Concurso de Fanfics

Hola chico/as!
Les dejo los datos del concurso. Espero que se inscriban.

COMO APUNTARSE:
Envía un correo a: teamnessiejacob@gmail.com.
En asunto deberán de poner: CONCURSO
El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
Estar en recomendaciones
Publicidad en los blogs
Blend al mejor escritor de fics
Banner al mejor escritor
Afiliados
(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
¡ENVIAR TODOS LOS FICS ANTES DEL 20 DE AGOSTO!

Search

Chic@S!!! RECUERDEN QUE PUEDEN MANDARNOS SUS CREACIONES A teamnessiejacob@gmail.com TODO LO QUE NOS ENVÍEN LLEVARA SU NOMBRE!!!
ESTE BLOG ES PARA CONOCER A LOS DEMAS FANS DE RENESMEE Y JACOB

martes, 12 de julio de 2011

VÍSPERA [NUEVA ERA]


= PARTE UNO =
HORIZONTE
= RENESMEE =

- Nessie, no hago más que clavarte alfileres, bueno, mejor dicho, romperlos, este es el quinto que se me casca. Deja ya de mirarte y de moverte – me regañó Sarah, tirando lo que quedaba de alfiler al suelo y cogiendo otro del alfiletero que llevaba enganchado en su muñeca izquierda -. Además, si no paras, no podré ponerte esto bien, y querrás que tu vestido me quede perfecto, ¿verdad?
- Lo siento – y me volví hacia delante para ponerme tiesa como un palo.
- Así me gusta – sonrió.
Le eché un vistazo al pequeño local. La tiendecita de Sarah estaba repleta de percheros con ropa hasta los topes esperando a su arreglo y otros con modelos diseñados y confeccionados por ella.
- ¿Te dará tiempo? – pregunté, mordiéndome el labio con preocupación mientras también observaba mi boceto de vestido.
- Estará listo incluso antes de la boda – afirmó.
- ¿Y todos los volantes que tienes que coser? No sé, eso te llevará tiempo, ¿no?
- Que sí, tranquiiila – aseguró con una entonación un tanto socarrona.
Yo no las tenía todas conmigo. Quedaban nueve días y ella todavía estaba poniendo alfileres en esa tersa tela de seda. Los exámenes, la plantación, mi amiga Helen – la cual estaba preocupada otra vez por Ryam, ya que hacía tiempo que no tenía noticias suyas – y el resto de detalles de la boda de los que me tenía que encargar yo, como los vestidos de las damas de honor y otras cosas, me habían tenido demasiado ocupada, y encima la tela de mi vestido había tardado lo suyo en llegar. Todo esto había sido el culpable de tal tardanza.
- No te preocupes, Sarah es una modista estupenda – apoyó Rachel, haciéndose eco de mis pensamientos -. El mío lo hizo en sólo seis días.
- Sí, me empleé a fondo – dijo Sarah, resoplando al recordar.
- Y quedó precioso – siguió Eve.
- Vas a estar perfecta, ya lo verás – intervino Jemima -. Confía en Sarah, sabe lo que hace.
Les sonreí a todas ellas por su esfuerzo. Estaba un poco más sosegada, pero la verdad es que tenía los nervios a flor de piel. Entre mi graduación, que era el viernes, y la boda, estos días era un manojo neurótico. Encima, la inestabilidad metereológica, que en estas últimas semanas había provocado un tiempo más lluvioso y frío de lo habitual para el mes de junio en el que estábamos, no me ayudaba nada.
No entendía por qué estaba tan nerviosa, en realidad, no es que una boda quileute llevase muchos preparativos, pero no podía evitarlo.
Jacob ya había arreglado el tema de la carpa, la cual iban a montar algunos miembros de la manada, la pequeña orquesta, que era la que siempre tocaba en las bodas de La Push que se celebraban al estilo tradicional y que estaba compuesta por indios nativos de la tribu, y del menú se iba a encargar Sue, que tenía a su disposición a Emily, Kim, Jemima y Martha como ayudantes de cocina, eso sin mencionar a Ruth, Eve y Sarah, que se iban a encargar de servir las mesas, junto con otra parte de los chicos.
Los vestidos de mis damas de honor ya estaban listos desde hacía un mes, ya que la tela de éstos había llegado primero y Sarah había podido ponerse con ellos antes. Rachel, Leah, Brenda y Helen iban a ir preciosas, y ya tenían sus vestidos en el armario de sus respectivas casas. Entre ellas y las féminas de mi familia, me habían ayudado a escogerlos. La gasa, de un color azulado muy claro, caía libre desde las caderas y llegaba hasta los tobillos. El escote era en pico e iba sujeto por unos tirantes anchos que se unían a una parte trasera que dejaba ligeramente al aire la espalda, uno de ellos se adornaba con una flor también hecha de gasa azul.
Hasta los padrinos tenían su vestuario preparado. Mamá iba a ser la madrina, y ya me había enseñado su vestido al mandarme unas fotos por Internet. La tela de raso, en un color granate brillante, se enganchaba a sus hombros por medio de unos finos tirantes que se unían en la parte posterior del cuello y que sujetaban un escote también en pico. La mitad de la espalda iba al descubierto y después la tela seguía su camino ciñéndose en todo el cuerpo, bajando atubado hasta un poco por debajo de las rodillas. A ella le quedaba genial, como no, y la tía Alice había tenido mucho que ver en la elección de ese vestido. Al final, y después de pensárselo mucho, Jacob escogió a mi padre para que fuera el padrino de boda. Su primera opción era Seth, pero a éste no le importó en absoluto cederle el sitio a mi progenitor, el cual estaba más ansioso de serlo, así que Jake decidió elegirle a él como padrino, cosa que a papá le hizo especial ilusión. Mi madre también me envió las fotos de papá con su traje, y, claro está, también iba a ir guapísimo. Su conjunto constaba de un pantalón de vestir y una chaqueta de un gris no muy claro, y una camisa azul oscuro, sin corbata, por supuesto, como regía en el protocolo de las bodas quileute, con esa mezcla de elegancia e informalidad al mismo tiempo.
Y Jacob ya tenía su traje preparado, esa camisa de lino color hueso, de manga larga, con sus pantalones a juego que llegaban hasta los pies. Yo sabía esto porque los novios quileute era lo que llevaban, puesto que no se lo había visto, lo tenía bien guardado en casa de Billy.
Conclusión: lo único que faltaba a nueve días de la boda era mi vestido. Y eso era suficiente para que mis nervios afloraran sin piedad.
- Dime, Nessie, ¿al final tu tía Alice te va a hacer la despedida de soltera? – interrogó Eve, haciendo que mi mente saliera súbitamente de sus pensamientos.
- Sí, no pude evitarlo – suspiré -. Si le dijera que no, se llevaría un disgusto tremendo.
- Entonces, vas a tener dos despedidas, porque nosotras también te hemos preparado algo – declaró Rachel con una sonrisita un tanto traviesa.
- Oh, oh… Tiemblo.
- Te va a gustar, ya lo verás – me aseguró Eve -. Ah, y tus amigas también vendrán, ya he hablado con Brenda y lo ha arreglado todo.
- Lo tuyo siempre va por partida doble, ¿eh? – se rió Jemima -. Dos despedidas de soltera, dos lunas de miel…
La pequeña tienda se llenó de risitas pícaras.
- El viaje de septiembre no fue una luna de miel, fue un viaje turístico. La de verdad viene ahora – alegué, sonriendo tímidamente.
Solamente con imaginarlo, ya se me disparaba el labio hacia arriba.
- Yo hablo de la luna de miel de este pasado abril – matizó con tono juguetón -. Al parecer, en toda la semana no abristeis la puerta de casa ni para que entrara el aire, ¿no es así?
Las risas subieron de tono y el color de mi rostro también. Para colmo, estaba Rachel, eso me daba el triple de vergüenza.
- Qué simpática – vocalicé con retintín; ellas se rieron de nuevo.
- Nessie, no te muevas – me volvió a regañar Sarah.
- Perdón.
- ¿Cuándo viene tu familia? – me preguntó mi casi cuñada.
- Pasado mañana. Estarán para mi graduación, aunque yo no podré estar con ellos hasta que se acabe.
- Bueno, esto ya está – anunció Sarah por fin, colocando el último alfiler -. Mañana te lo hilvano todo para que el sábado puedas hacerte la segunda prueba.
Me miré en el espejo y sonreí. Aunque todavía le quedaba mucho y le faltaban muchas cosas, estaba tomando la forma que yo había buscado.
El vestido comenzaba en mi pecho, se sujetaba con el armado que la tupida tela de seda blanca creaba alrededor de mi torso a modo de corsé, y dejaba mis hombros desnudos al no llevar tirantes ni manga alguna. Se ceñía a mi cuerpo hasta las caderas y, a partir de ahí, se dejaba caer en una falda con una ligera caída en “A” que llegaba casi hasta mis pies, los cuales iban a ir descalzos, por supuesto, por lo que ese largo es el que iba a llevar definitivamente, puesto que no hacía falta tomar medidas con unos tacones puestos. Todavía le faltaba, pero la falda iba a ir recubierta de unos vaporosos y anchos volantes de seda; éstos se distribuirían en distintas capas que la rodeaban y que se cruzaban por la parte delantera, quedando entrelazados en zigzag, creando un efecto muy bonito y lucido. La zona superior del vestido iba a ser revestida de unas grandes flores hechas con la misma tela y que iban a bordear todo el torso, enmarcando, además del pecho y los costados, la zona de la espalda. Otras dos flores similares a estas, aunque más pequeñas, adornarían la falda por la parte izquierda delantera de la cadera, distribuyéndose en vertical, una junto a la otra. El corpiño iba a ir cerrado en la espalda por medio de una línea de finos y pequeños botones que ascenderían desde la parte más baja de mi cintura.
Mi sonrisa se amplió cuando terminé de visionar todo esto sobre lo que aún era un boceto de mi vestido.
- Gracias, Sarah. Está quedando precioso – dije.
- De nada. Ten cuidado con los alfileres cuando te lo quites.
- Ah, no te preocupes, no me pinchan.
- Ya, ya lo sé – se rió -. Por eso te lo digo, porque si no tienes cuidado, los alfileres se quedarán hechos trizas y tendré que volver a ponértelo todo otra vez.
- Oh.
Las demás chicas se rieron entre dientes.
No pude evitar mirarme un poco más antes de comenzar a quitármelo. Las mariposas no hacían más que invadir mi estómago cada vez que pensaba en ese día. Eran nervios, pero nervios de emoción y de ansia porque llegara ese 18 de junio por fin. Sarah lo cogió en cuanto terminé, y lo colgó de una percha. Me puse los vaqueros con celeridad y lo mismo hice con la camiseta.
- Bueno, chicas, siento no quedarme más para que sigáis cotilleando a mi costa – bromeé, terminando de atarme las playeras -, pero me voy.
- No importa, lo haremos a tus espaldas – correspondió Rachel.
- Sí, en cuanto salgas por la puerta, te pondremos verde – siguió Jemima.
- Diremos que tienes celulitis donde no la tienes y todas esas cosas que hace la envidia – se rió Eve -. Nada, lo normal.
- Pues tened cuidado. Yo que vosotras, esperaría a que estuviera bien lejos, porque podría oíros – les advertí en broma.
- ¡Uf! Sí, procuraremos – continuó Jemima.
Nos reímos y las dejé por imposible.
Qué fácil y cómodo era no tener que ocultar ni aparentar nada. Con mis amigas de La Push siempre podía ser yo misma del todo, sin tener que andar con pies de plomo para que no descubrieran mi secreto, aunque también tenía a Helen y Brenda.
- El sábado vendrás por aquí, ¿no? – quiso saber Sarah.
- Sí, nos vemos el sábado – asentí, poniéndome la chaqueta.
Las campanillas que colgaban del marco tintinearon cuando abrí la puerta de la tienda para salir.
- Hasta luego – me despedí.
- Hasta luego – dijeron todas a la vez.
Y el tintineo se oyó de nuevo al cerrarse la puerta.
Bajé las escaleras del porche, canturreando, y llegué a mi forito.
Si no fuera porque había venido directamente de casa de Charlie y ya había traído el coche, hubiera ido a casa dando un paseíllo, puesto que la tienda de Sarah estaba también en La Push y no quedaba muy lejos a pie. Jake me había llevado al instituto y me había traído a casa, como todos los días, pero como yo iba a visitar a mi abuelo y luego iba a venir a lo de mi vestido, lo cual me iba a llevar bastante tiempo y él, por supuesto, no podía entrar conmigo e iba a tener que esperarme fuera, yo cogí mi coche y él aprovechó para patrullar otro poco con la manada.
Cuando estaba apunto de subir al vehículo, mi móvil sonó en mi bolso. Éste no era muy grande, pero era incapaz de encontrar el dichoso teléfono; mi mano se afanaba en buscarlo, sin embargo, parecía que se lo hubiese tragado. Por fin, conseguí dar con el pequeño aparato, lo saqué con prisas y descolgué.
- Seth, dime.
- Hola, Nessie. Oye, Jake me ha dicho que vayas en dirección a vuestro tronco. Él te esperará en la entrada de la senda que lleva a la casa de tu familia.
- Ah, vale. Gracias por avisarme.
- De nada.
- ¿Qué tal se ha dado hoy la cosa? ¿Ya has terminado tu jornada?
- Sí, acabo de llegar a casa, no hubo mucho movimiento hoy –suspiró como decepcionado -. Ahora iré a buscar a Brenda, vamos a ir al cine.
- ¿Y qué película tenéis pensado ver? – le pregunté.
- No sé, supongo que Brenda querrá ver una romántica de esas.
- Te iba a decir que después nos contarais si os había gustado, por si Jake y yo vamos otro día, pero esas románticas no son mi estilo, y el de Jake, menos, así que mejor déjalo – reí.
- Qué suerte tiene Jake – se rió él también -. A mí tampoco me emocionan, pero son las que más le gustan a Brenda, así que me sacrificaré un poco e iré, qué remedio – bromeó.
- En fin, pues pasadlo bien.
- Procuraremos – y su risa se escuchó de nuevo -. Bueno, no te entretengo más, que Jake ya se fue hacia allí, así que hasta mañana.
- Sí, hasta mañana.
Y colgamos los dos.
Sonreí. Hacía mucho tiempo que no íbamos a nuestro tronco, desde que mi familia se había marchado y yo me había mudado con él.
Guardé el móvil en el bolso y me subí al coche. Puse el motor en marcha, mi CD en el estéreo e inicié la marcha hacia la propiedad que seguía siendo de mi familia.
La Push seguía siendo un fortín. Razvan y los suyos no habían vuelto a aparecer en todos estos meses, sin embargo, Jacob seguía sin fiarse, así que continuaba poniéndole guardaespaldas a Helen y la manada seguía vigilando toda la zona.
Helen llevaba sin saber nada de Ryam desde esa semana en la que nosotros habíamos ido a Alaska a visitar a mi familia, ni siquiera había podido darle la buena noticia de una posible curación. Según Helen, su mejor amigo le mandaba cortos mensajes de texto desde distintas cabinas de teléfono todas las semanas en los cuales solamente decía que estaba bien, y su móvil estaba fuera de servicio, por lo que ella no tenía cómo ponerse en contacto con él. Que estaba bien era lo único que sabíamos desde hacía dos meses y medio, sin embargo, nadie podía hacer nada, ya que desconocíamos dónde estaba, y él tampoco facilitaba las cosas para que le ayudásemos. Eso era lo que más le fastidiaba a Jake, aunque respetaba su decisión, por muy estúpida que le pareciera.
Por supuesto, Helen también se enteró de mi celo. Otra más que añadir a mi lista de gente con la cual pasar vergüenza. Al parecer, y según Brenda, uno de los días de esa semana, cuando terminaron de atender a la plantación, Helen se había empeñado en hacerme una visita aprovechando que ya estaban allí. Tanto insistió, que a Brenda no le quedó más remedio que soltarle la verdad. Ahora también tenía que soportar sus bromitas.
La plantación iba viento en popa, aunque había algunas plantitas que no habían superado el mes de vida y se habían muerto. Sin embargo, seguíamos teniendo una gran cantidad que sí estaban creciendo y desarrollándose correctamente, así que las tres estábamos muy ilusionadas, sobretodo Helen, que veía cómo las perspectivas de una posible curación aumentaban.
No tardé mucho en llegar al desvío que llevaba a mi antigua casa. En cuanto lo tomé, ya vi a mi chico; estaba apoyado en el tronco de un árbol, esperándome, y solamente llevaba unos pantalones cortos de color verde oscuro, ya que había venido directamente de patrullar. Su maravillosa sonrisa se dibujó en su rostro nada más verme y la mía le correspondió automáticamente.
Detuve mi forito a su lado y Jacob se subió con presteza.
- Hola, preciosa – me saludó, cerrando la puerta e inclinándose hacia mí para besarme.
Me quité el cinturón para poder acercarme mejor a él.
- Hola – le sonreí, arrimándome.
Nuestros rostros se unieron y nos besamos durante un rato.
Una vez que conseguimos despegarnos, nos sonreímos, volvimos a sentarnos bien, nos abrochamos los cinturones e inicié la marcha de nuevo.
Mientras Jake me contaba efusivamente cada uno de los enfrentamientos que habían tenido hoy con los pocos nómadas que habían osado a entrar en los bosques de La Push, llegamos a lo que antes había sido mi casa.
Aparqué justo donde Jake solía hacerlo y nos bajamos del coche para seguir a pie.
No pude evitar echar un vistazo a esa casa en la que había pasado mi infancia junto con el resto de mi familia y sentí un poco de añoranza. Ahora se veía apagada, vacía, incluso la vegetación de alrededor parecía abandonarse al verse sin la compañía de esos extravagantes seres a los que yo tanto quería.
- Pasado mañana todo este lugar volverá a la vida – afirmó Jake de pronto con una sonrisa, haciendo que regresara al planeta Tierra.
Como siempre, parecía que me leía el pensamiento. Sólo tenía que mirarme para saber lo que estaba pasando por mi mente.
- Sí, lo sé – sonreí, entrelazando mis dedos con los suyos -. Seguro que la tía Alice se encarga de eso.
- Ya me la estoy imaginando – y su sonrisa se amplió para transformarse en una un tanto burlona -. Seguro que cuando entremos, ya no se parece nada a la casa del año pasado.
- Seguro – me reí.
- Bueno, qué, ¿vamos a nuestro tronco?
- Sí. Te echo una carrera – le reté.
- ¡Vale!
 Y me soltó la mano para comenzar a correr a toda velocidad sin esperarme.
- ¡Eh! ¡Eso es trampa! – chillé, empezando a perseguirle.
Jacob se carcajeó mientras ya se metía por el bosque, sorteando los árboles fácilmente. Apreté el paso y logré posicionarme por detrás de él, aunque no fui capaz de adelantarle.
- ¡Vamos, nena! ¿Eso es lo único que puedes hacer? – se burló entre risas, echando una ojeada hacia atrás para mirarme.
- ¡Te vas a enterar! – amenacé, frunciendo el ceño de la rabia.
Mi chico se carcajeó aún más ante mi reacción.
Metí la quinta y mis piernas comenzaron a moverse vertiginosamente, avanzando con grandes zancadas. Sin saber cómo, logré ponerme a su altura.
- ¡Pareces una avestruz! – se mofó.
- ¡Sí, sí, pero te estoy ganando! – me reí con malicia al ver que ya le sacaba un cuerpo.
Aunque ya sabía que lo más probable es que él se estuviese dejando ganar para luego arrebatarme el título en el último momento.
Se volvió a reír y, como ya me imaginaba, se quedó detrás de mí.
Sin embargo, esta vez no me iba a dejar engañar. Mi labio se curvo hacia arriba con un poco de travesura cuando mi cerebro empezó a fraguar un plan. Seguí corriendo a toda mecha y me dirigí hacia el río, que ya estaba cerca.
- ¿Por qué vas por aquí? – preguntó con suspicacia.
No se le escapaba nada.

- ¡Para alargar un poco la carrera! – me inventé -. ¡Me está gustando demasiado esto de ganarte!
- Ja, ja – articuló con ironía, riéndose -. ¡No cantes victoria tan pronto, nena, sabes que te voy a ganar!
- ¡Ya lo veremos!
Divisé el río enfrente de mí y seguí galopando hacia allí. Ver esa corriente a través de los árboles me recordó a la primera vez que vi a Jacob desnudo y me hizo bajar la guardia durante un segundo, aunque enseguida me recompuse y él no llegó a alcanzarme.
Salí de entre los últimos pinos que escondían el río y continué mi rauda marcha junto a su cauce. Nuestro tronco no quedaba lejos, sólo faltaban unos metros. Fue entonces cuando llevé a cabo mi plan.
Jacob ya estaba pisándome los talones con una enorme sonrisa de satisfacción en la cara, ya estaba saboreando lo que creía que iba a ser su triunfo. Pero nada más lejos de la realidad. Vi lo que buscaba ver y me lancé hacia allí.
Con un amplio y alto salto, comencé a sobrevolar el agua, haciendo como que lo iba a cruzar, y el ingenuo de mi novio hizo lo mismo, sólo que él no saltó, se metió en el río directamente, sabiendo que así llegaría antes que yo a la otra orilla. Lo que no sabía él es que yo no pretendía llegar allí.
Mis piernas aterrizaron en la roca que había en el medio de la corriente mientras él ya estaba pasando de largo a toda velocidad, tratando de alcanzar el otro lado. Volví a saltar, pero esta vez en dirección contraria, regresando a la orilla desde la que había partido. Mi chico giró la mitad del cuerpo al percatarse, sorprendido, y tropezó, cayéndose en el agua. Me carcajeé y seguí corriendo.
Cuando Jake salió del río y se puso a perseguirme, llegué al tronco con un amplio margen de ventaja.
- ¡Gané! – grité, alzando los brazos como signo de victoria.
- No vale, has hecho trampa – se quejó él con una sonrisa al llegar a mi lado.
- Vaya mojadura – me burlé, riéndome.
- Sí, claro, muy graciosa – contestó con retintín -. Anda, ven aquí – y extendió su brazo para cogerme de la mano y arrimarme a él.
- Me vas a mojar – me quejé con una risilla.
- Esto ha sido culpa tuya, ahora atente a las consecuencias – declaró, sonriente, apretándome contra él.
Rodeé su cuello con mis brazos y le di un beso corto. El agua de su pelo aún goteaba, haciendo que algunas gotitas se deslizasen por la preciosa piel cobriza de su rostro.
- Pobrecito – murmuré, llevando los dedos de mi mano derecha a su cabello mojado -, la verdad es que he sido muy mala, por mi culpa te has empapado.
- No importa, el juego es así – sonrió -. Además, tengo que reconocer que lo has hecho muy bien, me has engañado completamente.
- Tendrás que darme un premio – sugerí con una enorme sonrisa.
La suya también se amplió, y ésta era pícara.
- Te lo daré en casa – aseguró.
- Eso espero – cuchicheé, dándole otro beso corto.
Se rió con satisfacción y me tomó de la mano para conducirme al tronco. Pasó su pierna por encima para sentarse, dio unos golpecitos sobre la madera con una enorme sonrisa y yo hice lo propio, quedándome frente a él. Mis brazos rodearon su cuello y me arrimé bien a él.
- Dime, ¿qué tal va tu vestido? – me preguntó, bordeándome a mí también con sus fuertes brazos.
- Sujeto con alfileres – exhalé.
- Tranquila, ya verás cómo le da tiempo. La tienda de Sarah es la única de La Push que hace arreglos de ropa y confecciona, por eso tiene tanto curro, pero lo tendrás listo antes de la boda, seguro. Sarah es muy buena en su trabajo – me aseguró con una sonrisa.
- Lo sé, lo sé, todos me decís lo mismo. Pero es que estoy tan nerviosa – admití, pegando mi frente a la suya para acariciársela -. Tengo tantas ganas de que llegue ese día y de que todo salga bien.
- Todo saldrá perfecto, no te preocupes – afirmó, dándome un beso corto -. Tú estarás preciosa, lo estarías hasta con una sábana.
- Qué exagerado –  sonreí, y le devolví el beso -. Bueno, espero que mi vestido no quede como una sábana – reí.
- Ya verás cómo no – aseguró, acompasando a mi risa -. Sarah se pondrá las pilas esta semana, lo terminará a tiempo y quedará perfecto.
- ¿Te das cuenta? Sólo queda una semana – murmuré, volviendo a frotar nuestras frentes -. Dentro de una semana por fin seré la señora Black.
- Señora Black suena a mayor – y su boca dejó escapar una risilla sorda.
- Sí, es verdad – reí yo también -, pero así es como me llamarán a partir de ese día, ¿no? Tú y yo seremos marido y mujer, y mi estado civil ya no me permitirá ser señorita; dentro de una semana seré la joven señora Black – sonreí en sus labios.
- Bueno, la joven señora Black suena mejor, eso me gusta – declaró curvando su labio hacia arriba.
- A mí me encanta – susurré.
- Pues a mí ni te imaginas, preciosa – murmuró.
Y dejamos que nuestros labios saciaran sus ansias de encontrarse. Mis mariposas ya no podían aletear más rápido, estaban tan desbocadas, que se escaparon de mi estómago e invadieron todo mi organismo. Jacob me apretó contra su cuerpo y mi mano se entremetió por su cabello. Mientras nuestras bocas se mezclaban con efusividad, la energía hizo su acto de presencia, invadiéndolo todo, hasta tal punto, que ya no se oía ni se sentía nada más.
No llevé la cuenta de cuánto tiempo estuvimos besándonos, pero podíamos estar así horas sin darnos cuenta, sin reparar para nada en ello, y lo cierto es que eso no nos importaba ni lo más mínimo, sentirnos el uno al otro era más importante.
Pero, entonces, mi pulsera vibró.
No me hubiera despegado de Jacob a no ser porque lo hizo fuerte, como un móvil, y eso me puso en alerta.
- ¿Qué pasa? – preguntó, un poco sorprendido por mi reacción.
- Mi pulsera ha vibrado – revelé, bajando mis brazos de sus hombros para mirarla extrañada.
- ¿Que ha vibrado?
De pronto, se escuchó el crujido de una rama y los dos volvimos los rostros hacia ese lado.
- ¿Qué ha sido eso? – inquirí, asustada.
El viento estaba en contra, y no llegaba a nosotros ninguna pista olorosa.
- No te despegues de mí, voy a mirar – dijo, serio, levantándose.
Me puse de pie y me agarré a su mano para dejar el tronco a su lado. Jacob aferró mis dedos con fuerza, me pegó bien a él y caminó por delante de mí, usando su propio cuerpo como escudo.
Otro chasquido se oyó a unos metros de nosotros, detrás de unos altos arbustos, y me sobresalté. No sé por qué, pero la vibración de mi pulsera y ese ambiente que se había tornado enrarecido no me gustó nada. Había algo malo ahí detrás, y mi intuición me decía que muy malo.
- Jake, ten cuidado – le rogué con la respiración entrecortada.
Mi chico caminaba con mucha cautela, apenas se notaban sus pisadas sobre la hierba. Se agazapó, con el cuerpo lleno de temblores por si se tenía que transformar, y levantó el brazo para apartar la vegetación que escondía a quien fuera que estuviera ahí.
Me afané en controlar mi respiración, aunque si era un vampiro, ya tenía que haberla escuchado de sobra, sin embargo, me resultaba difícil. Jacob estaba delante, y sólo pensar en algo o alguien que le pudiese hacer daño me aterrorizaba. Sabía que era el poderoso Gran Lobo, pero a mí eso me daba igual, para mí era inevitable sentir esto.
Apreté sus dedos y su otra mano comenzó a abrirse paso por la vegetación.
Un ciervo saltó de pronto, asustado, y yo también pegué un pequeño bote. Mientras mis petrificados ojos veían cómo el animal huía despavorido, Jacob explotó en un ataque de risa.
- No te rías, no tiene gracia – le regañé, pegándole un manotazo en el bíceps.
- Es que vaya susto que me has dado – se carcajeó él -. Menos mal que no hay cámaras ocultas por aquí, porque menudo ridículo hubiéramos hecho. Todo este circo por un ciervo.
No pude evitar contagiarme por sus risas y las mías terminaron saliendo también para acompañarlas. La verdad es que, imaginando la escena, tenía su gracia.
Aunque mi risa se cortó enseguida, había una cosa que…
- ¿Y por qué vibró mi pulsera? – expuse.
La risa de Jacob se apagó cuando lo recordó y se quedó en silencio. No tenía respuesta para eso.
- Tenía que haber alguien ahí, estoy segura – manifesté, mordiéndome el labio con preocupación.
- Si había alguien, tendría que ser un vampiro, porque el ciervo ni se inmutó, debió de ser alguien capaz de no hacer ni un solo ruido. Y nosotros tampoco escuchamos nada – declaró, poniendo los brazos en jarra mientras miraba a ambos lados.
- Nosotros estábamos a otras cosas – apuntillé con una media sonrisa.
Jake dirigió su vista hacia mí y me la correspondió, aunque siguió con lo que estaba hablando.
- Sin embargo, no huele a vampiro por aquí, ¿no te has fijado?
- Sí, es verdad – asentí -. Y tampoco huele a nada que no sea propio de un bosque.
La boca de mi chico se frunció durante un instante.
- No me fío. Voy a transformarme para olisquear un poco por los alrededores – dijo finalmente, ya bajándose los pantalones -. Tú súbete a mi lomo.
- Vale.
Se ató esa vestimenta a la cinta de cuero cutre que yo le había regalado y que no se quitaba ni muerto, y mi novio se transformó en mi impresionante lobo rojizo en un santiamén.
Se echó en el suelo para que yo pudiera subirme. Ahora era más grande, así que tuve que coger más carrerilla y pegué un alto salto. Me caí sentada sobre su lomo y me agarré bien, a la vez que Jacob emitía esos gañidos sordos de su risa.
Se levantó y comenzó a caminar despacio para rastrear el terreno con su prodigiosa nariz lobuna. Sus poderosas patas hicieron un recorrido en redondo, bordeando toda la zona que rodeaba a nuestro tronco, olisqueando cada palmo con detalle.
Cuando terminó todo ese proceso, se detuvo y se echó en el suelo para que me apease. Lo hice y Jacob volvió a adoptar su forma humana.
- Nada – manifestó mientras se agachaba y desataba la cinta -. No hay ningún rastro extraño en toda la zona.
Sacó los pantalones y se los puso.
- Es raro, porque mi pulsera vibró… - dudé, mordiéndome el pulgar.
- Pero ya has visto que no hay nada, preciosa – afirmó, acercándose a mí de frente para cogerme de la cintura -. Te aseguro que no he encontrado ni el más mínimo matiz de chupasangres u otra cosa por aquí – se quedó observándome y sus ojos se tiñeron de preocupación al ver mi rostro enfrascado -. ¿Quieres que vuelva a rastrear la zona para que te quedes más tranquila?
Mi rostro se alzó para mirarle. Por mi culpa, ahora estaba preocupándole a él, y lo más seguro es que fuese una falsa alarma o que la pulsera vibrara por otra cosa.
- No, cielo – contesté, acariciando su mejilla -. Tienes razón, seguro que no fue nada.
- ¿Seguro? Porque no me cuesta nada darme otra vuelta por aquí.
- Sí, seguro – le sonreí -. Además, te recuerdo que todavía tienes que darme mi premio por ganarte antes, así que prefiero irme a casa.
Su rostro me enseñó su maravillosa y blanca sonrisa.
- Venga, pues vamos – y me cogió de la mano para empezar a caminar.
- ¿Qué piensas ofrecerme? – bromeé con voz insinuante.
- Todo lo que tú quieras, nena – aseguró en un tono vacilón con esa sonrisa torcida suya -. Es tu premio, ¿no? Tú eliges.
- ¿Es que esto va a la carta? – me reí.
- Sólo para ti – afirmó, soltando mi mano para pasarme el brazo por encima de los hombros.
- Qué bien, Jacob Black a mi entera disposición.
Y seguimos nuestro camino por el bosque, acordando las peticiones de mi premio, hasta que llegamos a mi forito.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!

1 comentario: