Concurso de Fanfics

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El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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miércoles, 16 de marzo de 2011

ATRACCIÓN [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE


Esa noche no pude pegar ojo. Era la primera vez que dormía sin la compañía cercana de mi lobo y, encima, cuando cerraba los ojos, podía ver la imagen de Jacob en la barra tonteando con Brenda mientras ésta se le insinuaba descaradamente. Intenté pensar en otras cosas, pero todas terminaban en el mismo punto: Jacob. No podía quitármelo de la cabeza. Y para colmo, me sentía culpable. Él nunca se había enfadado conmigo y lo había provocado yo. ¿Por qué no había podido simplemente reconocer que estaba celosa? Era evidente, lo estaba. Tenía que haberle dicho la verdad, que tenía celos porque no quería que lo separaran de mi lado, porque era mi mejor amigo y quería que estuviera conmigo para siempre. Pero eso era tan egoísta.
Cuando me levanté de la cama, me sentía fatal. Tan sólo pensar que no le iba a ver esa mañana, hacía que el día se pareciese al bosque entre nieblas de la tarde anterior.
Después de ducharme y arreglarme, salí de mi dormitorio, desganada, para ir a desayunar.
Mi corazón saltó como un resorte y empezó a latir a trompicones en cuanto le olí y escuché su voz en la cocina. Con una alegría desbocada, comencé a bajar las escaleras, pero cuando llegué al primer piso, se me ocurrió  pensar en qué le iba a decir. Me quedé quieta, agarrada a la barandilla. ¿Y si me contaba lo bien que se lo había pasado con Brenda? ¿Cómo se supone que tenía que reaccionar? ¿Me atrevería a decirle la verdad? Y lo peor iba a ser cuando ella me lo contara en el instituto, porque claro que lo haría, vamos, seguro que me lo restregaría por la cara.
Me apoyé en la barandilla, en mitad de la escalera. No entendía por qué me molestaba tanto. Al fin y al cabo, algún día Jake encontraría a una chica que… El alma se me cayó al suelo sólo de pensarlo. Pero tenía que asumir la realidad. La cruda y horrible realidad: Jacob no podía estar conmigo para siempre, como yo quería.  Algún día se imprimaría o se enamoraría de alguien y me dejaría. Me dio un puntazo en el corazón tan grande, que pensé que me había dejado de latir. Y pensar en que esa chica pudiera ser Brenda, me ponía mala. Él se merecía a alguien mejor, una chica que le entendiera, que le quisiera por cómo es, no por cómo está. Y esa Brenda… ¿por qué le gustaba a Jacob? No lo comprendía.
- No estuvo con ella, tranquila.
Pegué un salto al oír la voz de mi padre.
- ¿Qué…? ¿Cuánto llevas ahí? – inquirí, nerviosa.
- Acabo de llegar – mintió.
- ¡Papá! – protesté.
- Bueno, vale – dijo, levantando las manos - Lo siento, no lo pude evitar. Es que a veces tú también piensas un poquito alto, hija.
Resoplé y me repantigué en uno de los peldaños. Mi padre se sentó a mi lado. Nos quedamos un rato en silencio, lo cual me sirvió para tranquilizarme.
- ¿Cómo sabes que no fue? – le pregunté con un susurro, mirándome las manos -. ¿Te lo dijo él o le leíste la mente?
- Lleva pensando en que te lo iba a decir toda la mañana – me pasó el brazo por el hombro -. Está muy arrepentido por haberse enfadado contigo.
- ¿Él? – alcé la vista para mirarle -. Pero si fue por mi culpa.
- Pues él piensa que se excedió. Además, odia estar enfadado contigo. Bueno, no te voy a reproducir sus palabras exactas, pero no lo soporta.
- Sí, yo también pienso que es una… - miré a mi padre, que ya estaba poniendo mala cara -, asquerosidad – rectifiqué.
- Pues baja ahí y arregla las cosas con él – dijo, incorporándose para levantarse.
- Espera – le agarré del brazo para que no lo hiciera.
- ¿No me dijiste que no me metiera en vuestras mentes? – me recordó, después de oír mi pensamiento.
- Sólo por esta vez, por favor – le supliqué -. Dime si esa chica le gusta, solamente eso.
- ¿Y por qué no se lo preguntas tú? – me instó con una sonrisa -. En realidad, creo que deberíais hablar de todo esto, me parece que tendríais que aclarar… algunas cosas.
- ¿Qué cosas? – le pregunté, extrañada.
- Cosas que tenéis que hablar vosotros dos y en las que yo no me debo meter – atajó, dándome palmaditas en la rodilla mientras se ponía de pie.
Me quedé sentada, hecha un lío. La verdad es que tenía que aclararle lo de mis celos. Por lo menos, ahora sabía que no había ido a esa cita con ella. Una repentina sensación de alivio y de alegría empezó a extenderse por todo mi cuerpo.
- Es mejor que bajes ya – advirtió mi padre, interrumpiendo mis pensamientos -. Está empezando a ponerse nervioso por tu tardanza. Piensa que estás enfadada y que no quieres verle.
¿Que no quería verle? ¿Cómo podía pensar eso? No había cosa en el mundo que me apeteciera más.
- Gracias, papá.
Me levanté deprisa, le di un beso a mi padre y bajé las escaleras al trote hacia la cocina.
Cuando entré allí, le vi cabizbajo, con los brazos en jarra, esperando por mí. Levantó su angustiada mirada y corrí a abrazarle sin pensármelo dos veces. Lo hice con tanto afán, que su espalda chocó con la pared que tenía detrás. No pareció hacerle daño, ya que me rodeó con sus brazos efusivamente.
- Lo siento. He sido un idiota – murmuró.
Me separé un poco de su cuello para mirarle.
- La culpa fue mía – le corregí -. Me porté como una tonta.
- Bueno, no empezaremos ahora con el rollo ese de culpa mía, culpa mía, ¿no? – bromeó con una sonrisa.
- No – le correspondí con otra.
Me quedé mirando esos ojos negros que ahora eran brillantes y vivos. Cómo me gustaban esos ojos. A medida que los miraba, me iba quedando más y más hechizada. Jacob también los clavó en los míos con esa mirada profunda, hipnotizándome como ya solía ser habitual. Él también parecía estarlo.
De pronto, la pulsera vibró, aunque esta vez fue como un cosquilleo suave que no me asustó, y una de las diapositivas que le había enseñado a mi madre apareció ante mí sin darme tiempo a reaccionar. La rememoré al mirar los ojos negros que me observaban, clara como el agua cristalina. Era la primera que mi mente me había mostrado. Los intensos ojos oscuros de Jacob, que me atrapaban y me llamaban, y que cuando se clavaban en los míos, no me dejaban moverme. Pero, por fin, recordé que no eran ellos los que me apresaban, era yo la que no quería apartarme, la que quería seguir mirándolos, la que quería perderme en ellos.
Entonces, me pregunté qué pasaría si seguía mirándolos, qué tenía de malo si me dejaba hipnotizar del todo. Tal vez averiguara lo que querían de mí. La pulsera vibró de nuevo, otro cosquilleo. Sí, tengo que saberlo, le contesté para mis adentros.
Me perdí en la inmensidad de sus ojos y me dejé guiar por ellos. Me lo pidieron, y comencé a acercar mi rostro al de Jacob lentamente, sin apartar la vista de ellos. No sé qué me pasaba, pero una fuerza maravillosa y mágica me llevaba a él irremediablemente, como si los dos fuéramos dos imanes que se atraen, me incitaba a acercarme a él, y cuanto más me perdía en su mirada, más sentía esa fuerza. Mientras él también se aproximaba, adiviné a dónde me llevaban sus pupilas y bajé la mirada a sus labios. Ahora me guiaban ellos. Podía notar el calor de todo su cuerpo, que ahora estaba más adosado al mío. Su frente tocó la mía; miles de mariposas empezaron a agitarse en mi estómago y mi corazón comenzó a latir cada vez con más fuerza, casi se me salía del pecho. Cerré los ojos, mi cerebro ya sabía lo que quería y no me hacían falta, no necesitaba guía. Cuando sus manos se deslizaron por mi espalda para aferrarse a mi cintura y su tórrido aliento acarició mis labios, todo mi cuerpo se estremeció y un suave jadeo se me escapó de los pulmones, haciendo que me quedara sin aire. Sólo tenía que acercarme otro centímetro y tendría esos labios…
De repente, un carraspeo inesperado irrumpió en la cocina y nos despertó de nuestro profundo sueño.
Me aparté de Jacob del sobresalto, nerviosa y avergonzada. No me dio tiempo ni a estar confusa, ni siquiera vi quién había entrado en la cocina. Como no sabía qué hacer con las manos y no quería que me vieran la cara, me puse a disimular, abriendo y cerrando las puertas del armario. Al ver los cuencos del desayuno, se me ocurrió revolver con ellos.
Él apoyó su cabeza en la pared, murmurando algo entre dientes que no entendí del todo, aunque sí que distinguí un par de palabrotas.
- Maldita sea, Seth, ¿qué haces aquí? – bufó al final -. ¿Es que no te podías esperar?
- Estaba cansado de esperarte en el sofá. Y además, tengo un poco de hambre, la verdad – noté su mirada examinadora en mi espalda -. Buenos días, Nessie. Hoy se te ve con un brillo especial en los ojos – bromeó.
Jacob le dio una colleja como reprimenda.
- ¡¿Quieres hacer el favor de largarte?! – le espetó, enfadado.
- No, tengo hambre – contestó Seth, sentándose a la mesa -. Y Edward me dijo que podía venir ahora a desayunar con vosotros.
- Maldito chupasangres, siempre está en medio – gruñó Jake, apretando los dientes y mirando hacia la puerta con cara de odio.
Genial, papá lo sabía todo y Seth nos había pillado. ¿Qué más se podía pedir?
Mi cara había recuperado su temperatura normal y mi corazón ya latía a la velocidad de siempre, así que respiré hondo y cogí tres cuencos para ponerlos en la mesa.
Jacob puso los ojos en blanco y resopló cuando los vio.
- Quítate de ahí, ese es mi sitio – le exigió de malas formas, dándole un pequeño empujón en la espalda.
El otro quileute se levantó y se sentó en la silla de enfrente sin rechistar.
- ¿Quieres cereales, Seth? – le ofrecí, colocando los cuencos en la mesa.
- Sí, sí. Bueno, y unos huevos con beicon tampoco estarían mal.
- ¡De eso nada, chaval! – le volvió a gruñir Jake -. ¡Seguro que ya has desayunado en tu casa!
- Está bien, está bien. Hay que ver cómo te pones, tío.
- Sí, ¿por qué será? – le insinuó Jacob.
Después de servir la leche y guardarla en la nevera, me senté junto a Jake.
- ¿Qué te trae por aquí? – le pregunté a Seth.
- Se me acopló cuando iba a coger el coche – protestó Jake.
- Vengo de visita – se metió una enorme cucharada de cereales en la boca y siguió hablando -. No tenía nada que hacer y se me ocurrió venir a veros.
- Eso tiene arreglo. Te puedo mandar a patrullar ahora mismo, si quieres – le dijo Jacob.
Me remangué las mangas de la chaqueta y alargué el brazo para coger los cereales. Jacob me lo agarró, sorprendido.
- ¿Qué te ha pasado? – me preguntó, mirándome la muñeca más de cerca, con cara de preocupación.
- ¡Menudo moratón! – exclamó Seth.
No me había fijado en mi muñeca hasta ese momento. La tenía tan morada, que mi pulsera de color marrón rojizo hacía contraste sobre la piel.
- Ah, te refieres a esto… No es nada, es que ayer me caí en el bosque cuando me perdí – me encogí de hombros para restarle importancia.
Mentir a Jacob era lo que más odiaba del mundo, pero, ¿qué le iba a decir? ¿Que había sido mi madre la que me lo había hecho mientras le mostraba lo que le mostraba? No podía contarle la verdad, y menos delante de Seth.
Jake observaba mi muñeca extrañado, como si no se lo acabara de tragar. Dibujó con su índice la marca que habían dejado los dedos de mi madre y levantó la vista para mirarme a los ojos. Tuve que bajar la mía y retirar poco a poco la muñeca de sus manos, me conocía demasiado bien. Tendría que contarle la verdad más tarde.
En ese momento, mi madre entró por la puerta y yo me bajé las mangas de la chaqueta con rapidez. No quería que ella lo viera, ya se sentiría bastante culpable como para que encima descubriera lo que me había hecho su dura mano. Pero a Jake no le engañé. En cuanto lo vio, le rechinaron los dientes. Ahora ya sabía quién había sido. Le cogí la mano y se la apreté una vez para avisarle de que no dijera nada, mientras le miraba con ojos de súplica. Respiró muy hondo y se metió una cucharada de cereales en la boca para concentrarse en otra cosa.
Durante el resto del desayuno Seth y yo charlamos con mi madre, pero Jacob no abrió la boca. Ni siquiera la miró. Se limitó a comer con cara de pocos amigos, clavando la vista en el cuenco de cereales, y cuando los tres nos marchamos, tampoco se despidió.
- ¿Por qué tienes que venir con nosotros? – le preguntó, molesto, a Seth, ya en el coche.
Estaba claro que quería saber lo que me había pasado con mamá y que intuía que, con Seth presente, no iba a obtener la respuesta.
- Por dar una vuelta – le contestó éste, encogiéndose de hombros.
Jake suspiró, cansado.
Hubo un instante de silencio en el que sólo se oían los limpiaparabrisas cuando pasaban por la luna delantera y el repiqueteo de la lluvia en el techo.
- Esta revista de coches mola – dijo Seth de repente, con la publicación en las manos.
- Luego ponla en su sitio, ¿me oyes? Siempre andas en mis cosas y después no encuentro nada – protestó Jacob.
- ¡Pero si lo tienes todo tirado por aquí! – exclamó Seth, mirando el asiento trasero en el que estaba -. ¡Casi no tengo sitio ni para sentarme!
- Bueno, yo sé dónde lo tengo todo, así que no te la juegues.
- ¡Vaya un humor de perros que tienes hoy, tío! ¡Parece mentira que antes en la cocina casi…!
Jake le echó una mirada fraticida por el espejo retrovisor y Seth se calló al instante. Yo me puse colorada y me giré hacia la ventanilla para disimularlo.
¿Por qué habia intentado besarle? Ahora la confusión que me había ahorrado en la cocina empezaba a salir de mi cabeza como la lava de un volcán.
- ¡Uf! Estoy cansadísimo – dijo el Clearwater, después de soltar un monumental bostezo.
- ¿Por qué no te echas ahí y duermes un rato? – le sugirió Jake de malos modos.
- Puede que lo haga.
- Sí, tienes cara de cansado, la verdad. ¿Qué hiciste? – le pregunté, girándome un poco para mirarle.
- Ayer por la noche estuvimos buscando pruebas para Carlisle – volvió a bostezar, tiempo suficiente para que la lava de mi cabeza fuera barrida de repente por un glaciar que se me clavó en el cerebro: Jacob no había ido al Ocean porque había tenido que salir con la manada -. Según Jake, iba a ser un momento, pero se nos alargó más de la cuenta.
Así que, si no hubiera sido por eso, habría ido a su cita con Brenda. Ahora lo veía todo claro. Por eso papá no me había querido decir si ella le gustaba. Por eso me dijo que teníamos que aclarar algunas cosas. Y yo casi le había dado un beso, ¿sería estúpida?
- ¿Ah, sí? – me volví y miré a Jacob con cara de malas pulgas, pero él interpretó mal mi gesto.
- No me mires así, yo no tuve la culpa – se defendió -. Tuvo que venir la policía y  todo se nos complicó.
- ¿La policía? – ahora esto llamaba un poquito más mi atención.
- Sí, es que encontramos un… cuerpo.
- Era sólo el torso – le corrigió Seth.
- Maldito niñato, ¿no estabas durmiendo? – gruñó Jake.
- Casi.
- ¿Un… un torso? – mascullé, tragando saliva.
- Sí, estaba todo rajado – volvió a hablar Seth -. Bueno, más bien desgarrado. Le faltaban todos los órganos, las vísceras y todo. Casi no tenía ni sangre, y las costillas…
- ¡¿Te quieres callar de una… vez?! – le cortó Jake -. ¿No ves que la estás asustando, bocazas? No hacía falta dar tantos detalles.
Mientras Jacob empezaba a mascullar para sí, yo me empecé a poner pálida sólo de imaginarme la descripción.
- ¿La cabeza del otro día pertenece a este torso? – conseguí preguntar.
- No lo sabemos – me contestó Jake, más calmado -. No me quedó otro remedio que llamar a la policía y tuvimos que salir por pies, bueno, por patas, mejor dicho. Menos mal que Charlie nos tapa todo lo que puede. Pobre hombre, el otro día ya vomitó lo suyo con lo de la cabeza. Ya me imagino cómo le sentaría esto otro. Igual le voy a hacer una visita más tarde y, de paso, que me cuente lo que han averiguado – me miró para ver si había recuperado mi color. Debía de ser así, porque volvió la vista a la carretera y siguió hablando -. Lo que sí sabemos es que había el mismo rastro que encontramos ayer. Esa peste estaba por todas partes.
- ¿Era un hombre o una mujer? – interrogué con voz queda.
- ¿Qué?
- El… cadáver… El torso, ¿era de un hombre o de una mujer?
- De un hombre – contestó.
- ¿Y la cabeza?
- No se sabe. Charlie la mandó a los forenses de Seattle, porque aquí no tienen medios para este tipo de casos. Tardarán unos días hasta que lo averigüen. Y me imagino que el torso también tendrán que enviarlo, así que no saldremos de dudas hasta dentro de una o dos semanas.
- A lo mejor es un asesino en serie que utiliza algún perfume raro o algo para tapar las pruebas, o como sello – conjeturé -. Incluso puede que haya enterrado el resto del cadáver por el bosque.
- Puede, no sé. Ya se verá. Aunque nosotros no hemos encontrado sangre ni rastro alguno del cuerpo por ningún sitio, aparte de donde lo encontramos, claro.
- Es muy raro – me quedé pensativa.
- Bueno, tendremos que esperar al resultado de los forenses – concluyó.
Nos quedamos callados un momento.
Mi atención se volvió a centrar irremediablemente en el tema de Brenda. Tenía que saber la verdad, aunque me doliera.
Bajé mi parasol y miré por el espejo al asiento trasero. Seth parecía estar profundamente dormido. Ésta era la mía para aclarar si a Jacob le gustaba.
- ¿Hubieras ido a la invitación de Brenda – me negué a llamarla cita delante suyo - si no hubieses tenido que salir con la manada? – le solté de sopetón.
Si me paraba a pensar en cómo preguntárselo, se me pasaría toda la mañana, y ya estábamos llegando al instituto.
- ¿Cómo? ¿Todavía sigues dudándolo?
- O sea, que sí – intenté que no se me notara el nudo que empezaba a formarse en mi garganta -. Ella… ella te gusta.
Jacob suspiró y se mordió el labio, sonriendo.
- ¡Pues claro que no! – exclamó, riéndose como si fuera lo más evidente del mundo.
- ¿No? – mi voz sonó con una mezcla de sorpresa y alegría.
- ¿Cómo me va a gustar? Es imposible – afirmó, más serio.
Entramos en el aparcamiento y estacionó el coche en el primer sitio que encontró.
- ¿Y por qué iba a ser imposible? Odio reconocerlo, pero es bastante guapa – sí, odiaba reconocerlo.
- Porque sólo tiene ojos para ti, Nessie – espetó Seth de repente, dándonos un susto a los dos -. Como está im…
Con una velocidad increíble, Jacob sacó el ambientador de la rejilla de ventilación y se lo lanzó a su hermano de manada a la boca para acallarle. No hizo falta llegar a tanto, Seth consiguió cogerlo a tiempo, pero cerró la boca igualmente.
- ¡Tú no te callas ni debajo del agua, ¿no?! – le bramó Jacob. Seth empezó a abrir la boca –. Como no cierres esa bocaza, te juro que te voy a poner a patrullar durante tres días seguidos – le gruñó con tono amenazador, haciendo que su amigo pegara los labios inmediatamente.
Me quedé paralizada por la frase de Seth. Ya tenía asumido que mi cara había cambiado de color, así que no le di importancia. Además, las palabras se repetían en mi cabeza como si éste se hubiera metido dentro y las dijera una y otra vez, podía escuchar hasta el timbre de voz que había usado. Noté otro fuerte cosquilleo en el estómago.
- Vas a llegar tarde – me avisó Jake, sacándome de mi estancamiento.
- Ah, sí – respondí, todavía parpadeando.
- Hasta dentro de tres días – se despidió Seth con pesadumbre.
- O puede que más, mira a ver – le contestó Jacob.
Empezaron otra pequeña discusión y no me quedó otro remedio que reírme. Era muy gracioso verlos así todo el día. Desde luego, con ellos no me aburriría nunca.
Me despedí de los dos con la mano al salir del coche y ellos me correspondieron con lo mismo, aunque Jake también me sonrió.
Me pareció que le echaba una bronca monumental a Seth en cuanto me alejé corriendo del coche para no mojarme. Se me escapó otra risilla por el camino.
Mis amigas ya estaban en sus aulas y tuve que trotar por el pasillo para alcanzar a Helen.
Entramos en clase de Historia y la señora Smith nos entregó unas hojas con unos ejercicios para tantear el nivel de los alumnos. Era tipo test, así que me resultaba más fácil. Mientras ponía la x en la quinta pregunta, Helen me entregó un papelito doblado por la mitad. Lo abrí y lo leí.

Tienes que tener cuidado con Brenda. Va a por todas con Jacob. Como te descuides, te lo quita.

Escribí en el mismo papel y se lo pasé.

¿Por qué dices eso? A mí no me va a quitar nada.

No es el primer novio que le levanta a alguien.

Ya os he dicho que no es mi novio.

Helen puso los ojos en blanco y estuvo un rato escribiendo.

Pero apuesto lo que quieras a que te gustaría. He visto cómo le miras y lo celosa que te pusiste cuando Brenda se le insinuó. Es imposible que no te guste. Eso de “mejor amigo” no se lo cree nadie. Además, creo que tú también le gustas, sólo hay que ver cómo te mira.

Cuando acabé de leer la nota, me quedé estupefacta. Helen se dio cuenta y me quitó el papel para escribir algo más.

Los “mejores amigos” no se cogen de la mano, ni se abrazan como lo hacéis vosotros. Estás loquita por él, reconócelo. Me parece que él está esperando a que tú des el primer paso.

Me pasó la nota de nuevo y siguió haciendo los ejercicios tan tranquila. ¿Pero a ella qué le importaba? Aún así, le contesté.
Es mi mejor amigo desde que era pequeña, y lo de la mano y los abrazos siempre ha sido así entre nosotros.

Aún así, creo que te gustan demasiado. ¿Y las miraditas? Reconócelo, te gusta tu mejor amigo. Bienvenida al club.

Le miré sorprendida y ella asintió con la cabeza. Me volvió a quitar la nota.

Sí, estoy loquita por mi mejor amigo. Pero en mi caso, creo que yo a él no le gusto del mismo modo. Por eso me parece una pena que perdáis el tiempo de esa manera, pudiendo estar juntos.

¿Perder el tiempo? ¿Estar juntos?
La señora Smith empezó a sospechar y se levantó para dirigirse en nuestra dirección.
Escondí la nota en el cajón del pupitre y puse la x en unas cuantas preguntas más con mi velocidad de medio vampiro. Cuando llegó, ya tenía los ejercicios casi terminados. Bajó sus gafas de pasta verdes para examinarlos, me miró a mí y a mi compañera, y se dio la vuelta silenciosamente para volver a sentarse.
Helen sacó el papel de mi cajón y escribió de nuevo. Se le escapó una risa muda que no entendí, hasta que lo leí.

Cuando estáis juntos, se nota en el ambiente mucha tensión sexual, saltan chispas. Hasta yo, que sólo os he visto dos veces, me he dado cuenta.

¡¿Qué?! ¡¿Tensión… qué?! Me puse tan colorada, que la señora Smith volvió a bajar sus gafas para mirarme otra vez. Helen se rió entre dientes.

¡¿Estás loca?! Jacob es como mi hermano mayor. Me parece que lees mucha novela rosa.
¡Pero no sois hermanos! ¡Y Jacob te gusta! ¡Reconócelo de una vez!
Y ahora voy a seguir con esto, que no me va a dar tiempo. Piensa en lo que te he dicho.

Helen se concentró como si nada en los ejercicios y yo me quedé mirando la nota. La volví a leer con más atención y me la guardé en el bolsillo de la chaqueta.
Terminé lo poco que me quedaba del test. No quería ser la primera en entregarlo, así que disimulé mientras esperaba.
Miré a mi compañera, que estaba concentradísima en la hoja que tenía delante, y bajé la vista a la mía.
Me quedé pensando en la nota. ¿En serio pensaba que me gustaba Jacob? También decía que yo le gustaba a él. De pronto, Seth se volvió a meter en mi cabeza para repetirme sus palabras: sólo tiene ojos para ti, Nessie. Pero, ¿lo diría en ese sentido? ¿O lo diría porque Jake siempre se preocupaba por mí como un hermano? Recordé la frase de Helen como si la estuviese leyendo en ese mismo momento. Era verdad, Jacob no era mi hermano. Los hermanos no te abrazan, ni te acarician, ni te miran como lo hacía él. Y las hermanas no se ponen celosas, ni le tocan el pecho por muy espectacular que éste sea, ni le intentan besar... Un flash saltó en mi cerebro. Me sentí como una idiota que tiene algo delante todo el tiempo y no lo ve hasta que se choca con ello. Jacob no me veía como una hermana, y yo tampoco lo veía como un hermano. Lo cierto es que si Seth no hubiera entrado en la cocina… Noté las famosas mariposas en el estómago otra vez. Habíamos estado apunto de besarnos. Mi estómago casi iba a explotar de mariposas al acordarme de lo que sentí en ese momento, cuando sus labios estaban a un centímetro de los míos. El vello de los brazos se me puso de punta sólo con evocarlo. ¿Por qué me había gustado tanto? ¿Por qué sentía esas mariposas? ¿Qué hubiera pasado si lo hubiéramos hecho? ¿Por qué me estremecía cuando su mano me rozaba la mejilla y el cuello? ¿Por qué me parecía tan guapo? ¿Por qué me llamaban tanto sus ojos negros? ¿Y su cuerpo? La respuesta era tan obvia, que me sorprendí a mí misma con el ceño fruncido y la boca abierta, de lo ciega que había estado. Helen tenía razón, Jacob me gustaba. Me atraía mucho físicamente.
Sin embargo, el darme cuenta de eso también me hizo sentir muy confusa. Esta mañana me había levantado pensando que estaba celosa porque no quería que me separaran de mi mejor amigo, y unas horas después me daba cuenta de que también lo estaba porque me gustaba. ¿Por qué todo en mi vida pasaba tan deprisa?
El timbre sonó y pegué un bote en el asiento. Todavía aturdida, me di cuenta de que los demás, incluida mi compañera de pupitre, estaban entregando los ejercicios. Me levanté y me puse a la fila para entregar los míos.
Me pasé el resto de las clases pensando en mi revelación, en cómo me tenía que comportar con Jake a partir de este momento. ¿Cambiarían las cosas entre nosotros? ¿Se lo debía decir? ¿Y si yo no le gustaba a él? Pensé en el casi beso, en que al final no lo había sido, en que si de verdad yo le gustase, él podía haberme besado primero y no lo hizo. Tal vez, solamente sentíamos una simple atracción, después de todo, él era un chico y yo una chica.
Me dije a mí misma que lo mejor era esperar, darme tiempo, y que las cosas siguieran por su cauce de siempre. Si ese cauce nos llevaba a algún sitio, ya se vería. Aunque ni siquiera quería pensar en eso por el momento.
Pero la hora del almuerzo llegó más deprisa que los dos días anteriores. Jennifer, Alison y Brenda ya estaban en la mesa cuando llegamos, y, antes de que me diera tiempo a sentarme y a rumiar todas mis conclusiones, ésta última ya me estaba preguntando por Jacob.
- ¿Sabes si va a venir esta noche al Ocean? – me preguntó sin cortarse un pelo.
Para encima, Helen me echó una mirada con intención, instándome a saltar a escena, y funcionó. Sí, llevaba razón, Brenda iba a por todas. Ahora que ya sabía que me gustaba Jake, algo en mi interior me decía que no se lo pusiera tan fácil. No pude evitarlo. Me daba igual que sólo fuera atracción, eso era suficiente para pararle los pies.
- No, no va a ir – le dije, tajante.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Te lo dijo él? – quiso saber, un tanto irritada.
- Hemos quedado – le contesté con el mismo tono.
En realidad, no era mentira. Jake solía quedarse conmigo hasta bastante tarde.
Brenda se quedó pensativa, con el gesto contrariado. Me reí para mis adentros y Helen me hizo el signo de la victoria mientras se disponía a beber su refresco de cola.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!


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5 comentarios:

  1. ¡Fascinante, realmente sin palabras!...

    Un abrazo!

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  2. awww que lindo!... al fin nessie se da cuenta de lo que siente por jake es simpatico que sea tan celosa!

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  3. meeeeeeeeee encanta i love you <3

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  4. barbaro!!!!!!!!!!!!!!!

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