Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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martes, 12 de julio de 2011

PLANTACIÓN [NUEVA ERA]


= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =

En el aeropuerto no sólo se encontraba mi familia, Louis y Monique, Tanya y su aquelarre de Denali también estaban allí. Los franceses iban a prolongar su estancia una temporada más, y los últimos habían llegado el miércoles, así que todavía tenían tres días más de visita por delante.
La semana se me había pasado volando, habíamos llegado el lunes y, sin darme cuenta, ya era domingo. Nuestra semana de viaje a Anchorage se había terminado.
Con mi familia de Denali, a los cuales también consideraba como mis tíos, habíamos vuelto a visitar la ciudad de Anchorage, pero además habíamos conocido las localidades de los alrededores, aunque ellos ya se resabían toda la zona, por supuesto.
Y ahora ya era domingo y nos encontrábamos en el aeropuerto, esperando para embarcar. Me daba pena tener que despedirme de mi familia, aunque, en honor a la verdad, tenía que reconocer que me moría de ganas por llegar a casa. Esa semana de respeto había sido muy dura…
Em y Rose también se marchaban hoy a Australia, aunque su vuelo salía más tarde que el nuestro, así que para el resto de mi familia tocaba despedida doble.
La pantalla anunció el embarque y acto seguido la voz femenina del megáfono hizo lo mismo.
El ritual de las despedidas comenzó.
- Bueno, ya os tenéis que ir – nos dijo mamá con una sonrisa bucólica en la cara.
- No empieces, ¿vale? – le regañó Jake -. Mañana mismo nos veremos por la Webcam.
- ¿Mañana? – preguntó ella, extrañada -. ¿No os vais a conectar esta noche?
- Mañana mismo nos veremos por la Webcam – repitió él, metiéndose las manos en los bolsillos de su cazadora para hacerse el distraído.
- Bella, parece mentira para ti. ¿No te das cuenta de que tienen que recuperar el tiempo perdido? – intervino Emmett con un tono burlón -. Jacob ha aumentado de temperatura estos días, y no lo digo por el frío, precisamente.
Lo que sí aumentó fue la intensidad del color de mis mejillas. ¿Hacía falta que lo supieran todos?
El resto de mi familia carraspeó con una sonrisa dibujada en la cara.
- Eres muy gracioso, ¿lo sabías? – ironizó mi chico.
Las carcajadas de mi tío retumbaron en las paredes del edificio, haciendo que pareciesen aún más altas, y mis mejillas se encendieron el doble. Aunque cuando vio la cara de mi padre, su risa se apagó ipso facto.
- Tenéis que daros prisa, la gente ya está embarcando – nos comunicó papá.
- Sí – le abracé con fuerza y le di un beso en la mejilla -. Te quiero.
- Y yo a ti – me correspondió el beso, apretó su abrazo y me soltó para que pudiera ir con mamá.
- Bueno, cielo, que tengáis buen viaje – me dijo ella, abrazándome.
- Gracias – le di un beso en la frente y ella se alzó para dármelo en la mejilla -. Mamá – le llamé antes de que se despegase de mí del todo.
- Dime.
Me separé un poco más para verle el rostro.
- Ya he decidido cuál será mi vestido de novia, y quería decírtelo en persona – murmuré, cogiéndole las manos -. Será el de la página 42, el que te gustaba a ti.
Mamá se quedó paralizada por un momento y juraría que vi sus ojos un poco vidriosos.
- Pero…, cielo, tiene que ser el que te guste a ti – declaró con un murmullo.
- Tú dijiste que si te volvieras a casar con papá, ese sería el vestido que elegirías. Por eso lo escojo – sonreí -. Ya que no tengo el que usaste para el día de tu boda, tomaré ese vestido como si lo hubiera sido.
- La verdad es que no sé qué fue de ese vestido – se rió con emoción. Entonces, me miró -. ¿Estás segura de que ese es el vestido que quieres llevar en tu boda? Hoy en día ya no está de moda eso de ponerse el vestido de novia de tu madre – volvió a reír.
- Estoy completamente segura – afirmé -. Estaba en duda entre varios vestidos y ese estaba entre ellos. Tú has hecho que ese vestido se convirtiera en el más especial para mí, por eso es el que más me gusta. Me has ayudado a decidirme, eso es todo – y me encogí de hombros para quitarle importancia.
En un abrir y cerrar de ojos, me vi de nuevo entre sus brazos, que me estrechaban con fuerza.
- Mi pequeña pateadora… - susurró con un nudo en la garganta.
- Mamá, vas a hacerme llorar… - me quejé con otro atasco en la mía.
Se despegó de mí y llevó sus manos a mi rostro para acariciarlo.
- Tengo unas ganas tremendas de verte ese día – manifestó, sonriéndome -. Vas a estar preciosa.
- Bella, tienen que embarcar – habló papá.
- Oh, sí – asintió, mirándole igual que si se hubiese olvidado de la presencia que teníamos alrededor. Luego, dirigió la vista otra vez hacia mí y me dio otro pequeño abrazo -. Pasadlo bien, pero dormid algo, ¿eh? – me cuchicheó en el oído muy bajito con una risilla, como si el resto de vampiros que había alrededor no fueran a escucharlo.
Emmett ya estaba mostrando esa sonrisa socarrona.
- Mamá – le regañé entre dientes con otro murmullo que seguro que también oyeron.
Mi madre se separó de mí, riéndose, y se acercó a Jake para darle otro efusivo abrazo a él.
- Bueno, Jake, pórtate bien, ¿vale?
- Yo siempre me porto bien – rió él, irguiéndose hacia atrás para levantarla del suelo.
Ella se rió y Jacob la dejó sobre terreno firme otra vez.
- Te quiero – le dijo mamá, mientras le daba un cariñoso beso en la mejilla.
- Y yo a ti – contestó él, haciendo lo mismo.
Se despegaron el uno del otro y comenzamos a despedirnos de los demás, aunque esta vez más deprisa, puesto que ya llegábamos tarde al embarque.
- Os habéis olvidado de los anillos que os ha regalado Aro – habló Alice, sacando la cajita de terciopelo azul de su bolsillo.
- No los olvidamos – aclaró Jacob -, es que no los queremos.
- Jacob, sería bueno que los aceptaseis, Aro se sentirá ofendido si no lo hacéis – opinó mi padre -. Ya sé que no vais a usarlos, pero por lo menos podíais guardarlos para aparentar que…
- Yo no tengo que aparentar nada – replicó mi chico, ofendido -. No pienso aceptar nada de esa momia.
El rostro de mi padre se tiñó de preocupación.
- Trae – intervine, cogiéndolos -. Los guardaré, pero sólo para que te quedes más tranquilo.
Jacob resopló con desagrado, pero mi progenitor se relajó.
- Gracias, hija – sonrió papa.
- Bueno, Jacob, ha sido un placer volver a verte – se despidió Eleazar, dándole la mano -. Ya sabéis que nosotros también estamos aquí para cualquier cosa que necesitéis vosotros y tu manada.
- Sí, lo sé – sonrió mi chico -. Lo mismo digo.
Eleazar asintió y le dejó paso a Carmen, a la vez que venía hacia mí para abrazarme.
- Esperamos veros pronto – me dijo.
- Sí, no tardaremos mucho en venir – prometí.
Tanya se estaba despidiendo de Jacob cuando Garrett vino a mí.
- En fin, linda, no dudéis en llamarme si alguna vez os veis envueltos en alguna batalla. Últimamente estoy bastante aburrido - y Kate le lanzó una mirada asesina -. Bueno, me refiero a que, de vez en cuando, un poco de acción está bien, no digo que me aburra – matizó con una risa nerviosa.
- Lo tendremos en cuenta – asentí, riéndome.
Kate y Tanya se acercaron las dos a la vez mientras que Garrett se iba hacia Jacob, seguido de otra mirada amenazante de su pareja.
- Os deseamos un feliz viaje – habló Tanya, cogiéndome de las manos.
- Gracias.
- Ya no os veremos antes, me imagino, así que hasta el día de vuestra boda – me dijo Kate.
¡Ups! El detalle de mi familia de Denali se nos había olvidado por completo. ¿Y ahora qué les decía?
- Ah, sí, claro – ahora era yo la que me reía con nerviosismo -. Hasta… hasta el día de nuestra boda.
Las dos hermanas me sonrieron y ambas me dieron un beso.
Genial. A ver cómo solucionaba esto, porque ahora eran cinco vampiros más que colar en La Push.
Apenas me enteré cuando Louis apareció ante mí con esos ricillos locos moviéndose a todos lados. Agarró también a Jacob y nos dio un abrazo conjunto.
- Bueno, mis metamorfos favoritos, sabéis que siempre tendréis un sitio en París.
- Gracias, Louis – contestó Jacob.
- Carlisle y yo iremos por La Push cuando nos hagamos con esas semillas, para adecuar bien el terreno y ayudaros a plantarlas correctamente – nos anunció -. Bueno, si tú nos das permiso – le dijo a Jake.
- Claro – asintió él.
Monique se acercó a nosotros y nos dio un beso.
El ambiente siguió llenándose de más abrazos y despedidas en un momento, incluso Rose le dio un beso en la mejilla a Jake, eso sí, no sin las respectivas frases:
- Tendré que desinfectarme la boca al llegar a casa – de mi tía.
- Anda, si lo estabas deseando, Barbie – de mi chico.
A Emmett y a Jacob les dio tiempo de gastarse un par de bromas extra y por fin conseguimos terminar con todo ese proceso para recoger la mochila del suelo y dirigirnos a la puerta de embarque.
- ¡Llamad al llegar a casa, por lo menos! – nos pidió mamá a nuestras espaldas.
- Sí – le respondí, diciéndole adiós con la mano.
Me giré hacia delante con Jake, pasamos por el control sin problemas, me despedí con la mano otra vez y nos metimos por el pasillo que daba al avión.

Mientras Jake cumplía su turno de despedida de Seth y le daba las gracias por habernos ido a buscar al aeropuerto, yo abrí la puerta de casa y encendí la luz del vestíbulo. Observé mi preciosa casita y suspiré con alegría.
Saqué mi móvil con prisas y marqué el número de mi madre a toda velocidad.
- Hola, cielo – respondió nada más descolgar.
- Hola, mamá. Ya hemos llegado – le anuncié.
- Genial.
- Oye, no tengo mucho tiempo de hablar, tengo que hacer muchas cosas por aquí, ya sabes, deshacer la maleta y eso – le comuniqué, echando un vistazo atrás para ver si Jacob ya había terminado su conversación con Seth -. Nos vemos mañana, ¿vale?
- Vale – rió ella como si supiese más que yo -. Hasta mañana.
- Hasta mañana – sonreí.
Las dos colgamos y dejé el móvil sobre el taquillón de la entrada.
- Hogar, dulce hogar – murmuró Jacob, abrazándome por detrás y dándome un beso en la sien que me puso todo el vello de punta.
Tiré la mochila al suelo y me di la vuelta para abrazarle.
- Vamos arriba – le dije, arrastrando la maleta hacia dentro con una mano y cerrando la puerta de un pequeño puntapié.
- ¿Ya? ¿No quieres deshacer la maleta primero? – preguntó con una de sus mejores sonrisas torcidas.
- Eso puede esperar – afirmé con ansia, quitándole la camiseta.
Me abalancé hacia él para besarle con pasión, cosa que Jacob correspondió de la misma forma, apretándome contra su cuerpo con verdaderas ganas. La energía ya nos rodeaba por todas partes, mi corazón y el suyo latían a mil por hora y mis mariposas no podían estar más agitadas.
Dejé su boca para que la mía recorriera la línea de su mandíbula e iniciara un descenso hacia su cuello. Lo recorrí fervientemente, tocando su torso de igual modo, mientras los dos jadeábamos sin descanso y sus manos bajaban a la parte inferior de mi jersey. Lo arrastró hacia arriba, estremeciéndome al acariciarme con las dos manos, alcé los brazos y mis labios se despegaron de su garganta para que pudiera sacármelo bien.
Lo tiró en el suelo, junto a su camiseta, y me cogió en brazos para comenzar a subir las escaleras a la vez que nuestras bocas se comían la una a la otra. Ni siquiera encendimos la luz. Jacob me posó en la cama y allí empezamos a dejarnos llevar por esa energía que ya era completamente desenfrenada. Por fin…

No me enteré de que la luz ya entraba por la ventana hasta que mi garganta dejó de gemir, conseguí recuperar el aliento y bajé un poco del cielo; entonces mis dedos aflojaron su pelo y su piel y fue cuando mis párpados se abrieron para mirarle.
Jake estaba entre mis piernas, y yo al amparo de sus fuertes brazos, con su pecho sobre el mío, rozándome. Su frente reposaba en la mía, no se había movido de ahí en ningún momento, nos miramos a los ojos un instante, todavía respirando con agitación, y después llevó sus labios a los míos para besarme con amor y dulzura durante un rato.
Su portentoso cuerpo aún estaba unido al mío, y mis manos se negaban a dejarle ir, no quería separarme de él jamás. Se movían por su tórrida y mojada piel con ahínco, por su húmedo pelo, todo con tal de retenerle. Mi cuerpo seguía palpitando sólo con sentirle dentro y el olor de su sudor me volvía completamente loca, era un afrodisíaco demasiado potente como para poder resistirlo. Mi boca pasó a entrelazarse con la suya con más pasión, buscando su ardiente lengua con ansias. Ésta acompasó a la mía sin poder evitarlo, sin embargo, fue por un corto espacio de tiempo. Jacob consiguió controlarse y despegó sus labios, eso sí, sólo lo justo para que pudieran moverse y hablar.
- Mierda… - se quejó con un murmullo que frotaba mis labios -. Cielo…, tengo que irme a trabajar… – suspiró.
Sus brazos hicieron el amago de incorporarse para separar su cuerpo del mío.
- No, no te vayas… – le detuve, susurrando con fervor a la vez que mis manos lo aferraban.
- Dios, Nessie, sabes que daría un brazo por quedarme aquí contigo – aseguró, encendido -, pero el señor Farrow me matará si llego tarde el primer día después de darme esta semana de vacaciones.
- Sólo será un ratito más… – ronroneé en sus labios, besándole muy despacio.
- Esta es la tercera vez que oigo eso… - bisbiseó con su sonrisa torcida, correspondiendo mis besos.
- Sólo un ratito… - imploré entre suspiros, acariciando su espalda húmeda para llegar a su corto pelo azabache.
Su mirada de fuego se clavó en la mía, que también ardía.
- Nena… - jadeó ya, pasando a besar mi cuello con pasión.
Y mi garganta volvió a gemir cuando empecé a sentir cómo también comenzaba a deslizarse lentamente dentro de mi cuerpo...

El Golf frenó precipitadamente al llegar frente a la puerta del pabellón del instituto.
- Te veo cuando salgas de clase, preciosa – me dijo Jake, incorporándose sobre mí para besarme, sin apagar el motor y con la mano en la palanca de cambios.
Me desabroché el cinturón y me arrimé a él. Nos dimos un beso de apenas tres segundos, aunque apasionado, y me despegué de él con prisas y a regañadientes.
- Hasta luego – me despedí, abriendo la puerta del vehículo.
Cuando saqué una pierna, me di la vuelta para mirarle y terminé arrojándome otra vez a él para darle otro corto y apasionado beso que él correspondió.
- Hasta luego – sonreí al dejar sus labios.
- Venga, vamos, ya llegas tarde – rió, haciéndome gestos con la mano que tenía apoyada en el volante para que saliera del coche de una vez -, y yo también.
- Sí – me uní a su risa. Le di un último beso corto, este normal, y me despegué de él para salir del Golf -. Hasta luego – me despedí, cerrando la puerta.
Miré hacia atrás para decirle adiós con la mano y vi cómo Jacob se reía mientras él también se despedía. Me reí y me giré hacia delante para echar a correr.
En cuanto entré en el edificio, escuché el motor de ese Wolkswagen Rabbit del 86 rugir, saliendo del aparcamiento a toda mecha.
Yo hice lo mismo por los pasillos vacíos del centro, preparándome psicológicamente para la regañina que me esperaría en clase, pero mi rostro se alegró cuando vi al señor Berty hablando con uno de mis compañeros fuera del aula, dándole un sermón a él.
Me metí en clase disimuladamente y el señor Berty ni se dio cuenta. Sonreí con satisfacción, no se podía tener más suerte.
Corrí hacia mi pupitre, saludé a Brenda, la cual me sonrió, y me senté al lado de Helen.
- Por fin – rió -. Ya creí que no venías.
- Bueno, se me ha hecho un poco tarde – admití.
- Pareces muy contenta, ¿te lo has pasado bien en Anchorage? – se fijó.
La razón de mi desbordante alegría no era esa precisamente, pero, ¿qué le iba a decir?
- Sí, no ha estado mal – entonces, me acordé de lo importante -. Por cierto, tengo buenas noticias.
Los ojos de Helen se iluminaron, sin embargo, cuando iba a seguir hablando para contarle lo que Carlisle y Louis habían descubierto, el señor Berty y ese compañero entraron en el aula y todo el mundo se calló.
Tuve que esperar a la hora del almuerzo para contárselo todo, eso sí, solamente pude hacerlo durante el camino hacia la cafetería, el cual hicimos despacio para que me diera tiempo a soltárselo todo, y con Brenda como testigo, pues ella también tenía interés por saber si el problema de su amiga tenía cura.
Helen estuvo apunto de gritar de alegría cuando terminé de contarle toda la parrafada, menos mal que Brenda y yo le paramos a tiempo. No se lo podía creer, aunque también le advertí de que todo el tema de las orquídeas era difícil. Ella se ofreció para ayudarme en el cuidado y mantenimiento de la plantación, junto con Brenda. No me pude negar, sabía que Helen necesitaba hacer eso como agradecimiento, yo hubiera hecho lo mismo, y Brenda también quería ayudarla, así que acepté ambas ofertas.
Antes de llegar a la cafetería, a Helen también le dio tiempo de contarme que Ryam le había llamado esa semana. Al parecer, no se encontraba en Estados Unidos, aunque no quiso decirle dónde se encontraba ni qué era lo que estaba investigando, por seguridad.
Las gemelas nos echaron un buen rapapolvo cuando por fin llegamos a la cafetería.
Después de almorzar, las clases ya pasaron más rápidamente, aunque no todo lo que a mí me hubiese gustado. Ya en la última, mi pie no hacía más que moverse, haciendo que mi rodilla subiera y bajara incesantemente. Hasta que por fin sonó el timbre.
Me levanté la primera de mi silla, haciendo que Helen y Brenda se rieran por mis evidentes ganas de ver a mi chico. Guardé mis cosas en la mochila a toda prisa y sin orden ninguno, y dejé mi pupitre.
Alguien abrió la puerta para salir y el maravilloso efluvio de mi chico llegó a mi nariz como un rayo.
- Hasta mañana, chicas – me despedí, caminando con presteza por el pasillo que quedaba entre las mesas.
- Hasta mañana – rieron ellas.
Salí como una exhalación humana por la puerta y vi a mi chico apoyado en la pared, justo de frente. Su preciosa y blanquísima sonrisa se amplió nada más verme y la mía se contagió. Tiré la mochila a su lado y me lancé a sus brazos para abrazarle. Me levantó del suelo y dio varias vueltas conmigo colgando mientras ambos nos reíamos. Entonces, me bajó y nuestros labios se abalanzaron para besarse.
- Señor Black – interrumpió el señor Greene de pronto, matizando ese apellido con mal humor y haciendo que Jake y yo nos despegásemos automáticamente.
- Ah, hola, señor Greene – le saludó mi chico con una sonrisa un tanto insolente.
- Le he dicho mil veces que si volvía a entrar en mi escuela, llamaría a la policía – volvió a advertirle por enésima vez, bajando tanto sus espesas cejas que prácticamente no se le veían los ojos.
- Sólo venía a buscar a mi chica, señor Greene – intervino Jake en su defensa con esa sonrisa de fingida inocencia que le salía tan bien, a la vez que cogía mi mano.
Esto ya empezaba a ser un ritual. Los demás alumnos ya ni siquiera se paraban para cotillear, pues siempre se trataba de la misma historia.
- Puede esperarle fuera, no tiene por qué entrar en el edificio – repitió, como siempre hacía -. La próxima vez, llamaré a la policía. ¿Me ha entendido?
- Sí, señor – contestó Jake, haciendo el saludo militar con otra sonrisa, esta dicharachera.
El señor Greene expiró todo el aire por la nariz, rechinando los dientes. Cogí la mochila del suelo y tiré de mi novio para salir de allí. Pude escuchar los murmullos malhumorados del director a nuestras espaldas.
- ¿Ves? En el fondo le caigo bien – se rió Jake con satisfacción.
- Si tú lo dices… - mascullé, aunque yo no las tenía todas conmigo.
Cualquier día, el señor Greene cumpliría con sus amenazas.
Salimos del centro y nos encaminamos hacia el Golf rojo. Nos subimos al coche, puse algo de música y Jake arrancó, avanzando por el aparcamiento y alejándonos del instituto.

Esa semana no tardamos en tener noticias de Emmett y Rosalie. A los cuatro días de estar en Australia, ya se habían hecho con una buena cantidad de semillas. Ventajas de ser vampiros, las semillas eran pequeñísimas, pero no para un ojo superior que puede ver hasta las moléculas del aire, por lo que no les costó excesivamente el localizarlas y recolectarlas. Rose las mezcló con unos polvos de maquillaje facial y lo metió con el resto del equipaje de mano. Cuando la bolsa pasó por el escáner, los agentes de policía ni se enteraron. Ya en su casa en Anchorage, mis tíos, con la ayuda de los demás miembros de mi familia, separaron los polvos de las semillas también sin ningún problema.
Así que ese domingo regresamos al aeropuerto para recoger a Carlisle y a Louis, que llegaron con un dossier que explicaba los cuidados de las orquídeas y las condiciones que tenía que tener la plantación.
Helen y Brenda no fueron las únicas que ayudaron, Jake puso a trabajar a algunos miembros de la manada, que fueron los encargados de traer arena de la playa. En menos de media hora, había una montaña de tierra mezclada con arena, en la parte trasera de nuestra casa. Nosotros, los chicos y mis amigas ayudamos a Carlisle y a Louis a extender la mezcla, y poco después esa zona de nuestra preciosa casita se convirtió en un jardín sin flores, una extensión rectangular de tierra llena de montículos donde mi abuelo y su amigo habían plantado las semillas a toda velocidad. Plantaron bastantes más de las necesarias, por si alguna de las plantas no sobrevivía o no llegaba a florecer.
También fue una buena ocasión para que Helen por fin conociera a Carlisle y a Louis. Se quedó realmente impresionada, si bien se notaba el respeto cauto que dos vampiros le provocaban, y se pasó todo el día dándoles las gracias, eso sí. Brenda también se presentó, aunque ésta prefirió mantenerse un poco al margen.
Louis no supuso ningún problema para la manada, venía con Carlisle, el Gran Lobo había dado su consentimiento y habían entrado por el sendero que llevaba a la parte posterior de nuestra casa y que marcaba el nuevo tratado.
Mi abuelo y su amigo cubrieron la plantación con un plástico transparente que iba sujeto en las esquinas mediante unos postes y así fue como terminamos de instalar esa especie de invernadero.
- Bien, acordaros de vigilar la temperatura y la humedad de la plantación – nos recordó Carlisle a Helen, Brenda y a mí, pasándome un aparato que medía todas estas cosas.
- Sí – asentí.
- No tendréis que prestarles demasiada atención – siguió Louis -, ya que estas orquídeas crecen en estado salvaje y no necesitan de más cuidados especiales.
- ¿Y por eso nos dais este ladrillo? – ironizó Jake, alzando el dossier.
- Eso es por si tuvierais algún problema – se defendió mi abuelo -. Me refiero a posibles enfermedades de las plantas, parásitos, plagas, etcétera. Solamente es una guía para indicaros qué hacer en tales casos.
- Menos mal que no había que prestarles mucha atención – chistó mi chico.
- Con media o una hora que les dediquéis al día será suficiente – intervino Louis, sonriendo.
- Lo haremos – afirmé, cogiéndole el dossier a Jacob.
- Sé que lo haréis muy bien – asintió Carlisle  -. Bueno, nosotros nos vamos – anunció.
- ¿Ya? ¿No os quedáis a… cenar?
Era una forma de hablar, por supuesto, pero lo dije para que se quedasen un poco más de tiempo.
Mi abuelo sonrió.
- No, nuestro vuelo sale dentro de media hora. Mañana tengo que trabajar.
- ¿Media hora? No vais a llegar a tiempo – le advirtió Helen.
- No te preocupes, llegarán – declaró Seth, riéndose.
- En fin, gracias por todo – le dije, abrazándole -. Llamadnos cuando lleguéis.
- Lo haremos – contestó, dándome un cariñoso beso en la frente.
El jardín de nuestra casa se llenó de despedidas entre mi abuelo, Louis, los chicos de la manada, mis amigas, Jacob y yo, hasta que los dos vampiros se dieron la vuelta y se marcharon por el sendero a la velocidad de la luz.
- Bueno, ¿qué os parece una barbacoa aquí y ahora? – propuso Jake con una enorme sonrisa.
- Eso ni se pregunta – exclamó Shubael, frotándose el estomago.
- ¡Yo estoy muerto de hambre! – siguió Isaac.
- Pues, venga, ayudadme con esto – y Jacob y los chicos se dirigieron al garaje para coger la barbacoa y las mesas.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!

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