= LIBRO UNO =
RENESMEE
Mi cuerpo dejó de moverse sobre el suyo cuando apagamos nuestra última llamarada, y mi frente reposó en su frente mientras nuestros pulmones trabajaban sin cesar, intentando recuperarse. Jacob acarició mi nuca y mi espalda y nos besamos con dulzura durante un rato, más tranquilos.
Por primera vez, parecía que mi fuego se había calmado un poco, y me encontraba totalmente relajada. Aunque aún sentía el calor y la llamada de su efluvio, me sentía satisfecha, y el inmenso e incontenible deseo había disminuido algo de intensidad, poco, pero lo suficiente como para ser capaz por fin de controlarme. A Jacob parecía pasarle igual que a mí.
Me bajé de mi maravilloso y perfecto pedestal y Jake levantó su brazo para que me acurrucase a su lado a descansar. Lo hice encantada, sonriendo de felicidad, que era lo que sentía en esos momentos. Mi mano y mis dedos empezaron a jugar con las curvas de su increíble y aún húmedo torso; sí, no había mujer más feliz en el universo que yo, no había nada ni nadie mejor que Jacob.
Giró su rostro y lo acercó hasta que nuestras frentes se rozaron. Sus ojos y los míos se engancharon por un instante y ya nos lo dijimos todo. Aún así, alcé la mano y la puse en su mejilla, dejándole ver todo lo que sentía mi alocado corazón. Jake jadeó y pegó su rostro del todo.
- Acabas de describir lo que yo siento – susurró en mis labios; nos sonreímos y después los unimos por unos minutos.
No hubo más palabras, ni preguntas, nos conocíamos tan bien, que no hacía falta. Ambos sabíamos lo que pasaba por la mente del otro en estos momentos. Nuestros rostros de felicidad plena y absoluta lo decían todo. Describían perfectamente lo especial, increíble, mágica y maravillosa que había sido nuestra primera vez, no habían suficientes adjetivos para calificarla. Jake me apartó el pelo mojado de la cara y me dio un beso en la frente.
- ¿No tienes hambre? – inquirió, pasando sus dedos por la maraña de mi cabello.
Levanté un poco la barbilla y comencé a besarle por la mandíbula.
- Sí, todavía tengo hambre – ronroneé, bajando a su cuello -, pero de otra clase… ¿Tú no?
- Uf. Si yo te contara – afirmó con un murmullo -. Tu olor me vuelve loco.
Me separé para mirarle con sorpresa.
- ¿Mi olor?
- Es muy fuerte. Tu olor es inconfundible, nada más que pasaste por mi lado, pude sentir la pulsión y ya no me pude resistir.
Mis párpados se abrieron y se cerraron con alegría. Él había sentido lo mismo.
- Yo también sentí la llamada, pulsión o como se llame – le confesé -, por eso vine hasta aquí sin poder evitarlo.
- Por supuesto, ya te dije que tienes instintos lupinos – declaró con una enorme sonrisa.
- ¿Esto es un instinto lupino?
Jacob bajó su rostro para mirarme.
- ¿No te has dado cuenta? – me preguntó.
- ¿De qué? – quise saber, sin entender.
- Bueno, suena fatal, pero estás en celo, Nessie – me reveló con su sonrisa torcida.
- ¿En celo? ¿Me tomas el pelo?
- Te lo aseguro – asintió con convicción.
Mi boca se quedó abierta, sin embargo, algo dentro de mí sintió como si le hubieran quitado un peso de encima al saber por fín qué me pasaba. Ahora todo encajaba.
- ¿Y cómo lo sabes?
- Ya te he dicho que noté la pulsión al instante – me recordó, volviendo la vista al techo -. Nunca lo había sentido, pero mi instinto supo enseguida lo que era y lo que tenía que hacer. Tus señales son tan fuertes, que podría olerte a kilómetros de distancia.
- Pues tú también debes de estarlo, porque yo te podía oler desde el instituto, creo que incluso desde mi casa, y sentí tu llamada perfectamente – expuse con una sonrisa.
- Los machos estamos en celo todo el año, nena – manifestó con otra sonrisa torcida -. Aquí la que manda es la hembra. Seguro que yo estoy llamándote todo el año como un idiota – se rió.
Me incorporé para echarme boca abajo y apoyarme en su pecho, así le veía mejor el rostro.
- Pero si hueles distinto – alegué.
- Eso es lo que te parece a ti, pero mi olor te aseguro que es el mismo de siempre. Lo que pasa es que ahora estás en celo y notas otros matices que normalmente no puedes.
Me acordé del código de barras y de los matices diferentes que había percibido.
- Sí, debe ser verdad, porque tu olor me vuelve completamente loca – ronroneé, besando su cuello con ansia y acariciando su torso de igual modo -. No puedo resistirme…
- Nessie… - me llamó con un susurro mientras su respiración empezaba a aumentar de intensidad -. Nada me gustaría más, te lo aseguro, pero vamos a tener que dejarlo por hoy.
Levanté la vista para mirarle extrañada y, por qué no decirlo, un poquito decepcionada.
- ¿Por qué? ¿Ya no te apetece?
- ¡Uf, ¿que si no me apetece?! – exclamó en voz baja, recuperándose -. Soy el semental de la manada, ¿recuerdas? – me dijo con una sonrisa un poco fanfarrona -. Mientras estés así, puedo pasarme las veinticuatro horas haciéndote el amor. No te imaginas lo que me está costando ahora mismo no abalanzarme sobre ti.
La sábana había terminado por los suelos, así que mis pupilas enseguida lo comprobaron.
- Sí, ya lo veo – sonreí satisfecha. Luego, alcé mi hambrienta mirada hacia la suya y pegué nuestros rostros -. Veo que Quil y Embry no lo decían en broma – murmuré en sus labios.
- Soy el Gran Lobo, nena – presumió con un susurro mientras acariciaba mi espalda -. Soy el que tiene los mejores genes y mi cuerpo está preparado para transmitirlos bien.
- Sí, ya he comprobado que está muy, muy preparado… - bajé mi mirada de nuevo y sonreí en su boca otra vez con satisfacción -. ¿Y por qué no seguimos aprovechando eso ahora? – le insinué, dándole besos cortos y descendiendo la mano por su pecho.
- Bueno – su boca se torció en una sonrisa -, no sé si te has dado cuenta, pero ya está anocheciendo y mi viejo está al caer. Además, llevamos todo el día en la cama, ni siquiera hemos comido, y aunque soy un hombre lobo, no soy Superman, preciosa. Necesito meterme algo en el estómago y descansar para recuperar fuerzas.
Mi rostro sufrió un colapso de sangre cuando analicé todas sus palabras y me separé de sus labios. Había venido a su casa sin reparar en Billy para nada y, después, ni me había acordado de él.
- ¡Billy! ¡¿No habrá estado por aquí?!
- No. Hemos tenido suerte – me calmó -. Resulta que, justo hoy, Charlie tenía el día libre porque se lo debían o algo así, y se fueron a pescar.
Suspiré, aliviada.
- No sabía que era tan tarde. En realidad, se me ha pasado el tiempo volando – reconocí, sonriéndole.
- Sí, a mí también – se unió a mi sonrisa.
Me percaté de que ahora nos podíamos controlar porque mi celo había bajado un poco, al haberlo saciado algo, aunque me asusté de que para ello hubiéramos tenido que emplear casi todo el día y, aún así, yo seguía sintiendo su llamada.
- Va a ser un problema, si esto dura demasiado – declaré, siguiendo el hilo de mis pensamientos, recostándome a su lado otra vez -. No sé cómo vamos a hacer, pero yo no puedo salir corriendo de clase todos los días, y tú tienes tus responsabilidades, no puedes dejar de patrullar de repente y dejar tirados a tus hermanos.
- Sí, vamos a tener que aprender a controlarnos – suscribió él con un suspiro -. Aunque yo diría que va a ser imposible, ahora mismo me está costando un triunfo, y eso que tu olor ha bajado de intensidad. Creo que será mejor que me de una ducha fría o algo, mi padre no tardará mucho en llegar – anunció.
- Y yo creo que primero voy a comer algo, la verdad es que tengo un poco de hambre – reconocí.
- Espera, prepararé unos bocadillos para los dos, entonces – me dio un beso y se incorporó para levantarse.
Se puso los pantalones, se quedó mirándome fijamente, repasándome de arriba a abajo mientras se mordía el labio, y se recostó a mi lado para darme otro beso.
- ¿Te he dicho que te quiero? – me susurró en la boca.
- Sí, unas mil veces – sonreí, rodeándole con mis brazos.
- Y… ¿que eres preciosa? – murmuró, deslizando su labio inferior por los míos con mucha, mucha calma.
- Unas quinientas… - jadeé ya.
- Nena… - susurró, acomodándose entre mis piernas mientras me besaba con pasión.
- Jake…, tenemos que controlarnos – conseguí decir entre jadeos cuando soltó mis labios para reptar por mi cuello, aunque mis manos no podían dejar de palpar su espalda y su nuca -. Billy va a venir…
Le dije eso como última opción, porque si él no paraba, desde luego yo no iba a hacerlo tampoco.
Y pareció funcionar. Jacob dejó mi garganta y hundió el rostro en la almohada, junto a mi cabeza, respirando a mil por hora.
- Sí, es verdad, perdona. Me he dejado llevar un poco – alzó la cara y me miró durante un rato, mordiéndose el labio otra vez-. Esto me va a costar muchísimo, creo que me voy a dar esa ducha fría ahora mismo.
Me dio otro beso corto mientras le sonreía, se levantó y salió corriendo del pequeño dormitorio para meterse en el baño.
Me abaniqué con la mano para relajarme un poco y también me levanté de la cama. Recogí mi sostén y mi blusa del suelo. Alcé mi sujetador y vi que el cierre estaba destrozado y que no se podía arreglar. La blusa ni siquiera tenía botones, estaban desperdigados por toda la habitación. Eran tan pequeños, que como para ponerse a buscarlos. Seguramente, terminarían en la bolsa del aspirador de Billy. La camiseta de Jacob había quedado reducida a un trapo.
Me puse lo que quedaba de mi ropa interior y abrí el pequeño armario de Jacob para cogerle una de sus camisetas. Como todavía tenía bastante calor, escogí una sin mangas. Me quedaba enorme, pero por lo menos me tapaba.
Abrí la ventana para que ventilara un poco la habitación, recogí y organicé un poco aquel desastre y me dirigí a la pequeña cocina. Cogí el pan de molde y lo que encontré por el frigorífico para preparar unos sandwiches rápidos.
Unos brazos fuertes me rodearon por detrás y Jacob se pegó a mí, besándome en la sien. Todo mi cuerpo se estremeció y una de las láminas del pan que estaba untando de manteca de cacahuete se me cayó en la encimera.
- Menos mal que se quedó boca arriba.
- ¡Qué hambre! – exclamó, metiendo el dedo en el tarro.
- ¡No seas guarro, Jacob! – le regañé, riéndome, pegándole un manotazo en la mano.
Jacob la retiró, carcajeándose, no sin haber conseguido antes su botín.
- Espera, ya sigo yo – me dijo, chupándose el dedo.
Jake untó el resto de los sandwiches, ya que él no se conformaba con uno solo, y me pasó el mío.
Nos sentamos en la mesa libro y empezamos a comer.
- Dices que me podrías oler a kilómetros de distancia, pero la que te olí fui yo – le piqué con una sonrisa, después de tragarme mi primer bocado.
- El viento soplaba del oeste, en tu dirección, por eso no me llegó tu efluvio. Si no, ya te diría yo. Te habría sacado del instituto en volandas – aseveró.
- ¿Y cuánto me va a durar esto? ¿Toda la primavera?
Di por hecho que mi celo era en primavera, ya que normalmente es la época de reproducción de la mayoría de las especies, y como era mi primera primavera como adulta, era evidente por qué no me había pasado nunca.
- No tengo ni idea. Puede que solamente sea hoy, o que dure unos días, una semana, dos…, quién sabe – se encogió de hombros -. Nunca le había pasado a nadie – admitió, dándole un mordisco a su sandwich.
- ¿No? ¿No le ha pasado a ninguno de tus hermanos con sus chicas?
- Ellas son humanas, no tienen instintos lupinos – me explicó -. Tú, en cambio, sí los tienes. Es lo que hablamos aquella vez de nuestro vínculo, ¿recuerdas?
- Dios, cuando corría por el bosque de camino hacia aquí, me crucé con algunos de los chicos – me acordé, un tanto asustada -. Los demás no podrán olerme, ¿no?
- ¿Te persiguieron o algo? – quiso saber.
- No. Se quedaron mirándome, extrañados, eso sí – le dije, mordiéndome el labio.
- Entonces no.
- ¿Seguro?
- Sí, no te preocupes – se rió -. Si no te han seguido ni han tirado la puerta abajo, es porque tu olor no les atrae. Sólo me atrae a mí, porque eres mi hembra, solamente estás vinculada a mí, sólo estás en celo para mí – su sonrisa se amplió, como si esto último acabara de descubrirlo para él también y eso le satisficiera enormemente -. Seguramente, ellos ni siquiera pueden notar nada diferente, te huelen igual que siempre, excepto cuando te transformas, claro, que hueles como yo.
Respiré tranquila.
- ¿Y a Leah? ¿A ella no le pasa?
- Es estéril.
- Oh – ya no me acordaba. Claro, si era una loba, era por eso -. O sea, que soy la única hembra que pasa por esto – interpreté a modo de queja, cogiendo mi vaso de agua para beber.
- Vamos, es muy guay – sonrió con satisfacción, pegándole otro bocado a su tercer sandwich.
- Sí, sobretodo para ti, no te fastidia – bromeé -. No es que no me guste, pero no sabes el apuro que tuve que pasar en el instituto. Si esto sigue así, tendré que faltar unos días, no quiero parecer una loca otra vez.
- Tal vez tengas que quedarte aquí mientras tanto, ya sabes, para aliviarte y eso – sugirió, sonriendo otra vez.
- Sí, claro – me reí -. A mi padre le iba a encantar. Ya me lo imagino: Oye, papá, que me quedo con Jacob en su casa unos días porque estoy en celo – teatralicé, gesticulando con la mano como si hablara por teléfono. Jake se carcajeó con malicia y satisfacción, seguramente se estaba imaginando la cara de angustia y horror de mi padre -. No te rías – le regañé, dándole un manotazo, aunque yo tampoco podía evitar una sonrisilla -. Si el pobre ya tenía bastante con la mutación de mis genes, con mi imprimación, con enterarse de que su hija tiene parte de lobo por mi vínculo contigo y con tener que escuchar nuestros gritos, ahora esto.
- No lo puedo evitar – siguió riéndose -. Tiene su punto cómico, reconócelo. Todavía me acuerdo de la cara que puso cuando le contamos lo de tu parte lobuna, ya verás cuando se entere de esto – y le dio un mordisco a lo poco que quedaba de su comida, alegremente -. Lo más seguro es que me mate.
- No te creas, puede que a mí también – gemí al imaginar la situación que me esperaba en casa.
- Bueno, nosotros no tenemos la culpa de que nos pase esto – alegó, poniéndose en pie y recogiendo los platos -. Es la naturaleza, el instinto de reproducción, no lo podemos evitar.
- Las otras veces, si no llega a ser por las dichosas interrupciones, lo hubiéramos hecho, y yo no estaba en celo – le recordé -. Así que no creo que eso le sirva mucho a mi padre – suspiré, levantándome para ayudarle a recoger -. Y ni se te ocurra decirle eso del instinto de reproducción, se pondría malo.
- Sí, tienes razón – se rió. Entonces, me miró de arriba a abajo mientras yo retiraba las cosas de la pequeña meseta -. ¿Sabes que estás muy sexy con esa camiseta?
- Claro, es tu camiseta – contesté con una sonrisa.
De repente, el calor y el deseo que me producía su efluvio subió hasta lo incontenible otra vez y mi cuerpo se encendió al instante como la mecha de un explosivo. Era como si todo lo de antes hubiera sido un terremoto y ahora se produjera una réplica.
- No, eres tú – afirmó con un arrebato de pasión, tirando de mi brazo para pegarme a él.
- Jake…, ha vuelto – fue lo único que pude decir con un murmullo entre nuestros irrefrenables besos, aunque él me entendió perfectamente.
- Sí, ya lo he notado… - susurró con ansia, llevando sus manos hasta mi espalda más baja para friccionarme contra él.
Se me escapó un gemido sordo.
- Vamos a la ducha – propuse con su mismo afán, empujándole hacia la puerta de la cocina -. Así, matamos dos pájaros de un tiro y nos da tiempo a todo antes de que vuelva Billy.
- Buena idea.
Salimos con rapidez de la cocina, sin dejar de besarnos alocadamente. Nuestras ropas se fueron quedando esparcidas por el suelo mientras nos dirigíamos al baño.
Allí, nos metimos en la ducha y terminé ardiendo entre sus brazos, suspirando su nombre de nuevo bajo el agua tibia.
Conseguimos marcharnos de su casa antes de que llegara Billy, no sin algún apuro ni prisas. Tuvimos que ir corriendo hacia el garaje y salir con el Golf vertiginosamente, ya que podíamos escuchar el coche de Charlie acercándose.
Después de esa réplica, ambos volvimos a quedarnos relajados y mi celo bajó de intensidad de nuevo, otra vez lo justo como para poder controlarnos. Aún así, bajamos las ventanillas para que entrara el aire exterior y el vehículo se llenase de otros olores. No lograba tapar nuestros efluvios del todo, pero por lo menos los disimulaba un poco. El aire fresco de la noche azotaba mi pelo mojado y ayudaba a que me refrescase algo.
- ¿Qué tal la reunión con el Consejo? – le pregunté después de poner música en el estéreo.
De paso, me distraía.
- Pues, como te dije ayer, fue más bien para convencerme de ser el jefe de la tribu – suspiró.
- ¿Y tú qué les has dicho?
- Que me lo tenía que pensar – volvió a suspirar.
- ¿Vas a aceptar? – interrogué, gratamente sorprendida.
Mi rostro alegre se apagó cuando observé el suyo.
- No me queda otro remedio – resopló con evidente disgusto -. Sam ya les ha dicho hoy que su manada se va a disolver porque se pasan a la mía y que va a dejarlo dentro de unos años.
- Entonces, ¿ya es oficial? ¿Sam y los otros se pasan a tu manada? ¿Y cuándo se van a pasar?
- Mañana ya seremos una sola manada – me contestó con la misma pesadumbre, apoyando el codo en la ventanilla para revolverse el pelo.
- ¿Y cómo vas a hacer con el puesto de segundo al mando?
- Le he estado dando muchas vueltas y al final he decidido que, como es una manada demasiado grande, voy a organizarla en dos grupos – me empezó a explicar -. Uno lo supervisará Leah y el otro Sam, así no habrá problemas. Pero tampoco quiero que haya separaciones, preferencias o diferencias entre los miembros, ni que se convierta en una competición, tenemos que mantener la unidad de la manada, así que intercambiaré los lobos entre un grupo y otro todos los días. Cada día serán dos grupos completamente diferentes.
- Es muy buena idea – reconocí con una sonrisa de orgullo por lo listo que era mi chico.
Jacob por fin sonrió.
- ¿Verdad que sí?
Me arrimé a él, le di un beso en la mejilla y le cogí del brazo para apoyar mi cabeza en su hombro.
- Sí. Y mi macho Alfa liderará a los veintitrés.
Jake sonrió de nuevo y me dio un beso en el pelo.
No tardamos mucho más en llegar hasta mi casa. Mi novio aparcó delante del porche, como siempre, y nos bajamos para atravesar juntos, cogidos de la mano, el umbral hacia el terrible escenario que nos esperaba en el salón.
Nos sorprendió encontrar solamente a mi madre. Estaba mirando por la ventana, con los brazos cruzados y una expresión de enfado y contrariedad. Mi pulsera comenzó a vibrar, mala señal.
- Ya era hora – protestó, girándose con precipitación.
Entonces, se fijó en la camiseta de Jacob que me había puesto – ésta con mangas – y le rechinaron los dientes.
La verdad es que debía de tener un aspecto de lo más desastroso, con aquella camiseta que me quedaba enorme, mi falda y descalza.
- ¿Dónde está papá? – quise saber a la vez que dejaba la mochila en el suelo, intentando no hacer caso de su reacción.
Fue peor.
- ¡Tu padre se ha tenido que marchar lejos para no tener que escuchar ni ver vuestras calenturientas mentes de la que veníais! – nos recriminó, cabreada, acercándose a nosotros como una exhalación -. ¡¿En qué estabas pensando, Renesmee?! ¡¿Qué es todo eso de vuestro vínculo, instintos lupinos y tu… celo?! – escupió el vocablo con trabajo.
- Por lo visto, papá ya te lo ha contado – observé, enfadada -. Así que creo que ya no tengo que explicarte nada.
- Jacob, ¿puedes dejarnos a solas? – le pidió, no de muy buenas formas.
- Creo que esto también me concierne a mí – contestó él, molesto -. Esto es cosa de los dos.
- Muy bien, ya veo que la quieres defender – le achacó con rabia.
- Esto no es asunto tuyo – le reprobé a mi madre.
- Por supuesto que lo es, sobretodo si faltas a clase – me respondió, irritada. Después, su estado de ánimo subió hasta el histerismo -. ¡¿Cómo se te ocurre marcharte del instituto para… para…?!
- ¡Para irme con Jacob, dilo! – voceé, ya harta.
- ¡Para acostarte con Jacob! – gritó, furiosa, apretando los puños -. ¡¿En qué estabas pensando?! ¡¿Y si te quedas embarazada?!
Jake miró a otro lado y resolló, ofendido.
- No somos tontos, ¿sabes? – le contestó él.
- Por eso no te preocupes, estoy tomando la píldora – me vi obligada a confesar para que se relajara un poco, aunque muy enojada.
Relajar, lo que se dice relajar, no fue lo que le produjo exactamente. Más bien se quedó patidifusa.
- ¿La píldora? ¿Y cómo…?
- Carlisle me las consigue – reconocí a regañadientes -. Fui a verle poco después de que papá me pusiera aquel castigo, para consultarle – y buena vergüenza que pasé -. Me dijo que mi sistema reproductivo funcionaba como el de una humana, así que me hizo una analítica y me las consiguió – suspiré con cansancio.
- Jacob, ahora sí que quiero que me dejes a solas con mi hija – declaró, apretando los dientes.
Mi cuero vibró más fuerte.
- No creo que…
- ¡Que te vayas! – repitió con una octava más alta de la cuenta, mirándole con fiereza.
- ¡Mamá, te estás pasando! – me quejé.
- Quiero hablar con mi hija a solas – fue diciendo cada palabra una por una, con una calma malamente pretendida.
Jacob le clavó una mirada crítica y de clara censura y apretó la mandíbula.
- Te veo mañana – me dijo.
Me dio un beso corto, volvió a mirar del mismo modo a mi madre y se marchó cabreado, pegando un portazo.
Ni siquiera me había podido despedir de él como es debido, después del maravilloso día que habíamos pasado juntos.
Las dos esperamos a que el rugido del coche se alejara lo suficiente.
- ¡Muy bien, mamá! – bufé, caminando enrabietada por el salón -. ¡Esta vez te has lucido!
- ¡¿A dónde te crees que vas?! – me paró, interponiéndose en mi camino como un rayo -. ¡Todavía no hemos terminado!
- ¡Yo creo que sí! ¡Me voy a mi cuarto! – contesté, bordeándola para pasar.
Tampoco me dejó.
- ¡Claro que no! ¡Tenemos que hablar de muchas cosas!
Me crucé de brazos, exasperada.
- ¿Como por ejemplo?
- ¡¿Por qué estás tomando la píldora?! ¡¿Es que no os servía con otro método anticonceptivo?! – interrogó, enervada.
Esto era el colmo. Yo ya era adulta y era mi intimidad, ¿hasta en eso se tenía que meter?
- No creo que los condones nos fueran muy útiles – le respondí con insolencia, ya estaba más que harta -. Y ahora, si me disculpas, me voy a dormir, estoy agotada.
Cuando me disponía a avanzar hacia las escaleras, mi madre me sujetó de la muñeca y me dio la vuelta con fuerza para ponerme frente a ella. Sus ojos se habían oscurecido y me miraban con una furia nerviosa, ansiosa. Mi aro de compromiso aumentó su intensidad, hasta que su vibración se convirtió en algo alocado.
- ¡¿Que estás agotada?! – me voceó, lanzando mi brazo hacia atrás al soltar su amarre con rabia -. ¡¿Tanto lo habéis hecho, que estás agotada?!
- ¡No es asunto tuyo! ¡Es mi vida privada!
- ¡Contesta! – me gritó.
Su ira me contagió y la mía salió de lo más profundo de mi ser para presentarse con contundencia. Ya no soportaba sus estúpidos y más que evidentes celos, éstos también me estaban infectando, se metían por mis venas como un corrosivo veneno y hacían que yo misma comenzara a ponerme celosa.
- ¡¿Qué es lo que quieres saber exactamente, mamá?! – le espeté, en un tono mordaz -. ¡¿Que Jacob es todo un semental?! ¡¿Que hicimos el amor todo el día y que fue más que increíble?! ¡¿Que un solo roce suyo me vuelve completamente loca?! ¡¿Es eso lo que quieres saber?! – sus ojos no se movieron de los míos cuando sus dientes chirriaron -. ¡¿O quieres saber todo lo que me hizo sentir?! ¡¿Quieres que también te ponga la mano para que lo veas tú misma?! - la alcé para fingir que se la iba a plantar en la cara y me la apartó de un manotazo.
- ¡Basta, cállate! – me chilló acto seguido -. ¡Eres una descarada!
- ¡Y tú una caprichosa que no sabe lo que quiere! – le solté. El calor comenzó a recorrer toda mi espalda y no pude evitar el temblor en mis manos -. ¡No te basta sólo con papá! ¡A él también lo quieres para ti, pero no te lo dejaré! ¡Ya hiciste tu elección, ahora déjale en paz!
Mi madre se quedó más de piedra de lo que era, aunque su actitud no cambió para nada.
- ¡¿Quién te ha contado eso?! ¡¿Jacob?!
- ¡Eso no importa! ¡Jacob no es para ti, nunca lo ha sido! – escupí con ira.
- ¡Tú no tienes ni idea! – me echó en cara, furiosa -. ¡Jacob es mi mejor amigo, siempre lo ha sido y siempre lo será! ¡Es mi Jacob!
Mis puños se cerraron con tanta fuerza, que me crujieron los huesos incluso de las muñecas. Mi sangre ya era azul, fría como un glacial.
- ¡Jacob es mío! – el rugido que escapó al morir la frase retumbó en las paredes de la casa e hizo vibrar los cristales del salón -. ¡Ya te lo dije aquella vez que intentaste atacarle, cuando te enteraste de que se había imprimado de mí! ¡Te lo dejé bien claro!
El rostro de mi madre se convirtió en un collage de expresiones, al ver mi transformación. Seguía enervada, sin embargo, sus pies empezaron a recular un tanto cautos.
- Tu olor… - reparó, extrañada – es igual que el suyo…
A mí el de ella me quemaba al pasar por mi orificio nasal, en realidad, todo apestaba por todas partes, pero mi cerebro estaba demasiado ocupado ahora mismo como para pararse a hacerle caso a esa sensación.
- Él nació para mí y yo nací para él – seguí, calcando las muelas con rabia -. Eres tú la que no tiene ni idea de nada. Nuestro vínculo es infinitamente fuerte y poderoso, nadie nos separará jamás. Estamos imprimados y enamorados, y lucharía por él con quien fuera, incluso contigo, aunque no me haría falta, porque no habría lucha, él ya es mío, así como yo de él.
- Las personas no pertenecen a nadie – rebatió con enfado.
- Eso ya lo sé, sabes perfectamente a qué me refiero.
- Yo no quiero separaros, si es eso lo que insinúas – alegó, irritada.
¿No? Pues mi pulsera no dejaba de decir lo contrario.
- ¿Y por qué no puedes alegrarte por nosotros? – le acusé -. ¿Por qué cuando te dije que nos íbamos a casar, no pudiste alegrarte por mí y darme la enhorabuena? Soy la mujer más feliz del mundo con él, ¿no te hace feliz eso a ti también?
- Por supuesto. Eres mi hija y ante todo quiero tu felicidad, eso es lo más importante para mí – me aclaró, ahora más calmada -. Y te doy mi enhorabuena sincera. Siento no haberlo hecho antes, pero tienes que entender que las cosas han pasado muy deprisa y que me ha chocado, eso es todo. Quiero lo mejor para ti y sé que no hay nadie mejor que Jacob.
Sí, seguro que eso lo sabía muy bien.
- Si lo que dices es verdad, no comprendo por qué te molesta tanto que esté con él – le achaqué sin cortarme un pelo.
Me entendió mal, o tal vez se hizo la tonta.
- No me molesta, es que lo abarcas todo para ti sola – me criticó, malhumorada -. ¿No te das cuenta de que Jacob es una de las personas más importantes de mi vida? A mí también me gustaría pasar tiempo con él.
- Podemos pasar tiempo juntos, solamente tienes que decirlo.
- Me refiero a solas.
Mis cejas se arquearon y mi boca se quedó colgando cuando mis pulmones exhalaron el aire sin poder creérselo.
- ¿Cómo dices?
- Ya sé que tú quieres estar con él a todas horas, pero podrías sacrificarte un poco y dejar algo para mí – propuso sin pestañear.
- ¿Y entonces qué quieres, que lo compartamos? – interrogué, indignada.
- Pues sí – reconoció.
¿Compartirlo? ¿Me estaba tomando el pelo? Que me llamasen ultraegoísta, pero no, no estaba dispuesta a compartirlo con nadie, y mucho menos dejarle a solas con Jacob, sabiendo que todavía sentía algo por él. Ni qué decir tiene que me fiaba de Jake al cien por cien, sin embargo, no podía decir lo mismo de ella, algo, incluida mi pulsera, me decían que no lo hiciera. Además, me negaba a perder ni un minuto más del necesario de mi larga vida sin él, para mí era imposible. Ya había tenido suficiente con aquellos agónicos cuatro meses.
- Sabes que no voy a hacer eso – le contesté con severidad.
- Es mi mejor amigo, yo también tengo derecho a estar con él – me estampó en la cara.
- Es mi prometido, yo tengo más derecho – le repliqué, molesta.
Usé el vocablo prometido, que sonaba más contundente.
- Era mi mejor amigo incluso antes de que tú nacieras – rebatió con obstinación.
Mis pulmones volvieron a hacer lo mismo que antes.
- ¿Para qué quieres estar a solas con él? No lo entiendo – exigí saber, observándole enojada. Me dio la callada por respuesta y su mirada osciló del suelo a la ventana. Apreté los puños de nuevo -. Las cosas han cambiado, mamá. Jacob es mío, tienes que aceptarlo de una vez.
- Te repito que las personas no pertenecen a nadie, por muy imprimadas que estén – aseveró, mirándome fijamente a los ojos.
- Y yo te repito que no te lo dejaré – reiteré, rechinando los dientes mientras también le clavaba la mirada con desafío.
- Tranquila, no te lo voy a quitar – se defendió ella, riéndose, en un tono irónico que no me gustó nada.
- Desde luego que no, de eso estoy completamente segura – le respondí, levantando la barbilla con convicción.
La sonrisa se le borró de la cara al instante.
- Yo estoy muy enamorada de tu padre. Jacob sólo es un amigo para mí – declaró.
- Entonces, ¿por qué me das explicaciones? – le imputé.
Se quedó en silencio una vez más.
Resollé por la nariz y empecé a caminar hacia las escaleras, cansada del tema. Era una tontería seguir discutiendo con ella de este asunto, igual que rebotar una pelota en la pared sin parar. Ella no iba a reconocer nada y, a decir verdad, yo tampoco quería que lo hiciera.
- ¿A dónde vas? – me preguntó con el ceño fruncido.
Me paré en el segundo escalón y me di la vuelta para mirarla sin ganas.
- Tengo que beber sangre para volver a transformarme – le expliqué de igual modo -. El día que hablé con Carlisle también me enseñó las reservas de sangre que tiene guardadas, por si acaso había una emergencia como esta.
- Ah.
- Así que si me disculpas, me voy a cenar – exhalé, inapetente.
Mi pie subió otro peldaño, pero de repente me acordé de algo y volví a girarme.
- Por cierto, estos días faltaré a clase. Mientras me dure esto del celo, no puedo ir.
Para mi asombro, parece ser que le hizo mucha gracia.
- ¿Tan fuerte es? – se rió, sin poder disimularlo.
Desde luego, yo no estaba de humor para bromas, estaba muy enfadada y disgustada, pero su risa sincera y descontrolada me contagió sin querer y terminé sonriendo un poco yo también. Además, mi pulsera había dejado de vibrar. Aleluya.
- No te rías, no tiene gracia – le regañé con el labio inevitablemente curvado hacia arriba -. No veas qué mal lo he pasado hoy en clase.
Mamá carraspeó para ponerse seria.
- Lo siento, ya me lo imagino – se le escapó la risa otra vez y puso la mano en la boca para disimular -. Otra vez, llévate una bolsa con hielo en la mochila.
- Muy graciosa – le respondí con retintín.
Subí otro peldaño y mi madre apareció a mi lado como por arte de magia.
- Espera – me paró, cogiéndome del hombro.
Me giró y me dio un fuerte abrazo que me pilló totalmente desprevenida y que me dejó fuera de combate por completo, tanto, que por un instante volví a notar esa complicidad que siempre había tenido con mi madre y que ya empezaba a echar de menos cada vez con más frecuencia, aunque no soportaba su olor y el de la casa, seguían quemándome la nariz. Aún así, no pude evitar que se me aferrara un nudo a la garganta. Sí, la echaba mucho de menos. Me hubiera gustado llegar a casa y poder contarle mis confidencias, como hacíamos no hace tanto tiempo, contarle lo mucho que amaba a Jacob, lo feliz que era a su lado, lo importante que había sido este día para mí, incluso lo increíble y mágica que había sido mi primera vez. Pero no podía hacerlo.
- Tienes que perdonarme por enfadarme tanto antes – murmuró en mi hombro, sacándome de mis pensamientos -. Ya sé que siempre te digo lo mismo, pero has crecido tan rápido…
- Mamá… - resoplé.
- Sí, lo sé, lo sé – suspiró -. Ya eres toda una mujer, de eso no hay duda.
Se quedó un minuto en silencio y, entonces, para mi disgusto y el de mi aro de cuero, inspiró el efluvio que emanaba mi cabello disimuladamente. Se suponía que mi olor tendría que parecerle muy desagradable, como a mí me lo estaba pareciendo el suyo en estos momentos, en cambio, lo inspiraba con ganas, creyendo que yo no me estaba percatando de nada. En lo que no caía ella es que, con mi transformación, todos mis sentidos estaban todavía más agudizados, incluido el oído.
Después, tomó aire y habló de nuevo.
- Sobre lo de compartir a Jacob… - notó cómo mi cuerpo se ponía tenso entre sus brazos -. Lo comprendo – se limitó a manifestar.
No dije nada. No quería volver a la discusión de hacía un rato, y se me había acumulado tanta tensión por lo de antes, que empezaba a tener sed. Además, ya no podía seguir soportando aquella peste por más tiempo, tenía que transformarme y volver a mis olores de siempre. Ahora me daba cuenta de lo mal que lo tenía que pasar Jacob al tener que estar en esta casa tanto tiempo, no sé cómo había podido soportarlo todos estos años. Lo que hace el amor…
- Bueno, me voy a cenar mi sangre – aproveché para usar de excusa, y me separé de ella por fin -. Empiezo a sentirme algo débil.
- Lo siento – murmuró con voz queda y sus ojos, otra vez dorados, rebosantes de tanta culpabilidad, que se me clavaron en el corazón.
Mi pulsera de color rojizo dejó de vibrar otra vez, iba a terminar loca perdida, como yo. En ese instante, supe con certeza que no me estaba pidiendo perdón por haber provocado mi transformación, que era lo que ella quería fingir - mamá mentía realmente mal -, lo estaba haciendo por seguir sintiendo algo hacia Jacob. Toda mi alma se llenó de un sentimiento agridulce. Estaba muy enfadada, dolida e indignada por eso, sí, y por sus celos sin sentido; sin embargo, también sabía que estaba luchando consigo misma para evitarlo y eso me hacía tener lástima por ella. No, no podía contarle ninguna confidencia respecto a Jacob. No quería herirla, era mi madre y la quería con locura. Ella había entregado su vida por mí, había luchado contra viento y marea para tenerme, a pesar de la oposición de todo el mundo, incluidos mi padre y el propio Jacob. Empecé a sentirme muy incómoda, culpable y todo. Muy bien, Nessie…
- No importa – le contesté con una sonrisa, en un intento de quitarle hierro al asunto para ambas -. Yo también tengo la culpa, soy muy impulsiva – la suya fue un tanto desvaída, reflejo fiel de sus sentimientos encontrados -. Bueno – carraspeé -, voy a cenar y después ya me voy a la cama, así que hasta mañana.
- Hasta mañana, hija – me sonrió de igual modo.
Mis piernas empezaron a subir las escaleras.
- Cielo – me llamó. Me di la vuelta para mirarla, preguntándome qué era lo que quería ahora -. Me alegro mucho por ti – y me mostró una de las mejores y más sinceras sonrisas de regocijo que había visto nunca en su impoluto rostro.
(PARÉNTESIS)
BELLA
A medida que mi hija iba subiendo las escaleras, mi terrible angustia y tormento iban aumentando.
Esperé hasta que ella entró en el despacho de Carlisle y escuché la puerta cerrarse, para sentarme en el sofá. Era una estupidez, pero necesitaba hacerlo, como si esa necesidad típicamente humana también quisiera acompañar al resto de sensaciones mortales que me invadían y se empeñara en hacer acto de presencia.
¿Por qué había hecho eso tan horrible? ¿Por qué no había podido detenerlo? ¿Es que esto no iba a parar hasta que no terminase de destruir todo lo que más amaba? ¿Es que tenía que herir a todo el mundo? ¿A mi marido? ¿A mi propia hija? ¿Incluso a Jacob?
Odiaba este absurdo comportamiento, pero era incapaz de pararlo, no podía detenerlo ni controlarlo, era imposible. Era peor que la sangre. Ese fuego rabioso explotaba y me dominaba.
Su olor aún estaba por la estancia. Esa nube invisible flotaba con un movimiento imperceptible, casi se había quedado estanca en el ambiente. Di gracias a Dios de que mis ojos estuvieran exentos de la obligación de ser tapados por los párpados, porque si los bajaba ahora mismo, todavía podía verlos a ellos dos, juntos. Juntos.
No pude evitar que me rechinaran los dientes.
Me incliné hacia delante y mis manos se mezclaron con mi cabello para encerrarlo entre sus dedos. No podía salir de esta espiral en la que me veía encerrada, me sentía completamente perdida. Era un agujero negro que me envolvía, un pozo oscuro lleno de miedos, confusión, dudas, y esos recuerdos de mi vida humana, vagos aunque dulces recuerdos, que me flagelaban y me sumían más en ese pozo.
Dulces recuerdos. Mi infancia junto a Reneé, mis días de vacaciones en Forks con Charlie, y Jacob, mi Jacob… Mi sol…
Sumida en esta oscuridad, ahora necesitaba ese sol más que nunca, necesitaba su luz y su calor. Cómo lo echaba de menos. Creía que esa dependencia se había esfumado, pero desde que Renesmee había crecido, desde que me había envuelto esta repentina y negra espiral, esa dependencia había regresado con más fuerza que nunca. Todo había regresado.
No entendía por qué era así, qué me estaba pasando. Esta espiral era como una regresión al pasado, me envolvía y me llevaba hacia atrás una y otra vez, como una ola que te sumerge continuamente y no te deja salir a la superficie. Llenaba mi cabeza de interferencias, unas interferencias que traían los recuerdos de mi vida humana, clavándomelos a fuego para obligarme a sentirlos de nuevo. Y todo había empezado hace seis años, después de la visita de los Vulturis, cuando Renesmee me había dejado ver sus verdaderos sentimientos hacia Jacob, aun siendo tan pequeñita.
Yo no le había hecho mucho caso, lo cierto es que en aquel entonces no me afectó lo más mínimo. Lo que no me imaginaba es que eso sólo habían sido unas pequeñas gotas, había sido la primera chispa del rayo. La verdadera tormenta había estallado ahora, cuando ella había crecido y me había dado cuenta de lo que eso suponía; de lo que eso suponía a todos los niveles, porque no era solamente estos extraños sentimientos hacia Jacob lo que me perturbaba y me angustiaba.
Todo se me había juntado.
Para empezar, estaba eso mismo, el crecimiento de mi hija. Siempre habían existido otras posibilidades, desde luego, pero yo sabía que Jacob y ella terminarían juntos cuando eso sucediera. Y siempre me había preocupado Jacob en este asunto, en cómo le afectaría a él una separación de Renesmee, porque algún día íbamos a tener que marcharnos de Forks. Lo que no me imaginaba es que la que iba a tener que sufrirlo iba a ser yo. Porque siempre di por hecho que mi hija y yo – y Edward, por supuesto – íbamos a estar juntas para siempre, y jamás se me pasó por la cabeza que ella pudiera estar imprimada también y que se fueran a quedar en La Push. Yo entendía su decisión perfectamente, claro está, Jacob también se debía a su manada, a su tribu, él era el jefe de la tribu legítimamente, y la decisión de Renesmee me parecía la más adecuada. Además, cuando me había dado la noticia, se me había venido el mundo encima, pero ahora, pensándolo más en frío, me daba cuenta de que el querer que ella se viniera era algo egoísta por mi parte. Porque nosotros teníamos que mudarnos continuamente para evitar las sospechas, pero ella podía llevar una vida más normal, en un sitio fijo, en el que formara un hogar, una familia. Sin embargo, y a pesar de todos mis intentos, no podía evitar que el tema me afectase. Egoístamente, sí, me resultaba muy duro el entregársela a Jacob y tener que separarme de ella. Esto era una de las elipses de la espiral.
Otra elipse era mi madre. Renée me llamaba todos los días y no hacía más que preguntarme por qué no nos veíamos, por qué no iba a verla en el Día de Acción de Gracias, o en Navidad, por qué no íbamos a pasar unos días con ella y Phil en verano, por qué siempre le ponía excusas para que ellos no vinieran por aquí, por qué no sabía dónde vivíamos. Y esto me dolía profundamente, porque la añoraba, la echaba muchísimo de menos, pero no podía acceder a sus peticiones. Y desde que Renesmee había crecido y me había dado cuenta de que nos íbamos a tener que separar, no podía evitar sentirme identificada con mi madre, con lo que ella tenía que estar sufriendo, con la de preguntas que debía de estar haciéndose, con lo que me tenía que estar echando de menos. Me sentía tan culpable por eso…
Y no sólo por ella. Ahora también tenía que dejar a Charlie atrás y eso me producía una desazón enorme, otra elipse más. Sabía que Sue cuidaría muy bien de él y que lo haría feliz, desde que estaban juntos, mi padre era otro. Sin embargo, también sabía que él me echaría mucho de menos y que siempre se estaría preocupando por mí. Y el hecho de que supiera tantas cosas, aunque no del todo concretas, no ayudaba nada, encima, eso le ponía en peligro.
Últimamente, mi mente no hacía más que pensar que mi tiempo con ellos se agotaba cada día sin que yo pudiera hacer nada para remediarlo. Cada día, cada hora, cada minuto, los perdía un poco más. Porque ellos seguían envejeciendo y algún día dejarían este mundo. Por supuesto, ellos iban a hacerlo igualmente siendo yo humana o vampiro, pero todo adquiría un matiz diferente. De Charlie sí podría despedirme, decirle todo lo que le quiero, cuidarle si se diera el caso, incluso pedirle perdón por haber hecho esta elección. Sin embargo, tal y como estaban las cosas, no podría hacer eso con Renée. Algún día yo tendría que dejar de contestar a sus llamadas, llegaría un momento en que no podría disimular mi joven voz, evitar sus peticiones de fotos y de webcam, ya no me quedarían coartadas, y tendría que desaparecer para ella. Renée se pasaría toda la vida buscándome, de eso estaba completamente segura, yo era su hija, su única hija. Yo haría lo mismo con la mía. Y yo ni siquiera iba a poder despedirme de ella cuando se fuera de este mundo, pedirle perdón. Esto flagelaba mi corazón profundamente.
Ya sabía que no iba a ser fácil, pero con la madurez de Renesmee empezaba a ver de verdad las consecuencias de mi elección, de mi transformación, eso de lo que Edward me había advertido tanto y de lo que había querido alejarme. Sin embargo, esta elección me había hecho feliz, porque, aun con todas estas cosas, dudas, temores y confusiones, era lo que quería y seguía siendo feliz. Y no sólo por eso. Si yo no hubiera hecho esta elección, me hubiera muerto, no hubiera podido vivir sin Edward, lo sabía, habría acabado volviéndome loca, o habría terminado muerta en vida, y eso les hubiera hecho más daño a ellos.
Pero otra elipse más se sumaba a las anteriores. Y esta era terrible. Mi hija, mi propia hija, fallecería algún día. Tan sólo pensar en la palabra, ya helaba a mi pobre corazón. No sabía si eso podría soportarlo. Sobrevivir a un hijo es lo más duro que puede pasarte en la vida, aunque en este caso fuera una muerte natural. Otra vez mi corazón sufrió un calambre. Y no sólo eso. Jacob, mi Jacob, ¿qué haría él cuándo eso ocurriese? Se quedaría destrozado, puede que él… No, no quería ni pensarlo tampoco.
Jacob, él era el núcleo de la espiral. Y esto era lo peor de todo, porque ya se veían implicadas directamente las dos personas que más amaba del mundo. Edward y Renesmee. Creía que todo aquello que había sentido hacia él en mi vida humana sólo había sido fruto de mi debilidad como mortal. Pero ahora no sabía lo que me estaba pasando, esta espiral me hacía sentirlo de nuevo, no podía evitarlo. Me sentía como si hubiera estado enferma, me hubiese curado, y ahora la enfermedad me hubiera hecho recaer de nuevo. En él se había centrado toda esta espiral, y eso sí sabía a que se debía. A Renée no la veía, sólo hablaba conmigo unos minutos al día por teléfono, eso hacía que lo sobrellevara mejor, y Charlie no parecía estar llevándolo tan mal por el momento; pero a Jacob tenía que verle todos los días, y tenía que enfrentarme a esos sentimientos de frente, y sin quererlo, sin poder evitarlo, tenía que soportar estos estallidos continuamente, haciendo que me hundiera más en ese pozo oscuro. Que Jacob fuera el núcleo de la espiral hacía que se produjera un bucle extraño. Por una parte, él estaba dentro de ese pozo, junto al resto de sentimientos; sentimientos humanos que me hacían sentir esa dependencia hacia él, Jacob era una de las razones de esta negra espiral, pero por otra, a su vez, esa misma dependencia hacía que le necesitara junto a mí para salir de esta oscuridad. Era la pescadilla que se muerde la cola.
Me odiaba a mí misma, sí, me asqueaba todo lo que sentía, por muchas razones, pero sobretodo por Edward y por mi hija.
Edward.
Mi marido, el amor de mi vida, una de las razones de mi existencia.
No podía seguir ocultándoselo, eso me estaba matando. Odiaba esconderle nada. Lo había hecho para que él no sufriera, para evitar que su mirada se tiñera de angustia y tristeza innecesariamente, para no tener que enfrentarme a unos ojos llenos de desengaño que helarían mi alma y la dejarían aún más desolada. Porque yo no quería verle sufrir. Él no se merecía eso. Pero esto ya se estaba alargando más de la cuenta y Edward ya empezaba a sospechar algo, y yo no podía más. En realidad, creo que ya lo sabía todo, me conocía demasiado bien. Y aún así, seguía sin decirme nada para no herirme a mí. En vez de eso, me alentaba con sus silencios respetuosos, con sus abrazos de comprensión, con sus tiernos besos, y esas preciosas pupilas que siempre me observaban sin un atisbo de rencor, enfado o dudas hacia mí, sino que desbordaban confianza, alianza y amor, antetodo amor. Amor sin reservas, sin condiciones.
No me lo merecía. No me merecía ese amor.
¿Es que mi sino era el terminar haciéndole daño siempre? Él no se merecía esto. Otra vez. Otra vez le estaba haciendo daño, otra vez tropezaba con la misma piedra. Y todo era por esta espiral que había desempolvado esos sentimientos de nuevo. Pero esto no dejaba de ser otra prueba más del destino, otro examen a nuestro infinito amor. Una prueba de tantas a las que nos tendríamos que enfrentar, porque nunca me había dado cuenta de que el amor no sólo cuesta conseguirlo, también hay que superar los obstáculos que se presentan en el camino para mantenerlo vivo. Creía que al transformarme todo sería fácil, que ya no habría ninguna barrera entre nosotros, pero me equivocaba. La vida iba a estar llena de obstáculos que tendríamos que sortear juntos. Sin embargo, todo esto no hacía más que afianzar mi amor por Edward, porque, aun pasando todo esto, aun sintiendo todo esto, lo tenía tan claro. Si me dieran a escoger mil veces, mil veces que le escogería a él, un millón de veces, un billón de veces. Siempre a él. Para siempre. Eternamente. Y sabía que esto que me estaba pasando, esta espiral, esta caída a este agujero negro, era temporal. Otra prueba más, otra prueba que venceríamos juntos.
Y otra vez mi hija. Renesmee.
La otra razón de mi existencia, ella era parte de mí. Mi única hija.
A ella también la echaba tanto de menos. Mi pequeña, mi niña. ¿Cómo podía hacerle algo así a mi niña? Era una persona horrible, una mala madre. Extrañaba tanto esa complicidad que siempre había existido entre nosotras, y todo lo estaba estropeando yo. Si supiera lo feliz que me sentía por ella, verla a ella feliz, me hacía feliz a mí también. Y por Jacob. Él seguía siendo mi mejor amigo, sabía que no habría nadie mejor para él que ella, ni nadie mejor para ella que él, nadie iba a amarla como lo hacía él. Ellos habían nacido para estar juntos, eso lo sabía yo mejor que nadie. Y después de todo lo que había sufrido él, me sentía feliz porque por fin hubiera encontrado su alma gemela, su amor verdadero. No sé si hubiera soportado que se hubiese imprimado de otra, pero con Renesmee era distinto. Porque ella sí se lo merecía, se merecían mutuamente, estaban hechos el uno para el otro, sólo había que ver cómo se miraban, con esa adoración mutua. Verlos juntos me hacía feliz. Sí, realmente me hacía feliz.
Entonces, ¿por qué me comportaba así? ¿Por qué estaba feliz por ellos y a la vez no podía evitar sentir esto otro? Siempre me daban esos ataques repentinos que no era capaz de controlar por culpa de esta oscura espiral que me atacaba; me cubría esta nube negra que llenaba mi cerebro de interferencias y hacía regresar todos mis recuerdos de mi vida humana, me obligaba a sentirlos, a añorarlos…, y cuando eso sucedía, mi rabia estallaba y lo estropeaba todo. Todo.
Cuando esa bomba explotaba, yo no era yo. Era como si saliese otra personalidad distinta de lo más profundo de mis entrañas y dominara a mi verdadero yo, haciéndome actuar de esa forma tan extraña y horrible sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Me sentía como si estuviese poseída, como si me estuviese volviendo loca. A veces creía que me lo estaba volviendo de verdad.
Todavía no entendía por qué era así, pero esto sí lo veía: ese yo extraño era mi yo humano, sólo que mezclado con otros ingredientes que lo hacían más egoísta y rabioso, y este yo humano hacía que lo que había sentido por Jacob en aquel entonces regresara ahora. Era como si estuviese reviviéndolo de nuevo, sólo que peor, porque al verle junto a Renesmee saltaba la hebilla de la granada y explotaban todos esos celos absurdos y miserables, inexplicables, deplorables.
Ahora también me daba cuenta de las barbaridades que había hecho en estos meses. Mis absurdos y egoístas celos habían llegado a un punto tal, que incluso había intentado separarla un poco de Jacob. ¿Cómo había hecho algo tan ruin y mezquino? Me sentía tan mal, tan culpable por eso, porque ellos sufrieran por mi culpa. Por supuesto, nunca había querido que se separasen físicamente, ni como amigos, sabía que eso era imposible, y yo jamás había quería eso, pero tenía que reconocer que sí evitar que Renesmee estuviera con él, que llegaran a algo más. Aquella vez había sido la primera que había escuchado de su boca que lo quería, que lo amaba con toda su alma… No sé qué me había pasado, supongo que la granada explotó un poco en cierto modo.
¿Por qué me daban esos arrebatos incontrolados? ¿Por qué antes me había detenido a oler a mi hija cuando le iba a pedir que me lo contara todo, como hacíamos no hace tanto tiempo? Me hubiera gustado saber lo feliz que se sentía, lo mucho que amaba a Jacob, lo feliz que era a su lado, lo importante que había sido este día para ella, incluso que me contara cómo había sido su primera vez… Y no sentir todo esto que me estaba torturando. Esto que también la dañaba a ella y que nos alejaba cada vez más. No podía dejar de sentir que la estaba fallando, ahora que más me necesitaba, en su adolescencia, esa época de su vida tan importante que no volvería jamás…
Otro recuerdo se clavó en mi mente, pero este no era dulce, este se insertó con ferocidad y dejó mi alma congelada.
Ese recuerdo no era sino ese espantoso recordatorio que últimamente se repetía en mi cerebro una y otra vez. Nunca le había dado importancia, pero ahora tenía tanta. Ese recordatorio me decía que yo no volvería a tener más hijos, nunca más, jamás. Nunca más tendría otra oportunidad en toda la eternidad. Ahora comprendía a Rose, aunque mi caso era diferente al suyo, ya que, por lo menos, yo había tenido una hija. Sin embargo, Renesmee había crecido tan extremadamente rápido, que había disfrutado muy poco de ella, no lo había saboreado, no me había dado tiempo a nada, a nada.
Ese fuego incontrolado comenzó a quemarme las venas, como ya venía siendo habitual. Sentí envidia de ella. Ella sí podía tener hijos, su parte humana hacía que su sistema reproductivo funcionara bien. Y ella los tendría, con Jacob… Algún día ella y Jacob serían… papás… Todas las veces que quisieran…, niños, varones, que crecieran a un ritmo humano…, y niñas que lo harían rápidamente, pero podían tener tantas…, las que quisieran… Y yo… Yo no… Yo sólo había tenido seis cortísimos años…
Ese violento vértigo se apoderó de mí y me vi inmersa en esa negra espiral de confusión, dudas, aturdimiento, angustia, recuerdos y caos. Casi me parecía que era literalmente, tal eran los mareos que me daban. Mis dedos oprimieron mi cabello todavía con más fuerza y un leve gemido de dolor se escapó por mi garganta.
¿Cómo podía tenerle envidia a mi hija? ¡A mi propia hija! A lo que más quería del mundo, por la que daría mi vida sin pensarlo ni una décima de segundo. ¿Cómo podía hacerle esto a Edward? ¿Cómo podía amar a Edward como lo amaba, y a la vez seguir teniendo estos estúpidos sentimientos hacia Jacob? ¿Por qué me invadían esos sentimientos, si ya no era humana? Yo era un vampiro. ¡Un vampiro!
Me odiaba, me odiaba. No me reconocía, no me encontraba, ¿dónde estaba yo? Yo no era esa. ¡No era esa!
Odiaba esta espiral. La odiaba con todas mis fuerzas.
Basta, basta, ¡BASTA!
Alcé mi cabeza con determinación.
No volvería a hacerle daño a Edward, ni a Renesmee, JAMÁS.
Tenía que acabar con esto de una vez. Y solamente había una manera. Ya lo había intentado, pero Renesmee no me había dejado. Sin embargo, no había otra forma. Aunque los métodos fueran un poco sucios y dolorosos, tenía que hacerlo, por ella y por Edward.
Jacob era el núcleo de la espiral. Si liberaba todos estos sentimientos y emociones, podría dejarlo todo atrás, me desbloquearía y podría empezar a escalar hacia fuera del pozo. Necesitaba sacarlo todo fuera. TODO. No sabía si sería capaz de mantenerme entera, de controlarme, de detener esta explosión de fuego que sacaba a ese yo extraño y me obligaba a hablar y actuar con arrebato, pero tendría que ser fuerte, tenía que hacerlo. Por Edward y por Renesmee.
Tenía que salir de esta espiral. Y solamente había una manera.
(FIN DEL PARÉNTESIS)
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Dios pobre Bella ni me imaginaba que sus sentimientos fuerar asi de fuertes y de que estaba sintiendo todo eso la verdad es que un poco de lastima me da pobrecita...vos mi amor como siempre GENIAL en la manera que narraste la parte de Bella ha sido increible, tanto que ahora podemos entender mucho mas a Bella y por todo lo que esta pasando...si no ubieras escrito esto segiriamos dandole la razon a Nessi y pensando que Bella quiere jugar a dos puntas pero ahora lo entendemos mejor...el final admito que me dio miedo Bella parecia algo impulsiba y no se de lo que se trae entre manos no puedo esperar a leer el que sigue, felicitaciones otra vez!!!...FLOR
ResponderEliminarGuaaaaaaaaaaa!! Isabella Swan si q m asusta, esa chica realmnt ntro a la crisis de los q? 25, no no no pobre vampira ii sobre todo pobre Edward xq el si q la ama xclusivamnt. Como siempre un xclent cap Tamara felicitaciones!!
ResponderEliminarXoxo
vaya Bella si ke me sorprende , ke ira a hacer PERO LA HISTIRIA ESTA PADRISIMAAAA...
ResponderEliminarwouuuuuu,estará poseída por algun don vampirico, que trate de alejarla de la hija?...mmm, para pensarlo!!! si no es medio raro ya que ella al transformarse sintió su amor x Edward multiplicado miles de veces, sigue estando INCREIBLE!!! besos
ResponderEliminarwoooooooooooooo a mi parece genial que jacob este con renessmee despues de todod lo que sufrio con bella se lo merece jacob merece ser feliz.
ResponderEliminary por otra parte esta bella no quiero sonar mala ni nada pero como me ENCANTA JACOB yo creo que se lo tiene merecido sufrir por todo el daño que le hizo a jacob usarlo de esa manera,dale falsas ilusiones yluego irse con edward,poque bella ahora se da cuenta de todo lo que pudo tener estando con jacob no hubiera renunciado a su vida humana,hubiera podido estar con su familia sin tener que mudarse en un respectivo tiempo pero sinceramente dejando todo ese tema de que ME ENCANTA JACOB(TAYLOR LAUTHNER)pienso que bella solo esta confundida por ver como jacob hace feliz a renessmee sin quitarle su vida por que renessme pude vivir, envejecer,crecer ser una chica normal y sobre todo tener relaciones con JACOB sin que le haga daño alguno pero al fin y al cabo bella AMA a edward y como dije antes solo esta confundida por los sentimientos encontrados.
Hablando de otro tema me encanta como escribes de verdad si vendes este libro yo te lo compraria siin pensarlo dos veces.
bella me guste o NOOOO ama al chupa sangre ese y esta celosa por ver todo lo que perdio al transformarse en un a "fria" y deberia dejar de ser tan egoista y dejar ser feliz a renessmee y sobre todo a jacob despues de tratarlo de esa manera
ResponderEliminarpobre vampirito se v a a sentir reeee mal cuando se entere de lo que siente bella por que el no la queria convertir en un vampiro pero ella insistio por tonta pobre vampiro
ResponderEliminarzorrampira :)
ResponderEliminarPara mi que algo a poseido su cuerpo , algo de Nahuel.
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