Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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miércoles, 8 de junio de 2011

ANIVERSARIO [NUEVA ERA]

= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =
 
Al día siguiente, Helen no estaba en su pupitre. Mis amigas y yo invadimos su móvil y su ordenador con llamadas y correos todo el martes y el miércoles, pero, como la semana anterior, no obtuvimos respuesta. Hasta que el miércoles por la noche recibí un mensaje suyo diciéndome que había recaído pero que ya se encontraba mejor. Siguió sin aparecer por el instituto el resto de la semana, sin embargo, ya nos quedamos un poco más tranquilas.
Como les había dicho a mis amigas, Jake y yo practicamos con mi coche por Port Angeles y Seattle del lunes al jueves, y cada día que conducía se me daba mejor, así que decidimos que ya me podía presentar al examen el lunes de la semana siguiente.
El viernes después de clase lo aprovechamos para practicar con las motos, aunque esta vez lo hicimos por la carretera de La Push, rodando tranquilamente, y después ya nos fuimos a la calzada sin asfaltar de la otra vez para echar alguna que otra carrera.
Como todos los fines de semana, nos acostamos pronto y nos levantamos tarde, pero este sábado en concreto era muy especial para nosotros, era cinco de febrero, y al día siguiente era nuestro aniversario. Nuestro primer año como novios.
El seis de febrero fue el día de la boda de Paul y Rachel, y fue el día en que nos dimos nuestro primer beso, el día en que Jake deslizó sus labios por los míos por primera vez, haciéndome quedar sin respiración, el día en que me di cuenta de que no podía seguir alejada de él, que no podía vivir sin él, que sería suya para siempre, hasta el final de mis días. Así que consideramos que, aunque ese interminable beso bajo la lluvia que nos hizo darnos cuenta de mi imprimación fue al día siguiente, nuestro aniversario tenía que ser el seis de febrero. Como caía en domingo, decidimos celebrarlo el sábado, para ir a cenar a algún sitio especial esta noche.
Jake no me quiso decir dónde había hecho la reserva, ya que quería que fuese una sorpresa. Lo único que me dijo es que me pusiera el vestido rojo que había llevado a nuestra primera cita de verdad. No entendí por qué se empeñaba tanto en que me lo pusiera, pero me imaginé que era porque le gustaba mucho ese vestido.
Cuando lo saqué de la percha y lo vi, di gracias a Dios de tener una tía como Alice, ya que, gracias a ella, el vestido estaba impoluto. Viéndolo ahora, nadie diría cómo había quedado el año pasado después de rebozarnos por la arena de Rialto Beach. No sé cómo lo había hecho, pero seguro que había invertido bastante tiempo en sacarle toda la arena, aunque fuese un vampiro.
Me percaté de que no me había fijado hasta ahora en que el vestido estaba en mi armario, a decir verdad, creía que se había quedado en el vestidor de mi antiguo cuarto con el resto de ropa que había dejado allí, ya que en este armario no me cabía ni la cuarta parte de lo que tenía, y eso que Jake tenía poca ropa. Entonces, me acordé de que Seth, Brenda, Quil y Embry nos habían ayudado a traer algunas de nuestras cosas a casa. Alice tuvo que darle el vestido a Seth en algún momento y éste lo metió en el armario, seguramente obedeciendo las instrucciones de ella. Hasta estaba la chaqueta negra, las medias con sus ligueros rojos – los cuales estaban en una caja, en el cajón del armario – y unos zapatos de tacón a juego.
Era como si ella ya supiese que Jake me iba a pedir que me lo pusiera para la noche de hoy. Sonreí. A veces me daba la sensación de que Alice sí que podía vernos el futuro, aunque sabía de sobra que no era así y que lo que derrochaba ella con nosotros era más intuición que otra cosa.
No pude evitarlo. Salí de la habitación, bajé las escaleras y cogí el móvil, que estaba en el taquillón de la entrada. Marqué el número de Alice – me lo sabía de memoria, y era más rápido que buscarlo en la agenda – y esperé hasta que lo cogió, cosa que fue muy rápida.
No me dejó ni decir hola.
- ¿Ya has visto el vestido? – quiso saber nada más descolgar, con un tono muy animado.
- ¿Cómo sabías que me lo iba a poner hoy? – me reí.
- Bueno, sólo había que ver la cara de Jacob cuando te vio con ese vestido la primera vez – declaró, riéndose -. No era muy difícil deducir que le gustaría vértelo puesto el día de vuestro aniversario. Jacob es un hombre al fin y al cabo, son todos iguales.
- Eres increíble – reconocí -, no sé cómo lo has hecho, pero te ha quedado perfecto.
- Si te digo la verdad, cuando vi cómo había quedado ese precioso vestido, me dolió como si me hubieran clavado una estaca. Casi lo hice más por mí que por ti – se rió.
- Muchas gracias, Alice, de verdad. Y por hacer que Seth también trajera las demás cosas del conjunto. ¡Hasta me has comprado unos zapatos!
- Ese vestido no puede ir sin unos buenos zapatos de tacón, y tampoco sin esos ligueros. Por cierto, los metí en una caja para que Seth no los viera.
- Sí, ya me he fijado.
- A Jacob se le caerán los ojos otra vez cuando te vea tan sexy. Puede que no lleguéis a salir de casa – afirmó con una risita picarona.
Aunque no la tenía delante, la sangre invadió mi cara.
- Bueno, esa es la idea – admití, aunque en voz baja. Ambas soltamos una risilla, la mía un poco tímida -. ¿Y el resto? ¿No están ahí contigo? – pregunté, un poco para cambiar de tema.
- No. Rose, Em, Carlisle y Esme se han ido de caza. Y tus padres están en su casa.
- Ah.
La casa de mi familia estaba ubicada al este de Anchorage, Alaska, en medio de unos frondosos bosques que estaban cercados por montañas, y era tan grande, que la habían dividido en dos partes para que mis padres pudieran gozar de más intimidad, ya que ellos así lo habían pedido. Con la parte más pequeña de la vivienda, mis progenitores se habían hecho un adosado que disponía de cuatro dormitorios y dos cuartos de baño, más un enorme salón y una no menos grande cocina. Como es evidente, los baños y la cocina no los utilizaban nunca, pero lo habían puesto solamente para cuando Jake y yo les visitáramos, cosa que nos pareció un detallazo por su parte y que nos dio un poco de apuro, pues, lógicamente, debido a nuestro pobre poder adquisitivo no íbamos a poder visitarles tanto como quisiéramos. La edificación era espectacular, y el emplazamiento precioso, o eso parecía en las fotografías que nos habían mandado por correo electrónico.
- ¿Quieres que los llame para…? – entonces, comenzó a reírse con una risita traviesa -. Jasper, espera… - siguió riéndose.
- Oh, no habré interrumpido nada, ¿no?
- A decir verdad, sí. Los demás no regresarán hasta por la mañana, así que Jazz y yo estamos solos. Creo que nosotros no saldremos de casa – insinuó con otra risa.
- Pues ya os dejo en paz. Que lo paséis bien – me reí.
- Y vosotros también. Ah, y esta vez procura no perder los zapatos, ¿de acuerdo? – bromeó -. Jasper… - volvió a regañarle, entre risas.
- Cuidaré bien de ellos, descuida – le dije, aunque ella ya parecía no escucharme. Carraspeé -. Hasta mañana – me despedí.
- Hasta mañana.
Y sus risillas se apagaron junto con su móvil.
Suspiré con alegría.
Dejé el teléfono en el recibidor y me fui a la cocina para picotear algo, ya que tenía un poco de hambre. Abrí el armario superior y cogí la caja de galletas. Me senté en la mesa, cogí una de las galletas de chocolate del bote y acerqué el periódico para leer un poco mientras comía.
Casi todas las noticias eran de economía y política, sin embargo, hubo un titular que, aunque estaba en una columna y las letras eran pequeñas, llamó mi atención.

EL NÚMERO DE DESAPARECIDOS EN EL NORTE DE LA PENÍNSULA DE OLIMPYC SE ELEVA YA A CINCO.
 Fred Gordon. Seattle.
El pasado miércoles otra desaparición se sumó a la cifra de extrañas desapariciones que están teniendo lugar en el norte de la Península de Olympic, hechos que tienen en verdadero jaque a la policía. El asunto se ha desbordado tanto, que el FBI ya se ha hecho cargo de los casos.
Las primeras personas en desaparecer fueron Mathew Scotch, el pasado 28 de enero, y Thomas Carlson, el 30 de enero, ambos en Port Angeles, seguido por Susan Becker, el 1 de febrero, y Manuel García, el 2 de febrero, los dos en Seattle, y el último ha sido Michael Wood, este pasado miércoles, en Sequim.
Todos estos casos recuerdan a los acontecidos el año pasado en Port Angeles y Seattle, donde un elevado número de personas fueron desaparecidas y encontradas después sin vida en un espacio de tiempo muy reducido y en circunstancias verdaderamente extrañas y escalofriantes (recordemos que los cuerpos presentaban muestras de violencia extrema y todos sufrieron brutales mutilaciones).

La galleta se me quedó atravesada en la garganta, de la impresión, y comencé a toser. Me levanté de la mesa, cogí un vaso del armario con urgencia y lo llené de agua. Tuve que meterme unos buenos tragos para calmar el picor de mi faringe y despejar mi asustada mente.
Asustada, porque sabía que ese artículo se refería a lo que había hecho ese horrible licántropo mutado junto con Nahuel. Tuve que respirar bien hondo para relajar a mi exaltado corazón y recordarme a mí misma que ellos no podían ser porque ya estaban muertos.
Posé el vaso, ya vacío, en la meseta y volví a sentarme para seguir leyendo la columna, aunque esta vez cerré el bote de galletas, ya no me entraba ni una más.

No obstante, el hecho de que todavía no haya aparecido ningún cadáver, dato que contrasta con el caso mencionado anteriormente, puesto que los desaparecidos se encontraban horas más tarde asesinados, descarta una posible relación con los crímenes del año pasado y da esperanzas de que estas personas aún se encuentren con vida, por lo que todo parece apuntar a una banda organizada dedicada al tráfico de personas o la prostitución, tanto femenina como masculina.

Me quedé mirando el artículo. Me daba mucha pena de esa gente, y de sus familias. ¿Qué les habría pasado?
Entonces, levanté la vista para mirar el reloj de la pared y me di cuenta de que iba a tener el tiempo justo para arreglarme.
Cerré el periódico mientras me levantaba de la mesa, guardé el bote de galletas en su sitio y salí de la cocina.
Subí las escaleras, y cuando llegué al vestíbulo superior y seguía por el pasillo, Jake salió del cuarto de baño. Llevaba la toalla enroscada en la cintura.
- ¿Ya puedo pasar? – le pregunté, echándole un buen vistazo a su poderoso cuerpazo todavía mojado.
- Sí, voy a vestirme en la habitación para que te de tiempo a todo, ¿vale? – dijo, señalando la puerta de la misma con el dedo.
- Gracias – le sonreí y le di un beso corto en los labios, aprovechando ese pequeño instante para poner mis manos sobre su impresionante abdomen.
Cada segundo contaba.
- Te esperaré abajo – sonrió en mis labios.
- Vale – tan sólo me salió un murmullo.
Me dio otro beso y me quedé mirando embobada su ancha espalda mientras se giraba y se metía en nuestro cuarto.
Respiré bien hondo para recuperar el aliento y entré en el baño.
Después de una cantarina y alegre ducha, me abrigué con el albornoz y me puse a trabajar con mi cabello directamente, puesto que a mí no me hacía falta depilarme gracias a mis genes de vampiro.
Me desenredé el pelo, le puse pinzas por todas partes para dejar sueltos solamente los mechones que me interesaban, y comencé a peinármelo con el cepillo redondo y el secador. No es que se me diera mal, pero mi problema era que tenía demasiado cabello para tan poca paciencia. En esos momentos eché muchísimo de menos a Rose. De cuatro tirones supersónicos, ella ya me hubiese peinado y me habría dejado perfecta.
Tardé un poco más, y hubo una pequeña escena de pánico y de histerismo al ver que mi cabello se negaba a colocarse como yo pretendía que apunto estuvieron de obligarme tirar la toalla para hacerme un recogido de última hora, sin embargo, finalmente conservé la calma, conseguí dominar a esos pelos rebeldes y mi pelo por fin lució los resultados que yo esperaba.
Me sonreí ante el espejo, satisfecha y orgullosa de mí misma, cuando observé la cascada de sueltas ondas de mi pelo que casi llegaba hasta mi cintura. Se parecía bastante a lo que me hacía Rose con sus hábiles manos, aunque yo había tardado el triple.
Abrí el cajón del bajo mueble del lavabo y saqué mi neceser de pinturas.
No me eché maquillaje, puesto que mi rostro no lo necesitaba, pero sí que me puse un poco de sombra de ojos de color tostado, un poquito de rimel en las pestañas para alargarlas todavía más y una fina línea de color negro bajo mis ojos. No me molesté en pintarme los labios, sabía que no me iba a durar nada, y, además, quería que mi maquillaje pareciese lo más natural posible.
Volví a sonreír al ver el resultado que yo había esperado, guardé el neceser en su sitio y salí del baño para vestirme en el dormitorio.
Ya había dejado el vestido extendido sobre la cama, así que me quité el albornoz blanco y comencé a ponerme la ropa. Me puse el tanga rojo de encajes, los ligueros y las medias, estirándolas bien sobre mis piernas para que al engancharlas a las cintas quedasen perfectas. El propio escote del vestido hacía las veces de sostén, así que no hacía falta llevarlo. Me metí dentro del vestido, subí la cremallera lateral del mismo, lo coloqué todo en su sitio y ajusté el ancho cinturón negro que llevaba hasta que mi cintura quedó ceñida.
Me puse la chaqueta, atando el lazo que la cerraba con una lazada que quedase bonita, me calcé con los zapatos de tacón y me colgué el bolsito al hombro. Me eché un último vistazo en el espejo del dormitorio y salí de allí con los nervios a flor de piel.
Sí, estaba muy nerviosa, más bien entusiasmada.
Bajé las escaleras y me dirigí al saloncito, donde me esperaba mi chico.
- Jake – le llamé mientras cogía el móvil del mueble del recibidor para guardarlo en el bolso y caminaba por el vestíbulo.
- ¿Ya estás? – preguntó, tirando la revista de mecánica que estaba leyendo encima de la mesa roja y levantándose del sofá de un brinco.
Cuando terminé de entrar en la estancia y los dos levantamos la vista, mi corazón metió la quinta y todas las mariposas de mi estómago pegaron un bote para empezar a volar ansiosas. Ambos nos quedamos inmóviles, mirándonos engatusados.
Jacob estaba guapísimo, mis ojos no querían ni parpadear para no perderle de vista ni una milésima de segundo. También iba igual que el año pasado en aquella cita. Llevaba la camisa azul y los pantalones de vestir marrones que le habían traído mis abuelos de París. No se podía estar más guapo.
Tuvo que ser Jake el que se obligara a despegar los pies del suelo para acercarse a mí, ya que los míos se negaban a responderme. Me cogió de la cintura y me arrimó a su cuerpo, pegando su rostro al mío con efusividad. Mis ojos se cerraron, ya rindiéndose a él, y mis pulmones empezaron a hiperventilar.
- Ya te lo dije una vez, pero estás realmente impresionante con este vestido – susurró en mis labios con anhelo.
- Tú también estás muy guapo – murmuré.
Me dio un beso corto y muy dulce, aunque se notaba que lo que deseaba realmente era besarme con pasión.
- Si quieres cenar, es mejor que nos vayamos ya, porque lo único que me apetece ahora es llamar para anular la reserva… - bisbiseó en mi boca con su sonrisa torcida.
- Sí, vamos – sonreí.
Se despegó de mí, me cogió de la mano y salimos de casa.
- Por cierto, ¿a dónde vamos a ir a cenar? – quise saber, de camino al garaje.
Llevaba toda la semana preguntárselo y no había conseguido sonsacarle nada.
- Ya lo verás – sonrió.
Me mordí el labio, como llevaba haciéndolo siempre que escuchaba esa respuesta, y nos metimos en el garaje para coger el Golf.
No supe que íbamos a Port Angeles hasta que Jake tomó el desvío. Aparcó cerca del Erickson Play Field y entonces me percaté de adónde me llevaba, aunque esperé a cuando salimos del coche y comenzamos a caminar por esa conocida calle, para cerciorarme.
- Ya sé dónde vamos – solté, toda animada, agarrándome a su brazo -. Al Wolf.
- Qué fiera. Sabía que lo ibas a adivinar antes de llegar – se rió, pasándome el brazo por el hombro -. Bueno, ¿y te parece bien?
- ¿Bromeas? Me encanta ese sitio – afirmé, rodeando su cintura para achucharme contra él -. Me trae muy buenos recuerdos.
Jacob se rió con satisfacción y me dio un beso en la cabeza.
No tardamos en llegar al restaurante. Entramos y Jacob pidió la mesa que había reservado. Joseph apareció enseguida, haciendo esas reverencias suyas mientras también nos felicitaba por nuestro aniversario, y nos llevó rápidamente a la mesa, la misma en la que nos había sentado en la cita del año pasado. Nos trajo unas cartas y nos dejó a solas para que decidiéramos lo que íbamos a pedir.
Me quité la chaqueta y la dejé en el respaldo. Cuando me giré hacia delante, los ojos de Jake destellaban como si lo que tuviese delante fuera un diamante. Aunque sus pupilas siempre me miraban de ese modo, me ruboricé y cogí mi carta para disimular un poco, si bien estaba muy satisfecha por el efecto que mi vestido causaba en él.
La camarera nos tomó nota y volvimos a quedarnos a solas.
- Veo que a Joseph le va bastante bien – observé, echándole un vistazo al pequeño comedor, que estaba a rebosar de gente.
- Sí, como siga así, va a tener que ampliarlo – se rió.
- ¿Cómo es que te dio por venir aquí? – le pregunté con una sonrisa -. Y además, en la misma mesa y todo.
- Bueno, quería revivir un poco nuestra primera cita de verdad. Fue tan especial.
Sí que lo había sido, ese fue el día en que me pidió que me casara con él, el día en que decidí ser su mujer sin dudarlo ni un instante, el día en nos íbamos a entregar por primera vez, aunque luego todo se nos hubiera chafado. Ahora entendía que insistiera tanto en que me pusiera este vestido y que él se hubiera puesto lo mismo que entonces.
- ¿Y luego vamos a ir a Rialto Beach? – quise saber, utilizando para ello un tono insinuante.
- Esa era la idea – admitió con una sonrisa pícara -. Pero si quieres, vamos a otro sitio.
- No – exclamé, sonriéndole. Estiré mis brazos y entrelacé mis dedos con los suyos -. Todo es perfecto. Si te digo la verdad, ya estoy deseando que se termine la cena para ir allí – confesé con un murmullo mientras mis ojos y los suyos se enganchaban.
Jacob apretó mis dedos y nuestras manos casi se fundieron, como lo haríamos los dos dentro de unas horas…
La camarera carraspeó y los dos volvimos al planeta tierra, separando las manos para que ella pudiera poner los platos en la mesa.
Como en nuestra primera cita, la velada fue maravillosa, y me pasé toda la cena riéndome de las anécdotas de Jake y su manada. La comida estuvo deliciosa, el cocinero de Joseph se había superado, y los postres llegaron pronto, ya que mi chico y yo habíamos acelerado un poco el proceso para marcharnos temprano.
Jake volvió a pagar la rebajada cuenta, sin embargo, esta vez no pude protestar, ya que yo ahora no disponía de dinero al no tener la paga de mis padres. Hasta que no encontrase un empleo a media jornada, el único ingreso que entraba en casa era por parte de él. No me sentía nada a gusto en esta situación, a pesar de que Jacob me decía que no había prisa y que lo importante eran mis estudios, pero lo cierto es que por mucho que había buscado, todavía no había encontrado un trabajo, y eso que le pedí a Charlie que si sabía de algo, me avisase.
Nos marchamos del Wolf, después de despedirnos del efusivo de Joseph y prometerle que volveríamos, y nos dirigimos al coche dando un tranquilo paseo por las calles de Port Angeles.
El Golf rodó rápidamente por la carretera hacia Forks, siguió por la de La Push, se desvió por la de Mora y en una hora y media de viaje total llegamos al parking de Rialto Beach.
Nos descalzamos en el coche – para no perder los zapatos como la vez anterior – y Jake me tomó de la mano nada más salir del vehículo. Me llevó corriendo mientras bromeábamos y nos reíamos, y nuestros pies descalzos comenzaron a pisar la fría arena y a sortear los leños varados de la playa. Redujimos la velocidad y nos pusimos a dar un paseo por la orilla, charlando, con el oleaje rompiendo en la arena como única música de fondo.
La luna era un cuarto creciente al que le quedaba poco para completarse del todo y la kilométrica orilla estaba iluminada por su nívea luz. Ésta también se reflejaba en el mar, dibujaba una esfera blanca casi redonda en el agua que era concentrada en el centro y que se iba difuminando por los bordes debido a las ondas de las olas, hasta que solamente quedaban unas pinceladas que brillaban al son del suave movimiento de la marea.
Jugamos un poco en la orilla cuando yo le salpiqué con mis pies y él me cogió por detrás para levantarme y fingir que me iba a tirar al agua, que estaba helada. Finalmente, y ante mis reídas súplicas, Jake me dejó en tierra firme y me cogió de la mano otra vez para seguir caminando.
Mis ojos se abrieron como platos en cuanto vi una enorme manta extendida dentro de un círculo de grandes y anchos troncos blanquecinos que habían sido escogidos y colocados allí meticulosamente para conferir a ese rincón más privacidad e intimidad. Dentro del castro de troncos, y junto a la tela de lana, también había unas gruesas ramas, circundadas con piedras, que aún no habían sido encendidas para ser convertidas en pira.
- ¿Te gusta? – preguntó con una enorme sonrisa.
- ¡Jake, es genial! – exclamé, gratamente sorprendida, lanzándome a sus brazos para abrazarle.
Mi chico se rió y me elevó por el aire, dando un par de vueltas, hasta que permitió que mis pies se posaran en la arena.
- ¿Cuándo lo has hecho? – quise saber, tirando de él para pasar entre los troncos y acercarnos a la manta.
Jacob había dejado un hueco para que pudiéramos ver el océano.
- Esta mañana, cuando fui a hacer la compra – me desveló, soltando mi mano para sacar un mechero del bolsillo de su pantalón.
- Claro, ahora entiendo que insistieras en ir tú solo y que tardaras tanto en comprar leche y huevos.
Su risa fue acompasada por la mía.
Mientras yo me sentaba en la manta, Jake encendió la madera. El fuego azul verdoso comenzó a apoderarse de los leños poco a poco, obligándolos a restallar a su paso, y por fin flamearon en una cálida y romántica hoguera que empezó a devorar los palos con ansia.
Se sentó a mi lado, apoyando la espalda en el grueso tronco, y dio unas palmaditas sobre sus piernas con una amplísima sonrisa para que me pusiera sobre ellas.
Dicho y hecho.
Me senté sobre él como las niñas grandes y rodeé su cintura con mis brazos, acomodándome en ese acogedor abrazo suyo a la vez que mi mejilla descansaba en su hombro y mi frente se pegaba bien a su cuello. Me gustaba sentir el latido de su corazón retumbando en mi pecho y las palpitaciones de su yugular en mi frente. Mis mariposas ya aleteaban como locas.
Esto también me trajo muchos recuerdos del año pasado, sólo que, en esta ocasión, sí que podríamos terminar aquello que habíamos empezado.
No quería esperar más.
Me separé de su torso y clavé mis pupilas en las suyas.
Sus ardientes palmas se deslizaron por mis muslos, arrastrando la falda de mi vestido hacia arriba. Entonces, bajó la mirada para observarme con esa sonrisa torcida suya que me hacía enloquecer.
- Llevas lo mismo que el año pasado – murmuró, pasando los dedos por el encaje de mis ligueros, luego, los subió para hacerlo por la parte superior de mi ropa interior.
Tan sólo esa inocente caricia ya me ponía todo el vello de punta.
- ¿Cómo lo sabes? Creía que ese día no te habías fijado – cuchicheé, sonriéndole.
- Claro que me fijé – aseguró, sonriendo con la misma mueca -. Lo que pasa es que no me dio tiempo a decirte nada, por desgracia.
- ¿Y te gusta? – le pregunté con un murmullo.
Jacob alzó la vista y volvió a clavarla en la mía.
- Ya sabes que sí – susurró, despegando su espalda del tronco para incorporarse un poco sobre mí. Nuestras frentes ya se rozaban y mi corazón empezó a saltar bajo mi esternón, desbocado -. Me vuelve loco - su rostro se pegó más y su labio superior consiguió rozar al mío, haciendo que mis párpados se cayeran y mis bronquios dejaran escapar unos suaves suspiros, que ya se mezclaban con los suyos.
La energía comenzó a fluir.
No me aparté de él ni un milímetro, pero comencé a desabrocharle la camisa lentamente, bajando mis dedos de ojal en ojal, hasta que terminé de sacar el último botón y abrí la prenda para dejar su pecho al descubierto.
Su labio superior acarició al mío con suavidad, casi como un susurro que apenas movió mi boca. Eso me hizo jadear de nuevo.
Separé un poco mi rostro para mirarle mejor, aunque dejé que nuestras frentes siguieran sintiéndose.
El fuego de la pira parecía fluctuar también en sus grandes pupilas negras, su rostro y su torso; las llamas bailaban una danza intermitente y pausada sobre su piel, parecía una aurora boreal, tiñéndola de luces azuladas y sombras que resaltaban todos sus impresionantes músculos y contrastaban con la nívea luz de la luna.
Sus grandes y brillantes ojos negros adquirieron una tonalidad distinta con la luz de la luna y las llamas de la hoguera. Todo parecía reflejarse en ellos, como un espejo. Y su reflejo principal eran los míos, los enganchaba y los hipnotizaba, reclamándome.
Deslicé mis sedientas manos por ese pecho caliente y terso, fuerte. Lo hacía todos los días, pero cada vez era diferente, siempre había algo nuevo en esa sedosa piel. Los palpé minuciosamente, escalando de abajo a arriba con calma. Jacob se estremecía con cada uno de mis roces y su respiración se intensificó.
Las llevé hasta sus hombros y arrastré su camisa hacia atrás para quitársela, después sus manos me arrimaron más a su cuerpo y nuestros rostros se pegaron del todo, momento en el cual nuestros labios volvieron a rozarse.
Ya notaba su animoso aliento acariciando mi boca, el mío ya le estaba besando con ardor. Los alocados insectos de mi estómago no podían estar más excitados, y aún no me había tocado.
Subió sus manos, desató el lazo de mi chaqueta y me la quitó despacio, palpando mis brazos a su paso. Yo me bajé la cremallera lateral de mi vestido, me desabroché el cinturón y me despegué un poco de Jake para alzarlo y descubrirme.
Sus pupilas me repasaron entera con deseo mientras sus manos escalaban para acariciar mi espalda, hasta que se metieron por mi pelo, alzándolo un poco, y me empujaron otra vez hacia su rostro.
Deslizó su labio inferior por los míos con mucha calma, aunque su aliento ya los acariciaba con pasión. Todo mi cuerpo se estremeció y las mariposas de mi estómago volvieron a revolotear, fuera de sí. Una vez que los recorrió de abajo a arriba, se quedó quieto, con el rostro bien pegado al mío.
Mi boca no se lo pensó dos veces y se fue a buscar la suya; en cuanto se encontraron de nuevo, empezaron a entremezclarse cada vez con más efusividad, ya respirando con fervor.
Una de sus manos soltó mi cabello. Subió por mi abdomen, arrastrando también su ardor, y llegó a mis senos. Volví a estremecerme y mi boca respondió con más animosidad.
Dejó mis labios, pero sólo para recorrer mi cuello y mi garganta y descender hasta mi pecho. Mi cabeza se fue hacia atrás y mis manos se engancharon a su corto pelo mientras mi torso y mi pelvis se movían para acompasar a su boca. Ya no me quedaba aire que exhalar, éste se escapaba completamente excitado. Sus palmas se deslizaron por mi espalda y llegaron hasta mi cintura más baja para ayudar a mis movimientos.
Sus labios regresaron a los míos entre jadeos y se inclinó sobre mí, sujetándome por la espalda y asiéndome con cuidado, para tumbarme en la manta y acomodarse entre mis piernas.
Comenzó a recorrerme entera con sus palmas y su tórrida boca, desnudándome a su paso, mientras mis manos ya se volvían locas por su pelo y su cuerpo. Hicimos el amor junto al fuego azulado, en ese rincón tan íntimo y perfecto, mágico, con el océano y esa luna creciente como única compañía.
Y esta vez pudimos terminar aquella primera cita.

Me apreté a su cuerpo desnudo y acerqué mi rostro al suyo para besarle. La manta era tan grande, que la habíamos doblado en dos para cubrirnos con una de las mitades. Mientras mis labios se movían hechizados con los suyos, mi mano subió lentamente por su pecho, palpando esa extraordinaria y sedosa piel, que ahora estaba humedecida y olía afrodisíacamente bien.
La hoguera aún estaba encendida, aunque ahora las bajas llamas sólo se limitaban a acariciar la madera ennegrecida. La encandilada marea conducía a las olas hacia la orilla para que muriesen en ella y creaba un murmullo de fondo monótono y rítmico que resultaba muy relajante.
Dejé sus labios, nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Le di otro beso, este corto, y me acomodé en su costado con una enorme sonrisa de felicidad. Jake comenzó a pasar los dedos por mi frente para despegar los cabellos mojados de mi rostro y después siguió haciéndolo para peinar el resto de mi melena.
- Voy a encargarle mi vestido de novia a Sarah – le anuncié mientras acariciaba su torso con mis dedos -. Lo he estado pensando y quiero que se haga en La Push.
- ¿Sí? – sonrió con satisfacción.
- Sí, ya he hablado con ella y me va a enseñar unos catálogos el próximo domingo.
- Genial. Sarah es muy buena modista, ya lo verás – y me dio un beso en la cabeza -. Lo malo va a ser Alice, no sé cómo se lo tomará.
- Ya se lo he dicho – suspiré.
Jake giró el rostro hacia mí para mirarme.
- ¿Y cómo se lo ha tomado? – me preguntó.
- Bueno, creí que iba a ser peor, pero al parecer ya lo sabía. En realidad, fue papá el que se lo dijo. Debió de leer lo que rondaba por mi cabeza la última vez que vinieron – me reí.
- En fin, si tu tía La Médium es capaz de controlarse… - se rió entre dientes y volvió a mirar hacia el cielo todavía anochecido.
- Por cierto, ¿ya has hablado con el Consejo y la manada sobre lo de mi familia?
- Estoy en ello, todavía estamos negociándolo.
- No entiendo por qué no quieren quitar el tratado - critiqué sin dejar de acariciar su pecho -. Ya han visto que mi familia es buena y que son inofensivos para la tribu.
- El tratado tiene que seguir, lo que hay que hacer es cambiarlo, ¿entiendes? Modificar los términos – empezó a explicarme -. El nuevo tratado debería acordar que ellos pudieran entrar en nuestro territorio mientras siguieran sin morder a ningún humano. Pero hoy por hoy, eso no es posible. Por supuesto, si sólo dependiera de mí, lo cambiaría ahora mismo para que los Cullen pudieran entrar a sus anchas en nuestro territorio, te lo aseguro, pero tienes que entender que para mi tribu, tus familiares siguen siendo vampiros, por muy buenos que sean, y este tema es muy delicado aquí. Aunque yo sea el jefe de la tribu, tiene que haber un consenso unánime, o por lo menos, por mayoría amplia.
- Pero tú tienes la última palabra, ¿no? Tu bisabuelo fue el que creó el tratado, y sólo tú puedes cambiarlo.
- Sí, pero no puedo cambiar las cosas a mi antojo sólo porque nos vengan bien a nosotros, ¿comprendes? – me aclaró, hablándome con dulzura, mientras sus dedos pasaban a través de mi pelo -. Eso no sería correcto, tiene que haber un consenso unánime y democrático. No puedo hacer lo que me viene bien a mí sin contar con el pueblo para nada. Otra cosa es que todos estuvieran de acuerdo y que en la votación saliera por mayoría. Entonces el tratado se podría modificar sin problemas. Y eso es lo que estoy intentando hacer, pero es complicado. Verás, para empezar, Billy, Sam y Sue están de acuerdo en modificar el tratado, pero el Viejo Quil es muy testarudo y se niega a cambiar algo que lleva tantos años vigente y que según él sigue siendo necesario. Y la mayoría de la manada tampoco está de acuerdo en modificarlo. Aunque saben que tu familia es buena, para ellos siguen siendo vampiros, y piensan que cualquier día se les puede ir la pinza o algo a alguno de ellos y caer en la tentación de tomar sangre humana. No quieren correr riesgos. Para ellos, el tratado es una manera de evitar la tentación, no es que tengan nada personal en contra de tu familia, créeme, incluso hay miembros de los Cullen que son más que bienvenidos por aquí. Después de lo que pasó con mi coma, a Carlisle todos lo aprecian mucho y a Emmett ya le consideran un amigo. Pero para ellos todo se reduce a precaución, lo primero es la tribu y su seguridad. Simplemente, si no hay vampiros a la vista por aquí, no hay riesgos, ¿entiendes?
- Pero yo voy a ser tu mujer, las cosas ahora son muy diferentes a cuando se firmó el tratado. ¿No hay ninguna forma de que cambie?
- Sí, con un perímetro.
- ¿Un perímetro?
- Lo que estoy negociando ahora es un perímetro que abarca la parcela que ocupa nuestra casa y un sendero que conduce a ella. Si excluimos del tratado esa parte del territorio, tu familia podría entrar en él y podrían venir a visitarnos a nuestra propia casa cuando quisieran. Esos terrenos son nuestros, y nadie podría decir nada. Ya sé que no es mucho, pero hay que empezar poco a poco, luego, dentro de unos años, cuando vean que no hay ningún peligro, quién sabe si no conseguimos más.
Me incorporé un poco y me apoyé sobre su pecho para verle mejor el rostro.
- Eso sería genial – sonreí -. ¿Y se te ha ocurrido a ti?
Jake desplegó su maravillosa y reluciente sonrisa.
- Por supuesto, preciosa – presumió.
Le abracé y le di un merecido beso en los labios que duró más de lo que yo había planeado en un principio.
Cuando conseguí despegarme, tuve que respirar bien hondo.
- ¿Y el día de la boda? – pregunté, un poco más seria -. ¿Cómo vamos a hacer con mi familia? Porque yo quiero que estén, si no, sería como si me faltase algo…
- No te preocupes, cielo – me cortó, poniéndome los dedos sobre los labios -. Yo me encargaré de eso, ¿vale? Ya me las arreglaré. Te prometo que al final estarán en nuestra boda y que tu padre te llevará al altar.
Le sonreí y me eché sobre su torso para abrazarle. Jake ciñó los brazos en mi espalda para apretarme contra él.
- Ah, va a empezar – dijo de pronto, soltándome para incorporarse y apartándome con delicadeza.
- ¿El qué? – quise saber, sentándome medio aovillada mientras veía cómo él se arrastraba hacia atrás y apoyaba su espalda en el tronco del principio.
- Ven aquí – me pidió, estirando los brazos hacia mí con una enorme sonrisa.
- ¿Qué pasa? – me reí, acercándome a él.
- Corre, corre, que no te va a dar tiempo – azuzó, gesticulando con las manos.
- ¿A qué? – volví a reír.
- No, al revés – me paró cuando iba a sentarme sobre él, de frente.
- ¿Al revés? ¿Quieres que te de la espalda?
- Sí, al revés – rió.
- A ver qué me vas a hacer, ¿eh? – bromeé, dándome la vuelta.
- Lo que te dejes, nena – soltó en un tono vacilón.
Le di un manotazo en el brazo, entre las risas de los dos.
Me senté en el hueco que me dejaron sus piernas, adosando mi espalda a su pecho calentito y cómodo. Jacob pegó su cálida mejilla a mi sien, cogió la manta con sus manos a ambos lados y me rodeó con sus brazos, enroscando la tela a nuestros cuerpos. Me sentí como si un ángel me cubriera con sus alas; las de mis mariposas no paraban quietas.
- Mira eso – y me indicó el horizonte con la cabeza.
El cielo ya era de color añil, y allí, donde se unía con el océano, apareció un fino hilo de color naranja que brillaba como un diamante.
- ¡Está amaneciendo! – exclamé con alegría.
- Claro, y tú querías perdértelo – se burló.
La destellante semiesfera comenzó a asomar como si saliese del océano, se elevaba en su camino hacia el cielo lentamente, iluminando el firmamento, que pasó del color lila oscuro a un violeta azulado, y tiñendo las escasas nubes que lo poblaban de sombras azafranadas que se entremezclaban con el gris que las caracterizaba. El agua empezó a centellear millones y millones de lucecitas que se encendían y se apagaban intermitentemente y que se dispersaban por el movimiento de las ondas del mar.
- Es precioso – bisbiseé, maravillada.
- Feliz aniversario – murmuró en mi oído, provocando ese intenso cosquilleo en mi estómago y haciendo que toda mi piel y mi cuerpo se estremeciera.
Me volví un poco hacia atrás para verle el rostro y le sonreí. Ahora su preciosa piel cobriza y sus ojos negros reflejaban la resplandeciente luz del sol.
- Feliz aniversario – susurré.
Sonrió y pegó su cara del todo a la mía para darme ese beso que nos dimos por primera vez, haciendo que mi corazón dejase de latir por un instante.
Ese horizonte que amanecía representaba nuestro futuro. Este sólo era nuestro primer año como pareja, y delante teníamos ese horizonte eterno, infinito, donde el sol acababa de salir para llenarlo de luz y color. 

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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4 comentarios:

  1. wow 5 de febrero yo cumplo años ese dia eres maravillo sa con tus historias exelnte

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  2. Awww hermoso super tierno no se si podrias escribir mejor he me parece imposible sos genial cariñoo amo esta historia!!!
    ♥♥♥

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  3. Ayyyyyyyy... morí de amor!!! HERMOSO CAPITULO!!Besotes ;)

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  4. Awwwwwww que capitulo tan hermosoooo
    *O* Te felicito

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