Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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sábado, 9 de julio de 2011

PREMONITORIO [NUEVA ERA]


= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =

Ya era bastante tarde, y Jacob y yo estábamos cansados del viaje, así que cuando nosotras terminamos de ojear los catálogos – más bien, estudiar, aunque yo ya los había mirado tanto durante estas semanas, que casi me los sabía de memoria – y ellos acabaron su última partida de billar, decidimos irnos a la cama.
Mis padres nos anunciaron que dormiríamos en su parte de la casa, por lo que los seguimos.
Pasamos a su vivienda por medio de la puerta interior por la que Alice nos había llevado antes y subimos las escaleras para dirigirnos a la planta superior, donde se encontraban los dormitorios.
Al llegar al pasillo, mi padre se paró frente a una de las puertas y la abrió.
- Este será tu dormitorio, Jacob – le dijo, señalando el interior con la mano.
- ¿Mi… dormitorio?
La habitación solamente contaba con una cama, aunque era bastante grande.
- Edward – le regañó mi madre -, van a dormir juntos.
- Bella, aún no están casados – objetó él con gesto disconforme.
- Oh, vamos, no seas anticuado, ya duermen juntos todos los días. Esto es una soberana tontería – y se acercó a la puerta para cerrarla.
- Está bien, los llevaré a la otra habitación – accedió finalmente, aunque un poco a regañadientes. Eso de ser moderno le costaba bastante -. Venid aquí – y comenzó a caminar de nuevo, aunque solamente unos cuantos pasos más. Se paró frente a otra puerta y la abrió -. Este será vuestro dormitorio.
Jacob y yo pasamos al interior. Alice ya nos había enseñado esta parte de la vivienda, así que sabíamos que este dormitorio era el que tenía la cama más grande. Lo era incluso más que la de nuestra casa.
Nuestra maleta y la mochila ya estaban en el armario, cuyas perchas y estantes ya estaban ocupados por nuestra ropa. Papá se dio cuenta de este detalle y le echó una mirada acusadora a mamá, que miró hacia otro lado mientras se atusaba el cabello para disimular. Eso pareció hacerle gracia y no pudo evitar sucumbir a los intentos de mi madre por modernizarlo, así que terminó riéndose un poco de su propia actitud.
- Bueno, os dejaremos… dormir – dijo papá, todavía con la sonrisita en la cara.
Mi rostro no pudo evitar que el color rojo tiñera su epidermis, y, encima, que esa insinuación saliera por boca de él, me ruborizaba aún más.
- Sí, nos vamos – siguió mi madre, guiñándome el ojo. Otra vez mis pobres mejillas sufrieron una invasión de sangre -. Buenas noches, que descanséis – y nos dio un beso a los dos.
- Buenas noches – se despidió papá, dándome otro beso.
- Buenas noches – contestamos ambos como dos niños buenos.
Mi padre suspiró y se acercó a la puerta, donde ya le esperaba mamá.
No pude evitar que en ese momento mi padre me inspirase tanta ternura. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo casi sobrenatural para dejarnos dormir juntos y, sobretodo, para aceptarlo. Aunque él ya lo había escuchado todo, le llamé igualmente.
- Papá – éste se giró para mirarme ya con una sonrisa -. Gracias – y le sonreí yo también.
Asintió para aceptar mi gesto y salió junto a mi sonriente madre.
En cuanto la puerta se cerró, Jake se dejó caer en la monumental cama.
- ¡Esta cama es comodísima! – exclamó, cruzando las manos bajo su nuca.
Me senté y luego me incliné sobre él, un poco de costado.
- Voy al baño, ¿de acuerdo? – le comuniqué -. Vengo enseguida.
- Vale.
Nos sonreímos y le di un beso corto. Me incorporé, me puse de pie y salí de la habitación para meterme en el cuarto de baño.
Después de atender mis necesidades humanas y de lavarme los dientes, salí del baño y regresé al dormitorio.
Nada más entrar, me topé con Jake.
- Ahora me toca a mí – afirmó con una sonrisa, dándome otro beso.
Le sonreí y salió de la habitación.
Me dirigí al armario y saqué uno de los camisones de algodón que había traído. Escogí ese de color rosa que tanto me gustaba y aproveché para coger el pantalón de pijama corto de Jake más una de esas camisetas interiores de tirantes blanca que utilizaba normalmente para dormir, aunque luego siempre terminase sin ella...
Dejé el pijama de Jacob sobre la colcha, me desnudé y me puse mi camisón, dejando la ropa que me había quitado en un pequeño butacón que había junto al armario. En cuanto me metí en la cama y me quedé sentada para esperarle, Jacob pasó al dormitorio.
- Ya estoy aquí, preciosa – declaró mientras cerraba la puerta y se acercaba al camastro -. Ah, veo que ya me sacaste el pijama, ¿eh?
- Sí – sonreí.
Y sonreí porque comenzó a desnudarse y pude observar ese impresionante espectáculo, recreándome en cada detalle.
Se puso el pantalón, la camiseta y recogió la ropa que se había quitado, tirándola en el mismo butacón en el que yo había dejado la mía.
Cuando se metió en la cama, apagué la luz y me eché para ponerme junto a él. Los dos estábamos de lado, y yo me acurruqué entre sus brazos, que me apretaron contra su pecho con mimo. Inspiré su maravilloso efluvio por la zona de su cuello y la felicidad invadió mi cuerpo, capitaneada por mi millón de mariposas, que ya eran unas expertas en esto.
Su vigoroso corazón latía con tanta fuerza, que podía notar sus calmados latidos retumbando en mi tórax; el mío lo hacía a un ritmo más acelerado, redoblaba su repiqueteo de una forma totalmente exacta, de modo que, cuando su corazón bombeaba una vez, el mío lo hacía dos. Hasta en eso estábamos sincronizados.
- ¿Estás dormido? – le pregunté con un murmullo.
- No, claro que no – susurró -. Estaba pensando.
- ¿En qué?
- En que esta semana va a ser muy dura – suspiró.
Alcé el rostro para mirarle entre esa oscuridad que, no obstante, era clara y me dejaba entrever bastante bien.
- ¿Por qué lo dices? Creía que tú también querías venir.
- ¿Qué? – bajó su semblante para observarme -. Ah, no, no es eso. Claro que quería venir. Yo también tenía ganas de ver a tu madre y al resto de tu familia – sonrió, mostrando esos blancos dientes que resaltaban en la negrura; le correspondí la sonrisa -. Lo digo porque me va a costar muchísimo respetar a tu padre – y su sonrisa se amplió, adquiriendo un matiz pícaro que comprendí a la perfección.
- Ah, ya, respetar… a mi padre – dudé.
- Sí, ya sabes, quedarnos aquí sin hacer nada más que… dormir.
- ¿Y desde cuándo respetas tú a mi padre? – cuestioné.
- Yo siempre le he respetado – afirmó. Alcé las cejas con incredulidad -. Bueno, vale, no siempre – reconoció -. Pero ahora sí que le respeto, ¿sabes? En fin, suena muy raro, pero como va a ser mi suegro y eso…
- El año pasado no te importó eso cuando irrumpiste en mi casa en plena noche – le recordé con una sonrisilla.
- Pero eso fue un caso de fuerza mayor – alegó él -. Tú estabas en celo, y tu olor estaba por toda mi cama. Era imposible resistirse. Además, si te acuerdas, no quise hacerlo en tu casa. Y no quise por respeto a tu padre, porque, bueno, esa seguía siendo su casa.
- Pero si, prácticamente, me sacaste en volandas de allí, ¿eso es respetarle? – me reí.
- Era mejor que quedarse en tu habitación, con tus tías afuera oyéndolo todo, ¿no te parece? – se defendió, riéndose -. Y vuelvo a decir que no me parecía… Dios, odio reconocer esto, pero es que es así. Tu padre me pidió que le respetase, y no me parecía correcto hacerte el amor en su casa, ¿vale? Ya está, ya lo he dicho.
- ¿Y llevarse a su hija en plena noche para hacerle el amor bajo la lluvia te pareció más correcto? – volví a reír.
- Era mejor que la primera opción – rebatió con una de sus sonrisas torcidas -. Además, en ese momento no es que mi cabeza estuviera para pensar mucho, la verdad.
- ¿Y… tienes pensado respetarle toda la semana? – inquirí, confiriéndole a mis palabras un tono insinuante mientras mis dedos comenzaban a descender lentamente por su pecho y bajaban un poco su camiseta.
- Qué remedio, aunque, para ser sinceros, no sé si aguantaré toda la semana – murmuró, acariciando mi espalda.
Me pegué más a él.
- Bueno, pero, al menos, podrás besarme para darme las buenas noches, ¿no? – bisbiseé, sonriéndole en los labios.
- Claro, nena, eso no me lo quita nadie – susurró con otra sonrisa.
Y comenzamos a besarnos.
De pronto, unos ruidos nos hicieron bajar de nuestra nube y Jacob soltó mis labios.
- ¿Qué son esos golpes? – preguntó. Entonces, se quedó paralizado -. Ay, madre, no será el cabecero de…
- Oh, no, Dios… - lamenté, despegándome de él para ponerme boca arriba y llevar la sábana a mi cara para tapar esa vergüenza ajena -. Son mis padres…
- ¿Esos son tus padres? – inquirió, sorprendido.
- Sí – gemí.
Y eso que su dormitorio quedaba bastante lejos del nuestro.
Jacob hundió el rostro en la almohada y empezó a reírse a carcajada limpia.
- No me lo puedo creer – me quejé con otro lamento, destapándome -. ¿No se dan cuenta de que estamos aquí?
Mi chico por fin levantó la cara del almohadón, aunque seguía riéndose.
- Se ve que tu madre le está dando un premio a tu padre por esforzarse en ser moderno y tu padre se lo está tomado al pie de la letra – se burló.
- Pues podía haber esperado a que nos durmiésemos o algo – refunfuñé, cruzándome de brazos.
- Venga, nena, déjales que disfruten un poco. Creo que tu padre se lo merece por dejarnos dormir juntos, ¿no te parece?
- No digo que no, pero es que…
- Madre mía, qué rapidez – murmuró con guasa -. No sabía que se podía llegar a esas velocidades.
- Bueno, supongo que para ellos es una velocidad normal – afirmé de mala gana.
Se quedó a la espera, entornando los ojos mientras ponía atención.
- Es increíble – habló finalmente -. No me da tiempo a contar los golpecitos.
- ¡Jake! – le regañé, pegándole un manotazo en el brazo, aunque su risa contagiosa hizo que la mía se escapara.
Tuve que taparle la boca con las dos manos para amortiguar sus carcajadas, si bien yo también me reía.
- Jake, para… - me reí -. Nos van a oír.
Jacob consiguió despejar su boca e interpuso sus manos para bloquear a las mías.
- Qué nos van a oír – contradijo mientras forcejeábamos entre risas -. ¿No ves que si no paran, es porque están demasiado entretenidos?
- Jake… – le reñí, riéndome y peleándome con sus manos.
- Tu padre es una verdadera máquina, a partir de ahora será mi héroe, en serio – siguió -. Ya tengo un mote para él.
- No…, para… - no podía dejar de reírme y ya me dolía el abdomen.
- Edward, el taladrador – se carcajeó.
- Basta – carcajeé yo también -. Ahora verás.
Sus manos no me dejaban alcanzar su boca, así que me incorporé y me senté sobre él sin que nuestras risas cesaran y nuestros brazos dejaran de pelear.
De repente, los golpecitos cesaron y Jacob y yo nos quedamos tiesos, con los brazos estirados y las manos agarradas.
- ¿Ves lo que has conseguido? – cuchicheé -. Nos han oído y han parado.
Tan pronto como acabé de decir la frase, los ruidos volvieron a escucharse.
- Qué va, sólo han cambiado de postura – bisbiseó con esa sonrisita suya burlona.
- Idiota – me reí otra vez, tratando de darle una pequeña bofetada que me fue imposible por su oposición.
- ¿Te das cuenta de que no se les oye? Me refiero a jadear ni nada. Solamente se oye el taladro.
- Jake… - le advertí, aunque no podía dejar de reír.
- Ya tengo un mote para tu madre – y se rió con malicia.
- No…, Jake…, no lo digas – le supliqué con lágrimas en los ojos de la risa.
- Bella, la silenciosa – soltó con una enorme sonrisa.
- Eres un tonto – me reí.
Después de otro rato forcejeando, Jacob se rindió y se dejó ganar. Mis manos apresaron a las suyas, aplastándolas contra la almohada, y yo me quedé reclinada sobre él, con gran parte de mi melena a ambos lados de mi cuello cayendo encima de su torso.
- Guau, ¿vas a atarme a la cama y a moverte sobre mí como una leona? – murmuró con voz seductora, mostrándome esa sonrisa torcida que tanto me gustaba.
Ojalá pudiera…
- Qué más quisieras tú – le contesté con otra sonrisa.
- Sabes que eso me vuelve completamente loco, preciosa.
- Yo nunca te he atado a la cama – bisbiseé.
- Pero sí que eres una leona – y su sonrisa pícara se amplió.
Sentí tanto calor en las mejillas, que aunque estábamos a oscuras, seguro que relumbraban como un hierro candente.
- Jake… - le regañé en voz baja.
- Nessie, la leona… - susurró, insinuante.
- ¿Vas a ser bueno?
- Yo siempre soy bueno, nena – afirmó con esa misma sonrisa a la vez que entrelazaba nuestros dedos.
Ay, qué tentación…
Pero, para mi desgracia, no podía ser.
- Pues, venga, a dormir – y le di un beso corto.
Cuando iba a soltar sus manos para incorporarme, apresó mis dedos y no me dejó.
- ¿A dormir? – objetó.
- ¿No decías que respetabas a mi padre? – sonreí.
- Pero ahora está demasiado concentrado, nena, no se va a enterar de nada – alegó con un aire implorante.
Tiró de mis manos con suavidad hacia arriba, de modo que mi pecho se posó sobre el suyo y nuestros rostros se pegaron, y después las soltó para rodear mi espalda.
Su abrasador aliento ya acariciaba mis labios y no pude evitar estremecerme. Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no sucumbir, y, aún así, me costó muchísimo.
- Claro que va a enterarse – rebatí, levantándome un poco con ayuda de mis brazos, aunque los suyos seguían sin dejarme escapar -. Seguro que puede oír nuestros gritos perfectamente.
Los míos seguro que se oían desde Asia.
- Yo llevo gritando desde que me metí en la cama contigo y todavía no ha venido a picarnos… - declaró con voz sugerente -. Es más, él está a lo suyo, ya lo ves.
- Jake, eres un caso… - reí, negando con la cabeza.
- Ay – suspiró, intencionadamente alto -. Veo que no ha colado.
- No, no ha colado – sonreí, y le di un beso en la nariz.
- Sí, definitivamente, esta semana va a ser muy dura – se lamentó mientras me bajaba de su cuerpo y me acomodaba de costado, otra vez en su lado derecho.
Cogí su mano izquierda y tiré de él, haciendo que se girase hacia mí. Rodeé su cuerpo con mis brazos y me acurruqué en su cómodo y calentito pecho, inspirando su efluvio primero y apoyando mi mejilla en el mismo después.
Sonreí de felicidad.
- Buenas noches – murmuré con un ronroneo, achuchándole otro poco.
- Buenas noches – susurró.
Me olió el pelo y apretó su abrazo.

Estaba asustada.
La densa niebla apenas me dejaba ver nada, aunque era una bruma baja que se extendía por toda la media luna de la playa y dejaba a la vista la parte superior de la Isla de James, con esa corona de altos abetos alzada sobre su escarpada cumbre.
La arena que pisaba era más fría de lo normal y el sonido de las olas que rompían en la orilla se oía lejano, casi como un murmullo apagado que rebotaba con eco en mis oídos. Ese era el único sonido que se escuchaba.
Hasta que otro sonido me sobresaltó.
Era un bombeo rítmico y pausado, y procedía de mi mano. Bajé el rostro y miré horrorizada cómo el corazón de aquel lobo Alfa reposaba en mi palma. Aún latía, vivo, y su sangre, aún caliente, se deslizaba por mi piel, metiéndose entre mis dedos para caer en forma de largas gotas que se desparramaban sobre la grisácea arena.
Intenté deshacerme de él, tirándolo en el suelo, sin embargo, mi mano no se movía, otra vez estaba inmovilizada.
Unas pisadas irrumpieron en escena delante de mí y me hicieron levantar el rostro súbitamente. Me quedé en espera, asustada, con ese corazón latiendo en mi palma y con el mío propio retumbándome en el pecho, preparada para ver aparecer a Razvan.
Una figura gris empezó a dibujarse en la niebla, hasta que ese tupido velo me dejó ver quién era.
Mi corazón volvió a latir con frenetismo, aunque esta vez alocado por la alegría, como el millón de mariposas que volaban por mi estómago.
- Nessie – me saludó Jake con una enorme sonrisa, acercándose a mí con presteza.
Quise sonreír, pero mi boca no me respondió.
Y entonces, Jacob se paró en seco frente a mí y su rostro comenzó a desfigurarse, transformando esa preciosa sonrisa paulatinamente en un gesto de dolor desgarrador.
En un primer momento pensé que era el corazón que tenía en mi mano lo que le causaba esa horrible reacción, pero sus ojos no se apartaban de los míos. Él no parecía poder ver ese sangriento órgano.
- Jake, ¿qué pasa? – le pregunté, preocupada.
No me escuchaba a mí. Otras palabras le estaban engañando, haciéndole sufrir profundamente. Eso, y su cara de honda angustia, se me clavaron en el alma.
- Jake – le llamé con un frágil hilo de voz.
Pero él seguía sin escucharme, sus preciosos y expresivos ojos negros se entornaron con dolor mientras negaba con la cabeza. Eran mis palabras, mis palabras le hacían daño.
- ¡Jake, te quiero! – sollocé.
Sin embargo, mis ojos estaban secos.
Su pie dio un paso hacia atrás. Ya sabía lo que iba a pasar y un frío gélido comenzó a recorrer mi cuerpo.
- ¡No, Jake! ¡Te quiero! ¡Te quiero! – lloré desconsoladamente -. ¡No te vayas, por favor! ¡Te amo!
Mis lágrimas no salían por mis ojos, mis piernas no podían moverse, estaba encerrada en mi cuerpo, encerrada, cautiva, luchaba con todas mis fuerzas para moverme, para hablar, sin embargo, todos mis esfuerzos fueron en vano y Jacob se dio la vuelta para echar a correr, desapareciendo entre la niebla.
- ¡NOOOO! ¡JAKE!
Mi inaudible grito desgarrador se perdió junto al amor de mi vida, mi único amor, el único hombre que mi corazón podría amar, y él se había esfumado sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo.
La desolación y un profundo dolor se apoderaron de mí y sentí cómo mis piernas flaqueaban y querían doblarse para arrodillarse sobre la arena. Mi cerebro quería desmayarse, la angustia que se clavaba en mi pecho era demasiado dolorosa. Pero ni eso me fue permitido.
Y entonces, otra cosa me espantó de nuevo.
Mis ojos volvieron a fijarse en el corazón de mi mano. Una mancha de color marrón oscuro empezó a extenderse desde el centro del órgano y fue creciendo poco a poco, hasta que lo cubrió entero.
Otro sentimiento helado me traspasó de arriba a abajo, otro mal presagio, y este era especialmente malo.
- No… – murmuré, intentando limpiar la mancha con la otra mano –. No – mascullé más fuerte, siguiendo con mi afán. Era inútil, el oscuro color ya había impregnado todo el tejido -. No, ¡no! ¡NO!
- Nessie…
Mi cabeza se alzó con precipitación para mirar al frente. Niebla, eso era lo único que tenía delante.
- ¡Jake! – le llamé, nerviosamente.
- Nessie… - se oyó detrás de la niebla.
Mis piernas por fin pudieron responderme y se movieron para buscarle neuróticamente entre esa espesa cortina, aunque mi mano no soltó el corazón. Por alguna razón, ahora sentía que tenía que protegerlo, llevarlo conmigo.
- ¡Jake! – grité, y esta vez mi voz sonó alta y clara.
- Nessie…
Pero él no aparecía por ninguna parte, por ningún sitio, era como si la niebla se lo hubiera tragado.
- ¡Jake! ¡Jake! – chillé, agitando mi mano libre para apartar la densa bruma. Sin embargo, mi Jacob no estaba -. ¡Jake! ¡Jake!
Nessie…
Nessie…
- Nessie, vamos, despierta – escuché mientras mi cuerpo era mecido por un suave balanceo.
- ¡Jake! – mis párpados se abrieron de sopetón y me incorporé con la misma rapidez, quedándome sentada en ese sitio extraño mientras respiraba a mil por hora.
Parpadeé, completamente desorientada, y después me miré la mano. Estaba vacía y limpia, sin un rastro de sangre…
- Ya está, preciosa, ha sido una pesadilla – me dijo Jake, preocupado, girándome para que le viese.
Ahí estaba él, a mi lado, y por fin recordé que estaba en casa de mis padres.
- Jake – sollocé al verle, lanzándome a sus brazos.
Le toqué el rostro para verificar que no seguía soñando y uní mis labios a los suyos para besarle con frenetismo, como si hiciera mil años que no lo hiciera. Su boca acompasó a la mía y sus brazos me estrecharon con más fuerza. Mis manos se perdieron por su pelo, su espalda y sus amplios hombros, intentando por todos los medios que no se separase de mí jamás.
Sin embargo, Jacob despegó su boca de la mía, aunque necesitó de unos cuantos intentos para conseguirlo, ya que mis labios se negaban y los suyos no podían evitar corresponderles. Finalmente, logró parar.
- Uf, nena, si no lo dejamos, voy a volverme loco – susurró con su sonrisa torcida mientras su frente acariciaba a la mía e intentaba que su respiración volviese a su ritmo pausado de siempre.
- Lo siento… - murmuré, ruborizada, si bien mis manos se opusieron a dejar su pelo y su espalda.
- No importa – se separó un poco de mí y comenzó a secarme las lágrimas de mi rostro con esos sedosos dedos, apartando mi cabello hacia atrás y metiéndolo detrás de mis orejas. Me quedé atontada, mirando mis adorados ojos negros mientras él realizaba todas esas placenteras y relajantes caricias -. Me has asustado, ¿sabes? – confesó con un murmullo, llevando esas pupilas a las mías -. Por más que te llamaba, no te despertabas.
- Era un sueño muy profundo.
- Solamente ha sido una pesadilla.
- No – negué con la cabeza, mirándole con preocupación -. Ha sido la misma pesadilla – desvelé con un hilo de voz -, se ha repetido, sólo que, esta vez, Razvan no estaba, y la que llevaba el corazón de ese lobo en la mano era yo. Esto quiere decir algo, Jake, es un sueño premonitorio.
- ¿Un sueño premonitorio?
- Sí. ¿Recuerdas aquella pesadilla que tenía? Aquella en la que tú te enfrentabas con el licántropo en la nieve y él te mordía… - todavía me estremecía al recordarlo.
- Luego se cumplió – recordó, hablando con entendimiento.
- Exacto – murmuré, mordiéndome el labio.
- Bueno, preciosa, pero que se cumpliera aquel sueño no quiere decir que esta pesadilla se vaya a cumplir también – afirmó en un intento de calmarme y animarme -. Para empezar, sería imposible que un corazón latiese fuera de su dueño, ¿no te parece? – sonrió, pasándome los dedos por el pelo.
- Ya, pero puede que sea una cosa simbólica que signifique algo. Lo que pasa es que no sé lo que significa – suspiré con desazón.
Jacob se quedó mirándome, pensativo.
- Podemos preguntarle a Alice, puede que ella sepa lo que significa – sugirió.
- Sí, es buena idea – asentí -. Le preguntaré mañana.
- Bien. Ya verás cómo no es nada y solamente es un mal sueño – aseguró, acariciándome la mejilla -. ¿Ya estás mejor?
- Sí – sonreí, y le di un beso corto.
- Bueno, pues vamos a dormir – exhaló, echándose de lado.
Levantó el brazo para que me acurrucase junto a él con una enorme sonrisa. Le sonreí y así lo hice. Me acomodé en su pecho, sus brazos me rodearon con fuerza y me dio un beso en la frente.
Enseguida me relajé del todo. Sus fuertes brazos me hacían sentir tan segura y protegida; él siempre había sido mi ángel de la guarda.
Aunque no podía dejar de pensar en esa horrible pesadilla, en ese rostro de Jacob desfigurado por el dolor, un dolor que yo misma le había infringido. Recordar esa parte del sueño hizo que me diera un escalofrío.
- Jake – le llamé con un murmullo.
- Dime.
Alcé el rostro para mirarle y él bajó el suyo, haciendo que nuestros dos semblantes quedasen a un palmo.
- Prométeme que jamás olvidarás que te quiero – susurré.
- ¿Qué? – inquirió sin comprender.
- Pase lo que pase, aunque no te lo pueda decir, quiero que recuerdes que yo siempre seré tuya, que te amo, y que siempre, siempre te amaré.
- ¿Por qué me dices esto? – sus cejas bajaron con extrañeza.
- No lo sé…, es una especie de intuición – manifesté con un poco de ansiedad.
- Nessie, sólo ha sido una pesadilla – murmuró.
- Prométemelo – le imploré, subiendo la mano para acariciar su hermoso rostro -, prométeme que nunca olvidarás que te quiero.
Sus ojos se clavaron en los míos durante un instante.
- Te lo prometo – dijo por fin.
- Gracias – sonreí -. Te quiero.
- Te quiero – sonrió él también.
Acercó su rostro y me besó con dulzura durante unos minutos, tiempo en el que mis mariposas y la energía de siempre se dejaron notar.
Nos obligamos a terminar el beso y yo volví a refugiarme en su pecho. Ese silencio que quedó a continuación me hizo caer en algo.
- Ya no se oye a mis padres – cuchicheé, riéndome.
- A lo mejor se han ido a cazar, después de tanto…
- No empieces – le paré, poniéndole la mano en la boca a la vez que nos reíamos.
Jacob consiguió ladear la cara y deshacerse de mi palma.
- Has empezado tú – alegó en voz baja.
- Bueno, pues ya está – zanjé con una risilla -. Ahora a dormir.
Le di un beso corto, volví a su torso y le achuché otro poco, ronroneando mientras me ponía cómoda. Jacob soltó una risa sorda.
- Buenas noches, Nessie – susurró en mi pelo.   
- Buenas noches, Jake.
Me dio un beso en la frente y me apretó con mimo.
No tardé mucho más en dormirme entre esos brazos protectores de mi ángel de la guarda. En el sueño que tuve a continuación también salía Jacob, pero, esta vez, corría alegre junto a mí por la orilla de una playa paradisíaca de arena blanca y aguas cristalinas de color azul verdoso, y su rostro desbordaba felicidad.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!

4 comentarios:

  1. Muy buen capitulo y lo de Edward y bella esta buenisimo ajjajajajajaj

    Felicidades la historia es preciosa!!!! <3

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  2. buen capitulo...lo de edward y bella me mato...jajajajaja

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  3. Me mate de la risa jaja lo de los padres estubo genial!!!

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  4. el taladrador que risa te esta quedando buenisimo

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