Concurso de Fanfics

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El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
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Blend al mejor escritor de fics
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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sábado, 7 de mayo de 2011

CUANDO UN VAMPIRO SE PONE PESADO, NO HAY QUIEN SE LO QUITE DE ENCIMA, DE VERAS [DESPERTAR]

= LIBRO DOS =
JACOB




El camino cada vez se hacía más duro, no sólo por el paso tan estrecho que dejaban los apretujados y amontonados árboles por el que mi manada y yo casi no cabíamos, sino porque los pinchazos que perforaban mi estómago me atacaban con más frecuencia y ya eran insoportables.
El odio y la rabia, la desesperación y la angustia, estaban haciendo mella en mí. La incertidumbre de no saber si Nessie estaría bien o no y de no poder hacer nada para remediarlo me estaban volviendo loco.
Miré por enésima vez a la luna llena que reinaba en el cielo completamente despejado para cerciorarme de la hora. Ojalá mi cabeza también lo estuviera. La media noche ya estaba cada vez más cerca y eso incrementaba mi nerviosismo.
Intenté concentrarme solamente en la simple acción de esquivar los troncos y las pesadas ramas de los árboles para aligerar mis refritos sesos, pero escuché un zumbido casi sordo a mi derecha y mi cabeza se giró súbitamente y automáticamente, a la defensiva.
- Perdona, ¿te he asustado? – se disculpó Eleazar.
Un poco, la verdad.
Mierda. Si él no podía oírme.
Le hice un gesto con la cabeza para que no le diera importancia y siguiera su camino, lo que pasa es que no se piró. Se quedó caminando a mi lado, mirándome de reojo con aquella molesta expresión en la cara y unos ojos llenos de preguntas.
Ya estábamos otra vez con esa estupidez de mi don espiritual.
El vampiro adivinador se llevó la mano cerrada a la boca y su carraspeo ya fue todo un interrogatorio.
No, vamos, date el piro…
- Debe ser difícil liderar a veintitrés lobos – empezó a hablar, para mi desgracia -. Y más con esa telepatía de la que gozáis, que sin duda tiene que ser muy incómoda algunas veces. Aunque ya me ha dicho Edward que tú eres el único que puedes desconectarte del resto cuando te apetece – me miró para ver si yo le indicaba algo, cosa que no hice, y volvió a carraspear -. Bella y Edward me han contado la historia y algunas de las leyendas de tu tribu. Me han parecido muy interesantes.
Resoplé.
No me apetecía nada charlar, pero iba a ser la única manera de quitármelo de encima. Cuanto antes le contestara a lo que quería saber, antes me dejaría tranquilo. Así que me desvié del camino, dejándole con la siguiente palabra en la boca, cambié de fase detrás de uno de los tantos árboles y regresé para caminar a su lado, a dos piernas.
- Sé que quieres preguntarme algo, así que, venga, desembucha ya – le insté nada más llegar.
Eleazar se rió entre dientes.
- A diferencia de Zhou, la interpretación no es lo mío.
- Ya lo veo, ya – sonreí con una mueca, que era lo único que la angustia y el terrible dolor de estómago me dejaban sacar en esos momentos -. Bueno, ¿qué quieres saber?
- Más que preguntar, quería decirte lo que veo en ti – manifestó mientras apartaba una rama con la mano -. Edward me ha dicho que no crees en tu enorme poder, que no quieres verlo.
- ¿Poder?
¿De qué me estaba hablando? ¿Y por qué demonios se había tenido que chivar Edward?
Eché un vistazo hacia atrás, donde caminaba éste junto a Bella, Tanya, Carlisle y Esme. El muy idiota fingía que no estaba atendiendo, pero ya le conocía bastante bien como para saber que podía mantener una conversación a la vez que cotilleaba en las mentes ajenas.
Por supuesto, esto también lo escaneó y me dedicó una ligera sonrisa que delataba su confesión.
Claro. Edward había enviado al adivinador para que hablase conmigo. Genial. ¿Qué estaría tramando…?
- Tu don es increíblemente poderoso – siguió el pesado vampiro, interrumpiendo mis pesquisas.
- Ah, ya. Mi… don espiritual – vocalicé con burla.
- Veo que Edward tenía razón. ¿Por qué no quieres creerlo?
- Pues, porque no lo tengo – dije, alzando los hombros.
- ¿Nunca te has parado a pensar por qué eres diferente al resto de tu manada?
- Hombre, gracias por llamarme raro – me reí, otra vez sin ganas.
- No, eres especial, Jacob – recalcó, en un intento de arreglar el asunto -. Tienes un gran don que nunca le había visto a nadie, algo muy poderoso, aunque he de confesarte que no consigo verlo bien del todo.
- ¿Será porque no lo tengo? – repetí con sarcasmo -. Si nunca ha aparecido, será por algo, ¿no?
- Nunca lo ha hecho porque tú mismo lo estás bloqueando – afirmó, mirándome con convicción. Yo fruncí el ceño, extrañado -. No lo dejas salir. Tu negativa a ver la realidad, a aceptarla, lo tiene encerrado en algún sitio dentro de ti. Estoy seguro que, cuando lo aceptes, se evidenciará del todo.
- ¿Del todo?
- Eres el único de tu manada que puede bloquear sus pensamientos de cara a los demás. Y no sólo eso, Edward también me ha dicho que puedes meter en tu mente a todo aquel que quieres. Ese es parte de tu don, Jacob.
- Solamente me transformo en un animal, Eleazar. En un lobo grande y fuerte, nada más – le respondí, un poco cansado -. Los lobos no tenemos dones como vosotros.
- ¿Y qué hay de esa telepatía de la que gozáis? ¿No es eso un don? – rebatió -. Y no eres solamente un lobo. Eres el Gran Lobo.
Genial.
Resoplé.
- Vaya, Edward también te ha contado eso – murmuré, echándoselo en cara al mencionado, que seguro que estaba poniendo la oreja.
- Es fascinante toda la historia de vuestra tribu y las leyendas sobre vuestros orígenes, no pude evitar hacerle muchas preguntas – admitió, un tanto avergonzado.
- Si te gustan las leyendas de mi tribu, hay muchas tiendas de recuerdos en La Push – le sugerí.
El vampiro adivinador se rió durante unos segundos y luego carraspeó para ponerse serio.
- La telepatía también es un don – afirmó, continuando con su obcecado discurso -. Solamente tienes que fijarte en Edward.
- Nuestra telepatía es algo que llevamos en los genes – discutí -, ha ido pasando de generación en generación hasta hoy. No es ningún don.
- Sí, pero no deja de ser un don, heredado, de acuerdo, pero don al fin y al cabo – refutó -. El primero en tenerlo fue Taha Aki, ¿no es cierto? El primer Gran Lobo. Sus genes fueron transmitidos hasta nuestros días, sin embargo, el único que ha activado todos sus genes y todos sus dones eres tú. Tú eres el Gran Lobo ahora.
- ¿A dónde quieres ir a parar? – inquirí sin entender.
A ver si así terminaba rápido y ya me dejaba en paz.
- Piénsalo, Jacob. Vosotros estáis creados para luchar contra vampiros, vampiros de toda clase, es la razón de que seáis metamorfos. El primer Gran Lobo fue Taha Aki, él fue el primer metamorfo, de ahí descendéis todos vosotros, y él estaba bien preparado para aniquilar a cualquier vampiro, fuera cual fuera su poder. Y ahora el Gran Lobo eres tú. Contigo, disponéis de más armas para combatir a los vampiros de las que creéis. Según las leyendas de tu tribu, vuestro antepasado Taha Aki tenía una gran fuerza espiritual y era capaz de dominar su mente y sus pensamientos como nunca antes había visto nadie. Era el único que podía ocultar los pensamientos que no quería que los demás espíritus guerreros oyeran – me miró, esperando a que yo dijera algo. Sí, claro. Esas eran las palabras exactas que yo había utilizado para empezar a explicarle a Nessie lo de mi supuesta reencarnación. Y Edward las debía de haber extirpado del cerebro de ella en algún momento y las había memorizado bien. Me limité a asentir, suspirando, para que siguiera y terminara de una vez -. Eso es una especie de escudo – continuó -, podía bloquear lo que él no quería que saliese ni entrase en su mente. Y lo mismo te pasa a ti, puesto que eres idéntico a él, lo has heredado.
- Venga ya. ¿Crees que yo tengo un escudo? – pregunté, riéndome con escepticismo -. ¿Es que está de moda o qué?
- No es un escudo exactamente. Va más allá – declaró muy serio -. Creo que a ti no te afectarían los dones relacionados con la influencia mental, los bloquearías con tu fuerza espiritual, al igual que hacía tu antepasado. Estas influencias atacan a las partes débiles de nuestra mente, se aprovechan de nuestros miedos más profundos e inconfesables que ni siquiera nosotros mismos conocemos, pero tu fuerza espiritual, tu aura, es tan grande, que creo que no te afectarían en absoluto. No sé cómo funcionaría exactamente, pero los bloquearías y eso te daría un poder inmenso.
Un poder inmenso, sí, claro.
- Puede que yo no haya heredado todo eso que dices – objeté -. Puede que algunas cosas solamente sean leyendas, y uno no puede creérselas todas, ¿no te parece?
- Bueno, hasta ahora han sido todas ciertas, ¿no? ¿Por qué no iba a ser esto verdad? – insistió -. Tus antepasados eran capaces de extraer su alma de su cuerpo para luchar, vuestro comienzo fue gracias a eso, la magia corre por vuestras venas. Taha Aki fue capaz de interactuar con un lobo, con su espíritu, dado que su fuerza espiritual era inmensa. Y tú has heredado todos sus genes, eso incluye sus dones. Además, punto aparte es tu vínculo con Renesmee. Eso es otra muestra de tu don espiritual.
- ¿Qué tendrá que ver ella con esto? – cuestioné como contradicción.
- Edward ya me ha explicado el enorme vínculo que os une. Es tan grande, que ella hasta tiene instintos lupinos, y está tan ligada a ti, que incluso puede comunicarse contigo y adquiere tu olor cuando se transforma. Es algo inédito.
- Veo que Edward te ha contado muchas cosas – me quejé, echando un vistazo con cara de malas pulgas a mis espaldas.
- Vuestro vínculo es algo espiritual – siguió, sin importarle un bledo mis intentos de terminar con el tema -. Y ese vínculo lo has creado tú, Jacob – reveló, para mi total asombro.
- ¿Cómo? – ahora había captado mi atención.
- No estoy hablando de vuestra imprimación, aunque eso ya es algo mágico de por sí. Esto va desligado a eso, creo que aunque no hubierais estado imprimados, habría sucedido igualmente. En realidad, es algo que creáis los dos al estar enamorados, pero tú lo cierras del todo. A ver cómo lo explico – se llevó la mano a la barbilla y reflexionó durante un rato -. El don de Renesmee no se limita solamente a dejar ver sus pensamientos con el contacto de su mano – empezó a explicar -, ella es capaz de envolver a los demás de tal modo, que es imposible no rendirse a sus encantos, todos lo comprobamos hace seis años, cuando la conocimos. Sin embargo, los dos estáis tan enamorados, que Renesmee te envuelve a ti con más intensidad que a cualquier otra persona y hace que tú no puedas resistirte a su atracción, y ahí es donde entras tú y tu poder espiritual para cerrar ese círculo perfecto. Tu amor por ella es tan profundo, que tu fuerza espiritual se descarga y tú también la envuelves a ella con tu energía, haces que ella tampoco pueda resistirse a ti, pero, además, haces que esa parte de su don crezca cada vez más y ella te envuelva con mucha más intensidad sin que pueda evitarlo – empezó a gesticular con las manos, haciendo arcos -. Renesmee te envuelve a ti con su don y tú, a su vez, la envuelves a ella con tu fuerza espiritual. Sois como dos imanes que no se pueden despegar, uno atrae y envuelve al otro. Eso crea una energía espiritual tremenda que os vincula de una forma extraordinaria y mágica.
Mi boca se quedó colgando, pasmada.
- Pero eso no es por mi fuerza espiritual – casi me costaba pronunciar esos vocablos que me parecían hasta absurdos -, es por nuestra imprimación mutua – alegué -. En eso consiste la imprimación. Es una pulsión muy potente que te atrae hacia la otra persona.
- La atracción sí, pero la energía que os envuelve es algo espiritual que generas tú – rebatió -. Apuesto a que ninguno de los demás chicos imprimados de tu manada siente esa energía que sentís vosotros. Además, otra prueba es Alice. Ella siempre ha percibido la atracción causada por vuestra imprimación, incluso antes de que Renesmee naciera, tal era vuestro vínculo ya entonces. La percibe a su manera, ya que únicamente la siente cuando estáis separados, que es cuando las cosas no están como tienen que estar. No se trata de una separación física únicamente, sino de una separación impuesta, ya sea por parte de alguien ajeno o por vuestra propia voluntad, si se diera el caso. Un ejemplo de eso lo tenemos cuando Bella estaba embarazada. Según Edward, tú no querías tener nada que ver con el feto, sin darte cuenta, tú mismo estabas imponiendo una separación con Renesmee, por eso Alice tenía esas jaquecas, aunque vuestro vínculo era tan fuerte, que sólo con que tú entraras en la casa, ella ya se aliviaba. Alice nota la fuerza que tira de vosotros para que os juntéis, por decirlo de alguna manera, por eso le dan esas tremendas jaquecas. Sin embargo, su increíble sensibilidad para lo espiritual percibe tu energía desde que Renesmee y tú os enamorasteis, por eso sus dolores de cabeza son todavía más intensos ahora que os han separado, yo mismo lo vi cuando vino a recibirnos al aeropuerto con Rose. Aun estando tan lejos de ti, no podía separar los dedos de las sienes. Si te fijas, sus dolores de cabeza son más constantes y no puede controlarlos.
Me fue imposible no quedarme con esa cara de idiota.
Lo cierto es que eso de la energía era verdad, no lo podía negar. Siempre que nos besábamos, la sentíamos fluir a nuestro alrededor, y cuando hacíamos el amor, cuando nos entregábamos el uno al otro completamente, ya se desataba del todo, para unir nuestras almas.
En ese momento, no pude evitar recordar las palabras del Viejo Quil el día que se me ocurrió llevar a Nessie a su casa para comentar lo de la pulsera. La alocución que había escuchado por boca del vampiro adivinador ahora mismo no distaba mucho de lo que me había dicho Ateara cuando había estado apunto de besar a Nessie para que comprobara si la pulsera vibraba, y había acabado descubriendo nuestro enorme vínculo: “nunca he visto nada igual en toda mi vida. Es cierto, no vibra a ojos de los demás, nosotros no la hemos visto, pero todos hemos observado cómo tú sí la sientes – había dicho, dirigiéndose a Nessie - y, sobretodo, hemos notado la energía que desprendéis. Es increíble, esto último es impresionante, nunca había percibido una energía igual”.
El vampiro adivinador de dones se percató de mi desconcierto y aprovechó la oportunidad para embestirme de nuevo.
- Eres el Gran Lobo, lo sabes, ¿por qué te cierras a aceptar la realidad y no dejas que tu don se libere?
Resoplé, ya cansado de todo este rollo de dones y poderes. Además, la noche avanzaba tan rápido como mi nerviosismo. Estaba frenético perdido por ver el rostro de Nessie, por recuperarla sana y salva. Todo este asunto de mi don espiritual o lo que diablos fuera me traía sin cuidado.
- Mira, puede que sea el Gran Lobo, sí, y puede que tenga un mínimo de espiritualidad – admití, tiñendo la última palabra de ironía -, pero yo no he heredado todo ese poder que tenía Taha Aki, te lo aseguro. Y ahora, si no te importa, voy a entrar en fase – tajé de un ramalazo -. Ya falta muy poco para llegar y quiero concretar ciertas cosas con mi manada – mentí para quitármelo de encima.
- Claro, por supuesto – asintió -. Pero piensa en lo que te he dicho, ¿de acuerdo? Deberías dejar salir todo ese poder que llevas dentro.
Volví a resoplar.
- Sí, sí, vale – acepté con el mismo fin de antes -. Me lo pensaré.
No sé si se lo tragó del todo, pero el caso es que se alejó para caminar con el grupo de Edward y me dejó solo.
¡Uf! Lo que se había liberado por fin era mi tranquilidad, por lo menos, la poca a la que podía aspirar.
Me desvié otra vez del camino y entré en fase de nuevo, sin conectarme con mi manada para poder romperme la sesera a gusto.
Sin embargo, esta simple acción volvió a traer de regreso las palabras de Eleazar a mi recalentado cerebro.
¿Podía ser verdad? Todo esto de ser capaz de desconectarme de la manada lo había heredado de Taha Aki, no podía negarlo. Pero, ¿era yo el Gran Lobo de verdad? ¿O era simplemente que se me había activado a mí ese gen que a los demás no se les había activado? Unas veces, una parte de mí me decía: ¿por qué no podrías serlo?, sin embargo, otra me decía enseguida: ¡venga ya, estúpido! ¿Y qué significaba realmente ser el Gran Lobo? Estaba claro que para los demás yo era alguien espiritual, alguien casi sagrado, alguien a quien seguir y obedecer les llenaba de honra. Para mí solamente significaba que tenía la mejor genética de todos, era el más grande y fuerte, y, vale, podía desconectarme de la manada, pero era otra virtud más, como nuestra rápida curación o la telepatía que teníamos todos, solo que, esta virtud, solamente la disfrutaba yo por tener activado ese gen. Taha Aki era el mayor de los Espíritus Jefe, él sí que era el Gran Lobo de verdad, él sí que tenía una fuerza espiritual inmensa, en cambio, yo, tan sólo era un chico normal, o medio normal, vamos. Sí, bueno, vale, tampoco podía olvidar el poder que tenía la pulsera de compromiso que le había hecho a Nessie, mis revueltos sesos nunca habían encontrado explicación para eso, y tampoco para la energía que nos rodeaba cuando estábamos juntos…
¡Arg, mierda! ¿Por qué habría escuchado a ese pelmazo?
Resollé por las narices, ya harto de todo esto.
Además, no tenía tiempo de pensar en este tema absurdo. Mi aturullado cerebro solamente se podía concentrar bien en pensar en una cosa: salvar a Nessie. Eso era lo único que se le daba bien en estos momentos.
Mi Nessie, mi ángel.
Eso era lo único y más importante.
Le eché un vistazo a la luna otra vez. Ya era casi media noche, quedarían unos cinco minutos, más o menos.
Giré mi cabeza hacia atrás sin dejar de caminar.
Oye, ¿falta mucho para llegar a ese sitio?, le pregunté a Edward con ansiedad.
- Estamos llegando – respondió, haciendo que todos los que le rodeaban le mirasen -. El claro está al final de esta pendiente.
Le eché un vistazo a Alice, que iba agarrada del brazo de Jasper. Al parecer, su tremendo dolor de cabeza no se había ido. Eso me mosqueó y me desquició todavía más. ¿Es que Nessie no estaba cerca ahora tampoco? Edward se dio cuenta y también torció el gesto.
Ya se veía el final de la dichosa pendiente arbolada. Mi inquietud y mi tensión iban aumentando conforme la línea de la terminación del camino se acercaba. Ya olía bastante, por culpa de los Cullen y del aquelarre de Denali, pero el hedor a chupasangres comenzó a invadir toda la zona, mis hermanos y yo arrugamos la nariz, de lo fuerte que era la peste, quemaba como el ácido.
Edward me hizo la señal y me conecté con el resto de mi manada. Di instrucciones para que hicieran lo que habíamos acordado con los Cullen, así que mis veintiún lobos dejaron paso libre a los dos clanes de vampiros y se colocaron detrás de mí, en formación.
Caminamos en un completo y tenso silencio unos cuantos metros más, hasta que, por fin, llegamos al final de la cuesta y salimos al claro.
El lugar tenía alguna pequeña arboleda que otra y se ubicaba entre las verdes bases de dos montañas que se abrían formando un valle en forma de U y que estaban coronadas por un espeso manto de nieve en las cumbres.
La estampa que se abrió ante nosotros era la misma que hacía seis años, solo que, en esta ocasión, los que esperaban eran ellos. Ya estaban desplegados, así que me dio tiempo de sobra a contarlos. Un regimiento de treinta y dos apestosos chupasangres encapuchados, cuyas capas entrelazaban un único tejido en tonalidades grises que empezaban más claras en los flancos y que se iban oscureciendo a medida que llegaban al centro y al meollo de la formación, donde se encontraban los Vulturis agarraditos de la mano. Éstos lucían sus capas negras, como sus oscuras almas, al igual que los dos espectros de aspecto débil: las esposas de Aro y Cayo, que permanecían en la retaguardia, junto con los numerosos testigos de éstos.
Los semblantes de los Vulturis no mostraban emoción alguna.
Los Cullen y los de Denali salieron al campo abierto y se distribuyeron en una línea que lideraban Edward y Bella, situándose al centro y al frente, un poco más adelantados que los demás.
Se armó un revuelo bastante importante cuando los lobos comenzamos a salir a escena; unos sonoros murmullos provocados por los testigos de los viejos decrépitos, que asomaban la cabeza por detrás de la formación de la guardia, escondiéndose al amparo de su protección. También se escuchó algún siseo y gruñido de desaprobación, aunque pronto todos se callaron al observar nuestro elevado número de efectivos.
Me adelanté sin contemplaciones para ponerme junto a Bella y Edward y mi manada me siguió incondicionalmente para quedarse detrás de mí, también en formación.
Lo primero que hicieron mis ojos fue recorrer la fila de vampiros para buscar a Nessie, sin embargo, ella no estaba allí. Miré a Alice y ésta no se frotaba las sienes, aunque podía ser una fachada ante los Vulturis para que no la vieran tan vulnerable. Iba a preguntarle a Edward, pero parecía muy concentrado en leerle la mente a los chupasangres que teníamos delante y en controlar su rabia. El hecho es que mi Nessie no estaba allí. ¿A qué estaban jugando? Un latigazo de ira me invadió de repente y me hizo pensar por un instante en la posibilidad de aniquilar a Aro de una vez por todas, lo tenía tan a tiro. Pero, desgraciadamente, no podía hacerlo, porque él tenía a Nessie, y quería recuperarla sana y salva, así que me contuve lo suficiente para no abalanzarme sobre él, aunque sí que le dediqué un rugido que me raspó la garganta y que retumbó en las cercanas montañas que se veían a nuestros lados, creándose un eco insistente. Los testigos se sobresaltaron, el caduco Vulturis de pelo negro, el tal Marco, ni se inmutó, parecía que todo esto fuera un aburrimiento para él, Cayo apretó los dientes y la guardia se puso en alerta. Sin embargo, a Aro no pareció importarle en absoluto. Sonrió como el chiflado que era y se quedó mirándome sin tapujo alguno con ese repugnante rostro suyo maravillado, el muy imbécil. Volví a sentir la urgencia de lanzarme a su yugular y terminar con él allí mismo, aunque eso probablemente me envenenara. No pude evitar enseñarle un poco los dientes y gruñir. Edward me puso el brazo delante para que me tranquilizase, mientras que Bella apretaba su mano para calmarse a ella misma. Entonces, Aro soltó las manos de los otros vejestorios, se giró hacia sus subordinados, levantó el brazo y la quietud volvió a invadir el claro.
- Paz – les dijo con esa voz etérea.
Avanzó un paso, seguido por una mujer envuelta en una capa de un color gris oscuro que no dejaba de tocarle la espalda como si estuviese pegada. No hacía falta ser muy listo para percatarse de que esa era su guardaespaldas personal, Renata.
Dedicó una mirada a Edward y a Alice que decía a gritos lo mucho que ansiaba tenerlos entre sus filas, al igual que había hecho hacía seis años, solo que, en esta ocasión, también añadió a Bella. Se quedó mirándola durante un instante, sin cortarse un pelo. La vibración de mi tórax se vio tapada por el gruñido que retumbó en la garganta de Edward.
Mientras Aro empezaba a evaluar nuestras filas, me fijé en el chupasangres de manto oscuro que permanecía a la derecha de los otros Vulturis, otra vez tan sólo se le veía la boca. Varick debía de estar bloqueando el mugriento cerebro de Aro a la vez que Renata lo protegía de los ataques físicos.
La cara de Edward lo decía todo. Eleazar tenía razón.
Otros dos vampiros, más bajos que el resto y cuyas capas tenían el gris más oscuro de todos, se disponían al lado del canoso Cayo. Era la enana rubia y su hermanito gemelo Alec, otro canijo, aunque había que tener cuidado con ese. Bella ya me había explicado que era capaz de quitarte todos los sentidos sólo con mirarte. Estos dos estaban acompañados por ese grandullón de Demetri - esa sanguijuela rastreadora les sacaba setenta centímetros por lo menos y era incluso más alta que Emmett, el cual ya me superaba a mí en mi forma humana - y por el otro no menos gigante, ese tal Félix.
La canija rubia me miró con sus aires petulantes y me dedicó una sonrisa de igual modo. Iba a gruñirle, pero pensé que era mejor ignorarla. Ya sabes, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y pareció funcionar. Noté cómo mi pasotismo la ofendía en el alma.
Por más indicios que busqué, no fui capaz de distinguir a la famosa Chelsea, ya que todos los vampiros que formaban la guardia se escondían bajo sus capuchas de distintas tonalidades grises. Pero hubo dos rostros que no escaparon a mis avispadas pupilas.
Enguerrand tenía la misma cara de póquer que por la mañana, solamente se limitó a echarme un fugaz vistazo y volvió su vista al frente. Sin embargo, el ahora osado chino – ahora osado porque estaba bien respaldado por los suyos - me sonrió con arrogancia y su semblante se transformó durante un segundo en Nessie a modo de burla.
Eso me cabreó enormemente y el rugido que había soltado antes se multiplicó por dos. La guardia volvió a ponerse en alerta y los dientes de Cayo chirriaron de nuevo.
- Te pediría que controlases a tu guardia, Aro – empezó a hablar Edward con sobriedad, señalando con la cabeza al despreciable de Zhou -. Esto, junto con lo de esta mañana, es una provocación, ya se pasa de la raya. Te aseguro que no seremos nosotros solos los que no vamos a tolerar que se hagan pasar más por nuestra hija.
El viejo me miró, comprendiendo a qué se refería él, se giró y miró al eludido con irritación.
- ¡Sí, desde luego! – exclamó, fingiendo disgusto -. Eso ha sido un incidente intolerable que sin duda tendrá su justo castigo – declaró, entrecerrando sus nebulosos ojos.
Cínico, mascullé con rabia.
El semblante del vampiro chino se volvió más pálido todavía y el Vulturis se giró hacia nosotros de nuevo.
- Perdonad este pequeño percance – dijo a la vez que palmeaba sus manos una sola vez -. Ha tenido que ser muy desagradable.
- Tanto como el secuestro de nuestra hija, Aro – le echó en cara Edward con el rostro lleno de tensión.
Los murmullos volvieron otra vez, aunque en esta ocasión eran más suaves.
- Me duele que pienses así, mi querido amigo – afirmó con una voz ostensiblemente sufridora -. ¿Cómo piensas que hemos secuestrado a vuestra preciosa Renesmee?
¡¿Y cómo lo llamarías tú, asqueroso y viejo decrépito?!, gruñí.
- ¿Es que hay otra palabra para definirlo? – me copió Edward, utilizando esos estúpidos y flojos vocablos.
- Edward – exclamó, oscilando su mirada hacia mí y llevándola después de nuevo hacia él -, solamente nos hemos limitado a protegerla, a apartarla del mal camino – se defendió, alzando las cejas y abriendo sus legañosos ojos como si eso fuera algo evidente.
La reacción de mis lobos no se hizo esperar y el silencio del claro se vio interrumpido por sus ladridos y gruñidos.
¡Vale ya!, les regañé.
Si no, esto se iba a alargar más de la cuenta, y lo que más importaba era que nos devolvieran a Nessie de una vez.
Mi manada se calló ipso facto.
- Eso es algo que tenemos que aclarar, pero ahora queremos ver a nuestra hija – pidió Edward con un tono de reclamación.
Bella apretó su mano y sus dientes.
- Me temo que eso va a tener que esperar.
¡¿Cómo?!, mi tremenda indignación se hacía patente con la respuesta encrespada de todo mi cuerpo.
Mis lobos gruñeron de nuevo y nuestras filas se unieron a nosotros.
- ¡Quiero ver a mi hija ya! – exigió Bella con un grito furioso.
Edward le pasó el brazo por la cintura para contenerla y pude ver por el rabillo del ojo cómo Jasper ponía cara de concentración.
- Mi querida Bella – lamentó Aro, frunciendo aquellos delgados y pálidos labios mientras negaba con la cabeza -. No te imaginas lo que me duele esto, pero te aseguro que es por su bien, créeme. Sólo pienso en el bien de esa hermosa y delicada flor. No entiendo cómo habéis permitido semejante desvío.
- ¡¿Estás llamando a mi hija desviada?! – bramó ella, apretando los dientes al pronunciar esa palabra.
Me uní a Bella, agazapándome y rugiendo, y mi manada gruñó a mis espaldas.
Edward me interpuso su brazo a la vez que noté cómo mi cuerpo se iba tranquilizando poco a poco. ¡Jasper…!
- ¡Su relación es una aberración! – voceó Cayo desde su posición -. ¡Un metamorfo con un semivampiro! – censuró.
Los testigos se unieron a su desaprobación con agitados murmullos.
Rugí con fuerza, aunque me hubiera gustado hacerlo con más si no fuera por la influencia de ese idiota de Jasper.
- Paz, hermano – volvió a pedir Aro, alzándole las manos.
El anciano de melenas blancas resopló y frunció el ceño, enfadado.
- No nos malinterpretes, Bella. Lo que Cayo intenta decir es que no debemos jugar con la naturaleza juntando dos especies diferentes – siguió Aro, hablando en un tono tranquilo -. Y mucho menos tratándose de alguien de nuestro mundo. Eso está totalmente prohibido, lo sabéis.
- Si nos dejaras explicarte ciertas cosas, verías que te estás equivocando, mi querido amigo -  intervino Carlisle, actuando como el Vulturis -. No obstante, creo que primero tenemos derecho a verla, ¿no te parece? Aunque sabemos de tu gran hospitalidad, estas horas han sido muy largas para nosotros, compréndelo.
¡¿Gran hospitalidad?!, mi mandíbula no daba crédito a lo que estaba escuchando.
Edward alzó la vista para mirarme con unos ojos que me pedían a gritos paciencia, cosa de la que yo no gozaba en estos momentos.
- Lo comprendo, mi apreciado Carlisle – qué falso había sonado eso -, pero has de comprender tú también que ante todo está el bienestar de la joven, y no quiero exponerla más a este descarrío hasta que todo esto se arregle como es debido – sus adjetivos descalificativos ya me estaban hartando, mi rugido sordo hizo vibrar mis cuerdas vocales. A Carlisle no le quedó más remedio que asentir, dado que el viejo hipócrita y chiflado estaba claro que no iba a dar su brazo a torcer -. Además, antes quisiera hablar con el implicado – manifestó, mirándome a mí.
El implicado…, chisté.
Sus lechosos ojos se dirigieron de nuevo hacia el doctor y abrió su bocaza maloliente una vez más.
- Como de seguro también sabrás, me gusta escuchar todas las alegaciones, soy conocido precisamente por ser bastante indulgente – afirmó, haciendo gala de su inmodestia, girándose hacia atrás para mirar a su público. Luego, se volvió para dirigirse hacia nosotros otra vez -. Tal vez haya una solución pacífica a este desagradable asunto – insinuó, echando un vistazo a toda mi manada sin cortarse un pelo.
Nuestra hilera siseó en protesta y nosotros gruñimos con rabia.
Estaba claro que no nos habíamos equivocado. Todo esto solamente era un guión para tener una excusa y llevarme a mí junto con mi manada. Ahora lo que teníamos que hacer era seguir el nuestro para destrozar su película, y cuanto antes, mejor. Antes nos entregaría a Nessie.
Venga, dile que me pregunte lo que quiera, azucé.
- Está bien – accedió Edward, aunque no muy conforme por no poder ver aún a su hija, y con el evidente disgusto dibujado en la cara de Bella por la misma razón -. ¿Qué quieres saber? Yo puedo retransmitirte.
- No, no. Quiero hablar con él en persona – matizó con segundas, como si no se creyese que yo lo fuera.
Los ojos de Edward se abrieron como platos y pude oír a la perfección el rechinar de la fila de muelas que me escoltaban más todas las de mi manada.
Ni se te ocurra, me advirtió Sam. Si traspasas el escudo de Bella, serías totalmente vulnerable.
Pero yo no tenía ni pizca de miedo, más bien todo lo contrario. Estaba deseoso de enfrentarme cara a cara con ese senil perturbado para mirarle a sus asquerosos ojos y decirle cuatro cosas.
Dile que sí, le pedí a Edward.
- No creo que eso sea posible, Aro…
¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Es que no me había oído?
¡Dile que sí!, repetí, furioso.
¡No lo hagas, Jacob!, insistió Sam.
El nerviosismo de mi manada se hizo evidente.
- ¿Qué pasa? ¿Acaso nos teme? – inquirió Aro con una risa burlona.
¡¿Temer?!
No me hizo falta ni buscar el fuego en mi interior. La llama recorrió toda mi columna vertebral y la dejé fluir por todo mi cuerpo; éste se sacudió con ímpetu y mis patas delanteras se alzaron a la vez que explotaba, para erguirme del todo y quedarme sobre dos piernas.

 Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO! 

1 comentario:

  1. bueno todo bien con el capi, solo un error: a Alice le dolia la cabeza porque al intentar ver a Nessi cuando estaba en la panza de bella, al ser mitad y mitad, alice lo veia de esa forma(por la mitad) o sea que veia sus visiones cortadas... cuando llegaba jacob ya no tenia que esforzarse en ver algo porque estando el a alice se le nublaban las visiones ¿¿entendes?? lo dice claramente en amanecer..

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