Concurso de Fanfics

Hola chico/as!
Les dejo los datos del concurso. Espero que se inscriban.

COMO APUNTARSE:
Envía un correo a: teamnessiejacob@gmail.com.
En asunto deberán de poner: CONCURSO
El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
Estar en recomendaciones
Publicidad en los blogs
Blend al mejor escritor de fics
Banner al mejor escritor
Afiliados
(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
¡ENVIAR TODOS LOS FICS ANTES DEL 20 DE AGOSTO!

Search

Chic@S!!! RECUERDEN QUE PUEDEN MANDARNOS SUS CREACIONES A teamnessiejacob@gmail.com TODO LO QUE NOS ENVÍEN LLEVARA SU NOMBRE!!!
ESTE BLOG ES PARA CONOCER A LOS DEMAS FANS DE RENESMEE Y JACOB

lunes, 8 de agosto de 2011

EN ESTE MUNDO PASAN UNAS COSAS MUY RARAS, EN SERIO [NUEVA ERA]


= PARTE DOS =
PROFECÍA
= JACOB =

No me lo podía creer. ¿Qué era esto? Ahora ni siquiera podía moverse. Mi Nessie, mi ángel, ¿qué demonios le habían hecho?
Intenté incorporarla hacia mí, tirando de sus muñecas, pero era imposible, no se despegaba del saco. Tiré más fuerte, con todas mis fuerzas, sin embargo, lo único que conseguí es que ella llorase más.
- Vale, cielo, vale, no… no nos asustemos – intenté calmarla, enjugando sus lágrimas con mis dedos, aunque yo también estaba algo nervioso –. ¿Esto es… parte del hechizo que te han puesto?
Sus ojos me miraron desesperados y frustrados, porque no podía hablar ni gesticular, no podía ni moverse.
Guay, ¿y ahora qué hacía?
- Vale, preciosa, vamos a hacer una cosa – le propuse, acariciando su rostro sin parar -. Yo te pregunto y tú mueves los párpados para asentir o negar, ¿vale? ¿Puedes… puedes pestañear?
Sus párpados se cerraron una vez y se abrieron para mirarme de nuevo.
Bueno, algo es algo.
- Vale, eso es un sí – entendí -. Para negar, parpadea dos veces, ¿de acuerdo?
Sus ojos se cerraron una vez y se quedaron abiertos, mirándome.
- Bien – cogí aire para tranquilizarme yo un poco y empecé con las preguntas -. ¿Esto es parte de ese hechizo que te han puesto?
Sus párpados bajaron una vez, pero acto seguido lo hicieron dos veces.
- ¿Sí y no? – inquirí, sorprendido -. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Es que han pasado de un hechizo a otro? – se me ocurrió.
Sus largas pestañas bajaron una vez.
- Pero no… no lo entiendo – afirmé, llevando la mano a mi cabeza para rascarme -. Aquí solamente estamos tú y yo, ¿cómo han podido hacer eso?
Me quedé pensando durante un rato, mordiéndome el labio. Sin embargo, no daba con la manera. ¿Cómo se podía pasar de un hechizo a otro si el autor o autores no estaban presentes? A no ser…
- Esos chupasangres no estarán por aquí, ¿no? – me alerté -. No sé, como no se les puede oler, a lo mejor también son capaces de hacerse invisibles o algo.
Pero sus ojos se cerraron dos veces. Eso me tranquilizó un poco, aunque, por otra parte, también me volvía a llenar de incertidumbre, ya que ahora sí que no sabía cómo habían sido capaces de transformar un hechizo en otro.
Genial, esto era un lío. A no ser…
- ¿Es que el hechizo se ha transformado solo?
Sus ojos adquirieron una mota de esperanza mientras se cerraban una sola vez.
Guau, increíble.
- ¿Y qué sería lo que ha hecho que el hechizo pasase a ser otro? – empecé a indagar para mí mismo, mirando hacia abajo, pensativo -. Vamos a ver, estábamos muy bien y, de repente, te quedaste tiesa… – mis ojos se abrieron como platos al darme cuenta de cuándo -. No puede ser… - murmuré -. Fue… fue a partir… Fue cuando te dije que te quería – resolví, mirándola con certidumbre y consternación a la vez -. Te lo dije y a partir de ahí empezaste a reaccionar raro.
Sus ojos me lo confirmaron cuando se cerraron una vez.
- Pero, ¿por qué? – inquirí, confuso -. ¿Y por qué te hará esto? ¿Por qué no podrás moverte? – seguí preguntándome, incorporándome un poco más -. Porque está claro que esto tiene que estar provocado por algo…
Me quedé mudo cuando vi que entonces sus manos y sus piernas podían moverse un poco y que su respiración se agitaba como si hubiera estado oprimida y ahora pudiese inspirar mejor.
Fruncí el ceño, extrañado, empezando a comprender mejor de qué iba este hechizo. No podía creerlo, ¿sería eso?
Tenía que comprobarlo, así que volví a inclinarme sobre ella. Sus manos se agarrotaron del todo otra vez, así como sus largas piernas, y su respiración se contuvo, pero ahora, además, me fijé mejor en su rostro. No podía expresarlo, sin embargo, aunque intentaban disimularlo, sus preciosos ojos estaban llenos de dolor, dolor físico.
Me incorporé y me eché a un lado inmediatamente, sentándome de lado junto a ella, sin tocarla. Su cuerpo se relajó completamente y comenzó a respirar agitadamente, aunque con alivio.
- Es… es por mí, ¿verdad? – quise saber, conmocionado -. Ahora te pasa eso si te toco.
Giró el rostro para mirarme y abrió la boca para hablar. Sin embargo, su aliento salió sin resto ninguno de voz. Se alzó con precipitación, asustada, y se quedó sentada a mi lado, llevándose las manos a la garganta mientras escudriñaba el suelo e intentaba emitir algún sonido.
- ¿No puedes hablar? – inquirí, otra vez sorprendido.
Su rostro se giró de nuevo hacia mí y sus apenados ojos se clavaron en los míos para corroborarlo.
Empecé a sentir el fuego en mi espalda de nuevo. ¡¿Qué mierda era esto?! ¡¿Qué le habían hecho?!
- Maldita sea – mascullé -. ¡Maldita sea! – grité acto seguido, pegando un puñetazo en la parte inferior del saco, la que estaba sobre la colchoneta.
Nessie se echó sobre sus rodillas y comenzó a llorar.
Mierda, genial. ¿Sería imbécil? Por mi culpa, le había hecho llorar.
- Oh, no, no, cielo, no llores – intenté calmarla, arrepentido, llevando mis manos hacia su espalda para consolarla -. No es por ti, es por esos chupasangres…
Pero en cuanto mis dedos rozaron su piel, ella se agarrotó sobre sus rodillas, soltando un gemido sordo, y se quedó inmóvil.
Retiré mi mano súbitamente.
- Lo… lo siento – murmuré, apartándome unos centímetros más de ella.
Genial. Lo único que me apetecía ahora era abrazarla para confortarla, y no podía hacerlo. No podía sentir más impotencia.
Nessie pudo moverse en cuanto retiré mis dedazos de allí, así que se irguió y se sentó de lado, mirándome, todavía con los restos de sus lágrimas por las mejillas.
Dios, otra vez me sentí frustrado, porque tampoco podía secar su angelical rostro.
- ¿Te duele? – interrogué, porque eso me parecía -. Quiero decir, cuando te toco, ¿te duele?
Sus ojos no pestañearon, para no preocuparme más, pero bajaron la vista, tristes. La conocía demasiado bien, sería capaz de no decirme nada con tal de que yo siguiera tocándole. Acababa de hacerlo ahora mismo. Había estado sintiendo dolor todo ese rato que yo había estado sobre ella, pero no me había dicho nada, por supuesto.
- Sí, claro que te duele – murmuré, mirando hacia el otro lado a la vez que soltaba un suspiro descorazonado.
Levantó sus preciosos labios para sonreírme y llevó su mano a mi mejilla. Quería quitarme culpa y hacer que me sintiera mejor, sin embargo, nada más que sus dedos tocaron mi piel, se apartaron como si la misma estuviera llena de electricidad.
- ¿Te has hecho daño? – pregunté, alarmado.
Iba a cogerle la mano para comprobar que no tenía nada, pero me di cuenta a tiempo y retiré la mía hacia atrás.
Ella misma la levantó para enseñármela con una media sonrisa tranquilizadora.
Me senté de frente, doblando las rodillas para apoyar los antebrazos.
- O sea, que ahora tienes este otro hechizo que hace que ya ni siquiera puedas hablar, y encima, si yo te toco, te quedas tiesa, y si me tocas tú, te da una descarga eléctrica. Esto es la caña – resoplé -. Malditos chupasangres…
Giré el rostro para mirarla. No me hacían falta sus palabras para darme cuenta de lo que tenía que estar pasando. Se la veía agotada, no físicamente, pero sí psicológicamente. Este año de separación había sido horrible, pero no sólo para mí. Nessie también había sufrido mucho, se notaba, y, encima, estos días, que tenían que haber sido felices por nuestro reencuentro, yo me había portado fatal con ella. Nessie había tenido que soportar una carga extra: el verme así, con esa estúpida rabia y ese rencor por algo que ella no había hecho, y, para colmo, no había podido contarme nada, decirme la verdad, eso tenía que haber sido muy frustrante y doloroso para ella.
Rechiné los dientes con más que rabia. Por una parte me sentía fatal conmigo mismo, estaba muy arrepentido por no haberme dado cuenta antes, por haberme dejado engañar de este modo, por haberme portado así con ella. Sí, vale, lo sé, había estado bajo la influencia de ese maldito hechizo, pero aún así, el que éste hubiera hecho efecto y yo hubiese sido un añadido para hacerla daño, me dolía como si me clavasen una espada en el hígado. Pero por otro lado el volcánico sentimiento de la ira y la cólera también comenzaban a hacer acto de presencia en mi estómago. No sabía quién le había hecho algo así, pero iba a enterarme, y cuando eso sucediera, iría a buscarlos uno por uno para machacar sus asquerosas cabezas sin piedad. Juro que no quedarían de ellos ni los dientes.
Tuve que respirar bien hondo para conseguir dejar eso a un lado, al menos por el momento. Ahora estaba aquí con ella, por fin, después de pasarme un año sin verla, podía disfrutar de su compañía, y eso no me lo iba a quitar ningún estúpido hechizo. Además, no quería verla apenada, eso nunca, no podía soportar que estuviera así. Tenía que hacer todo lo posible para animarla un poco, para que este mal trago pasara mejor, y para que estuviera lo mejor posible.
La hoguera estaba encendida, pero no era suficiente.
- Será mejor que te pongas algo de ropa encima – afirmé, levantándome -. Ahora ya no voy a poder arroparte con mi cuerpo calentito – le advertí, dedicándole una media sonrisa mientras caminaba por delante para dirigirme a la mochila.
Ella sonrió, contagiada, aunque pronto sustituyó esa sonrisa por un suspiro de desazón al repasarme.
Sí, claro, ya sabía lo que estaba pensando. Lo mismo que yo. Que había pasado un año sin vernos, sin besarnos, sin abrazarnos, sin tocarnos… y ahora no nos quedaba más remedio que aguantarnos y esperar. Maldita sea… ¡Sí, maldita sea mil veces! Y encima eso, no podíamos ni cogernos de la mano. Porque ya no era que no pudiésemos hacer el amor, eso ya era secundario, era que nos habíamos echado tanto de menos, teníamos tantas ganas de volver a sentirnos el uno al otro, aunque fuera con un beso, con cogernos de la mano, con lo que fuera, que esto iba a ser toda una tortura si se alargaba demasiado.
Me agaché para hurgar en la mochila y le cogí unos pantalones grises, una camiseta interior de lycra de manga larga, unos calcetines y un jersey de lana de color azul.
- Toma, ponte esto – y se lo pasé, levantándome -. Será mejor que te abrigues, la noche será fría.
Lo cogió, posándolo en el saco, y se puso de pie para ponerse los pantalones.
No pude evitar echarle un buen vistazo a ese cuerpo de diosa lleno de curvas esculturales. Mierda, mierda, mierda. ¡Malditos chupasangres! Y todo esto que nos habían hecho, esto de separarnos durante un año, me lo iban a pagar, eso lo juraba por mi vida.
Una vez más, tuve que respirar bien hondo.
Mientras ella se vestía, cogí su ropa húmeda y la extendí junto al fuego para que se secara. Hice lo mismo con sus botas, dirigiendo las plantas hacia las llamas para que se secasen por dentro uniformemente. Añadí unos leños más a la pira, saqué el mapa de la mochila y me dirigí hacia el saco para sentarme junto a ella, que ya había terminado de vestirse y se había sentado dentro, tapándose con la tela superior.
Extendí el plano sobre mis piernas y le eché un vistazo.
- Bueno, esto no durará mucho más, mira, mañana llegaremos a ese sitio – declaré, señalándole el mismo con el dedo. Entonces, giré la cara para mirarla -. Dime una cosa, ¿seguro que allí podrás quitarte el hechizo? Porque como ahora se ha transformado en otro diferente…
Nessie se ladeó un poco y se estiró para coger la caja metálica, que reposaba junto a la mochila. La abrió, sonrió al ver su contenido, y la puso entre los dos.
Puaj, no quería ver esa asquerosidad de nuevo, pero, en fin, si ella me lo ponía ahí, era por algo, ¿no? Así que lo miré.
Los ojos casi se me caen en la misma caja cuando vi ese corazón.
Aquella extraña mancha oscura que cubría la mitad del órgano había desaparecido totalmente, ahora se veía limpio, bueno, eso sí, lleno de sangre, y seguía latiendo, vivo. Pero, entonces, me percaté de algo en lo que no me había fijado y mi boca se quedó colgando.
Observé con ese careto de tonto cómo ese corazón latía exactamente al mismo ritmo que el mío, incluso cuando el mío se aceleró, de la impresión, el corazón de la caja hizo lo mismo, clavando a la perfección cada uno de los pálpitos.
Pero ahí no terminaba la cosa.
La sangre que emanaba de ese corazón tenía una mezcla olfativa que me dejó aún más perplejo, si cabía, porque ya estaba al borde de un colapso cerebral. El corazón olía a mi sangre, pero también a la de Nessie. Sí, era una mezcla de los dos plasmas.
Necesité de un minuto para volver en mí, y cuando por fin lo hice, entendí por qué nunca había escuchado los latidos de ese corazón, ni por qué nunca había olido esa sangre. Los pálpitos quedaban mimetizados con los de mi propio corazón, y el olor no se distinguía en absoluto, puesto que la sangre de Nessie y la mía lo tapaban totalmente.
- ¿Qué… qué es esto? – inquirí, aún estupefacto.
Alcé los ojos para observar los suyos. Ella bajó la mirada hacia el corazón de la caja y después la llevó hasta mi pecho. Subió sus pupilas y las clavó en las mías, expectantes.
No me lo podía creer…
- ¿Es… estás diciendo que esto es mi… corazón? – me quedé boquiabierto.
Y sus ojos pestañearon una sola vez.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Mi… mi corazón? Pero si el mío estaba en su sitio… ¿no? Me toqué el pecho para corroborarlo, por si acaso. En fin, qué quieres, ya no me fiaba de nada.
Bajé la vista y lo miré de nuevo. Lo cierto es que su tamaño no se correspondía con el mío, pero latía de igual modo. ¿Sería de verdad? Llevé la mano hacia él para tocarlo, pero, de pronto, y de una forma súbita, Nessie agarró la caja y la apartó de mí, cerrando la tapa de un golpetazo seco.
- ¿Qué pasa? ¿No puedo tocarlo? – le pregunté, extrañado.
Sus párpados se cerraron dos veces bajo aquel ceño adorablemente fruncido.
- Vale, vale, nada de tocarlo – acepté, retirando la mano.
Respiró, tranquila, y dejó la caja en su regazo.
Entonces, otra vez recordé aquellos horribles pinchazos que me habían dado en el corazón al poco de que ella desapareciera. Bueno, más que pinchazos, parecía como si alguien estuviera estrujándome el corazón. De repente, caí en algo, en algo relacionado con todo este rollo de la magia. Claro, ahora me daba cuenta. Esos dolores no eran debidos a nuestra separación, que también podían haber sido, se debían a otra cosa, a algo relacionado con esta incómoda magia de los hechizos. Además, también estaba esa luz que había salido de la caja cuando noté esa brisa que limpiaba mi corazón. Sí, ahora todo cuadraba.
- Dime, ¿esto es como budú o algo así? ¿Magia negra o algo por el estilo?
Su rostro se iluminó y asintió con los ojos.
- Claro, ahora lo entiendo todo – murmuré para mí, mordiéndome el labio inferior. Luego, volví a mirarla -. Este corazón representa al mío, ¿no es así? Por eso te empeñaste en cogerlo del hielo, por eso te jugaste la vida – murmuré.
Su mirada bajó tímida durante un instante, y después la subió para pestañear una vez.
- Se lo quitaste a quien nos hizo esto – seguí con otro murmullo, enganchando mis ojos en los suyos -. Por eso te persiguen, ¿verdad? Estaban utilizando este corazón para sobornarte.
Sus preciosas pestañas bajaron una vez más y después se desplegaron hacia arriba para que esos ojazos se clavasen en los míos.
- ¿Sabes qué es por lo que me muero ahora mismo? – susurré, inclinándome hacia ella -. Por darte un beso.
Se inclinó hacia mí y nuestros rostros quedaron a un palmo. Nuestra respiración ya empezaba a agitarse mientras nuestros ojos ya se reclamaban mutuamente.
Dios, me moría por comerme esos labios…
- Pero no puede ser – terminé en voz alta, suspirando mientras me incorporaba de nuevo.
Nessie se irguió y frunció el ceño.
- No quiero hacerte daño – respondí a su pregunta muda.
De pronto, empezó a hacer unos gestos raros, parecía que estuviese protestando por algo, pero como no la entendía…
Ya, ya, esta situación no era para reírse, pero verla tan concentrada, gesticulando, me hizo gracia.
- ¿Tu padre no te ha enseñado el lenguaje de signos? – me burlé.
Volvió a fruncir el ceño, aunque se rió con una risa que también era sorda. Cogió uno de los leños del suelo y me lo lanzó, riéndose.
Lo esquivé y yo también me reí.
- Vale, vale – sonreí -. ¡Uf! Qué carácter.
Me sacó la lengua y dejó la caja metálica en la mochila. Entonces recordé por qué antes la había puesto entre los dos. Lo había hecho cuando yo le había preguntado si, una vez que llegásemos a ese sitio de la montaña, se podría quitar el hechizo.
- ¿Ese corazón tiene algo que ver con que tu hechizo se pueda romper? – quise saber.
Su rostro se giró hacia mí, esperanzado, y guiñó los ojos una sola vez.
- Ajá – comprendí. Me quedé pensando un rato, a ver si encontraba más cuestiones que hacer, pero más o menos ya lo tenía todo claro -. Bueno, creo que ya está – terminé finalmente -. No tengo más preguntas, puede retirarse – bromeé, sonriéndole.
Ella me correspondió la sonrisa y me tiró otro palo. Palo que yo esquivé entre risas.
- Será mejor que durmamos – suspiré -. Mañana tendremos que darnos una buena paliza subiendo por la montaña, y no podremos parar mucho, ya sabes que esos chupasangres están buscándonos.
Sus párpados asintieron una vez.
Se tumbó, boca arriba, y se tapó con la parte superior del saco, ladeándose después para mirarme. Me eché a su lado, pero a una cierta distancia y, por supuesto, fuera del saco. Lo último que quería era hacerle daño. Pero Nessie es muy testaruda, bueno, como yo, es mi alma gemela, y se acercó a mí hasta que sólo nos separaban unos pocos centímetros. Levantó la vista y clavó esos ojazos de café en los míos, las llamas de la pira se reflejaban en ellos. Eran tan preciosos…
- Si te acercas tanto, puede que nos toquemos accidentalmente por la noche y te haga daño – le advertí con un murmullo.
Era lo único que me salía al tenerla tan cerca.
Sin embargo, no me hizo caso. Me sonrió y siguió en el mismo sitio, bien cerca de mí.
Estuve a punto de decirle te quiero, pero retuve las palabras a tiempo y no las solté. ¿Y si le activaba otro hechizo? Aunque no hizo falta que las pronunciáramos. Nos quedamos mirándonos el uno al otro embobados durante horas, ninguno de los dos podía apartar la vista, casi nos acariciábamos con la mirada…
Hasta que el sueño nos venció y ambos nos dormimos.

El paisaje que se presentaba frente a mí no podía ser más bonito, la verdad. Desde la altura que la boca de la cueva me ofrecía, se podía ver una panorámica espectacular. Los altísimos picos que rodeaban al lago estaban totalmente cubiertos de nieve, y éste era una extensa explanada de un grueso cristal azulado.
Respiré ese aire fresco profundamente y lo solté, ya caliente, con alegría. Hoy era un día diferente para mí, duro, pero no por ello dejaba de ser esperanzador. Me había despertado de aquella pesadilla, y había descubierto que mi ángel seguía conmigo, eso era lo más importante.
Me metí en la cueva, caminando por ese pasillo natural, y llegué a lo que bien podría ser nuestra madriguera lobuna. Me reí de mi propio y malo chiste, y me recosté junto a mi ángel para ver cómo se despertaba.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que lo hizo, porque me quedé engatusado viendo cómo dormía. Tuve que reprimirme mucho para no pasar mis dedos por su hermoso rostro y su espectacular melena. Su semblante sostenía una media sonrisa, señal de que estaba soñando con algo bonito. Sentí la enorme tentación de poner su mano sobre mi mejilla para ver de qué se trataba, aunque no lo hice porque no quería hacerla daño y porque recordé que, con el hechizo, su don no funcionaba.
Sí, era tan hermosa, tan preciosa, tan dulce, tan maravillosa, tan bondadosa, tan tierna, tan risueña, tan alegre, tan valiente, tan cariñosa, tan todo... Una vez más, me sentí el hombre más afortunado del universo por estar con ella, aunque ahora, el haber estado tanto tiempo separados, lo amplificaba aún más.
Mi atención hacia ella llegó a su punto álgido cuando comenzó a abrir esos ojos poco a poco. A sus somnolientos párpados les costó levantarse, eso siempre me hacía gracia. Se movían lentos y torpes, luchando contra los restos del sueño para poder alzarse, pero al final siempre ganaban la batalla y se venían arriba.
Sus pupilas enseguida dieron con las mías.
- Buenos días, preciosa – le sonreí.
Su boca desplegó una enorme sonrisa y se incorporó un poco para quedarse recostada a mi lado.
¡Uf! ¡Con lo que me apetecía darle un buen beso! En cambio, tenía que aguantarme y conformarme con tenerla delante. Maldita sea.
- No tenemos huevos con beicon, ni tortitas, ni fresas para desayunar, así que, ¿qué te parece si vamos a cazar algo por aquí? – le propuse, sonriéndole -. Con eso nos servirá para todo el día.
Pestañeó una sola vez, manteniendo esa preciosa y blanca sonrisa.
- Vale, iré recogiendo todo esto.
Me levanté y empecé a coger esa ropa que ya había secado. Nessie se calzó las botas secas, puso en pie, se estiró, se acicaló un poco el pelo, se abrigó con el plumas y me ayudó a guardarlo todo, eso sí, ambos con mucha precaución para no tocarnos.
Enroscamos el saco y la colchoneta, lo amarramos todo bien a la mochila y me puse la misma en la espalda para iniciar la ruta de hoy, la que esperábamos era nuestra última ruta.
Salimos de la cueva, bajamos esos peldaños de piedra y comenzamos nuestra andanza.
El terreno era bastante empinado y el paisaje cada vez tenía menos árboles, pero dimos con una de las últimas zonas boscosas de la montaña, así que nos dirigimos hacia allí.
Cuando entramos en ese bosque, le pasé la mochila a Nessie para que la llevase ella y me desnudé, ya que iba a transformarme. Sus ojos me repasaron de arriba a abajo sin ningún tipo de tapujo y su rostro dejó escapar una sonrisita de satisfacción que a mí me encantó. Me reí y me agaché. Até los pantalones negros, la camiseta blanca y las deportivas a mi cinta de compromiso – Dios, qué bien sonaba eso ahora de nuevo –, y cambié de fase.
Ahora, con mi forma lobuna, podía ver el hechizo. Ya no era una telaraña, sino que pasaron a ser dos, una sobre la otra. La de abajo, la que ya tenía, seguía igual, pero la que ahora envolvía a ésta tenía dos centros, y ambos nacían en las manos.
Le hice una señal con la cabeza y empezamos a corretear entre los nevados abetos.
Mientras galopábamos, aproveché para conectarme con la manada.
Quil, Embry, soy Jake, ¿cómo va todo? ¿Habéis localizado a esos chupasangres?
Hola Jake, me saludó Quil a la vez que corría. Sí, les tenemos a tiro, lo que pasa es que son bastante escurridizos y aún no les hemos atrapado.
Pero lo conseguiremos, siguió Embry.
¿Y dónde están?, quise saber.
Se dirigieron hacia allí en cuanto divisaron esa asquerosa humareda púrpura de sus compañeros, empezó a explicarme Quil. Acaban de empezar a subir la montaña, pero no te preocupes, ya les pisamos los talones, no tardaremos mucho en cogerles.
Y además contamos con la ayuda de los Cullen, añadió Cheran.
Bien, aprobé. ¿Sabéis algo de Shubael y Matthew?
Están bien. Están en casa, reposando, me anunció Leah desde La Push.
Genial. Oye, ¿y cómo van las cosas por la tribu?
Pues, si te digo la verdad, demasiado bien, me comunicó. Esos chupasangres nómadas están dejando de venir, cada día llegan menos. Se ha debido de correr la voz de que somos invencibles y se están rajando, soltó ella con un tono un tanto presuntuoso.
Bueno, pues mejor, afirmé. Después, carraspeé. Yo tengo que daros una noticia…
Antes de que terminara de pensar lo que iba a decir, comenzaron a celebrarlo entre risas y un griterío mental, aunque los que se habían quedado en La Push también añadieron unos aullidos al viento. Pude ver por el rabillo del ojo de Nathan cómo Alice y Jasper, que eran los que salían corriendo a su lado, se extrañaban y se sorprendían por esos gañidos que ellos no sabían interpretar.
Jacob ya se ha dado cuenta de todo, escuché que anunciaba Edward para el resto de los Cullen.
Cheran se fijó en cómo Bella abrazaba a su marido con alegría y cómo los dos se besaban, así que pude verlo, aunque también vi a través del resto de ojos cómo lo celebraban los demás miembros de la familia.
Sí, sí, bueno, ya lo sé todo, dije para Edward. Aunque vosotros me tendréis que explicar varias cosas.
Podía escuchar su voz a través de los cuatro pares de orejas del grupo de Quil, cuatro altavoces diferentes que me lo retransmitían desde cuatro posiciones distintas. Era como tener un equipo de Home Cinema en la cabeza.
Me alegro de oírte, Jacob.
Sí, yo también, admití.
Nosotros tampoco podemos…, su voz se cortó. Estamos...
¿Vosotros también?, inquirí sorprendido. ¿También estáis hechizados?
No me pudo contestar, claro.
Y…, el pensamiento de Quil también se quedó colgando.
¿También vosotros?, me quedé tan estupefacto, que hasta Nessie se dio cuenta de mi expresión y tuve que tranquilizarla con un gesto de la cabeza.
Esto era increíble. ¿Pero cómo es que estaban todos hechizados?
¡Aj! Esto es un rollo, se quejó Cheran.
Pues ahora Nessie tiene otro hechizo, le comuniqué a Edward.
Ya, nos lo temíamos, afirmó él. Luego te lo cuento todo, cariño, le dijo a Bella, que debía de tener un mosqueo que no veas.
Ahora no puede hablar, chisté, pero ahí no acaba la cosa, tío, lo peor es que no puedo tocarla porque se queda tiesa como un palo y mi tacto le hace daño, y cuando ella me toca a mí, le da un calambre, como si mi piel le electrocutase o algo por el estilo.
Tendréis que daros prisa para…, otra vez su frase se le quedó atascada.
Sí, ya, ya, lo sé, seguí yo. Tenemos que llegar a ese sitio con el corazón, ya estoy más o menos enterado.
Estupendo, sonrió él.
¡Ahí están!, gritó Quil, que ya podía ver a los chupasangres desde su posición al frente.
Por supuesto, yo también pude verlos. Era un grupo de unos ocho vampiros. Hice un cálculo mental y las cuentas me tranquilizaban bastante. Contando el grupo de Quil, que eran cuatro, más los Cullen, de los que faltaban Emmett y Rosalie, eran diez. Ocho contra diez.
Bueno, os dejo para que os concentréis. Ya me conectaré más tarde para ver cómo va la cosa, aunque ya veo que lo tenéis bastante fácil.
¡Esto está chupado!, rió Quil, ya lanzándose a por uno.
Pude escuchar el alarido del chupasangres cuando mi primo se llevó su brazo por delante en el embuste.
Ya veo, ya veo. En fin, estaremos en contacto.
Sí, hasta luego, se despidió Embry, ya que Quil estaba muy entretenido con su víctima, aunque él estaba a punto de arrojarse hacia otra de esas sanguijuelas.
Hasta luego.
Y me desconecté.
Como había dicho Edward, teníamos que darnos prisa, no podíamos perder tiempo. Teníamos que cazar lo más rápido posible para encaminarnos enseguida hacia nuestra meta, ese círculo rojo que estaba marcado en el mapa.
Detecté el efluvio de varios animales y me dirigí hacia allí, seguido por Nessie, que lo detectó a la vez que yo.
Galopamos velozmente por ese bosque nevado, mirándonos ya con un poco de competitividad por ver quién cogía el más grande, atravesamos los enormes pinos que nos separaban de los efluvios y, por fin, un grupo de alces empezó a correr despavorido ante nuestra presencia. 
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!

No hay comentarios:

Publicar un comentario