= LIBRO UNO =
RENESMEE
- Nessie… - me avisó entre susurros, sin dejar de besarme.
- ¿Qué…? – le contesté de igual modo.
Apartó un poco su boca para hablar.
- Tenemos que irnos.
- Espera un poco… – ronroneé, volviendo a sus labios.
- Ya no hay nadie… – murmuró.
Abrí los ojos y me despegué de su boca. Pestañeé, atontada.
¿Ya estaba anocheciendo? ¿Tanto tiempo había pasado?
- ¿Cuánto llevamos aquí? – pregunté, sorprendida.
A mí me habían parecido minutos, ni siquiera había oído los coches de los demás estudiantes, pero ahora el instituto estaba vacío y ya era casi de noche. Para encima, con el beso, me había olvidado de Brenda por completo y me había perdido su reacción.
- No sé – se encogió de hombros, sonriente.
- Bueno, ahora ya no importa si nos quedamos un poco más, ¿no? – bisbiseé, besándole muy despacio.
- Si llegamos tarde, tu padre me va a matar…
Pasé mis labios a su mandíbula y a su cuello.
- Podíamos ir a ese bosque… - le propuse, susurrándole al oído -. Allí estaremos a solas.
Sabía que con él no iba a pasar ni una gota de frío, más bien todo lo contrario, que era lo que yo quería. Mi boca se deslizó por su cuello de nuevo y él se estremeció otra vez.
- Qué demonios. A la porra tu padre – espetó.
Sonreí. Le cogí de la mano y tiré de él para echar a correr hacia el bosque que había junto al instituto, el mismo en el que había probado su suculenta sangre.
Nos adentramos bastante, no queríamos que nadie pudiera molestarnos.
- A ver si me coges, lobo – le reté con una risilla, descalzándome para ir más deprisa y tirándole las playeras en broma.
Salí disparada, a todo lo que daban mis piernas, dejándole atrás.
- ¡Espera! ¡Eso es trampa! – gritó a mis espaldas mientras se quitaba sus deportivas sin desatarlas.
Se lanzó como un bólido y se quedó detrás de mí para perseguirme. Los dos nos movíamos a toda velocidad por ese bosque frondoso y lleno de vegetación, riéndonos y jugando. Hasta que se cansó de fingir que no me alcanzaba y me cogió de la mano. Entonces, reduje la velocidad y nos detuvimos del todo.
Solté su mano y me di la vuelta para mirarle a los ojos con determinación. Se acercó a mí de igual modo y me cogió de las muñecas para ponerlas sobre sus hombros. Sus manos empujaron mi cintura, arrimándome más a él, y empezó a besarme lentamente, entrelazando sus labios y los míos con suavidad. Su delicioso aliento se abría paso por mi boca, podía saborearlo bien; todo el vello se me ponía de punta, mi corazón latía como loco y las mariposas de mi estómago no paraban de volar.
Bajé mis manos a su cintura y nuestros labios se separaron cuando le quité la camiseta con calma. Acaricié todo su torso con meticulosidad, pues era mío y podía tocarlo cuanto quisiera, quería aprendérmelo de memoria. Arrimé mi frente y la rocé contra su pecho, éste comenzó a moverse con más viveza. Deslicé mi boca por su piel muy despacio, quería sentir a fondo su terso, suave y cálido tacto. Notaba cómo se estremecía a medida que mis labios y mis manos se deleitaban en su pecho, eso hacía que yo sintiera lo mismo. Toda su ardiente piel era mía, todo su cuerpo era mío. Arrastré mis palmas para desabrocharle el pantalón y se lo quité, tirando del mismo hacia abajo.
Dejé su torso para observarle bien. Ya le había visto desnudo aquel día en el río, pero no tan cerca, no de este modo. Otra vez todo su cuerpo me pareció fuerte y vigoroso, hermoso, perfecto. Mi encendida mirada se alzó para quedarse en sus intensos ojos y me arrimé más a él. Le besé muy despacio, aunque suspirando con desenfrenado deseo.
Jacob dejó mis labios y clavó sus hambrientas pupilas en las mías. Bajó la cremallera de mi chaqueta y me la quitó, arrastrándola para acariciar mis brazos hasta que la prenda cayó al suelo y sus manos llegaron a las mías. Las separé con el fin de alzar mi camiseta y quitármela. Él también me observó durante un rato, rozándome con sus dedos, lo cual me provocaba taquicardias. Todo mi cuerpo era suyo y él lo sabía. Posó sus palmas en mi cintura y las subió para acariciar mi espalda, después, me pegó a su cuerpo. Palpité alocadamente al notar su tórrida piel pegada a la mía. Una de sus manos se aferró en el pelo de mi nuca, instando a mi cabeza a inclinarse hacia atrás con suavidad. Toda mi alma se volvió a estremecer cuando su ardiente boca y su tórrido aliento me rozaron sin prisa para besarme el cuello y la parte superior de mi pecho. Me soltó el cabello y mi rostro se unió al suyo. Nos clavamos los ojos con deseo, expirando con impaciencia.
Nuestros labios se abalanzaron y nos besamos apasionadamente, entre jadeos. Mis manos y mis brazos pasaron a su cuello y a sus hombros y le empujé hacia mí, obligándole a caminar en mi dirección, hasta que mi espalda topó con el árbol que tenía detrás.
Mi corazón y mis mariposas palpitaban con furor y mis pulmones ya no daban a basto. Ya no podía frenarme. Lo único que quería era sentirle por todo mi cuerpo, sentirle dentro de mí, sentir su ardiente piel fundiéndose con la mía.
Entonces, Jacob dejó mis labios por un momento.
- ¿Estás segura de esto? – me susurró en la boca, respirando aceleradamente -. Si empiezo, ya no podré parar.
¿Que si estaba segura? Yo le deseaba con toda mi alma y él a mí. Estábamos imprimados y enamorados, y nos conocíamos de toda la vida, era como si siempre hubiéramos sido novios.
Aferré mis manos a su pelo con fervor.
- No quiero que pares - le imploré con ansia, casi con exigencia.
- Lo que tú digas, nena… - murmuró mientras su boca regresaba a la mía y sus manos empezaban a desabrochar mi sujetador.
De pronto, nuestros labios y sus manos se pararon en seco cuando percibimos algo raro.
Mi novio separó un poco su cuerpo del mío y nos miramos a los ojos.
- Es ese asqueroso olor a amoniaco – observé por los dos con miedo; su rostro se giró de repente y el mío hizo lo mismo.
Me quedé paralizada cuando vi al licántropo entre los árboles. Nos estaba observando con sus ojos amarillos reflectantes. Resollaba furiosamente y sus fauces mostraban sus afilados dientes aserrados, entre gruñidos.
Jacob se despegó de mí súbitamente, lleno de convulsiones y ya rugiendo. Se echó hacia delante con rapidez, estirando los brazos, y su cuerpo explotó en el acto. Cuando se posó en el suelo, era un colosal y enfurecido lobo rojizo.
El licántropo tuvo la osadía de acercarse, eso sí, muy lentamente, fijando sus ojos obsesivos en mí. Jacob se envaró y se irguió, cubriéndome todo el tiempo, y le enseñó su implacable y letal dentadura mientras le gruñía con agresividad y le clavaba una mirada enormemente amenazadora.
Cuando el licántropo retiró su labio y le volvió a mostrar sus dientes, me invadió una oleada de pánico. Si ese monstruo le mordía, Jacob sería infectado con la rabia y moriría. Mis puños se cerraron con fuerza.
Mientras ambos fintaban, mis manos empezaron a temblar. No podía permitirlo, tenía que hacer algo.
- ¡Es mía! – espetó, rabioso, el licántropo con un gañido profundamente gutural.
Me sobresalté al oírle, no tenía ni idea de que pudiera hablar. Su voz sonaba extraña, oxidada, como si no la hubiera usado en mil años.
La respuesta de Jacob no se hizo esperar, no necesitaba hablar, ni traducción. Mi Gran Lobo mostró toda su majestuosidad y poderío al enderezarse, alzando su grandioso pecho con autoridad. Su tamaño se vio claramente incrementado, me pareció gigantesco, descomunal. Le mostró su despiadada y mortal dentadura de nuevo y profirió un potente rugido que salió de lo más profundo de su tórax y que cuando salió por su garganta, retumbó en todos los árboles y en mis oídos, juraría que se movieron hasta las hojas. El bosque se agitó y el cielo se llenó de aves y criaturas de diferentes especies y tamaños que escapaban a tal amenaza.
Los aullidos de veintidós lobos se escucharon a lo lejos.
Para mi asombro, el licántropo se encaró con él. Se adelantó un paso y se puso en un cara a cara con mi lobo, gruñéndole y rugiendo con furia. Sin embargo, Jacob no se movió ni un centímetro. Siguió con la misma actitud y postura, clavándole los ojos desde arriba, ya que era más grande y alto que el monstruo.
La mirada de mi Gran Lobo era de firmeza y supremacía, enseñaba sus inmensos colmillos y tenía la cola erguida hacia arriba. No mostraba ni un ápice de titubeo o temor. El licántropo comenzó a recular, desconcertado, dio unos pasos hacia atrás y se quedó quieto, vigilante. Se notaba que no sabía qué hacer, oscilaba la vista entre Jacob y yo. Al lobo lo miraba con recelo y desconfianza, a mí con obsesión y pretensión.
Entonces, cuando decidió y avanzó un paso, se paró en seco con los ojos como platos.
Dos enormes y cabreados lobos aparecieron de entre las sombras a ambos lados. Quil y Embry lo rodearon, gruñendo y enseñándole sus no menos peligrosas dentaduras. Ambos se quedaron a la espera de órdenes, con las colas hacia dentro, en señal de sumisión y respeto al Gran Lobo.
Jacob dejó su pose y se agazapó para atacar, rugiendo con tanta cólera, que el bosque se volvió a conmocionar. Los dos lobos se unieron a él y también se inclinaron hacia delante.
Un gran grupo de lobos aulló, ahora se oían más cerca.
Todo ocurrió en una milésima de segundo. El licántropo me echó una última ojeada y salió disparado hacia su huída. Jacob me miró fugazmente para decirme que le esperase aquí y se impulsó con sus dos hermanos para irse tras él a la velocidad del sonido.
En un abrir y cerrar de ojos, los perdí de vista entre la espesura de la vegetación nocturna. Estaba sola, pero no estaba asustada por mí. Yo ya no corría peligro. Paseé, algo nerviosa; lo estaba por los lobos. ¿Podrían con él?
De repente, una enorme manada de grandes lobos pasó a mis lados como una exhalación. No pude distinguir bien a ninguno, puesto que solamente conseguí ver unos borrones de distintos colores que se adentraron en la boscosidad, pero me pareció contar hasta dieciséis manchas. Ni siquiera sé si ellos se fijaron en mí.
Eso hizo que me quedara un poco más tranquila. Eran muchos contra esa bestia, era muy difícil que le pasara algo a Jacob o a alguno de sus hermanos. Estaban acostumbrados a luchar contra docenas de peligrosos y crueles vampiros, ansiosos por matarles. Yo sólo tenía que esperar a que Jake viniera a buscarme, seguro que no tardaría mucho.
Me disponía a agacharme para recoger mi camiseta y mi chaqueta del suelo, cuando la pulsera vibró fuerte, haciendo que me incorporara automáticamente, alarmada.
Me quedé como una piedra al ver a Nahuel. Estaba frente a mí, mirándome con reproche y condena. Después, sus ojos bajaron la vista hasta mi pecho y su rostro cambió. Me miraba del mismo modo que el licántropo y había un matiz de perversidad en sus pupilas.
No me dio tiempo a coger mi camiseta para vestirme. Se abalanzó hacia mí y me sujetó por las muñecas, estrellándome en el mismo árbol en el que había estado hacía un rato con Jacob.
- ¡Suéltame! – le grité, apretando los dientes, mientras intentaba escaparme de su presa.
Pero no era capaz de conseguirlo, me aferraba con tanta fuerza, que me hacía daño. Tampoco podía darle un rodillazo en su entrepierna, me tenía demasiado apretada contra el tronco y sus piernas obstaculizaban a las mías.
- Es inútil que chilles o que intentes nada – resolló con ansia en mi mejilla -. Hoy serás mía de una vez por todas.
Mi aro de cuero vibraba como loco bajo su mano.
- Jacob va a llegar de un momento a otro – le advertí, apartando mi cara para no notar su aliento.
Se rió entre dientes con maldad.
- No lo creo. Tengo a todos esos lobos muy entretenidos con mi licántropo.
Mi cuerpo se quedó paralizado por un momento.
- ¿Tu… tu licántropo? – farfullé, helada.
Volvió a reírse.
- En realidad, no es mío del todo. Lo creó Joham, pero yo lo crié y lo adiestré – admitió con una serenidad que me espantó -. Es mi mascota, mi perro.
Tragué saliva. Estaba más loco de lo que yo creía.
- ¿Tu padre manipuló sus genes? – le pregunté para tenerle distraído.
Jacob llegaría pronto.
- Ese científico chiflado lo creó para mí – me contestó, volviendo a mi mejilla. La aparté otro poco -. Fue un regalo de cumpleaños – me olió el pelo y comenzó a tocármelo con sus sucios labios -. Al principio no lo quería, no quería nada de ese degenerado, pero luego caí en la cuenta de que me podía ser de utilidad. Es mucho más cómodo cazar humanos con un licántropo.
Noté cómo mi cuerpo se petrificaba.
- Creía que ya no tomabas… sangre humana – conseguí musitar.
- Como ya te dije una vez, es difícil resistirse cuando ya la has probado y has comprobado lo deliciosa y extremadamente placentera que es.
- Pero Huilen…
- Huilen es una ingenua y una cobarde – espetó con rabia -. Siempre vive pensando en el pasado, no quiere afrontar la realidad: que es un vampiro y que necesita sangre humana para vivir. Sigue aferrándose a esa idea absurda de la abstinencia, piensa que así es mejor que los demás. Pero se equivoca – volvió a llevar su asqueroso y agitado aliento a mi mejilla y ésta se apartó de nuevo -. Intentó llevarme a su terreno, pero no me dejé. La engañé, haciéndola creer que solamente me alimentaba de sangre animal, así me dejaba tranquilo y podía actuar a gusto. Cuando Joham apareció un día con el licántropo, vi el cielo abierto. Lo adiestré para que cazara para mí. Deberías de ver la cantidad de humanos que puede cazar un licántropo en un par de horas, sobretodo teniendo una ciudad como Seattle cerca – mi cerebro no daba crédito a lo que estaba escuchando. Mi mente se llenó con las imágenes de la cabeza y el torso encontrados en el bosque de Jacob y con todas esas pobres víctimas que salían todos los días en el periódico. Todas esas veces que Nahuel salía de caza… -. Por supuesto, yo sólo me alimento de la sangre, el resto es para él.
- Y… - pensé en mi próxima pregunta con rapidez, para tenerlo entretenido hasta que llegara Jake -, ¿Huilen nunca sospechó nada?
- Claro que no – el dorso de su mano pasó a mi pómulo y mi rostro se separó instintivamente a la vez que mi mano liberada se ponía en su torso para apartarle de mí, sin éxito. Se quedó mirándome un rato, irritado, y siguió hablando -. Lo tenía encerrado en una cueva para que ella no lo viera, solamente salía un par de horas para que me hiciera el trabajo.
- ¿Lo tenías encerrado en una cueva? – inquirí, espantada.
Ese licántropo era un monstruo, pero lo que había hecho Nahuel me parecía abominable. ¿Cuántos años habría estado encerrado? ¿A cuántos humanos le habría obligado a matar? Seguramente ese licántropo hubiera asesinado a otras personas si hubiera estado suelto, pero él le había reforzado esa conducta asesina sólo para conseguir su propósito, lo cual me parecía peor. Él se dio cuenta de mi repulsa.
- No me digas que también vas a defender a ese animal – me recriminó con acidez. Entonces, se apretó contra mí con violencia, poniéndome el brazo en el cuello -. ¿Tanto te atraen los perros, que ibas a mancillarte con uno? – me acusó con un deseo rabioso en la voz.
Sus palabras me dieron asco. Le escupí en la cara con odio.
- ¡Eres repugnante! – mascullé, iracunda.
Se limpió y me miró furioso, respirando agitadamente.
- Serás mi esposa, quieras o no – afirmó con convicción, apretándose contra mi cuerpo.
- Lo tenías planeado desde el principio, ¿no? – argüí, separándome como podía -. No sé cómo lo hiciste, pero engañaste a todo el mundo: a Alice y Jasper, incluso a mi padre…
- Fue muy fácil – declaró con impaciencia -. He heredado algunos dones de mi padre, es lo único bueno que me dejó.
- Utilizaste a tu licántropo para que fuera a por mí – le acusé.
- No. Su misión era cargarse a tu querido perro, sin embargo, ese licántropo estúpido se ha obsesionado contigo desde que te vio en vuestro bosque – me quedé todavía más helada al recordar. Ahora caía. Lo que me había rozado en el bosque el día que me perdí en la niebla no había sido mi lobo. Nahuel consiguió bajar su rostro a mi cuello y jadeó, ansioso -. Lo que no entiende ese idiota es que eres mía.
Posó sus labios en mi piel y mis manos consiguieron soltarse.
- ¡Déjame! – chillé -. ¡Yo jamás seré tuya!
La pulsera reaccionó con ímpetu mientras le empujaba. Vibró sobre mi muñeca con un golpe enérgico e impetuoso y, con una fuerza increíble, estalló su honda expansiva de fuego. Nahuel salió disparado hacia atrás, colisionando de espaldas contra el árbol de enfrente.
Eché a correr, pero no me dio tiempo a llegar muy lejos. Se lanzó sobre mí, colérico, y ambos caímos en el suelo.
Consiguió ponerse encima de mí, jadeando salvajemente, intentando llegar a mi cuello, a mi pecho. Mientras forcejeaba con él, empezó a atravesarme el fuego por mi espalda. Yo no sería suya, jamás. Si tenía un dueño, ese era Jacob. Sólo Jacob. Antes prefería morirme, a que me tomara otro hombre. Mi sangre comenzó a volverse gélida y mi garganta prorrumpió un rugido.
Sin embargo, mi cuerpo no pasó de ahí.
- ¡SUÉLTALA, HIJO DE PUTA! – rugió Jacob, encolerizado -. ¡NO LA TOQUES!
Nahuel salió disparado de espaldas y se estrelló contra otro árbol. El crujido fue estrepitoso cuando el tronco se partió en dos. La parte superior del pino se cayó encima de otro y fue arrastrándose, escurriéndose de rama en rama hasta que terminó en el terreno.
Jacob se quedó frente a él, mirándole con combatividad, esperando a que se incorporase. Ni siquiera se había puesto los pantalones.
- ¡Venga, levanta! – bramó -. ¡Lucha conmigo, si eres hombre!
Lo levantó él mismo del suelo con las dos manos y lo volvió a lanzar contra otro pino.
Me puse en pie y me quedé contra el tronco de otro árbol.
Nahuel se incorporó, rabioso, y se lanzó de cabeza contra él, haciendo que la espalda de Jacob se estrellara con un gran abeto.
Embry y Quil aparecieron de entre el follaje y se quedaron paralizados al ver la escena. Quil giró el rostro para mirarme y el entendimiento le llegó cuando sostuve mi asustada mirada con él. Embry avanzó un paso para echarle una mano a Jake, pero fue bloqueado por el brazo de Quil y, entonces, él también se fijó en mí. Los dos volvieron la vista a la pugna con los semblantes severos.
Jake empujó a Nahuel con un solo brazo y le propinó un puñetazo con el otro puño. El golpe fue tan fuerte, que Nahuel emitió un alarido y se cayó en el suelo de espaldas. Cuando consiguió ponerse en pie, tenía la nariz rota y la cara ensangrentada.
La piel de un semivampiro es impenetrable, a no ser que se encuentre con el puño de un hombre lobo encolerizado.
- Te apuesto cinco pavos a que la garrapata sale corriendo – le cuchicheó Quil a Embry.
- Y yo a que Jake acaba con él – le respondió éste último.
- Acepto.
Los dos quileute chocaron los puños para cerrar la apuesta.
¿Cómo podían estar tan tranquilos? Yo estaba temblando, Nahuel era venenoso, si conseguía morderle…
Nahuel se limpió la sangre con la mano y le clavó una mirada de odio a Jacob. Se movió hacia un lado y mi novio fintó hacia el otro. Entonces, con un movimiento rapidísimo, Nahuel serpenteó y se escuchó un crujido cuando consiguió golpear a Jake en la cara.
- ¡Jake! – chillé, horrorizada, llevándome las manos a la boca.
- ¡Jo-der! ¡Le ha roto la nariz, tío! – exclamó Quil con una mueca de suplicio.
- ¡Uf! Eso tiene que doler… - murmuró Embry como si estuviera viendo una lucha de Pressing Catch tranquilamente en su casa.
Quil se dio cuenta de mi cara de espanto.
- Tranquila – me dijo -, dentro de dos minutos estará como una rosa.
Jacob se recolocó la nariz y se oyó otro chasquido. Sus dos hermanos pegaron un respingo con gestos de dolor y yo casi me desmayo.
- Bueno, ya me he cansado de jugar – masculló, furioso, limpiándose la sangre de la nariz con el dorso de la mano.
Con un movimiento veloz, se lanzó hacia Nahuel y empezó a asaltarle a puñetazos. Cuando éste se caía al suelo, lo levantaba por la solapa de su camisa para seguir su ataque. Mis piernas se aflojaron al ver cómo Nahuel se revolvía e intentaba morderle.
Sin embargo, Jacob lo enganchó del cuello como si de una serpiente se tratase y lo estampó contra el tronco de un pino. Lo levantó del suelo y Nahuel se quedó con las piernas colgando, procurando soltarse de la guillotina de sus manos. Todo su esfuerzo era en vano. La cólera de Jacob era tan grande, que estaba completamente cegado. Nahuel empezó a quedarse sin aire cuando Jake apretó su presa con ira.
- ¡No lo hagas, Jake! – grité a modo de súplica.
- ¡Iba a…! – no terminó la frase. Gruñó, enfurecido, con los dientes tan apretados, que le rechinaban, mientras le clavaba una mirada que clamaba venganza.
Me acerqué a él corriendo y le abracé por detrás.
- Por favor – le rogué con un murmullo -. Deja que se vaya. Sé que no se lo merece, pero él nos salvó la vida hace seis años, en cierto modo, estamos en deuda con él. Perdónasela tú ahora. Así, ya no le deberemos nada.
Mis palmas, que estaban sobre su pecho, podían notar su enojada respiración. Escuché otro rechinamiento de dientes y su torso comenzó a relajarse poco a poco. Sus manos se fueron aflojando hasta que Nahuel cayó al suelo, tosiendo y llevándose las manos a la garganta.
- Tienes suerte de que ella me lo haya pedido – aseveró, mirándole con firmeza y severidad -. Ahora, vete de aquí y no vuelvas más. La próxima vez que te vea, te mataré – le advirtió con igual tono.
Nahuel se levantó y se quedó frente a él.
- Esto no quedará así – afirmó, dando unos pasos de espaldas.
Se giró del todo y echó a correr sin mirar atrás.
- Bueno, ya puedes ir dándome los cinco pavos – le dijo Quil a su hermano, haciéndole un gesto con la mano para que le diera el dinero.
- ¿Qué dices? – protestó Embry.
- Ha huido. Los cinco pavos – solicitó de nuevo Quil.
- ¡Iba a matarle! – se quejó su amigo -. No huyó, le dejó escapar, que es diferente, así que tú me tienes que dar los cinco pavos.
- Tú lo has dicho. Iba a matarle, pero no lo hizo – le corrigió -. Al final salió corriendo, ¿no?
- ¡Ni hablar, tío! – exclamó Embry.
Mientras los dos quileute discutían sobre su apuesta, me puse frente a Jake para abrazarle con fuerza.
- ¿Estás bien? – me preguntó, apretando su abrazo.
- Sí, ¿y tú?
- No tenía que haberte dejado sola.
- No es culpa tuya – le contesté -. ¿Quién se iba a imaginar que Nahuel andaba por aquí?
- Sí, ¿por qué estaría por aquí?
Aparté mi mejilla de su pecho para mirarle.
- El licántropo es…
Entonces, me quedé sin habla. Su nariz estaba perfecta, pero sus labios y su barbilla estaban bañados con su sangre, aún estaba fresca y olía muy bien. Muy, muy bien.
No pude contenerme. Acerqué mi rostro al suyo y empecé a pasarle mi lengua por su mandíbula y sus labios lentamente, saboreando ese delicioso e irresistible manjar.
- ¿Qué estás haciendo…? – murmuró.
- Tu sangre está tan rica… – confesé con un murmullo -. Sólo un poquito más y ya paro, te lo prometo – ronroneé.
- Pues me está gustando… demasiado - admitió entre susurros -. Por mí, puedes seguir haciendo eso…, me estás poniendo a cien…
Quil y Embry carraspearon y respingaron con cara de asco, interrumpiendo nuestra conversación. Me había olvidado de ellos por completo. Al parecer, ya habían llegado a un acuerdo, lo habían dejado en tablas. Me aparté de Jake, totalmente ruborizada.
- Vemos que ya no nos necesitas, así que nos piramos – anunció Quil mientras los dos nos miraban, sonriendo con picardía.
De repente, me di cuenta de que Jacob seguía desnudo y que yo estaba en sujetador. Me tapé con los brazos, como si ya no hubieran visto bastante, y mi cara sufrió un atracón de sangre. Seguro que ya se imaginaban por dónde iban los tiros y dentro de un rato lo sabría toda la manada. Genial.
Jacob se percató enseguida de mi mal rato y se acercó corriendo a donde estaban nuestras ropas para recogerlas del suelo. Regresó a mi lado para pasarme mi camiseta y se empezó a vestir con agilidad. Me la puse ipso facto y cogí mi chaqueta para hacer lo mismo.
- Tienes que saber que Jake es el semental de las manadas – me informó Embry, casi serio -. Por eso tiene ese…
- ¡¿Quieres callarte?! – le regañó Jacob, enfadado, antes de que acabara la frase y terminara de señalar con el dedo -. ¡¿No os ibais a largar?!
- ¿El… semental? – inquirí, un tanto confusa y roja como un tomate, ya me había fijado antes en ese detalle.
- No la asustes, estúpido. La estás confundiendo – le reprendió Quil. Luego, se dirigió a mí -. No te preocupes, Jake todavía es virgen.
Los dos se empezaron a carcajear, dándose codazos cómplices.
Suspiré, resignada. Tendría que empezar a acostumbrarme a estas bromas quileute producidas por tanta testosterona junta.
- ¿Y qué pasa contigo, Quil? – le apuntó Jacob con sarcasmo ácido -. ¿Cuántos años más tienes que esperar?
El semblante de Quil cambió de repente. Le dio otro codazo a Embry, pero, esta vez, molesto porque se riera de él.
- Nos piramos – dijo Quil, enfurruñado.
- Ya hablaremos de vuestros turnos – amenazó Jake mientras me cogía de la mano.
Los dos quileute se miraron con muecas de dolor y de arrepentimiento. Se dieron la vuelta, dándose empujones, recriminándose el uno al otro, y desaparecieron entre el boscaje.
- Vamos, te llevaré a casa – me dijo, a la vez que empezábamos a caminar en dirección al instituto -. Tu padre sí que me va a matar cuando vea lo que ha pasado y por qué ha pasado – resopló. Ahora era él el que tenía una expresión de dolor -. Da gracias si salgo con vida de allí.
- Podíamos fugarnos juntos – bromeé, riéndome.
Me pasó el brazo por el hombro y yo aferré su mano, entrelazando nuestros dedos.
- Nos encontraría, seguro – manifestó, sonriente, siguiendo mi broma.
- Sí – me reí, asintiendo con la cabeza -. Aunque lo de rastrear no es lo suyo…
- Tranquila, a mí seguro que me rastrearía bien – aseguró.
- Hablando de persecuciones, ¿habéis cogido al licántropo?
La cara alegre de Jacob se puso seria.
- No – suspiró, decepcionado -. Se colgó de los árboles como un mono y se nos escapó. Lo siento, cielo – se excusó, mirándome un poco afligido.
- Me gusta más nena – declaré.
Sonrió al captar mi intento de animarle y quitarle hierro al asunto.
- Nena aquí no pegaba, nena – me respondió con su sonrisa torcida, acercando su rostro al mío.
- Pues a mí me vuelve loca cuando me lo dices… - admití entre susurros, hiperventilando, ya notaba el ardor de su aliento en mis labios.
- Entonces te lo diré siempre…
Su murmullo se apagó cuando sus labios por fin se encontraron con los míos.
Habíamos dejado de caminar y estábamos a mitad de camino hacia el aparcamiento del instituto. Ambos nos obligamos a separar nuestras bocas para seguir el trayecto, nos estábamos retrasando bastante y la bronca ya iba a ser lo suficientemente grande como para complicarla más.
Recogimos nuestro calzado del suelo y emprendimos la marcha de nuevo, aunque esta vez corriendo.
- ¡No puedo creerlo! – exclamó Alice, horrorizada, cuando terminé de contar todo lo ocurrido -. Yo… no vi nada…
Mi padre seguía con el semblante grave, parecía de piedra de verdad. Yo no sabía si era por lo del licántropo, por lo de Nahuel, por lo de escaparnos al bosque, o por todo junto.
- ¿Por qué no me dijiste que él estaba implicado en todas esas matanzas? – me echó en cara Jake, enfadado.
- Si te lo hubiera dicho, no me habrías escuchado y le habrías matado. Y entonces nosotros nos hubiéramos igualado a él. No debemos de tomarnos la justicia por nuestra mano. La vida misma ya le pondrá en su lugar, por algún sitio encontrará su merecido.
- Ya, pero hemos dejado escapar a un asesino, Nessie, no sé – resopló -. Ahora seguirá matando más gente inocente.
Eso era verdad. Me mordí el labio, un poco arrepentida. Ya no sabía si había hecho bien. Ahora iba a seguir asesinando por mi culpa. Jake se dio cuenta enseguida de mi malestar y, como siempre, parecía que me hubiera leído la mente.
- Bueno, no te preocupes – ahora el arrepentido era él por decirme eso y me hablaba con voz dulce -. Ya encontraremos alguna solución para pillarle, ¿vale? No quiero que te sientas mal. El único culpable es él – y me dio un beso en la mejilla, palabras y gesto que agradecí sonriéndole.
- Jake tenía razón todo el tiempo – señaló Emmett con el semblante serio -. Hicimos bien en dejarle dormir en la puerta de Nessie, a saber qué se habría traído entre manos ese malnacido, de no ser así.
Rosalie le dio un pellizco de reprimenda en el brazo mientras miraba a mi enfrascado padre.
- Tendré que llamar a Eleazar para saber cómo lo ha hecho… - murmuró papá de repente, con la mente sumida en sus pensamientos.
- ¡Edward, cariño! – le voceó mi madre, dándole unas palmaditas en la cara para ver si se espabilaba.
- Ese tío, Eleazar, es el que puede adivinar los dones de la gente, ¿no? – preguntó Jake, intentando recordar.
- Sí – le respondió mi madre, ya que mi padre seguía en estado de shock -. Fue el que descubrió mi escudo.
- Yo le llamaré – dijo Carlisle, dirigiéndose a su despacho.
- ¡Hay que ir tras él! – bufó Emmett, apuntando la puerta con su enorme dedo y mirando a mi padre.
- ¡Edward! – volvió a gritar mamá.
- Si ya parecía un zombie, ahora ni te cuento – se mofó Jake.
Papá se levantó del sofá de sopetón.
- Si no te mato ahora mismo, es por todas las veces que has salvado a mi hija – espetó con los dientes apretados.
- Tranquilo, tío. Era una broma – se defendió él.
- No me refiero a eso. Me refiero a lo del bosque – le corrigió de la misma guisa.
- Ya decía yo que tardabas mucho… - resopló Jacob, cruzándose de brazos y mirando a otro lado.
- ¡¿Te das cuenta de lo que ibais a hacer?! – bramó mi padre, encarándose con él.
Jacob soltó los brazos y se puso tenso.
- Lo sabemos de sobra, ya somos mayorcitos – declaró con voz firme.
- Edward, ¿qué te pasa? – inquirió mamá, asustada, sujetándole por el hombro.
- ¡Papá! – protesté con energía, interponiéndome entre ellos.
- ¿Y no crees que vais un poco deprisa? – criticó éste.
- ¿De qué estáis hablando? – quiso saber mi madre, mosqueada.
- No es asunto tuyo – le contestó Jake a mi padre en el mismo tono de antes.
- ¡Es mi hija! – voceó él.
- ¿Qué ibas a hacer con él? – me preguntó mi madre, furiosa, mirándonos nerviosa y visiblemente afectada.
Mi pulsera comenzó a vibrar.
- Nada malo – respondí, cabreada -. ¿Y ahora podemos dejar este tema, por favor? Nuestra vida sexual es privada – protesté, para total asombro de los que estaban allí, que no entendían nada.
Ni siquiera me ruboricé. Estaba empezando a hartarme de sus estúpidos y cada vez más evidentes celos. Ya no de eso, sino de que siempre se pusiera de ese modo, como si tuviera algún derecho sobre él. Sabía que tenía que frenarme, sin embargo, aunque era mi madre, no dejábamos de ser dos mujeres. Y Jacob era mío, lucharía con cualquiera para que no nos separaran, incluso con ella.
Las pupilas de mi madre adquirieron un pequeño matiz oscuro, no obstante, no me amilané, le clavé la vista, desafiante. Ella se percató de mi mirada y apartó la suya al instante hacia el suelo. Mi aro de cuero dejó de actuar a la vez.
Papá también sostuvo la mirada con Jacob durante un rato y después la llevó hasta la mía. Le miré enfadada, claro que no era asunto suyo. Y Jake tenía razón, yo ya era mayorcita, incluso mayor que mis progenitores, aunque mi falso carné pusiera diecisiete.
En ese momento, Carlisle bajó como una exhalación por las escaleras.
- He hablado con Eleazar y me ha contado cosas muy interesantes.
La atención de mi padre se centró en mi abuelo.
- ¿Qué te ha dicho?
- Al parecer, utiliza una especie de escudo – empezó a explicar -. Él se dio cuenta hace seis años, cuando vio a Nahuel en nuestro peculiar encuentro con los Vulturis. No nos dijo nada, porque no creía que fuera en nuestra contra.
- ¿Un escudo? – interrogó mamá.
- No es como el tuyo – siguió Carlisle -. Es como un espejo, sólo refleja lo que él quiere que los demás crean y deja ver lo que él quiere que vean – nuestros rostros se quedaron perplejos a la vez, excepto el de Jacob -, por eso Edward veía otras imágenes y pensamientos y Alice solamente ve las partes de su futuro que él le deja ver. Es un ilusionista, un encantador, igual que su padre.
- Al único que no pudo engañar fue a Jacob – afirmé, agarrando su mano, orgullosa.
- Por supuesto – ratificó éste con una sonrisa -. Tenía el alma negra como un tizón.
- Lo que yo decía. El sexto sentido de los animales – bromeó Emmett.
- Sí, claro. Muy gracioso – le contestó Jake con retintín.
- Bueno, ¿y qué hacemos ahora? – quiso saber mi padre -. ¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados y ya está?
- Yo digo que vayamos a por él y a por su licántropo – propuso Em, sonriendo al pensar en una pelea.
- Yo digo lo mismo – le siguió mi novio.
- No sabemos a dónde han ido – respondió Carlisle con más mesura -. Lo mejor es esperar a que Alice tenga una visión. Bueno, eso si Nahuel le deja ver. Puede que él no haya decidido ni planeado nada todavía y esté con la alerta baja. Si tenemos suerte, tal vez se le escape alguna decisión y Alice pueda verla.
- Sí, si esperamos a que ella vea algo, podremos actuar con más eficacia – aprobó Jasper.
- Estaré muy atenta – dijo Alice.
- Bien, entonces esperaremos – decidió mi abuelo.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Gnial, ame todo d st capitulo ii spro q Nessie ii Bella tngan una platica sclrecdora, tal vz asi Bella c ddiq x complto!!!!!
ResponderEliminarXoxo**
c ddiq x completo a Edward (jiji)**
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ResponderEliminarwoow questo grande capitolo