Concurso de Fanfics

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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
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  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
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lunes, 1 de agosto de 2011

DIEZ MESES: ¡CORRE! [NUEVA ERA]

= PARTE DOS =
PROFECÍA
= RENESMEE =

El agua caliente le caía en la nuca, repartiéndose después por el resto de su cuerpo. Jacob estaba en la ducha, llevaba un buen rato con las manos apoyadas en la pared y los brazos estirados para inclinarse un poco hacia delante, y su rostro seguía sosteniendo esa amargura de siempre mezclada con esa mirada perdida.

Verle así me dolía como si me clavasen un puñal, pero verle y saber de él era una de las pocas cosas que me mantenían cuerda, que mantenían mis esperanzas arriba, lo que me motivaba para seguir luchando. Ya llevaba diez meses aquí, diez insoportables meses.
Estar separada de Jacob era una agonía, me subía por las paredes, me sentía como un drogadicto al que le falta su droga, porque Jake siempre había sido mi droga, lo necesitaba como el oxígeno, y ahora me estaba ahogando, me ahogaba en esta celda. Me pasaba las horas pegada al espejo, sin apartar la vista del mismo ni un instante, ni siquiera cuando se transformaba y salía la niebla, todo con tal de no perderme ni un segundo de su vida, para no perderme ni un segundo de ese privilegio que tenía por poder verle. No podía escucharle ni olerle, pero ver su rostro, aunque bañado en esa amargura, era lo único que me sostenía en este mundo, era lo único que hacía que no me volviese loca, que no terminara rompiendo la reja para tirarme por la ventana.
Jacob parecía estar llevándolo realmente mal. Desde que había regresado a La Push, todavía no le había visto sonreír ni una sola vez, ni siquiera una mueca, ni siquiera una ligera curva de su labio. Cuando regresaba de patrullar, siempre se marchaba solo, y nunca se iba a las playas, ni a First Beach, ni a Rialto Beach, ni siquiera a la playa más alejada, Hole in the Wall. Seguramente le traían demasiados recuerdos, recuerdos que ahora le resultaban muy dolorosos. En cambio, se internaba en el bosque y siempre iba al mismo sitio, se sentaba en una roca que quedaba debajo de un abeto enorme y centenario y se pasaba allí horas, con la mirada perdida y ese rostro angustiado, él también parecía sufrir esos horribles pinchazos en el estómago, hasta que se hacía de noche y regresaba a casa de Billy, caminando como un alma en pena entre la negrura. No había vuelto a pisar nuestra preciosa casita desde que yo me había marchado, ahora volvía a vivir con Billy. Eso me tranquilizaba un poco, porque por lo menos cenaba con su padre y no dormía solo.
No podía escuchar lo que hablaban, pero Billy parecía intentar animarle continuamente, aunque sin éxito. Jacob siempre terminaba levantándose de la mesa, enfadado, y encerrándose en su cuarto para tirarse en la cama y quedarse con el mismo rostro del bosque, a oscuras.
También sabía que seguía trabajando para el señor Farrow y, por primera vez, podía ver todo lo que hacía allí, cómo se metía debajo de los coches para arreglar algo, cómo trabajaba dentro del compartimento del motor, cómo cambiaba alguna pieza, cómo eran sus compañeros… y también lo guapo que estaba con ese mono de trabajo gris y esa camiseta blanca que siempre terminaban llenos de grasa.
Entre nosotros parecía seguir habiendo esa telepatía y sincronización, incluso estando tan lejos el uno del otro, sin poder vernos y con esa diferencia horaria, era increíble. Al poco de que él regresara a La Push con ese pelo largo, un día me dio por pensar en que me parecía que estaba más guapo con el cabello corto. Al día siguiente se fue a la peluquería y se lo cortó.
La telepatía también se había hecho evidente el día de nuestro aniversario. Deseé con todas mis fuerzas ver ese horizonte amaneciendo de Rialto Beach, como habíamos hecho en nuestro pasado aniversario, y ese día fue el único que Jacob pisó esa arena de piedrecillas, para ver salir el sol. No vi el amanecer en el mar, pero pude verlo en su rostro, aunque ambos terminamos llorando, él con angustia y dolor, yo con añoranza, frustración, rabia y tristeza por verle así y no poder hacer nada.
Las navidades habían sido horribles. Jake sólo se había unido a Billy, Charlie, Sue, Seth, Leah, Paul, Rachel, Sam, Emily y los niños para cenar en casa de mi abuelo, y pareció ausente durante toda la cena. Nada más terminar, se marchó y se fue a casa de Billy él solo para tirarse en la cama con ese rostro amargado. Yo las pasé encerrada en esta celda de la que solamente salía para comer delante de Razvan, aunque Teresa me había traído una cena algo especial y se había quedado conmigo un ratito para hacerme compañía, luego, había hecho lo mismo con Helen.
Me di cuenta de que mis padres no habían estado en casa de Charlie, eso era extraño, y mi abuelo parecía preocupado por algo, aparte de estarlo por Jacob, lo cual se le notaba un montón. Eso se añadió a mis esperanzas. Tal vez Charlie viera que pasaba algo raro y lo investigase. Además, llamaba a mi madre casi todos los días, y alguna vez querría hablar conmigo, ¿no? Charlie no estaba hechizado, y si yo no estaba para hablar con él, tenía que ver que pasaba algo. A no ser que el hechizo fuera tan extremadamente potente que también hechizase a la gente sólo por escuchar la voz.
Esto también hizo que me acordase de otra cosa en la que no había caído, había estado demasiado distraída pensando en cómo fugarme de aquí con Helen, Teresa y ese corazón, sin embargo, tantos meses encerrada dan para mucho. Mi familia de Denali. Ellos estaban invitados a la boda, ellos tampoco estaban hechizados, y ellos sí que sabían que Jacob y yo estábamos juntos, que nuestra relación sí había ocurrido, que Jacob no se había marchado el día en que nací. No sé quién les diría que la boda se había suspendido, pero eso tenía que haberles extrañado, y seguramente habían llamado a mi familia para preguntar el por qué. Mi familia de Denali también querría hablar conmigo, y, al igual que con Charlie, tenían que ver que pasaba algo extraño, ya tenían que haberlo visto.
Todo esto me llenaba de más esperanza, pero el que hubieran pasado diez meses me desconcertaba mucho. ¿Por qué nadie había venido a buscarme? ¿Es que todavía no se habían dado cuenta? ¿Acaso era cierto que el hechizo fuese tan poderoso? No sé, me costaba creerlo, sin embargo, yo seguía aquí, presa.
Estábamos a mediados de abril, y otra cosa que acababa de descubrir es que sin Jacob a mi lado, mi celo no existía. Bueno, era lógico, si no le olía a él, esa llamada no se producía.
Algo que también pasó por mi cabeza un par de veces fue la plantación de Drakaeas Glyptodon, aunque solamente un par de veces, pues ese era el menor de nuestros problemas. Si todo salía bien y conseguíamos escapar de aquí, y lográbamos ayudar a mi familia y a Jacob, siempre se podía volver a Australia a buscar más semillas, con lo cual, este tema no me importaba demasiado.
Sí, eso si conseguíamos escapar de aquí. Y hoy era el día elegido para intentarlo.
Jacob cerró el grifo y se separó de la pared. Abrió la pequeña mampara y salió de la ducha para coger la toalla y secarse.
Mi corazón palpitaba alocado sólo con verle y mi estómago era una revolución de mariposas que se peleaban con los pinchazos por conseguir un poco más de protagonismo. Mi mano aferraba el mango del espejo con fuerza mientras los dedos de la otra acariciaban su cristal para intentar tocarle a él. Era tan guapo, tan perfecto…, y tan, tan especial. No había nadie tan maravilloso como él en todo el universo, nadie. Yo no necesitaba ninguna profecía para saber eso.
En cuanto se vistió, salió del cuarto de baño. Allí aún era por la mañana, así que se preparó un desayuno para él y para Billy y ambos se sentaron en la mesa. No sabía lo que hablaban. Billy sonreía y se esforzaba en mantener una amena conversación para animar a su hijo, sin embargo, Jake no estaba por la labor. Se limitaba a asentir sin dejar de mirar a la comida con ese semblante alicaído y amargo, y se notaba que ni siquiera prestaba atención a las palabras de su padre. Mi mano tuvo que aferrarse a mi estómago para que éste dejase de molestarme.
No aguantaba más, esto era una agonía, era una muerte en vida. Necesitaba ir con él, tirarme a sus brazos para decirle que le amaba con toda mi alma, besarle con pasión, decirle que todo era un horrible hechizo y terminar con su sufrimiento de una vez por todas. Sí, tenía que ir junto a él ya. Y hoy era el día. Después de tantos meses esperando, por fin había llegado el día propicio para realizar nuestro plan. Hoy nos marcharíamos de este maldito castillo.
Me costó, pero tuve que dejar de observar el espejo para terminar con mi espionaje. Lo que tenía que hacer ahora requería toda mi concentración. Le di un beso a Jacob, dejé de mirar el espejo para que se apagase, me levanté de la silla y vacié el bajo de mi colchón.
Esas malditas enaguas por fin me iban a servir para algo. Alcé la falda de mi vestido y anudé la enagua por dos lados, de modo que creé una especie bolsa marsupial. Guardé en ella el espejo y los planos que habíamos realizado, después, bajé la falda y la aplané bien para que no se notase nada.
Me acerqué a la ventana y observé el panorama. Era perfecto, la niebla lo cubría todo. El bosque se ocultaba bajo una nube densa que se extendía e invadía cada centímetro, tan sólo se salvaban las copas de los árboles más altos.
Puede que Elger, Axel y Duncan se conocieran estos bosques de memoria, pero ellos no estaban por aquí. Razvan les había enviado a Boston para que siguieran buscando a Ryam, tema que seguía poniéndole histérico, pues continuaban sin tener rastro de él. Los gigantes no se conocían el bosque, ya que siempre estaban en su caseta de piedra, y los demás guardias apenas salían del castillo, tan sólo para cazar, si bien se iban a los pueblos de los alrededores y siempre iban por la misma ruta. Natasha era la encargada de traer las provisiones para que comiéramos Helen y yo, pero lo hacía una vez al mes, y, según Teresa, ella también seguía la misma ruta que los guardias, ruta que teníamos marcada en el plano para no seguirla, no fuera a ser que nos encontrásemos con alguno de estos vampiros por el camino. Sin embargo, nosotras éramos las únicas junto con los tres ayudantes de Razvan que conocíamos el bosque como la palma de la mano.
Mi ventana daba a una zona del bosque y la de Helen daba a la otra, así que las veces que Teresa me había llevado hasta su celda, había estudiado esa zona y la había añadido al plano. No es por presumir, pero mis dibujos eran perfectos. No teníamos el bosque entero, pero por lo menos era lo justo para tener un margen suficiente de ventaja y poder escapar. Tampoco sabíamos qué había más allá de nuestro plano, si había un pueblo, una ciudad, o nada, sin embargo, lo importante era escapar de aquí. Otra cosa que nos preocupaba era Teresa y un posible contacto con humanos. Con Helen y conmigo se controlaba bastante bien, aunque había veces que le costaba y tenía que terminar alejándose de nosotras. Pero no sabíamos cómo iba a reaccionar si conseguíamos llegar a una ciudad o pueblo donde hay humanos por todas partes. Tendríamos que ayudarla a que se controlase, y eso no iba a ser fácil. Puede que tuviéramos que cazar algún animal por el camino para que ella saciara un poco su sed, claro, eso si no nos estaban persiguiendo y podíamos hacerlo.
La puerta me hizo salir de mi mundo.
Mi labio estuvo a punto de curvarse hacia arriba cuando vi a Zhanna, pero fui capaz de reprimirlo. Que ella estuviese aquí, en vez de Teresa, quería decir que todo empezaba como habíamos planeado. Teresa se tenía que encargar de sacar a Helen de su habitación para conducirla abajo con la excusa de que el inodoro no funcionaba. La llevaría al patio para que atendiese a esos defectos humanos y esperarían allí.
- Razvan te espera para pasear – me anunció Zhanna con prepotencia.
- ¿Dónde está Teresa? – le pregunté para disimular.
- Teresa está ocupada.
- Ah, vaya.
- Vamos – me azuzó ella, agarrándome del brazo para empezar a caminar.
Me sacó de la habitación, arrastrándome, y comenzamos a bajar las escaleras. Ahora venía la segunda parte del plan.
- ¡Ay! – grité de repente.
- ¡¿Y ahora qué te pasa?! – se quejó ella, tirando de mí para seguir descendiendo.
- ¡Ay, ay! ¡Mi tobillo, me lo he torcido! – lloriqueé, fingiendo una cara de dolor que me salía muy bien y agachándome un poco para tocármelo.
- ¡No será para tanto! – protestó, cabreada -. ¡Muévete, Razvan te está esperando para pasear!
Pero Razvan no me esperaba para nada. Teresa se lo había inventado y le había dado una orden falsa a Zhanna.
- ¡Ay, no, no puedo! – me lamenté -. ¡Me duele mucho, creo que es un esguince!
- ¡Estúpida semihumana! ¡¿Y ahora qué hago contigo?! ¡Razvan se va a enfadar si no vas con él!
A ella lo que le preocupaba era la reacción de Razvan hacia ella, por no cuidarme como debía.
- Llévame a la enfermería – le sugerí, siguiendo con mi farsa de dolor -. Yo sé un poco de primeros auxilios, puedo hacerme un vendaje. Así podré pasear con él.
- Aquí no hay enfermería – resopló con un evidente semblante de preocupación por su pellejo -. Y tampoco tenemos vendas.
- Pues a cualquier sitio donde haya paños o algo, pero rápido, por favor, me duele mucho… - me quejé, lloriqueando.
- Está bien, te llevaré al cuarto de la limpieza, allí hay paños – accedió de mal humor, cogiéndome del brazo otra vez para bajar las escaleras -. Pero hazte ese vendaje rápido.
- ¡Ay, despacio! – sollocé.
La vampiro volvió a resoplar y me levantó del suelo para echarme sobre su hombro como si fuese un saco de patatas.
- ¡Te bajaré yo! ¡Si no, estaremos toda la tarde en estas escaleras! – protestó, ya corriendo hacia abajo.
No pareció notar el espejo que tenía escondido. Esto iba bien.
Bajó como una exhalación y siguió por los pasillos a toda velocidad.
- ¿Ha ocurrido algo? – quiso saber el guardia de media melena castaño oscuro que escondía detrás de las orejas.
Ahora ya sabía que se llamaba Keiler.
Éste era uno de los que vigilaba los pasillos.
- Nada, que se ha hecho un esguince – le reveló ella, enojada -. Voy a llevarla al cuarto de la limpieza, dice que sabe primeros auxilios. Se va a hacer un vendaje con un paño.
- De acuerdo – asintió él, volviendo a su puesto de vigilancia.
Zhanna siguió caminando con diligencia por esos oscuros pasillos y llegamos al cuarto de la limpieza. Me dejó sentada en una especie de meseta y se dirigió a un armario bastante viejo.
- ¿Pero, qué? ¡¿Dónde están todos los paños?! – inquirió, abriendo y cerrando puertas y cajones con mal humor.
- Rápido, Razvan me está esperando – le apremié.
Se dio la vuelta, nerviosamente, y se quedó mirándome un momento, mordiéndose el labio.
- En fin, no creo que puedas ir a ninguna parte con ese pie – habló finalmente. Eso se creía ella, qué ilusa -. Quédate aquí, voy a buscar un paño – afirmó.
- Date prisa, Razvan me está esperando – repetí, fingiendo mi cara de dolor.
La suya de nerviosismo lo decía todo. Salió despedida del cuarto de limpieza y cerró la puerta.
Bien, tocaba la tercera parte del plan.
Me bajé de la meseta con prisas y abrí la puerta de bajo mueble que estaba en la parte inferior de esa encimera. Como me había dicho Teresa, solamente había un bote de lejía y otro detergente. Los aparté a un lado y empujé la pared del fondo. La piedra se movió sin problemas y el hueco que Teresa me había preparado estos meses quedó abierto.
Me metí en el mueble, me arrastré y me colé por el hueco con presteza. Esos faldones me lo pusieron un poco difícil, pero lo conseguí. Una vez que salí a la estancia de al lado, me di la vuelta e inserté medio cuerpo dentro del bajo mueble para cerrar la puerta. Salí hacia atrás, ayudándome de los codos, y volví a colocar la piedra en su sitio.
Estaba en el comedor. Me puse de pie y corrí hacia la puerta que daba al salón, no tenía tiempo que perder. Teresa y Helen ya debían de estar esperándome donde habíamos quedado.
Entré rápidamente y me acerqué a la mesa. Mi corazón saltó de alegría cuando vi la caja metálica. No me hacía falta abrirla, pues podía escuchar los fuertes y pausados latidos perfectamente, pero preferí asegurarme. Abrí la caja y vi el corazón.
La mancha marrón oscuro ocupaba casi todo el órgano, solamente se salvaba una porción del lado superior izquierdo. Sin embargo, ahora no tenía tiempo para afligirme, Zhanna no iba a tardar mucho más en regresar al cuarto de limpieza y descubrir que yo no estaba. Cerré la caja, la guardé en la bolsa que había hecho dentro de mi falda y salí del salón volando, rezando para que todo saliera bien.
Abrí la puerta muy despacio, asegurándome de no hacer ruido, y asomé la cabeza ligeramente, lo justo para comprobar que Keiler, que vigilaba ese pasillo, acababa de girar la esquina para hacerlo con el contiguo. Mis latidos y mi olor no le extrañaron, pues sabía que yo estaba por allí. Sólo que él se pensaba que estaba en el cuarto de limpieza, y no tardaría mucho en descubrir que mi pulso venía de otro lado. Tenía que darme prisa.
Sólo tenía dos segundos hasta que él volviera a girar la esquina.
Salí despedida del comedor, con la mano aplastando la caja y el espejo para que no chocaran entre sí e hicieran sonido alguno, y las puntas de mis pies cruzaron la esquina contraria a la del vampiro con el sigilo propio de un gato.
La voz de Zhanna distrajo lo suficiente a Keiler, creo que gracias a eso, no me oyó, y escuché cómo éste corría hacia el cuarto de limpieza gritando qué pasaba.
Yo lo hice por el pasillo y me metí por otra puerta rápidamente. Teresa y Helen me esperaban en ese patio, saqué los planos de debajo de mi falda y se los pasé a Helen. No hubo palabras, no teníamos tiempo. Teresa llevaba a Helen en su espalda, echamos a correr y lo cruzamos a toda velocidad. Incluso pasamos por delante de la caseta de piedra donde se encontraban los gigantes de Razvan, que todavía no habían recibido ninguna orden.
Llegamos a otra puerta que daba a otro pasillo. Teresa la abrió con más delicadeza que yo y se asomó brevemente. Contó tres segundos, enseñándonos los gestos de sus dedos, y salimos como balas para cruzar la esquina antes de que el guardia que cubría esa zona llegara.
Acto seguido entramos en el cuarto de las sirvientas. Un paso, un paso más y estábamos en el pasillo sin salida del pasadizo.
Sin embargo, mi pulsera vibró, avisándome. Un problema se nos presentó en cuanto cruzamos esa puerta. Y era bastante gordo.
Alina. Alina se encontraba allí y nos pilló con las manos en la masa.
- ¿A dónde creéis que vais? – nos detuvo, mosqueada, seguramente por las voces que ya había escuchado de Zhanna y de Keiler en el otro extremo.
Teresa dejó a Helen en el suelo y ambas se agazaparon.
- ¡Vamos, corred! – exclamó, lanzándose hacia Alina.
- ¡No van a escapar de aquí! – gritó ésta, arrojándose a por nosotras.
- ¡No! – chilló Teresa.
Pero yo tampoco me iba a quedar de brazos cruzados, no tenía pensado rendirme. Nos había costado mucho llegar hasta aquí, planearlo todo, esperar a este momento propicio para poder realizar nuestro plan. Y tenía que ir a buscar a Jacob para ayudarle.
Jacob. ¡Jacob! ¡JACOB!
¡Él era lo primero para mí! ¡Y por él moriría, si era preciso!
Me lancé a por esa arpía como un perro rabioso, me daba igual no poder transformarme, sentía tanta rabia, tanto odio por todos estos meses, que saqué fuerzas de no sé dónde.
Hasta mi aro de cuero estaba ansioso.
- ¡Nessie! – gritó Helen, con su cuerpo lleno de convulsiones.
Las dos chocamos, aunque yo terminé en el suelo, pues ella era más fuerte, aún así, no me importó. Mis artes marciales me servían para algo, y Teresa y Helen estaban ahí para ayudarme. Empujé su estómago con mis piernas y la separé de mí, lanzándola un poco hacia atrás. Teresa le cogió por detrás y le encarceló con sus brazos.
- ¡Suéltame! – gruñó Alina, revolviéndose.
- ¡Vamos, iros! – nos exhortó Teresa.
- ¡No sin ti! – me negué, levantándome súbitamente.
Podía escuchar los pasos de varios guardias viniendo hacia aquí.
Salté como una leona y agarré la cabeza de Alina con ambas manos.
- ¡No! – chilló ella.
Pero no tuve compasión, habían sido demasiados meses, demasiados meses sin Jacob. Sentí el fuego en mi interior, era una llamarada colérica, sádica, y, aunque no llegó a pasar de la mitad de mi espalda, fue suficiente para llenarme de adrenalina.
Tiré con todas mis fuerzas mientras emitía un grito de rabia desgarrador y desmembré su cabeza con saña, tirándola al suelo. Ésta rodó un par de metros y se paró cuando se topó con la pared. Sus ojos rojos quedaron abiertos, con un gesto sorprendido y horrorizado.
Helen y Teresa se quedaron paralizadas por un instante.
- ¡Venga, vamos! – grité.
Tiré de Helen y de Teresa, que soltó el cuerpo de Alina, y obligué a que se despertasen para que echasen a correr conmigo.
Por fin, reaccionaron y salimos volando por la otra puerta del cuarto de las sirvientas, la cual daba al pasillo del pasadizo.
Teresa no perdió tiempo. Enseguida detectó la puerta de piedra y la corrió hacia un lado. La salida quedó abierta. La salida hacia el exterior. La salida hacia mi vida, hacia Jacob.
- ¡¿Qué ha pasado?! – gritó uno de los guardias desde el cuarto de las sirvientas.
Las tres nos metimos en el pasadizo y Teresa volvió a cerrar la puerta de piedra antes de llevar a Helen a su espalda y de que echáramos a correr por ese estrecho túnel de piedra caliza.
Pudimos escuchar las voces de los guardias en el pasillo sin salida, estaban buscando la entrada al pasadizo.
Apretamos el paso y los dientes y seguimos volando por esa sucesión de túneles húmedos y oscuros que parecían un laberinto.
Algo claro comenzó a verse al final del pasadizo.
- ¡La salida! – clamó Helen.
Seguimos corriendo, yo a todo lo que daban mis piernas, Teresa esperando un poco por mí, y el hueco iluminado que daba al bosque se fue haciendo cada vez más grande, ya se podía ver cómo la niebla entraba por él. Hasta que por fin llegamos a esa salida.
Teresa atravesó el hueco con Helen y acto seguido me lancé a hacerlo yo.
Mi cuerpo chocó con la nada y me caí hacia atrás, del impacto.
- ¡¿Qué pasa?! – inquirió Teresa, parándose para mirar.
Me puse de pie inmediatamente.
- ¡No! ¡No puedo pasar! – le desvelé, desesperada, tocando la barrera transparente que tenía delante.
- ¡Inténtalo de nuevo! – gritó Helen.
- ¡No puedo! – sollocé con impotencia, empujando la barrera con el hombro.
- ¡Se han ido por aquí! – oí que hablaban los guardias por los túneles.
- ¡Rápido!
No, no podía ser. Esto no podía estar pasando. No ahora que habíamos llegado hasta aquí. Habíamos trabajado tanto durante estos meses, habíamos esperado tanto…
Jacob, mi Jacob, mi amor.
Tenía que curar este corazón como fuera, tenía que llegar a él, tenía que abrazarle, besarle, decirle cuánto le amaba…
Pero volvía a estar atrapada, por más que golpeaba la barrera, no podía hacer nada, era inútil.
Mi pulsera no dejaba de vibrar.
Miré a Helen y a Teresa.
Yo no podía salir de aquí, pero ellas sí, tenían que hacerlo. Razvan no encontraba a Ryam y puede que dentro de poco Helen ya no le resultase necesaria, ella cada vez corría más peligro. Y Teresa tenía que marcharse para encontrarse con su hija. No podían quedarse aquí por mi culpa.
- Marchaos – hablé con nerviosismo y frustración, pero con determinación.
- ¡No, yo no me pienso ir de aquí sin ti! – se opuso Helen con una mezcolanza de enfado y agonía en su rostro.
No podía perder el tiempo discutiendo con ella, los guardias se acercaban a toda velocidad.
- Id a buscar a mi familia, hablad con Alice, explicádselo todo, ella sabrá qué hacer – les pedí, mirándoles con convicción.
- ¡No! – protestó Helen entre lágrimas.
Teresa me observaba con angustia, no sabía qué hacer.
Saqué la caja de mis faldones a toda prisa y traté de pasarla por la barrera, pero no había forma.
- Mierda – mascullé.
- ¡Por aquí! – escuché que gritaban ya muy cerca.
- Confío en vosotras – afirmé con determinación.
- ¡No, Nessie! – lloró Helen, revolviéndose en la espalda de Teresa para intentar llegar a mí.
- ¡¿A qué estás esperando?! – le grité a Teresa con enfado -. ¡Vete ya! ¡Corre! – le ordené.
La vampiro me observó una última vez con unas lágrimas que no salían de sus dulces ojos, aunque también dejaron ver el temple y una firmeza que me aseguraba que confiara en ella. Se dio la vuelta con rapidez y echó a correr hacia el bosque, internándose en la niebla mientras Helen chillaba y lloraba, estirando la mano para llegar a mí.
Ese rostro y esa mano reclamándome fue lo último que vi antes de que desaparecieran entre la densa bruma.
Dejé que salieran mis lágrimas y, cuando me di cuenta, ya tenía a todos aquellos vampiros encima.
- ¿Dónde creías que ibas, eh? – dijo Keiler en un tono arrogante, sujetándome del brazo de mala manera.
Cuando me giró, vi a Razvan.
Su semblante mostraba la decepción y la cólera. Se acercó a mí con premura y se quedó a un palmo.
- ¡Maldita terca! – gritó, propinándome un bofetón en la cara con el dorso de su mano de hierro.
Mi cara se ladeó, del fuerte golpe, el cual me dolió muchísimo.
- ¡¿Qué hacéis ahí parados?! – les increpó a los demás, furioso -. ¡Id tras ellas! ¡Rápido!
- ¡No! – grité, llorando.
Los guardias obedecieron sus órdenes sin vacilar y atravesaron la barrera como si nada, desapareciendo en la niebla igual que si fueran rayos.
- ¡Tú no saldrás de esa habitación hasta la boda! – aseguró entre dientes, abalanzando sus manos hacia la caja metálica.
- ¡No! ¡No! – chillé, forcejeando con él para que no me la quitara.
Pero era imposible. Terminó arrebatándomela, por mucho que luché, y me estranguló el brazo para hacerme caminar.
- ¡No! – lloré, intentando hacer fuerza con las piernas y los pies para resistirme.
Razvan me arrastró unos metros y terminó cogiéndome, harto, para lanzarme sobre su hombro de la misma forma que había hecho Zhanna para llevarme al cuarto de limpieza.
Entonces, él sí que notó el espejo que reposaba bajo mi faldón.
- ¿Qué es esto? – quiso saber, enfadado, bajándome.
Me empujó contra la pared y, sin darme tiempo ni a pestañear, metió la mano bajo mi falda y sacó el espejo de mano.
- ¡No, dámelo, es mío! – chillé, lanzándome a él para recuperarlo.
Razvan me dio otro manotazo y mi espalda se estampó contra la pared. Me quedé sin aire un par de segundos por el fuerte choque.
- ¡Es ese maldito espejo mágico que tiré en el sótano! – masculló, apretando los dientes con más que rabia. Luego, me miró con certidumbre -. ¡Esa condenada de Teresa pagará por su traición!
- ¡No, déjala en paz!
El vampiro observó el espejo con ira durante un instante y después dirigió a mí la misma mirada.
- Lo has estado usando para verle a él, ¿no es cierto? – gruñó.
No le contesté, me limité a levantar la barbilla con un orgullo rabioso.
Razvan rechinó los dientes y volvió a cogerme en volandas para correr por el túnel a la vez que yo gritaba y le pegaba puñetazos en la espalda.
Salimos del pasadizo. Todo a mi alrededor pasó a la velocidad de la luz, tan sólo se veían líneas de color gris, de las paredes, y otras de color rojo anaranjado, de las antorchas con fuego. En menos de un minuto, el furioso vampiro recorrió todos los pasillos y las escaleras que daban a mi celda.
La puerta ya estaba abierta. Entró, se paró y me tiró al suelo, donde caí de espaldas y me hice bastante daño.
- Te quedarás aquí hasta la boda – murmuró con ira.
Vi horrorizada cómo su mano arrojaba el espejo con saña. El impacto que esa imagen me provocó hizo que viera la escena como si pasara a cámara lenta. El espejo se estampó en la superficie de piedra cruelmente y en una milésima de segundo se redujo a pedazos, que se esparcieron por todas partes. Algunos trozos del cristal llegaron hasta mí y otros se metieron debajo del camastro.
- ¡NOOOO! – chillé, llorando.
El labio de Razvan se curvó hacia arriba, satisfecho, y se marchó de la habitación, cerrando la puerta de un portazo.
Me quedé en el suelo, llorando durante un rato, y cogí uno de los cristales. Cual fue mi sorpresa cuando, al observarlo, la imagen de Jacob salió. Me fijé en el resto de trocitos. Todos reflejaban las mismas escenas, sólo que, dependiendo del tamaño, la imagen se cortaba más o menos.
Me sequé las lágrimas con premura y esperanza y busqué el trozo más grande. Me levanté, me senté en la silla y observé a Jacob con ese pedazo de espejo roto.
Estaba en el taller trabajando, con ese mono gris y esa camiseta que ya no era tan blanca debido a la grasa. Estaba tan guapo.
Su rostro llevaba esa amargura, pero aún así, verle me hizo sonreír.
Sí, tenía que ser fuerte. Por él.
No podía perder la esperanza. Teresa y Helen habían conseguido escapar. Nuestro plan no había salido tan mal. Yo seguía encerrada, pero ellas ya estaban fuera. Ellas avisarían a mi familia.
Seguí mirando la película de mi futuro marido y recé para que mis amigas consiguieran huir de allí.
Por favor, Teresa, corre…, pensé con todas mis fuerzas.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
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