Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
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  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
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viernes, 1 de abril de 2011

HOMERUN [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE






La mañana de ese sábado pasó bastante rápido.
Mi familia me dejó dormir hasta bien entrada la mañana y me levanté completamente fresca y descansada. Por supuesto, el hecho de que mi lobo durmiera en la puerta de mi habitación a pocos metros de mí, influyó bastante para que esa noche enseguida cogiera el sueño.
Seth apareció en casa con una mochila con ropa para Jacob, al parecer, también lo había puesto a hacer recados. Mientras Jake se duchaba, la doblé bien y la coloqué en mi vestidor. No tuve que hacer mucho espacio, ya que no había traído demasiada, tan sólo algunos pantalones cortos, camisetas y un par de deportivas.
Salió del baño silbando, sólo con la toalla enroscada a la cintura. Lo metí a empujones en el vestidor para que hiciera lo propio allí dentro, aunque antes no pude evitar echar un buen vistazo a su cuerpo todavía mojado. Recé para que mi padre no hubiera llegado aún de la cabaña y le diera tiempo a leerme la mente. Desde que me había dado cuenta de que Jacob me atraía tanto, esos pensamientos revoloteaban a sus anchas por mi cabeza.
Una vez que estábamos duchados y arreglados, bajamos a la cocina para desayunar. Respiré tranquila cuando vi que mi padre no había llegado todavía. Jacob sonrió de oreja a oreja, porque Nahuel tampoco estaba por allí. Al parecer, nuestro invitado había preferido desayunarse un puma y mis padres lo habían acompañado. Se puso a freír los huevos y el beicon, silbando alegremente, y yo me dediqué a poner la mesa, contenta también por la ausencia de mi progenitor, o sea, libertad de pensamientos.
Después de desayunar, nos fuimos a casa de Charlie para hacerle una visita. Jacob se repantingó en el sofá para ver la tele con mi abuelo y yo me senté al lado de Sue, que también estaba allí. Charlie insistió en que nos quedáramos a comer y accedí gustosa.
Llamé a papá desde mi aborrecido móvil para avisarle y quedé con ellos en el claro donde solíamos jugar al béisbol.
Éramos cuatro, pero la pobre Sue tuvo que cocinar como para seis, ya que Jacob comía por tres, aunque con dos lobos en su casa, estaba más que acostumbrada. Jake y yo la ayudamos un poco en la cocina, pero a Charlie no le dejó ni pelar una patata, tal era su torpeza culinaria y con los utensilios de cocina. Así que éste se dedicó a poner la mesa, cosa que le llevó bastante rato también.
Durante la comida, me fijé en cómo miraba Sue a Jacob cuando hablaba con él. Era la misma mirada de admiración y respeto con que le observaba toda aquella gente en casa de Sam y Emily. Eso hizo que yo clavara la vista en Jake mientras éste conversaba. Había una grandeza en él, algo especial que no tenían los demás chicos quileute. No era porque fuera mi mejor amigo, pero incluso como lobo había una majestuosidad en él que el resto no tenía. Era el más grande con diferencia y el más fuerte, y también el más rápido. Sólo su presencia, ya te abrumaba. Hasta Sam le tenía respeto. Jacob no quería verlo, pero estaba claro que tenía que ser la reencarnación del Gran Lobo, Taha Aki. Al menos, yo, no tenía ninguna duda. ¿Cómo no iba a escoger a este hombre tan maravilloso y especial?
Charlie carraspeó cuando me preguntó algo y yo seguía mirando a Jake absorta y fascinada. Me di cuenta de que todos habían terminado su plato - sus platos en el caso de Jacob - y yo acababa de empezar el mío.
- Si no te gusta, puedes dejarlo, cielo – me propuso Sue con amabilidad.
- Claro que me gusta, está buenísimo – le contesté, sincera -. Es que estaba esperando a que se enfriara – me inventé, metiéndome un bocado en la boca.
Terminé de comer y por fin nos pudimos levantar de la mesa para recoger la cocina.
Después de ver un poco la tele para que Jake reposara un poco toda la comida que se había tragado, nos despedimos de mi abuelo y de Sue, no sin antes prometer que lo repetiríamos, y nos marchamos.
Ya en el coche, le dije a Jacob que había quedado en el claro y nos dirigimos hacia allí. A medida que nos acercábamos al final del camino donde había que dejar el coche, se nos iban echando encima los nubarrones negros que anunciaban la tormenta.
Jacob aparcó al lado del brillante Ferrari rojo de Alice. No pudo evitar la mirada de comparación entre el coche de ésta y el suyo, y suspiró con resignación.
- Prefiero el tuyo – le dije mientras salíamos de su Golf.
- Sí, claro – contestó con ironía, cerrando su puerta -. Bueno, al menos, se parecen en el color.
- Pero el tuyo lo hiciste tú mismo. Para mí tiene más valor. Además, nunca te ha dado ni un solo problema, por algo será.
- Visto así – asintió con una sonrisa.
- Te echo una carrera hasta el claro – le reté.
- ¡Vale!
 Y comenzó a correr a toda velocidad sin esperarme.
- ¡Eh! ¡Eso es trampa! – chillé mientras ya le perseguía.
En salto y agilidad le ganaba, pero Jacob siempre había corrido más deprisa que yo. No tenía esa velocidad ultrasónica de mi familia vampiro, por supuesto, pero en su forma humana podía igualar a un coche que circulara por una carretera convencional perfectamente, sin cansarse. Siempre me pregunté por qué era así, ya que yo era mitad vampiro y tendría que correr más rápido que él.
Se empezó a reír mientras sorteaba los enormes pinos a toda mecha y yo aceleré el paso. Cuando se dio cuenta, ya me tenía pegada a su espalda. Ahora que había crecido, podía correr casi tan rápido como él.
- ¡Ya eres mío! – grité, saltando un tronco del suelo.
- ¡Ni en tus sueños, nena!
Sus piernas empezaron a moverse más rápido y, con dos zancadas, se alejó de mí en un segundo. Agaché la cabeza para no darme con una rama y metí la quinta marcha. Le alcancé, pero me quedé otra vez detrás de él. Empecé a sentirme algo frustrada, ya que mis piernas no daban a más y él parecía tan tranquilo. ¿Por qué no podía correr más que él? Yo era un semivampiro, y se supone que tendría que correr más que un metamorfo en su forma humana, ¿no?
Con la distracción, mi pie se tropezó con la raíz de un árbol. Sin pararse, de espaldas y sin ni siquiera mirar, Jacob extendió su brazo hacia atrás y me cogió de la mano justo en el momento en que se iniciaba mi descenso. Tiró con la inercia de la carrera para incorporarme, como si estuviera cogiendo un relevo, pero a toda velocidad, y pude seguir corriendo. Se notaba que solía galopar con más gente, bueno, en este caso, lobos, y que siempre estaba pendiente de todo. Seguimos corriendo cogidos de la mano. Me llevaba casi en volandas mientras esquivábamos todo a nuestro paso y la coleta de mi pelo se agitaba enérgicamente, dándome latigazos en el cuello y en la espalda. Sí, tenía que reconocerlo, era más rápido que yo, él era el Ferrari y yo el Golf.
Cuando divisamos el claro entre los árboles, empezó a aminorar la velocidad poco a poco, hasta que nos quedamos en un simple trote. Pasamos la última fila de pinos y salimos al campo abierto, donde ya nos esperaban todos. Aferró más fuerte mi mano y nos pusimos a caminar hacia mi familia, que ya había formado los dos equipos.
- ¿Dónde os habíais metido? – nos regañó Alice al llegar.
- Tranquila, la tormenta empezará dentro de unos cinco minutos – le contestó Jake -, así que hemos llegado a tiempo, ¿no?
- Toma, póntela – le respondió ella, arrojándole una camisa de béisbol gris con rayas azules a la cara.
- ¿Qué es esto? - gruñó Jake, mirando la prenda con desagrado.
- La camiseta de nuestro equipo, ¿qué va a ser? – le explicó con un tono como si fuera lo más evidente del mundo.
- ¡Puaj! Yo paso de estas pijerías – exclamó él, lanzándole la camisa a la cabeza.
- ¡Si no te la pones, no juegas! ¡Tú verás! – bufó mi tía, toda ofendida por el rechazo.
- No te preocupes, Alice - intervino Nahuel -. Es que tiene miedo a jugar porque no sabe, por eso pone la excusa de la camisa.
Jacob le clavó la vista con cara de pocos amigos y, de sopetón, cogió la prenda de las manos de Alice.
- Veo que tú estás en el equipo rojo – le contestó con arrogancia, observando su camisa blanca de rayas rojas -. Te voy a demostrar cómo juega un quileute.
- Ah, ¿pero los perros saben coger un bate? – preguntó Nahuel con altanería.
- Si te refieres a si sabemos conectar una bola, pues sí, algo sabemos.
No me gustaba nada el tono que estaba adquiriendo esta conversación.
Jake me pasó el uniforme y se quitó su camiseta. Por supuesto, los ojos se me fueron solos sin necesidad de que mi cerebro les diera la orden y todos los pensamientos que había tenido por la mañana, cuando lo vi mojado con la toalla, se plantaron sin pedir permiso en mi cabeza. Mi padre ya estaba en su puesto de exterior derecho y central, pero pude notar su mirada decepcionada y dolorida.
Le di la camisa de béisbol y la extendió para ponérsela.
- Este uniforme es de Emmett, ¿no? – quiso saber mientras miraba la prenda con pesar.
- Claro, es la única talla que te vale – le respondió Alice -. Por eso juega en el otro equipo, porque tú tienes su camisa azul – se giró hacia mí -. Toma, cielo. Ponte la tuya.
- Genial. Aparte de que huele fatal, me queda enorme – protestó Jacob cuando terminó de abrochársela -. Si me pusiera una gorra del revés y empezara a rapear, daría el pego.
- Pues, hala, empieza a practicar – le dijo ella, dándole una gorra.
- ¿Estás de coña? ¿También tengo que ponerme esto?
- Sí, todos la llevamos. Además, el béisbol se juega con gorra y queda muy bien estéticamente.
Jacob puso los ojos en blanco, pero se la puso.
- Menudo calor que voy a pasar – farfulló.
- ¿En qué equipo juegas tú, Renesmee? – me preguntó Nahuel.
- En el azul – le contesté, levantando mi camisa para mostrársela.
- Vaya – hizo una pausa en la que fijó sus ojos en Jacob -. Bueno, algún día jugarás en mi equipo.
- Por supuesto que no – le aseguró éste con una media sonrisa   chulesca -. Ella siempre estará en mi equipo, más te vale que te vaya quedando claro eso.
¿Pero de qué estaban discutiendo ahora? Suspiré, un poco cansada, y me quité la chaqueta del chándal para ponerme la camisa del uniforme. En cuanto Jacob me vio con la camiseta de tirantes ajustada que llevaba debajo, no pudo evitar que se le escapara una sonrisita de satisfacción, pero, a la vez, se colocó estratégicamente delante de Nahuel con los brazos en jarra para que éste no pudiera ver ni un ápice. Se notaba que en ese momento estaba contentísimo de que su camisa le quedara grande.
- ¿Cómo están repartidos los equipos? – le pregunté a Alice cuando me ponía mi gorra.
- Edward, Bella, Rosalie, Emmett y Nahuel están en el equipo rojo – explicó -. Carlisle, Jasper y nosotros tres estamos en el azul. Esme arbitra, como siempre.
Nos giramos todos hacia la citada y ésta saludó con la mano mientras hablaba con Carlisle y Jasper en el otro extremo del claro.
- ¿Y los puestos?
- Como somos insuficientes, tenemos que cubrir dos puestos. Rosalie es la lanzadora y cubre la zona entre el home y la segunda base, Emmett está de catcher, Bella está cubriendo la zona entre la segunda base y el home, Edward está de exterior derecho y central y Nahuel está de exterior izquierdo y central.
- Yo quiero ese – exigió Jacob, mirando a Nahuel con una mirada provocadora.
- ¿Quieres el mismo puesto que el mío? – se rió éste.
- ¿Por qué no? – contestó Jake, riéndose también con arrogancia.
- Requiere bastante potencia física, rapidez y muchos reflejos.
- A mí me sobra de las tres cosas – fanfarroneó él sin vacilar ni un momento. Yo tampoco lo dudaba, la verdad -. En cambio, a ti, no estoy tan seguro.
- Apuesto a que no pararías uno de mis homeruns – le retó Nahuel -. Has de saber que cuando fijo mi objetivo, soy imparable en todo – matizó con segundas -. Donde pongo el ojo, pongo la bala.
Jacob se acercó, poniéndose en un cara a cara, mientras Alice y yo estábamos confundidas por el matiz que había en la discusión. Solamente les separaba la distancia que dejaban las viseras de las gorras. Papá estaba en alerta, por si se tenía que acercar. ¿Qué estaban haciendo?
- Pararé tu homerun y lo que me pongas por delante. Te pararé a ti, te lo aseguro – afirmó Jacob, muy irritado.
- No creo que puedas. Abre los ojos, Jacob. Hay cosas que no son para los perros y que no pueden ser. La naturaleza es sabia – declaró el invitado con una intención que no comprendí.
- ¡¿Qué quieres decir?! – bufó Jake, encrespándose, a la vez que sonaba el primer trueno.
- Vale, vale, vale – interrumpí, interponiéndome entre los dos mientras ellos seguían mirándose fijamente -. No sé de qué va esto, pero ya está bien, ¿no?
- Perdona, Renesmee – Nahuel se dirigió a mí, cogió mi mano y la besó, al mismo tiempo que miraba a Jake con prepotencia.
- Juega tus cartas, maldita garrapata, que yo ya jugaré las mías – murmuró éste, rechinando los dientes con furia.
Al coger mi mano, me di cuenta de que la temperatura de Nahuel era más alta que la mía. Nuestro invitado también se percató de esto, aunque él no pareció darle más importancia. Su piel no llegaba a ser tan caliente como la de Jacob, pero sí más elevada que la mía. ¿Por qué? ¿Es que yo no era un semivampiro normal? Empecé a sentirme un bicho raro una vez más.
- Bueno, ¿podemos seguir? – suspiró Alice, barriendo mis pensamientos -. La tormenta ya ha empezado.
Nahuel se marchó corriendo a su puesto de exterior izquierdo y central mientras Jacob le gruñía. Carlisle y Jasper se sentaron en una roca a modo de banquillo y Esme se colocó detrás del home para arbitrar.
- Estas son las posiciones: Jasper juega de catcher, Carlisle está de exterior derecho y central, Jacob se pondrá de exterior izquierdo y central, tú, Nessie, estarás en el puesto que tiene tu madre y yo como Rosalie. Empezamos bateando nosotros. El orden de bateo es el mismo que el de las bases. ¿Está todo claro?
- Perfectamente – afirmó Jake, ansioso por empezar el partido.
Comenzamos a caminar hacia el banquillo.
- Relájate y trata de pasártelo bien, ¿vale? – le di un beso en la mejilla para que lo hiciera y me adelanté.
Cuando nos sentamos en la roca, el beso ya había hecho efecto. Se apoltronó a mi lado totalmente relajado, parecía otra persona.
- Vaya mierda. Me toca batear el último – se quejó.
- Sólo somos cinco, no creo que te mueras – me reí.
Alice era la primera en batear. Se colocó en posición con una postura muy refinada, casi de ballet. El bate parecía que flotaba en sus manos. Rosalie lanzó la bola estilo softball, pero a una velocidad de vértigo, tan sólo se veía un borrón.
- ¡Strike! – gritó Esme.
- Guau – exclamó Jacob -. Quién lo iba a decir, tu tía la Barbie lanza unos misiles increíbles. No sé si podré darle.
Rosalie curvó la comisura de su labio hacia arriba de forma pretenciosa, sin duda, había oído el comentario de Jake.
- Sí, ni siquiera Alice ha conseguido batear, y eso que ya sabe cómo le va a lanzar – añadí con un suspiro -. Es muy buena.
- La verdad es que se pone tan sexy, que no sé si podré fijarme en la pelota – cuchicheó, guiñándome el ojo, justo cuando ésta lanzaba.
El estruendo del bate de aluminio sonó como si de un trueno se tratara. Alice salió disparada y Rosalie siseó a Jacob. Todo sucedió demasiado rápido incluso para mis ojos de medio vampiro, aunque gracias precisamente a eso, pude distinguir algo la jugada. La bola se dirigió rauda hacia la zona que cubría mi padre. Éste corrió como si de un guepardo se tratara y atrapó la pelota en el aire de un enorme salto.
- ¡Eliminada!
Mi tía se acercó al banquillo con el rostro disgustado, murmurando algo por lo bajo.
Jasper se colocó en el puesto de bateo. Su postura perfecta era mejor que la de un profesional. Se quedó inmóvil como una estatua, a la espera del lanzamiento.
El borrón que lanzó Rosalie fue interceptado por el bate de aluminio con otro estallido y salió disparado a ras del suelo hacia la tercera base. Jasper ya estaba pasando la primera cuando mi madre atrapó el rebote de la pelota. Se la lanzó como un rayo a Rose, que se había colocado para cubrir la segunda base.
- ¡Eliminado! – chilló Esme.
- Rara Bella – murmuró Jake.
Mi madre le oyó y le sacó la lengua.
- Esto no es justo – lloriqueó Alice -. Tienen mejor equipo.
- ¿Qué dices? – protestó Jacob.
- Su equipo está formado por cuatro vampiros y un  semivampiro. El nuestro, en cambio, lo integran tres vampiros, un semivampiro y un chucho. ¿Cómo vamos a ganar así? – explicó ella con pesadumbre.
- Ya veremos – gruñó Jacob, ofendido.
- No le hagas caso, Jake. Bueno, me toca – dije, levantándome.
- Ánimo, pequeña – me alentó él.
Me acerqué al trote a la zona de bateo y Jasper me chocó la mano al cruzarnos por el camino.
Me coloqué en posición y observé a Rose con atención. Pensó la jugada durante un segundo y lanzó. La bola chocó casi instantáneamente en la mascota de Emmett.
- Vaya, sí que es rápida – musité.
- No tenéis nada que hacer – me advirtió Em con una sonrisa orgullosa de su novia.
Empecé a tener un sentimiento de desaliento. Darle a la bola de un vampiro que iba a la velocidad de la luz, me pareció de repente una tarea más que imposible.
- ¡Venga, Nessie! – bramó Jacob, que se había puesto de pie sobre la roca -. ¡Tú puedes!
- ¿Dónde se cree que está ese idiota? ¿En un estadio de verdad? – criticó Rose desde el montículo.
Rosalie se podía reir lo que quisiera, pero a mí me infundó algo de confianza. Agarré el bate con fuerza y tensé los músculos de los brazos y las piernas. Mi tía se colocó en posición para impulsarse y, en una décima de segundo, soltó su segundo balazo.
Sin saber cómo, mi bate golpeó la pelota y la empujó a ras del suelo hacia la zona que cubría mi madre. Como mi fuerza no era igual que la de Jasper, la pelota se quedó un poco corta y mamá tuvo que correr para atraparla. Cuando se la lanzó a Rose, yo ya estaba en la primera base.
- ¡Base! – gritó Esme.
- ¡Genial, Nessie! – volvió a bramar Jake, aplaudiendo y aullando desde el banquillo.
Rosalie resopló, con los brazos en jarra.
El siguiente en batear era Carlisle. Rose parecía un poco tocada y le lanzó una piedra – en este caso meteorito - que, por supuesto, mi abuelo no desaprovechó.
En cuanto oí el estruendo, salí disparada hacia la segunda base. Vi cómo la pelota volaba alta y chocaba contra un árbol. Nahuel agarró la bola y la lanzó con velocidad hacia mi madre. Ésta ya estaba cubriendo la segunda base, pisándola con su pie.
- ¡Base! – escuché que gritaba Esme.
Carlisle ya había conseguido la primera. Yo tenía que llegar a la segunda y la bola estaba apunto de llegar hasta mi madre.
- ¡Tú puedes, pequeña! – gritó Jake de nuevo.
Metí el pie a la desesperada. Cuando pisé la almohadilla, la bola se estampó casi a la vez contra el guante.
- ¡Base!
- ¡Lo conseguí! – exclamé con los brazos al aire, dirigiéndome a Jake, mientras éste aullaba y se carcajeaba.
- ¡Bravo, Nessie! – se unió Carlisle.
- ¿Tú también? – se quejó Rose con los ojos en blanco.
Jacob cogió su bate, silbando, y se acercó lentamente - a su paso humano - hacia el home. Iba tan despacio, que Rosalie suspiró exasperada.
Se quedó a un metro de lo que se suponía que era el cajón de bateo e hizo unos cuantos swings, bateando al aire.
- ¿A qué esperas, idiota? – se quejó Rose, ya histérica -. A este paso, se pasará la tormenta.
- El béisbol es un arte, una forma de ver la vida, y requiere concentración, ¿vale? – le respondió él -. Mi bate y yo necesitamos conocernos mutuamente – afirmó, señalándose a él y al palo con la otra mano libre.
Rosalie puso los ojos en blanco de nuevo.
- Como te lleve el mismo tiempo que con Nessie, lo llevamos claro – me pareció que cuchicheaba ella, aunque lo dijo tan bajito, que apenas lo entendí.
Me salió una risilla al observarle, ahora que lo veía de lejos y de frente. Estaba muy gracioso con sus pantalones cortos, esa enorme camisa de béisbol y la gorra que le hacía sombra en los ojos y apenas dejaba ver su cara. Parecía un rapero de esos de la tele. Pero hasta así lo veía guapo.
Se colocó en el supuesto cajón de bateo y puso el bate en vertical, con el brazo estirado, como si estuviese midiendo algo. Rosalie empezó a dar golpecitos con el pie en el suelo, con los brazos cruzados. Jake chocó el bate con los pies como si se estuviese sacudiendo algo de las deportivas, separó las piernas tranquilamente, dando pisotones en el suelo, allanándolo, flexionó las rodillas y se inclinó hacia delante, agarrando el bate con las dos manos. Se quedó inmóvil, con la vista clavada en Rosalie.
- Ya puedes tirar – dijo al fin.
- Aleluya – escuché murmurar a mi madre.
- Recuerda que le tienes que dar con el bate, no cogerla con la boca – se mofó Rosalie -. A saber qué podrían hacer tus mugrientas babas si se quedasen en la pelota y rozaran mi piel.
- Cuando termine el partido, me transformaré y te daré un buen lametón para que lo compruebes, rubia – le espetó sin moverse ni un milímetro de su postura.
Emmett se rió por lo bajo y Rose puso cara de repugnancia, chistándole enfadada. Ésta tomó impulso y lanzó una bola rapidísima que se estampó con estrépito en el guante de su novio.
- ¡Strike! – cantó Esme.
- Ya la has puesto de mal humor. Ahora sí que te va a ser imposible darle – le avisó Emmett.
Jacob no dijo nada, se limitó a seguir mirando a Rose fijamente, estudiando sus movimientos al lanzar. Ella levantó la pierna y la bola chocó casi instantáneamente con la mascota del catcher.
- ¡Strike! – repitió Esme.
- Te voy a eliminar ahora mismo – amenazó Rosalie con la postura preparada  -. Ni siquiera puedes ver la bola, idiota.
- Puede que no la vea – murmuró Jake mientras Rose levantaba la pierna y se impulsaba -, pero puedo oírla.
Esta vez no sonó un estruendo, fue un clinck bastante parecido al que hace un bate de aluminio con un humano cualquiera, sólo que mucho más fuerte. Yo y Carlisle empezamos a correr. La bola salió disparada hacia arriba completamente en vertical, como un cohete, muy alta, hasta que disminuyó de velocidad y se paró. Hubo un momento en el que casi parecía que se iba a quedar flotando en el aire. Mamá y Rosalie se quedaron mirando a la pelota con los guantes preparados, esperando a que bajara. En el descenso, la exasperación acumulada de antes hizo que Rose se abalanzara ansiosa hacia la bola y tropezara con mi madre, que también se dirigía a cogerla. La pelota cayó y rodó por el suelo. Jake salió despedido del home. Cuando mamá la atrapó y Rose voló hacia la primera base para cubrirla, Jacob ya esperaba sonriente con un pie sobre ésta y Carlisle ya estaba en la segunda. Mi madre se giró repentinamente hacia la tercera base, pero yo ya llevaba un buen rato sobre la almohadilla.
- ¡Base!
- ¡Genial! ¡Las bases llenas! – aulló Jacob, dándole un codazo a Rosalie.
- He de reconocer que me has engañado – admitió ésta -. Pero esta vez has tenido mucha suerte. La próxima no será igual.
Rosalie se marchó con altanería a su montículo, mientras que Alice ya estaba preparada para batear de nuevo.
Los tres strikes zumbaron en el aire y se estrellaron con rabia en el guante de Emmett. Se agitó el pelo y se marchó hacia el banquillo, orgullosa.
- ¡Tres eliminados, cambio! – gritó Esme.
- Estupendo, Alice – reprochó Jasper a su novia.
- Chuchos: uno, vampiros: cero – le aguijoneó Jacob al pasar por su lado mientras se dirigía a su puesto de exterior izquierdo y central.
Mi tía le dedicó un mohín de odio.
Acompañé a Jake hasta que me coloqué en la tercera base para cubrir mi zona.
Alice lanzaba con la elegancia de una bailarina. Cuando alzaba la pierna, la estiraba completamente, en vez de jugar al béisbol, parecía que estuviera siguiendo una coreografía de ballet. Lanzaba rapidísimo, aunque no tanto como Rosalie. Eliminó a ésta y a mi madre, pero Emmett y mi padre consiguieron dos bases. Nahuel se colocó en el cajón de bateo y observó a Jacob.
- Mándala aquí si te atreves, estúpida garrapata – escuché que murmuraba Jake.
Alice lanzó la bola y otro clinck la mandó altísima en dirección a Jake. Nahuel se quedó clavado en el sitio, observando con vanagloria su homerun.
- ¡No tan deprisa, parásito! – exclamó Jake, iniciando su carrera.
- ¡Déjalo, Jacob! ¡Es un homerun! – gritó Jasper desde su puesto de catcher.
A una velocidad de vértigo, Jake corrió hacia uno de los pinos que delimitaba el claro y, con una habilidad increíble y acrobática, saltó hacia él, colgándose de una rama con el brazo derecho. Voló con las piernas por delante y se impulsó con otro árbol, lanzándose como una bala hacia la pelota. Atrapó la bola en el aire con una facilidad pasmosa, como si estuviese cazando una mosca. Hizo una pirueta en el aire para caer de pie y aterrizó en el suelo con suavidad.
Jasper se quedó boquiabierto.
- ¡Tres eliminados, cambio! – gritó Esme.
- Parece un mono salido del circo – masculló Rosalie.
Jacob y Nahuel se cruzaron en el momento en que ambos se intercambiaban los puestos.
- Ya te dije que te pararía los pies – le recordó Jake con arrogancia.
- Eso ya lo veremos – le contestó Nahuel.
A partir de ahí, el partido se convirtió en un continuo duelo entre Jacob y Nahuel. Era tanta la competitividad, que parecía que jugábamos en partidos distintos. Cuando alguno de los dos conseguía llegar a la tercera base, se notaban las chispas que salían de las miradas que se dedicaban el uno al otro al girarse. Cada vez que les tocaba batear – Jacob hacía el mismo ritual en cada turno al bate para poner de los nervios a Rosalie -, lanzaban la bola al mismo sitio para intentar hacer un homerun, pero ninguno lo consiguió.
Observé que en fuerza se igualaban, pero que Nahuel era más veloz que Jacob - aunque mi mejor amigo siempre se las ingeniaba para llegar a la tercera base -, y volví a frustrarme. ¿Por qué Nahuel, que era un semivampiro como yo, podía correr tan deprisa y yo no? No lo entendía. ¿Es que a mis piernas les pasaba algo raro o qué? Eso sin contar con la temperatura de mi piel, que ya había comprobado que era más baja que la de nuestro invitado. Y tampoco era tan fuerte como ellos dos. Me pasé casi todo el partido con el ceño fruncido, pensando.
La tormenta terminó pronto y tuvimos que dejarlo antes de lo previsto, para disgusto de Jake.
Después de charlar un rato, mi familia empezó a marcharse con rapidez por el bosque, hacia los coches. Nahuel y Jacob se dedicaron una última mirada de afecto mientras mi mejor amigo se interponía de nuevo cuando empezaba a quitarme la camisa de béisbol, y nuestro invitado se perdió entre los árboles.
- Nosotros nos vamos ya – me dijo mamá - ¿Qué vais a hacer vosotros?
- Pues, no lo sé. Ya os llamo con lo que sea, ¿vale? Aunque lo más seguro es que vayamos a casa – le contesté, quitándome la gorra.
- De acuerdo – me dio un beso en la frente -. Cuida de ella y pórtate bien, Jacob.
- Yo siempre me porto bien – le contestó éste con una sonrisa angelical, tirando también su gorra al suelo y revolviéndose el pelo.
Mi madre suspiró y se alejó como el viento con mi padre, hasta que desaparecieron entre los árboles.
- ¿Dónde está mi chaqueta? – pregunté mientras miraba a mi alrededor, buscándola.
- Estaba ahí, junto a mi camiseta – me ayudó él, señalando con la mano.
Miré y solamente estaba la camiseta de Jacob.
- Pues ahora no está.
- Bueno – empezó a desabrocharse los botones de la camisa y se entretuvo con uno -, a lo mejor te la cogió Alice o algo… ¡Arf! ¡Mierda!
Puse los ojos en blanco ante tanta falta de pericia.
- Ven, que te lo desabrocho yo - se acercó sin quitar ojo al botón mientras seguía intentándolo -. Hay que ver – suspiré, quitándole las manos -, tan hábil haciendo pulseras y tallando figuritas de madera, y tan torpe para desabrocharse un botón – me burlé.
- Se ha enredado con un hilo del ojal, ¿no lo ves?
La verdad es que a mí también me estaba costando lo suyo. El botón se había atascado bien con un hilo en el ojal roto y la escasa visibilidad del anochecer no ayudaba nada. Me acerqué más para ver por dónde se había metido la fibra.
- No sé cómo has abrochado esto para que se enrede de esta manera – protesté a la vez que desenredaba el hilo.
Algo me hizo alzar la vista y la bajé al instante. Mientras me peleaba con el ojal y el botón, me percaté de que estaba muy cerca de su cuello y de su cara. Estaba sudado, y su maravilloso olor era más fuerte que nunca. El efluvio de su cuerpo me llegaba con mucha intensidad y empecé a desconcentrarme. Aún así, conseguí desabrocharle el botón.
- ¡Uf! Gracias – exclamó.
Subió sus manos hacia el siguiente ojal, pero ya estaba ocupado por las mías, que en ese momento se dejaban llevar por un instinto extraño.
- Ya… ya sigo yo. No hace falta que…
Le quité la camisa despacio, arrastrándola hacia atrás para acariciar sus hombros. Se quedó paralizado cuando mis manos se deslizaron hasta su nuca y su cuello y me pegué a él para olerle mejor, lentamente. Quería inhalar bien esa fragancia que me engatusaba, casi lo necesitaba como una droga. Al hacerlo, mis labios rozaron su cuello y pude sentir la humedad y la textura de su ardiente piel. Pude notar cómo se estremecía, y los fuertes latidos que hacían vibrar su yugular y que retumbaban en mi pecho en contacto con el suyo desnudo. Recorrí toda su garganta, rozándola con mi boca y respirando su fascinante esencia.
- ¿Me… me vas a morder? – se atrevió a preguntarme con un hilo de voz.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

6 comentarios:

  1. ala encerio definitivamente el mejor que eh leido estuvo duperhipermega genial :D!!!
    me encanto
    me rei mucho :D
    :3 sigue asi *

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  2. Otro capitulo genial y fantastico. Nessie, cariño, lo que sientes al quitarle la camisa es normal, se llama excitación, yo tambien lo he sentido cuando lo he leido. OMG XD.

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  3. awww...... increible la historiaa! dos palabras...me encanta!

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  4. WOW... De verdad, amo este libro. Es super... Y este cap me dejó sin palabras. Bueno, en realidad una sola: MARAVILLOSO. De verdad, genial!!!!!

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  5. ajajajaja cuando jacob le dise a rose te voy a lamer rubia jajajaja... maravilloso

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  6. x Diosssss, q buen capitulo no la culpo a Nessie , yo ya le hubiera clavado mis colmillos!!! jaja, q hombre x Dios!!!! me encanta este fics,lo encontré tarde, pero mejor para mi, mas para leer!!! pasa x todas las emociones, sos genial, Un beso grande

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