Concurso de Fanfics

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El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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lunes, 18 de abril de 2011

DONACIÓN [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE






Cuando me giré y lo vi de cerca, mi corazón consiguió latir a trompicones muy lentos y torpes. Eso hizo que pudiera moverme y caminar hacia él.
Por supuesto, enseguida notó que me pasaba algo y se acercó a mí corriendo. En cuanto llegó, impulsé mis brazos para rodear su cuello con mis pocas fuerzas y me sostuve en su cuerpo. Ya era feliz.
- ¡Nessie, ¿qué te ha pasado?! – exclamó, apartándome la cara de su pecho y sujetándomela entre sus suaves palmas para mirármela -. Mierda, tus ojos… Y estás helada – murmuró, alarmado, con las pupilas llenas de preocupación y ansiedad.
- Jake… - susurré a duras penas mientras me acariciaba el rostro impacientemente con sus cálidas manos y me metía el pelo detrás de las orejas; ahora su tacto era más tórrido que nunca.
- Tu propio olor es diferente, pero… - de repente, se quedó paralizado. Frunció el ceño y empezó a mascullar con furia creciente -, este otro efluvio… ¡es de esa cosa! ¡¿Te ha hecho algo?! – escupió, apretando la dentadura, a la vez que el calor le subía como un rayo por la espalda mientras estudiaba mi rostro.
Entonces, bajó la mirada y se fijó en mi blusa. Su mandíbula se cerró audiblemente y sus dientes rechinaron cuando comprendió el significado de mis botones arrancados. Su semblante cambió y pasó de la furia a la ira incontrolada en una fracción de segundo. Pude notar cómo su cuerpo se erguía para mirar al horizonte y empezaba a temblar, desprendiendo fuego por todos sus costados. Su respiración se aceleró cada vez más hasta volverse en amenazantes gruñidos y sus ojos negros se llenaron de odio y agresividad, clamando venganza.
Sin embargo, antes de que le diera tiempo a levantar un pie para ejecutarla, mis piernas cedieron y se doblaron. Jacob me sujetó por la cintura, me alzó y me apoyó en su cuerpo, sosteniendo de nuevo mi cara entre sus manos.
- ¡Nessie! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Qué te ha hecho?! – exclamó, alarmado y angustiado, mezclado con la furia que aún había en su mirada.
Los ojos se me cerraban y apenas podía respirar, podía oír los silbidos de mis bronquios cuando intentaban coger oxígeno.
- No… no ha podido… tocarme – murmuré a duras penas entre la fatiga -. Me… transformé… en vampiro… y pude… escapar – cogí aire y descansé un par de segundos para seguir hablando -. Pero ahora… mi cuerpo… consume… mi sangre…, como… hice… con mamá – pude abrir mis párpados y las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando por fín observé mis adorados ojos negros, que me miraban desesperados. Arrastré mi mano de su nuca a su rostro para tocarlo -. Jake…, mi corazón… está… dejando… de latir… Me… estoy… muriendo - jadeé, aproximando mi rostro al suyo para besarle.
- ¡No! ¡No lo permitiré! – murmuró con rabia contenida. Deslizó sus manos hacia mi nuca, entre mi pelo, y acercó sus ardientes labios a los míos -. Yo también me niego a perderte, ¿me oyes? – me susurró -. Te quiero.
Sus palabras se clavaron en mi alma en el mismo momento en que mi organismo empezó a desvanecerse, y no me dio tiempo a contestarle; me escurrí y no pude llegar a su boca para cumplir mi último deseo.
- Sé feliz por mí – fue lo único que conseguí exhalar con un hilo de voz mientras caía.
- ¡NO! – gritó, tomándome en brazos.
Echó a correr a toda velocidad, con mi cuerpo ya casi inconsciente colgando. Me levantó un poco para arrimarme a él y mi cabeza cayó sobre su hombro. Me la sujetó, poniéndome la mano en la mejilla, y aceleró. Su cuerpo caliente y cómodo me reconfortó, podía morirme allí y sería muy dulce.
Pero Jacob era muy rápido. Al cabo de un minuto, estábamos en el bosque que había cerca del instituto, podía oler la tierra húmeda y la vegetación mojada. Se adentró otro poco y me dejó con sumo cuidado en el suelo, sentada, con la espalda y la cabeza descansando en un árbol.
Se quitó la camiseta y se alejó veloz entre los grandes pinos y abetos.
- Jake… - le llamé sin apenas voz.
Me quedé sola en el bosque, acompañada solamente por los sonidos típicos de la naturaleza en la noche. Mi corazón apenas latía ya, mi cuerpo no podía moverse y estaba congelado, temblaba, tenía muchísimo frío. Mis ojos se cerraban, rindiéndose a lo inevitable.
Un ruido de pisadas hizo que mis párpados se levantaran. Era Jacob en su forma lobuna. Corría de aquí para allá a toda velocidad, buscando algo con su nariz. Se paraba a rastrear y después sólo se veía un borrón marrón bermejo que se alejaba como una exhalación. Cuando volvió a aparecer ante mi vista, le llamé de nuevo.
- Jake…
Levantó del terreno su enorme cabeza y se acercó a mí, raudo. Me acarició la cara con su hocico y me dio varios lametones.
- Quédate… conmigo… hasta… el final – jadeé, afónica.
Me lamió y me frotó con su cabeza, emitiendo unos profundos y agudos gimoteos. Sus expresivos y llorosos ojos negros se clavaron en los míos y me observaron durante un rato, angustiados. Quería acariciarle, pero no tenía fuerzas para levantar la mano.
De pronto, su expresión cambió. Se incorporó y se puso a dar vueltas, nervioso, con la mirada en el suelo, moviendo la cola con ansiedad. Se paró frente a mí para mirarme de nuevo y dio un pisotón en el suelo con su inmensa zarpa para girarse y adentrarse una vez más entre los árboles a la velocidad del viento.
- Jake… - sollocé al ver que se había ido.
En unos segundos, se presentó ante mí a dos piernas. Se sentó a mi lado, giró el torso para agarrarme de la cintura y pasó mi pierna por encima suyo para ponerme de frente, sobre él. Estaba tan débil, que parecía una muñeca de trapo. Tuvo que sostenerme la cara con sus manos para que pudiera mantenerla erguida.
- Vale, esto es lo que vamos a hacer – me habló con decisión, mirándome a los ojos fijamente -. Vas a chupar mi sangre.
Me quedé más helada de lo que estaba.
- ¿Qué…?
- Tu organismo está absorbiendo su propia sangre porque tu lado vampiro la necesita. Lo veo en tus ojos, son rojo escarlata. Tienes que tomar sangre para que tu cuerpo no tenga que hacer eso. Pues bien, vas a beber de la mía.
- No, Jake… - mis ojos volvieron a cerrarse.
- Mírame – me ordenó, meneando mi cara. Así lo hice -. No hay tiempo, Nessie – acarició mi rostro con vehemencia -. Ya he buscado presas, pero de noche es muy difícil encontrarlas, lo sabes. Necesitarías un animal considerable, y lo único que encuentro son alimañas y animales nocturnos. Yo estoy aquí, soy grande y fuerte, y mi condición de metamorfo me permitirá recuperarme pronto. Puedes sacarme un par de litros tranquilamente, con eso será suficiente para que te recuperes y pueda llevarte a casa. Allí Carlisle te dará más sangre.
- Pero… si empiezo…, no… no podré… parar… - musité casi sin aire, asustada -. Nunca… he tomado… sangre… humana… así de… fresca...
- Bueno, la mía es un poco animal – bromeó, en un intento de relajarme. Al ver que no surtía efecto, pegó su frente a la mía y me habló con un susurro, clavándome sus intensas pupilas con determinación -. Sé que puedes hacerlo. Confío en ti.
Mi corazón quería latir con fuerza al tenerlas tan cerca, lo intentó, pero no pudo.
- Si… te muerdo…
- No pasará nada, tú no eres venenosa. De lo único que tienes que preocuparte es de no abrirme la yugular del todo y de parar a tiempo. - ¿y le parecía poco? Mis manos empezaron a temblar y me acarició la cara otra vez -. Te he visto atacar desde que eres pequeña, sé que puedes ser muy cuidadosa y precisa, yo te lo he enseñado. Luego la tendrás que tapar con los dedos para que no salga la sangre a borbotones y pueda curarse pronto. Con que la tapes un minuto, servirá. Pero recuérdalo bien, la herida no se cerrará si es un torrente continuo y me moriré desangrado.
Con tanto rajar, borbotón y torrente mi instinto de vampiro se despertó de su agonía y empecé a oler su sangre.
- No puedo… No puedo… hacerlo, ni… beber… tu… sangre – sólo con decirlo, ya se me hacía la boca agua. Podía escuchar el potente latido en su cuello, pero la idea de tomar el plasma de Jacob me asustaba, olía demasiado bien. Demasiado -. No… estaría… bien – resollé ya con ansia.
- Sí, sí que puedes. Tómatelo como una donación de sangre para una transfusión - Jacob observó mis ojos sedientos y acercó del todo mi rostro al suyo para susurrarme en los labios con seducción -. Vamos, nena. Seguro que mi sangre es muy caliente y apetitosa.
Con un jadeo salvaje, me lancé a su cuello, haciendo que su cabeza chocara contra el tronco. Le hice una pequeña muesca en la yugular con mi colmillo y le clavé los dientes alrededor de la herida para fijarme y empezar a succionar. Jacob apretó la mandíbula y se retorció un poco, agarrándose a las raíces del árbol con tensión; emitió un gemido sordo, pero no se movió ni se quejó más.
Empecé a beber su sangre en sonoros tragos, estaba muy, muy caliente y extremadamente deliciosa, era lo mejor que había tomado en mi vida. Tan pronto como me llegó al estómago, éste empezó a absorberla y su vida se mezcló con mi escasa sangre. Todo mi cuerpo se revitalizó al instante y sentí cómo cada célula de mi cuerpo se volvía vigorosa y fuerte. Me arrimé todo lo que pude a él para sorber más, aferrando sus hombros con mis manos para que no se moviera ni un centímetro. La energía me subió como un chute de adrenalina y la excitación que su sangre me producía me dominó, su sangre me volvía loca. Mis vísceras y mi propio plasma, mezclado con el suyo, ardían, de lo hirviente que estaba su líquido; todo mi organismo entró en calor, noté cómo mi corazón renacía, latiendo con vigor y potencia, y cómo mis músculos se volvían blandos y carnosos, medio humanos.
- Nessie…, me estoy… mareando… - murmuró sin apenas voz.
Pero yo no podía parar, aún no. Tenía que tomar un poco más, lo necesitaba como un drogadicto necesita su dosis. Tomé unos cuantos tragos más…
… hasta que sus manos dejaron de sujetarse a las raíces y su cabeza cayó sobre mi clavícula.
Entonces, un chispazo de discernimiento emergió en mi cerebro humano; recordé que era mi Jacob al que le estaba quitando la vida y me aparté de su cuello urgentemente.
- ¡Jake! – chillé, angustiada, a la vez que un chorro de sangre salía disparado hacia mi blusa, poniéndomela perdida.
Me apresuré a taparle la yugular con los dedos, presionando la raja bien para que no se escapara ni una gota de sangre más.
Un minuto, un minuto, me indiqué nerviosamente a mí misma en mi mente.
Le levanté la cabeza con la otra mano y se la sostuve contra el árbol.
- Jake, por favor… - supliqué entre lágrimas mientras le acariciaba la frente y la sien.
Me cercioré de que había pasado más de un minuto y retiré mis dedos con mucha prudencia, por si acaso la herida no se había curado del todo. Cual fue mi sorpresa cuando vi que sólo tenía una pequeña cicatriz rosada, incluso mi mordisco casi había desaparecido. El corte se había cerrado completamente.
- ¡Jake! ¡Jake! - le imploré, llorando, acariciando su rostro ansiosamente con las dos manos -. ¡Aguanta! ¡No me dejes, por favor!
Su cuerpo yacía en la tierra sin un atisbo de vida y su rostro estaba completamente pálido y manchado por la sangre que había en mis manos. Me eché sobre su pecho desnudo a llorar desconsoladamente, rezando para que no fuera demasiado tarde.
- Tengo… que… comer algo – balbuceó casi mudo.
Levanté la cabeza súbitamente, con el corazón latiéndome, por fin, a mil por hora.
- ¡Jake! – me arrojé a su cuello, pero esta vez para abrazarle.
Rodeó mi espalda con sus debilitados brazos.
Me separé y le toqué la cara con inquietud, atestiguando que estaba bien de verdad; ya tenía algo de color.
- Lo conseguiste, pequeña – susurró apenas, sonriendo con una frágil sonrisa torcida.
- No. Lo conseguimos – le corregí, correspondiéndole la sonrisa y pegando mi frente a la suya.
- Sí – aceptó.
Abrí mi blusa de un tirón y me la quité para limpiarle la cara con la parte de tela que estaba limpia, quedándome en sujetador.
- Guau – quiso exclamar, aunque sólo le salió un murmullo sin brío.
- Cállate – murmuré, escapándoseme una sonrisilla.
Mientras le limpiaba el rostro, me repasó de arriba a abajo y después se quedó mirándome a los ojos, maravillado.
- Eres tan preciosa… – susurró a duras penas.
- Shhhh, no hables – le contesté en voz baja.
Seguí frotando su cara ansiosamente durante un buen rato, aunque ya estaba limpia, como si borrando su inexistente sangre también fuera a eximirme de mi culpa. Tenía un enorme nudo en la garganta que no se iba, casi había matado lo que más me importaba del mundo. Después de observarme otro poco, me sujetó la muñeca y me quitó la blusa de la mano para que dejara de limpiarle. Tiró suavemente hacia él y mi pecho se unió al suyo, fundiéndonos en un abrazo. Notar su tórrida y sedosa piel pegada a la mía me estremeció e hizo revivir a todas mis mariposas y mis taquicardias. El nudo saltó y se escaparon las lágrimas que había intentado contener delante de Jacob; las descargué sobre su hombro y él apretó frágilmente su abrazo. Nos quedamos así unos minutos, en silencio, sintiendo el pálpito de nuestros corazones en nuestros pechos y escuchando los sonidos del bosque nocturno.
- Lo siento – sollocé cuando ya fui capaz de hablar.
- Lo has hecho muy bien – murmuró.
Me despegué para mirarle.
- Pero si casi te mato – me lamenté.
- La verdad es que casi me dejas seco – intentó bromear con entusiasmo, pero se quedó a las puertas -. Te dije un par de litros y tomaste mil por lo menos.
No pude evitar sucumbir a su gran esfuerzo de quitarle hierro al asunto.
- Tengo que reconocer que tu sangre me vuelve loca – admití con una sonrisa.
- Eso ya lo sé. Todo yo te vuelvo loca – sonrió como pudo.
Pues sí, pero eso no tenía pensado reconocérselo.
- De momento, sólo tu sangre – entonces, mi rostro cambió y se puso serio -. Te has arriesgado demasiado.
- Paraste a tiempo y tú estás bien, que es lo que realmente importa – afirmó con un murmullo, acariciando mi mejilla con el dorso de su mano -. Además, yo confiaba en ti, sabía que lo conseguirías.
Me eché sobre su hombro y le abracé de nuevo, se estaba tan bien ahí.
- ¿Te das cuenta de que me has salvado la vida? – musité.
- Bueno, tú salvaste la mía – me respondió con un susurro.
- ¿Yo? ¿Cuándo? – quise saber, extrañada.
- Cuando me imprimé de ti – confesó -. Tú eres mi ángel.
Mi garganta se vio bloqueada por un instante.
- Y tú el mío – murmuré finalmente, apretando mi abrazo -. Siempre has sido mi ángel de la guarda.
Sus brazos me estrecharon aún más y estuvimos así otros pocos minutos, sin hablar.
- ¿Ves cómo estás más cómoda así? – espetó de repente.
- ¿Así? – me separé para mirarle sin comprender.
- Sentada como las niñas grandes – me contestó, mordiéndose el labio, sonriente.
Me fijé en nuestra postura. Yo estaba despatarrada sobre Jacob, en sujetador, rodeándole el cuello con mis brazos frente a su pecho desnudo mientras él me sujetaba por la cintura. Mi nueva sangre se me subió de golpe a la cara.
- Ya veo que te has recuperado del todo – le reproché, poniéndome de pie al instante.
- Todavía estoy un poco mareado – alegó, quejumbroso.
- ¿Puedes levantarte? – le pregunté, preocupada, agachándome en cuclillas.
- Sí, creo. Pero necesito comer algo para recuperarme.
- Hay una hamburguesería por aquí cerca – recordé -, podemos ir ahí.
Se quedó mirándome y me echó otro repaso.
- Será mejor que te limpies – me señaló el pecho con el dedo y me miré sorprendida. Yo también tenía algo de sangre que había traspasado la tela -. Luego puedes ponerte mi camiseta.
Agarré mi blusa y me limpié a fondo. Si entraba en mi casa llena de vampiros con la sangre de Jacob… Me froté bien hasta que me cercioré de que no quedaba ni un rastro y recogí su camiseta del suelo.
- ¿Puedes traerme las deportivas? – me pidió mientras me la estaba poniendo -. Están detrás de aquel abeto de allí.
- Claro.
Me dirigí a ese sitio y las vi tiradas en la tierra. Se las cogí y me acerqué a él para ponérselas.
Le ayudé a levantarse, poniendo su brazo por encima de mis hombros, y él se apoyó en el tronco para no caerse. Aún así, se tambaleó y no me dio tiempo a sujetarle. Se echó encima de mí, estampándome en el árbol que tenía detrás.
- Lo siento, ¿te he hecho daño? – me preguntó, alarmado, separándose un poco de mí para mirarme.
Si supiera que en ese momento estaba en el cielo… Tuve que obligarme a respirar.
- No…, no te preocupes – sólo me salió un susurro.
Asintió y se despegó de mí para iniciar la marcha de nuevo. Volví a poner su brazo sobre mis hombros y empezamos a andar. Parecía que estuviera sosteniendo a un borracho, no tenía fuerzas ni para aguantarse en pie. Caminábamos haciendo eses por el bosque, hasta que finalmente vimos la carretera.
- Espérame aquí – le dije, asistiéndole mientras se sentaba detrás del primer pino del bosque, junto al asfalto. Me quedé de rodillas a su lado -. Voy a por las hamburguesas, ¿cuántas quieres?
- ¿Invitas tú? – me preguntó con una sonrisa.
- Por supuesto. Es lo menos que puedo hacer, ¿no te parece? – le sonreí, acariciándole la cabeza con los dedos -. ¿Cuántas?
- No sé. Diez o así – propuso, encogiéndose de hombros.
- ¡¿Diez?! – exclamé, alucinada.
- Dobles – especificó con otra sonrisa.
Pestañeé, perpleja, aunque no sé de qué me sorprendía, con lo que comía él. Además, con tal de verle esa sonrisa suya para siempre, sería capaz de comprarle la hamburguesería entera, si quisiera.
- De acuerdo, diez hamburguesas dobles – le di un beso en la frente y me levanté.
- No tardes, ya te echo de menos – me dijo cuando estaba caminando hacia la carretera.
- Vuelvo enseguida – le calmé, satisfecha de que ya me echara en falta.
- Sí, por favor. Estoy muerto de hambre – me contestó a mis espaldas.
Genial. O sea, que era sólo por las hamburguesas. Resoplé para mis adentros, un poco desilusionada. Aunque también entendía que tuviera hambre, con la donación que me había hecho…
Crucé la calle y entré en el establecimiento. Nada más entrar, la gente ya se me quedó mirando. La camiseta de Jacob me quedaba muy grande, tenía los pantalones manchados de tierra y estaba despeinada. A saber lo que estaban pensando. Esperé, nerviosa, a que prepararan mi enorme pedido, no quería dejar a Jake tanto tiempo solo. Por fin, me lo entregaron, pagué y me fui por piernas de allí.
Cuando llegué junto a él, tenía los ojos cerrados y me asusté. Tiré la bolsa al suelo y me arrodillé a su lado otra vez.
- ¡Jake! ¡Jake! – voceé, dándole palmadas en la cara para que se despertara.
Abrió los párpados poco a poco y me miró con los ojos apagados. Respiré aliviada.
- Tengo mucho sueño y estoy muy cansado – balbuceó casi sin aliento.
Cogí la bolsa, saqué una hamburguesa y le quité el papel que la envolvía.
- Toma, come – se la arrimé a la boca, sujetándola con las dos manos para que no se me desparramase ni un trozo de lechuga.
El pobre no tenía fuerzas ni para cogerla por sí solo, tenía los brazos extendidos sobre sus piernas como si no tuvieran vida. Le dio un gran mordisco y apenas lo masticó, lo tragó casi entero.
- Eres una buena enfermera – murmuró con un amago de sonrisa, mirándome atontado.
- Antes me diste de comer tú y ahora te doy de comer yo – le susurré -, así que come y calla.
Se rió sin fuerzas y le dio otro mordisco a la comida.
En unos segundos, se la terminó de cuatro mordidas, así que le saqué otra, con la que hizo exactamente lo mismo. A la cuarta hamburguesa, ya levantó los brazos para sujetarla él mismo.
Me senté a su lado, más tranquila, y le observé mientras comía una tras otra. Ya no tenía ni una señal de cicatriz, pero verle en esa situación por mi culpa me dolía como si me clavaran un cuchillo en el corazón y le dieran vueltas.
- ¿Te hice daño? – le pregunté con un hilo de voz, avergonzada.
- Bueno, no es agradable, la verdad – me contestó, ya más reanimado. Se metió otro trozo de hamburguesa y lo tragó, masticándolo muy poco -. El mordisco duele lo suyo, pero lo que más cosa da es la succión, me dejaste el cuello machacado – le dio un respingo -. ¡Uf! Sólo de acordarme, ya me produce escalofríos y todo – comió otro bocado y siguió hablando -. Y luego está cuando tragabas mi sangre como si fuera agua, menos mal que tengo un buen estómago – paró de comer para mirarme -. Después, me llegó tu olor de siempre y ya no me importó nada, fue entonces cuando me desmayé – se encogió de hombros como si fuera lo más normal del mundo y abrió la novena hamburguesa -. ¿Quieres? – me ofreció.
Mi cuerpo vibró de felicidad cuando le vi tan recuperado, casi parecía que me habían invadido unos fuegos artificiales. La comida había funcionado.
- No, gracias. Estoy llena – bromeé, palmeando mi barriga.
- No me extraña – contestó, dándole un bocado a su comida.
- Es que estás muy rico, bueno, quiero decir, que sabes muy    bien – admití con una sonrisa, siguiendo la broma.
- No disimules – se rió, esta vez con más brío -. Tú lo acabas de decir, estoy muy rico. Lo has dicho, ¿no?
- Sí – asentí con una risilla.
- ¿Ves? – mordió otro trozo y se lo tragó -. Te gusto más de lo que crees – afirmó, mirándome con una gran sonrisa -. Estás loca por mí, lo sé.
- Cállate y come – le empujé la cara con la mano mientras yo también me reía.
Se carcajeó con satisfacción y se comió la última hamburguesa de dos mordiscos.
- Qué bien, también me has traído una botella de agua – dijo, sacándola de la bolsa.
La abrió y se bebió la botella entera de dos litros, de unos pocos tragos.
- Hay que ver cómo engulles – me mofé.
- Así, así es como tragabas tú – me contestó, burlándose y gesticulando con la botella.
Me puse de pie para quitársela y le arreé con ella en la cabeza, entre risas. Cuando le iba a dar otro golpe, me sujetó otra vez por la muñeca y tiró de mí de tal manera, que me caí de nuevo espatarrada sobre él. Me arrimó tanto, que nuestras frentes se rozaban; me clavó su intensa mirada de siempre y la botella se me resbaló de la mano. Colocó mis brazos sobre sus hombros y desplazó sus manos hasta mi cintura. Mi corazón ya no podía latir más deprisa, las mariposas aleteaban como locas y las cosquillas ya estaban instaladas en mi muñeca derecha. Empecé a hiperventilar cuando hundió su rostro en mi pecho y lo subió para olerme el cuello. Mi alma entera se estremeció en el momento en que me apartó el pelo y sus calientes labios rozaron mi piel. Sabía que debía pararlo, pero la atracción que sentía por Jacob era tanta o más que la que sentía por su sangre. Una vez que había probado el roce de sus dedos, de sus labios, de su aliento, ya no me podía controlar. Nunca me había imaginado lo mucho que me iba a costar no sucumbir a la tentación, el deseo que sentía por él era demasiado irrefrenable. Yo era una adicta y él era mi dulce y ferviente droga. Una droga imposible de rechazar, porque no podía ni quería hacerlo. Y ese era el problema, que aunque sabía que tenía que dominarme, no quería. Mi cuerpo y mi mente se negaban en rotundo. Todo mi ser se moría por sentir sus tórridas manos, su abrasadora boca y su ardiente piel sobre mi piel. Alcé un poco la barbilla para que pudiera recorrerme el cuello más fácilmente, y así lo hizo, rozando su boca con suavidad, casi como un susurro. Introdujo sus calientes manos por debajo de la camiseta y las deslizó por mi espalda para acariciarla. El aire se me escapó audiblemente de los pulmones y metí mis dedos entre su pelo para acercarle más a mí.
- Me encanta tu olor de siempre – susurró en mi cuello.
Entonces, cuando ya iba a entregarme a mis deseos, levantó el rostro para clavarme su mirada de nuevo.
- Dime la verdad – murmuró con el semblante serio. Me puse  nerviosa, todavía no estaba preparada para darle una respuesta respecto a mis confusos sentimientos. Comencé a arrepentirme y a sentirme culpable por dejar que el ambiente se calentase -. ¿Te tocó? – me preguntó de repente.
Parpadeé, confusa.
- ¿Qué?
- Quiero saber si ese hijo de puta te hizo algo – masculló, apretando los dientes con furia retenida. Sentí sus manos temblando en mi espalda y noté cómo le subía el calor por la columna vertebral -. Porque si a esa cosa se le ocurrió rozarte un solo pelo, le buscaré, le perseguiré y le torturaré arrancándole cada parte de su asqueroso cuerpo para que se lo trague él mismo.
- No, no me tocó – contesté con un susurro.
- Pero lo intentó, ¿no? – farfulló con rabia.
Si le contestaba que sí directamente, sabía que saldría corriendo para ir tras ese monstruo, le conocía demasiado bien. Tenía que suavizarle la verdad.
- Me transformé en vampiro y pude defenderme. Luego, la pulsera estalló a tiempo y conseguí escapar – le contesté con toda la tranquilidad que pude, intentando transmitírsela a él.
- Estalló. ¿Como aquel día con tu madre? – quiso saber.
- Sí, pero esta vez lo hizo mucho más fuerte. Lo lanzó de espaldas y le quemó la cara y todo.
Se quedó un rato pensativo, mirando a un lado con ojos incisivos.
- Bien – asintió finalmente, con un movimiento de cabeza.
De pronto, se enderezó; fue tan repentino y tan rápido, que tuve que sujetarme a su cuello para no caerme hacia atrás.
- Tenemos que irnos – advirtió con gesto grave, rechinando los dientes  -. Viene hacia aquí, puedo olerle.
- ¡¿Viene… hacia aquí?! – mis manos temblorosas se aferraron a él con más fuerza.
- Tranquila. Primero te sacaré de aquí.
Estaba tan asustada, que mis piernas ni siquiera me respondían. Se levantó, sosteniéndome en brazos, y echó a correr hacia el aparcamiento del instituto a toda velocidad mientras yo escondía el rostro en su hombro.
Al minuto, estábamos junto a su moto. Me dejó en el suelo y se montó.
- Vamos, sube.
Extendió su mano y me ayudó a sentarme tras él. Me agarré a su cuerpo lo más fuerte que pude y salimos a toda mecha de allí.
El repugnante olor a amoniaco me llegó enseguida y después escuché los gruñidos a nuestras espaldas. Me negué a mí misma a mirar atrás, ya sabía de sobra que nos intentaría seguir. Hundí mi aterrorizada cara en la espalda de Jacob y éste aceleró. Los bramidos y aullidos se fueron alejando cada vez más, hasta que ya no pude oír ni oler nada.
El trayecto hasta mi casa se me hizo largo, a pesar de la gran velocidad a la que nos desplazábamos. Durante el viaje por el sendero, se escuchó un estruendo que me asustó y me hizo pegar un bote en el asiento. Al llegar por fin, Jacob me tomó en brazos otra vez y me llevó presuroso hasta el interior del edificio.
Le dio una patada a la puerta para abrirla y mi madre vino tras nosotros inmediatamente, pero yo ni siquiera escuché lo que decía.
No levanté el rostro de su cuello hasta que me dejó tendida en el sofá. Mamá se puso delante de él y empezó a tocar mi cara frenéticamente con sus frías manos para verificar mi estado. Estaba angustiada, papá ya le había contado lo que había pasado.
- ¡¿Estás bien?! – me preguntaba, estudiándome con sus ojos dorados, ansiosos y afligidos.
- Sí…
De repente, se escuchó un portazo y mamá y yo nos volvimos a la vez, sobresaltadas, en dirección a la puerta. Miré a mi alrededor, alarmada, y Jacob no estaba. En ese momento, recordé su frase y me di cuenta de su significado: primero te sacaré de aquí. Me había traído a casa para ponerme a salvo y ahora se había ido tras ese monstruo.
- ¡No! ¡Jake! – grité, levantándome para dirigirme a la puerta.
Cuando la abrí y salí al exterior, vi sus pantalones negros y sus deportivas destrozados en el suelo, delante del porche. Mamá me sujetó justo en el momento en que salté para perseguirle.
Intenté zafarme, pero sus pétreos brazos eran demasiado compactos y fuertes para mí. Me abrazó y me eché a llorar en su hombro, atormentada, mientras ella me acariciaba el pelo para tranquilizarme.
- ¡No puede ir! ¡Todavía está débil por salvarme! – sollocé, apretando mi abrazo con rabia.
No dijo nada, me llevó dentro de la casa. Al entrar de nuevo, me di cuenta de que faltaban todos. Giré la cabeza y vi el por qué de ese estruendo que me había asustado de camino. La enorme mesa de cristal estaba hecha pedazos. Mi padre la había destrozado y la había reducido a miles de trocitos de vidrio, seguramente al ver las imágenes grabadas en mi mente de lo que había pasado.
- Tu padre se puso como loco cuando vio lo que te había intentado hacer esa bestia – explicó mamá, aún consternada -. Salió en su busca para matarlo. Emmett, Jasper y Nahuel le siguieron. Alice y Rose están de guardia en el bosque, por si se le ocurriera buscarte por aquí - me quedé muda, mirando espantada a lo que quedaba de la mesa -. Carlisle y Esme se han ido al aeropuerto para ver si pueden conseguir unos billetes a Paris y visitar a su amigo Louis. Carlisle quiere averiguarlo todo sobre los licántropos.
- Pero ahora… - murmuré, taciturna.
- Tranquila, todo va a salir bien – me calmó con voz serena -. Tu padre y tus tíos son fuertes, no podrá con ellos.
Eso lo sabía de sobra, pero a mí quién más me preocupaba era Jacob. Aún no se había recuperado del todo y él se había marchado en solitario. ¿Qué pasaba si se topaba con ese monstruo él solo? ¿Cómo iba a enfrentarse a él? Sabía que no llamaría a ninguno de sus hermanos, porque esto se lo tomaría como algo personal, no querría poner en peligro a nadie más; se guardaría sus pensamientos para que no se enteraran de nada o les daría una orden con su voz de máximo Alfa. Esas horribles pesadillas me vinieron a la cabeza y mis piernas empezaron a temblar. Tuve que apoyarme en la pared cuando sentí en mi estómago el enorme pinchazo.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

4 comentarios:

  1. Aiiiiii... muero, nserio lamento tanto q sta historia no c pueda publicar xq creem c vndria como pan calient, s d lo mjor nvrdad eres de lo mjor Tamara, flicitaciones ii sigue scribiendo asi!!!!
    Kisses

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  2. Increible 10 puntos, re emocionante. Como siempre, genial =)

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  3. esta historia es INCREÍBLE!!! no puedo creer que todavía ni se hayan besado, y todo lo que sienten nos lo transmitís a nosotras , quiero terminarla para leer la continuación ... Besotes

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  4. Owww...... hermoso.
    Llore todo el capitulo

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