= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =
Los birretes amarillos volaron por los aires cuando todos los alumnos que nos acabábamos de graduar los lanzamos con entusiasmo entre voces y risas alegres. ¡Por fin nos habíamos graduado!
Lo primero que hice antes de despedirme de mis compañeros fue mirar al fondo del gimnasio. Jake me sonreía con una mezcla de orgullo y atontamiento, y no pude evitar quedarme embobada yo también y corresponderle la sonrisa. Hasta que una de mis compañeras de clase interrumpió mi viaje astral para felicitarme y despedirse.
Después de mantener una corta conversación con ella en la que solamente cruzamos un par de palabras por cortesía, mis ojos se desviaron hacia mi familia. Se encontraban junto a Jake, Charlie, Sue, Billy y Seth – que también había venido para ver a Brenda –, y, como me había pasado cuando los vi durante la ceremonia, me salió una risilla.
No sé lo que parecían, la verdad. Alice y Rose llevaban un pañuelo en la cabeza y unas enormes gafas de sol que, en el caso de la primera, cubría su menudo rostro casi por completo, parecían unas de esas actrices de Hollywood de los años 60. Mi madre y Esme habían optado por unas pelucas, se notaba que de pelo natural, y otras grandes gafas. Se me hacía extrañísimo ver a mi madre de rubio dorado y a mi abuela de negro azabache, y encima, las pelucas llegaban por los hombros; la de mamá era algo rizosa, pero la de Esme era lisa y con flequillo, parecía la protagonista de Pulp Fiction. Mi sonrisa se amplió al imaginarme que Jake seguro que había pensado lo mismo. Pero ellas no eran las únicas que iban raras.
Emmett llevaba una sudadera gris con una capucha que le tapaba la cabeza, la cual ya llevaba una gorra negra, y su cara también estaba oculta tras unas gafas de sol. Parecía un rapero de esos que salen en los vídeos de los programas musicales de la televisión. Jasper, Carlisle y mi padre sólo se habían limitado a cubrirse la cabeza con una gorra y los tres también llevaban gafas.
En definitiva, a mi modo de ver casi llamaban más la atención, que si no se disfrazaran de esa forma, pero, claro, tenían que hacerlo así, puesto que en Forks podían identificarles. Siempre era mucho mejor que la gente pensara que solamente se trataba de un grupo de gente rara, que no de aquellos famosos Cullen que no habían cambiado nada en siete años.
Mi familia al completo me sonrió al unísono, me imaginé que también con orgullo, aunque con esas gafas no se les veía los ojos y no podría asegurarlo. Les sonreí y les saludé con la mano.
Me di la vuelta y me topé de frente con Matt Hoffman y con su grupito de amigotes.
- Felicidades, por la graduación, digo – matizó con chulería -, porque ya he oído que vas a casarte con ese indio – le costó soltar los dos vocablos -, pero no sé si es cierto.
La panda de idiotas que le seguían le rieron la frase despectiva.
Me chirriaron los dientes. Ahora mismo me apetecía sacar todo este lado de vampiro que tenía escondido para lanzarme a su yugular sin tapujo alguno, aunque no para beberme su tóxica sangre, precisamente.
- Sí, me caso el próximo sábado – le confirmé, mirándole con un aire de desprecio que bien se lo podría adjudicar Jacob.
A veces, me salían gestos suyos, no podía evitarlo.
Por el rabillo del ojo vi a mi chico. Se había despegado de la pared y miraba con mucha atención a Matt, que se percató de esto enseguida.
- Bueno, me tengo que ir – alegó, serio.
- Mejor – contesté sin cortarme un pelo.
Y se marchó junto a sus monigotes.
Jacob se volvió a apoyar en la pared, completamente relajado, y yo seguí mi camino hacia mis amigas. Pero me encontré de frente con algunas de mis compañeras de clase.
- Felicidades – me dijo una de ellas.
- Gracias. Felicidades a vosotras también – les sonreí.
Iba iniciar la marcha de nuevo cuando la misma me cogió del brazo para detenerme.
- Oye, Nessie, ¿es cierto eso de que te vas a casar la próxima semana? – me preguntó, un tanto sorprendida.
- Sí, el próximo sábado – le confirmé.
- ¿Lo veis? Ya os lo dije – protestó otra de ellas, como si ya hubieran estado hablando de esto, que seguro.
Desde que había dejado que Brenda se lo contase a una de sus compañeras de pupitre, ya lo sabía todo el instituto.
- Guau, qué fuerte – siguió otra.
- Pero ya vivías con él, ¿no? – quiso saber la primera, observando a mi chico, que seguía apoyado en la pared del fondo con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón corto.
- Sí, desde septiembre.
- ¿Y no te parece un poco pronto para casarte con él? – pestañeó la segunda.
Panda de cotillas…
- Bueno, es mi mejor amigo desde que yo era una niña, así que nos conocemos bien, no es algo que hayamos decidido con precipitación – alegué, intentando mantener la sonrisa por educación.
- Ya, pero tienes dieciocho años, ¿no te parece que es un poco pronto? ¿Es que no quieres ir a la universidad? – opinó la tercera.
¿Por qué le daba a todo el mundo por pensar que una chica casada no puede ir a la universidad?
- Dejadlo ya, ¿queréis? – intervino Helen, haciendo aspavientos con los brazos para abrirse paso y colocarse a mi lado -. Se van a casar porque están enamorados y punto.
- Bueno, mujer, solamente estábamos preguntando, nada más – se defendió la primera que había hablado.
- Pues ya os ha respondido – y me sujetó por los hombros para sacarme de allí.
Pude escuchar perfectamente como esas tres arpías cotillas criticaban a Helen por su interrupción.
- Gracias – cuchicheé.
- De nada, ha sido un placer – se rió ella -. No sabes lo mal que me caen esas cotillas.
Nos reímos y nos acercamos a Brenda y las gemelas.
- Nos encantaría quedarnos más, pero nosotras tenemos que irnos – anunció Jennifer.
- Sí, nos están esperando – continuó Alison.
Todas giramos los rostros para mirar a los padres de las gemelas, que estaban a unos metros de nosotras. Fue entonces cuando observé que la gente de alrededor ya había comenzado a saludar a sus familiares y el ambiente se había llenado de más felicitaciones. Mis ojos se fueron automáticamente hacia Jacob. Su maravillosa sonrisa se desplegó al instante y la mía le imitó irremediablemente.
- Nosotras también tenemos que irnos – dije, refiriéndome a mí y a Helen -. Jake y mi fa… - cerré la boca cuando me di cuenta de que las gemelas no sabían que mi familia estaba aquí. Si se enteraban, querrían conocerla, y ellas no podían hacerlo, puesto que no sabían nada de la existencia de vampiros ni metamorfos, ni debían de conocerla -. Jake nos está esperando - rectifiqué a tiempo.
Brenda, Helen y yo ya habíamos quedado en que conocerían hoy a mi familia, aunque la segunda también iba a venir a comer para que no lo hiciera sola, por eso Jacob y yo los habíamos invitado a todos a nuestra casa – de paso, estrenábamos el nuevo tratado –, si bien Brenda y Seth vendrían más tarde, ya que ellos iban a comer con la familia de ella, que habían aceptado muy bien a ese encantador quileute. Sin embargo, esto no lo podíamos decir delante de las gemelas, muy a nuestro pesar, porque entonces ellas se sentirían desplazadas o querrían apuntarse, y no podía ser.
- Os acompaño hasta allí – dijo Brenda -, voy a por Seth.
- Vale.
- Bueno, ya nos llamamos y quedamos para tomar algo otro día – declaró Alison, caminando junto a su hermana para llegar a sus padres.
- Sí, hasta luego – me despedí con una sonrisa.
- Hasta luego – correspondió Jennifer, gesticulando con la mano.
Y nos giramos para encaminarnos hacia Jake y mi familia, que continuaban al fondo del gimnasio.
La sonrisa de mi chico no era la única que destellaba, la de Seth también, al ver a Brenda, aunque no le presté demasiada atención.
En cuanto tuve a Jacob lo suficientemente cerca, me abalancé hacia él para abrazarle, a pesar de que la toga amarilla de poliéster no me dejaba moverme con la agilidad habitual. Él apretó su abrazo y me elevó por el aire para dar un par de vueltas mientras los dos nos reíamos, con las sonrisas de mi familia como testigos. Antes de que mis pies tocasen el suelo, nuestros labios ya se encontraron con efusividad. No hubiéramos parado a no ser por la serie de carraspeos de nuestro alrededor.
Soltó mi boca y llevó sus manos a mi pelo, para metérmelo detrás de las orejas.
- Felicidades, preciosa. Estoy muy orgulloso de ti, lo sabes, ¿no? – murmuró.
- Sí, lo sé. Gracias – y le abracé con fuerza.
- No eres el único – irrumpió mi padre.
Me despegué de Jake y me dirigí a él.
- Hola, papá – le sonreí, dándole un cariñoso beso y abrazándole.
- Hola, princesa. Felicidades.
Me fijé en Brenda y en Helen, ambas pestañeaban sin poder creérselo. Aunque mi padre llevaba esa gorra y esas gafas de sol, podía apreciarse lo joven que era. Y yo podía adivinar perfectamente qué era lo que pasaba por la cabeza de mis amigas: el padre de Nessie es un chaval de diecisiete años y su hija parece mayor que él. Bueno, puede que no supieran que tenía diecisiete primaveras, porque aparentaba un par de ellas más, pero aún así, yo seguía pareciendo mayor que él.
Charlie tenía un rostro enfrascado, parecía estar diciéndose a sí mismo aquella frase que yo me decía tanto el año pasado cuando intenté estúpidamente alejarme de Jake: no pensar, no pensar.
Me separé de mi padre y me acerqué a mi madre y al resto de mi familia para hacer lo mismo.
Mis amigas no daban crédito a lo que estaban viendo y escuchando, ya que Seth les iba explicando en voz baja quién era quién. Y eso que iban disfrazados y no se les veía bien sus rostros impolutos de juventud y perfectos.
Preferí dejar las presentaciones oficiales para cuando llegásemos a casa, ya que las gemelas seguían allí con sus padres.
- Menuda toga, ¿eh? – se burló Em.
- Pues tú vaya un disfraz que te has puesto – me reí.
- Es mejor que esa túnica amarilla chillón – defendió él.
- Estás muy guapa, no le hagas caso – me apoyó Rosalie, dándome un beso en la mejilla.
- ¿Qué llevas debajo? – preguntó la tía Alice, alzando la toga para comprobarlo ella -. Ah, que vestido tan bonito – alabó con una sonrisa mientras bajaba un poco sus gafas de sol para ver mejor.
- ¿A ver? – siguió mamá, poniéndose a su lado y haciendo lo mismo con sus gafas.
- Ese vestido es el que le regalé yo por su cumpleaños – sonrió Esme, se notaba que complacida.
- Sí, es que me gustó mucho, la verdad – confesé tímidamente.
- Estás maravillosa, como siempre – declaró Charlie.
- Gracias, abuelo.
Por los ojos de mi abuelo humano salían chiribitas, de lo emocionado que estaba, y yo sabía que esto no se debía únicamente a mi graduación, sino a que ésta también simbolizaba que ya era toda una mujer, para él, claro, porque ya hacía tiempo que lo era. Me abrazó con fuerza y me dio un beso en la frente. Sue también me dio un cariñoso abrazo, acompañado por otro beso.
- Los hombres de la familia Black siempre hemos tenido muy buen gusto con las mujeres, tanto en belleza como en inteligencia – presumió Billy -, aunque tengo que reconocer que Jacob se lleva la palma – y su rostro cobrizo se iluminó con una sonrisa orgullosa que su hijo correspondió.
- Gracias, Billy, vas a hacer que me ponga colorada – admití, si bien ya notaba que lo estaba.
Me acuclillé para que él también pudiese abrazarme y besarme, y lo hizo efusivamente y con los ojos también emocionados, aunque su razón era bien distinta a la de mi abuelo. Mi graduación indicaba lo cerca que estaba mi boda con Jacob, y eso le llenaba de satisfacción y orgullo.
Acto seguido me acerqué a Brenda y a Seth. Mientras mantenía una conversación con ellos para acordar la hora de su visita, mi pulsera volvió a vibrar, pero esta vez lo hizo más fuerte, con extremada insistencia, y me asustó un poco.
Observé a mi alrededor y enseguida me relajé, pues di con la razón. Papá también se había puesto tenso, pero al ver en mi mente, se calmó. Podía escuchar hasta el chirrido de las muelas de Matt cuando nos miraba a Jacob y a mí, en cambio, su séquito de admiradoras lloraba ante la inminente separación de su ídolo, aunque alguna hubo que sonrió con un poco de malicia al mirarme a mí, ya debían de estar enteradas de la noticia de mi boda.
No le di más importancia al aviso de mi pulsera, ya se calmaría cuando nos marcháramos de allí y dejásemos a Matt y sus absurdos celos atrás. Lo que me faltaba era perder más de un segundo de mi tiempo en pensar en ese idiota.
Después de despedirnos, Brenda y Seth se marcharon por su lado y Helen, Charlie, Billy, Jacob, mi familia y yo por el nuestro.
Billy y Sue fueron en el coche patrulla de Charlie, Jacob, Helen y yo en el Golf, y la parte vampírica de mi familia insistió en ir a pie, así que nos marchamos del instituto y pusimos rumbo a nuestra casa.
Efectivamente, nada más que salimos de allí, mi aro de cuero rojizo dejó de vibrar.
Ya en los alrededores olía a comida, pero cuando el coche llegó a nuestra preciosa casita roja, mis ojos se abrieron como platos. Gran parte de la manada estaba en el jardín junto a sus parejas, los que la tenían, claro, y habían preparado una mesa enorme llena de comida frente a la vivienda.
En realidad, la larga mesa era una sucesión de ellas, probablemente las habían traído de sus casas para juntarlas, al igual que los manteles y las sillas. Muy cerca de la misma se encontraban varias barbacoas, dada la cantidad de carne que había que cocinar, de las cuales se estaban encargando Quil, Paul y Embry, que parecían ofuscados entre ellos por cómo querían de hecha la carne.
Mi familia ya había llegado, probablemente hacía un buen cacho, y ya no llevaban esas indumentarias tan extravagantes, aquí no les hacía falta ocultarse.
- Guau – exclamó Helen en voz baja, observando todo el barullo.
- ¿Qué es esto? – reí mientras Jake aparcaba el coche en el garaje y Charlie lo hacía detrás, afuera.
- Es una sorpresa que te hemos preparado – me desveló él con una sonrisa de oreja a oreja, apagando el motor.
- ¿Ha sido idea tuya? – pregunté con otra sonrisa igual.
- Ha sido idea de todos – respondió.
Pero yo sabía que la voz cantante la había llevado él.
Me desabroché el cinturón y me lancé a sus brazos para abrazarle y darle un beso corto y efusivo en los labios. Se lo di corto, ya que Helen estaba en el coche y no quería incomodarla.
Jake se rió con satisfacción y los tres salimos del vehículo.
- ¡Sorpresa! – gritaron todos a la vez cuando salimos del garaje, hasta mi familia, que ya debía de estar al corriente de todo desde el principio.
Mi cuerpo se vio invadido por un montón de abrazos y besos que me felicitaban cariñosamente.
- Felicidades – me dijo Emily.
- Felicidades, guapa – siguió Shubael.
- Hasta con esta toga pareces una flor – me aduló Isaac.
- Menudo pelota – le reprochó el primero, riéndose -. No se puede ser más cursi.
- Es la verdad – se defendió él, apartándose de mí para dejar paso al siguiente.
- Venga, iros a discutir a otro lado – les regañó Leah, empujándoles, entonces, se giró hacia mí con una sonrisa -. Felicidades.
- Yo también te felicito – continuó Simon, el novio de Leah.
- Sí, felicidades – intervino Rachel.
- Gracias, gracias – iba diciendo yo.
También pasaron por mis brazos Jared, Kim, Paul, Quil, la pequeña Claire, Embry, Brady, Ruth, Aaron, Eve, Canaan, Sarah, Daniel, Martha, Jeremiah y Jemima. Sam y el resto de los chicos no estaban, pues tenían que patrullar.
Cuando terminaron todos, por fin me vi liberada y pude recomponerme.
Mis amigos quileute se dispersaron para seguir en esas diferentes tareas que ellos mismos se habían puesto y me quedé a solas con mi amiga y Jake.
- Ven, te voy a presentar – le dije a Helen.
A Charlie, Sue y Billy ya los conocía, así que dejé que se fueran con el resto de los chicos, que ayudaron a mi abuelo a empujar la silla por ese terreno lleno de hierba.
Le cogí de la mano y, junto a Jacob, nos acercamos a mi familia, que también caminaron hacia nosotros y se pusieron a nuestro lado.
- Os quiero presentar a mi amiga Helen – les indiqué. Luego, me giré hacia ésta -. Bueno, como Seth ya te ha explicado quién es cada uno, me saltaré esa parte.
- Hola, Helen, soy Bella – sonrió mamá, asintiendo con la cabeza a modo de saludo.
- Y yo soy Edward – siguió mi padre, también mostrando esa sonrisa perfecta.
- Hola – correspondió mi amiga, un poco cortada e impresionada.
- Así que tú eres la famosa gigantona – bromeó Em, como si él fuese pequeño.
- Este es el gracioso de Emmett – le indiqué.
- Yo soy Alice – señaló ella con una sonrisa y un saltito alegre.
- Jasper – se presentó mi tío, asintiendo con un aire más serio y sotisficado.
- Yo me llamo Rosalie – habló la misma con un gesto similar al de Jasper.
- Alias la Barbie – añadió Jake con una sonrisita burlona.
Mi tía le dedicó una mirada asesina.
- Hola, cielo, yo soy Esme, la esposa de Carlisle – y las mejillas de mi abuela se alzaron, dejando debajo esos hoyuelos tan tiernos.
- En fin, a mí ya me conoces, así que hola – saludó Carlisle.
- Hola – sonrió mi amiga, saludando con la mano.
- Teníamos muchas ganas de conocerte, Renesmee nos ha hablado tanto de ti – rió mi madre.
- Sí, ya lo veo – se percató ella -. La verdad es que yo también tenía muchas ganas de conoceros, sobretodo para agradeceros todo lo que estáis haciendo por Ryam y por mí.
- No hay nada que agradecer – manifestó Alice -. Los amigos de Nessie son nuestros amigos.
Helen no fue la única que sonrió, yo me uní a ella.
- Bueno, ¿qué tal habéis llegado? – les pregunté.
- Muy bien, como ves – respondió mamá.
- El nuevo tratado está genial – declaró Emmett con una gran sonrisa -. Me encanta estar aquí – y le dio un pequeño puñetazo a Jake en el brazo como gesto cómplice.
Jake sonrió.
- No sé cómo te gusta tanto – criticó Rose con una mueca fingida de asco -, el olor a chucho es insoportable. Esto parece una perrera.
- Pues para no gustarte nada el olor, bien que te arrimas a mí, rubia – rebatió Jake -. Otra vez te has puesto a mi lado – y mostró una de esas sonrisitas insolentes.
- Ha sido una coincidencia – alegó ella, ladeando su cara con otro mohín de falsa soberbia.
- Ya, ya – dudó él -. Anda, reconócelo de una vez, me adoras, lo sé.
Rose le siseó y se cambió de sitio.
- Si no os importa, voy a echarle un vistazo a esas plantas – anunció Carlisle, señalando el pequeño invernadero con el dedo.
- Están muy bien, ya verás – afirmé, acompañándole.
Helen vino junto a mí.
- Yo también quiero verlas – se apuntó Alice.
- Y yo – continuó mamá.
Los demás también empezaron a seguirnos.
- ¡Qué bien, una plantación! – exclamó Em, mofándose -. ¡Qué divertido!
- Bah, tú ven conmigo – le dijo Jake, pasándole la mano por la espalda para conducirlo hacia el grupo quileute.
Emmett le acompañó encantado de la vida.
Helen y yo entramos con los demás en el pequeño invernadero y les explicamos todos los pasos que seguíamos para su cuidado. Carlisle nos dio su aprobado, más bien, notable alto, y dejamos la plantación, satisfechas.
- No puedes dejarme sin ver vuestra casa – declaró Alice, agarrándose de mi brazo para arrastrarme a la susodicha.
- Claro – acepté de buen grado, sujetándome, además, del brazo de mi madre, que rebosaba felicidad por encontrarse en su añorada La Push, aunque solamente fuera en este pequeño perímetro, y por poder ver nuestro hogar.
Al igual que antes, los demás fueron detrás de nosotras.
Les enseñé toda la casa y les gustó mucho. A Alice le encantó cómo había quedado el saloncito, sobretodo, y como no, la zona de la chimenea, con los dos butacones que ella nos había regalado, y la zona del sofá con ese enorme cuadro que nos había conseguido en aquella subasta.
Cuando salimos de nuestra casita, ya nos estaban esperando todos sentados a la mesa. Mi familia no iba a probar bocado, por supuesto, pero los quileute les habían traído sillas para que nos acompañasen.
- Venga, venga, que se enfría – nos exhortó Jake entre todo aquel bullicio lleno de risas y conversaciones, aunque en realidad lo que quería decir es que se moría de hambre.
Nos acercamos con paso presto y me senté al lado de mi chico. En cuanto lo hice, todos empezaron a comer, bueno, todos menos mi familia, que sólo se limitó a charlar.
Jacob me pasó la bandeja repleta de chuletas, salchichas y demás productos cárnicos y yo cogí lo que me interesaba, dejándolo en mi plato.
- Dime, Ness, ¿ya has pensado la carrera que vas a hacer? – me preguntó Charlie.
- Todavía no – le contesté.
El rostro de mi abuelo humano se llenó de disconformidad evidente.
- Deberías de ir pensándolo – manifestó.
- ¿Por qué no estudias para veterinaria? – propuso Em con una de esas sonrisas que anunciaban que ahora venía la segunda parte de su frase -. No sé, así podrías atender a todos estos – y señaló a los chicos de la manada.
- Ja, ja – articuló Jared con ironía -. Me parto de la risa.
El que sí que lo hacía era mi tío.
- A lo mejor lo que debería de estudiar es para forense – intervino Paul con una sonrisa idéntica a la de Em -. No sé, así podría atender a todos estos muertos vivientes que hay aquí.
Rosalie chistó.
El trozo de carne de Charlie se le atragantó y se le quedó en el gaznate por un instante. Billy tuvo que darle unas palmaditas en la espalda antes de que mi abuelo se tragara su cerveza de unos cuantos tragos.
- Ja, ja – vocalizó Em con sarcasmo -. Yo también me parto.
- Bueno, veterinaria y forense no, pero para médico no me importaría – dije, pensativa.
La cara de Carlisle se iluminó como si hubiera un foco en el cielo y le estuviera enfocando solamente a él.
- Yo puedo darte las clases a través de Internet, y tengo muchos libros que puedo prestarte. Tú no tendrías ningún problema, eres muy inteligente. Las prácticas ya veríamos cómo las hacíamos – se ofreció con entusiasmo. Entonces, relajó el rostro cuando vio cómo le mirábamos todos, carraspeó y siguió hablando -. Bueno, si eso es lo que decides, por supuesto – terminó, con su tono comedido de siempre.
- No sé, ya me lo pensaré – reí, llevándome una costilla a la boca -. Además, lo que estudie solamente será por hacer una carrera, porque cuando Jake ponga su propio taller, trabajaré con él.
- Bueno, tú estudia y después ya decidirás lo que quieres hacer, ¿vale? – me dijo Jacob -. No tienes por qué trabajar conmigo.
- No es por obligación, lo sabes – afirmé -. Me encanta la mecánica, me fascina.
- Sí, lo sé – me sonrió.
- De todas formas, deberías de pensar qué carrera vas a estudiar – reiteró Charlie.
- Sí, lo pensaré.
- Oye, suegro, ¿me pasas la salsa? – le pidió Jake a mi padre.
- No me llames suegro, por favor – protestó él con mucha educación, por supuesto, pero confiriéndole a su voz un tono de acidez al final de la frase -. Me haces mayor – y le pasó la salsa.
- Bueno, es que, en realidad, eres mayor, ¿no? – le respondió mi chico, cogiéndola -. ¿Cuántos años tienes? ¿Ciento qué?
A Charlie se le volvió a atragantar su bocado y mamá mató a Jacob con la mirada, por meterse con mi padre y por hablar demasiado delante de Charlie.
- Digamos que soy más adulto que tú – contestó papá.
- Eres un viejo encerrado en el cuerpo de un crío – se burló, dándole un mordisco a una salchicha.
- Jake – le regañé, pegándole un pequeño manotazo en el brazo, aunque mi comisura no pudo evitar curvarse un poco hacia arriba.
- Voy a por otra cerveza, ¿alguien quiere? – preguntó Charlie, levantándose de su silla con ese rostro de no pensar, no pensar.
- Sí, yo quiero una – aceptó Canaan, alzando su botellín vacío.
- Bien – murmuró mi abuelo, dirigiéndose hacia la casa.
La comida se pasó rápidamente entre animadas conversaciones, bromas y risas, e hicimos una sobremesa tan larga, que todavía estábamos sentados cuando llegaron Seth y Brenda.
Tuve que hacer otro ritual de presentaciones con ésta para que conociese a mi familia y, al igual que le había pasado a Helen, se quedó impresionada y algo cortada.
Después, la gente se fue dispersando para hacer distintas actividades, mientras que la mayoría de los chicos, incluido Jacob, se quitaron las camisetas y se fueron a jugar a la playa con un balón.
Mamá y yo nos acercamos a ese hueco que quedaba entre los árboles que bordeaban nuestro jardín y desde donde se accedía a la playa de First Beach. Mi madre se quedó mirando con añoranza ese paisaje compuesto por el océano Pacífico, que ya estaba invadido por los primeros surfistas de la temporada, las islas y los acantilados.
- ¿Lo echas de menos? – le pregunté, agarrándome a su brazo.
- No tengo muchos recuerdos de mi vida humana, pero la mayoría están en La Push – admitió con una leve sonrisa -. Y suelen ser muy buenos.
Mi cara se giró para mirar a Jake y los chicos, que estaban jugando un partido de rugby, rebozándose en la arena cuando se aplacaban los unos a los otros entre carcajadas.
- Ahora podéis venir siempre que queráis – le recordé.
Ella volvió su rostro hacia mí y me sonrió.
- Lo sé, y es genial – declaró, acariciando mi brazo.
Y las dos nos quedamos mirando el alocado partido de rugby hasta que la tarde cayó.
Es increíble lo despacio que pueden pasar seis días. Y es increíble lo nerviosa que puede estar una a dos días de su boda.
Mi vestido ya estaba terminado, como había dicho Jacob, Sarah era muy buena y lo había acabado a tiempo. Le había quedado perfecto, y se encontraba colgado de una percha en el vestidor de mi antiguo dormitorio, en casa de mi familia. A Alice casi se le caen los ojos cuando lo vio, y no pude hacer que me dejara en paz hasta que no me lo probé para que me lo viera puesto. Mi madre, Esme y mis tías hubieran lloriqueado y todo, si no fuera porque no pueden hacerlo.
La corona de flores aún no estaba en mis manos, puesto que esa era realizada el mismo día de la boda para que las flores blancas estuvieran lo más frescas posible.
Al final, Jacob había conseguido que mi familia de Denali también pudiesen venir a la boda, y la comida familiar de mi graduación había servido para mucho en este asunto. Iban a llegar el mismo sábado por la mañana, y Emmett era el encargado de ir a recogerles al aeropuerto en ese enorme Jeep que había alquilado para estos días de estancia en Forks.
Esa mañana estaba regando las flores de mis ventanas, cuando mi teléfono móvil sonó.
Dejé la regadera en la mesa, salí de la cocina y me dirigí al vestíbulo para cogerlo.
- Hola, Helen – le saludé alegremente.
La sonrisa se me borró de la cara al escuchar su voz grave.
- Hola, ¿puedes venir hasta mi casa? – me pidió.
- ¿Qué pasa? – le pregunté, preocupada.
- Es Ryam, me ha mandado un mensaje muy raro, pero no quiero contártelo por teléfono, por si acaso no es seguro.
- ¿Le ha pasado algo? – interrogué.
- No lo sé – me contestó, algo angustiada.
- Vale, no te preocupes – le calmé, metiéndome la mano por el pelo de mi frente -. Llegaré en treinta minutos.
- Gracias, Ness.
- De nada. Hasta ahora.
- Hasta ahora.
Y colgamos las dos.
No me gustaba molestar a Jake mientras estaba trabajando, así que le dejé un mensaje de texto en el que le decía que había quedado con Helen y que le vería a él en First Beach. Me apetecía dar un paseo por la arena con él antes de ir a casa.
Me guardé el móvil en el bolsillo, cogí mis llaves y salí de la vivienda, cerrando de un portazo.
Mi forito volaba por la carretera de La Push, de camino a Forks. Me pasé todo el trayecto pensando qué sería eso que le preocupaba tanto a mi amiga, qué le tenía que haber puesto Ryam en el mensaje para que ella estuviera angustiada.
Como le dije a Helen, en media hora me planté frente a su casa, donde aparqué. Ella ya me esperaba en el pequeño y viejo porche que presidía a la vivienda. Me apeé con prisas, cerré el coche y me acerqué hasta allí.
- Gracias por venir – me dijo nada más llegar, agarrándome de la mano para conducirme a la parte trasera de su casa, que daba al bosque.
Nos metimos entre los árboles, aunque no nos adentramos demasiado, ya que se detuvo al minuto. Aún así estaba tranquila, los chicos de la manada a los que les tocaba proteger a Helen hoy estaban por los alrededores, no muy lejos de allí, podía oler sus efluvios traídos por el viento, y sabía que seguramente se les habían unido los que me habían seguido hasta aquí para hacer lo mismo conmigo.
- Bueno, ¿qué pasa? – quise saber con expectación.
- Ryam me ha mandado este mensaje, mira – y me pasó su móvil.
Lo miré y leí.
Toma nota de esto: Mercedes López, Boston. No te puedo decir más. Aunque tarde en mandarte un mensaje, no te preocupes. No podré hacerlo en una temporada, me están siguiendo.
Fue terminar de leerlo y pasarle el móvil, cuando mi pulsera vibró fuerte. Me quedé paralizada. Lo hizo extremadamente fuerte, exactamente igual que el día de mi graduación, pero aquí no estaba Matt Hoffman. Mi aro de cuero insistía frenéticamente, casi con urgencia, y un frío helado me atravesó el estómago. Entonces, me di cuenta de que en aquella ocasión no había vibrado por él, me había equivocado, porque la pulsera vibraba como nunca antes lo había hecho, no era por los simples celos de un pretendiente, era por un peligro. Un peligro mayor, un peligro que nos afectaba a Jacob y a mí.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Helen al ver mi expresión.
Escuché un ruido en unos arbustos cercanos y mi cuerpo enseguida se puso en alerta, colocándome junto a mi amiga para protegerla. Mi respiración se agitó, asustada; no sabía lo que era, pero algo me decía que era muy, muy malo.
- No te muevas de mi lado – conseguí murmurar.
Noté cómo el cuerpo de Helen se agarrotaba, del miedo, y su boca también comenzó a jadear.
Intenté tranquilizarme, diciéndome a mí misma que mis lobos estaban cerca y que no tardarían nada en llegar, hasta que algo empezó a salir de entre las sombras de los espesos árboles.
Mi pulsera confirmó con sus fortísimas vibraciones que era ese ser el que había provocado todas sus inquietudes.
Mis ojos ya no podían estar más abiertos.
Un ser gigantesco apareció de la oscuridad, agazapado, caminando con una agilidad y sutileza dignas de un metamorfo o un vampiro, a pesar de su gran tamaño, puesto que sus pisadas apenas hacían ruido al hacer contacto con la hierba; y carecía de olor alguno. No olía absolutamente a nada, era como un fantasma para el olfato.
Se trataba de un varón. Le faltaba la camiseta y solamente llevaba unos pantalones rasgados. Su enorme cuerpo era muy musculoso y fuerte, el color de su piel era grisáceo y el corte de su pelo dorado era muy apurado.
Pero lo que más me llamó la atención fue su rostro.
Al igual que su inexistente efluvio, su semblante no mostraba expresión alguna, parecía un robot, y sus ojos eran completamente blancos, no tenían ni iris ni pupilas. Hasta que esos ojos se clavaron en nosotras, entonces su boca se abrió para mostrarnos unos colmillos que iban en concordancia con su colosal dueño y su expresión cambió para rugirnos con cólera.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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