= LIBRO UNO =
RENESMEE
El viento templado de finales de septiembre me golpeaba la cara con velocidad, arrastrando hacia atrás mi pelo, y, aunque yo podía correr tan rápido como la moto negra, la sensación de libertad era enorme. Tal vez porque sólo tenía que centrar mi atención en el viento y no tenía que fijarme en otras cosas, como ir por dónde iba. O tal vez era el hecho de ir junto a Jake. Siempre me sentía más libre a su lado.
- ¿A dónde quieres ir? – me preguntó.
- A La Push. Quiero ver a Emily y al niño.
- ¡A la orden! – exclamó, haciendo el saludo militar.
Seguimos por el pueblo, pasando por delante de las tiendas, de donde salía la gente a nuestras espaldas para ver el por qué de ese ruido estrepitoso. Cuando llegamos a la carretera que daba a La Push y ya no había peligro para los viandantes, Jacob aumentó la velocidad. Me aferré a su cuerpo con más fuerza y él volvió a acelerar. Giró la cara medio segundo para observarme, tiempo suficiente para que pudiera ver que sonreía con satisfacción.
- ¿Te gusta? – me preguntó, entusiasmado.
- ¡Me encanta! – exclamé entre risas.
Se carcajeó y yo apoyé mi alegre mejilla en su espalda mientras observaba el paisaje de los acantilados de las islas y la playa, que ya se extendían a nuestro lado. Aunque la sensación térmica del aire era fresca cerca del mar, yo no tenía ni pizca de frío pegada a Jacob.
Nos detuvimos al llegar frente a su casa. Nos bajamos de la moto y la condujimos hasta el garaje.
Mientras caminábamos hacia casa de Emily y Sam, Jacob me contaba efusivamente la batalla de la noche anterior. Habían avistado a uno de esos vampiros curiosos y me hablaba de cómo lo habían acechado y arrinconado hasta partirlo en trocitos. Gesticulaba con las manos y la cara, imitando los movimientos de la pelea con real entusiasmo. Recordé lo mal que lo había pasado hacía apenas unas horas. A él, en cambio, parecía encantarle todo eso.
- ¿Qué pasa? – preguntó cuando se dio cuenta de mi gesto.
- Nada, es que parece que te lo pasaste muy bien cazando a ese vampiro.
- La verdad es que sí – dijo, sonriente.
- Pues yo lo pasé fatal, ¿sabes?
Metió una mano en el bolsillo del pantalón y cogió la mía con la otra.
- ¿Por qué? – giró su semblante, ahora serio, hacia mí.
- Pensé que te había pasado algo – susurré, bajando la mirada.
- ¿Por eso llamaste a mi padre? – sonrió de nuevo.
- Bueno, en realidad te llamaba a ti. Cuando Billy cogió el teléfono, estaba a punto de colgar. Tardó tanto, que ya estaba histérica.
- Lo cogió de milagro. Acababa de llegar de casa de Emily y Sam - volvió la mirada al frente -. A ver, ¿y por qué iba a pasarme nada?
- Como hoy no viniste a buscarme por la mañana… - no era sólo por eso, por supuesto, pero dejé la frase ahí, no quería contarle lo que Alice me había dicho en el coche -. Me pareció raro. Es la primera vez que me dejas sola y estaba preocupada.
- Ya, perdona – me apretó la mano -. Fue una emergencia. Bueno, ya sabes que Emily se puso de parto y tuve que sustituir a Sam en su turno de noche.
- Esa es otra de las razones por las que me pareció raro que no vinieras, y me preocupara – le miré a la cara para ver su reacción -. ¿Por qué tuviste que sustituir tú a Sam? ¿No tiene un segundo al mando?
- Claro que lo tiene, es Paul – se encogió de hombros sin comprender.
- Y entonces, ¿por qué tuviste que ir tú y no dejó a Paul al cargo?
Jacob bajó la mirada al suelo y se quedó pensativo durante un rato, con las cejas fruncidas.
- La verdad es que no lo sé – contestó al fin -. Simplemente me lo pidió a mí y yo le hice el favor, nada más.
Torcí el gesto, pensando. La explicación no me convencía del todo, pero Jake era sincero.
¿Qué motivo tendría Sam para pedírselo a Jacob y no a Paul? ¿Es que tendría algún problema con este último? Bueno, con ese carácter que tenía… ¿O acaso Paul no podría ir tampoco? En ese caso, habría un tercer al mando…
- Mira, ahí están los chicos – anunció Jake, interrumpiendo mis cavilaciones.
Frente a nosotros, a unos metros, se encontraba la casa de Emily y Sam, y delante estaban Seth, Jared con Kim, y Embry.
La casita era la misma de siempre, sólo que rejuvenecida, ya que la habían pintado no hacía mucho. Habían respetado los colores y seguía siendo de color gris – ahora más alegre -, con su ventana estrecha junto a la puerta de color azul intenso y las jardineras luciendo sus caléndulas naranjas y amarillas.
- ¡Buf! ¡No sé si entraréis en esa casa! – exclamó Seth cuando nos acercamos -. Está abarrotada de gente.
- Sí, tío. Nosotros hemos tenido que salir a tomar un poco el aire – siguió Embry.
- ¿Quiénes están? – preguntó Jacob.
- ¿Tengo que decirte todos los nombres? – Seth empezó a gesticular como contando con los dedos.
- No, gracias. No tenemos todo el día – Jake le dio un suave puñetazo en el brazo, siguiendo su broma -. Probaremos a entrar.
Saludé con la mano suelta a los chicos y a Kim, que me correspondió con una sonrisa tímida, mientras Jake me conducía a la casa.
El interior del hogar de Emily y Sam parecía un enjambre de personas: unas, moviéndose apretadas de aquí para allá por el pequeño salón-cocina y subiendo y bajando la estrecha escalera que daba a las habitaciones del bajocubierta, peleándose por pasar; otras, paradas o sentadas, charlando. Ni siquiera había un hueco en la encimera para apoyarse. El barullo era tal, que no podía distinguir las voces de aquellos a los que más conocía: los chicos que componían las dos manadas. La mayoría de los que allí estaban eran los metamorfos con sus respectivas familias. Conocía a todos los lobos de las dos manadas y no estaban al completo, por supuesto, ya que las transformaciones lupinas habían aumentado con la aparición constante de vampiros y ahora, juntando los dos grupos, eran ya veinticuatro, Alfas incluidos1. No habrían entrado en la pequeña casa. También había gente allí de la reserva de los makah, de dónde era Emily, que nunca había visto.
Resoplé al ver todo aquel lío. Era imposible entrar. Tan sólo en la puerta, había dos de los chicos de espaldas que bloqueaban el paso con sus enormes corpachones, no hubiera podido pasar ni una hormiga. Parecían porteros de discoteca y sólo tenían catorce años.
Aún así, Jake consiguió traspasar el umbral cuando uno de los porteros le vio y le dejó entrar. Me arrastró con él sin soltarme de la mano – me pegó tanto a su espalda, que yo no quitaba ojo al suelo para no tropezarme con sus pies - y logramos abrirnos paso entre la multitud. Me asombré de la habilidad de Jacob para conseguir progresar con tanta maestría.
Según adelantábamos, la gente se fue acallando hasta que sólo se oyó un suave murmullo. Jake aflojó un poco su amarre, de manera que ahora ya caminaba mejor y podía levantar la vista.
Fue entonces cuando me percaté de que no avanzábamos por la destreza de Jacob. La gente lo dejaba pasar, haciéndole un pasillo con suma amabilidad. Miré alrededor para saludar a las personas que conocía, pero todas le observaban a él con admiración y fascinación, y también como con sumisión. Le tenían respeto.
Me quedé tan maravillada, que hasta yo empecé a sentirlo.
Jake no pareció darle importancia. Subimos las escaleras tranquilamente, sin empujones, y llegamos al bajocubierta, donde ya habían despejado el pequeño vestíbulo y nos esperaba Sam en la puerta de la habitación.
Nos saludamos, felicitándole, y nos condujo hasta Emily, que reposaba en la cama con el bebé en brazos. Nos acercamos para darles un beso a los dos y ella insistió en que lo cogiera en brazos.
Por supuesto, yo nunca había cogido a un bebé y me daba miedo que se me cayera al suelo, así que lo cogió Jake.
Era un bebé precioso, de piel cobriza, aunque clara, moreno y con bastante pelo. No podría decir a quién se parecía de los dos, era tan pequeño.
1 Todos los nombres aparecen en el Índice de Lobos, al final del libro.
Jake le acarició la cara delicadamente con su dedo mientras le hacía carantoñas y el niño se lo atrapó con su pequeña manita. Se notaba que había tenido experiencia conmigo, aunque fuera corta.
- ¡Este crío va a ser fuerte! – exclamó Jacob cuando el niño le apretó el dedo.
- ¿Cómo se llama? ¿Ya le habéis puesto nombre? – pregunté, mirando a Emily.
- Sí, se llama Ethan.
Me acerqué a los dos para unirme a las carantoñas y a las caricias. Le estaba tocando la pequeña y chata nariz, cuando también me agarró el índice. Ethan nos tenía agarrados y acercó los puñitos de tal modo, que nuestros dedos se quedaron juntos, con las yemas tocándose. Jacob estiró un poco su dedo y empezó a acariciar el mío.
Entonces, los dos levantamos la mirada tímidamente y nos quedamos así, con Ethan en medio, en los brazos de Jake.
Sin querer, me quedé mirándole embobada, como si nunca lo hubiera visto, parecía que no hubiese nadie alrededor. Ahora recordaba lo que habían dicho mis nuevas amigas. Sus ojazos negros, con su profunda mirada, parecía que me llamaban…
Un carraspeo nos espabiló, haciéndonos pegar un pequeño brinco, y separamos los dedos inmediatamente.
- Jake, ¿puedo hablar contigo un momento? – preguntó Sam.
- Claro. Toma, cógelo un momento – sin que me diera tiempo a abrir la boca, Jake me lo colocó en mis vacilantes brazos -. Sujétale bien la cabeza, ¿vale? – dijo, ya alejándose junto a Sam.
Salieron al pequeño vestíbulo de la escalera y yo me quedé con Ethan en brazos. ¿Qué se supone que iba a hacer con ese bebé? Miré a Emily y se lo di. Seguro que ella estaba ansiosa de tener a su cachorrito a su lado. Me acordé de su otro retoño de dos años.
- ¿Dónde está Joshua? – le pregunté.
- Con Leah en la playa. Aquí había demasiado jaleo.
- Ah - fue lo único que se me ocurrió decir.
Me daba mucha pena de ella. La eterna enamorada de un amor imposible, que fue abandonada por su amado al imprimarse de su prima, y que, para encima de no poder tener hijos, cuida y trata como tales a los de ellos dos. Sólo por hacer eso, se merecía el cielo y el universo entero.
No acababa de entender eso de la imprimación. Jake me había hablado de ello en alguna ocasión cuando era pequeña, pero no me había contado mucho. Me había dicho que la imprimación sólo tenía lugar con tu alma gemela, que esas dos personas estaban hechas la una para la otra, que el imprimado pasaba a pertenecer, de algún modo, a la otra persona y que siempre estaría a su lado de buena gana de la forma que eligiera ella, fuera como fuera, para hacerla feliz. Sonaba muy bonito, pero en casos como el de Leah y Sam, me parecía de lo más injusto.
- ¿Qué tal tu primer día de instituto? – me preguntó Emily.
- Genial. Ya hice amigas y todo – de momento, incluí en el término amiga a Brenda.
- Qué bien…
Sin que terminara la frase, alguien llegó al lecho para hablar con ella y ver al niño, así que me aparté hacia los pies de la cama.
Ahora, desde mi nueva posición, a través de la puerta de la habitación podía ver a Jake, que seguía hablando con Sam. Tenía los brazos en jarra y asentía, mirando al suelo, mientras éste hablaba.
Agucé el oído para ver si podía escuchar algo, pero cuando puse atención a la conversación, se encaminaron hacia el dormitorio.
Jake se colocó a mi lado y Sam corrió con Emily.
Nos quedamos mirando la estampa que teníamos enfrente. La verdad es que parecían tan felices. Sí, realmente lo eran.
Sobretodo ella. ¿Cómo no iba a serlo? Tenía a su lado a ese hombre con su entrega total e incondicional. Él era suyo. Pero había algo más. Había amor verdadero. Sólo había que ver la forma en que se miraban el uno al otro. Sam estaba imprimado, pero ella había elegido amarle. Según Jacob, si Emily no estuviera enamorada, ahora Sam estaría a su lado como un amigo o lo que ella quisiera. Eso sí, Sam no amaría a ninguna otra mujer durante el resto de su vida.
- ¿Nos vamos? – me preguntó Jake, sacándome de mi mundo.
Asentí y le cogí la mano para iniciar la marcha.
Jacob se despidió de Emily y Sam levantando la mano y este último confirmó con la cabeza.
Al bajar por las escaleras, pasó lo mismo que cuando entramos y subimos. Y, una vez más, Jake no le dio importancia.
Salimos al exterior, donde seguían Jared con Kim, Embry y Seth.
- No era para tanto – le murmuró Jake a Seth al pasar a su lado, sin pararnos.
Éste se rió, cruzando los brazos y negando con la cabeza.
- Bueno, no todos tenemos los privilegios que tienes tú – se oyó decir a Seth a nuestras espaldas - ¡Oh, su majestad!
Me giré un poco mientras lo decía, y estaba haciendo reverencias burlonas. Jared le dio una colleja cuando se incorporaba de una de ellas.
- Payaso – bufó Jacob, riéndose.
Me quedé observándole durante un rato mientras caminábamos hacia la playa. Lo que había pasado en casa de Sam y Emily me había dejado impresionada. Él se dio cuenta.
- ¿Qué? – me preguntó, mordiéndose el labio.
- ¿Qué ha pasado ahí dentro?
- No sé a qué te refieres – disimuló, encogiéndose de hombros.
- Vamos, Jake – le azucé, dándole tirones de la mano -. Sabes de sobra de qué estoy hablando. Cuéntamelo.
- No hay nada que contar. Esa gente está un poco chiflada, nada más – y me tocó la punta de la nariz con el dedo.
Caminé normal de nuevo, pero no estaba dispuesta a darme por vencida.
- ¿Por qué dices eso? – inquirí para intentar sonsacar.
- Creen demasiado en las leyendas – suspiró.
- ¿Qué leyendas? ¿Es que formas parte de alguna de ellas?
Jake me miró sonriendo, exhalando el aire de repente.
- ¡Eres demasiado rápida para mí! ¡No se te escapa nada! – rió, negando con la cabeza.
- En eso salí a mi padre. Ya sabes, soy hija de Edward Cullen – bromeé.
- Ya veo. Menos mal que no puedes leer la mente y todo eso – se rió otro poco y siguió hablando -. Bah, te lo voy a contar. Me da un poco de vergüenza, pero bueno.
- Conmigo no tienes por qué.
- Ya lo sé, pero aún así… - frunció los labios -. Bueno, es una chorrada. No te creas ni una palabra de esas historias, ni nada. Son cosas de viejos. A veces la gente se creé cosas…
- ¡Ay, venga, Jake! ¡Cuéntamelo ya, no seas pesado! – exclamé, riéndome y tirándole de la mano otra vez.
- Vale, vale – se rió. Cogió aire y empezó a hablar un poco más serio -. Verás, bueno, ya conoces toda la historia de nuestro antepasado Taha Aki.
- Sí – y comencé a vocalizar como si fuera la narradora de una obra de teatro -, fue el primer Espíritu Jefe que usó su espíritu, metiéndolo en un lobo, para salvar a la tribu de la codicia de Utlapa, un espíritu guerrero malvado que le había robado su cuerpo y fingía ser él.
- Veo que te sabes la lección.
- Edward Cullen – volví a bromear.
Hizo una mueca y siguió contando todo de carrerilla.
- Bueno, pues se dice que Taha Aki tenía una gran fuerza espiritual y que era capaz de dominar su mente y sus pensamientos como nunca antes había visto nadie. Era el único que podía ocultar los pensamientos que no quería que los demás espíritus guerreros oyeran, después de lo que había pasado con Utlapa. Sin embargo, mientras hacía eso, él seguía oyendo los de los demás. Nadie sabe cómo lo conseguía, porque nunca se vio algo igual. Fue el primer lobo de todos, el Alfa de los Alfa, y se considera como el mayor de los Espíritus Jefe, como si fuera una especie de… rey o algo así.
- Espera, espera – me detuve y él hizo lo mismo - ¿Y qué tiene eso que ver contigo?
Me observó, mordiéndose el labio con el rostro algo avergonzado, y se quedó pensando.
- ¿Jake?
- ¡Bah! Es que es tan absurdo… Sólo son bobadas - intentó iniciar la marcha, pero tiré de su brazo hacia atrás.
Miró hacia arriba y suspiró.
- Está bien, está bien. Si no me lo quieres contar… - empecé a caminar de nuevo.
Esta vez fue Jacob el que me detuvo.
- A mí me pasa lo mismo – soltó de sopetón.
Mis ojos casi se salían de sus órbitas. ¿Que podía ocultar sus pensamientos?
- ¿Cómo? – me quedé boquiabierta.
- No sé por qué ocurre, ni cómo lo hago – se encogió de hombros y empezamos a caminar de nuevo -. Tampoco me pasa todo el tiempo, sólo algunas veces. Los ancianos dicen que terminaré perfeccionando la técnica y que lo haré cuando quiera – se echó a reir -. ¿Te lo puedes creer? Esos viejos me hablan de técnicas cuando yo ni siquiera sé cómo se hace.
- ¿Cómo es? – estaba maravillada.
- No sé. Simplemente, cuando no quiero que oigan algunas cosas, puedo pensar en otras a la vez, como para tapar, ¿sabes? Como cuando vas por la calle escuchando música con el mp3. Escuchas la música, pero, a la vez, cruzas la calle, miras que no vengan coches, caminas por donde tienes que ir, y puedes hacer todo eso escuchando la canción que quieres tranquilamente, poniéndola atención. Los demás no escuchan la música, porque llevas tus auriculares puestos, ¿me sigues? – me miró para ver si le entendía -. Bueno, no sé. Es un rollo un poco raro y difícil de explicar. Ya te digo que ni yo sé cómo lo hago.
- Qué guay. ¿Y desde cuándo te pasa eso?
- Me vino hará unos tres meses, más o menos. Fue de repente. Me uní a la manada para patrullar, como otro día más, y, de pronto, todos se quedan como patidifusos. Luego, me dijeron que no podían oír algunos de mis pensamientos, que era como si hubiera interferencias o algo así. En ese momento creí que me estaban tomando el pelo.
Mis ojos se abrieron como platos otra vez.
- Entonces, mi padre tampoco te podrá leer la mente – solté toda emocionada.
- No te hagas ilusiones – me pellizcó la mejilla con una sonrisita pícara -. Solamente me funciona con la manada, cuando estoy en mi forma lobuna.
- Pero cuando eres un lobo, a lo mejor mi padre tampoco puede.
- Sí, sí que puede, créeme – suspiró -. Esto sólo pasa con los otros lobos. Para tu padre sigo pensando muy alto.
Resoplé, desilusionada.
Ya se divisaba First Beach. Caminamos por la senda que conducía al espigón de madera de la playa, en el extremo norte.
- ¿Y por qué dices lo de las leyendas? ¿Qué tienen que ver contigo?
- Ya sabes que nosotros somos descendientes de Taha Aki, llevamos sus genes de metamorfo – después de aquella visita de los Vulturis y de la aclaración que había hecho mi padre, todos los quileute habían cambiado el término licántropo por el de metamorfo -. Uno de esos genes es el que ocasiona lo de los pensamientos, pero sólo lo tenía activo Taha Aki. Este gen fue pasando de generación en generación, sin embargo, nunca se le había activado a nadie más. Hasta que llegué yo. Y ahora agárrate, esto es lo más fuerte de todo. Es la mayor chorrada que he oído en mi vida – hizo una pequeña pausa para darle emoción a la historia -. Ahora los ancianos, incluido mi padre, están convencidos de que yo soy una especie de copia o de… - dudó, pero luego siguió con una mueca de escepticismo – reencarnación de Taha Aki. Dicen que sólo a mí se me activó ese gen y que lo hizo cuando alcancé la madurez necesaria – empezó a carcajearse, llevándose la mano a la cabeza -. ¿Te imaginas? ¡Es ridículo! ¡Dios, cómo son esos viejos! ¡Y lo peor es que los demás se lo creen! – exclamó, gesticulando con el brazo mientras se reía.
Yo no me reí nada. Me quedé de piedra, estupefacta, clavada en el suelo mientras miraba a mi mejor amigo deslumbrada. Él se dio cuenta.
- Vamos, Nessie. No te lo irás a creer tú también, ¿verdad? No me digas que tú crees en eso de la reencarnación.
- Mis padres y mi familia son unos vampiros, yo misma soy mitad humana, mitad vampiro, y mi mejor amigo es un metamorfo u hombre lobo cuyos antepasados eran personas que sacaban a su espíritu fuera para luchar. Así que, ¿por qué no? ¿Es que tú no te crees las leyendas de tu tribu?
Le seguí mirando pasmada y él puso los ojos en blanco.
- Por supuesto que sí. Me transformo en lobo todos los días, ¿cómo no voy a creerlas?
- ¿Entonces?
- Las leyendas son ciertas, pero esto sólo son suposiciones y conjeturas de los ancianos, creencias. Nunca antes ha habido una reencarnación, ni nada parecido. No se conoce ningún caso. Esta gente siempre ha esperado a que algún día el espíritu de Taha Aki se reencarne, es otra creencia más, como el que cree en Dios, Alá o Buda. Lo del gen del pensamiento, por llamarlo de alguna manera, puede que sea verdad, pero lo otro… Y además, suponiendo que fuera cierto, ¿por qué iba a reencarnarse Taha Aki en mí? Lo más seguro es que se hayan equivocado. El que yo haga eso de los pensamientos, no quiere decir nada. Es absurdo.
Me quedé pensando un rato.
- ¿De qué color era el pelaje de Taha Aki? – le pregunté.
- Rojizo – contestó él automáticamente. Le hice un gesto con la mano como de ahí lo tienes y se corrigió a sí mismo -. Dicen que era rojizo – matizó.
- A ti siempre te ha resultado más fácil transformarte en lobo que a los demás, eso tiene que ser por algo.
- Uno, que tiene maña.
- Taha Aki era un macho Alfa – apunté.
- También Sam lo es – me recordó.
- Hace un momento, dijiste que sólo Taha Aki tenía activo el gen del pensamiento, pero tú también lo tienes. Son muchas coincidencias.
Suspiró, cansado.
- Vale, vale. Tú ganas – me pasó el brazo por el hombro y empezamos a caminar de nuevo hacia la playa -. Puede que sea la reencarnación de Taha Aki, ¿contenta?
- Así está mejor – le sonreí -. Deberías creértelo más, ¿sabes? A veces eres demasiado humilde.
- No es humildad, es la realidad – refutó -. Seguro que hubo, hay y habrá hombres mucho mejores que yo. No creo que Taha Aki se fijara en mí y me escogiera.
- Pues yo, si fuera él, lo haría sin pensarlo. No hubo, hay ni habrá nadie tan bueno como tú. Eres… - me quedé sin habla al volver la vista hacia él. Ya no caminábamos, me miraba fijamente, como aquel día en el bosque cuando le iba a contar lo de mi desarrollo y, como en aquella ocasión, me ruboricé. Pero, esta vez, esos ojos profundos me llamaban, era como si me hipnotizaran, y tenía la cara tan cerca, que sentía su caliente respiración en la mía. Tragué saliva y seguí la frase a trompicones y con un susurro, que era lo único que me salía -, la… la persona… más… maravillosa… del… mundo, Jake – dije cada palabra lentamente.
Empezó a acercar su rostro al mío y mi corazón metió la quinta. Colocó su mano suelta en mi nuca y…
… me besó en la frente.
- Gracias – susurró.
Apartó el rostro, retiró la mano de mi cabeza y comenzamos a caminar de nuevo.
Pestañeé, confundida, con la cara tan roja, que si hubiera habido un faro en la playa para guiar a los barcos, yo le habría hecho sombra. Carraspeé para aclararme la voz.
- ¿De qué hablaste con Sam? – le pregunté para distraerme.
- Va a tomarse un pequeño descanso estos días para ayudar a Emily y quería que yo me encargara un poco de su manada. Nada, una semana o así.
- Pero, ¿no vino su familia de la reserva de los makah? Pensé que habían venido para ayudarla.
- Sí. Pero a Sam le apetece, y así está con ella y con los niños. Ya sabes, la imprimación y todo eso.
- Ah, ya – asentí.
Me pareció lógico.
De pronto, me acordé de otro tema que me interesaba bastante.
- Hablando de imprimaciones – empecé -, podías contarme un poco más de eso.
Jake se puso rígido, como nervioso.
- ¿Qué quieres saber? – inquirió, mirando al frente.
- ¿Cómo es?
Se quedó en silencio un rato, pensando las palabras que tenía que decir.
- Pues… es como magia - de pronto, se quedó ensimismado, mirando al horizonte -. Es como los movimientos gravitatorios de los planetas en el espacio. Una vez que la ves, lo dejas absolutamente todo y empiezas a girar a su alrededor, pasa a ser lo que más te importa. Harías cualquier cosa y serías cualquier cosa por ella, sin dudarlo ni un segundo. Su amigo, su hermano, su amante…, todo, lo que ella quiera. Cuando la encuentras, te sientes completo, porque ella es parte de ti, de entre todos los millones de personas del planeta, ella es tu alma gemela, la pieza perfecta que te complementa. Ella es única, y es como si tú hubieras nacido sólo para ella y ella para ti, por eso cuando estás con ella, tu espíritu está completo del todo y sientes una paz interior inmensa. Es genial.
Lo decía con tanto entusiasmo, que, no sé…
- ¿Tienes… tienes ganas de que te pase a ti? – murmuré.
En un segundo, el semblante de Jacob cambió. Primero al color pálido y después al color sonrojado. Agachó la cabeza y me miró tímidamente. Nunca lo había visto así y me chocó.
- Verás – tragó saliva -, es que yo…
- ¡Nessie! – gritó una voz a lo lejos, interrumpiendo su frase.
Era Charlie junto a Sue, que paseaban por la playa de arena gris y piedras lisas, con Leah y Joshua.
- ¡Abuelo! – exclamé, alejándome de Jacob para ir a abrazarle.
- ¡Demonios, niña! ¡Cada vez estás más… más…! – Charlie me miró de arriba a abajo y parpadeó.
Se limitó a abrazarme y a darme un beso en la frente. Sue me dio otro abrazo.
- Hola, Nessie – me saludó Leah - ¿Qué tal tu primer día en el instituto?
Leah era muy simpática y amable conmigo, aunque a mi familia, y sobretodo a mi madre, no los podía ni ver. A mí, en cambio, siempre me trataba como a una más.
- Bien, gracias. Creo que no me va a costar mucho adaptarme.
- ¿Y cómo permites que este idiota te dejara tirada esta mañana en un día tan importante? – señaló a Jacob, que estaba a su lado, y éste frunció el ceño –. Si yo fuera tú, no le hablaba en un mes o más.
Jake le dio un pequeño empujón, como regañándola, y ella se carcajeó.
Joshua se escapó corriendo y Sue y Charlie se pusieron a jugar con él en la arena.
- Bueno, no sé si aguantaría tanto sin hablarle, la verdad – admití, riéndome.
Jacob y yo nos miramos y nos sonreímos tímidamente.
- ¡¿Ya se lo has dicho?! – le preguntó Leah a Jake después de observarnos.
Parecía muy contenta, como si le hubieran dado una buena noticia.
Éste apartó la vista de mí rápidamente y le hizo una mueca mientras le daba un pisotón que pretendió disimulado, pero que yo vi perfectamente.
- ¿Decirme el qué? – miré a Jake.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
:O k hermosooo!!! encerio me quede asi de k O.o
ResponderEliminarya lei hasta aca y queria comentar pork me parecio wowww!!! k lindoo :3
Otro cap bellisimo. Que bonito Nessie y Jake con el bebe.
ResponderEliminarMe quedé con la boca abierta cuando Jake le da un beso en la frente, ;D Y la interrupción de Charlie y Sue. Ahora sí, uno más y me voy a dormir.
Muuuuuuii lindo, nserio m stoii enamorando. Segui asi!!
ResponderEliminarme encanta
ResponderEliminarque hermosa historia!!! me encanta como escribís, tan detallado , tan rico, y me fascina ver la adoración que esta sintiendo Nessie x Jake, HERMOSO-HERMOSO, no tengo mas palabras que decirte, un beso grande desde Bs As, Argentina
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