= LIBRO UNO =
RENESMEE
Bajé un poco más la ventanilla del Golf para que me diera el aire caliente más propio del verano que del mes de mayo en el que aún estábamos. Según la previsión metereológica, la ola de calor que invadía el noroeste de Estados Unidos en este final de mes iba a durar una semana, así que, ya que era sábado y que no era época de turistas ni surfistas, aprovechamos para pasar el día en la playa con algunos de los chicos de la manada que no tenían que patrullar hasta por la noche.
Además, Jake quería darles un pequeño descanso como agradecimiento por su ayuda en la rehabilitación de nuestra casa, que iba viento en popa. Ya tenía luz, agua y saneamiento, y se iban notando los progresos día a día. Nuestra preciosa casita ya iba tomando forma.
Eso me recordó mi pequeño accidente del día anterior y me miré el dedo, aún algo dolorido.
- ¿Todavía te duele? – quiso saber Jake, echándome un vistazo mientras conducía.
- Un poco.
- Menos mal que tienes la piel dura, si no, te habría traspasado todo el dedo y te lo hubiese clavado en el tablón – entonces, me miró con su sonrisa torcida -. ¿Cómo diablos harías para incrustarte un clavo en el dedo con la pistola de clavos? – se burló -. ¿A dónde estarías mirando?
- A ningún sitio – repliqué, girando mi rostro de mejillas ruborizadas hacia la ventanilla -. Fue un accidente.
En realidad, le estaba mirando a él cuando trabajaba sin la camiseta encaramado en una de las ventanas del pequeño salón.
Se carcajeó durante un rato, seguramente sabiendo toda la verdad, y mi cabeza asomó otro poco por la ventanilla.
Enseguida llegamos a La Push y Jacob aparcó el coche en la que seguía siendo su casa, desde allí, se llegaba en un momento hasta First Beach. Entramos para que yo saludara a Billy y que él se pusiera el bañador, y nos marchamos cargando con las mochilas llenas de los artilugios necesarios para un día de playa más todos los bocadillos que te puedas imaginar.
Nos dirigimos dando un tranquilo y largo paseo al extremo sur de la medialuna de la playa, donde estaban todos esparcidos en sus toallas. Había algunas personas tomando el sol al norte, cerca del espigón de madera, pero el más de kilómetro y medio de distancia que nos separaba hacía prácticamente imposible que esos ojos humanos pudieran distinguir nada.
- ¿Cómo va eso? – saludó Embry cuando llegamos, chocando el puño con Jacob.
- ¿Qué tal? – le correspondió mi novio, incluyendo también a Quil.
- ¿Esta es Nessie? – le bisbiseó Claire a Quil al oído.
- Sí – le respondió él del mismo modo.
Claire estaba con su imprimado, jugando a las cartas. Me miraba un tanto asombrada, y casi diría que con un matiz de admiración que me ruborizó un poco, aunque tampoco me extrañó. Claire me había visto crecer a la velocidad del rayo, mientras que ella lo hacía a un ritmo normal. La última vez que nos habíamos visto había sido hacía unos meses y yo era una niña de doce años. Ahora se encontraba con una chica adulta y, a sus nueve años, eso le encantaba, porque veía en mí lo que ella ya tenía ganas de ser. Por supuesto, estaba al tanto de todo, por eso no se asustaba, sabía a qué se había debido mi apresurado crecimiento.
Saludamos al resto y sacamos las toallas de las mochilas.
- ¡Nessie, poneros aquí! – exclamó Brenda, que estaba tumbada boca abajo mientras Seth le ponía crema en la espalda encantado de la vida.
- Claro – le dije.
Brenda estaba batiendo su propio récord al llevar más de un mes con un chico, cosa que me alegraba. La verdad es que se la veía muy enamorada, siempre me estaba hablando de Seth en la cafetería del instituto, y había cambiado mucho. Ya no se maquillaba tanto – aunque seguía siendo muy coqueta -, ni iba por ahí meneando las caderas sin parar, hablando de los chicos que se había ligado en el Ocean. Se había convertido en una chica muy agradable con la que se podía hablar, o tal vez había salido la verdadera Brenda, quién sabe. Lo cierto es que mi amiga me sorprendió mucho, nunca me había imaginado que hubiera la posibilidad de que formase parte de mi gran familia de lobos, ni que se fuera a integrar tan bien. Sin embargo, había una cosa que me preocupaba, dos, en realidad. La primera era que Seth todavía no le había contado su secreto y nadie sabía cómo iba a reaccionar cuando supiera que el chico de sus sueños podía transformarse en un enorme lobo; la segunda era que podía enterarse del mío en cuanto lo supiera.
¿Seguiría con Seth entonces? ¿Qué pensaría de mí? ¿Sería capaz de mantener la boca cerrada?
Nos acercamos a ellos y extendimos las toallas junto a la suyas. Jake ya venía descalzo y sin camiseta, sólo llevaba su bañador tipo bermudas de diferentes tonos azulados. Yo me descalcé, poniendo las playeras al lado de una de nuestras mochilas.
- ¡Te gane otra vez! – gritó Claire, alzando los brazos al aire.
- Te está dando una paliza, chaval – se burló Aaron, secundado por las risas de Eve.
- Acabamos de empezar – se defendió Quil.
- Si, claro – siguió Brady, que ya se estaba comiendo un bocadillo junto a Ruth -. Siete partidas y ninguna ganada, ¡vaya un empiece!
Las risotadas fueron amortiguadas por el sonido de las olas del mar.
Me quité mi camiseta de tirantes naranja y marrón y mis pantalones piratas blancos. Los colores se me subieron enseguida a la cara cuando vi cómo me observaban todos, incluida Brenda, hasta se hizo un silencio durante dos breves segundos que a mí se me hicieron eternos. El rubor de mis mejillas pasó a ser rojo fuerte al escuchar el silbido de Isaac y el comentario que Shubael le decía al oído creyendo que yo no podía escucharlo.
Jacob se repantingó en su toalla, mirándome y sonriendo con satisfacción, y dio unas palmaditas en la mía para que me echase a su lado. Así lo hice. Metí mi ropa doblada en la mochila y me tumbé junto a él con rapidez para no seguir en ese incómodo escaparate.
- ¿Y ese bikini? – inquirió, repasándome con la vista sin cortarse un pelo.
- Sí, ya lo sé – cuchicheé, avergonzada -. Era el más decente que encontré en mi vestidor, ya sabes: Alice. Creo que será mejor que me ponga la camiseta – dije, metiendo la mano en la mochila.
- No, así estás muy bien – me paró.
- Entonces, ¿no te molesta?
- ¿Molestarme? ¿Estás de broma? – se rió -. Me encanta presumir de chica. Déjales que te miren un poco y se mueran de la envidia – fanfarroneó con una sonrisa enorme.
¿Y me lo decía él? Porque yo, por mucho que mirase a mi alrededor, no encontraba a ninguno tan perfecto como Jacob. Le sonreí y me estiré para darle un merecido beso. Acto seguido, me incorporé para coger el bronceador de mi mochila.
- Tienes una piel súper luminosa… - me dijo Brenda, con la boca casi colgándole de verdad -. ¿Cómo lo consigues? ¿Te echas alguna crema especial?
- No. Bueno, como no sea mi bodymilk… – mentí, otra vez ruborizada y algo apurada por su observación un tanto peligrosa -, pero no recuerdo la marca – disimulé rápidamente para que no siguiera preguntando.
El rostro de mi amiga se desfiguró con una mueca, pero sirvió para que no preguntara más sobre ese tema y desviara la atención a otro.
- ¿Cómo llevas el trabajo de Historia? – me preguntó.
- Bueno, ahí está – me eché un poco de crema en la mano y comencé a extendérmela por las piernas. Jacob no me quitaba el ojo de encima, lo hacía con tanto descaro, que mis mejillas se encendieron sin poder evitarlo -. Me… me quedan los dos últimos temas.
- Pues ya vas mejor que yo – suspiró ella.
- Espera, ya te echo yo por la espalda – se ofreció Jacob cuando terminé de echarme el bronceador por el resto del cuerpo.
Le pasé la crema y me giré para que pudiera hacerlo. Apartó mi coleta hacia delante y comenzó a extendérmela por la espalda, la nuca y los hombros. Sus manos eran tan grandes, que podía haber terminado de dos caricias perfectamente, sin embargo, aprovechó y me dio unas cuantas más.
- ¿Ya?
- No, todavía te queda algo aquí – disimuló, deslizando su mano de mis riñones a mi vientre.
- ¡Jake! – le regañé entre risas, pegándole un manotazo en el dorso de la mano.
- Vale, vale – se rió.
- Ahora te toca a ti.
- ¡Puaj, qué asco! – protestó, apartándose cuando vio que le iba a echar crema -. Yo no me echo eso ni de coña.
- Tú también tienes que protegerte la piel – le reñí, forcejeando con él.
- Mi piel ya está bastante curtida – replicó.
- ¡Hey, Jake! – le llamó Jeremiah desde la orilla con un balón en las manos -. ¿Te apuntas?
- Vuelvo enseguida.
Y me dio un beso rápido para salir pitando hacia la orilla con el resto de sus hermanos.
- Tendrás morro… - resoplé para mí, aunque luego no pude evitar que se me escapara una sonrisilla.
Mientras los chicos jugaban con el balón en el agua, nosotras nos juntamos para charlar. Teníamos que tener pies de plomo, puesto que Brenda no sabía nada y no podíamos comentar ciertos temas, pero nos las arreglamos. Fue suficiente para percibir la preocupación que había entre nuestras filas con todo el tema de los Vulturis, a pesar de que ellos siempre nos estaban diciendo que todo iba a salir bien. La pequeña Claire ya estaba en esa edad en la que comienzas a enterarte de las cosas y Brenda empezaba a poner caras raras al no comprender nada de nuestro lenguaje en clave, así que terminamos cambiando la conversación a una más alegre.
Jacob, Seth y Quil salieron del agua y se acercaron hasta nosotras.
Quil y Seth se sentaron en sus toallas y Claire corrió sin pensárselo dos veces junto a su imprimado. Me recordó a cuando yo era pequeña y me hizo gracia. Cómo habían cambiado las cosas desde entonces.
- Ven, vamos a bañarnos – me propuso Jake, cogiéndome de la mano.
- ¿A bañarnos? Pero el agua estará helada, ¿no? – objeté mientras él me ayudaba a ponerme de pie.
- Qué va, está muy bien – me dijo, tirando de mí hacia la orilla.
- Para ti, que estás a 48 grados, seguro que sí, pero para mí…
- Bueno, y tu temperatura corporal es de 40, tampoco hay tanta diferencia. Además, estos días estoy en menos.
En cuanto mis pies sintieron el agua que azotaba la orilla, reculé.
- No, sólo son ocho grados – le rebatí con ironía.
- Si te pegas bien a mí, seguro que no pasas nada de frío – afirmó con una sonrisa pícara.
- Ahora lo entiendo todo – y le eché una mirada acusadora sin poder impedir que mi labio se curvase.
- En nuestra primera cita no te quejaste nada, y te recuerdo que era invierno y de noche – siguió con la misma sonrisa.
- Era una situación muy diferente – alegué -. Yo estaba… Tenía… - su sonrisa se amplió -. Bueno, vale – accedí, colorada.
Me quité la goma del pelo, me la puse en la muñeca izquierda y me revolví un poco el cabello para soltarlo del todo.
- Venga, vamos – me animó, cogiéndome de las dos manos para empujarme hacia el agua mientras él avanzaba de espaldas.
- ¡Ay, está fría! – me quejé cuando una ola se estampó hasta mis rodillas.
Jacob se carcajeó y tiró de mí para pegarme a él y seguir adentrándonos en el mar. El truco pareció funcionar y el agua ya no se sentía tan fría. Ocho grados de diferencia, son ocho grados. Sin darme apenas cuenta, el líquido ya me cubría el pecho.
- No te metas más, te recuerdo que no sé nadar – le avisé, agarrándome a su cuello al ver que él no se detenía.
- Pues mira a ver cómo te las arreglas – me respondió con una sonrisa golfa.
No me quedó más remedio que encaramarme a él, rodeándole con mis piernas, cuando el agua ya me tocaba la barbilla y continuaba subiendo. A él, sin embargo, todavía le llegaba por el pecho. Sonrió satisfecho y me sujetó sin ningún problema a la vez que seguía avanzando otro poco.
Las ondas del mar que aún no se transformaban en olas nos balanceaban arriba y abajo, y la costa se veía bastante lejos, con lo que nos encontrábamos casi a solas. Los quileute que no habían dejado de jugar en el agua estaban en la orilla y sus voces formaban un griterío de fondo.
- Vaya morro que tienes – le acusé.
- Venga, no me digas que no estás en la gloria – se rió.
Pues sí, pero no pensaba reconocérselo.
- Eres un granuja. Me has engañado de mala manera – le achaqué, sonriéndole.
- Yo no tengo la culpa de que no sepas nadar – se defendió -. No me voy a quedar ahí como los niños pequeños, ¿no te parece?
- Ja, ja. Y yo no tengo la culpa de que seas tan alto – repliqué.
- Tendré que enseñarte a nadar. Es una vergüenza que un semivampiro como tú no sepa – se burló.
- Muy gracioso – le contesté con sarcasmo -. Dudo que puedas enseñarme. Además – me arrimé a él hasta que nuestras frentes se tocaron -, me da igual no saber nadar, no se está nada mal así – reconocí al final.
Era imposible no hacerlo, con lo que tenía delante.
Su sonrisa se amplió, la mía también y empezamos a besarnos.
Un agudo aullido, a una frecuencia lo suficientemente baja para que un oído humano no lo escuchara, hizo que nuestros labios se separaran con brusquedad y que la energía y mis mariposas se detuvieran de sopetón.
- ¡Mierda! – masculló Jake con los dientes apretados.
Fue lo único que me dio tiempo a oír antes de hundirme en el agua cuando me solté de su cuerpo debido al susto y me caí hacia atrás. Jacob me sujetó al instante, subiéndome a la superficie, y me tomó en brazos.
- ¡¿Qué pasa?! – quise saber, asustada.
- Vampiros – anunció con el semblante grave mientras comenzaba a avanzar hacia la orilla todo lo rápido que le dejaba el agua.
De repente, algo salió disparado a una velocidad vertiginosa del líquido salino, abalanzándose sobre nosotros y atacándonos de costado, y volví a hundirme bajo el mar junto a Jacob.
Noté cómo sus brazos eran apartados de mí, y mis ojos se abrieron de inmediato. No podía ver nada, no podía oír nada, excepto el murmullo alocado del revuelo formado por las burbujas y el sonido del fondo marino, y encima no sabía nadar, me ahogaba.
Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en mí.
¡Jacob! ¡Jacob!
Mis escocidos ojos pudieron captar un movimiento entre aquella algarabía y mi angustia aumentó el triple cuando vi cómo Jake era arrastrado y alejado de mí súbitamente hacia la profundidad como si un tiburón tirase de él. Pero no era un escualo. La mujer vampiro lo sujetaba por detrás, aferrando su cuello con su brazo de hierro, y lo zarandeaba hacia los lados para asfixiarle.
Mi alma se estremeció al verle en serio peligro; era totalmente vulnerable, no podía cambiar de fase en el agua, ya que estaría en más desventaja.
Mi cerebro y mi cuerpo no se lo pensaron dos veces. Busqué la lengua de fuego en mi interior para que me quemara la espalda y me transformé sin vacilación ninguna en el mismo elemento acuoso. En ese momento, el agua pasó a ser caliente. Me percaté de que en esa zona hacía pie y subí a la superficie durante una milésima de segundo para tomar una sola bocanada del aire que ya me urgía. Con eso era suficiente para un buen rato, mi corazón latía muy despacio, ya que no tenía que bombear tanto mi sangre casi inerte.
No sé cómo lo hice, ni si sería capaz de repetirlo en otra ocasión, pero mi instinto hizo que mis brazos y mis piernas se movieran solos, y me arrojé hacia ella como un torpedo rabioso. El estruendo del choque retumbó en las rocas submarinas próximas y mi cuerpo cayó en la arena del fondo, sobre el de la mujer. Mis pupilas sólo se distrajeron lo justo para ver que Jacob se podía poner en pie y subía a la superficie para tomar oxígeno.
No obstante, eso fue suficiente para ella. La mujer vampiro me propinó una patada en mi estómago, ahora de mármol, y mi cuerpo salió despedido, estrellándose en una enorme piedra. Mientras los trozos de la misma rebotaban en la arena, Jacob me agarró del brazo y tiró hacia él con potencia. En el mismo instante en que mi cuerpo se apartó del todo, el puño de la mujer se estampaba en la roca.
La vampiro se lanzó de nuevo hacia nosotros con un ansia desmedida, con sus despiadados ojos clavados en él, pero yo, lejos de esquivarla, me solté de Jake, lo aparté a un lado de un empujón, del que salió dando vueltas, y arremetí contra ella con furia.
Las dos chocamos y colisionamos en la misma roca de antes, solo que, ésta vez, la que tenía la espalda incrustada era ella. La ira inundó mi mente, rayando el sadismo. NADIE tocaría a Jacob, y menos delante de mí.
Mis pies se colocaron en su estómago a una velocidad de vértigo - y eso que era bajo el agua -, y a la vez sujeté su cabeza entre mis brazos. Sus manos se aferraron a la mía, pero no le di opción a que se moviera, pegué un tirón con fuerza hasta que la desmembré, y sus manos cayeron sobre mis hombros, sin vida. Dejé caer la cabeza al fondo.
El resto del cuerpo se deslizó y reposó en la arena, balanceándose a merced de la corriente, cuando Jacob regresó a mi lado.
Salimos a la superficie para tomar aire y nos abrazamos.
- ¿Estás bien? – me preguntó, examinándome la cara.
- Sí, ¿y tú?
- Sí, gracias a ti – me sonrió, y yo le correspondí la sonrisa.
No había tiempo para nada más, el aullido había dado la voz de alarma y teníamos que volver a tierra cuanto antes.
- Tenemos que recoger el cuerpo para quemarlo – me avisó -. Si no, volverá a juntarse y revivirá.
Dicho y hecho. Me sumergí en el agua y recogí las partes. Le pasé el cuerpo a Jacob, que lo arrastró por un brazo, yo cargué con la cabeza, agarrándola por los pelos, y empezamos a correr hacia la playa.
Quil y Embry paseaban nerviosamente en la orilla, corriendo de lado a lado con sus cuatro patas sumergidas en el agua. Seguramente habían estado observando lo poco que se veía de la pugna desde allí con desasosiego.
Jacob no esperó a salir del agua. Cuando le llegaba por la cintura, lanzó el cuerpo hacia la orilla con un movimiento ágil y los lobos comenzaron a desmembrarlo.
- Sujétame esto – me pidió.
Y sacó su bañador del agua para depositarlo en mi mano libre.
De un salto, en el que creí que se iba a volver a sumergir, su cuerpo explotó y cayó a cuatro patas, salpicándome entera cuando su colosal cabeza se irguió.
¡Por ahí!
¡Mío!
¡Ni lo sueñes!
Un jaleo de veintitrés voces diferentes, del que apenas distinguía ninguna oración, se instaló de pronto en mi cabeza.
Leah, ¿cómo vais?, le preguntó Jacob.
Son muchos, tenéis que venir.
Mi lobo y yo salimos del agua, tiré la cabeza junto a lo que quedaba del cuerpo y nos reunimos con el resto de los chicos que habían venido con nosotros a la playa.
¿Dónde están Shubael e Isaac?, quiso saber Jake.
Ya se han reunido con la manada, le informó Brady.
Bien.
Todos los presentes estaban en su forma lobuna junto a sus parejas. Fue entonces cuando reparé en Seth y Brenda.
- ¡Brenda! – grité cuando la vi tumbada en la arena, boca arriba, con Seth gimoteando y lamiéndole la cara.
Me acerqué a ella con paso presto y me arrodillé a su lado para atenderla junto a él.
- Tranquila, sólo se ha desmayado – me comunicó Jemima.
Tenía que habérselo dicho antes, lloriqueó Seth.
¡Son unos cincuenta!, se distinguió el grito de Sam desde la batalla.
¿Cincuenta? ¡¿Cincuenta vampiros?!
Tenemos que irnos, Seth, le dijo Jacob con premura. Nessie cuidará de ella. Sus enormes ojos negros se movieron y se clavaron en mí. Escóndete con el resto de las chicas en aquella cueva. Embry se quedará con vosotras para protegeros.
El mencionado se desplazó a nuestro lado sin rechistar.
- ¡No! – protesté, poniéndome en pie -. ¡Yo quiero ayudar!
Es muy peligroso, Nessie. No pienso dejar que vayas allí.
- ¡Lo mismo puedo decir yo! – me quejé con energía.
¡No te lo estoy pidiendo!
No llegó a ser un grito, sin embargo, su voz de Alfa hizo tambalear mis piernas y no me caí sentada en la arena de puro milagro gracias a que me apoyé en Seth.
Venga, vámonos, les ordenó a los demás, después de echarme un último vistazo; Seth se fue tras ellos, sollozando.
Rechiné los dientes con rabia, pero no me quedaba otra opción que obedecer. La coacción que ejercía su mando era demasiado fuerte como para poder rebelarme y, además, una angustiosa preocupación ya se había hecho con toda mi mente, tapando cualquier otra sensación; a su lado, eran simples estupideces.
Ten mucho cuidado, le imploré mientras se alejaba con el grupo por el bosque que limitaba con la playa.
Tranquila, estaremos en contacto todo el tiempo. Podemos oírnos, ¿recuerdas?
Te quiero.
Se escucharon unos silbidos y unas risillas burlonas que no provenían de los imprimados, sino que procedían del resto de la manada que se encontraba en el bosque luchando.
¿Cómo podían estar atentos a todo? Yo casi no distinguía las conversaciones entremezcladas. Las voces se apagaron hasta que solamente fueron un zumbido muy bajo y monocorde.
Yo también te quiero, cielo, contestó finalmente.
¿Estamos solos?, le pregunté.
Podía ver a través de sus ojos. Ya se estaban adentrando en lo más profundo del bosque.
Sí, pero no por mucho tiempo, me reveló. Escucha, vas a oír muchas voces y gritos en tu cabeza, pero no te asustes, ¿vale? Esto es lo normal. No te puedo aislar conmigo, necesito comunicarme constantemente con la manada. Céntrate en escucharme solamente a mí cuando yo hable contigo, no hagas caso de todo lo demás, ¿de acuerdo? Y no te preocupes por mí, estaré bien.
Eso último ya era más difícil.
Las chicas ya se habían vestido y comenzaron a guardar las cosas en las mochilas con rapidez, incluidas las nuestras.
¿Por qué tuviste que dejar aquí a Embry y no te quedaste tú?, le reproché un poco.
Nada me gustaría más que estar ahí a tu lado, ya lo sabes. A mí también me cuesta mucho dejarte, pero si yo me quedo, todos los demás imprimados querrán hacer lo mismo y ellas igual, no puede ser. Son muchos vampiros y la manada nos necesita, y yo soy el primero que tengo que dar ejemplo. Embry no está imprimado de ninguna y no habrá problemas, ¿entiendes? Además, Embry os cuidará bien, confío en él. Sé que estaréis a salvo, si no, no te dejaría ahí.
Sí, tienes razón, perdona, suspiré con remordimiento. No tenía que haberte dicho eso. Es que me he puesto un poco nerviosa.
Llévalas a la cueva, allí estaréis bien. Ah, y cuida de Brenda, que este Seth me va a volver loco. Ve retransmitiéndole el parte médico de vez en cuando, se rió.
De acuerdo, sonreí.
Voy a meter al resto, me avisó.
Sus ojos seguían mostrándome su avance por el bosque, y no me gustaba nada lo que estaban viendo.
Ten mucho cuidado, repetí, temerosa.
Un montón de voces y gritos aparecieron de repente.
Ya estoy con vosotros, anunció. Embry, Nessie también puede oírte.
Vale, le respondió él, mirándome y asintiendo con su gran cabeza lobuna.
- Jake me ha dicho que vayamos a esa cueva – les retransmití a las chicas.
Todas asintieron sin decir ni pío, era el Gran Lobo quien daba la orden.
Ruth encendió una cerilla, la lanzó sobre el cuerpo mutilado de la mujer vampiro, que estaba medio escondido entre los primeros árboles de la playa, y recogieron las mochilas de la arena para iniciar la marcha. Los restos se inflamaron en una alta llamarada y una humareda púrpura empezó a invadir el cielo, sobre nuestras cabezas. Claire corrió para ponerse a mi lado y agarró mi mochila. Me puse la de Jacob a la espalda, cogí a Brenda en brazos, que estaba más despierta aunque seguía en estado de shock, y nos encaminamos a la caverna custodiadas por el lobo gris plateado.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Hermosa historia esto se pone re interesante...
ResponderEliminaramo como escribis mi amor tienes un talento natural y esta bueno que lo compartas con nosatras
comienza la acción!!!! Dios esto esta buenisimo!!! y los Cullen xq no les avisan???, a seguir leyendo se ha dicho!!!Besos
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