Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
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  • TAMARA
PREMIOS:
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viernes, 1 de abril de 2011

PERSECUCIÓN [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE


¿Morder? ¿Era eso lo que quería?
- No lo sé – susurré a duras penas -. Tu olor… me vuelve loca.
- ¿Es… mi… mi sangre?
- Tu sudor… Hueles muy bien – musité mientras mis labios seguían rozando su garganta.
- ¿Tanto… como para… comerme?
¿Comerle? La parte minúscula de mi cerebro que en ese momento todavía era capaz de pensar se dió cuenta de que podría hacerlo si quisiera. Estaba acostumbrada a cazar animales de gran tamaño que se movían y se resistían con mucha fuerza, sería muy fácil con una presa quieta e indefensa.
Pero no era eso lo que quería. Su sangre no me daba sed, quería comérmelo de otro modo. Le deseaba. Le deseaba con ansia. Deseaba acariciarle y besarle, sí, incluso morderle.
- Quiero morderte… - ronroneé, besándole el cuello muy despacio.
Jacob se estremeció de nuevo, aunque continuó petrificado.
- ¿Quieres… quieres morderme? – preguntó, un tanto asustado.
- Seré muy suave, te lo prometo – le imploré con un susurro.
Se quedó un momento en silencio, sin moverse ni un centímetro.
- No me… no me muerdas la yugular… ni me chupes sangre, ¿vale? – accedió al fin, con voz temblorosa.
Su corazón pegó un salto cuando rocé su piel con mis dientes, pero, aún así, permaneció inmóvil. Metí mi mano entre su pelo mojado y empecé a acariciarle el cuello con delicados y sutiles mordiscos, recorriéndolo muy despacio de arriba a abajo, bordeándolo entero. Su respiración comenzó a agitarse conforme le mordía y le besaba y su aroma también se intensificó. Su hálito impetuoso y el aumento de su penetrante fragancia hicieron que el deseo que sentía por él se multiplicara por mil. Repté desenfrenadamente por su húmeda piel, resollando con ansia, y por fin sus manos se movieron hasta mi espalda más baja para apretarme contra él. Un sordo gemido se escapó por mi boca con ese contacto y todas las células de mi organismo se excitaron el doble. Él también se estremeció y nuestros jadeos se volvieron más fuertes. Escalé, besándole con avidez por el cuello, para seguir la línea de su mandíbula.
- Espera – dijo de repente, con voz seca.
¿Que esperase? Ya era demasiado tarde para eso, mis cinco sentidos estaban puestos en él y no podía parar. Lo siguiente que iba a morder eran sus labios.
Se despegó de mí bruscamente, agarrando mis muñecas para separarlas de su cuello, y, sin darme tiempo a reaccionar, echó a correr a toda velocidad hacia el bosque, arrastrándome de la mano.
Su ritmo era demasiado acelerado y yo todavía estaba aturdida. Mis piernas no conseguían moverse como deberían y mis pies casi se levantaban del suelo por su carrera. Tardé un buen rato hasta que me despejé del todo.
- ¡Corre lo más rápido que puedas, Nessie! – gritó mientras nos adentrábamos entre los árboles.
- ¡¿Qué pasa?! – pregunté, asustada.
- ¡Tú sólo corre! ¡Tenemos que salir de aquí ya!
Aseguró mi mano con fuerza y aceleré todo lo que mis piernas eran capaces para igualar mi ritmo al suyo. El efluvio de Jacob me había embaucado tanto, que hasta ese momento no me había dado cuenta de lo que había anochecido y del extraño hedor que había por todo el bosque. Era un olor parecido al amoniaco y me quemaba la nariz. Un gruñido ansioso y jadeante se oyó a unos metros de nuestras espaldas y después desapareció. Los árboles pasaban a nuestro lado a toda velocidad y Jake los esquivaba con facilidad, apartando las ramas con el brazo libre para que yo pudiera correr sin problemas. Entre la negrura del bosque, atisbamos el claro que daba al coche.
Atravesamos los últimos árboles que lo delimitaban y llegamos volando hasta el Golf. Jacob me abrió la puerta del lado del conductor a toda prisa y me empujó hacia dentro para que me sentara en mi asiento. Mi cabeza chocó contra el borde de la ventanilla y él se subió al coche, cerrando de un portazo. Arrancó el motor y bajó los pestillos con la mano.
- Abróchate el cinturón – me ordenó con voz firme, y acto seguido se giró para dar marcha atrás.
No me dio tiempo a abrochármelo. El vehículo se movió con tanta velocidad, que me fui hacia delante y tuve que poner las manos en el salpicadero para no volver a golpearme. Las ruedas derraparon con la gravilla, formándose una gran nube de polvo. Mi espalda se estampó contra el respaldo cuando Jacob metió primera y salimos disparados de frente. Me abroché el cinturón cuando la fuerza de la inercia cesó.
La cabeza me dolía y me llevé la mano al muy posible futuro chichón. Noté cómo empezaba a emerger un bultito y me lo toqué con los dedos para corroborarlo.
- Vaya, me está saliendo un chichón – mascullé.
El primer chichón de toda mi vida.
Jacob me miró de refilón con gesto preocupado.
- Mierda, ¿te has hecho daño?
Bajé el parasol y me miré en el espejo. Un minúsculo bulto sobresalía en el límite lateral del pelo de mi frente.
- Bah, no es nada. Es un chichón pequeño, no te preocupes.
- Se me fue un poco la mano empujándote, lo siento – murmuró, acariciándome la nuca.
Tragué saliva para poder coger aire de nuevo.
- No importa, en serio – saqué un paquete de pañuelos de la guantera y presioné el chichón con uno doblado –. ¿Qué ha pasado? ¿Qué era ese olor y ese gruñido que nos perseguía?
El coche se movía rapidísimo por el estrecho camino sin iluminar que daba a la carretera. Sólo los faros del Golf nos ayudaban a abrirnos paso entre la negrura.
- Es la misma peste que el rastro que encontramos en el bosque. Cuando tú y yo estábamos…, bueno, ya sabes…
Recordar de repente lo que había estado apunto de hacer, hizo que la sangre que se concentraba en mi chichón bajase ipso facto para unirse a la del resto de mi cuerpo, que ya estaba en mi rostro. ¿Por qué había hecho eso? Bajé la ventanilla del todo para que me diera el aire.
- ¿Estás mareada? – me preguntó, alarmado.
- No, no. Sigue, ¿qué pasó cuando… - tragué saliva otra vez -, bueno, eso?
- ¿Tú no lo oliste ni lo escuchaste?
Lo único que yo podía oler y escuchar en aquel momento era esa fragancia suya y su apasionada respiración, que me habían vuelto loca. Casi me sentía ofendida porque a él no le hubiera pasado lo mismo, aunque de ser así, a saber qué nos hubiese ocurrido. Ahora su piel ya estaba seca y ese aroma había bajado bastante de intensidad, pero algo me decía que si me acercaba a él, todavía olería demasiado bien...
- No – le contesté sin más.
- Me vino ese olor asqueroso y cuando levanté la vista, escuché un gruñido en el otro extremo del claro. Entonces, vi una sombra entre los árboles que nos estaba observando.
- ¡¿Un… mirón?! – exclamé con repugnancia.
- No era humano. Tenía los ojos amarillos, gruñía y era demasiado grande. Y desde luego ese hedor es suyo, no tengo ninguna duda. El aire venía de su dirección y traía su efluvio. Después, echó a correr hacia nosotros. Me dio muy mala espina, por eso no me transformé. Si hubiera estado solo, no me habría importado, pero tenía que traerte al coche para ponerte a salvo.
¿Que no le habría importado? Si le llegase a pasar algo, me moriría. Sólo de pensarlo, mi cuerpo ya temblaba.
- Entonces, ¿qué es? ¿Un neófito? – le pregunté para quitarme la idea de la cabeza.
- Un neófito no. Ya he luchado con unos cuantos y te aseguro que no son así.
- ¿Y por qué nos perseguiría?
- No lo sé, pero corría como enloquecido.
Suspiré y me mordí el labio con desasosiego.
- No te preocupes, ya no hay peligro – me alentó, cogiéndome la mano.
Nos detuvimos en el stop y salimos a la carretera asfaltada, esta vez con más calma, aunque tratándose de Jacob, nunca era de ese modo.
Me volvió a coger de la mano cuando ya no iba a meter más marchas, y entrelacé mis dedos con los suyos. La afianzó, apretándomela más fuerte, y nos dedicamos alguna mirada en silencio.
De pronto, unas luces aparecieron de la nada, deslumbrándonos por el espejo retrovisor, y se escuchó el rugido de un tubo de escape. Miré hacia atrás y vi cómo se acercaba un coche verde metalizado a toda velocidad.
- Ten cuidado con ese, Jake. Es mejor que dejes que te adelante, parece que tiene demasiada prisa.
Jacob miró por el espejo y se apartó un poco hacia la derecha. Pero el coche no se movió hacia la izquierda de la carretera, se pegó al Golf y aceleró, embistiéndonos por detrás. El cinturón hizo su trabajo y no me estampé contra el salpicadero, aunque me dejó sin aliento un par de segundos. Jake miró por el retrovisor, furioso, escupiendo toda clase de palabrotas y maldiciones, y, de repente, se quedó mudo.
- ¡Mierda! ¡Es él! – bramó.
El coche se fue otra vez hacia delante bruscamente cuando el vehículo de atrás nos volvió a golpear. Jake pisó a fondo el acelerador y las ruedas chirriaron en el asfalto, un olor a neumático quemado nos invadió al entrar por mi ventanilla. Miré de nuevo hacia atrás para ver si lo habíamos perdido, pero el coche seguía persiguiéndonos.
- ¡Haz algo, Jake! ¡Sigue ahí! – grité, aterrada.
- ¡Ojalá tuviera ese Ferrari ahora!
Mi pelo se mecía violentamente con el viento que entraba por la ventana y los cabellos de mi coleta se me pegaban en la cara, impidiéndome ver bien el interior del vehículo que nos acosaba. Me aparté el pelo y un escalofrío me atravesó los pulmones cuando por fin lo avisté.
No era humano. Como había dicho Jacob, era muy grande, más incluso que Emmett, y sus ojos eran amarillos, brillaban en la oscuridad como si fueran reflectantes. Me quedé petrificada cuando reparé en que los tenía clavados en mí con una mirada alocada, obsesiva, y su boca salivaba como si quisiera comerme. Jacob también se dio cuenta al mirar por el espejo y un rugido retumbó en su pecho.
- ¡Mira para adelante, Nessie! – me mandó cuando vio mi cara horrorizada.
Le hice caso inmediatamente y me pegué al respaldo, agarrándome con fuerza al asiento.
Me acordé de mi móvil. Si llamara a mi padre, vendrían en nuestra ayuda. Palpé los bolsillos de mi pantalón de chándal, pero no encontré nada. Entonces, recordé que lo había dejado en la chaqueta para poder jugar más cómoda.
El coche que nos perseguía nos embistió de nuevo, levantando la parte trasera del Golf, y la luna de atrás saltó en mil pedazos. El estruendo fue ensordecedor y ahora el viento entraba por todas partes,  atronaba al atravesar el coche.
- ¡Cierra tu ventanilla! – exclamó Jake.
Mis manos temblorosas se aferraron como pudieron a la manivela y la giré a trompicones mientras hiperventilaba del susto. El aire cesó al no haber corriente, aunque se oía escupir el tubo de escape de nuestro opresor desde la ventana trasera sin cristal. Cerré los ojos e intenté tranquilizarme haciendo ejercicios de respiración.
- Tranquila. Te sacaré de aquí, te lo prometo – me dijo con voz firme.
Abrí los ojos ante la clarividente imagen que se presentó en mi cabeza de repente y le miré. ¿Y si era la última vez que le veía? El terror invadió mi cuerpo, me atravesó el corazón como si fuese una estaca y me quedé sin respiración. Si a Jacob le pasaba algo, no podría superarlo nunca, no podía vivir sin él, lo sabía. Él era lo más importante para mí. Las lágrimas brotaron sin control por mis mejillas mientras negaba con la cabeza.
Una explosión en el tubo de escape del coche hostigador me asustó y me hizo salir de mis horribles pensamientos, cortando mis lágrimas. Mis ojos se movieron en su dirección inconscientemente. Vi cómo se movía hacia la izquierda y aceleraba hasta ponerse a nuestra altura.
- ¡Cuidado! – chillé.
Pero ya era demasiado tarde. Aunque Jake ya se había percatado y trató de esquivarlo, el coche nos empujó brutalmente hacia la derecha y el Golf se salió hacia el arcén. Jacob pudo controlarlo a tiempo, evitando el inminente choque con los árboles que limitaban con el asfalto, y se dirigió furioso hacia la carretera para embestirlo.
- ¡Sujétate bien!
Chocó su vehículo contra el lateral del verde y éste perdió la dirección por un momento, derrapando en una curva.
- ¡No! ¡Un coche! – grité al ver que venía otro de frente.
- ¡Mierda! – gruñó Jake.
Hizo sonar el claxon con ímpetu y le dio las luces largas. El coche se apartó a su arcén justo cuando el otro se le echaba encima.
- ¡Bien, Jake!
- Ahora se va a enterar ese hijo de puta – murmuró, apretando los dientes –. Prepárate, nena, que esto se va a menear un poco.
Me aferré a la asidera sobre mi ventanilla y Jacob metió la quinta marcha otra vez. El coche aceleró en dos segundos en la recta y vi por el espejo lateral que el coche verde continuaba siguiéndonos, aunque estaba más lejos que antes. Redujo para seguir una curva muy abierta y las ruedas del coche volvieron a chirriar. Salimos a otra recta y Jake se desvió por una carretera en construcción.
- ¡Esta carretera está cortada! – le advertí, asustada.
- Ya lo sé. No te preocupes, sé lo que me hago – dijo con determinación.
Yo no estaba tan segura, las luces volvían a verse por el espejo. A lo lejos empezó a divisarse una montaña que cortaba la calzada y el coche verde se pegaba cada vez más a nosotros. Jacob aumentó la velocidad y el perseguidor hizo lo mismo.
- ¡Jake, la montaña! ¡Nos vamos a estrellar!
- Calma, preciosa. Confía en mí.
¿Qué le pasaba? ¿Era la adrenalina, que le gustaba? La montaña se acercó a nosotros vertiginosamente cuando Jake pegó un acelerón.
- ¡Jacob! – chillé.
Frenó repentinamente y tiró del freno de mano, girando a la vez el volante para que el coche hiciera un trompo en el gran arcén que había en el lado izquierdo de la carretera. El estridente chirrido de los neumáticos produjo una humareda que olía a goma quemada e inmediatamente después se escuchó el violentísimo choque del coche verde contra la piedra. El Golf giró sobre sí mismo varias veces, hasta que el lateral izquierdo del vehículo quedó mirando al paramento rocoso embestido.
Levanté la cabeza de mis manos temblorosas, expirando con dificultad, giré mi níveo semblante y vi el coche verde estampado en la pared de roca, con un humo gris oscuro saliendo por lo que quedaba del capó. La parte delantera estaba completamente destrozada y su descomunal ocupante yacía sobre el volante.
Nos quedamos en silencio, respirando agitadamente, y nos miramos. Él seguía ahí, junto a mí. Mi corazón empezó a acelerarse y el nudo de mi garganta saltó sin que pudiera evitarlo. Las lágrimas que antes habían rebosado de mis ojos ahora salían a borbotones. Me desabroché el cinturón y me lancé a sus brazos, que me rodearon con fuerza y seguridad.
- ¿Estás bien? – me susurró, apretando su abrazo -. Siento haberte asustado.
- Sí – contesté entre sollozos.
Con él a mi lado, por supuesto que estaba más que bien, estaba feliz.
Me apartó un poco para enjugarme las lágrimas con los dedos, mirándome con sus penetrantes ojos negros, y acercó sus cálidos labios a mi mejilla para darme un beso tierno y dulce. Cerré los ojos cuando mi cuerpo palpitó en respuesta. Se quedó con el rostro pegado al mío y me decidí a girarlo, pero él lo retiró antes de que me diera tiempo.
- Te llevaré a casa – volvió a susurrar mientras me metía el pelo que se me había soltado detrás de las orejas.
Asentí con la cabeza, embobada y confundida por todo lo que sentía con él. Me agarré a su brazo, apoyando la cabeza en su hombro, y Jacob se puso en marcha otra vez.
Sin saber por qué, miré por el espejo retrovisor, y pegué un bote en el asiento al ver cómo el ocupante del coche verde abría la puerta. Alertado por mi reacción, Jake se fijó también y nos alejamos a toda velocidad de la pesadilla.

- ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué te ha pasado en la cabeza?!
Nada más abrir la puerta de casa, mi madre ya estaba tocándome la cara ansiosamente con sus heladas manos.
- No es nada, estoy bien – murmuré, cansada.
El día había sido largo. Con todo el ejercicio y la pesadilla vivida en el coche, lo único que me apetecía era irme a mi habitación y tumbarme en la cama.
Papá miró a Jake y asintió en gesto de agradecimiento, aunque con el rostro serio.
- Es el asesino del bosque - dijo Jacob, dirigiéndose a Carlisle y a mi padre -. Tenía el mismo olor que el rastro que encontramos.
- Ojos amarillos, grande y alocado, ¿qué opinas, Carlisle? –preguntó mi padre.
Por supuesto, ya lo había visto todo en nuestras mentes de la que llegábamos y mi familia estaba al tanto.
- No estoy seguro, pero creo que podría ser un Hijo de la Luna.
- ¿Un licántropo? – matizó mamá.
- Pero hoy no hay luna llena – rebatió Jake.
- La hubo hace tres días, cuando encontrasteis la cabeza – afirmó papá.
Me dio un escalofrío al recordarla.
- No era muy peludo, se-se parecía más a un humano gigante – tartamudeé.
Antes ya estaba muy asustada, pero este nuevo dato hizo que hasta me destemplara y tuviera frío. Ni siquiera me salían bien las palabras.
Mi padre y Carlisle se quedaron pensativos.
- Lo investigaré – habló este último, subiendo hacia su dormitorio -. Si no encuentro lo que busco en mis libros, tal vez vaya a Francia a hacerle una visita a mi amigo Louis. Él sabe mucho de licántropos, ya que tuvo que enfrentarse a unos cuantos hace unos siglos.
Esme siguió a su marido por las escaleras.
- ¿Y qué demonios quiere? – gruñó Jacob, mirando a Alice para que le diera la respuesta -. ¿Por qué anda por nuestros bosques?
- Yo… no vi nada – contestó ésta con los dedos en las sienes y el gesto contrariado.
- Alice tampoco puede ver a los licántropos – intervino Jasper -. Parece ser que son tan inestables como vosotros – dijo con un poco de sorna. Jacob le dedicó una mueca -. Tendremos que permanecer en guardia, es lo único que podemos hacer por ahora.
- Los licántropos son muy territoriales – explicó mi padre -. Una vez que cazan en una zona, la consideran su territorio.
- ¡Y una mierda! – exclamó Jake, enfadado -. ¿Me estás diciendo que ese bicho quiere seguir por mis bosques matando excursionistas? ¡Lo liquidaremos en cuanto se nos ponga a tiro! ¡Yo me encargaré personalmente por lo que ha intentado hoy!
- No es tan fácil, Jacob – le contestó papá -. Hasta Cayo tuvo problemas para acabar con ellos, y es el día de hoy que no los extinguió del todo.
- Ese bicho es uno y nosotros veinticuatro, no creo que nos sea muy difícil pillarlo – replicó Jake con un punto de sarcasmo.
- No es eso. Son muy inestables, no siguen un patrón determinado, ni se rigen por reglas. Se mueven por instintos muy primitivos y actúan alocadamente, aunque son bastante inteligentes. Además, está el hecho de que sólo se transforman cuando hay luna llena y el resto del tiempo parecen humanos normales, lo que dificulta el encontrar su paradero y cogerles - mi mejor amigo apretó los dientes de la rabia -. Si es cierto que es un licántropo, no entiendo qué hace por estos bosques ahora. Normalmente, no suelen salir de su territorio.
- Puede que se le hayan acabado las presas y esté buscando nuevas reservas – intervino Nahuel -. O tal vez sea un licántropo recién contagiado que acaba de llegar a la zona.
- Podría ser, no lo sé. Tendremos que estar en alerta, como dijo Jasper, hasta que Carlisle lo averigüe todo – finalizó papá.
Se hizo un momento de silencio en el que hubo un suspiro general y todos nos quedamos inmóviles en el sitio.
Tenía tanto miedo, que estaba muerta de frío. ¿Cómo iba a conseguir dormirme en esa cama tan grande, si estaba aterrada y helada? Una luz iluminó mi cerebro cuando se me ocurrió la idea. Si Jake durmiera a mi lado…
- Ni se te ocurra, señorita – me cortó mi padre antes de que acabara de pensarlo.
Oh, oh…
- ¿Qué pasa? – quiso saber mamá.
- Es que me acaba de recordar un tema que quiero hablar con Jacob – le respondió, señalando a éste con su pálido rostro, imperturbable.
El resto de mi familia empezó a desalojar el salón, dejándonos solos con mis padres, mientras que Jake se cruzaba de brazos.
No, no, no, no…
Me concentré en pensar en lo del licántropo, muy a mi pesar, para que no viera lo que no tenía que ver.
Mi padre se acercó como una exhalación y se puso a un palmo de Jacob.
- Dime que eso que gritas en tu cabeza todo el tiempo, desde que entraste por esa puerta, es producto de tu imaginación – le exigió papá, rechinando los dientes.
Mi madre se unió a él.
Jacob puso los ojos en blanco y se metió las manos en los bolsillos. Bordeó a mis padres y se dio un paseíllo por el salón hasta que se apoyó en la pared tan tranquilo, con las piernas cruzadas.
- Pues sí. ¿Qué pasa, no puedo tener intimidad ni para imaginar?
Mi concentración se vino al traste cuando, al caminar por delante de mí, me di cuenta de repente de que Jacob estaba semidesnudo. De lo asustada y confusa que había estado, no me había percatado hasta ese momento de que iba sin camiseta. Aunque era tan leve como en el coche, todavía seguía oliendo igual de bien que en el claro y el recuerdo saltó como un resorte en mi mente, cristalino y nítido.
- Entonces, dime por qué ella está imaginando lo mismo que tú – gruñó mi padre mientras giraba la cara lentamente para mirarme.
Sin duda, era un gruñido de dolor y decepción, más que de enfado. Mis mejillas se encendieron.
- ¡¿Qué ha pasado?! – bramó mi madre, haciéndose ya media idea al buscar respuestas en el torso desnudo de Jake y en mi escasa camiseta de tirantes.
Seguramente, estaba encontrando demasiadas.
- Nada – contesté, enfadada y cansada.
- Edward, cuéntamelo. Tengo derecho a saberlo, soy su madre – le ordenó, cabreada.
- Es mejor que no lo sepas – suavizó con una mueca de auténtico dolor.
Mamá se quedó más nívea de lo que era y se giró hacia Jake, furiosa.
- ¡Jacob, ¿qué has hecho?! – le gritó.
- ¡Bueno, ya está bien, ¿no?! – bufó éste, poniéndose a mi lado -. ¡¿Qué es esto, un juicio o algo así?! ¡Creo que ya somos todos mayorcitos!
- ¡Por Dios, Renesmee sólo tiene diecisiete años! ¡Es menor de    edad! – le reprochó ella.
- ¿Ah, sí? ¿Y dónde pone eso? ¿En ese carné que te hizo ese tal J en el que escribió la edad que tú quisiste? – le escupió Jake con ironía -. Además, te recuerdo que tu marido también tiene diecisiete y tú prácticamente diecinueve – le soltó, mordaz.
Mamá le siseó con rabia. No le gustaba nada que le recordaran ese dato.
- No ha empezado él, Bells – se chivó papá. Entrecerré mis ojos para mirarle con cara de odio -. Aunque él también podía haberlo evitado – el rostro de piedra pulida de mi padre era imperturbable y, por supuesto, censurador.
Jacob colocó los brazos en jarra y suspiró, poniendo los ojos en blanco.
- ¿Has… has empezado tú? – me preguntó mi madre, atónita y claramente decepcionada.
- Me voy a la cama – dije, cansada.
No me apetecía nada tener que dar explicaciones de mi vida privada. Estaba rendida y muerta de miedo. Me acordé de ese posible licántropo y me dio un escalofrío. Todavía tenía su mirada clavada en mi cabeza, con esos ojos reflectantes y obsesivos. Otro temblor recorrió mi cuerpo al recordar que podía haberle pasado algo a Jacob y el nudo se agarró a ni garganta otra vez. Aferré mi mano a la suya cuando empecé a marearme.
- ¿Te encuentras bien? – me preguntó Jake, preocupado, al ver que mis piernas flaqueaban y mis ojos empezaban a lagrimar.
- Sí, sí, no te preocupes, es que estoy agotada – medio mentí, tragando saliva para cortar el nudo –. Me voy a dormir.
- Espera un momento, Renesmee, quiero hablar contigo. Jacob, ¿puedes dejarnos a solas, por favor? – le pidió mamá.
- Claro – se puso frente a mí para mirarme fijamente con esa profundidad suya -. Te esperaré en tu habitación, ¿vale? – me susurró, acariciándome la mejilla.
Se me puso el vello de punta sólo con ese roce y me quedé mirándole embobada. Mi padre carraspeó y Jake soltó mis ojos para empezar a caminar hacia las escaleras.
- Jacob – le llamó papá. El aludido se giró cuando ya había puesto un pie en el primer peldaño -. Dúchate antes de entrar en su dormitorio – le mandó.
Mi mejor amigo frunció el ceño.
- ¿Por qué? A Nessie le encanta mi olor.
- Por eso mismo – le contestó en tono de advertencia mientras dirigía hacia mí una mirada acusadora – Ah, y ponte una camiseta.
Jacob puso los ojos en blanco y suspiró antes de subir la escalera.
- ¿Qué pasa? – pregunté, mosqueada y colorada.
No pensaba contar nada de lo que había pasado en el claro, y mucho menos ponerle la mano en la cara para que lo viera.
- Nahuel quiere que salgas con él mañana – me soltó mamá de sopetón, con un tono muy amable.
Me quedé cortada, no era la conversación que yo pensaba.
- ¿Qué? ¿Salir… con él? ¿Como una…?
- Sólo para conoceros – me cortó ella.
- Es que yo… tenía pensado ir con Jacob a La Push. Tendrá que arreglar el coche y quería ayudarle.
- Vamos, Renesmee. A Jacob le ves todos los días. Nahuel ha venido desde muy lejos para tener una oportunidad contigo – me dijo mi padre.
- ¿Una oportunidad? – inquirí, extrañada.
- A Nahuel le gustas mucho – me reveló él.
¿Que le gustaba mucho? Pero si me acababa de conocer y apenas habíamos hablado.
- Se ha quedado prendado contigo – siguió mi madre con una sonrisa pícara -. ¿A ti no te parece que es muy guapo?
- Bueno, es bastante atractivo… - aunque al lado de Jake…, pensé -. Pero, no sé, salir con él, así de repente…
- ¿Por qué no le das una oportunidad? Puede que acabe gustándote. Además, ¿no te has parado a pensar que es el único semivampiro como tú? – me azuzó ella.
Por alguna razón, eso me molestó un poco.
- ¿Y qué tiene que ver?
- Nada. Sólo digo que es una bonita coincidencia, nada más – corrigió. Se quedó mirándome, pensativa, y siguió hablando -. Sé que estás muy unida a Jacob, pero me gustaría que salieras con otros chicos. Siempre estás con él, estáis juntos a todas horas, y eso tampoco es bueno, hija.
¿Y me lo decía ella, que iba a estar pegada a mi padre por toda la eternidad y que se había vampirizado para ello? Intenté calmar mi mal humor.
- Jake es muy especial para mí - ahora esa palabra tenía una connotación muy distinta de la que tenía antes, se quedaba corta y todo, pero ni siquiera yo era capaz de describir lo que me pasaba con él -. Y no le veo a todas horas. Cuando estoy en el instituto, no estoy con él.
Y ya me costaba bastante.
- Es que… os miráis de esa forma tan… - se paró a pensar la palabra –, con esa adoración mutua, que, no sé, me asusta un poco, la verdad.
¿Adoración mutua? Nunca lo había pensado. Pues, de ser así, a mí no me asustaba nada, más bien todo lo contrario.
- ¿Y por qué te asusta? – quise saber.
- ¿Qué? – por un momento, me pareció que se había puesto nerviosa, pero enseguida cambió la actitud -. Bueno, ya sabes que Jacob al estar…
- No sabe nada – le paró papá con un cuchicheo casi inaudible.
Mamá se quedó estupefacta, extrañada, y yo más. No entendía nada.
- ¿No se lo ha dicho? – me pareció que decían sus labios cuando articulaban las palabras para mi padre, aunque se movieron tan deprisa, que apenas pude descifrarlas.
Éste negó con la cabeza. Empecé a sentirme molesta ante tanto secretismo que no comprendía. Mi madre se quedó mirando al suelo, pensativa.
- Tu madre se está liando – ésta le dio un codazo en broma -. Lo que intenta decirte es que sólo será una cita, ni siquiera eso. Míralo como un paseo con un amigo para conoceros, nada más. – me incitó papá -. Por conoceros, no pasa nada.
Lo pensé durante un rato. No me gustaba nada la idea de estar casi un día entero sin Jake, y tampoco entendía ese interés de mis padres por que saliera con Nahuel, si no le conocía. Pero me acordé de que Jacob tenía que irse con la manada a medio día. Podía salir con Nahuel durante ese intervalo y luego me reuniría con él. Así mis padres no me molestarían más y quedaría bien con nuestro invitado.
Mi padre ya estaba sonriendo antes de que yo hablara.
- Está bien – suspiré -. Quedaré con él a mediodía, cuando se marche Jake.
- De acuerdo – mi madre también sonrió de oreja a oreja -. Entonces se lo diré a Nahuel.
- Me voy a mi habitación – suspiré de nuevo, dirigiéndome a la escalera.
- Que duermas bien – me despidió mamá.
- Y descansa – siguió mi padre.
Dije adiós con la mano y subí las escaleras hacia la tercera planta, donde estaba mi dormitorio.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

3 comentarios:

  1. awww pero que lindooo (excepto la parte del loco en el coche :P, porque esa estuvo genial!)
    por merito y Bella le dice a nessie uff!
    (ojala no se enamore de nahuel) :S
    me encanto

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  2. Odio a ese licantropo que va detrás de Nessie y odio a Nahuel. Estoy enfadada con Edward y Bella y más con Nessie por haver acepatado la petición de la cita. Voy a leer el siguiente para que se me quite el enfado.

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  3. y bella ablando de adoracion mutua no es eso lo mismo que siente `por edward jajajaa

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