= LIBRO UNO =
RENESMEE
Las fiestas no entraban en mi concepto de estar alerta y vigilantes, sin embargo, Jacob insistió en que nos vendría bien un poco de diversión y, además, como era en La Push, rodeados de enormes chicos lobo, sabíamos que no iba a haber ningún peligro.
La verdad es que necesitaba un poco de distracción, estas últimas semanas no había hecho más que pensar en el séquito de vampiros que querían llevarse a Jacob con sus jaulas y cadenas, en la visita cada vez más cercana de los Vulturis, en el licántropo que me acosaba y que seguía por los alrededores matando a gente inocente sin que pudiéramos hacer nada… Sí, definitivamente, un poco de diversión me vendría bien, de todas formas, tampoco hacíamos nada quedándonos en casa.
Con veinticuatro lobos gigantes, no había sitio más seguro en el mundo que La Push, y eso también lo sabía mi padre, por lo que accedió sin problemas a que fuéramos a la fiesta. Eso sí, con un toque de queda que a él le pareció el más apropiado, pero que a nosotros nos fastidió un poco.
La cafetería estaba atestada, como siempre. Helen y yo tuvimos que estar un rato en la cola hasta llegar a la comida. Cuando por fin llenamos nuestras bandejas, nos sentamos en la mesa de siempre, con el resto de las chicas.
Lo primero que hice, como llevaba haciendo últimamente, fue mirar a la persona que tenía enfrente. Brenda seguía decaída, otro día más; el tema ya empezaba a preocuparme de verdad.
- Tim Morrey me ha invitado al baile de fin de curso – anunció Alison, toda emocionada.
La mesa se revolucionó en un jolgorio de voces y risas, ya que Alison llevaba bastante tiempo detrás de ese chico. Todas, excepto Brenda. Ésta se limitó a sonreír sin ganas.
- ¿Tan pronto? – inquirió Helen con entusiasmo.
- Bueno, es treinta de marzo. Hasta el veinticinco de junio quedan tres meses, tampoco es tanto – rebatí con ironía.
- Muy graciosa – contestó Alison con retintín.
Nos reímos durante unos segundos. Otra vez todas, menos Brenda.
- Yo creo que a mí me va a invitar Justin Musset – declaró Helen con sus ojos dorados falsos mirando con picardía a la mesa de la ventana, donde estaba el mencionado -, aunque no me quiero hacer ilusiones, por si acaso.
Irremediablemente, todas giramos las cabezas hacia allí. El chico era mono, tenía una larga melena negra lisa y vestía todo de negro, más al estilo heavy, que al gótico de Helen, pero aún así…
- Te pega – afirmé, siguiendo mis pensamientos -. Además, es bastante guapo.
Justin y sus amigos se dieron cuenta de nuestro repaso y juicio y nos sonrieron. Volvimos las cabezas ipso facto y nos reímos.
- Sí, a mí también me lo parece – manifestó ella -. Pero por eso no me quiero emocionar todavía. Es pronto.
- Pues yo creo que le gustas – atestigüé; acto seguido, le di un sorbo a mi refresco.
- No quiero emocionarme – repitió, comiéndose una patata.
- A mí me lo va a pedir Kevin Carroll, me lo han dicho sus amigos – confesó Jennifer, algo ruborizada.
- Vaya, qué calladito te lo tenías – le amonesté en broma, tirándole una miga de pan.
Me sonrió con una mueca y me respondió lanzándome un trozo más grande.
- A mí ni siquiera me miran – me quejé.
- Por supuesto que te miran, eso te lo aseguro – garantizó mi compañera de pupitre -. Lo que pasa es que también miran a tu pedazo de novio y ninguno se atreve siquiera a acercarse a ti.
- Eso es verdad – sonreí.
- ¿Vas a ir al baile con Jacob? – me preguntó Jennifer.
- ¿Puede venir?
- Claro, si paga la entrada – me confirmó.
- No sé. Él tiene veintiún años y yo… diecisiete – tuve que pensar mi edad, debido a que había vuelto a desarrollar otro poco y ya era más mayor -. A lo mejor nos ponen algún impedimento, como yo todavía soy menor de edad. Y tampoco sé si le apetecerá venir a un baile de instituto.
Mentí sobre su edad para que no hubiera tanta diferencia entre nuestros años, ya que se suponía que yo tenía que tener diecisiete. Si decía que Jacob en realidad tenía veintitrés, ya eran seis años de diferencia. En cambio, así, eran cuatro años los que me llevaba, lo cual no dejaba de ser verdad, porque yo realmente ya debía de tener como unos veinte. Aunque Jacob aparentaba unos veinticinco…
Pusieron una cara un poco rara, pero se lo tragaron.
- Sí, es cierto – ratificó ella -. No creo que al director le hiciera mucha gracia, os tendría vigilados todo el baile.
- ¿Y a ti, Brenda? ¿Te lo ha pedido alguien? – interrogó Alison.
Las cuatro miramos a la aludida con expectación, aunque he de admitir que yo, además, con esperanza.
- Sí, un par de chicos – respondió, desvaída.
- ¿Quién? – inquirí, fingiendo entusiasmo para ver si ella se animaba un poco.
- No sé cómo se llaman – contestó, encogiendo aún más sus caídos hombros.
- ¿Y son guapos? – seguí con mi táctica.
- No sé, no me he fijado – continuó ella con su poco ánimo.
Las miradas de mis amigas oscilaban de unas a otras con preocupación.
Sí, Brenda estaba hecha polvo. Jacob era su chico ideal y se había dado cuenta, por fin, de que no tenía nada que hacer porque estaba enamorado – e imprimado - de mí. Y encima, yo se lo había restregado por la cara durante semanas. Empecé a sentirme una persona horrible y cruel. Yo era la culpable de su tristeza.
Sin embargo, ¿qué podía hacer? Yo no podía evitar besarle cuando lo veía a la salida de clase después de tantas horas sin estar a su lado. Si supiera que ambos estábamos imprimados, sabría que nos era imposible no abrazarnos o besarnos. Tendría que aceptarlo tarde o temprano. No obstante, verla así, tan decaída, me rompía el corazón. Como no conociera a otro chico como Jacob…
Entonces, mi cabeza se iluminó como una lámpara. La fiesta en La Push. Allí había chicos altos y musculosos, estilo Jacob, por un tubo. Alguno le tendría que gustar, ¿no? Desde luego, no eran tan guapos como él, o eso me parecía a mí, claro, pero…
- ¿Te han vuelto a dar la noche libre, Brenda? – le pregunté.
- ¿Eh? – salió de su nube -. Ah, sí.
- Esta noche Jacob y yo vamos a una fiesta en La Push, ¿te apetece venir?
Las tres cabezas de mis amigas se giraron hacia mí, estupefactas.
El rostro de Helen se desfiguró con una mueca y empezó a negar levemente, advirtiéndome. La ignoré.
- No sé… - respondió con decaimiento.
- Venga, será divertido – la animé -. Habrá una hoguera, comida, música, chicos… - recalqué -. Lo pasaremos bien.
- No sé… - repitió.
Esto no iba bien. Tendría que usar mi última arma, muy a mi pesar.
- Jacob me ha preguntado si ibas a venir – mentí, haciéndome la tonta -. Creo que quiere presentarte a alguno de sus amigos.
Su rostro se llenó de luz en un latido de corazón.
- ¿Jacob te ha preguntado eso?
Suspiré para mis adentros, casi empezaba a arrepentirme de esto.
Helen se metió una patata en la boca mientras miraba hacia otro lado, dándome a entender que ella ya me lo había advertido y que no quería saber nada.
- Sí, quiere presentarte a alguno de sus amigos – reiteré.
- ¿A qué hora quedamos?
Sí, ya me estaba arrepintiendo…
- ¿Seguro que esta es su casa? – protestó Jacob.
- Sí. Mira, ya sale.
- Ya era hora – resopló.
Brenda cerró la puerta de su casa y se acercó al coche con diligencia. Saludó a Jacob con la mano desde el otro lado del parabrisas cuando pasó por delante del Golf, y éste asintió con una sonrisa forzada, todavía estaba irritado por tenernos esperando quince minutos.
- Pórtate bien, ¿vale? – le advertí antes de que él abriera la manilla -. La pobre está pasando por una mala racha.
- Sí, sí, ya me lo has dicho – suspiró, y abrió la puerta.
- Hola, Jacob – saludó con efusividad, asomando la cabeza por el hueco antes de que a él le diera tiempo a salir.
- Hola – respondimos los dos, yo con un tono más alto de la cuenta para que me oyera bien.
Jake salió del coche, echó su asiento hacia delante y mi amiga se subió, sentándose en la parte trasera del Golf.
Mi novio volvió a montarse, puso en marcha el motor y empezamos a avanzar por la calzada estrecha hasta que salimos a la carretera de Forks.
- Perdonad si os he hecho esperar un poco.
- ¿Un poco? – se quejó Jacob con un cuchicheo.
Le di un pequeño codazo como regañina.
- No importa, tampoco tenemos… – antes de que terminara la frase, el coche aceleró y todo empezó a pasar a nuestro lado a gran velocidad - …prisa. ¿Verdad, Jake? – le insinué con intención.
- No, claro – aceptó a regañadientes.
El pie de Jacob se levantó un poco del acelerador y las pocas casas que quedaban del pueblo pasaron más despacio, aunque no mucho más.
Seguimos por la carretera de La Push, hasta que llegamos a nuestro destino sin problema. Por supuesto, Brenda se pasó todo el viaje insinuándose y haciéndole preguntas tontas a Jacob, hubo un momento en el que estuve a punto de dejarla en el arcén, pero me contuve. Todo fuera por no verla en ese estado vegetal por más tiempo. Recé para que le gustase alguno de los chicos quileute, o por lo menos que se divirtiera, tal vez así se animaba un poco.
Jacob aparcó cerca del espigón y nos bajamos del coche para encaminarnos a la playa de First Beach, donde ya se encontraban todos; se podía ver la hoguera y escuchar la música desde allí.
Por el camino, se nos cruzó un perro callejero y Brenda pegó un brinco, asustada, escondiéndose detrás de Jacob. Y eso que era mediano.
- ¿Qué pasa, no te gustan los perros? – le pregunté, al ver su reacción.
- No. Me dan un poco de repelús, la verdad – confesó.
Era un tanto paradójico. La traía aquí, donde todos los chicos con los que íbamos a estar se convertían en enormes lobos, si ella lo supiera... Jake también se dio cuenta de esto y se empezó a carcajear, contagiándome la risa.
- ¿Qué pasa? – quiso saber ella.
- No, nada – le dije, aguantándome todo lo que pude.
Jake me cogió de la mano y seguimos caminando hasta que llegamos a la arena. Brenda me agarró del otro brazo, separándome de él, disimulando una conversación que no tenía sentido alguno. Siempre evitaba que mis amigas me tocaran, para que no notaran la alta temperatura de mi piel, y siempre estaba atenta, pero en esta ocasión, me pilló totalmente desprevenida. Suspiré aliviada cuando me di cuenta de que llevaba la cazadora y ella no me tocaba. Nos descalzamos, dejamos el calzado en el mismo sitio que el resto y nos adentramos en la playa, en dirección a la hoguera verde azulada.
Brenda se aferraba a mi brazo como si fuera amiga mía de toda la vida, todo con tal de alejarme de Jake. Suspiré para mis adentros, esta vez cansada. Sí, definitivamente, me estaba arrepintiendo de esto. Empecé a dar por sentado que traerla a la fiesta para que conociera a otros chicos era la mayor estupidez de mi vida, porque lo único a lo que se iba a dedicar era a apartarme del mío.
Giré la cabeza hacia atrás y miré con cara de arrepentimiento a Jacob, que caminaba solo detrás de nosotras, con las manos en los bolsillos de su pantalón corto. Me dedicó una sonrisa de venganza.
Entonces, Brenda se paró de repente y tuve que frenar en seco para no caerme de morros en la arena.
- Brenda, casi me caigo – protesté.
No me hizo ni caso. Se quedó asombrada, mirando algo con la boca abierta y una sonrisa que se le iba a salir de la cara.
Miré en su dirección y me quedé patidifusa. Jacob se puso a mi lado a observar lo mismo que veían mis ojos.
- Se llama Seth – le informé, asiéndome a la mano de Jake con esperanzas.
- ¿Seth? – su sonrisa se amplió todavía más.
El mencionado estaba jugando con un balón de fútbol americano en la orilla, con Rephael y Cheran. Los tres iban sin camiseta, sin embargo, por alguna razón, en el que más se fijó fue en Seth. En cuanto Brenda vio sus músculos, ya no hubo más que decir. Me di cuenta del por qué enseguida. Bien mirado, se podría decir que Seth tenía un aire a Jacob, aunque no fuera tan guapo y fuerte como él, claro, al menos para mí, de ahí que fuera el que más le gustase de todos los que allí estaban. ¿Su chico ideal también podría ser Seth?
- ¡Eh, Jacob! – nos llamó Sam desde la hoguera, haciéndonos gestos para que nos acercáramos.
Paul levantó el brazo, enseñándonos un perrito caliente.
- ¿No tenéis hambre? Porque yo estoy muerto – afirmó Jake, tirando de mí para que iniciásemos la caminata.
Mi amiga se unió a nuestra marcha hacia la hoguera, encantada, sin dejar de echar miraditas en dirección a Seth. Ya no me agarraba ni me comentaba temas absurdos, en realidad, ni siquiera hablaba.
- ¿Cómo va eso? – nos saludó Shubael -. Eh, Nessie, estás muy guapa esta noche – me dijo, dándome un beso en la mano.
- Gracias, tú siempre tan cumplidor – me reí.
- Sí, demasiado, diría yo – resopló Jake.
- ¿Quién es tu amiga? – quiso saber.
- Me llamo Brenda – contestó ella, toda sonriente.
- Encantado, yo soy Shubael – se presentó, besando también su mano.
- Y yo Isaac – se interpuso éste, quitando a su amigo para hacer lo mismo.
Los dos quileute se enzarzaron en un forcejeo para hablar con Brenda.
- Dejadlo ya, ¿queréis? – intervino Emily -. Va a pensar que nunca habéis visto a una chica.
- Siempre intentando ligar – se mofó Rachel.
Brenda se rió, halagada por todo el teatro. A ella se la notaba en su salsa. Mis esperanzas aumentaban cada vez más.
- Bueno, te voy a presentar al resto – enuncié. Conforme iba pronunciando sus nombres, iban asintiendo con la cabeza -. Estos son Sam y Emily, Paul y Rachel, Jared y Kim, Brady y Ruth, Canaan y Sarah, Daniel y Martha, Jeremiah y Jemima, Aaron y Eve – tomé aire para seguir -, Quil, Embry, Collin, Matthew, Abel, Leah y… - miré al novio de ésta -, lo siento, no sé tu nombre.
- Simon – me contestó con una sonrisa nívea.
Tenía que reconocerle el gusto a Leah, era bastante guapo. Su melena lisa y negra caía justo sobre sus hombros, tenía unos ojos de color castaño que brillaban alegres y, por su sonrisa sincera, parecía agradable y simpático.
- Bueno, de paso, encantada – le dije, correspondiendo esa sonrisa.
- Lo mismo digo – nos contestó a las dos.
Mi amiga saludó con un encantada general y nos sentamos en uno de los troncos blanquecinos que habían puesto de asientos. Jacob nos pasó unos perritos y se sentó a mi lado.
- ¿Todos los chicos de aquí son así de grandes? – me preguntó Brenda con un cuchicheo, mirándolos con asombro.
- Pues como ves, sí – me reí.
- ¿Qué les dan de comer? – se rió ella también.
- Será esto - levanté mi perrito y nos reímos más -. Comen como limas, ya lo verás.
- Es mucha gente, no sé si me acordaré del nombre de todos – manifestó.
Y eso que faltaban Michael, Nathan, Ivah y Thomas, que estaban de vigilancia por los alrededores.
- No te preocupes, ya te los aprenderás.
- ¿Y los tres que están jugando en la orilla? Me dijiste que aquel de allí se llama Seth, ¿no? – intentó hacerse la tonta, pero se le notaba a leguas.
- Sí – sonreí. Luego, señalé con el dedo a los otros dos -. Ese es Rephael y el otro Cheran.
- Ah – se comió un bocadito del perrito para disimular y siguió hablando -. ¿Y no van a venir a comer nada?
Como siempre en Brenda, se notaba que ese van en realidad era un va, en singular.
- Me imagino que sí.
- Ah – y se volvió a comer un trocito de comida sin dejar de mirar a la orilla.
- ¿Cómo va la cosa? – me bisbiseó Jake al oído, poniéndome todo el vello de punta -. ¿Se lo está pasando bien?
- De momento, parece que sí. Oye, ¿por qué no llamas a Seth y a los otros para que vengan? – se me ocurrió.
- ¿Para qué? Si están jugando, será porque no tienen mucha hambre. Ya vendrán.
- ¿Tengo que explicártelo todo? – le insinué, señalando a Brenda con un ligero movimiento de cabeza.
- Ah, claro.
Jacob pegó un elevado silbido, metiendo lo dedos en la boca, y les hizo una seña para que vinieran.
- Qué discreto… - le eché en cara con ironía.
- ¿Y cómo quieres que les llame? – refunfuñó.
- No sé, vosotros tenéis muy buen oído, ¿no? – le contesté -. Podías haber usado otro método, no hacía falta que se enterase toda la tribu.
- Vale, vale, no me di cuenta – reconoció a regañadientes.
Entonces, a medida que los tres chicos se acercaban, me percaté de algo en lo que no había pensado.
- ¿Crees que saldrá bien? – le bisbiseé -. A lo mejor a Seth no le gusta Brenda.
- Yo diría más bien todo lo contrario, mira eso – aseguró Jacob, enarcando las cejas con asombro.
- ¿Qué pasa? – quise saber, girando el rostro para mirar.
Se hizo un silencio en el que solamente se escuchaba la música del radiocasete que había sobre la arena.
El perrito casi se me cae al suelo cuando vi a Seth. Estaba plantado a dos metros de Brenda, boquiabierto, con sus ojos de chocolate clavados en ella, mirándola maravillado y pasmado, como si acabase de encontrar un tesoro.
Brenda le sonrió, para mi asombro tímidamente y ruborizada, y él le correspondió la sonrisa con otra deslumbrante.
- No me lo puedo creer – le murmuré a Jacob, moviendo las pestañas sin parar -. No me digas que Seth…
- Sí, se acaba de imprimar de tu amiga – me corroboró él, riéndose.
A mí no me hacía tanta gracia. Esto no entraba dentro de mis planes. Había traído a Brenda para levantarle el ánimo, para que conociera a otros chicos, bueno, y tenía que reconocer que también para que se olvidase de mi Jacob de una vez, pero esto de que uno de esos chicos se imprimara de ella…
Ahora el que me preocupaba era Seth. ¿Y si para ella era sólo un pasatiempo? Porque tratándose de ella…
Leah parecía tan sorprendida y cauta como yo, estudiaba la nueva e imprevista situación con sumo interés.
Hubo un carraspeo generalizado y la hoguera se llenó de murmullos de conversaciones otra vez, como si no pasara nada. Jake les hizo una señal a Cheran y Rephael para que siguieran a lo suyo, cosa que hicieron al ver la situación.
- ¡Otro más! – exclamó Isaac, irritado.
- Nada, tío – resopló Shubael -. Ya no hay nada que hacer.
- Mejor nos retiramos – suspiró el primero.
Los dos quileutes se apartaron, dejándole paso a Seth.
- Hola, me llamo Seth, ¿y tú? – le preguntó, exultante.
- Brenda - le respondió ésta con timidez.
No me lo podía creer. ¡Brenda colorada!
- Brenda… - repitió él con un murmullo, fascinado.
Jacob y yo le dimos otro bocado a nuestros perritos, mirándoles de reojo con interés.
- ¿Te sientas ahí conmigo? – le propuso Seth sin cortarse un pelo, señalando un tronco un poco más alejado -. Me gustaría conocerte mejor.
Jacob volvió a levantar las cejas sin creérselo.
- Sí, claro – consintió ella, encantada.
Los ojos se le iban a salir de su sitio, de tanto fijarse en él.
Brenda se levantó sin pensárselo dos veces y se fue con Seth sin ni siquiera mirarme, ya tenía bastante con el torso aún desnudo de él.
- Hey, cuñado, pásame ese perrito, anda – pidió Paul, indicando con el dedo el último que quedaba.
- No me llames cuñado, ¿quieres? – protestó Jacob.
Agarró el perrito y se lo lanzó con malas formas. Paul se levantó y lo cogió en el aire con la boca.
- No hagáis el tonto, por favor – se quejó Rachel.
- Pareces un mono de circo – se carcajeó Jacob con malicia.
- Muy gracioso – le contestó Paul con la boca llena.
- ¡Paul, por favor! – gimió Rachel con una mueca.
- Sí, cielito1 – le dijo, dándole un beso en la mejilla.
- ¿Cielito? – se burló Jake.
- Es que se me ha pegado algo de México – se excusó, dándole otro enorme mordisco a su perrito.
- Dios, mejor se te hubieran pegado algunos modales a la mesa – masculló Jacob con cara de asco -. Te estoy viendo hasta las amígdalas.
Paul abrió más la boca, enseñándole lo que había masticado.
- Eres un cerdo, tío – se rió mi novio con la misma cara.
- ¡Paul! – volvió a regañarle Rachel, pegándole un manotazo en el brazo -. ¡Y tú Jacob, deja de pincharle! ¡Siempre estáis igual, parecéis críos!
Jake se carcajeó y cogió una cerveza sin alcohol del bidón con hielo en el que estaban.
- ¿Quieres, cielito? – me ofreció, burlándose de Paul.
- ¡Jacob! – le riñó su hermana.
- Vale, vale – se rindió sin dejar de reírse, después se aclaró la voz y se dirigió a mí -. En serio, ¿quieres una o prefieres un refresco de limón?
- Sí, una cerveza está bien – acepté.
Agarró otra lata, la abrió, me la dio y se sentó a mi lado. Me pasó el brazo por los hombros y me acurruqué bien pegada a él. Comenzó a pasarme los dedos por el pelo y a acariciarme la cabeza, estaba tan a gusto, que solamente me faltaba ronronear.
Le di unos cuantos tragos a la cerveza y me puse a escuchar la conversación que mantenían todos sobre el turno de ese día. Me extrañó que hablaran de eso delante de Simon. Creía que no sabía nada del tema, pero luego Jacob me explicó al oído que había dejado que Leah se lo contara todo. Después de todo, él se lo había contado a mi madre y no le parecía mal que Leah hiciera lo mismo si ella lo creía conveniente. Además, se fiaba de ella y de su criterio.
1 N. de la A. Lo dice en español.
Lo pensé detenidamente durante un instante. La propia Leah había sufrido en sus carnes lo que era no saber nada y sentirse engañada cuando Sam empezó con las transformaciones y desaparecía sin dar explicaciones. Supuse que ella no quería hacerle eso a su pareja, lo cual me pareció totalmente comprensible.
- Vamos a jugar un poco, ¿alguien se apunta? – propuso Quil junto a Embry, con el balón de fútbol americano en las manos.
Algunos de los chicos ya estaban esperando en la orilla.
- Sí, ¿por qué no? – aceptó Paul.
- Tengo ganas de machacar a alguien – asintió Sam, levantándose y estirándose.
- Hoy no te vas a librar – le dijo Jeremiah a Canaan, dándole un golpe en el brazo.
- Eso ya lo veremos – le contestó éste.
- Apuesto diez pavos por Jeremiah – retó Jared.
- Yo por Canaan – jugó Matthew.
- Hecho – los dos chocaron las manos por el camino.
Los troncos de la hoguera empezaron a quedarse más vacíos a medida que los metamorfos se iban hacia la orilla en forma de media luna. Hasta Simon se marchó con ellos, aunque sólo para hacer de árbitro, ya que no se atrevía a jugar con esos enormes y fuertes chicos que podían machacarle con un simple golpe.
- ¿Y tú, Jake? – inquirió Quil.
- No, gracias. Estoy muy bien aquí – le respondió, todo sonriente, apretando su abrazo.
Sabía que eso era verdad, pero sus pupilas negras no podían engañarme. Tenían ese brillo competitivo que tienen todos los hombres cuando se trata de disputar algún partido.
- Vete, si quieres – le animé -. No seas tonto y pásatelo bien con los chicos, a mí no me importa.
- Me lo paso mejor contigo – rebatió -. Además, no quiero dejarte sola.
- ¿Y nosotras qué somos? ¿Monigotes? – se quejó Sarah.
- Ve a jugar, estaré muy bien con las chicas – le exhorté con una sonrisa sincera.
- Sí, déjala en nuestras manos – intervino Eve.
- ¿De verdad? ¿No te importa? – se aseguró, mirándome a los ojos para verificarlo.
- Sí, no te preocupes. Así charlaré un poco con ellas de nuestras cosas.
- ¿Qué cosas? – preguntó con curiosidad.
- Cosas de chicas lobo – le respondí con una sonrisa más amplia.
- ¿Quieres irte ya y dejárnosla un rato? – bufó Rachel.
- Vale, vale – accedió finalmente -. Bueno, preciosa, vendré enseguida – prometió, para posar después sus labios sobre los míos.
No sé qué me pasó, pero, de una forma repentina y acalorada, mi boca empezó a buscar la suya con bastante más ansiedad que normalmente, sin poder resistirme. Sentí un impulso y una atracción tan fuerte como la que sentía con la tentación de su deliciosa sangre. Mis manos se aferraron a su camiseta con avaricia, parecía que tuvieran síndrome de abstinencia. Hubo una serie de carraspeos cuando no éramos capaces de despegarnos.
Jacob tuvo más voluntad que yo y al final consiguió separar sus labios.
- ¿De verdad quieres que me vaya? – me susurró.
Tuve que tomar aire para centrarme de nuevo y poder hablar. ¿Qué me había pasado? Además, tenía un calor horrible, parecía que tuviera fiebre.
- Sí, sí – tragué saliva para recuperarme del todo -. Pásatelo bien.
- Vale – sonrió.
Me dio un beso corto – en el que mi cara se fue ella sola un poco hacia delante para que mis labios intentaran retener a los suyos, aunque sin éxito –, se puso en pie y se alejó con Quil y Embry hacia la orilla.
Me quité la cazadora y me puse la lata fría en las mejillas. Las chicas me miraban y se reían con unas risitas tontas. Era lo que me faltaba. Si no fuera porque mi cara ya parecía un fogón, se hubiera notado mi enorme vergüenza. ¿Por qué había hecho eso?
La hoguera se convirtió en un corrillo enseguida.
- ¿Cómo es la chica de la que se acaba de imprimar mi hermano? – quiso saber Leah, observándoles con interés.
- Pues, es… - todas se quedaron mirándome, expectantes, mientras pensaba lo que iba a decir -, mi amiga, ¿qué puedo decir? – me reí.
Eso, ¿qué iba a decir? ¿Que era una descarada y que le gustaba flirtear con los chicos? Desde luego, si yo fuera la hermana de Seth, no me gustaría escuchar eso.
- Bueno, supongo que si Seth se ha imprimado de ella, será una buena chica – afirmó ella.
Lo único que se me ocurrió en ese momento fue sonreír.
Mientras ellas seguían conversando, eché un vistazo a la orilla para ver cómo jugaban Jacob y sus hermanos. Se me escapó una risilla al verles tirándose unos encima de otros con tal de conseguir el balón, estaban todos empapados y rebozados en arena.
Mi enorme calor se fue tan súbitamente como vino, así que me puse la cazadora otra vez y le di unos tragos a mi cerveza ahora caliente.
- ¿Qué vas a hacer ahora, Nessie? – me preguntó Jemima.
- ¿Cómo? – no la entendí.
- Brenda va contigo al instituto, ¿no? – siguió Sarah -. ¿Qué vas a hacer cuando se entere de todo? ¿Cómo crees que se lo tomará?
¿Enterarse de todo?
- ¿Por qué se iba a enterar? – cuestioné, sonriendo con tranquilidad.
- Los imprimados no le guardan ningún secreto a sus parejas, ya lo sabes – manifestó Eve.
- ¿Parejas? Bueno, Seth y Brenda solamente se están conociendo – alegué.
- Sí, parece que se están conociendo bastante bien – se rió Emily, secundada por las demás, mientras señalaba con la cabeza en dirección a Seth y Brenda.
Mi mandíbula se quedó colgando cuando giré el rostro y vi a Brenda besándose con Seth.
- Ha caído como una mosca – dijo Martha, riéndose.
- No… no puede ser… - mascullé.
- Yo también caí el primer día – reconoció Ruth -. En La Push, estos flechazos con los imprimados son bastante habituales.
- Sí, menos Jacob y Nessie, que tardaron lo suyo – se burló Emily.
- Muy graciosa – repliqué con retintín -. No os riáis, esto es muy serio. Ahora Seth se lo contará todo, ¿sabéis lo que significa eso? Que también se enterará de que soy lo que soy – me lamenté en voz alta con una mueca de dolor.
- Tal vez si Jake habla con Seth… - intervino Leah -. Aunque no te garantizo nada, para un imprimado es casi imposible no contárselo todo, bueno, tú lo sabes mejor que nadie.
Sí, lo sabía muy bien. Jacob y yo no nos ocultábamos nada, no había secretos entre nosotros. Era imposible.
Otra duda inundó mi mente. ¿Y si para Brenda era un simple ligue de una noche? Aún así, Seth ya no podría alejarse de ella, con lo cual seguirían viéndose como amigos o algo y se lo acabaría contando igual, seguro. Sí, ella se iba a enterar de todas, todas. Y para encima, ahora también me preocupaba Seth.
¿Por qué todo me pasaba a mí? ¿Se podía tener más mala suerte? ¿Qué iba a hacer cuando ella se enterase de todo? ¿Cómo se lo tomaría? Lo más seguro es que saliera espantada. A lo mejor tenía que dejar el instituto si ella no lo aceptaba o me cogía miedo. A lo mejor se lo contaba a alguien. Otro problema más que añadir a mi lista de preocupaciones. ¿Por qué la habría traído a la fiesta?
Me mordí el labio, temerosa y dubitativa, mientras observaba la estampa de aquellos dos y pensaba en las diferentes posibilidades que se me presentaban a partir de ahora.
Jacob, Sam y Paul vinieron trotando y bromeando hasta la hoguera.
- Vaya – exclamó Jake, alucinado, cuando vio a la nueva pareja.
- Sí, definitivamente, Seth es más listo que tú – se mofó Sam.
- Qué simpático – le contestó él con ironía.
Se acercó a mí, me dio un beso y se sentó a mi lado.
- Estás empapado – le dije con una sonrisa, acicalándole el pelo.
Jacob se quitó la camiseta, la escurrió, la sacudió bien y la extendió a su lado, sobre la madera blanquecina.
- Bah, esto seca pronto – y me pasó su brazo calentito y ya seco por los hombros -. Menuda suerte, ¿eh? Traes a Brenda y Seth se imprima de ella. Y encima, él triunfa a la primera, hay que ver...
- Tienes que hablar con Seth – le imploré, mordiéndome el labio de nuevo.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa? – interrogó, preocupado, al ver mi rostro.
- Mi secreto corre peligro.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Genial...me encanto el capi estubo super bueno alta fiesta en la Push...y los problemas de Nessi ban aumentando pobre!!!!jejeje...Saludos desde Argentina....FLOR
ResponderEliminarquiero que jake y nessie es ten juntos :(
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