Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
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Blend al mejor escritor de fics
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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martes, 12 de julio de 2011

SOMBRA [NUEVA ERA]


= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =

Sonreí con satisfacción cuando entré en el pequeño invernadero. En sólo dos semanas y media, la mayoría de las semillas habían germinado y las jóvenes plantas cada vez crecían más, cada día eran unos milímetros más altas.
- ¿Qué temperatura hay? – quiso saber Helen, agachándose para mirar las plantas.
- Voy a mirarlo – contestó Brenda, cogiendo el medidor de la mesita que habíamos puesto junto a la plantación para dejar todos los útiles de jardinería.
El día era lluvioso, pero dentro de la lona de plástico hacía una temperatura muy agradable gracias al poco sol que había lucido ayer.
- Cada día están más bonitas – sonreí, agachándome yo también para observarlas.
De pronto, me entró un conocido y enorme sofoco y tuve que levantarme para quitarme la chaqueta, aunque al poco rato se me pasó. Ya esta mañana, en el instituto, me había dado otro golpe repentino de calor que se había ido a los pocos minutos. Y esto sólo podía ser una cosa, esos golpes de fiebre precedían y anunciaban algo, mañana era uno de abril, y mi reloj biológico no fallaba: mi semana de celo ya se acercaba.
- Todo está bien – reveló Brenda, que estaba mirando el medidor.
- Esto…, chicas – interrumpí, pasándome la mano por el pelo con un poco de apuro -, ¿podéis hacerme un favor? – mis amigas alzaron los rostros para mirarme -. ¿Os importaría encargaros vosotras de las plantas esta semana? Sería a partir de mañana.
- ¿Y eso? ¿Qué pasa? – preguntó Helen, extrañada.
- Nada, es que estos días no voy a poder - expliqué, vergonzosamente.
- Ya, tu… alergia, ¿no? – adivinó Brenda con una risita.
Mi cara se torció en una mueca que ya la mataba.
- Claro, se me olvidaba que ya es primavera, ¿es que ya notas que te vas a encontrar mal estos días? – interrogó Helen, preocupada, con ignorancia.
Si ella supiera lo mal que me iba a encontrar…
- No te preocupes, no creo que se vaya a encontrar muy mal – soltó Brenda por esa bocaza.
Mi amiga explotó en un ataque de risa que, lógicamente, Helen no comprendió, y yo miré a la primera matándola directamente.
Ahora Helen sí que no entendía nada.
- Bueno, vamos a regar las plantas – dije para cambiar de conversación.
Le quité el medidor a Brenda mientras ésta seguía riéndose y lo posé en la mesita. Cogí las tres regaderas y le di una a cada una. Salimos de la plantación por la abertura de la lona de plástico transparente y las llenamos de agua con la manguera que estaba enganchada en el garaje. Volvimos al invernadero y comenzamos a regar planta por planta, distribuyéndonos por todo el pequeño jardín.
Teníamos que tener cuidado, ya que no podían recibir más agua de la estipulada por el dossier que nos había entregado Carlisle, aunque ya le habíamos cogido la medida y más o menos nos apañábamos bastante bien.
Cuando terminamos con esas tareas, dejamos las regaderas en su sitio y salimos una vez más de la plantación. La lluvia caía con más fuerza esta vez.
- ¿Vamos a tomar un café al Olympic? – propuso Helen.
El Olympic era una cafetería nueva que ahora estaba muy de moda entre la gente joven de Forks.
- Sí – aceptó Brenda.
- Yo no puedo, tengo que hacer unos recados – declaré.
- ¿Seguro? ¿No quieres venir un rato? – insistió Helen.
- No, no puedo, de verdad – sonreí.
- Venga, vamos, que me estoy mojando – azuzó Brenda, meneando el brazo de Helen.
- Sí – asintió ésta -. Bueno, Nessie, a ver si te libras de la alergia y no tienes nada. A lo mejor, con este mal tiempo, no te afecta tanto.
- No creo que quiera eso… - murmuró Brenda muy bajito.
Por suerte, Helen no lo escuchó.
- No sé – reí por educación, aunque fruncí el ceño para Brenda -. Ya veremos.
- Venga, vamos – repitió Brenda, tirando de Helen.
- Hasta pronto – se despidió ésta, acompañada por los gestos de la mano y las risillas pícaras de Brenda.
- Hasta pronto – respondí, sonriendo.
Ambas se montaron en el coche de Brenda, éste arrancó y se marcharon por el camino sin asfaltar que pasaba por delante de la casa de Billy y que llevaba a la carretera.
Caían chuzos de punta, así que corrí hacia mi preciosa casita roja y pasé al interior. Me sacudí un poco el pelo mojado con la mano y me dirigí a la cocina.
Arranqué una hoja del bloc de notas que colgaba de la nevera por medio de un imán, cogí el bolígrafo que sostenía el mismo bloc y me senté en la mesa para escribir la lista de la compra. Cuando ya no se me ocurrió más que apuntar, hice un presupuesto mental aproximado de todos los artículos y me levanté para dirigirme a uno de los armarios. Abrí la puertecita y cogí el bote donde guardábamos el dinero para comprar la comida y otras cosas. Lo destapé y saqué un poco más de dinero del que mi cerebro había calculado para tener un margen de error, por si acaso había subido algún precio. Estos presupuestos eran importantes, puesto que nuestra economía no era nada boyante, que digamos. Guardé el bote en su sitio, la nota en el bolsillo de mi chaqueta, cogí el bolígrafo de la mesa y me acerqué a la nevera otra vez.

Jake, he ido al supermercado a hacer la compra.
Volveré pronto.
Te quiero.
Nessie.

No sabía si Jacob llegaría antes que yo de patrullar con la manada, así que le dejé esa nota en la nevera.
Dejé el bolígrafo en su sitio y salí de la cocina. Cerré la puerta de casa con un portazo y corrí hacia mi forito para no mojarme más de lo que ya estaba.
Entré en mi vehículo con celeridad, arranqué y puse ese CD de ACDC en el estéreo para iniciar la marcha con algo de marcha.
Recorrí la distancia que había entre nuestra casa y la de Billy, di dos bocinazos a modo de saludo y salí a la carretera, viendo por el espejo retrovisor cómo mi futuro suegro sonreía tras su ventana.
Sonreí yo también y seguí mi recorrido escuchando ese rock que tanto me gustaba, canturreando.
No tardé mucho en llegar al supermercado. Aparqué justo delante, apagué el motor y me bajé corriendo.
Cogí un carro en la entrada y me interné en los pasillos del pequeño establecimiento. Saqué la nota de mi bolsillo y comencé a recopilar los artículos que había apuntado. Casi todo era comida, y todo en cantidades industriales, pues un hombre lobo come por tres y tenía que llegar para toda la semana.
No tardé nada en llenar el carro. Entre carne, pescado, fruta, verdura y otros alimentos básicos, ya estaba a rebosar.
Pagué en la caja, satisfecha de no haberme pasado de mi presupuesto, lo metí todo en bolsas de papel y lo volví a depositar en el carro para poder llevarlo al coche.
Seguía lloviendo a cántaros.
Galopé hacia la parte trasera de mi forito, abrí el maletero y miré a ambos lados. No había moros en la costa, así que fui colocando las bolsas en el maletero a mi velocidad de medio vampiro y bajé la puerta. Después tuve que correr como humana hacia el supermercado, ya que llegó otro coche, y dejé el carro en su sitio.
Ya en el forito, puse mi música de nuevo y arranqué para dirigirme a casa.
Los limpiaparabrisas trabajaban sin descanso; cuando acababan de realizar una pasada por el cristal, el agua ya chorreaba de nuevo por él.
Los árboles eran vapuleados por una brisa que comenzó a agitar sus verdes hojas, ésta también arrojaba la lluvia contra el parabrisas, aunque no era lo único, las pequeñas flores que ya habían nacido en los árboles y que eran arrancadas por el viento también se estampaban contra el cristal, haciendo que la visión fuera muy escasa y nada nítida.
Desde luego, el tiempo se estaba poniendo realmente feo, y cada vez peor.
Empecé a preocuparme por mi Jacob. Por supuesto, sabía que él no iba a pasar ni una gota de frío por mucho que lloviera, y ya podía nevar como en Anchorage, pero, como imprimada, la pulsión de sentir esa necesidad de protegerle y de dotarle de completo bienestar era imposible de frenar.
Recordé esa pelea de bolas de nieve de Anchorage y mi labio se curvó en una risilla. ¿Cómo iba a pasar frío?
De repente, una extraña sombra negra pasó por delante de mi coche en forma de borrón y me asusté. Mi pie se clavó en seco en el pedal del freno y el vehículo se caló, haciendo que el mismo diera una embestida hacia delante bruscamente al frenar en seco y calarse.
El cinturón me apresó contra el asiento y estranguló mi pecho, aunque eso no consiguió que mi respiración dejase de salir agitadamente cuando logré que mis pulmones volvieran a coger aire.
Mi cabeza se giró instantáneamente al ver a la sombra entre los árboles y un calambre helado recorrió mi cuerpo, atravesándolo como una estaca de hielo. Había algo en ella que no me gustaba nada, algo oscuro y maléfico que no escapó a mi intuición.
La sombra era un individuo que iba entero de negro, me pareció que vestía una especie de capa con capucha que le tapaba el rostro completamente. Estaba observándome, aunque no pude discernir su semblante, los limpiaparabrisas se habían quedado bloqueados y el agua que chorreaba por el cristal apenas me dejaba distinguir su silueta.
Mis bronquios pasaron a soltar el aire con virulencia al ver cómo la sombra se movía, pero fui capaz de reaccionar para bajar los pestillos y arrancar el coche. Pegué un pequeño bote en el asiento cuando la alta música irrumpió en el habitáculo repentinamente, y apagué el estéreo. Sin embargo, la sombra no se desplazó hacia mí, sino que desapareció súbitamente entre los árboles del bosque.
Me quedé a la espera, quieta, mientras escuchaba el sonido de la lluvia restallando con fuerza en el capó y azotando todas las partes de mi coche, así como mi asustada respiración y el traqueteo del motor.
Agucé el oído para ver si captaba más allá, pero lo único que ese sentido escuchaba era la lluvia golpeando las hojas, la vegetación y la tierra.
Respiré hondo para tranquilizarme un poco e inicié la marcha de nuevo, haciendo chirriar las ruedas sobre el asfalto. Esta vez me moví con más velocidad por la carretera, hasta los limpiaparabrisas parecía que iban más deprisa. Llegué al desvío que daba a mi casa y en pocos minutos aparqué frente al garaje.
Salí de mi coche, saqué las bolsas del maletero, ahora utilizando toda mi fuerza y maña de medio vampiro sin tapujo alguno, y corrí hacia casa a todo lo que daban mis piernas.
- ¡Jake! – le llamé por si ya había llegado, cerrando la puerta a mis espaldas.
Pero Jacob no estaba en casa.
En cuanto posé la compra en la meseta de la cocina, salí disparada de la misma para cerrar la puerta con llave.
Llevé mis manos a mi cabeza y metí los dedos entre el pelo de mi frente, nerviosa, mientras mis pies me hacían moverme de aquí para allá. Jake no había llegado aún, seguramente no tardaría mucho más, pero sin él, yo me sentía tan desprotegida.
Intenté relajarme, haciendo profundas inspiraciones, y pareció funcionar. Poco a poco, a medida que notaba el aire llenando mis pulmones, mis nervios se iban templando.
¿Qué había sido eso? Mejor dicho, ¿quién? Recordé ese escalofrío que había recorrido todo mi ser y volví a sentirlo. Era lo mismo que había notado cuando vi a Razvan la primera vez, sin embargo, no podía ser él, era imposible.
La manada estaba demasiado atenta, olerían su efluvio y enseguida lo detectarían, tenían ese olor grabado a fuego, así como el de cualquiera de sus secuaces. Y el hecho de que no se hubiera acercado a mí me había desconcertado. Si hubiese sido Razvan, habría hecho mi coche pedazos para sacarme de allí, pues ya había visto que yo era amiga de Helen. Sin embargo, se había dado la vuelta y se había ido.
Exhalé. Lo más seguro es que fuera algún vampiro nómada que había conseguido colarse en los bosques de La Push. Y seguramente ahora mismo ese vampiro fuera presa de las fauces de alguno de mis amigos los lobos. Aunque, si fuese un vampiro nómada, ¿por qué no me había atacado? ¿Acaso no había olido mi sangre?
Otro golpe de calor repentino hizo que mi organismo sintiese que tenía fiebre. Menudo momento para eso. Me quité la chaqueta con celeridad y la dejé en la barandilla de la escalera a la vez que mi mano intentaba abanicarme para aliviar ese asfixiante ardor.
Volví a suspirar y me dirigí a la cocina para abrir el congelador. Saqué la cubitera y eché unos cuantos hielos en un paño para envolverlos con el mismo. Metí la cubitera en el congelador de nuevo y utilicé el trapo a modo de bolsa para pasarlo por mi piel y aliviar mi tremendo calor.
Ni con esas. Esto parecía que se estaba adelantando. Puede que fuera porque toda la casa estaba impregnada del efluvio de Jacob, esa fragancia que ya empezaba a volverme loca; ya comenzaba a notar esos matices diferentes que destacaban sobre el resto y que me llamaban.
Para mi alivio, el calor se fue con la misma rapidez con la que había venido, la temperatura de mi organismo regresó a su estado normal, aunque en esta ocasión el intervalo en que había estado encendido había durado más que las veces anteriores, por lo que sabía que la entrada de mi celo era inminente.
Sin embargo, el regreso a la normalidad de mi organismo hizo que también volviera el susto de antes. Y Jacob estaba ahí fuera…
Empecé a guardar todo lo que había comprado. Pensé que, hasta que llegara Jake, lo mejor era tener la mente ocupada en otras cosas. Organicé el congelador para que me cupiese la carne y el pescado, y almacené el resto de alimentos en la nevera y los armarios de la cocina.
Una vez que terminé de almacenarlo todo, me dirigí al saloncito con mi bolsa de hielo improvisada, por si me volvía a dar otro golpe de calor.
Fue posarla en la mesita roja, cuando el cerrojo de la puerta me avisó de la llegada de mi chico.
Corrí hacia el vestíbulo.
- ¡Jake! – voceé.
Jacob pasó al interior y cerró la puerta. Sólo vestía unos viejos pantalones cortos de color negro y estaba completamente empapado.
- ¿Por qué has cerrado con llave? – le dio tiempo a preguntar, extrañado, antes de que me abalanzara sobre él para abrazarle con fuerza.
- Jake… - murmuré, todavía con el miedo en el cuerpo, apretando mi abrazo.
Qué bien se estaba entre sus brazos, me hacían sentir tan segura. Automáticamente, me sentí más relajada sólo con tenerle a mi lado…
- ¿Qué pasa? – inquirió al verme asustada, despegándome de su cuerpo con delicadeza para mirarme -. ¿Es que ha pasado algo?
Las palabras comenzaron a salir por mi boca atropelladamente.
- Fui al supermercado, porque quería llenar la despensa, ya que mi celo está al caer, y cuando regresaba a casa, vi una sombra en la carretera. No le pude ver bien por culpa de la lluvia, pero me dio muy mala espina, y él se quedó quieto, mirándome, y después se marchó, y…
- Para, tranquilízate, preciosa – me calmó, llevando sus aún húmedas pero cálidas manos a mi rostro para acariciar mis mejillas con los pulgares. Me quedé algo embobada al ver mis adorados ojos negros tan de cerca, aunque terminé asintiendo -. Ahora, dime, ¿qué fue exactamente lo que viste? ¿Una sombra? ¿Una sombra de qué?
No sabía cómo explicárselo con palabras, así que llevé mi mano a su rostro y le dejé ver mis recuerdos. El semblante de Jacob se puso más serio al ver las imágenes que mi mente le mostraba, y, por supuesto, también percibió ese sentimiento frío que me atravesó al ver a ese individuo extraño. Sus ojos se quedaron fijos por un momento en los míos, que los buscaban asustados.
- ¿Ese tipo te atacó? – quiso saber.
Pasé a mostrarle cómo la sombra se daba la vuelta súbitamente y se perdía entre los árboles, sin acercarse a mí siquiera.
Jacob asintió, tranquilo.
- No tienes de qué preocuparte – murmuró, repasando mi rostro con el dorso de su mano -, ya hemos acabado con él.
- ¿Ya… habéis acabado con él? – repetí, asombrada.
- Era un chupasangres nómada que se nos había escapado – explicó -, pero lo alcanzamos cerca del río Dickey.
Mi mano seguía en su mejilla, así que instantáneamente mi cerebro le plantó la imagen de esa especie de capa negra al pensarlo yo misma.
- Era una sudadera con capucha – me aclaró, llevando sus manos a mi cintura -, y también vestía unos pantalones negros.
Suspiré, completamente aliviada, y sonreí.
Mis brazos rodearon su cuello y volví a abrazarle con fuerza, acto que él correspondió de la misma forma.
- ¿Estabas asustada? – susurró.
- Sí.
- La próxima vez que te asuste algo, llama a cualquiera de la manada para que se transforme y me avise, ¿vale? Yo vendré enseguida – murmuró con voz dulce -. No quiero que estés sola.
- No se me había ocurrido – declaré, dándome cuenta en ese instante de que podía haber hecho eso.
Me despegó de nuevo con mimo y enganchó sus preciosas y brillantes pupilas en las mías.
- Yo siempre te protegeré – murmuró, deslizando las suaves yemas de sus dedos por mi mejilla.
Me quedé sin aire por un instante y luego éste salió en un suspiro precipitado cuando su rostro comenzó a acercarse al mío. Empecé a hiperventilar al notar el roce de su frente sobre la mía y mis párpados cayeron, rindiéndose a todo ese remolino de sensaciones y sentimientos que me embargaban y que me hacían volar. Esa energía espiritual y mágica emergió de nosotros al instante, envolviéndonos como una ligera y cálida brisa. Jacob llevó su mano hacia mi nuca y por fin sentí el roce de sus labios sobre los míos.
Mi boca se entreabrió con la suya al sentir cómo éstos se mezclaban lentamente, y un suave jadeo se escapó de mis pulmones. Su abrasador aliento también besaba mis labios, los acariciaba como tórridos susurros.
Ya empecé a arder, mi cuerpo entró en combustión y su efluvio comenzó a llamarme. Sus pausadas respiraciones ya me encendían con desenfreno, sólo notar el ardor de su piel, de su aliento, de sus manos, su cuerpo, su boca, ya me ponía todo el vello de punta y me volvía completamente loca.
Pero entonces, sus labios se separaron de los míos, aunque no se fueron muy lejos.
- Tenemos toda la semana para nosotros… - susurró en mi boca -. Ya lo he arreglado con el señor Farrow. Me ha costado un poco, pero en cuanto le he dicho que era el jefe de mi tribu y que tenía que arreglar algunos asuntos locales, me ha dado la semana sin problemas. No sé qué ha debido de creer que soy – rió con una risa silenciosa -. Eso sí, la semana que viene tendré que echar horas por un tubo.
- Pensaba que mi celo entraría mañana, pero creo que ya está aquí… - revelé entre suspiros mientras una de mis manos se aferraba a su pelo.
Su olor pasó a ser algo extremadamente intenso, de modo que esa llamada se transformó en un deseo salvaje e incontrolable.
- Lo sé… - murmuró él con ansias -. Esta mañana ya olías algo diferente, pero ahora empiezas a volverme completamente loco, nena…
Abalanzó su boca contra la mía con una pasión exagerada y la mía le respondió del mismo modo. Nuestros labios se movían con auténtico frenetismo, al igual que la energía, mientras el vestíbulo se llenaba con los ansiosos jadeos. Me arrimé a él con tanto afán, que estampé su espalda contra la pared que tenía detrás.
No perdí el tiempo. Llevé mis manos a su torso y empecé a acariciárselo con avidez, parándome a sentir bien sus impresionantes y fuertes músculos, con esa piel sedosa y tersa, ardiente, aromática. Hoy era más aromática que nunca. La respiración de Jacob se agitó aún más cuando desabroché su pantalón y arrastré mi mano dentro para deleitarme un rato. Sus manos pasaron a moverse por mi espalda y mi pelo con fervor, ya estaba completamente encendido y su boca exhalaba gemidos sordos, eso me excitó el triple.
Mi lengua se abrió paso y se enredó con la suya entre jadeos salvajes, hasta que la dejé libre. Separé mi boca y subí mi mano para que se uniera a la otra. Volví a acariciar su pecho y pasé mi lengua por sus labios lentamente; una, dos, tres veces, eso le volvía loco. Los dos jadeábamos incesantemente y sus pupilas ya llevaban esa llama de fuego flameando en ellas. Le miré con ojos más que hambrientos y mi boca bajó para besar la línea de su mandíbula. Descendí por su cuello, resollando con ansia, y seguí descendiendo por su pecho, lamiéndolo y besándolo con fervor. Pero yo quería más.
Mi boca continuó bajando, besando su abdomen, junto con mis manos, hasta que le quité los pantalones y por fin llegué a mi objetivo. Jacob gimió y su cabeza se apoyó en la pared a la vez que sus manos se metían por mi pelo para acariciarme con efusividad. Mientras mi lengua gozaba, notaba cómo se estremecía, alcé la vista y él bajó el rostro para mirarme. Eso nos excitaba el doble a los dos, así que le dediqué más tiempo.
En cuanto me levanté, Jacob me estampó en la pared. Nuestras bocas volvieron a encontrarse con salvajismo y mis manos se perdieron por su fuerte espalda y sus amplios hombros. Me quitó la chaqueta con un arrebato desmedido y lo mismo hizo con mi camiseta y mi sostén. Llevó su boca por mi cuello con desenfreno y mis manos se aferraron a su pelo, aunque lo hicieron con fervor cuando pasó a recorrer todo mi pecho con su tórrida lengua. Ahora fui yo quien apoyó la cabeza en la pared, con mis pulmones trabajando sin parar.
Su boca se unió a la mía de nuevo para besarla con pasión. Bajó sus manos y abrió el cierre de mis pantalones. Con un movimiento enérgico, me los arrastró hacia abajo y éstos cayeron al suelo junto con mi ropa interior. Su mano se deslizó por el interior de mi muslo y llegó justo a donde yo quería que llegase. Gemí en sus labios y mis manos se aferraron a su pelo con más ansia mientras mi cuerpo acompasaba sus movimientos, completamente desbocada. Él también jadeó con intensidad, excitado.
Cuando terminó, me quité las playeras con los mismos pies y me abalancé hacia él para besarle, haciéndole caminar de espaldas. Nos dirigimos al saloncito dando tumbos, besándonos y acariciándonos sin control. Soltó mi boca y me dio la vuelta, arrimándose a mí por detrás a la vez que su mano apartaba mi pelo a un lado y sus labios recorrían mi cuello.
Mi respiración ya no podía ser más agitada, giré mi rostro y su boca bebió de la mía una vez más. Me friccioné contra él y me pegué a su cuerpo con ansia, ya no aguantaba más, pero lo hice con tanta, que Jacob se cayó sentado en el sofá, arrastrándome con él.
Mi espalda estaba pegada a su pecho, pero eso no pareció importarle en absoluto, me apretó contra él y siguió besándome el cuello con desenfreno mientras sus manos pasaron a acariciar mis senos. Su lengua ya me estremecía, pero su tacto me entusiasmó enormemente, mis bronquios trabajaban sin cesar. Apoyé la cabeza en su hombro y me dejé hacer a su antojo. Yo era suya, y lo sería para siempre.
Pude sentir cómo se unía a mí despacio, lentamente, saboreándolo bien. El placer invadió todo mi ser y mi rostro se giró hacia el suyo para gemir en sus labios. Mi mano se alzó para retener su pelo y nuestras bocas se pegaron del todo, aunque permanecieron quietas.
Empezó a moverse para deslizarse dentro de mí y la excitación llegó a su punto álgido. La energía que nos rodeaba se convirtió en algo desenfrenado. Lo hacia con ese ritmo pausado, sin prisa, disfrutando de cada roce, y nuestros labios continuaban juntos, acariciándose, intercambiándose el aliento. Mis jadeos ya eran en voz alta y los suyos eran tan ardientes como él.
Mientras se movía, sus suaves palmas volvieron a tocar mi pecho y sus labios besaron a los míos muy despacio, aunque expirando con un deseo desenfrenado. Mi cuerpo se estremecía con intensidad y el placer ya comenzaba a ser impaciente. Una de sus manos bajó por mi estómago y llegó más allá de mi vientre. Entonces, todo enloqueció.
Mis piernas se abrieron más y mi cuerpo se unió a todos sus movimientos de una forma febril. El fuego me invadió como si una llamarada me hubiese prendido y ambos respiramos con mucha más fuerza. La mano que estaba en mi pecho se aferró a mi pelo para que mi boca no se alejara ni lo más mínimo de la suya y su cadencia aumento de ritmo.
El enorme placer que ya sentía se volvió mas intenso y la energía explotó del todo. Note cómo esa brisa prodigiosa, maravillosa y cálida tomaba todo mi cuerpo, era su alma, que se unía a la mía, y eso hizo estallar ese clímax que tomó todo mi ser, llevándome a otro mundo que no era terrenal. Gemimos más fuerte, sin despegar nuestros labios en ningún momento, y esa mezcla de sensaciones indescriptibles hizo que dos lágrimas rodaran a ambos lados de mi cara mientras mi mano encerraba su corto cabello en un puño ansioso.
Nos quedamos quietos, mirándonos a los ojos a la vez que nuestros pulmones trabajaban sin descanso, y después nos besamos con dulzura durante un rato. Pero sabíamos que esto ni mucho menos había acabado. Esto era el principio, el principio de nuestra fabulosa luna de miel. Jacob pasó su brazo por debajo de mis piernas, se levantó conmigo y me llevó en brazos a nuestro dormitorio.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!


1 comentario:

  1. INPRESIONANTE TU INMAGINACION YA HE LEIDO COMO TRES VECES TODO EL LIBRO ESPERANDO QUE SUBAN MAS WOW ERES TALENTOSISIMA,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,

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