú también.
- ¿Y cuando te desconectas? ¿Por qué los demás no pueden oírte y yo sí?
Eso es porque yo te dejé conmigo.
- ¿Y puedes hacer eso? – le pregunté, maravillada.
Claro. Puedo meter a quien yo quiera.
- Qué guay – respondí con una risa. Entonces, recordé otra cosa -. Aquella vez en el bosque, cuando me donaste tu sangre, cambiaste de fase para buscarme presas y yo no te escuché.
Aquel día me desconecté automáticamente en cuanto cambié de fase, y te quedaste fuera; no sabía que podías oírme, por eso no te metí conmigo. Verás, esto es como un círculo. Yo estoy dentro, y solamente pasa el que yo quiero que pase, ¿entiendes? Vale, y ahí va mi teoría: en aquella ocasión, tú ya te habías transformado antes que yo, así que, al desconectarme, al crear mi círculo, te quedaste fuera. Podía haberte dejado entrar después, pero como ya te dije, no sabía que podías escuchar mis pensamientos. En cambio, ahora, al transformarte después que yo, lo hiciste directamente dentro del círculo, porque estás unida a mí, tu alma complementa a la mía y juntas hacen un solo ser, siempre tienen que estar unidas, y mi círculo siempre estará abierto para ti. Eres la única que puede hacer eso. Nadie más podría entrar así en mi círculo, aunque, bueno, sólo pudiste quedarte conmigo porque yo te dejé.
- Es increíble – murmuré, alucinada.
Me quedé pensando un rato en lo ocurrido y en las voces.
- ¿Siempre oyes ese murmullo tan bajo cuando te desconectas? – quise saber por curiosidad.
Lo gradúo a mi gusto.
Mi cara no dejaba de asombrarse.
- ¿También puedes hacer eso?
Al principio no me salía muy bien, pero ahora ya le tengo el tranquillo pillado. Es muy útil cuando quiero concentrarme en otras cosas.
- Nunca me lo habías contado – le reproché un poco.
Bueno, nunca salió el tema, se excusó.
- ¿Y cómo sabes si te necesitan, teniendo el volumen tan bajo? – utilicé una metáfora, ya que no sabía cómo preguntárselo.
A Jacob le hizo gracia.
No está tan bajo, se rió. Puedo distinguir sus voces perfectamente.
- Pues yo no – admití, pasmada.
Eso es porque yo tengo mucha práctica y tú no, se volvió a reir.
- Sí, será – contesté, aunque no muy convencida.
Lo más seguro es que fuera porque él era el Gran Lobo y yo no.
El bosque pasaba rápidamente, aunque ya no me parecía tanto como en mi estado normal. Aún así, me encantaba galopar en el lomo de Jacob.
- ¿Ya estás curado del todo? – le pregunté.
Como un roble.
Lo peor fue sentir tu dolor, admití mentalmente con voz queda, al recordar el horrible puntazo en mi pecho.
Sí, eso es lo peor de todo. Aunque nosotros ya estamos acostumbrados.
¿Tanto os hieren?
Luchar con vampiros no es fácil. Son muy rápidos y cuando te toca uno estratégico como Jasper o tu padre, la cosa se complica mucho. Lo bueno es que no se esperan que nosotros también somos muy estratégicos, aparte de más numerosos, claro.
Menos mal que os curáis tan rápido. A lo mejor a mí me pasa lo mismo.
Desgraciadamente, no lo creo.
¿Por qué lo dices?
Bueno, la verdad es que eres como una loba en un cuerpo de vampiro. Me estoy dando cuenta de que eres un poco “bicho raro”, bromeó.
Muchas gracias, le respondí con sarcasmo.
Va en serio. Quitando lo de “bicho raro”, lo demás es cierto.
¿Crees que soy una loba encerrada en un cuerpo de vampiro?, cuestioné, sorprendida.
Algo así. Pero lo de curarse rápido no funciona en ti porque eso es exclusivo de la morfología lupina, y tú no dejas de ser un vampiro cuando te transformas. Tu cuerpo no está hecho como el nuestro, ¿entiendes?
Ah, claro. Qué pena, me lamenté. Empezaba a gustarme esto de pelear.
Yo prefiero que no te pongas en peligro, aunque reconozco que está bien que sepas luchar. Nunca se sabe.
Jake, ahora sí que tengo sed.
Espera, huelo una manada de ciervos por aquí cerca.
Sí, por eso lo decía.
Sólo oler la sangre próxima, ya había desatado mis ganas de beber. Aunque olía muchísimo mejor la que tenía justo debajo, la boca ya se me hacía agua.
Ya voy, ya voy, dijo, apresurando el paso.
Mi extremado sentido del olfato localizó al grupo cérvico de inmediato.
No esperé a que Jacob se detuviera. De un acrobático salto, me bajé de su lomo y volé entre los árboles.
Te sigo, Nessie, escuché en mi mente.
Ya los veo.
Le eché el ojo a uno bien grande y me lancé sin contemplaciones a su yugular. El animal ni se dio cuenta de mi ataque, lo maté en el acto al clavarle los dientes y partirle el cuello en dos. Los demás ciervos se fueron en estampida.
Me senté para estar más cómoda y Jacob llegó enseguida.
Qué manera de tragar, me recuerda a algo, se burló, respingándose.
Está más rica la tuya, reconocí mientras seguía tragando.
Ya, pero mejor toma esa.
Mi lobo se echó a mi lado a esperar a que terminase mi tentempié.
Sentí cómo la sangre caldeaba mi estómago, aunque no era tan caliente como la de Jacob y tuve que beber más para que mis células empezaran a llenarse de energía y mi corazón comenzase a bombear con brío mi plasma, que se templaba poco a poco. Mis músculos se fueron ablandando paulatinamente y todo mi cuerpo recuperó su estado normal.
Dejé caer el ciervo en el suelo y me apoyé en el tronco que tenía detrás, llena y saciada. Jacob arrimó el hocico para olerme y me lamió la cara con ternura para limpiarme los restos de sangre.
- Ya no puedo oírte – me lamenté, pasando los dedos por la pelambrera de su cuello con el fin de acariciarle.
Mi lobo se levantó de repente y volvió a transformarse en mi novio delante de mí.
- Mejor así, ¿no te parece? – afirmó con una sonrisa, sentándose a mi lado.
- Sí, mucho mejor – le respondí, sonriéndole, mientras le rodeaba el cuello con mis brazos -. Por cierto, me debes un beso por ser una chica lista, ¿recuerdas?
Me abarcó con los suyos y me arrimó tanto a él, que nuestros rostros se unieron. Empecé a hiperventilar al notar su ardiente aliento.
- Tranquila, te daré muchos más – murmuró en mis labios.
Me dio una serie de besos cortos y dulces a la vez que mis mariposas y mi corazón se aceleraban y se ponían como locos.
Para mi desgracia, tenía que cortar mi entusiasmo.
- Jake… - le llamé con un susurro entre beso y beso.
- Dime…
- Tenemos… - otro beso -, que irnos.
- Espera un poco…
- Se nos… hace tarde.
Jacob se despegó de mi boca para mirarme.
- ¿Qué hora es? – me preguntó.
- Tenemos veinte minutos para llegar al instituto – le confirmé después de mirar mi reloj.
- Pues primero tendría que ir a tu casa a por ropa – me avisó con una media sonrisa –. No querrás que me plante en tu instituto de esta guisa, ¿no?
- Vaya, tu camiseta – me mordí el labio -. Se me olvidó cogértela y se quedó en la pradera.
- No importa, tampoco iba a arreglar nada con ella – se rió.
- ¿Nos dará tiempo a ir a casa y volver al instituto?
- Lo mejor sería que nos quedáramos en tu casa – declaró -. Total, tu padre ya se va a enterar de todo, y seguramente todavía esté allí y no haya ido al instituto, por lo que nos va a pillar seguro. Yo no puedo entrar en tu casa desnudo, tendrías que hacerlo tú para cogerme la ropa, y tu familia o tu padre te verían, así que estamos pillados por todas partes.
- Espera, ¿y si vamos a tu casa y te vistes allí? – se me ocurrió.
- Da lo mismo, tu padre se va a enterar en cuanto pase revista a nuestras mentes.
- Sí, tienes razón – suspiré.
- Además, tendremos que contarles lo de esos chupasangres – manifestó, poniéndose de pie -. Ese Zanahorio me ha dejado un poco descolocado.
- ¿Zanahorio? ¿Ya le has puesto mote? – me reí mientras cogía su mano y me levantaba.
- ¿A que le queda bien? – dijo, riéndose -. Soy un hacha poniendo motes.
- Sí, ya lo veo – admití.
Jacob volvió a cambiar de fase delante de mí y se echó en el suelo para que le montara; otra vez tuve que dar un paso atrás para coger impulso, y pegué un brinco.
Tomé aire, abrí la puerta y entré en casa.
En el salón solamente estaban Emmett y Rosalie. Él estaba viendo un partido en la televisión y ella se pintaba las uñas a su lado.
- Hola – saludé rápidamente con disimulo mientras me dirigía a las escaleras.
- Hola – me respondieron.
Se miraron el uno al otro con extrañeza.
- Nessie – me llamó Rose.
Me paré en el tercer escalón y me giré para mirarla.
- ¿Sí?
- ¿Ha pasado algo? ¿Dónde está ese… Jacob? – corrigió a tiempo.
- No, tenía libre esta última hora – medio mentí -. Jake está fuera, pero viene ahora.
Se quedaron un poco pensativos, aunque ninguno dijo nada.
Me volví de nuevo y seguí mi trayecto hasta mi dormitorio.
Una vez dentro, me metí en el vestidor, me quité la cazadora y cogí unos pantalones y una camiseta de Jacob. Salí de mi dormitorio y entré en el baño con sigilo. Cerré la puerta, me acerqué a la ventana y la abrí. Pude ver a Jake esperando abajo cuando me asomé, y le tiré la ropa. La cogió con rapidez y se escondió tras un árbol. Salí del baño y bajé al salón otra vez.
A ninguno de mis tíos les extrañó que Jake fuera descalzo. Entró tan tranquilo en la estancia y se puso a mi lado.
- ¿Dónde está todo el mundo? – preguntó mi novio, mirando alrededor.
- Se han ido todos de caza – nos aclaró Rose -. Bueno, todos no. Edward y Bella están en su cabaña – nos desveló con una risilla tonta.
- Bueno, nosotros nos vamos arriba – anuncié -. Tengo deberes que hacer y con la tele no me concentro – mentí.
Mi tía sonrió como si supiera más que yo.
Tiré de Jacob, antes de que mis mejillas empezaran a traicionarme, y subimos las escaleras hasta mi habitación.
En cuanto él entró en el cuarto detrás de mí, cerré la puerta y lo aprisioné contra ella para besarle con efusividad.
- Nessie… - intentó llamarme, sorprendido.
No teníamos mucho tiempo.
Me separé de su cuerpo sin dejar sus labios y comencé a desabrocharme la blusa apresuradamente, me la quité de un bandazo y la tiré en el suelo.
Metí mis manos bajo su camiseta y abandoné su boca para alzarla y dejar su torso libre.
- Tus tíos están abajo – consiguió musitar antes de que volviera a besarle, aunque sus manos ya se deslizaban por mi espalda con deseo.
- Me da igual… - ronroneé mientras bajaba mis labios hasta su cuello y mis palmas se volvían locas acariciando su pecho, sus hombros y su nuca.
Me apreté contra él y seguí recorriendo fervientemente su cuello con mi boca y mi lengua.
- Sí, a mí también… - susurró con ansia, bajando sus manos hasta mi espalda más baja y atrapando después mis labios con los suyos.
Me despegué de su boca para hacerle la señal de silencio con el dedo y lo comprendió perfectamente. Nuestras bocas volvieron a moverse juntas con pasión, expirando nuestros alientos con el mayor mutismo posible.
Emmett estaba demasiado concentrado en el partido y Rosalie estaba muy ocupada con sus uñas, eso nos lo ponía un poco más fácil, pero, aún así, tendríamos que ser muy silenciosos.
Se apartó de la puerta sin dejar de besarme, haciéndome caminar hacia atrás mientras llevaba sus manos al botón de mi pantalón para desabrochármelo. Me lo bajó un poco y me impeló hacia la cama.
Caí boca arriba y le ayudé a quitármelos del todo, sacando mis piernas. Nuestras bocas volvieron a jadear juntas en silencio cuando se recostó encima de mí. Me arrastré hacia atrás y Jacob reptó conmigo hasta que mi cabeza se apoyó en la almohada y él reposó entre mis piernas.
Acaricié su espalda con la misma avidez con la que él acarició mis muslos y mis caderas. Se friccionó varias veces contra mí y nuestras bocas y mis manos enloquecieron, tuvimos que hacer uso de todo nuestro autocontrol para no gemir, aunque se nos escapó algún jadeo en voz alta, y eso que todavía no lo sentía dentro de mí, no quería ni imaginarme cómo sería entonces, puede que no fuera capaz de reprimir a mi garganta.
Todo mi ser temblaba de excitación, su aliento abrasador y su ardiente lengua contribuían a subir más la temperatura de mi cuerpo ya candente. Pasé mis manos a su pecho y las bajé lentamente hasta el cierre de su pantalón para desabrochárselo.
Unos puñetazos en la puerta nos hicieron pegar un pequeño bote.
- No puede ser… - me quejé en los labios de Jake, aún respirando con agitación.
- ¡Jacob, quítate ahora mismo de ahí! – bramó mi padre, furioso -. ¡Y Renesmee, vístete! Aunque ya te he visto más de lo que quisiera – refunfuñó con disgusto.
- Dios… - se lamentó Jacob, hundiendo la cabeza en mi hombro.
- ¡Jacob, ¿me has oído?! – volvió a bufar papá -. ¡Voy a entrar!
- ¡Sí, sí! – protestó, enfadado -. Lo siento, preciosa – me susurró -. Vamos a tener que esperar.
- Esto es el colmo – resoplé, irritada -. Es mi habitación.
Me dio un beso corto y se incorporó para ponerse en pie. Mientras se abrochaba el pantalón, me pasó mi ropa y me levanté de la cama, cabreada e indignada.
Mi padre traspasó la puerta en cuanto terminé de vestirme, y me crucé de brazos.
- ¡¿Por qué…?! – papá enmudeció cuando bajó la mirada a la entrepierna de Jacob, y se le quedó una cara de impacto, que me dio una vergüenza terrible.
Jake agarró un cojín de mi cama con celeridad y se tapó.
Mi padre se giró, llevándose la mano a la cabeza, y se volvió de nuevo, pasándosela por la barbilla.
- ¡¿Os dais cuenta de lo altísimo que estabais gritando?! – nos increpó, airado.
Jacob y yo nos miramos extrañados.
- Pues debían de ser otros, porque nosotros no hicimos ningún ruido – contestó mi novio.
- ¡Sí, ya lo sé! ¡Pero en vuestras mentes gritabais tan alto, que os escuchaba perfectamente desde la cabaña! – voceó con la mirada enervada.
- ¿Y qué quieres que hagamos? – replicó Jake, molesto.
- ¡Quiero que me respetes, soy su padre!
- No sabíamos que nos podías oír – rebatió en el mismo tono -. Si llego a saberlo, no nos hubiéramos quedado aquí, eso te lo aseguro.
- No, no me has entendido. Para respetarme, primero tienes que respetar a mi hija. Así que ni aquí, ni en ningún sitio – matizó, siguiendo con su exasperación.
- Sabes que la respeto – contestó Jake, tenso por la ofensa -. Tú mejor que nadie sabes lo enamorado que estoy de ella.
Mi padre y Jacob se quedaron quietos, mirándose a los ojos fijamente.
- Ya está bien, papá – me quejé, indignada -. Fui yo la que empecé.
- Me da igual quién haya empezado – me respondió sin apartar la vista de Jake -. Él debería controlarse.
- Sabes que tarde o temprano Jake y yo…
- No estais casados – me cortó en el mismo tono.
- ¡Venga ya, Edward! – criticó Jacob con enfado -. ¡Estamos prometidos!
- Te repito que no estais casados.
- ¡Tampoco lo están Alice y Jasper, ni Emmett y Rosalie! – intervine.
- Ellos no son mis hijos – argumentó.
- ¡Es absurdo! – protestó Jake enérgicamente -. ¡¿Por qué haces una cruzada de esto?! ¡Vosotros os marcharéis dentro de unos meses y Nessie y yo viviremos juntos! ¡¿Crees que vamos a esperar entonces?!
- Por supuesto que no. No espero eso de ti – le reprochó mi padre con acidez.
- Dices que tengo que respetarte, pero tú también tienes que respetarnos a nosotros – manifestó Jacob con firmeza -. No puedes obligarnos a vivir como tú quieres, Edward. Nosotros hemos nacido en este siglo, ¿recuerdas? Las cosas no son como cuando tú naciste.
- Eso ya lo sé, he vivido todos los cambios – le recordó con ironía -. Sin embargo, mi deseo como padre sería que Renesmee llegara virgen al matrimonio.
- ¡Papá! – me quejé con la cara encendida.
- Nessie y yo tenemos un vínculo mucho más fuerte que el matrimonio, lo sabes perfectamente. Ahora bien, si ella me dice que quiere esperar, esperaré lo que haga falta, pero no porque me lo digas tú.
- Creo que ha quedado claro que no quiero esperar – admití de mala gana.
- He dicho que es mi deseo, no que no sepa que no lo vais a cumplir – alegó a regañadientes -. Y tenéis que comprender que yo lo veo todo en vuestras cabezas, no es algo que pueda controlar, sobretodo si gritáis de esa manera, y para mí, como padre, es muy difícil de asimilar – confesó finalmente.
- Bueno, nos controlaremos cuando andes cerca o por los alrededores, ¿te parece mejor? – le propuso mi novio.
- No me queda otra opción, ¿no? – gruñó, cansado.
- No – afirmó Jacob con una sonrisa insolente.
- Es nuestra vida privada, papá, nuestra intimidad – declaré, enfadada -. Esta es mi habitación, mi espacio privado. Me vine a vivir a esta casa para tener mi intimidad y algo de independencia, y lo único que hacéis tú y mamá es vigilarme a todas horas. Ya sé que sois mis padres y que sólo os preocupáis por mí, pero esto ya se pasa de la raya. Aunque mi carné pone que tengo diecisiete años, ya soy mayor de edad, lo sabéis de sobra, soy totalmente capaz de tomar mis decisiones, y tienes que aceptarlas, te gusten o no. Entiendo que para ti es especialmente difícil porque puedes ver nuestras mentes, y lo siento. Pero, al igual que tú, pensar es algo que nosotros no podemos controlar, y nuestros pensamientos forman parte de nuestra intimidad, por mucho que gritemos, como dices tú.
Mi padre suspiró, llevándose la mano al pelo.
- Nos casaremos. Si es por eso, no te preocupes – garantizó Jake, ahora más serio.
- Sí, lo sé, lo sé – transigió mi padre, protestando -. Sé lo vinculados que estáis, aunque he de reconocer que me quedaría más tranquilo si me dierais una fecha o un plazo, algo a lo que agarrarme.
- No te la puedo dar. Nessie y yo ni siquiera hemos hablado de eso.
- Ya lo sabía – reprochó otra vez, descontento.
- Bueno, ¿podemos dejar el tema ya, por favor? – propuse con irritación.
- En realidad, también quería hablar de tu castigo y de lo que ha pasado hoy – me respondió con una mirada intransigente.
Me mordí el labio, temerosa.
- Te lo íbamos a contar, ¿vale? – habló Jake en nuestra defensa -. Por eso vinimos aquí.
- Sí, porque os iba a pillar, ¿no es eso? – replicó papá en un tono ácido -. Habéis incumplido el castigo.
- Si te paras a pensar, no lo hemos incumplido del todo – manifestó Jacob, tirando el cojín a mi cama -. Yo tenía que llevarla a casa cuando terminaran las clases, no hablaste de horas sueltas, ni nada de eso.
- Las excursiones tampoco estaban permitidas – debatió mi padre con una voz tan calmada, que daba miedo.
- Bueno, como no dijiste nada de excursiones…
- Jacob, deja de tomarme el pelo, ¿quieres? – bufó, enfadado -. Habéis incumplido el castigo y, para encima, os habéis puesto en peligro.
- Era un sitio muy tranquilo, ¿cómo iba yo a imaginar que iban a aparecer esos chupasangres por allí? – refutó, frunciendo el ceño, cabreado -. Nosotros no tenemos la culpa de todo lo que pasa alrededor, ¿sabes? Y tampoco podemos escondernos todo el día en esta madriguera, ¡no me da la gana! – se rebeló enérgicamente -. Siempre estás vigilando, a todas horas, y hablo de mi cabeza, Edward. Y siempre juzgándome, es como si, a estas alturas y sabiendo todo lo que siento por tu hija y lo que ella significa para mí, no te fiaras de mí. Es absurdo. Pues te voy a decir una cosa. Es mi novia, mi prometida, mi imprimada; diablos, ¡voy a ser su marido!, y tenemos derecho a estar solos, a tener intimidad de vez en cuando, y es lo que vamos a hacer, te guste o no. Así que ya puedes meterte tu estúpido castigo por donde te quepa. ¡Estoy harto! – gritó al final.
Se hizo un silencio muy incómodo en el que ambos mantuvieron sus miradas, Jacob con determinación y exacerbación, mi padre con tensión.
- Quiero que me respetes – volvió a decir mi padre, con una voz tan tirante como su cara -. Aunque físicamente aparente menos edad que tú, soy mucho mayor, no lo olvides.
- Sí, eso ya lo sé – resopló Jake -. Sobretodo mentalmente, hasta el abuelo de mi tatarabuelo era más moderno que tú. Estás muy chapado a la antigua, tío, deberías abrir tu mente un poco más y no juzgar tanto.
Mi padre volvió a observar a Jacob durante un rato, pensativo.
- De acuerdo, le quitaré el castigo – cedió por fin, aunque no de muy buena gana.
No pude evitar mi enorme sonrisa.
- ¿Dejarás de seguirnos y todas esas cosas? – inquirió Jacob, tan firme como antes -. Porque si no lo haces, será peor para ti. No pienso cortarme un pelo con ella.
- Ya me lo imagino – le contestó mi padre a modo de reproche. Luego, exhaló con rendición -. Está bien, tienes razón. Supongo que no puedo evitarlo, ella ya no me pertenece a mí. En realidad, nunca me ha pertenecido, ni siquiera a Bella. Siempre ha sido tuya… - aseguró con pesadumbre.
- Papá…
La enorme pena que teñía sus ojos me flageló como un latigazo en el corazón. El rostro de Jacob reflejaba el choque que sus palabras le estaban produciendo, no se creía que mi padre estuviera reconociendo eso.
Papá caminó hasta el ventanal y se quedó mirando el paisaje, con la mirada perdida.
- Naciste para estar con él, cada día que pasaba me daba más cuenta, pero no quería aceptarlo – confesó con melancolía -. Mi enemigo de sangre, y mi única hija nace para él, una mutación genética, una imprimación mutua – se rió con amargura -. La vida me da un regalo que ya creía perdido, y él me lo quita – me aferré a la mano de Jacob y él entrelazó sus dedos con los míos -. Debería estar enfadado, sin embargo, no puedo. No puedo porque todos los días veo lo que sentís el uno hacia el otro, eso también lo gritáis – su semblante cambió y se tornó un tanto encandilado -. Siento esa energía que desprendéis cuando os miráis y os besáis, es como si os quedaseis hechizados, y yo mismo me quedo embaucado, nunca en mi vida he visto cosa igual. Lo que sentís es tan fuerte, que a veces me abruma, estáis conectados de una forma increíble, es casi magia – hizo una pequeña pausa y, entonces, giró el rostro hacia Jacob con entereza -. Ella te pertenece, y hubo un tiempo en que eso me dolía como si me arrancaran una mano, pero ya me he dado cuenta de que no habría nadie mejor para ella que tú, mal que me pese reconocerlo. Llegados a este punto, sé que es una tontería totalmente innecesaria, no obstante, sigo siendo su padre y, aunque no me lo has pedido ni me lo vas a pedir, os doy mi bendición.
Jacob se quedó callado durante un momento, mirando a mi padre con respetabilidad.
- Te lo agradezco, Edward – le contestó finalmente en un tono formal -. Te doy mi palabra de que siempre cuidaré de ella, la protegeré con mi vida, si hace falta.
- Sí, eso ya lo sé – afirmó con integridad -. Lo único que os pido es que me deis tiempo para asimilar ciertas cosas – enfatizó.
- Sin problema – asintió Jake.
Era la primera vez que los veía mirándose con ese respeto mutuo, aunque sabía que no iba a durar mucho.
- ¿Ves qué fácil era? – apuntó mi novio con una sonrisa triunfal -. Tenías que haber empezado por ahí, y no entrar aquí como un loco.
- No te emociones – le avisó mi padre -. Eso no quiere decir que yo no quiera que mi hija llegue…
- Vale ya, por favor – le corté, harta del tema -. ¿Podemos dejarlo ya?
Mi progenitor carraspeó.
- Bien, y ahora contadme eso de los vampiros de Aro.
- Nahuel ya se ha chivado – empezó a explicar Jacob, medio sentándose en mi mesita y cogiéndome por detrás para que me apoyara en él, entre sus piernas -. Aro mandó a esos dos para comprobar si era verdad.
Puse mis palmas sobre el dorso de sus manos y entrelacé mis dedos con los suyos.
- Y también querían llevarse a Jacob – declaré, todavía con el susto en el cuerpo.
- Sí, qué idiotas – se rió con desdén -. Como si pudieran llevarme tan fácilmente.
- ¿Querían llevarte ante Aro? – preguntó mi padre, muy sorprendido -. ¿Vinieron para llevarte con ellos?
Mis dedos apretaron mi amarre.
El semblante de Jacob volvió a ponerse serio.
- Sí, ¿por qué? ¿Qué pasa?
- Es muy raro – afirmó papá, paseando por la habitación -. Alice no ha visto que Aro cambie su decisión. ¿Para qué querría llevarte? – se paró, frotándose la cara, pensativo -. Sin embargo, solamente mandó a dos vampiros. Dos vampiros para llevarse al enorme e impresionante Gran Lobo…
- Hombre, gracias por el cumplido – sonrió abiertamente -. Hoy estás del todo, tío.
- Aro sabe que eres muy fuerte… - siguió cavilando mi padre, sin hacer caso del comentario de Jacob -. Es raro que sólo haya mandado a dos vampiros para llevarte…
- En realidad, uno y medio – apuntilló Jake -, porque uno de ellos ni se movía, era igual que un poste.
Mi padre salió de su nube para mirarle.
- ¿Cómo?
- Había uno pelirrojo que solamente miraba – le contesté yo.
Mi mente comenzó a recordar las imágenes de lo ocurrido para que él las viera. El semblante de mi padre se iba endureciendo más conforme veía a través de mi cabeza.
- Enguerrand y Moïse – señaló con gesto grave.
- ¿Los conoces? – preguntó Jake.
- Moïse estuvo en casa hace unos cuatro años.
- Eso dijo, pero yo no me acuerdo de él y Nessie tampoco. Aunque, claro, venían tantos y todos eran tan raros, que ya no me molestaba ni en intentar distinguirlos.
- No se dejó ver mucho – aclaró mi padre -. Estuvo una semana y se marchó sin apenas despedirse.
- ¿Y el Zanahorio?
Mi padre puso los ojos en blanco, sin embargo, no pudo evitar que se le escapara una sonrisilla. Se aclaró la voz y habló con sobriedad.
- No sé mucho acerca de él – confesó -. Es uno de los pupilos más preciados de Aro, él mismo lo creó hace unos siglos. Le es muy útil porque es capaz de grabar imágenes en su mente, como si filmase una película. Aro lo envió a muchas batallas para que se las grabase, luego, él las veía mirando en su mente. Eso le divertía.
- ¿Quieres decir que nos estuvo grabando en vídeo? – Jacob no salía de su asombro.
- Sí.
- ¿Y para qué? – inquirió, extrañado.
- No lo sé – mi padre comenzó a pasear nerviosamente otra vez -. Eso es lo que me tiene desconcertado. Aro sólo mandó a dos vampiros para llevarte con ellos, sin embargo, aunque Enguerrand es muy inteligente y es un gran luchador, solamente se limitó a grabar, y Moïse es fuerte, pero no lo suficiente como para vencerte solo y poder llevarte vivo hasta Volterra. Normalmente, Aro enviaría un séquito preparado con jaulas y cadenas, como se hizo con la caza de licántropos.
- ¿Ja-jaulas y cadenas? ¿Caza? – repetí con un murmullo, asustada.
Jake me dio un beso en la sien para tranquilizarme.
- Pues no envió nada de eso, solamente a ese estúpido sin cabeza de Moïse y al cinéfilo pelirrojo.
Papá siguió su paseo, frotándose la barbilla y la cara sin parar, con la vista en el suelo, reflexionando.
- No sé qué es lo que pretende – expresó del mismo modo.
- Cuando se marcharon, Moïse dijo que no se había terminado, que sólo era un aviso – recordé, mordiéndome el labio con preocupación.
El semblante grave de mi padre se levantó de sopetón.
- Eso quiere decir que volverán, y lo más seguro es que la próxima vez vengan acompañados. Hablaré con Carlisle. Tendremos que estar muy atentos y vigilantes.
Su voz, que reflejaba fielmente lo expresado por su rostro, hizo que mi estómago pegara un salto y mis manos volvieron a apretar su amarre inevitablemente.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Woooow re chocante el capi con el tema ese de los vulturis...me encanto la parte de Edward re metiche es, pero muy tierno cuando hace de padre sobreprotector estubo genial!!!! ya quiero leer el prox. Saludos desde Argentina...FLOR
ResponderEliminarmmm... como qe esta dejando d gustarme la historia la verdad.... me parece qe se estan desdibujando mucho las personalidades de los personajes, en especial la de Edward y Jake... ni edward es un tonto, metiche y espion qe nadie respeta ni tiene miedo, ni Jake es un agrandado y sexopata... ¬¬
ResponderEliminarAliss
posta yo pienso igual ahora es como que se volvio una comedia, me da mucha risa, antes era mas romántico. ahora todo gira en torno a casi sexo - interrupcion-- casi sexo-- interrupcion. bueno pero venia linda igual.maia
ResponderEliminarexactoo se esta desviandoo demasiadooo digoo y comoo es esoode q bella aun siente algo por jacob y los pongan coolos padres sobre protecoresss e histericos
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