Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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miércoles, 16 de marzo de 2011

PRESENTACIONES [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE


Noté el calor en mi mejilla, en mi pecho, brazo y espalda. Me acurruqué, arrimándome un poco más a la fuente de ese calor. Ya no tenía frío, olía muy bien y se estaba tan a gusto…
De repente, me di cuenta y abrí los ojos de sopetón.
Estábamos de lado, mirando el uno hacia el otro. Yo estaba entre sus brazos, con la mejilla apoyada en su pecho, y le abrazaba por la cintura. Levanté la cabeza para verle la cara y seguía durmiendo profundamente. Me percaté de que Jake no se había movido de su sitio y que había sido yo la que me había acercado a él, probablemente para paliar mi frío nocturno.
Intenté desencarcelarme de sus brazos, pero me tenía tan abrazada, que era imposible. No me quedaba otra que despertarle.
- Jake, despierta – le empujé con mi cuerpo, ya que tenía las extremidades atrapadas.
Jacob no se despertaba, y como Alice nos descubriera así, era el fin. Aunque, pensándolo bien, mi padre ya tenía que estar enterado.
Hundí la cabeza en su pecho, preparándome para lo peor.
Le empujé, esta vez un poco más fuerte, y funcionó.
Jacob se despertó, me liberó súbitamente y saltó de la cama, aturdido y confundido.
- ¿Qué? ¿Qué? – preguntó en estado de alerta, mirando hacia los lados.
Por lo menos, él no había advertido la manera en que dormíamos. Estaría a salvo del escáner y posterior juicio de mi padre.
- Buenos días, Jake. Estás en mi habitación. Te quedaste a dormir, ¿recuerdas?
- Ah, sí, claro – bostezó y se desperezó -. ¿Has dormido bien?
- Sí, sí. Muy bien – la verdad es que había dormido genial entre sus brazos. Otra vez tuve que desviar la atención a su rostro -. Muchas gracias por quedarte.
- Nah, de nada – me miró el camisón -. Esto… Me voy afuera para que te cambies y eso, ¿vale? Te espero abajo.
- Vale.
Jacob salió de la habitación y, en cuanto cerró la puerta, me levanté de la cama. Salí al vestíbulo y entré en el baño, que estaba frente a mi habitación.
Era un baño muy grande, como no. Tenía toda la equipación necesaria para relajarse allí un día entero. Había un enorme jacuzzi, una ducha cuadrada de un metro de lado con hidromasaje, un bidé e inodoro que colgaban de la pared y dos enormes lavabos encastrados en una meseta de mármol con un bajo mueble y un gran espejo. Todo estaba decorado en un estilo actual.
Una de las ventajas de llevar genes de vampiro es que no te tienes que depilar, así que después de estrenar el inodoro, cogí unas toallas del mueble del lavabo, me desnudé, me metí en la ducha y cerré la mampara de cristal. Al abrir el grifo, casi me ahogo. En vez de salir el agua por la ducha, salieron chorros helados con una fuerza increíble por el hidromasaje. Bajé el monomando y me restregué el agua de los ojos con las manos. Cuando por fin fui capaz de abrirlos, vi que el botón del hidromasaje estaba conectado. Lo desconecté y abrí el agua de nuevo, cogiendo la ducha con la mano para no congelarme hasta que saliera caliente. Al final, pude ducharme tranquilamente.
Me enrosqué la toalla al cuerpo y me dirigí a mi habitación otra vez para vestirme. La ropa interior era punto y aparte, todo eran encajes y puntillas, muy del gusto de Alice, pero pude elegir unos sencillos vaqueros, una camiseta de tirantes blanca y una chaqueta con capucha de color verde pino. En cuanto salí del vestidor, picaron a la puerta.
- ¡Ya salgo, Jake! – exclamé mientras me desenredaba el cabello -. Me queda el pelo, pero lo seco en un momento.
La cabeza de Rosalie asomó por la puerta.
- Soy yo, Nessie. Y vengo precisamente a arreglártelo.
- ¡Pero si es mi peluquera! Pasa, Rose.
- No, lo tengo todo preparado en el baño.
¿Ya? Pero si acababa de salir de allí, prácticamente.
El baño parecía un salón de peluquería. Rosalie había puesto una silla giratoria enfrente del lavabo para que me viera en el espejo y la encimera se asemejaba a un puesto de venta de productos de belleza capilar.
Como siempre, mientras me secaba el pelo y me peinaba con el cepillo, casi no le veía las manos, de lo deprisa que lo hacía, sin embargo, lo único que notaba eran suaves tirones y que mi cabello se iba colocando en su sitio como por arte de magia.
- ¿Qué te parece? – me preguntó cuando terminó, girando la silla y dándome un espejo de mano para que me mirase por detrás.
- ¡Guau, está perfecto!
Rosalie siempre me sorprendía con sus peinados. La mayoría de las veces no la dejaba improvisar mucho, porque si no, se emocionaba demasiado y salía de allí como Sissí Emperatriz. Pero ya me conocía bien y sabía lo que me gustaba, así que me solía peinar más o menos igual, muy a su pesar. Hoy me había dejado el pelo suelto, tan sólo me había puesto dos prendedores a ambos lados de la cabeza que despejaban mi rostro, con una suave cascada ondulada que por poco llegaba hasta mi cintura, demasiado sencilla para ella, pero ideal para mí.
- Gracias, Rose – le abracé y le di un beso.
- De nada, cielo – me dijo con una sonrisa -. Ya sabes que me encanta peinarte. Ve a desayunar mientras yo recojo esto – de pronto, le cambió el rostro y suspiró -. Ese idiota te está esperando en la cocina, y como no bajes, nos va a acabar con la despensa.
- Vale, pero no le llames idiota – le regañé.
- Perdón. Se me ha escapado, lo siento – se encogió de hombros.
- Está bien – exhalé -. Te veo abajo.
Salí del cuarto de baño y bajé las escaleras para dirigirme a desayunar. Escuché las voces de mis padres en la cocina y cerré los ojos, preparándome para lo que me esperaba. Tomé aire y entré.
- Buenos días – fingí mi alegría dándoles un beso a los dos como si no pasase nada.
Pero no funcionó. Jacob estaba sentado en la mesa y, por la cara que tenía, adiviné que ya le habían echado el sermón a él. Ahora me tocaría a mí.
- No es ningún sermón. Lo hacemos por tu bien – me dijo mi padre, visiblemente enfadado.
- Ya os he dicho que no pasó nada – se quejó Jacob -. Sólo estuvimos durmiendo. Ella tenía miedo y…
- No tienes por qué dar explicaciones, Jake – le interrumpí, mirando con ojos acusadores a mi progenitor –. Es mi vida privada.
A mi padre no le pillé desprevenido, pero mi madre se quedó aún más pálida, con los ojos casi saliéndose de las cuencas y la boca abierta. Lo sentía, pero las cosas tenían que cambiar. Mi padre tendría que controlarse y no meterse tanto en nuestras mentes.
- Sabes que no puedo…
- Deja que hable ella, Edward – le cortó mi madre, enojada -. Si no, no me entero de nada – se dirigió a mí y me cogió la muñeca -. O si lo prefieres, puedes contármelo con la mano.
Empezó a subirla hacia su rostro y la retiré bruscamente, como un rayo.
- ¡No! – exclamé, apurada, a la vez que bajaba la vista y me ponía colorada.
Si la dejaba entrar en mi mente, vería que le había tocado el pecho a Jake mientras éste dormía y me moriría de la vergüenza.
Mamá comenzó a mirarnos a los dos con una cara de espanto.
- ¡¿Qué ha pasado ahí arriba?! – le gruñó a Jacob, rechinando los dientes.
- ¡Nada! – gritó éste, levantándose y apoyándose con las manos en la mesa -. ¡Ya os he dicho que no pasó nada! ¡Edward, díselo! ¡Tú lo sabes!
- Cálmate, Bella, no ha pasado nada. Sólo han sido unas inocentes… caricias – la última palabra la vocalizó mirándome a mí, con un tono entre agonía y disgusto.
No me esperaba el chivatazo de mi padre y me quedé como una piedra. Toda la sangre me subió a la cara.
- ¡¿Qué?! – mi madre giró el rostro súbitamente hacia Jacob, encolerizada -. ¡¿Qué le has hecho a mi niña?! – ya empezaba a caminar hacia él y mi padre la sujetó.
- ¡No hubo caricias! – bramó Jacob, enfadado, con la confusión dibujada en su cara, alejándose de mi madre -. ¡Puede que nos rozáramos sin querer mientras dormíamos, pero si a eso lo llamáis caricias!
¡Uf! La cosa empezaba a ponerse fea. Jacob no sabía nada y lo estaba empeorando.
- ¡¿Cómo dices?! ¡No te hagas el inocente, Jacob! – siseó mamá.
- No ha sido él, Bella – espetó mi padre con un tono monocorde para tranquilizarla.
¡Oh, no!
Hubo un momento de parálisis colectivo en la cocina. De pronto, mamá y Jacob me miraron a la vez. Una con decepción e incredulidad, el otro con sorpresa.
- ¿Qué? – cuestionó ella.
- ¿Cómo? – preguntó Jake con el labio apunto de curvarse hacia arriba.
Papá se había pasado de la raya.
- ¡Basta! – chillé.
Ya no tenía sangre, la tenía toda en la cabeza, era imposible que me pusiera más roja. Intenté relajarme. No serviría de nada discutir con ellos, lo único que conseguiría es que me pusieran más en evidencia. Así que respiré hondo.
Cogí dos cuencos y la caja de cereales del armario y los puse en la mesa.
- Me vine a vivir a esta casa para tener más intimidad y no hacéis otra cosa que meteros en mi vida.
- ¿Más... más inti…intimidad para qué? – mamá oscilaba la mirada entre Jake y yo.
- Para lo que yo quiera – contesté con determinación, mientras sacaba la leche de la nevera -. Papá tiene que procurar no leernos tanto la mente ni a Jake ni a mí.
- Pero sabes que no lo hago a propósito. Esto es algo que no puedo evitar – se lamentó él.
Vertí la leche en los cuencos y la volví a guardar en el frigorífico.
- Pues entonces tendrás que ignorar lo que veas, y si no puedes, por lo menos respetarlo – me senté en la mesa y le di dos palmaditas a la silla de al lado para que se sentara Jake.
Mis padres se quedaron observando mientras Jacob y yo empezábamos a desayunar juntos. Nos miraron mientras me echaba los cereales en el cuenco y luego se los pasaba a él para que hiciera lo mismo. No sé lo que vio papá.
- De acuerdo – exhaló al fin.
- Pero… pero, Edward – mamá intentó quejarse, pero mi padre la interrumpió poniéndole el dedo en los labios.
- Aunque siempre habrá cosas que no podré pasar por alto – esta vez miró sólo a Jacob con ojos de advertencia.
Éste le devolvió la mirada y siguió comiendo los cereales.
- Gracias – suspiré.
Papá inspiró profundamente y soltó el aire, cansado.
Antes de que Carlisle le llamara, le dio un pequeño beso a mi madre y salió de la cocina. Ésta se quedó apoyada en la encimera y, aunque no miraba para ella, notaba su vista fija en nosotros mientras bromeábamos con los cereales. Algo me hizo sentir incómoda, no sabía qué era, así que la miré de reojo. Un aire helado recorrió mi cuerpo cuando vi sus ojos. Nos observaba con la mirada perdida, como sin darse cuenta, con un matiz triste y algo melancólico en sus pupilas. Nunca la había visto así. Pero sabía el por qué de esa mirada. Me di cuenta de que yo había crecido tanto y tan deprisa, que sólo había tenido seis años para disfrutar de su niña, su única hija. Me hizo sentir culpable. Nessie discutiendo sobre su intimidad y su vida privada, y no había reparado en que ella lo estaba pasando mal. Además, también estaba el tema de Renée.
Terminé mi cuenco y me levanté de la mesa para meterlo en el lavavajillas. Me acerqué a mi madre y le di un abrazo y un beso.
- Te quiero, mamá – le susurré.
- Y yo a ti – me abrazó con fuerza.
- Sabías que esto iba a pasar tarde o temprano. Ya sé que no es fácil, que todavía me ves como a una niña, pero tienes que entenderlo – me separé para mirarla.
- Lo sé – suspiró, cerrando los ojos y asintiendo con la cabeza.
La besé de nuevo y me acerqué al fregadero para recibir el pase de siempre. Jacob me lanzó su cuenco como un frisbee y yo lo encesté en la parte superior del lavavajillas.
- Nos tenemos que ir, o llegaremos tarde – me dijo Jake.
- Sí – me volví de nuevo hacia mi madre, pero ya no estaba.

- ¿Qué vas a hacer hoy? – le pregunté a Jake mientras me disponía a cambiar de canción en el estéreo de su coche.
- Tengo que ocuparme de las dos manadas. Patrullaré unas cuantas horas y luego me dedicaré a arreglar el abollón del capó – al mencionar abollón puso una mueca de dolor.
Con lo del capó, me acordé de la imagen de la cabeza que vi la noche anterior y me entró un escalofrío. Jake se dio cuenta.
- Lo siento. No quería recordártelo.
- No importa. Además, si te hubiera hecho caso y no hubiera mirado, no me pasaría esto. A veces soy demasiado curiosa.
- Sí, ya me he dado cuenta – me dijo con una sonrisita socarrona.
Sin duda, estaba hablando de mis inocentes caricias. Menudas palabras había encontrado mi padre.
Nos paramos en un semáforo en rojo, que parecía el reflejo de mis mejillas.
- Si querías tocarme, sólo tenías que habérmelo pedido – susurró con su voz ronca, mofándose – Si quieres, puedes hacerlo ahora mismo.
Empezó a subirse la camiseta.
- ¡No, para, Jake! – le agarré las manos, tirando de ellas hacia abajo, con la cara ya echando humo.
Jacob se carcajeó, pero yo lo estaba pasando fatal. En ese momento me daban ganas de matar a mi padre. Seguramente, este era su castigo.
- La verdad es que estoy un poco enfadado contigo, Nessie – ahora hablaba serio -. Estaba durmiendo, no tenías que haber hecho eso.
- Lo siento. Yo…
- Me tenías que haber despertado, así no me hubiera perdido la fiesta – me interrumpió, carcajeándose de nuevo.
Le dediqué una cara de odio y apreté los dientes.
Los coches que nos seguían empezaron a tocar el claxon cuando el semáforo se puso en verde y no nos movíamos.
- Creo que esa gente de atrás te agradecería mucho que me soltaras las manos para que pudiera iniciar la marcha de nuevo – me cuchicheó, sarcástico.
Le solté con brusquedad y me crucé de brazos mientras se seguía riendo. Por fin, empezamos a avanzar.
- Eres un idiota – bufé.
- Eres tú la que te morías por acariciarme. Ahora atente a las consecuencias – sonrió satisfecho.
- No te lo tengas tan creído. No eres… - de repente, la imagen de su torso bañado por la luna vino a mi mente -, para… para tanto.
La sonrisa de Jacob se ensanchó.
- Bueno, pero por lo menos, ¿te gustó?
- Para nada – mentí con un tono lo más creíble que pude.
Se rió, mordiéndose el labio y negando con la cabeza.
Seguimos en silencio - para mi alivio -, escuchando la música, y al cabo de un rato estábamos en el aparcamiento del instituto, con el coche estacionado.
Jacob se quedó mirándome.
- ¿Y ahora qué pasa? – pregunté, cansada -. ¿Vas a seguir riéndote de mí?
- No, ya tuve bastante por hoy – me dijo con su sonrisa burlona. Entonces, cambió la cara -. Es que… tengo que reconocer que tu tía la Barbie no te ha dejado mal. Estás muy guapa, la verdad.
- Gracias. Rosalie hace milagros – dije, riéndome, mientras me tocaba el pelo.
- No – me atrapó con sus profundos ojos, esos que ahora me llamaban y me hipnotizaban -, eres preciosa – susurró.
Me acarició la mejilla como la noche anterior, con el dorso de la mano, sólo que, en esta ocasión, sus dedos temblaban levemente, casi con miedo a tocarme. Esta vez, no pude evitar cerrar los ojos cuando me estremecí. Todo el vello de mi cuerpo se puso de punta. Los sentí deslizarse por mi rostro, rozándome el cuello hasta que se perdieron en mi pelo.
Abrí los ojos, todavía alelada. Jacob me sonrió y miró por mi ventanilla.
- Tus amigas te están esperando – anunció, señalándolas con la cabeza.
Me giré hacia atrás y vi a mis nuevas amigas esperándome a unos metros del coche.
- Sí – aún estaba atontada. Me volví hacia Jacob, bajando la vista para no tener que encontrarme con sus ojos otra vez -. Tengo… tengo que irme – cogí la mochila del suelo de mi asiento y salí del coche.
- ¡Hey! – exclamó, estirándose para bajar la ventanilla del copiloto. No me quedó otro remedio que mirarle -. Te vendré a buscar, ¿vale? – me recordó con su sonrisa.
- Vale – y se la devolví.
Sabía que él no se iría hasta que no me viera entrar por la puerta del edificio, así que me fui con mis amigas.
Todas me saludaron efusivamente, excepto Brenda. Ésta tenía la cara desencajada, alicaída, parecía más larga de lo normal. Pensé que igual estaba enferma o algo, así que traté de no agobiarla.
Entramos en el pabellón y las chicas se fueron distribuyendo por el camino en sus diferentes aulas, todas menos Helen y yo, que llegamos juntas a nuestra clase de Trigonometría.
Por supuesto, al pasar por el pasillo de entre los pupitres escuché algún cuchicheo sobre mi casi huída del día anterior en la clase de Historia. Para un oído humano habrían pasado desapercibidos, pero para el mío… Cuando el señor Varner entró por la puerta, se hizo el silencio absoluto.
El profesor se puso a dar clase enseguida. En un abrir y cerrar de ojos, la pizarra estaba llena de triángulos rectángulos, razones trigonométricas y circunferencias con sus radios y radianes. Aunque tomé algún apunte, me aburría mucho, puesto que ya me lo sabía, sin embargo, Helen no paraba de tomar notas, su bolígrafo iba a ponerse a soltar chispas de un momento a otro.
Mientras fingía apuntar en mi cuaderno, me sumí en mis pensamientos. Con tanto seno y coseno, la imagen de Jake tumbado sobre mi cama, semidesnudo, a la luz de la luna, vino a mi mente irremediablemente. Una curva tonta empezaba a elevarme el labio. Me espabilé a mí misma e intenté prestar atención a la lección. Miré a Helen. Seguía concentradísima en los triángulos, al igual que el resto de la clase. Me puse a copiar lo que había escrito de nuevo el señor Varner.
Las otras clases fueron más amenas. En Gimnasia lo pasé muy bien, aunque me tuve que controlar al lanzar el balón medicinal. Si lo lanzara con todas mis fuerzas, como me decía el profesor, hubiera salido como un torpedo a través de la pared del gimnasio. Y encima era el de tres kilos. Me limité a imitar lo mejor que pude las débiles fuerzas de mis compañeras.
En Historia la señora Smith me sacó a la pizarra para que le hiciera los esquemas del tiempo. Parecía una especie de venganza por haberle mentido el día anterior. Mientras hacía una línea temporal casi perfecta, volví a escuchar los cuchicheos de algunos de mis compañeros.
Por fin llegó la hora del almuerzo. Helen y yo habíamos quedado con el resto de las chicas en la misma mesa del día anterior, al parecer, siempre se sentaban ahí.
- ¡Madre mía! – exclamó Helen -. ¡Menuda clase te ha dado la señora Smith! Se ha pasado un poco, ¿no?
- Ya ves – contesté, comiéndome una patata.
- ¿Qué pasó? – preguntaron las gemelas a la vez.
- Ayer Nessie tuvo que salir a hacer una llamada urgente en mitad de la clase y a la señora Smith le ha sentado fatal. Ya sabéis cómo es esa mujer. Piensa que le ha mentido.
- Me ha tenido toda la clase en la pizarra dibujando esquemitas – recalqué la última palabra con rabia.
Las gemelas se rieron al unísono. Hasta sus risas iban acompasadas.
- Sí, no le gustan nada esas cosas – dijo Alison.
- Siempre piensa que se están riendo de ella – siguió Jennifer.
Se hizo un pequeño silencio que aprovechamos todas para meternos algo en la boca. Todas excepto Brenda, que pinchaba su ensalada con el tenedor una y otra vez, con el mismo rostro de primera hora de la mañana. Me daba un poco de pena, porque ninguna parecía hacerle caso.
- ¿Qué te pasa, Brenda? – le pregunté -. ¿No te encuentras bien?
Ésta me contestó cabizbaja.
- No, no es eso. Es que estoy tan avergonzada por mi comportamiento de ayer al salir de clase…
Bueno, por lo menos, lo reconocía. Tal vez la había juzgado mal.
- Nosotras también – agregó Helen -. No sabíamos que el chico de la moto era tu novio, perdona.
¿Novio? ¿Cómo iba Jacob a ser mi novio?
- No, no es mi novio, es mi mejor… amigo – antes de pronunciar la última palabra, ya me estaba arrepintiendo de haberla dicho.
Conforme iba diciendo la frase, el rostro de Brenda cambiaba radicalmente. Iba cogiendo color hasta que se le iluminaron los ojos, que ahora le brillaban otra vez descarados.
- Oh, perdona. Nos dio la sensación…
- Entonces, ¿está libre? – interrumpió Brenda a Helen -. Quiero decir, ¿sale con alguien?
¿Salir… con alguien? Bueno, aunque siempre estábamos juntos, no era salir en ese sentido ni nada, pero... Aquí faltaba algo. Empecé a sentirme rara, como cuando se te olvida una cosa y no te acuerdas de qué es.
- Pues… no – mascullé.
- ¿Cómo se llama? – siguió preguntando descaradamente.
Pestañeé, confusa. No encontraba lo que se me había olvidado.
- ¿Eh? – todas me miraron expectantes -. Jacob – contesté al fin.
- Jacob – se quedó pensativa un segundo -. Es un nombre precioso, le pega.
Pues qué mal le quedaba a ella tan sólo el pronunciarlo. Se rió con una risa tonta mientras mordía el tenedor. No me había equivocado con Brenda para nada.
- Nos lo tienes que presentar – al igual que el día anterior, advertí que para ella ese nos significaba un me.
- ¡Sí, hoy mismo! – exclamaron Jennifer y Alison al unísono.
- Le hemos oído decir que te viene a buscar, así que no tiene escapatoria – dijo Helen, guiñándole el ojo a las gemelas.
Genial, ahora también las otras tres.
- Bueno, no creo que sea buena idea…
- ¡Por favor! – exclamaron las cuatro, interrumpiéndome.
No iba a tener más remedio que presentarles a Jacob. Mi Jacob, dijo una voz para mis adentros tan bajita y tímida, que casi no la oí.
- Está bien – suspiré -. Os lo presentaré al salir de clase.
- ¡Gracias! – Brenda me dio un beso, que luego me limpié, y se puso a dar palmitas toda emocionada; lo estaba tanto, que ni siquiera se percató de mi temperatura.
Las otras tres también se rieron con el mismo entusiasmo y yo intenté concentrarme en acabar mi comida.
El final de las clases llegó antes de lo que a mí me hubiera gustado. Sin apenas darme cuenta, ya las tenía a todas en el pasillo arrastrándome hacia la puerta. Iban tan rápido, que si no fuese por su olor, hasta hubiera dudado de que eran humanas.
En el exterior, el ambiente era templado y una llovizna casi invisible caía del cielo como si de una cortina se tratase. Sin llegar a salir del pasillo, ya me llegó el efluvio de Jacob.
Éste se apoyaba en su Golf rojo, con las manos en los bolsillos del pantalón y con su sonrisa de siempre puesta. Por lo que vi, ya había arreglado el abollón del capó. Vestía una camiseta negra sin mangas y unos vaqueros cortos, y en cuanto mis amigas lo vieron, empezaron a babear de nuevo. ¿Por qué se había tenido que poner esa camiseta?
A medida que nos acercábamos hacia Jake, mis amigas aminoraron la marcha, tímidas. Salvo Brenda, cómo no. Ésta se acercó rauda y veloz para colocarse frente a él.
Apreté los dientes y el paso, obligando al resto a seguirme casi corriendo.
- Hola, me llamo Brenda – se presentó, comiéndole con la mirada.
- Jacob – dijo él, sonriendo y saludando con la cabeza.
Brenda parecía deslumbrada por sus blancos dientes al verlos tan de cerca.
Pero esa preciosa sonrisa se ensanchó nada más ver que yo ya había llegado. Brenda tuvo que recular cuando Jacob estiró su brazo con el fin de atraerme hacia él para abrazarme. Me reí con malicia en mi fuero interno. Le cogí de la mano y empecé con las presentaciones. Ninguna, incluida Brenda, pudo evitar fijarse en nuestro amarre, aunque los cuatro pares de ojos enseguida volvieron a clavarse en Jake.
- Bueno, os voy a presentar – empecé a señalarlas con la mano, con desgana -. Jacob, estas son Jennifer, Alison, Helen y…, bueno, a Brenda ya la conoces. Chicas, este es Jacob.
Mi Jacob, volví a oír muy bajito en mi cabeza.
- Hola, ¿cómo estáis? – saludó él.
- ¡Cómo estás tú! – le cuchicheó Brenda a Helen al oído.
¡¿Sería…?! Si yo lo había escuchado, seguro que Jake también. Le estaba empezando a coger verdadera manía a esta chica, y eso que sólo la conocía de dos días.
El resto de mis amigas se habían quedado mudas. Helen se sacudió la cabeza y carraspeó.
- Hola. Nessie nos ha hablado mucho de ti y teníamos ganas de conocerte – dijo tímidamente.
¡Menuda mentirosa! Todo valía para entablar conversación, ¿no?
- ¿Ah, sí? – Jake sonrió aún más -. ¿Y qué es lo que os ha contado?
- Nada – interrumpí -. Que me venías a buscar y todo eso.
- No quería presentarte – le soltó Brenda a la cara.
- ¿No? – el rostro de Jacob se puso un poco más serio mientras giraba la cabeza para mirarme.
Me encogí de hombros con una sonrisa tonta. Fue lo único que se me ocurrió hacer. ¿Cómo le iba a explicar que no quería presentarle porque… porque…? De pronto, el entendimiento barrió mi cerebro como un huracán. Porque estaba… ¿celosa? Celosa, me repetí, asombrada. Me miré a mí misma. Me fijé en cómo mi mano se había aferrado a la suya. La sujetaba con fuerza, casi con autoridad.
- Me parece que tu mejor amiga – matizó Helen con intención -, tiene miedo a que le quiten el puesto y está un poco celosa – volvió a apuntillar, mirándome con cara de saber más que yo.
Me cambió el color del semblante en cuanto escuché la palabra en los labios de mi compañera. Brenda le clavaba la mirada con los ojos a punto de cerrarse y la boca y el ceño fruncidos, mientras negaba con la cabeza.
- ¿Estas celosa? – me preguntó él con su media sonrisa.
- Por supuesto que no – mentí. Le solté la mano bruscamente y me volví hacia mis amigas -. Ya os he dicho que sólo somos amigos, nada más.
Jacob giró el rostro hacia el otro lado, así que no pude vérselo. Murmuró algo que no fui capaz de entender bien.
- Hoy es jueves y trabajo esta noche, si te apuntas a tomar algo, te invito – le propuso Brenda, guiñándole el ojo.
¡Esto era el colmo! Mis dientes rechinaron y la cara se me encendió, aunque no de vergüenza precisamente.
- Ah, ¿y dónde trabajas? – le preguntó Jacob con un tono que no me gustó nada.
- Soy camarera en el Ocean – contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja.
Genial. El Ocean era el club de moda de Forks, bueno, de hecho era el único que había en todo el pueblo, y ella trabajaba allí de camarera. Alice me había hablado de él. Podía imaginármela súper sexy detrás de la barra, con todos los chicos amontonados, esperando a que les sirviera la copa.
- Bueno, no sé – Jake me miró para estudiar mi reacción y se mordió el labio, sonriente. Intenté fingir indiferencia, pero me salió un cruce de brazos, con los dientes apretados -. La verdad es que no suelo salir nunca, pero ya veré.
- ¿Nos podemos ir ya, Jake? – le pedí, enfadada.
- Si no puedes venir hoy, también trabajo los viernes – siguió Brenda.
- Ya veré – repitió él.
Mi cabeza empezó a llenarse de insultos innombrables en honor a esa arpía. Estaba apunto de estallar, como no nos marcháramos de allí.
- Jacob, quiero irme a casa – le apercibí, echando fuego por las pupilas.
- Sí, vamos – dijo por fin -. Bueno, chicas, adiós.
- Hasta luego. Ha sido un placer – contestó Brenda.
Las demás se despidieron con la mano. No habían prestado atención a nada de la conversación, con Jake, ya debían de tener bastante.
El viaje de vuelta fue silencioso, ni siquiera me apetecía poner música, y él tampoco habló. Parecía preocupado y pensativo, como la noche anterior de camino a mi habitación. Al verle así, se me pasó todo el cabreo.
Aparcó el coche delante de la casa, como solía hacer, y cuando abrí la puerta para salir, se incorporó sobre mí para cerrármela.
- Espera.
- ¿Qué pasa?
Se sentó de nuevo en su asiento, con las manos y la mirada aferradas en el volante.
- Tengo… tengo que decirte algo - su voz y su rostro denotaban nerviosismo, y me pareció que un ligero sonrojo coloreaba sus mejillas. De pronto, empezó a reírse, levantando la vista hacia el techo -. Dios, no pensé que esto fuera tan difícil – masculló.
- ¿El qué? – pregunté, confundida.
Se hizo un silencio. Respiró hondo y giró el rostro para clavar sus pupilas llenas de determinación en mí. Su mirada era tan penetrante, que, sin querer, mi corazón empezó a acelerarse.
- Nessie, estoy…
Alguien picó en el cristal de la luna trasera y le interrumpió. Jacob puso los ojos en blanco, resopló y volvió la cara hacia su ventanilla. Miré hacia allí para ver quién era, pero el repiqueteo se oyó en la mía.
Al darme la vuelta, la vi y bajé el cristal.
- Hola, mamá.
-¿Qué hacéis? – preguntó con una sonrisa.
- No estábamos haciendo nada malo, si es lo que quieres saber – le contestó Jake, enfadado.
- Sólo he venido a saludar – le replicó mi madre -. Luego podéis seguir a lo vuestro. ¿O es que he interrumpido algo?
- Pues mira, sí – le espetó Jacob con cara de malas pulgas.
Mamá arrugó las cejas de su cara nívea y perfecta, pero su enojo iba dirigido solamente a Jacob.
- Ya me voy, tranquilo.
- Demasiado tarde – gruñó él. Hizo una pausa y suspiró -. De todos modos, ahora tengo que entrar para hablar con Carlisle.
- ¿Con Carlisle? – preguntó ella.
- Sí, esta mañana hemos encontrado un rastro extraño en el bosque.
- ¿Un rastro extraño? No me habías dicho nada – le eché un poco en cara.
- No me dio tiempo – Jake miraba otra vez a mi madre con cara de pocos amigos.
- ¿De quién? - siguió ésta, haciendo caso omiso.
- No lo sabemos. Nunca habíamos encontrado una peste como esa, y mira que la vuestra es insoportable - mi madre puso los ojos en blanco -. Por eso tengo que hablar con Carlisle. Puede que él lo sepa.
Jacob salió del coche y yo hice lo mismo. Corrí a su lado y él me pasó el brazo por el hombro. Cuando nos disponíamos a subir las escaleras del porche, mi madre me llamó.
- Renesmee, ¿vienes a dar un paseo conmigo?
Jake y yo nos miramos extrañados.
- ¿No quieres entrar para ver de qué va todo esto? – le pregunté.
- No importa, tu padre me lo contará después. Ahora me apetece pasar un rato contigo.
Me acordé de lo triste que había estado esa mañana y no me pude negar.
- Luego te veo, ¿vale? – le dije a Jake.
- Te espero en nuestro tronco.
- Más te vale contármelo todo después – le regañé en broma.
- Descuida.
Me aparté de él y me fui con mi madre.
- De acuerdo. Vamos a dar un paseo – acepté, cogiéndola del brazo.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!


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2 comentarios:

  1. awwww :3 como me reii cuando nessie se pusoo celosaa me gusto muchoo :D°

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  2. **Lindo como siempre, porfis scribi mas d jake ii nessie**

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