= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =
Mi pulsera no podía vibrar más fuerte.
El gigante terminó de proferir su rugido y se paró justo delante de nosotras. Era colosal, mediría más de dos metros y medio, y sus brazos y sus piernas eran kilométricos, parecía que no se acababan nunca. Sus enormes pies iban descalzos y sus manos eran tan grandes como mi cabeza, una de ellas estaba cerrada en un puño.
Ya tenía que haberme transformado antes, pero me quedé tan petrificada por semejante shock, que no pude ni pestañear.
Este extraño ser no olía a nada, ni siquiera a humano. Carlisle tenía razón. Razvan había conseguido cambiar a esos desaparecidos genéticamente y ahora eran menos humanos, los había cambiado tanto, que ni siquiera tenían olor, incluso el color de su piel y sus ojos eran diferentes. Y también había conseguido lavarles el cerebro, por lo visto, les había anulado la personalidad por completo, puesto que este gigante parecía estar bajo su mando sin ninguna oposición. Era como si esos desaparecidos ya estuvieran muertos en vida.
Otra cosa que me llamó la atención fue que Alice no había visto nada, aunque, claro, si Razvan había mandado a este gigante para llevarse a Helen y estaba yo, no podría verlo.
Me extrañé de que los lobos no estuvieran aquí todavía, porque, aunque el gigante no oliese a nada que los pudiese alertar, tenían que haber escuchado su rugido.
Sin embargo, yo no podía esperar más, tenía que hacer algo para proteger a Helen, y a mí misma. Por lo menos hasta que ellos llegasen.
Entonces, antes de que me diera tiempo a reaccionar para transformarme, subió ese puño a la altura de su boca, lo abrió y sopló.
Un polvillo dorado salió disparado de su palma y voló por el aire, justo delante de nosotras. Helen y yo nos quedamos boquiabiertas, no entendíamos nada de lo que estaba pasando, pero nuestros párpados subieron aún más cuando vimos lo que el polvo hizo a continuación.
Las partículas eran minúsculas, ínfimas, y hubieran sido invisibles si no fuera porque ese extraño y fulgurante dorado las hacía brillar. Cuando la inercia del impulso del soplido cesó, el polvillo se quedó suspendido en el aire durante un par de segundos. Se quedó flotando como una pequeña nube frente a nosotras, inmóvil y silenciosa. Y después, sucedió.
De una forma vertiginosa y repentina, toda la nube vino hacia mí y se metió por mi boca, por mi nariz y por mis oídos sin que yo me diese apenas cuenta ni pudiese hacer nada para remediarlo. Hasta mi pulsera pareció verse sorprendida, ya que detuvo su vibración un instante, como si esto también fuera nuevo para ella, aunque después volvió a vibrar con insistencia.
Observé todo esto con estupor, sorpresa, en un estado de completo shock, paralizada, mientras mi aro de cuero vibraba frenéticamente para que yo despertara de una vez. El gigante se quedó quieto, esperando algo. No sabía qué era ese polvillo, pero no sentí nada raro, así que por fin reaccioné para transformarme.
Busqué ese calor volcánico dentro de mí y lo guié para que comenzase a recorrer mi espalda. Sin embargo, volví a quedarme petrificada. Mi lengua de fuego no conseguía ascender por toda mi columna, era como si se quedase trabada a la mitad.
Lo intenté una vez más. Nada. Volví a intentarlo, esta vez con urgencia. Nada.
Mi respiración comenzó a agitarse de nuevo y me quedé algo enfrascada. ¿Qué era eso que me había echado? ¿Por qué no podía transformarme?
No me dio tiempo a pensar más. El gigante vio que había obtenido lo que estaba esperando y se abalanzó hacia mí con un movimiento veloz y repentino que me pilló completamente desprevenida.
- ¡No la toques! – gritó Helen con furia, interponiéndose, a la vez que sus manos ya estaban siendo dominadas por fuertes convulsiones.
- ¡No, Helen! – chillé, pero ya era demasiado tarde.
Mis ojos volvieron a abrirse como platos y el gigante frenó en seco al ver a mi amiga.
Todo sucedió a una velocidad increíble.
Su cuerpo comenzó a crecer desmesuradamente, empezando por las extremidades, que se alargaron y se ensancharon a la vez, y siguiendo por el tronco y la cabeza, que también adoptaron una forma mucho más ancha y fibrosa. Sus ropas se fueron rasgando a medida que su cuerpo aumentaba de tamaño súbitamente, hasta que lo único sano que quedó de su gótica indumentaria fue esa camiseta negra de algodón, la cual ya era lo suficientemente ancha para soportar la dilatación de su torso, y los pantalones elásticos que llevaba debajo, aunque las costuras de éstos se abrieron en algunas zonas laterales. Su cinturón se rompió y salió despedido, las playeras quedaron hechas trizas en los mismos pies, dejándola descalza, y mi amiga de metro sesenta se transformó en una enorme y musculosa Helen de dos metros y medio ante mis estupefactas pupilas.
A diferencia de ese gigante, Helen seguía oliendo a humana, su efluvio era el mismo de siempre, y su piel continuaba teniendo su color normal. Sus ojos no llevaban las lentillas, debían de habérsele caído durante el proceso de transformación, por lo que pude recordar que tenían pupilas e iris, ese iris de color fucsia chillón. Además, el gigante parecía no poder hablar, y ella sí.
- ¡Corre, Nessie! – gritó.
Pero, ¿cómo iba a dejarla ahí? Este ser quería llevársela.
Sin mediar palabra, el otro gigante se arrojó a ella para atacarla sin cuartel.
- ¡No! ¡Helen! – chillé, horrorizada, porque ella no sabía combatir.
Me enganché a su pierna y tiré hacia mí con todas mis fuerzas, logrando que ella se cayera de espaldas a la vez que yo me apartaba para que no me aplastase. Su impacto contra el suelo hizo temblar la tierra de nuestro alrededor levemente, pero sirvió para que el gigante no consiguiera propinarle el puñetazo que le tenía preparado.
No obstante, ese ser no era torpe para nada, sino más bien, y a pesar de su gran tamaño, todo lo contrario. Con una habilidad y agilidad increíbles, volvió a arremeter ferozmente contra ella.
- ¡Dale una patada en el estómago! – voceé a toda prisa.
Helen pudo reaccionar a tiempo y le propinó una patada desde el suelo, lanzándolo hacia atrás con fuerza.
Mi amiga se puso de pie y, antes de que él hiciera lo mismo, arrancó la rama larga y gruesa de un árbol para defendernos con ella.
Se quedaron frente a frente, fintando, mientras Helen sujetaba la rama entre sus manos, preparada para golpearle con ella si él se acercaba demasiado, y él la miraba con esos globos oculares blancos y gruñía con gran agresividad, impaciente.
Me sentía como Alicia en el país de las maravillas cuando la protagonista se hace diminuta, parecía una enana entre estos dos gigantes. Y mis lobos seguían sin venir, no entendía por qué.
La frustración empezó a hacerse cargo de mi cuerpo. No podía transformarme por más que lo intentaba. Mi pulsera vibraba, alocada, y yo no podía hacer nada, sin transformarme, no era lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarme a ese gigante. Tan sólo podía observar y rezar para que Helen consiguiera darle un golpe lo bastante fuerte para atontarlo y poder escapar de allí.
Salí disparada de mis inquietantes pensamientos cuando el gigante se volvió a abalanzar hacia mi amiga con agresividad.
- ¡Cuidado! – grité.
Pero Helen ya estaba preparada. Como si de un bate se tratara, cogió impulso y le estampó la rama en la cara con todas sus fuerzas a la vez que ella profería un grito de rabia.
La cabeza del gigante salió despedida y chocó contra el tronco de un árbol, rodando unos pocos metros más por el terreno hasta que se detuvo del todo.
- ¡Bien, Helen! – aclamé.
Sin embargo, mi alegría duró poco. Mi aro de cuero seguía vibrando con insistencia, y las dos comenzamos a jadear de nuevo cuando observamos el cuerpo del gigante.
Seguía en pie, era imposible, debería estar muerto. Me dio por mirar si respiraba y su colosal caja torácica no se movía, su corazón no latía, pero en cambio el cuerpo parecía seguir con vida. Y de repente, de su cuello comenzó a emerger algo.
Nuestros ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas. Lo que salía de su cuello era otra cabeza. Otra cabeza que era idéntica a la anterior, y la que estaba sobre el suelo se desintegró completamente, reduciéndose a un simple escombro.
Razvan también había conseguido que se regenerasen, aunque jamás hubiese imaginado que lo que él pretendía es que fuera hasta tal punto.
Iba a ser imposible ganarle, y mucho menos acabar con él. Lo único que podíamos hacer era huir de allí, y ahora que su cabeza todavía no había salido del todo y estaba entretenido, era el momento oportuno.
- ¡Vamos! – le dije a Helen.
Agarré a mi amiga de su enorme mano y eché a correr a todo lo que daban mis piernas, tirando de ella hasta que fue capaz de reaccionar y también se puso a galopar.
Sus grandes pies hacían temblar el suelo que pisaban y sus zancadas eran más amplias que las mías, aunque su tamaño era tan enorme, que no las movía con demasiada rapidez, así que galopábamos a la par.
Enseguida escuchamos otras pisadas a nuestras espaldas, pero éstas sí que eran casi imperceptibles y se movían vertiginosamente.
- ¡Nos va a coger! – lamentó Helen.
- ¡Tú corre!
Pero no llegamos muy lejos de allí. El bosque se presentaba frente a nosotras con urgencia, los enormes pinos y abetos venían a gran velocidad, sin embargo, sin saber cómo, nuestros cuerpos chocaron con la nada y las dos nos caímos hacia atrás, del fuerte impacto.
El gigante ya estaba encima de nosotras, así que me volví a levantar, tirando de mi enorme Helen para que ella hiciera lo mismo. Conseguí que se pusiera en pie de nuevo y las dos nos lanzamos a correr una vez más.
Y una vez más, nos estampamos con algo y nos caímos. ¿Qué estaba pasando? Ahí no había nada, era como si hubiésemos chocado contra un cristal.
Me levanté con prisas de nuevo y alcé las manos para averiguar qué estaba pasando, qué era eso con lo que nos habíamos topado. Y me llevé otra sorpresa. Mis frenéticas palmas tocaron algo duro, curvo, pero invisible, que se extendía más allá de donde mis brazos alcanzaban, y de repente empecé a sentir una claustrofobia terrible, daba la sensación de que estuviéramos encerradas en una urna de cristal.
- ¡Nessie! – me avisó Helen, que se había puesto en pie.
Me giré con precipitación y mi espalda se vio acorralada con esa especie de cristal invisible, cuando vi cómo el gigante se arrojaba hacia nosotras violentamente, rugiendo con furia.
- Detente – le ordenó una voz, de pronto.
El gigante se detuvo al instante, clavando sus pies a un par de metros de nosotras. Luego, se apartó a un lado, completamente dócil, y su rostro volvió a ese semblante sin emoción alguna.
Esa voz sonó con un tono espeluznante que no escapó a mi memoria fotográfica. Mi cuerpo se agarrotó al instante y mi aro de cuero aumentó aún más la intensidad de sus alocadas vibraciones a la vez que mis ojos intentaban escudriñar las zonas oscuras desde donde había salido la orden.
Apenas se escuchó pisada alguna. Algo comenzó a moverse entre las sombras del boscaje y mis peores pensamientos se hicieron realidad.
Los primeros en aparecer fueron Elger, Axel y Duncan. Se deslizaron con maestría entre la vegetación, sin dejar que las ramas ni las hojas percibieran su presencia. Se colocaron en línea, frente a nosotras, sonriendo con arrogancia, y dejaron un hueco en el medio por el que se veía la negrura que formaban los espesos y frondosos árboles.
Mi asustado corazón bombeaba la sangre a toda mecha, iba en consonancia con mi exaltada pulsera, y también podía escuchar el de mi amiga, que lo hacía con mucha más potencia al ser más grande.
El vampiro con el pelo rubio dorado y arreglada barba, Duncan, alzó su mano y sopló. Otra vez un polvillo brillante salió despedido y se quedó suspendido después como una nube. Tensé las piernas, preparada para apartarme. Sin embargo, esta vez las partículas no se dirigieron a mí, se abalanzaron a por Helen, metiéndose por su boca, nariz y oídos vertiginosamente.
Mi amiga comenzó a bajar de tamaño ante nuestros atónitos ojos. Su cuerpo fue menguando poco a poco mientras sus ropas se iban aflojando del mismo modo, hasta que volvió a tener su tamaño de siempre.
Ambas nos miramos asustadas y confusas.
- ¡¿Qué es esto?! – exigí saber, girando el rostro hacia ellos y profiriendo un leve rugido.
- Magia – respondió Axel, sonriendo con arrogancia.
Su media melena negra y lisa seguía cayéndole en la cara a modo de cortina, con esa raya marcada que la dividía en dos.
- ¿Magia? – inquirí, a la defensiva -. ¿Cómo que magia?
No me dio tiempo a preguntar nada más.
Unos ojos escarlata irrumpieron en esa oscuridad que quedaba en el hueco que habían dejado los tres vampiros; eran tan malvados, que parecía que tuvieran una luz roja que los hacía relumbrar, confiriéndoles un aspecto aún más aterrador. El semblante que los albergaba fue apareciendo poco a poco a medida que su dueño avanzaba con el mismo sigilo y elegancia que los otros tres, hasta que ese rostro maléfico se dejó ver del todo y por fin se posicionó junto a sus secuaces.
Mi aro de cuero no podía vibrar con más fuerza, lo hacía con tanta, que podía notar cómo mi muñeca era levemente zarandeada.
- Ha pasado la prueba – les dijo Razvan a sus secuaces, observando al gigante.
Los tres vampiros asintieron.
¿La prueba? ¿Acaso todo esto solamente era una prueba para examinar a su gigante?
- Razvan – murmuró Helen, apretando los dientes.
- Hola, Renesmee – pronunció con esa voz pura y perfecta pero tétrica a la vez.
Me sorprendió que supiera mi nombre y que se dirigiera a mí, y no a Helen.
- ¿Por qué sabes mi nombre? – quise saber, deslizando mis manos por ese cristal invisible a la vez que me movía lentamente para buscar una salida -. ¿Qué es lo que quieres? ¿Y qué nos habéis hecho?
- Es inútil que tratéis de escapar – reveló con una media sonrisa llena de soberbia, ignorando mis preguntas, al percatarse de mis intenciones -. He puesto una barrera a nuestro alrededor.
- ¿Una… barrera? – murmuré.
- Magia – repitió Axel con la misma sonrisa de antes.
- Los lobos vendrán a rescatarnos – les advertí, aunque estaba asustada y se me notaba -. Y os matarán a todos, no tendrán piedad.
- Tus lobos no saben lo que está pasando – me desveló, empezando a pasear -. Mi barrera mágica impide que nos puedan escuchar ni oler.
Helen y yo nos miramos de nuevo. Sus manos temblaban, y no porque fuera a transformarse, precisamente, ya que ahora ella tampoco podía hacerlo. Helen estaba muerta de miedo.
- Si no nos huelen a nosotras, sabrán que está pasando algo y vendrán, te lo aseguro – volví a advertirle.
Los cuatro vampiros rompieron a reír, todos con altivez. En cambio, el gigante permanecía inmóvil, mirando al frente con aquellos ojos blancos que no expresaban nada.
- Tengo muchos trucos en la manga – afirmó -. Ellos verán que estáis en el bosque paseando tranquilamente, incluso creerán oleros.
Noté cómo mi rostro reflejaba el sentimiento de estupor y sorpresa que se instaló en mi mente.
- Eso es imposible… - conseguí susurrar a modo de contradicción.
- No para un mago como yo – declaró, llevando sus pasos hacia nosotras con lentitud.
Volví a quedarme estupefacta.
Si eso que decía era verdad, ahora entendía que hubiese esperado a que no estuviera Jacob, porque él sí que podría ver esa barrera y destruirla. Y si sabía que el Gran Lobo no estaba aquí, quería decir que nos había estado vigilando, tal vez desde hacía mucho tiempo, puede que hubiera esperado justo a este momento.
- ¿Qué quieres de nosotras? – quise saber.
- Te quiero a ti – puntualizó.
- ¿Qué? – apenas me salió la voz.
- Tú eres la elegida por el Gran Lobo – respondió, mirándome con una fijeza que me heló -. La mujer única de la que habla la profecía, la elegida para la imprimación mutua, la otra parte del Gran Lobo, su alma gemela, su complemento. Cuando te vi la primera vez y observé cómo te protegía y te miraba él, lo vi claro. Y tú contraerás matrimonio conmigo.
Mis oídos no daban crédito a lo que estaba escuchando. ¿Cómo sabía todo eso? ¿Qué decía esa profecía de la que tanto hablaba? ¿Y cómo que yo me iba a casar con él? Pero, ¿qué se creía?
- No tienes nada que hacer. Yo me casaré con el Gran Lobo – aseguré, apretando los dientes -. Nada ni nadie puede separarnos, nuestro vínculo es extremadamente fuerte e irrompible – le dejé claro.
- Vuestro vínculo es irrompible, en efecto – asintió, acercándose a mí con calma -. Para los demás, pero no si uno de los dos lo rompe – declaró con una sonrisa maléfica, aunque no fue eso lo que me congeló, sino sus palabras -. Sólo vosotros podéis romperlo, y tú lo harás hoy mismo.
Mis pulmones volvieron a trabajar sin descanso cuando me percaté de la verdad que encerraban sus palabras, porque era así. Por primera vez en mi vida, me di cuenta de que nuestro vínculo solamente podríamos romperlo nosotros.
Pero eso era imposible que sucediese, ninguno de los dos querríamos eso nunca.
- Yo jamás romperé ese vínculo – afirmé, intentando conferirle a mi tono un poco más de fuerza.
Su sonrisa malvada se amplió.
- No te preocupes, mi magia te ayudará.
Automáticamente, las imágenes de la pesadilla que me había tenido en vilo aquellas noches se plantaron en mi cabeza, haciéndome sentir un escalofrío gélido que me atravesó entera; unos crueles y punzantes pinchazos se clavaron en mi corazón y lo detuvieron, dejándome sin respiración durante unos eternos segundos. Aunque luego ésta comenzó a agitarse con pavor.
- Dile adiós a tu Gran Lobo – dijo con la misma sonrisa de antes, a la vez que me arrojaba algo con la mano.
- ¡Nessie! – chilló Helen, llevándose las manos a la boca.
- No… - mascullé, horrorizada -. ¡No! – grité acto seguido.
Mis pies echaron a correr a un lado en cuanto vi que había lanzado otro polvillo dorado en mi dirección. Creí que eso lo esquivaría, pero en esta ocasión, las partículas brillantes no se quedaron suspendidas en el aire como si fuese una nube, sino que me persiguieron como si de un enjambre de diminutas y rabiosas abejas se tratase.
- ¡Corre, Nessie! – escuché que gritaba Helen.
Por un instante miré a mi amiga, estaba aterrada, como yo, y no tenía pensado dejarla ahí tirada, pero ahora mismo lo que me urgía era esquivar al enjambre que me perseguía, porque, egoístamente, Jacob era lo primero para mí, y mi aro de cuero me decía que ese polvo traía algo maléfico relacionado con mi pesadilla.
Corrí más deprisa y, de pronto, me estampé con otra parte de la barrera, cayéndome en el suelo. Vi cómo las partículas se acercaban a mí a toda velocidad, no me dejaban en paz, y volví a levantarme. No llegué muy lejos, a unos pocos metros me topé con otro cristal que me impidió el paso, tirándome de nuevo.
- Mírala, parece un pajarillo enjaulado – se mofó uno de los vampiros, que no me dio tiempo de reconocer.
Pero yo no me rendí. Me puse en pie y mis manos comenzaron a palpar la barrera de una forma ansiosa mientras mis pies seguían galopando. Con eso pude darme cuenta de que era redondeada, ya que me movía en curva, y no se acababa nunca, estábamos en una burbuja de cristal invisible.
- ¡Nessie, cuidado! – chilló Helen una vez más.
Miré hacia atrás, asustada, y vi al enjambre de polvo lanzarse hacia mí vertiginosamente, como un torpedo que persigue a su objetivo sin descanso.
- ¡No! – grité al ver que no tenía escapatoria.
Mi espalda chocó contra la barrera y alcé el brazo para cubrir mi rostro ladeado, como si ese último acto desesperado fuera a evitar algo.
De repente, mi pulsera vibró una sola vez, pero fue muy diferente a aquellas otras en las que había descargado su energía para protegerme del licántropo o Nahuel. A diferencia de entonces, que lo había hecho con una energía extraordinaria e impresionante, esta vez la pulsera latió sobre mi muñeca como si realmente estuviera viva. Fue un latido, un solo latido, y el polvillo se repartió a mi alrededor como si yo misma estuviera dentro de una burbuja y las diminutas partículas se hubiesen quedado pegadas a su cristal, coloreando y haciendo visible la esfera de mi barrera.
Me aplasté contra la barrera de Razvan, alucinada y todavía respirando a mil por hora, y, aunque tenía las dos manos apoyadas en la misma, mi particular burbuja seguía en pie, protegiéndome.
Era la primera vez que mi aro de cuero hacía algo así y no le debía de ser fácil, porque noté cómo mi pequeña barrera empezaba a flaquear. Esto también era nuevo para mi pulsera.
- ¿Qué es eso? ¿Qué está pasando? – preguntó Elger con sorpresa.
- Es el poder del Gran Lobo – le reveló Razvan con un semblante áspero y grave, lleno de rabia.
Observé horrorizada y frustrada cómo mi cristal invisible empezaba a vacilar y el polvillo conseguía abrirse paso poco a poco. Mi pulsera ya no vibraba, estaba demasiado concentrada en erigir esa barrera que ya no iba a durar mucho más tiempo, era una pompa de jabón que se estaba muriendo.
Tenía que hacer algo, pero, ¿qué? Estaba rodeada de vampiros, no me podía transformar y la barrera de Razvan me impedía escapar.
De pronto, Razvan le hizo una señal a Axel. En un abrir y cerrar de ojos, Helen fue atrapada por éste, que la sujetó sin ningún tipo de problemas y se la llevó, traspasando la barrera como si nada ante mis incrédulas y espantadas pupilas.
- ¡Nessie! – gritó antes de que Axel se perdiera en la negrura del bosque.
- ¡Helen! – chillé, echando a correr hacia ella con mi frágil burbuja cubriéndome todo el tiempo.
Razvan aprovechó mi distracción para que su mano me arrojara otra ración de polvillo, y lo hizo con tanta cólera, que su cantidad fue mucho mayor y las partículas se estamparon en mi barrera casi instantáneamente, de lo vertiginosamente rápido que vinieron. Un millón de diminutos balazos que hicieron que mi cristal invisible se desquebrajara en mil pedazos sin que yo ni mi pulsera pudiéramos hacer absolutamente nada para impedirlo.
Había caído en su trampa como una idiota.
- ¡No! – lloré con impotencia, cubriéndome el rostro con los dos brazos.
Ya no me dio tiempo a más. De nada sirvieron mis brazos. El polvillo penetró por mi boca, mi nariz y mis oídos con saña y enseguida noté sus efectos.
Fue algo muy extraño. Noté cómo mi alma era desplazada por una brisa fría, gélida, un aire lleno de maldad, perverso, maléfico. La oscura brisa oprimió mi espíritu como si me encerrase en una diminuta caja, aunque no me echó de mi cuerpo, sino que ocupó ese espacio que quedó vacío, usurpando mi puesto.
El ladrón obligó a mis piernas a detenerse y mi cuerpo se quedó parado delante de Razvan, por más que procuré evitarlo.
Intenté gritar, pero mi garganta no emitió sonido alguno, mi boca permaneció cerrada.
¡NO!, chilló mi mente.
No sentía nada, puesto que mi cuerpo ya no era mío, sin embargo, sí que notaba a mi pulsera, ella volvía a vibrar con rabia e insistencia.
- ¿Ya está bajo la influencia del hechizo? – preguntó Duncan, poniéndose frente a mí para mirarme.
¡¿Hechizo?! ¡¿Qué era esto?!
Mis ojos miraban al horizonte, no podía dirigirlos hacia él.
- Sí, la cuenta atrás ha empezado – reveló Razvan.
¡¿La cuenta atrás de qué?!
Razvan hizo otra señal con la cabeza y algo empezó a moverse entre la vegetación.
Mi respiración no podía estar más asustada, a pesar de que por mi boca el aliento se escapaba con normalidad.
Me quedé estupefacta cuando vi lo que salía de entre los árboles.
El vampiro que apareció ante mí llevaba una larga casaca negra, con una capucha que le cubría la cabeza y apenas dejaba ver su semblante. Un escalofrío recorrió toda mi alma y entonces lo supe con certeza. Era la sombra. La sombra que había visto aquella tarde en la carretera. Aquel que la manada había atrapado debía de haber sido otro vampiro, un nómada cualquiera que había dado la casualidad que también iba de negro.
- Ya sabes lo que tienes que hacer – le dijo Razvan -. Y ten cuidado con los lobos – le indicó acto seguido.
La sombra asintió y se marchó en dirección contraria, atravesando la barrera sin problema para volar por el bosque.
Razvan me miró y su boca se torció en una mueca arrogante llena de celebración.
Pero ahí no acabó la cosa, y a partir de ese momento, todo sucedió a una velocidad vertiginosa.
¡No! ¡¿A dónde me llevas?!, le chilló mi mente al usurpador de mi cuerpo mientras intentaba revolverme.
Sin embargo, no pude hacer nada. Mis piernas obedecieron a la brisa que me había poseído y comenzaron a caminar.
Me alejé de allí, atravesando la barrera como si ahora fuera una ligera cortina de humo, y salí del bosque, dejando atrás a Razvan y a los dos vampiros que lo acompañaban, que permitieron que me fuera con total confianza.
Me sentía como si tuviera dos cuerpos. Uno era el corpóreo, el que estaba siendo dominado por la brisa, el hechizo; otro era el compuesto por mi espíritu, y este último era el que golpeaba esa caja de cristal en la que me veía atrapada para intentar salir y controlar mi cuerpo de carne otra vez. Pero todos mis esfuerzos eran en vano, ninguno de ellos parecía hacer efecto alguno sobre ella.
Me estaba pasando algo muy parecido a lo que había tenido que sufrir Taha Aki, sólo que a mí me habían robado mi cuerpo sin echar a mi espíritu fuera.
Mi aro de cuero rojizo vibraba como loco, aunque él tampoco podía hacer nada.
Atravesé los últimos árboles y salí al pequeño jardín que había en la parte posterior de la casa de mi amiga.
¡Helen! ¡Helen!, la llamé cuando vi que ella también salía y se ponía a mi lado.
Sin embargo, ella no reaccionaba. Caminaba junto a mí como si estuviésemos dando un simple paseo.
- Parece que va a llover, ¿verdad? – manifestó, mirando al nublado cielo.
Mi alma pestañeó, perpleja. ¿Es que no se acordaba de nada?
- Sí, es cierto – respondió mi boca.
Volví a quedarme paralizada. ¿Cómo es que había hablado? Era mi voz, pero ¡esa no era yo!
Entonces, me di cuenta de que a Helen le estaba pasando exactamente lo mismo que a mí. Éramos como marionetas, el hechizo que nos había poseído nos movía y hablaba por nosotras a su antojo. Y eso engañaría a los lobos, por supuesto, para ellos no había ni estaba pasando nada raro, y no podía comunicarme con ellos a través de los pensamientos, puesto que no podía transformarme y Jacob no estaba.
- Me voy a quedar en casa – declaró la falsa Helen.
- Vale. Yo voy a irme a casa de mi familia, tengo que decirles algo importante – habló la brisa con mi voz.
¡No! ¡¿Qué le vas a hacer a mi familia?!, grité, pegándome al cristal que me apresaba, con ansiedad.
- De acuerdo. Hasta luego – se despidió esa Helen.
- Hasta luego.
Mi cuerpo carnal siguió su camino y el de mi amiga se metió en la vivienda por la parte de atrás. Llegué a mi coche, me subí y arranqué, saliendo vertiginosamente en dirección a la propiedad de mi familia.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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