Concurso de Fanfics

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  • M - Mature (Adultos)
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jueves, 5 de mayo de 2011

MALDITA SEA. ¡SÍ, MALDITA SEA! [DESPERTAR]

= LIBRO DOS =
JACOB

En cuanto le dije a Nessie que mi viejo tenía reunión con el Consejo, no hubo más que decir. Teníamos toda la mañana del domingo para nosotros y había que aprovecharla bien, estos momentos no eran muy habituales, por desgracia. Hasta que nuestra casa no estuviera terminada, teníamos que buscarnos la vida como fuera, cosa bastante difícil debido a la dichosa lluvia, aunque ya la habíamos probado en una ocasión y había sido increíble, la verdad, digno de repetir. El bosque ofrecía muchos sitios y escondites perfectos, pero cuando el sol por fin se dignaba a salir, a donde más nos gustaba ir era a la floreada pradera del lago. Ese sitio nos encantaba. La hierba era tan alta, que hacía de ese pequeño rincón en el que estábamos tendidos un lugar más oculto e íntimo, solamente estábamos ella y yo, en un lecho formado y rodeado de flores silvestres por todas partes, y el agua del lago cubría lo justo para que Nessie se atreviera a meterse conmigo. Sin embargo, como ya dije, estos momentos no eran muy comunes. Para empezar, mi, por ahora, casa, mi cómoda cama, no solía estar disponible, y eso que ahora que llegaba el verano Billy se iba a pescar con más frecuencia, aunque no demasiadas veces, para mi gusto. Y cuando no era una cosa, era la otra. Cuando no eran mis largas horas de patrulla, estaban las clases de Nessie y todo eso. Gracias a Dios, le quedaba una semana para terminar el dichoso curso y yo podría organizarme mejor para estar con ella más horas.
Ni siquiera tuve que entrar en la mansión de La Familia Addams. Genial. Mi chica ya me esperaba en el porche, así que me paré junto a ella y se subió al coche con rapidez.
- Hola, preciosa – le saludé con una sonrisa, incorporándome sobre ella.
- Hola – me sonrió, arrimándose a mí.
Nos dimos uno de esos besos larguísimos que no se terminaban nunca y que tenían de todo menos de inocentes y castos - toda la noche sin vernos era demasiado tiempo y, como siempre nos pasaba, nos cogíamos con ganas -, hasta que noté la mirada cabreada de Edward en mi cogote como una puñalada trapera, era tan fría y mustia como él. Me hubiera dado igual y habría seguido, si no fuera porque los dos ya teníamos prisa por llegar a mi casa, así que terminé siendo yo el que se obligó a despegarse de su boca antes de que me lanzara sobre ella en el mismo coche.
Mi brazo y mi hombro fueron suyos durante todo el trayecto y cuando mi Golf empezó a avanzar delante de mi casa para aparcar, sus labios también comenzaron a hacerlo por mi cuello. Finalmente, terminé dejando el coche atravesado, total, no pasaban vehículos por allí, no hacía falta aparcarlo.
Solamente nos despegamos un momento para salir del coche. Lo bordeé para llegar a Nessie y arrojé mis labios a los suyos otra vez mientras nos estampábamos en el Golf, de lo fuerte que tiró de mi camiseta con el fin de pegarme a ella.
¡Uf! Tenía que llevarla dentro o se lo haría allí mismo.
- Vamos dentro, cielo… – la exhorté como pude, ya que ella no quería dejar mi boca.
- Sí – aceptó, encantada.
Y yo lo estaba más.
La cogí de la mano y empecé a caminar presto hacia la casa, llevándola de remolque.
- Jake, ¿cómo va eso?
Mis pies se pararon en seco al oír esa inesperada y molesta voz y giré mi rostro visiblemente e intencionadamente irritado para que lo pillase.
- Piérdete, Seth.
No lo pilló.
- Espera, vengo a decirte algo – me paró cuando ya iniciaba la marcha.
- ¿Es sobre la manada? – quise saber, con suspicacia.
- No, pero…
Nessie tiró de mí y yo pasé a ser el remolque.
- Entonces, adiós.
- ¡Jake! – protestó.
- Vete a buscar a Brenda o algo – le recomendé, cerrando la puerta con el pie a mis espaldas.
No sonó el clack y la pasión se desató. Continuamos los besos que habíamos empezado en el coche y esta vez fui yo quien la estampó en la pared de la sala, después de que Nessie me quitara la camiseta con energía y empezara a tocarme todo el torso como sólo ella sabía hacerlo. Yo ya estaba como una moto, sus besos, sus caricias, su jadeo incesante, me ponían a cien.
Pero ahora era mi turno.
Este vestido era mi preferido. Sólo había que bajar la cremallera…
…y al suelo.
Sus manos se aferraron a mi espalda y a mi nuca cuando mi boca comenzó a recorrer todo su cuello y…
- ¿Jake? Jake, abre, por favor.
Intenté pasar de sus mamporrazos en la puerta y de su estridente voz, pero llegó un momento en que me fue imposible concentrarme con tanto barullo, además, a Nessie ya le estaba poniendo nerviosa. Ahora sí que me estaba empezando a mosquear de verdad.
¡Pom, pom, pom!
- ¡Jake!
Seth no se callaba ni aunque le cortasen la lengua y le hicieran un nudo en las cuerdas vocales con ella.
- Mierda, espera… - me paré con delicadeza, aunque lo que me apetecía hacer en esos momentos era lanzar el sofá contra la puerta y echarla abajo junto con Seth. Tuve que respirar hondo para recuperar el aliento y la cordura -. Voy a quitarme a este plasta de encima.
- Te espero en la cama – me susurró en los labios antes de mirarme con sus sensuales ojos, hambrientos, y se girase para dirigirse a mi cuarto.
Gruñí entre dientes mientras me daba la vuelta hacia la puerta de la casa, enrabietado. Más le valía que fuera algo importante.
Abrí la hoja de un movimiento brusco y apoyé mi brazo en el marco de la puerta, resoplando con irritación.
- ¡¿Qué diablos quieres?!
- El Consejo quiere hablar contigo ahora – me anunció, un tanto temeroso.
- Diles que ahora no puedo, estoy muy ocupado – afirmé sin cambiar de actitud.
El muy imbécil bajó la vista y se quedó mirándome a la entrepierna con cara de lerdo.
- Sí, ya lo veo – murmuró.
Y le di con la puerta en todos los morros.
Mis pies llegaron de tres zancadas a mi habitación. Abrí la puerta y los ojos casi se me caen de su sitio cuando vi a mi chica tumbada sobre la cama, esperándome.
Ese conjunto de ropa interior era mi favorito y ella lo sabía, por eso se lo había puesto. Se lo había puesto para . Esa mujer que había estado esperando durante tanto tiempo, a la que amaba con toda mi alma, maravillosa, perfecta, de curvas que quitaban el hipo y un cuerpo de escándalo, con su melena larga y preciosa, y un rostro deslumbrante y divino, me esperaba a . ¡A mí! Desde luego, era el hombre más afortunado del mundo. Pena que lo poco que llevaba puesto no fuera a durar mucho. Bueno, no, de pena nada. Porque lo que había debajo era infinitamente mejor, me volvía completamente loco; si no fuera porque ya le había destrozado varias prendas de su ropa íntima y ya me daba vergüenza quedar como un auténtico animal, me abalanzaría sobre ella y me desharía de todo en un tris. Bueno, y porque el conjunto merecía la pena, la verdad.
Me descalcé con los propios pies y me acerqué a la cama con celeridad. Enseguida me acomodé entre sus largas piernas sin pensárselo dos veces, parecía que ese rincón estuviera especialmente adaptado para mi cuerpo, y volvimos a besarnos con desenfreno. Nos giramos un poco para que pudiera desabrocharle el sostén - ahora que ya le había pillado el tranquillo, me resultaba muy fácil – y Nessie lo cogió para tirarlo en el suelo.
Dediqué un instante para mirarla bien, por si estaba soñando y no me había dado cuenta. Sí, era preciosa, una diosa, perfecta, hecha a mi medida. Como si Dios me hubiese preguntado cuál era la mujer de mis sueños y la hubiera plantado en la tierra sólo para mí. Hala, un ángel para Jacob. Y esa mujer, de la que yo estaba imprimado y enamorado, lo estaba también de mí, e iba a estar entre mis brazos, suspirando mi nombre con placer y deseo…
Repasé su cuello y su pecho con mis dedos, acariciando bien su piel tan extraordinariamente sedosa, y luego lo hice con la boca y la lengua. Eso no me lo perdía ni aunque se viniera la casa abajo. Lo hice lentamente, como a ella le gustaba y a mí me encantaba. Su respiración y sus manos ya empezaban a volverse locas, notaba cómo se estremecía con mis caricias y eso me encendía a mí el triple.
¡Piiii, piiii!
Seth no se había pirado y estaba tocando el timbre. Mierda.
- Jake, no pares… - me suplicó con un ronroneo, amarrándome el pelo con fervor.
No estaba tan chiflado.
- Claro que no, nena… - susurré con entusiasmo y convicción, sin dejar de besarla y tocarla.
Regresé a sus labios entre nuestros resuellos ardientes y empecé a bajarle la parte inferior de su conjunto mientras ella desabrochaba el botón de mis pantalones.
Sí, sí, nena…
Los dos pegamos un bote en la cama cuando Seth comenzó a repiquetear con fuerza en el cristal de mi ventana, y Nessie se tapó con la sábana.
- ¡Jake, tienes que ir ahora!
¡Arg! ¡Esto ya era el colmo! ¡Era un grano en el…!
- ¡Lárgate ya! – bramé, provocando sin querer que Nessie se      sobresaltara -. Lo siento, preciosa – le susurré.
- ¡El Consejo quiere verte!
Vale, estaba muy chiflado, o mejor dicho, me lo estaban volviendo: tuve que parar.
Me levanté como un resorte cabreado y me abroché el pantalón.
- ¡Ve a la puerta! – le voceé con ganas.
La sombra de la figura que aparecía tras la cortina se movió a un lado con rapidez hasta que desapareció.
- Vengo ahora – le murmuré a Nessie.
Me incliné sobre ella y le di un beso corto en los labios.
Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos. Genial. Como Seth me estropeara el día, la íbamos a tener…
Me encaminé como un toro bravo hacia la entrada y abrí la puerta de igual modo.
- ¡Deja de tocarme las narices! ¡Ya te he dicho que se esperen! – le grité en todo el careto.
- No te molestaría si no fuera importante – se defendió él.
Ya, eso decía siempre y, luego, nada de nada.
- ¡¿Tanto lo es, que no puede esperar?! – bufé.
- Es Sam. Lo ha dejado.
El latigazo me azotó tan fuerte, que se llevó toda mi furia por delante, arrastrando también a mi pobre lívido.
- Pero no puede ser… No me ha dicho nada.
- En estos momentos, mi madre, Billy y el Viejo Quil están tratando de convencerle para que espere un poco más, pero el muy terco no da su brazo a torcer – dijo con la cara llena de intranquilidad.
- ¿Qué mosca le ha picado?
- No sabemos. Por eso los miembros del Consejo quieren que vayas tú. Tal vez puedas hablar con él y convencerle.
Mis sesos no lo veían nada claro.
- Tú mismo lo acabas de decir, es muy terco. Si ha tomado la decisión, yo no voy a poder hacer nada. Además, no tengo nada que alegar, es su vida.
- Ya, pero, ¿no te parece muy raro todo esto?
No pude evitar que mi cerebro se parase un minuto a pensar en ello. Lo cierto es que sí que lo era. Se supone que yo tenía que ser el primero en saberlo, y él no me había dicho nada, ni siquiera había visto una pizca de su intención en su mente mientras patrullábamos el día anterior. Si lo había decidido, había sido cosa de horas, y eso era lo raro. Él me había dicho que quería dejarlo más adelante, dentro de unos años. Todo el mundo sabía lo importante que era esto para él y que si lo dejaba, era por Emily, porque quería envejecer a su lado. ¿Y ahora quería dejarlo de repente y, sin consultármelo ni decírmelo a mí, iba y se lo decía al Consejo?
- ¿Qué pasa? – preguntó Nessie a mis espaldas.
Mierda. Ya se había vestido y todo.
- Sam lo ha dejado – le notificó Seth.
- ¿Que lo ha dejado? – me miró con sorpresa -. ¿Por qué?
- Ni idea – le contesté, alzando mis hombros.
- Tal vez si Jake habla con él, pueda convencerle.
- Sí, tienes que hablar con él – me dijo con sus dulces ojos llenos de preocupación.
Guay. Ahora la otra.
- A ti te escuchará, tú eres el Gran Lobo y sabes que te tiene mucho respeto – aguijoneó Seth.
Nessie se colocó a su lado y se apoyó en su hombro.
- Sí, es verdad – secundó mi novia, asintiendo con la cabeza.
Lo que faltaba. Con lo que le gustaba a ella todo este rollo de Taha Aki y lo orgullosa que estaba de mí por eso, como para decir que no. Bueno, por lo menos, se le había pasado el enfado. Si iba y lo solucionaba con rapidez, tal vez nos diera tiempo a aprovechar un poco la mañana.
- Está bien – accedí a regañadientes -. Lo voy a intentar, pero si empieza a decirme que no, no pienso insistirle, ¿vale? Que haga lo que le de la gana – avisé.
Entonces, Nessie dio con algo con lo que yo no había contado ni me había parado a pensar, y me pinchó más con eso.
- Recuerda que si Sam lo deja, tú serás el jefe de la tribu automáticamente.
Ay. Me había dado donde más duele.
Mi boca se frunció y el virulento suspiro salió directamente por mis narices.
¡Maldita sea! Ahora no me quedaba más remedio que convencerle como fuera. No tenía intención de ser el jefe de la tribu todavía. Aún no estaba preparado, ni tenía ganas.
- Venga, vamos – farfullé, recogiendo mi camiseta del suelo.
Cerré la puerta de un portazo y me la fui poniendo por el camino. Agarré la mano de Nessie y nos encaminamos hacia la casa del anciano.
No hacía falta ser muy avispado para adivinar que pasaba algo en casa del Viejo Quil, las voces se oían desde el porche.
Di dos toques a la puerta, como siempre, y entré con Nessie de la mano y con Seth detrás de nosotros.
Nada más pasar del enano vestíbulo, ya empezaron con toda esa monserga del respeto y todos se callaron y se pusieron de pie; excepto Billy, claro, él se limitaba a apartarse hasta aplastarse en la pared para abrirme paso, sólo le faltaba tirarse de la silla y lanzarla por la ventana para dejarme más espacio. Era una chorrada, puesto que en casa se comportaba como una persona normal, pero, bueno, fuera había que seguir este estúpido protocolo y no me quedaba más remedio que hacer la vista gorda.
- Hola, chicos – nos saludó el Viejo Quil, haciéndome un gesto con la mano para que nos sentáramos en el sofá -. Jacob, me alegro de que hayas venido.
Como si no se lo esperase…
- Hola – saludó Nessie en general, con una sonrisa.
- Bueno, ¿qué pasa aquí? – quise saber, sentándome con ella. Todos hicieron lo mismo después de mí, menos Seth, que se apoyó en la pared junto a su madre, y Billy, que se colocó en su sitio, dándole a las ruedas con brío -. ¿Qué es todo eso de que lo has dejado? – mis ojos se clavaron en el protagonista del culebrón con un pelín de reproche y éste los apartó hacia el suelo.
Raro, raro…
- No vais a convencerme de lo contrario.
Su voz quiso sonar convincente, intentando soltar una advertencia, pero había un matiz derrotista, insólito en él, que percibí a las claras.
Mi mirada se encontró con la de Seth y supe que él estaba pensando lo mismo que yo.
- Piénsatelo un poco más – le instó mi padre -, aún eres muy joven.
- No.
- Esto es tan repentino… ¿por qué no estás una temporada más hasta que lo decidas definitivamente? – le propuso Sue.
- Todavía tienes unos años por delante para envejecer junto a Emily – insistió el Viejo Quil, pausadamente.
- ¡He dicho que no! – voceó Sam, levantándose de su silla con nerviosismo.
Sí, definitivamente, aquí pasaba algo raro.
Me puse en pie y los miembros del Consejo hicieron lo propio. Hasta Nessie se vio obligada a levantarse ante tanto circo, aunque ella parecía fascinada con todo esto; me miraba alucinada, y noté que lo que ella sentía no era solamente ese absurdo respeto hacia mí, también había orgullo en sus pupilas. Aunque tengo que admitir que el que ella estuviera orgullosa de mí me hacía sentir bastante halagado, no terminaba de acostumbrarme a este rollo.
Puse los ojos en blanco y suspiré.
- Sam, ¿podemos hablar un momento a solas? – le propuse.
Él me miró un poco dudoso, pero asintió con un simple movimiento de cabeza.
- Vengo enseguida, ¿vale? – le dije a Nessie.
- Sí, vete tranquilo – me sonrió.
Le di un beso corto y, cuando me iba a girar para largarme con Sam, me acordé de aquella treta que nos había armado el Viejo Quil el día que vinimos a contarle lo de la pulsera. Recordé lo que se había reído por no atreverme a besarla en condiciones y, después, me había dejado con la miel en los labios cuando ya estaba apunto de conseguirlo.
Siempre estaba recordándomelo, pinchándome como un chinche. Bien. Este era mi momento para vengarme y hacerle callar.
Agarré a Nessie por la cintura, clavándole los ojos con decisión. Ella me miró un tanto desconcertada y avergonzada, pero tampoco protestó ni hizo amago de separarse, así que la pegué a mí y empecé a besarla despacio, aunque con entusiasmo. Sus manos, que estaban posadas en mi pecho, lejos de apartarme, me rodearon el cuello. Ya la tenía en el bote.
Y entonces, me evadí del todo.
Sus labios sedosos y cálidos eran como una droga, una vez que los probaba, ya no había manera de soltarlos. La energía, que ya comenzaba a envolvernos, me atraía hacia ella sin remedio, igual que esas estúpidas moscas que van a la luz violeta y se chamuscan. Y yo siempre me chamuscaba.
- ¡Bueno, bueno, hijo! – nos interrumpió el Viejo Quil, refunfuñando, mientras nos metía el bastón por el medio para separarnos -. ¡Hay que ver, qué juventud más descarada!
Misión cumplida. Este ya no me iba a volver a decir nada de nada en la vida.
Mi padre se rió entre dientes, Seth nos miraba pasmado y Sue se había metido en la cocina.
Le di un último beso a mi chica, que volvía a estar ruborizada, y me di la vuelta, riéndome por mi triunfo, acompañado por Sam.
Cerré la puerta cuando nos piramos de la casa y bajé a la arena de la playa con él, salvando los dos peldaños del pequeño porche de un salto.
Se le notaba tenso, así que comencé a caminar hacia el norte, en dirección al malecón, para dar un paseo por la playa, a ver si se relajaba un poco, y esperé a que él iniciase la conversación, no quería atosigarle a preguntas. Además, se me hacía muy raro el tener que hablar con él, siempre había sido al revés. Incluso yo, que ahora era el Alfa, le pedía consejo a Sam. Sin embargo, viendo que pasaban los minutos, que habíamos avanzado un cacho por la orilla, mirando al mar como dos idiotas incómodos, y Sam no abría la boca, la exasperación me dominó y pudo conmigo.
- Bueno, ¿qué? ¿Me vas a contar qué diablos te pasa? – acabé preguntándole finalmente.
- No me pasa nada – declaró sin quitarle ojo a las islas.
- No me mientas, Sam – le critiqué, enfadado -. Aunque no pueda ver tus pensamientos ahora, sé que te pasa algo. Suéltalo ya y acabemos con esto, ¿quieres?
Entonces, y para mi total asombro, se paró en seco y se echó a llorar como un niño mientras se tapaba los ojos con la mano.
Ugh, esto era más grave de lo que pensaba.
Me quedé atónito, mirándole con cara de tonto, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué debería hacer? ¿Le tenía que dejar que llorase un rato para que se desahogase a gusto? ¿O era mejor darle un abrazo y una palmada en la espalda para consolarlo? Pero es que no era uno de mis colegas, no era Quil o Embry. Era mi amigo, claro, pero, bueno, es decir, era Sam. El duro y fuerte, el inquebrantable e íntegro Sam. El hermano mayor, el maestro de todos nosotros. Y verle así me chocaba un montón.
- ¿Ha pasado algo malo? – fue la única estupidez que se me ocurrió, pues era evidente que sí.
- Emily tiene cáncer de mama – soltó por fín entre sollozos.
Si me hubieran disparado a bocajarro en el estómago y éste se hubiera quedado esparcido por las rocas de la arena, ni me habría enterado, no creo ni que hubiese sangrado.
En ese momento, entendí su comportamiento. Que le pasara algo malo a Emily o a los niños era lo único que podría hundir a Sam. No pude evitar el ponerme en su lugar por un instante y tuve que dejar el pensamiento colgando. Sólo imaginar que a Nessie le pudiera pasar algo como eso, ya me hacía temblar, y eso que solamente era un amago de pensamiento.
- ¿Cuándo… cuándo te has enterado?
- Emily me lo dijo ayer por la noche – declaró, un poco más tranquilo, secándose las lágrimas con las palmas de las manos -. La semana pasada se encontró un bulto en el pecho, pero no me dijo nada para no preocuparme. Hasta que ayer le dieron los resultados de las pruebas que se hizo – cogió un canto de la arena y lo lanzó al mar con rabia -. Cuando llegué a casa, la encontré llorando y me lo contó. No he parado de darle vueltas al asunto durante toda la noche.
- ¿Ya le han dado un tratamiento o algo?
Sam cogió aire y lo soltó de sopetón por las fosas nasales.
- Bueno, sí, a medias – recogió otra piedra y la lanzó también al agua -. Tendría que tratárselo con quimioterapia y, en caso de que no sirviese, tendrían que extirpárselo. Si se lo cogieran a tiempo, no perdería el pecho.
No me gustó nada ese tiempo verbal.
- ¿Tendría?
- El tratamiento es muy caro, y nosotros no tenemos seguro médico, como comprenderás.
Sí, claro. Ningún metamorfo podría hacerse uno, a ver cómo se iba a explicar que no caíamos enfermos nunca y que nos curábamos con esa rapidez, eso sin mencionar todos los años que podíamos vivir sin envejecer.
- Con el poco dinero que tenemos, no nos llega ni para cubrir la quimioterapia – su voz se quebró al final de la frase, pero fue capaz de mantenerse entero. Entonces, giró la cara para mirarme con determinación -. Tengo que estar a su lado, Jacob. Por eso no puedo seguir, tengo que quedarme con ella todo el tiempo que pueda.
Tuve que apartar la mirada de sus ojos para que no se me humedecieran a mí también.
A veces la vida era un asco, e injusta. Te ofrecía lo mejor y, cuando lo probabas y lo disfrutabas un poco, te lo arrebataba con crueldad. Yo ya lo había sufrido en mis propias carnes con mi madre, aunque ella no se había muerto de cáncer. No pude evitar el pensar en Nessie de nuevo y me estremecí, aunque sería casi imposible que ella cayera enferma de algo así, por su condición de semivampiro. Casi. Porque seguía siendo medio humana y, aunque también era un metamorfo, ella no se curaba como nosotros. Sin embargo, poniéndome en lo peor, ella sí podría curarse. Su familia estaba podre de dinero y ellos podrían pagarle un buen tratamiento si algo malo le pasara. Me sentí un poco culpable por notar un cierto alivio por eso, viendo el caso contrario a mi lado.
De pronto, un chispazo encendió una mecha en mi cabeza. ¿Por qué tenía que ser el caso contrario?
- Yo podría hablar con Carlisle – empecé a proponerle con la voz llena de esperanza -. Él podría enchufaros en algún hospital, o incluso pagaros el tratamiento – Sam ya empezaba a ponerme caras raras, pero no le dejé que hablara -. Escucha – le sujeté por los hombros con firmeza y le clavé los ojos con autoridad, eso echaría al traste su afán de oposición -. Este no es el momento de ponerse orgulloso. La vida de Emily está en juego, y eso es lo más importante. Los Cullen son buenas personas, o… lo que sean – nunca creí que iba a reconocer esto delante de nadie -, y tienen dinero a raudales. Y el doctor es el mejor de todos ellos, estoy seguro de que os ayudará encantado, en cuanto se lo mencione, se ofrecerá sin que me haga falta más.
- No lo dudo, pero, ¿cómo les iba a devolver el dinero? – vaciló -. Tendría que trabajar toda la vida para poder pagarles.
- Carlisle lo hará de una forma totalmente altruista, créeme. Aunque si tú te empeñas en pagarle, sólo tendrías que llegar a un acuerdo con él. Todo sería hablarlo, ¿no crees?
- No sé, Jake…
- Vamos, Sam – me quedé en silencio para ver si él decía algo, pero sólo se limitó a mirar al mar con las pupilas llenas de dudas. Suspiré -. Mira, yo también lo pasé un poco mal cuando me imprimé de Nessie. No fue nada fácil tener que aceptar que unos vampiros a los que odiaba iban a formar parte de mi vida, ¿sabes? Tan sólo tener que entrar en esa casa maloliente todos los días, me daba náuseas – Sam curvó la comisura del labio durante un instante, aunque luego se le volvió a caer de golpe -. Pero me centré solamente en Nessie y me olvidé de todo lo demás, porque ella era lo importante. Ya sé que es un poco raro pedirle ayuda a unos vampiros, pero si yo fuera tú, me tiraría de cabeza. Además, te deben una por ayudarles hace seis años, ¿no?
- Aquello lo hicimos por ti, lo sabes – rebatió. Se quedó mudo un momento, pensativo, y tomó aire para seguir hablando -. No digo que no sean… buenos, pero es que son vampiros, Jake, ¡vampiros!
Me dio un ramalazo de esos que te salen de las entrañas y te van raspando por dentro hasta que salen. ¿Cómo podía dudar todavía? Yo pagaría con mi vida, si hiciera falta, la vendería al mismísimo diablo para salvar la de Nessie. No me importaba ordenárselo si volvía a ponerse idiota.
- ¡No seas estúpido, ¿vale?! – le regañé, uniéndome a su manía de coger piedras de la arena, para lanzar la mía con saña al mar -. ¡No es un accidente de tráfico o algo así que no tiene remedio! ¡Esto tiene cura, y tienes la oportunidad delante de tus narices! ¡Sería una pena que Emily no lo superara por no querer aceptar un poco de ayuda solamente por un orgullo personal contra vampiros!
La mandíbula de Sam se cerró con un chasquido y sus manos se encogieron en puños apretados mientras miraba al horizonte grisáceo del mar con contrariedad, aunque la resignación también se dejaba ver en sus ojos entornados.
- Está bien – asintió por fin, estrujando los párpados -. Emily es lo más importante.
- Menos mal, ya pensaba que te lo iba a tener que ordenar – mascullé, enfadado. Suspiré otra vez para relajarme -. Bueno, hablaré con Nessie y se lo comentaremos a Carlisle esta misma tarde, cuanto antes empiece el tratamiento, mejor. Tú tómate el tiempo que quieras para estar junto a ella y los niños, van a necesitarte los tres. Vete a casa, ya me encargo yo de todo.
Y eso incluía algo que no me apetecía nada, pero que no me quedaba más remedio que aceptar: ser el jefe de la tribu. ¡Maldita sea! Y sabía con certeza que una vez que me dieran el cargo, no me lo iba a quitar de encima nunca más. ¡Maldita sea! ¡Sí, maldita sea mil veces!
- Gracias, Jake – murmuró, llevándose la mano a los ojos y colocando la otra en su cintura.
Sólo fui capaz de asentir con la cabeza y darle una palmada en el brazo.
Después de un momento en silencio, carraspeé.
- Voy a hablar con el Consejo y con Nessie – le anuncié, señalando en esa dirección con el dedo.
- ¿Puedo pedirte un último favor?
- Claro – me encogí de hombros.
- Emily no quiere que se sepa todavía, está un poco agobiada por todo esto y no tiene ganas de ver a nadie. ¿Podrías guardarte esto para ti y no enseñárselo a la manada? Sólo hasta que ella esté mejor y quiera recibir visitas.
- Sí, claro, no hay problema. Lo guardaré junto con mis pensamientos íntimos – le sonreí, y me di dos golpecitos en la cabeza con el puño.
A ver cómo me las arreglaba con la manada para tapar el asunto, tendría que inventarme una excusa o algo.
La comisura del labio de Sam volvió a inclinarse hacia arriba, aunque esta vez la mantuvo durante más rato.
- Gracias otra vez.
¡Uf! Sus ojos llorosos iban a hacerme llorar a mí también.
- Venga, nos vemos – me despedí, dándome la vuelta para dirigirme a casa del Viejo Quil -. Te veré pronto, cuando todo se arregle y vuelvas con la manada.
- Sí, te mantendré informado – le escuché decir a mis espaldas.
Me giré para despedirme con la mano, sonriendo con una mueca, sin dejar de caminar, y volví el rostro al frente, hundiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón, al igual que lo había hecho mi ánimo.
Mientras paseaba, mi pie se tropezó con un canto que sobresalía sobre los demás y comenzó a darle puntapiés en mi recorrido por la orilla.
Ahora estaba hecho polvo. Lo que prometía ser una mañana de fábula, se había convertido en una mierda. No sólo por tener que ser el jefe de la tribu, que ya era bastante malo, sino por Emily, Sam y los niños. Esperaba que no fuera demasiado tarde y no tuvieran que extirparle nada, y mucho menos perder el pecho.
Otra vez mi mente vagó sola y se topó con Nessie. La piedra salió volando y se estrelló contra uno de los troncos blanquecinos, quebrándose en dos.
La casa de Quil Ateara se divisaba a unos cuantos metros. Aceleré un poco y me dirigí allí.
Nessie y Seth estaban sentados en el escalón del porche, charlando. Su rostro perfecto sostenía esa preciosa sonrisa suya todo el tiempo, era tan hermosa. Me volví a sentir el hombre más afortunado del mundo al tenerla a mi lado.
Y entonces, me vio.
Sus ojos dulces se quedaron mirándome mientras me aproximaba y, conforme lo hacía, su sonrisa se fue apagando poco a poco.
Me conocía demasiado bien.
Se puso en pie y esperó a que llegase, con la cara desbordando preocupación.
No pude contenerme.
La agarré por la muñeca, tiré de ella para pegarla a mí y me fundí con su cuerpo para abrazarla con fuerza a la vez que mi rostro se giraba un poco y se hundía en su pelo para inhalar su olor con profundidad. Lo inspiré hasta que mis bronquios se llenaron del todo, para que su maravilloso efluvio se me quedase un poco más de tiempo en la nariz.
- Esto… bueno, tíos. Creo que os voy a esperar dentro – apenas escuché a Seth.
La puerta se cerró y yo apreté más mi abrazo. Los brazos de Nessie correspondieron de igual modo.
- Te quiero – le susurré con efusividad.
- Yo también te quiero – murmuró con la voz frágil -. ¿Qué te pasa?
- Nada. Sólo quiero estar así un rato.
Y nos volvimos a apretar más el uno al otro.


Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

3 comentarios:

  1. Hay que triste pobre de Emily ojala que todo termine bien...que bueno que los Pov. Jacob te salen igual de buenos que los contados por Nessi, eso es tener un gran talento de escritura!!!

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  2. si la verdad muy triste pobre Emily , pobre Sam, yo sabía que algo de eso había, espero todo salga bien y los Cullen, siempre estan ahi, genial el capitulo , Besotes

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