Concurso de Fanfics

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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
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  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
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lunes, 18 de abril de 2011

ESPERA [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE




La lluvia que había empezado a caer repiqueteaba contra el cristal del ventanal de mi habitación. Lo azotaba casi con rabia y angustia,  como si el negro cielo se uniera a mis sentimientos y quisiera reflejar lo que pasaba dentro de mí. Todavía llevaba puesta su camiseta; la despegué de mi pecho para levantarla un poco e inhalé su maravilloso olor. Mientras esperaba al amparo de la oscuridad de la noche, sentada en el banco-arcón de la ventana, mamá picó a la puerta y la abrió.
- ¿Quieres que te prepare algo, cielo? – me preguntó, visiblemente preocupada.
Esta era la quinta vez que me lo había preguntado desde que mi familia había regresado con las manos vacías. No habían encontrado rastro del licántropo. Ni de Jacob. Parecía que se los hubiese tragado la tierra. Para encima, la lluvia había tapado cualquier pista de los dos. Aún así, papá y Emmett salieron a buscarle.
- No, gracias – murmuré sin ganas, inspirando su aroma de nuevo y apretando el cojín que tenía en el estómago.
Mamá se quedó en silencio, mirándome, y al cabo de un rato se acercó a mí para sentarse a mi lado.
- ¿Sabes? Estamos muy sorprendidos por tu transformación – dijo, se notaba que para distraerme un poco -. Es increíble. Nahuel dice que a él y a sus hermanas nunca les ha pasado eso.
- ¿No? Bueno, siempre he sido un bicho raro – suspiré.
- No eres ningún bicho raro. Eres especial, y eso es bueno – apartó mi pelo hacia atrás y me dio un beso en la mejilla -. Además, puede que los semivampiros reaccionéis de esa manera tan extrema y excepcional al veros en serio peligro. Seguramente la vida de Nahuel y sus hermanas nunca haya peligrado.
- Puede ser, no sé – volví a exhalar, desganada.
No entendía por qué me había pasado eso, pero la verdad es que en estos momentos no me apetecía pensar en ello. Ni en eso, ni en nada. Mi cabeza no estaba para otra cosa que no fuera esperar a Jake.
- Esta mañana tu padre regresó por segunda vez al claro, pero siguió sin encontrar tu chaqueta. Creemos que el licántropo pudo haberla robado para tener tu olor y poder seguirte.
- Eso demuestra que ese monstruo es muy hábil, si pudo robarla rodeado de vampiros – contesté sin dejar de mirar al exterior.
- Estábamos distraídos con el partido.
- No es tan primario como decía papá. Tiene que ser más listo, ni siquiera detectamos su asqueroso olor – señalé -. Hasta sabe conducir.
Y Jacob estaba ahí fuera solo con ese licántropo. Abracé más fuerte el cojín para que no saltara el nudo de mi garganta.
- Volverá, ya lo verás – me susurró ella al darse cuenta, arrimando mi cabeza a su hombro para que la apoyara -. Jacob es más fuerte de lo que todos creen – afirmó, acariciándome la sien.
- Lo sé. Pero todavía estaba débil por darme su sangre – sollocé.
- Ha sido muy valiente – declaró con un murmullo –. Tu padre y yo le estaremos eternamente agradecidos por salvarte la vida.
Nos quedamos mirando al exterior sin decir nada durante un rato, escuchando los golpeteos de la lluvia en el vidrio y escrutando las sombras de los árboles para ver si veíamos algo bermejo que se moviera.
Mi cerebro no paraba de dar vueltas. Ya eran las cuatro menos veinte de la mañana, ¿por qué tardaba tanto? Seguía fuera, bajo la lluvia, tal vez enfrentándose a esa cosa por mí. Me dio otro agudo pinchazo en el estómago y apreté un poco más el cojín. No podía quitarme de la cabeza la ira que había experimentado cuando me encontré con él y se había fijado en mi blusa rota. Sus ojos clamaban venganza. Yo le había dicho que no me había tocado, sin embargo, el hecho de que lo intentara, le había vuelto loco; había estallado, como yo al darme cuenta de lo que quería ese licántropo. Me acordé de lo que había sentido cuando la pulsera había vibrado en mi horrible encuentro con ese engendro. Mi aro de cuero rojizo me había revelado que, de algún modo, yo pertenecía a Jacob. No en un sentido literal ni posesivo, por descontado, puesto que nadie es propiedad de nadie, pero yo sentía que, de alguna manera que no lograba comprender, sólo era suya. Y por eso me había transformado en un vampiro, lo había hecho ante todo por defender esa idea. ¿Sentiría él lo mismo, que era mío? ¿O tal vez también sentiría que yo era suya? ¿Por eso había reaccionado así? Y si lo sintiera, ¿sería únicamente porque estaba imprimado? ¿Por eso había ido tras él para matarle? Entonces, mi corazón dio un vuelco cuando recordé lo que me había dicho justo antes de desvanecerme. Todavía podía sentir su ardiente susurro en mis labios.
- Me quiere – me desvelé a mí misma con sorpresa, haciéndome eco de mis propios pensamientos, sin darme cuenta de la presencia de mi madre.
- ¿Qué? – preguntó ésta sin comprender.
Empecé a sentir los fuertes latidos retumbando en mi pecho, lo hacían con tanto ímpetu, que mi madre probablemente también podía sentirlos reverberar. La pulsera comenzó a hacerme cosquillas, aunque no sabía qué intentaba decirme en esta ocasión, ya que Jacob no estaba allí.
- Me… me lo dijo – erguí la cabeza instantáneamente -. Y yo… no le pude contestar… No me dio tiempo.
- ¿De qué estás hablando?
Me levanté y me puse a pasear nerviosamente frente al largo arcón de madera, con mi madre mirándome confusa, aferrando la almohadilla contra mi pecho para calmar la taquicardia. La pulsera no paraba de hacerme cosquillas en mi muñeca.
- No se lo dije porque… yo no… – me paré y metí mis dedos entre mi pelo, mirando al suelo, reparando en lo idiota que había sido todo el tiempo por no ver lo evidente. Mi aro dejó de vibrar, esa era la prueba definitiva –. Dios, soy una estúpida – pensé en alto –. No me había dado cuenta de mis verdaderos sentimientos hasta ese momento…, y luego, todo fue tan rápido… Ahora está tras ese licántropo y no lo sabe… – un hilo de pánico dominó mi mente por un instante –. ¿Y si no le vuelvo a ver y no puedo decírselo? Tiene que saberlo…
- ¿Decirle el qué? – interrogó mamá con impaciencia.
- Que le quiero – confesé, casi haciéndolo para mí misma, al tiempo que levantaba la vista para mirarla con ojos clarividentes.
Se hizo un silencio en la habitación en el que ambas sostuvimos nuestras pupilas.
- Claro que le quieres – murmuró mi madre al fin -. Es tu mejor amigo, es normal que le quieras.
Me senté a su lado de nuevo.
- No, no es sólo eso. Es algo mucho más fuerte – afirmé con seguridad. Me giré hacia la ventana y miré al bosque oscuro y lluvioso –. No entendía lo que me pasaba – admití entre susurros –, creía que sólo era atracción y no quería hacerle daño, pero cuando me roza con sus dedos, cuando siento sus labios cerca de los míos, con sólo mirarme… todo mi cuerpo se vuelve loco; mi corazón late a mil por hora, siento las mariposas en mi estómago, me quedo sin respiración, no puedo apartar mis ojos de los suyos. Y ahora sé que la verdadera razón es porque le quiero. Todo el deseo que siento por él no es sólo por atracción física, es por amor. No deseo solamente su cuerpo, le deseo a él. A él – volví mi rostro y miré con determinación a mi madre, que en ese momento estaba como atónita –. Cuando me iba a morir, en lo único que pensaba era en verle por última vez, en morirme en sus brazos, en besarle… – roté la cabeza otra vez para mirar por el cristal –. Le amo con toda mi alma y, cuando vuelva, se lo diré para que por fin estemos juntos para siempre.
- ¿Estás segura de que es amor y que sería para siempre? – me preguntó mamá de repente.
- ¿Cómo? – volví el rostro hacia ella.
No entendí su pregunta, ¿acaso no me había escuchado? La vibración fuerte de mi pulsera me sobresaltó y me quedé perpleja. ¿Qué…?
- Eres muy impulsiva. Hace unas horas pensabas que sólo era… atracción – le costó soltar el vocablo – y ahora dices que le amas. ¿Y si se lo dices y luego todo se reduce a lo primero? Quiero decir, que a veces es muy fácil confundir los sentimientos, y a lo mejor lo que te pasa es que te sientes muy atraída hacia él; eso sumado a que le quieres como tu mejor amigo y que ahora mismo estás muy preocupada.
- Pero yo le…
- Tienes que tener muy en cuenta que Jacob está imprimado de ti – me cortó, cogiéndome la mano -. Si empezarais una relación, no sería como con otro chico cualquiera. Si luego te dieras cuenta de que no era lo que tú pensabas y cortaras con él, le harías muchísimo daño, ¿entiendes? – me acarició la cabeza y me metió el pelo detrás de las orejas -. Él no puede alejarse y olvidarse de ti para seguir su vida como los demás chicos, siempre estará contigo, a tu lado. Y eso tiene que ser muy duro, sufriría muchísimo. Es como ofrecerle comida a un hambriento, dejar que la pruebe y después quitársela para que siga pasando hambre por el resto de su vida. Por eso tienes que estar muy segura de tus sentimientos y, la verdad, despertarse pensando que te atrae y acostarse pensando que le amas, no me parece del todo fiable.
- ¿Y todo lo que siento cuando estoy con él? Eso tiene que significar algo, ¿no? – respondí, un tanto ofendida por sus dudas y por seguir notando la vibración de mi aro de cuero.
- Sí, ¿y cómo sabes que no lo sentirías con otro chico? – fruncí el ceño, desorientada. No sabía a dónde quería llegar mi madre, no obstante, el mensaje de mi pulsera era claro. Dejé que siguiera hablando para comprobarlo -. Tengo que reconocer que, aparte de ser muy buena persona, Jacob es muy guapo y tiene un cuerpo de escándalo, pero en realidad es el único chico al que conoces y no te despegas de él. Por eso te decía aquella vez que me gustaría que salieras con otros chicos. Sería bueno que comprobaras si tus sentimientos son los correctos, y si trataras con otros chicos, podrías compararlos, ¿no te parece?
Levanté la mirada de mi pulsera para observarla a ella.
- Cuando dices otros chicos, ¿te refieres a Nahuel? – quise saber, un poco enfadada.
Mamá me miró fijamente.
- Cuando digo otros chicos, quiero decir otros chicos – me contestó con voz seca. Entonces, y para mi total asombro, empezó a regañarme -. Pero Nahuel me parece una buena opción a considerar, y es una pena que haya venido hasta aquí desde tan lejos para conocerte mejor y tú pases de él. Lleva aquí varios días y no le has hecho ni caso. Le dijiste que saldrías otra vez con él y no has vuelto a mencionarle nada.
- He estado muy ocupada estos días – le repliqué bruscamente.
- Ese es el problema, que siempre estás muy ocupada cuando estás con Jacob. Todo tu mundo gira en torno a él – argumentó, irritada.
- ¿Y en torno a quién gira el tuyo, mamá? – le critiqué de forma acerada -. Dime una cosa, ¿cómo supiste tú que papá era el hombre de tu vida, si sólo saliste con él? Tú no probaste ni comparaste con nadie más. Pero, claro, me imagino que a ti no te hizo falta. Nada más verle, supiste que era tu amor eterno – le solté con ironía.
- Pues sí – me respondió sin un ápice de duda en su semblante de porcelana.
Puse los ojos en blanco ante tanto amor perfecto.
- Pues yo también lo sé – le rebatí, molesta -. Amo a Jacob, y pienso decírselo en cuanto llegue.
- No, no lo harás – me contestó con un aire imperativo.
- ¿Es que me lo vas a prohibir? – le pregunté, incrédula y cabreada.
- Si tengo que hacerlo, lo haré – me advirtió en un tono monocorde -. Aunque preferiría que no me obligaras.
- ¿Ah, sí? ¿Y cómo vas a impedírmelo?
- Tengo varias opciones, no querrás oírlas – amenazó con expresión fría.
Me quedé a cuadros, observando su rostro de mármol en el que sólo se reflejaba la sombra de las gotas de lluvia que rodaban por el cristal. La pulsera vibraba sin parar, igual que un móvil. Me levanté y me puse delante de ella, clavándole la mirada con firmeza.
- ¿Qué problema tienes, mamá? ¿Por qué quieres separarnos? – le acusé, poniendo la mano sobre mi aro de cuero.
- ¿Cómo dices? – al parecer, ahora la incrédula era ella.
- No quieres que estemos juntos, ¿por qué? – exigí saber.
- ¡No digas tonterías! – exclamó, enfadada, poniéndose de pie frente a mí -. Por supuesto que me gustaría que terminarais juntos, no hay nadie mejor para ti que él. Créeme, eso lo sé muy bien.
- ¿Entonces? – me crucé de brazos para escuchar su contestación.
- Sabes que tú eres lo primero, pero Jacob es una de las personas más importantes para mí y, en este caso, está en desventaja. No quiero que sufra si luego es un mero capricho y cambias de opinión – iba a abrir la boca, pero ella alzó la mano para seguir hablando –. Aunque ahora eres una mujercita, hace sólo dos meses eras una niña. No sé por qué tienes tanta prisa. Los dos tenéis una vida muy larga por delante para tomar una decisión. Lo único que te pido es que esperes, que salgas con otros chicos, que te tomes tu tiempo y que compruebes bien esos sentimientos que tienes hacia él. Si después resulta que son verdaderos, desde luego que me alegraré. Os quiero a los dos y deseo vuestra felicidad.
La pulsera dejó de vibrar, aunque yo cerré el puño con fuerza.
- Bueno, vale, lo que tú digas – resoplé, fingiendo hacer caso omiso a su discurso para zanjar el asunto de una vez -. ¿Puedo estar sola, por favor?
En lo único que podía pensar mi cerebro en ese momento era en esperar a Jake. No tenía fuerzas ni ganas para discutir con mi madre, y menos de este tema.
- Claro – suspiró. Me dio un beso en la frente y se dirigió a la puerta -. Piensa en lo que te he dicho, ¿de acuerdo? – y después cerró con un suave y casi imperceptible movimiento.
Me senté, enfadada, en el banco-arcón para seguir mirando por la ventana y agarré mi cojín. Me concentré en indagar entre las sombras de los árboles, buscando algún indicio de mi lobo pardo rojizo.
Ahora la lluvia caía con más fuerza, vapuleando el vidrio con desesperación. El agua arrollaba por la cristalera, formando pequeños meandros, y me tapaba algo la visión.
Escuché la puerta de la entrada y las voces de mi familia hablando con mi padre y con Emmett.
Me levanté y salí de mi cuarto a toda velocidad para bajar al salón, casi volaba escaleras abajo.
- ¡¿Lo habéis encontrado?! – pregunté con inquietud, antes de pisar el último escalón.
Mi padre me miró con el rostro frustrado y negó con la cabeza.
- Esta lluvia ha borrado todo el rastro – se quejó Em, sacudiéndose el pelo empapado.
Rosalie les dio unas toallas para que se secaran.
Asentí, con un enorme nudo en la faringe, y me subí de nuevo a mi cuarto.
Me volví a sentar en el largo arcón a esperar, con las lágrimas ya rebosando de mis ojos. Apreté el cojín contra mi estómago para amortiguar los cortantes pinchazos.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac…
Cuando miré el reloj de mi mesilla, eran las cuatro y media. Estaba agotada después de un día tan plagado de emociones, pero no tenía ni pizca de sueño. Mis ojos no se despegaban del bosque, sólo querían estudiar los árboles entre la oscuridad.
De pronto, se produjo un movimiento en las hojas de la espesa vegetación y mi alma resucitó de su angustia cuando mi impresionante lobo rojizo emergió de ellas.
Antes de que a mi padre le diera tiempo de subir para avisarme, ya estaba en el salón abriendo la puerta de la entrada.
Salí disparada y salté las escaleras del porche para correr hacia Jacob, que estaba detrás de un árbol bajo la densa capa de lluvia.
- ¡Jake! – chillé, llorando, lanzándome a sus brazos.
- ¡Nessie! – exclamó, recibiéndome y abrazándome con fuerza.
- ¿Estás bien? – me despegué un poco para observarle y tocarle la cara.
- Sí – asintió, y me abrazo de nuevo -. Te estás mojando.
Inspiré su maravilloso olor y empecé a darle efusivos besos en el cuello, en la mejilla, en la frente, en la otra mejilla, en la barbilla y, cuando le tocaba el turno a sus labios…, me detuve. Nos quedamos mirándonos a los ojos y, antes de que me atraparan los suyos, le abracé otra vez.
- ¿Dónde has estado? Estaba muy preocupada por ti – sollocé, regañándole un poco.
- Te lo contaré mañana – murmuró -. Ahora estoy hecho polvo y necesito dormir.
Me iba a separar de él para que pudiéramos marcharnos a casa, pero no me dejó. Entonces, levantó su mano y me tapó los ojos.
- ¿Qué pasa? – pregunté sin comprender nada mientras intentaba quitársela.
- Tienes que girarte, estoy desnudo.
- Oh – mis mejillas se encendieron bajo su palma mojada.
- No me habrás visto nada, ¿verdad?
Si él supiera…
- No, qué va…
…hoy no, pensé. La imagen de Jacob en el río se proyectó en mis párpados cubiertos. Sonreí de satisfacción para mis adentros.
- Bien – me giró y retiró su mano mientras me alejaba de su escondite. Abrí los ojos y vi a toda mi familia en el porche. La sangre ya no me entraba en la cara. Mi padre llevaba unos pantalones de Jacob y se empezó a acercar con el gesto tenso, seguramente al ver mis pensamientos -. Le he pedido a tu padre mentalmente que me traiga unos pantalones para que no tuvieras que subir tú a por ellos.
Me apoyé en el lado opuesto del tronco en el que se ocultaba.
- Buena idea – suspiré.
Papá llegó y me echó una mirada de esas que dicen tenemos que hablar, jovencita. Carraspeó y le dio la prenda a Jacob.
- Gracias, tío. ¡Arg! Genial, están empapados – protestó.
- Oye, encima no te quejes – le respondió mi padre -. Yo también estoy pillando una buena mojadura por traértelos, aparte de la que cogí antes junto con Em por ir a buscarte.
- ¿A buscarme? – Jacob apareció y me agarró de la mano para encaminarnos hacia la casa.
Aferré esos dedos como si fuese la primera vez que lo hubiera hecho en toda mi vida. No pensaba soltarlos jamás.
- Sí, menudo susto nos has dado a todos – declaró papá mientras subíamos las escaleras del porche, que ya estaba vacío.
- ¿A ti también? – se rió con incredulidad.
Papá frenó en seco, obligándonos a parar a sus espaldas, y se giró para mirar a Jacob.
- Aunque no lo creas, después de todos estos años aguantándote, te tengo un poco de aprecio, como mascota, claro – Jake puso los ojos en blanco -. Y sobretodo está Renesmee; sé que voy a tener que soportarte por muchos, muchos, muchos años, así que no me queda otro remedio que intentar que no me caigas tan mal – sonrió con una mueca forzada.
- Sí, yo también te quiero – le contestó Jake con una sonrisa socarrona.
Mi padre suspiró con resignación y entró en casa. En el salón, tan sólo quedaba mi madre, Emmett y Rose.
- En fin, así que lo seguiste hasta las montañas de Olympic, ¿eh?
- Sí, pero esa cosa es muy rápida. Se colgaba de los árboles y acabé perdiéndole.
Justo cuando Jacob se iba a repantingar en el sofá, Rosalie extendió una toalla a la velocidad de la luz. Me arrastró con él y me senté a su lado.
- ¿Fuiste hasta las montañas de Olympic? – le pregunté, sorprendida y un tanto asustada.
Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
- No pude pillarle…, pero lo haré… – masculló, durmiéndose.
- Será mejor que duerma en tu cama – sugirió mi padre, para mi sorpresa.
- ¿Puede? – interrogué, boquiabierta del regocijo.
- ¡Edward! – desaprobó mamá.
- Creo que, por todo lo que ha hecho hoy, se merece dormir en una cama, y no tenemos más que la de Renesmee, que es muy grande. También está la de Nahuel, pero, como comprenderás, no vamos a mandarle allí con lo mal que se llevan. Además, mírale, está exhausto. No se despertará hasta mañana por la tarde, seguro.
- ¡Pobre angelito! – se compadeció Emmett con una enorme sonrisa.
- El muy idiota está poniendo el sofá perdido – añadió Rosalie.
- De acuerdo – cedió mi madre a regañadientes.
- Jake, Jake – le llamé para despertarle mientras le daba unos meneos en el brazo.
Se levantó de un brinco sin soltar mi mano y, sin querer, me alzó a mí también.
- ¿Qué? – murmuró, aturdido y algo desorientado. Miró su amarre y entonces se dio cuenta de dónde estaba.
- Vamos a la cama – le dije, sonriendo con intención a mi madre.
Ésta se cruzó de brazos, enfadada.
- Ah, sí – contestó con un bostezo.
- Hasta mañana. Que lo paséis bien – soltó Emmett, riéndose, cuando nos dirigíamos a la escalera.
Jacob frunció el ceño sin comprender la broma y Rosalie le dio un codazo a su novio para reñirle. Mi madre le miró cabreada.
- Renesmee – me llamó ésta. Nos giramos los dos -. Piensa en lo que hemos hablado, ¿vale?
No le dije nada. Me volví y remolqué a Jacob, que ya se le cerraban los ojos otra vez, para subir las escaleras.
Cuando llegamos al vestíbulo de la última planta, escuché las protestas de Rosalie y me fijé en que iba descalzo. Tenía los pies llenos de barro y había puesto la nívea alfombra del sofá perdida. En realidad, todo él estaba bastante sucio.
- Será mejor que te des una ducha antes de echarte en la cama – le dije, entrando en mi dormitorio.
Jacob abrió los ojos de golpe.
- ¿En la cama? – preguntó, estupefacto.
- Sí, mi padre te deja dormir en mi cama porque ha visto que estabas muy cansado, y como mi cuarto es el único que la tiene…
- Un momento, un momento – me interrumpió, gesticulando con las manos -. ¿Edward me deja dormir en tu cama? ¿Seguro que se encuentra bien?
- Me has salvado la vida, dejarte dormir en una cama es lo mínimo que puede hacer – afirmé, metiéndome en el vestidor para cogerle otros pantalones secos.
- Vale, guay – sonrió abiertamente -. La verdad es que me vendrá genial dormir en un colchón.
- Toma – le entregué el pantalón y una camiseta -. Dúchate, no quiero que me la manches de barro y tierra.
- A sus órdenes – bromeó, haciendo el saludo militar.
Cogió las prendas y salió de la habitación.
Mientras Jacob se duchaba, yo entré en mi vestidor. Me quité la ropa empapada y me sequé el cuerpo y el pelo con una toalla, para ponerme el camisón. Después, limpié con la misma las zonas del suelo de la habitación que estaban manchadas de barro y la tiré en el cesto de la ropa sucia.
Me metí en la cama y me quedé sentada, esperándole. Empecé a acicalar mi pelo húmedo. Lo ponía de lado, luego lo cambiaba y ponía dos mechones hacia delante, hacia atrás, otra vez hacia delante…
No entendía por qué estaba tan nerviosa, ya había dormido con él dos veces, y solamente íbamos a hacer eso, dormir. Sólo que en esta ocasión…
Pegué un pequeño bote cuando Jacob picó a la puerta.
- ¿Puedo pasar? – su voz salió de la fina rendija que había abierto.
- Sí, claro.
Entró y se quedó pegado a la puerta cuando la cerró, con su profunda mirada clavada en mí. Comencé a notar las taquicardias en mi pecho.
- ¿Qué pasa? – pregunté, inquieta.
Jacob salió de su nube y se rió.
- Nada, es que esta imagen la he soñado muchas veces y me preguntaba si no estaría durmiendo.
Noté cómo mis pómulos se ruborizaban.
Se acercó al lecho y colocó el edredón hacia arriba. Cuando vi que se disponía a tumbarse sobre la colcha, le interpuse mi mano.
- ¿Qué haces?
- Echarme – respondió, extrañado -. ¿No habías dicho que dormía en tu cama?
- Ah… Sí, sí – murmuré, avergonzada.
¿En qué estaría yo pensando? ¿Por qué me había imaginado que iba a dormir dentro de mi cama?
Jacob se tumbó boca arriba, sobre la colcha, y me extendió el brazo para que me acurrucara junto a él.
Apagué la luz de la lamparita de mi mesilla y así lo hice.
- Buenas noches – susurró, dándome un beso en la cabeza.
- Buenas noches – le contesté con un bisbiseo, dándole un beso en la mejilla.
Me quedé clavada con el rostro arrimado a su cara. ¿Qué pasaba si me levantaba un poco y le daba un beso en los labios? En este momento estábamos solos, podría aprovechar para decirle lo que sentía por él y todo sería muy fácil. Cuando nos levantáramos, seríamos novios. Las mariposas empezaron a revolotear al evocar esa idea.
- Jake, ¿estás dormido? – cuchicheé.
Al no recibir respuesta, me incorporé y verifiqué que ya lo estaba, profundamente.
Observé su rostro entre la oscuridad y sonreí. Parecía tan relajado, tan vulnerable. No había rastro de preocupación en él.
Sin embargo, la sonrisa se me borró de sopetón cuando recordé el discurso de mi madre. Sus palabras rebotaban en mi cabeza como una pelota de goma. Rechiné los dientes de la rabia. ¿Acaso me estaba diciendo que yo no sabría quererle? ¿Es que ella se creía la única que no quería que él sufriera? Por supuesto que yo tampoco quería que lo hiciera, quería verle feliz.
Mientras seguía mirando su rostro, se hizo un silencio en mi mente y la rabia se transformó. Comencé a sentirme rara, confusa; aunque había intentado evitarlas, sus palabras me habían hecho daño.
Yo no quería que ese semblante cambiara nunca. Lo quería ver feliz para siempre. Pero, ¿y si yo no podía hacerle feliz? ¿Y si yo no era suficiente para él? ¿Era eso lo que mi madre había insinuado?
Mirándole más detenidamente, me daba cuenta de que tal vez él era demasiado para mí. Podía ser el sueño de cualquier chica. ¿Y qué pasaría si no sabía quererle y mis sentimientos cambiaban, como ella había dicho? Jacob estaba imprimado, sus sentimientos siempre serían los mismos; no obstante, yo no dejaba de ser medio humana, imperfecta, con sus dudas y temores. ¿Podía ser que acabase convirtiéndome en algo destructivo para él? En realidad, ya lo estaba siendo. Había ido tras el licántropo por mi culpa, poniendo su vida en peligro. Y también lo había hecho dándome de beber su sangre, ¿cuántas veces más iba a arriesgarse por mí? Ya tenía bastante con las docenas de vampiros que iban por sus bosques; y con los Vulturis, tendría que enfrentarse a ellos dentro de seis meses. ¿Qué pasaría si él se sacrificaba tanto por mí y luego yo no le correspondía como se merecía? Mi amor por él podía apagarse, como ocurría en tantas parejas, por lo que fuera, a veces esas cosas ocurrían sin motivo. Entonces él sufriría muchísimo, para siempre, y eso no podría soportarlo, no me lo perdonaría jamás. No podía permitirlo, de ninguna manera. No podía ser tan egoísta. Le amaba, sí, ahora lo sabía, le amaba con toda mi alma, y él era lo primero y más importante para mí, más que yo misma.
Una sensación helada me atravesó el pecho cuando mi mente vio la única salida, la más segura para él: si fuera su mejor amiga para siempre, él no sufriría nunca. Todo seguiría como antes. Nos habíamos acercado demasiado el uno al otro, ya estábamos rozando la frontera, y eso no era bueno para él. Tenía que alejarme algo de Jake para no hacerle sufrir en el futuro. Si no le ponía el plato de comida, no sufriría. Mamá tenía razón, yo era demasiado impulsiva, tenía que controlarme, aunque me costara infinitamente, y sabía que iba a ser así. Se me incrustó un nudo gigante en la garganta y un agudo pinchazo se asentó en mi corazón ante semejante sacrificio, porque toda mi alma me pedía a gritos que le despertara y le confesara mis sentimientos, pero ya no podía hacerlo. Mi alma tendría que ser fuerte y sacrificarse por él. Tendría que renunciar a Jacob, a tenerle de esa manera. Tendría que renunciar a sus caricias, a sus suaves dedos rozándome, a sus labios, a mis adorados e intensos ojos negros…
Apreté la mano contra mi pecho cuando el dolor se intensificó y me dejó sin respiración.
Tengo que ser fuerte, pensé, tengo que hacerlo por él.
Pero tenía que decírselo, aunque sólo fuera una vez. Sería la única que mencionaría esas palabras en toda mi vida, y lo haría de la misma forma que lo había hecho él antes de que me desvaneciera en el aparcamiento. Acerqué mi rostro al suyo mientras las lágrimas ya se deslizaban por mis mejillas.
- Te quiero – le susurré en los labios.
Luego, tuve que obligar a mi boca a posarse en su mejilla y hundí el rostro sobre la almohada para llorar en silencio mientras mis puños se aferraban a ella con fuerza.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

5 comentarios:

  1. Odio a Isabella Swan!!!!!!!! Como pued hacrle eso a su hija, cpararla de su gran amor, s mala muuuuuuii mala, solo dim q eso no c va a qdar asi xq sino sufrire!!!!!!
    XoXo

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  2. estoy leyendo tu historia y me parece... mmm... cual seria la palabra indicada? ........ ah si! GUAY! Como dice jake! jajaj esta muy buena y es la mejhor q he leido! muchas felicitaciones sos muy buena escribiendo! yo que vos me animo y escribio una historia propia! tenes todo para hacerlo! besos.
    Aliss

    ResponderEliminar
  3. Bella es una idiota!!! que quiere hacer parece que estuviera celosa, ella si podía estar segura de sus sentimientos y no su hija!!! parece como si le quisiera contar q Jake estuvo enamorado de ella....voy a seguir leyendo. ya me dio broca!! jaja , Besos

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  4. increible,historia, aunque algunas expresiones no las entiendo aun asi tu historia es super
    saludos desde Mexico!!!!!!

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