Concurso de Fanfics

Hola chico/as!
Les dejo los datos del concurso. Espero que se inscriban.

COMO APUNTARSE:
Envía un correo a: teamnessiejacob@gmail.com.
En asunto deberán de poner: CONCURSO
El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
Estar en recomendaciones
Publicidad en los blogs
Blend al mejor escritor de fics
Banner al mejor escritor
Afiliados
(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
¡ENVIAR TODOS LOS FICS ANTES DEL 20 DE AGOSTO!

Search

Chic@S!!! RECUERDEN QUE PUEDEN MANDARNOS SUS CREACIONES A teamnessiejacob@gmail.com TODO LO QUE NOS ENVÍEN LLEVARA SU NOMBRE!!!
ESTE BLOG ES PARA CONOCER A LOS DEMAS FANS DE RENESMEE Y JACOB

viernes, 22 de abril de 2011

LIBERTAD [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE



- ¿Ya estás? – me preguntó.
- Sí.
- Bien, vamos.
Antes de que le diera tiempo a cogerme de la mano, me adelanté y salí volando de la casa.
Jacob me alcanzó enseguida, ni siquiera había entrado en el bosque.
- ¿Es que tienes prisa? – inquirió mientras corríamos.
- Sí, tengo hambre – disimulé.
- Bueno, entonces voy a transformarme ya, espera.
Nos paramos en una zona bien arbolada y se ocultó tras un enorme abeto para cambiar de fase.
No sé por qué las imágenes de Jacob en el río me vinieron a la cabeza sin querer y no se querían marchar. Tuve que cerrar los ojos con fuerza y golpearme un poco con los puños para lograr que se fueran. Cuando paré y los abrí, Jake estaba sentado delante de mí, mirándome extrañado, con su enorme cabeza ladeada. Emitió un gañido a modo de pregunta. Me había criado con él, así que entendía totalmente su lenguaje, sabía de sobra lo que me quería preguntar: ¿qué estás haciendo, loca?
- Había… una mosca y la estaba espantando – mentí con el rostro algo enrojecido.
Fue lo primero que se me ocurrió. Jacob profirió otros profundos gruñidos. Ahora se estaba riendo.
Se levantó y me hizo una señal con la cabeza para que empezáramos la caza.
- Sí, venga. A ver quién pilla la pieza más grande.
Sólo fui capaz de ver un borrón rojizo que se alejaba de mí a toda velocidad. Aceleré el paso para ver si le alcanzaba, pero ya había desaparecido. De pronto, salió de detrás de una roca, abalanzándose a mis pies. Había estado agazapado, esperando la ocasión para saltar delante de mí. Pegué un brinco del susto, pasándole por encima, y se puso a mi altura, carcajeándose. Le di un manotazo en la cabeza y galopamos juntos.
Continuamos por el este y llegamos al río; avanzamos siguiendo su cauce. Jacob lo atravesó, dando saltos en el agua, y siguió por la otra orilla. Nos mirábamos, riéndonos, para ver quién lo cruzaba primero y perseguía al otro. Como yo no cedí, mi lobo se metió en el río de nuevo y se puso junto a mí, chapoteando con las patas para mojarme.
- ¡Jake! – protesté entre risas -. ¡Ahora verás!
Arranqué una rama corta y gruesa y se la lancé para darle en el lomo. Por supuesto, él también era rapidísimo de reflejos y la esquivó sin ningún problema. El palo acabó en la otra orilla. Jacob se alejó hacia allí, cogió la rama con la boca y me la trajo igual que si fuera un perro, sólo que, este, partiéndose de la risa.
- ¿Ah, sí? ¿Quieres jugar? – le pregunté con provocación.
Mi lobo se sentó, moviendo la cola, y profirió un ladrido. Sólo le faltaba levantar las patas delanteras y ponerse a saltar. Se estaba quedando conmigo, el muy…
- De acuerdo. ¡Tráemelo! – grité, a la vez que le lanzaba el palo a la otra orilla.
El agua me salpicó por todos sitios cuando Jake salió despedido a por él. Lo cogió, volvió a atravesar el río y me lo dejó en el suelo.
- En la mano – le ordené -. Si no, no habrá premio.
Jake empezó a dar vueltas a mi alrededor, esperando con ansia a que le lanzara el palo otra vez.
Se lo lancé y, antes de que el palo tocara tierra, lo atrapó al vuelo con un grácil y elevado salto.
Regresó raudo a mi posición y me lo dejó en la mano.
Se sentó, jadeando con la lengua fuera, esperando a su premio.
- Está bien, te lo mereces.
Metió la lengua en la boca con un gañido y acercó su enorme cabeza. Comencé a acariciársela entre las orejas y después seguí con los dedos para rascarle los laterales. Eso le encantaba. Empezó a prorrumpir su zumbido monocorde con la garganta y ladeó la cabeza para que le rascara más a fondo. Solté una risilla cuando la levantó para que siguiera por su cuello, tenía una cara de felicidad…
- Bueno, creo que ya está bien así, ¿no? – concluí, retirando mi mano.
Jacob se levantó y se echó sobre mí con tanta efusividad, que me caí en el suelo. No me hice daño, puesto que el terreno estaba lleno de hojas y era bastante mullido. Comenzó a darme lametones en la cara mientras me encarcelaba con sus patas delanteras.
- ¡Aj, Jake! – me quejé, riéndome sin parar, intentando interponer mis manos -. ¡Te vas a enterar!
Como era imposible zafarme de su lengua, rodeé lo que pude de su grueso cuello con mis brazos y le intenté hacer una llave estilo lobuno, barriendo sus patas con mis piernas para que se cayera. Sin embargo, derribar cuatro poderosas patas es de lo más difícil, aparte de su enorme tamaño y su peso, aunque al final lo conseguí porque se dejó ganar. Jacob se carcajeó cuando me eché encima de su costado y le agarré la mandíbula con las manos. Abrió sus fauces para defenderse, dándome suaves mordiscos. Parecía que estaba jugando con un perro gigante.
No obstante, mi lucha era inútil. Se levantó, tirándome hacia atrás, y volvió a los lametones. Me arrastré como pude y conseguí escaparme para esconderme detrás de los árboles. Jacob me perseguía y yo le esquivaba, metiéndome entre los pinos y abetos. Esto me traía recuerdos de mi corta infancia, cuando jugábamos.
Galopé lo más rápido que daban mis piernas para que no me cogiera, pero era imposible. En cuanto tuvo oportunidad, me alcanzó. Me empujó levemente con la cabeza hacia delante y se puso a trotar a mi lado. Me paré de la risa y él se quedó frente a mí con una sonrisa lobuna muy típica en él.
- Me rindo. Es imposible ganarte – admití, sonriéndole.
Me acarició la cara con el hocico, emitiendo su ronroneo lupino. Le abracé por el cuello y apoyé mi mejilla en su frente.
Nos quedamos así un rato, hasta que detectamos otro efluvio y unos suculentos latidos de corazón. Sus expresivos ojos negros y los míos se encontraron durante un instante y los dos salimos despedidos hacia esa zona. La competición era la competición.
Me alejé de Jacob y nos dispersamos. Divisé el grupo de ciervos de cola negra. Le eché el ojo a uno de ellos, era grande y parecía muy apetitoso. Me lancé a él con mucho sigilo, pero con igual fuerza. No tuvo tanta suerte como el resto de sus compañeros, que consiguieron escapar. El pobre animal se retorció cuando le clavé los dientes en la yugular para asfixiarlo, sin embargo, lo controlé sin problema y conseguí llevar a cabo mi objetivo sin hacerle sufrir más que lo justo.
Me senté junto a un árbol con mi caza y, cuando estaba apunto de hincarle los dientes de nuevo para beberme su sangre, Jacob llegó con otro ciervo bastante más grande que el mío.
- ¡No puede ser! – me quejé con frustración.
Se rió con sus gruñidos guturales y se echó a mi lado. Le desgarró el abdomen con los dientes y empezó a comérselo.
Estuvimos en silencio hasta que nos quedamos saciados con nuestro plato y después él empezó a limpiarse la sangre. Yo no me había manchado nada, puesto que tenía mis trucos para sujetar bien a la presa y beberme su sangre sin que derramara una gota.
Apoyé mi espalda en el tronco y me quedé observando a Jake, pensando en lo rapidísimo que era. Aunque, claro, él estaba hecho para poder perseguir vampiros.
- Tiene que ser genial correr a esa velocidad – le dije al cabo de un rato -. Ojalá pudiera saber qué se siente.
Jacob levantó su cabeza y se quedó mirándome un momento, pensativo. Luego, se incorporó y se fue detrás de un árbol.
Regresó a los pocos segundos como humano.
- ¿Quieres probarlo? – me ofreció con una sonrisa.
- ¿Podría hacerlo? – pregunté, sorprendida.
- Si me prometes que te agarrarás muy bien y que no te vas a caer, podrías montar sobre mí.
- Te prometo que me agarraré tan fuerte, que igual te dejo sin pelo – afirmé, emocionada.
- Bueno, tampoco te pases – se rió -. No hace falta tanto, con que te sujetes y no te caigas, bastará. ¿Te atreves?
- ¡Sí! – exclamé, entusiasmada, poniéndome en pie.
Se me escapó un pequeño abrazo que enseguida solventé antes de que él pudiera rodearme con sus brazos. Jacob sonrió satisfecho al ver mi efusividad.
- Vale, voy a cambiar de fase y te montas.
Volvió a esconderse y, en menos de un minuto, regresó otra vez en su forma lupina.
Se echó delante de mí, invitándome a montar con un sonido de su garganta.
Coloqué mi pie en su hombro para subirme, pero era tan grande, que mi otra pierna no me daba para alzarme. Jacob me ayudó, empujándome con su hocico, y por fín pude sentarme sobre su lomo.
Gañó para decirme que me amarrara bien. Me puse cómoda, agarré dos puñados de pelo entre sus paletas y me aferré con fuerza a ellos, asegurándome de que no se me resbalaban de las manos.
- Ya está.
La sensación fue impresionante cuando mi enorme lobo se alzó y se puso en pie. Estaba altísimo, o eso me parecía. Desde mis ojos al suelo, debía de haber más de dos metros y medio. Recordé la única vez que me había subido a su lomo. Había sido hacía ya seis años, con la visita de los Vulturis. Mamá me había puesto sobre Jacob para que huyéramos juntos, porque pensaba que no íbamos a salir de aquella. En aquel entonces, la sensación de altura también me había parecido extraordinaria, aunque no le había prestado mucha atención, dadas las horribles circunstancias.
Jake empezó a correr, primero con un trote y, cuando comprobó que estaba bien asegurada, siguió al galope hasta que alcanzó muchísima velocidad.
No sé qué marcaría un velocímetro, pero en un segundo íbamos tan deprisa, que el viento no azotaba mi pelo, tiraba de él hacia atrás sin darle opción de chocar contra mi espalda. Si fuera una simple humana, no hubiera podido ni respirar. Los árboles se convirtieron en rayas marrones y bermejas, pero Jacob los esquivaba con mucha habilidad y destreza, ni siquiera chocábamos con las ramas. Tan sólo se escuchaba el zumbido de la vegetación a nuestro lado, las vertiginosas pisadas de sus patas y su respiración pausada y tranquila, constante. No parecía que estuviese haciendo esfuerzo alguno.
A pesar de la extremada velocidad, su marcha era tan suave, flexible, amortiguada y plácida, que estaba comodísima. El viento no le daba tregua a mi cara, pero la sensación de libertad era enorme; la moto, a su lado, se quedaba en un mero triciclo. La altura, el vertiginoso aire, la velocidad. Me sentía libre, como un pájaro que planea y, aunque ya lo estaba haciendo, quería volar más alto. Me incliné hacia delante para colocarme en una postura ecuestre, ergonómica.
- ¡Más deprisa! ¡Más deprisa! – grité, eufórica.
Jake se carcajeó y aceleró aún más.
Ahora no corríamos, casi volábamos de verdad. No entendía cómo sus patas todavía tocaban la tierra. Me sentía como si fuera sobre un caballo con alas, sólo que más grande e infinitamente e increíblemente más rápido. Mi adrenalina corría por mis venas tan veloz como nosotros, era tanta, que me reía de felicidad. En ese momento, sólo estábamos Jacob, yo y el viento. La libertad.
Sí, con Jacob siempre sería libre, con él podía escaparme y volar muy, muy alto. Casi podía tocar el cielo, si estiraba mi brazo.
Llegamos a un acantilado desde donde se veía el mar y lo recorrimos durante un rato a un paso algo más lento. El cielo se había despejado un poco, como si el astro rey quisiera mostrarnos toda su belleza. La puesta de sol se reflejaba en las nubes grises de alrededor, iluminándolas de distintas tonalidades azafranadas, y en el agua los destellos jugaban con las ondas y las olas. Jake disminuyó la velocidad y se paró frente a las vistas para que pudiéramos observarlas. Fue entonces cuando me percaté de que estábamos sobre la playa en forma de media luna de La Push.
La puesta de sol y la playa me recordaron la boda de Paul y Rachel. Dentro de dos semanas, Jacob y yo estaríamos ahí abajo, siendo los padrinos de boda. Y yo todavía no me había comprado un vestido.
El mar se veía grisáceo, con tintes brillantes y naranjas, precioso. El aire era una suave brisa helada, aunque yo no tenía ni gota de frío en el lomo de Jacob. El rojizo sol comenzó a esconderse en el horizonte marino, lentamente, parecía que se hundiera en el agua, hasta que se sumergió del todo.
Las patas de Jake iniciaron el trote de nuevo, había que regresar antes de que anocheciera del todo.
En dos segundos, estábamos en el bosque volando otra vez y volvió a invadirme la adrenalina y la enorme sensación de libertad. Hasta que mi lobo empezó a aminorar la marcha gradualmente y llegamos de nuevo al punto de partida.
Se volvió a echar en el suelo y me bajé de su lomo, aún desbordada de alegría.
Se incorporó y se dirigió al árbol para cambiar de fase. En un abrir y cerrar de ojos, salió exultante.
- ¿Te ha gustado? – me preguntó con sus ojos relucientes y brillantes mientras se acercaba a mí.
- ¡Ha sido increíble! – exclamé, lanzándome a sus brazos.
Ésta vez, me abrazó con fuerza y no me pude escapar. Tampoco hice amago de apartarme, estaba tan excitada por la carrera, que me dejé llevar un poco y no fui capaz de evitar arrimarme a su cuello para inhalar su fantástico efluvio. Era el de siempre, no había sudado ni lo más mínimo, pero su aroma me gustaba tanto y echaba tanto de menos olerle así de cerca…
- Vaya, si llego a saber que ibas a reaccionar así, lo hubiéramos hecho antes – murmuró.
Me aparté de él ipso facto.
Jacob apoyó su espalda contra un árbol, con las manos en los bolsillos, mientras se reía. De pronto, me clavó su profunda mirada y su rostro se puso más serio.
- ¿Qué opinas de lo que acaba de contarnos Carlisle? ¿No te parece increíble que tú y yo seamos…?
Sí, era increíble, ni yo misma entendía el por qué. Bueno, en realidad sí que lo sabía, lo sabía perfectamente. Pero no quería pensar en eso, me daba miedo escuchar esas conclusiones tan evidentes que mi mente ya había empezado a fraguar antes y que ponían en peligro mi coraza. Era mejor no hacerlo.
- Son coincidencias, nada más – le corté con nerviosismo, bajando mis pupilas para no tener que toparme con las suyas. No sé qué sería peor -. ¿Y tu camiseta? – le pregunté, apartando también la mirada del imán de su pecho desnudo.
- Ahí detrás – señaló con la cabeza el árbol donde había cambiado de fase.
- ¿Y qué hace ahí? – le critiqué -. ¿Por qué no te la pones?
- ¿Es que te molesta que esté así? – se rió.
- Me da completamente igual – mentí -. Por mí, como si vas desnudo – volví a mentir.
- Bueno, ya que lo dices…
Sacó las manos de los bolsillos y se desabrochó el botón del pantalón. Mis ojos se abrieron como platos cuando comenzó a bajarse la cremallera, sabía que no usaba ropa interior.
- ¡Jake! – protesté, roja como un tomate.
Sus carcajadas retumbaron en todos los árboles del bosque.
- ¡No te rías! ¡Y ponte la camiseta, por favor! – le regañé, enfadada.
- Vale, vale – aceptó, sin dejar de reírse.
Se acercó al árbol, recogió la camiseta del suelo y se la puso.
- ¿Mejor así? – me preguntó, dirigiéndose a mí con los brazos abiertos -. ¿Ya estás más cómoda?
- Sí, así mejor.
Se rió de nuevo y reposó en el árbol otra vez.
- No sabía que me ibas a montar tan bien. ¿Pasaste miedo o algo?
- ¿Estás de broma? Fue alucinante – le confesé, emocionada, descansando en el tronco de enfrente -. La sensación de libertad es impresionante.
- Y eso que no corrí a tope.
- ¿No? – ahora sí que estaba alucinada.
- Claro que no, ¿crees que estoy loco? – se despegó de su árbol y se encaminó hacia mí -. Si llego a correr a todo lo que dan mis patas, no podrías agarrarte y te caerías – aseguró con su sonrisa torcida.
Se acercó a mí y apoyó la mano en mi árbol.
- ¿Y tú qué sabes? – cuestioné, girándome para ponerme detrás del tronco -. No me costó nada montarte, y eso que ibas rapidísimo.
- Eso no es nada comparado con lo que puedo hacer – presumió, dando la vuelta al árbol para ponerse frente a mí -. Te caerías seguro.
Me alejé de él y me puse en otro árbol que había al lado de ese.
- Tendrás que demostrármelo – le reté con una sonrisa.
- Cuando quieras – aceptó con otra, aproximándose a mí.
Antes de que consiguiera cogerme la mano, volví a girarme y me escondí tras el pino.
- Pero tendrás que correr todo lo que puedas – le indiqué, asomándome.
- Ya veremos cómo se te da la cosa – contestó, sujetándose con la mano para dar la vuelta al árbol de un sólo balanceo -. Si veo que te manejas bien, puede que lo haga.
- Espero que luego no te rajes – dije, rotando el tronco otra vez.
- Espero que la que no te rajes seas tú – contraatacó con su sonrisa torcida, girando el pino con rapidez para cogerme la mano -. No quiero que te pongas a chillar, ni nada por el estilo. Pasaría una vergüenza terrible.
- Descuida, eso no va a pasar – le anuncié, sonriente, soltándome con suavidad mientras me alejaba unos pasos de él.
- ¿Es que quieres jugar? – me preguntó, avanzando hacia mí con una sonrisa pícara.
- No – respondí, riéndome, a la vez que retrocedía.
- Entonces, ¿por qué no te quedas quieta? – inquirió, acelerando sus pasos -. ¿No sabes que si no quieres que te cace un lobo, lo peor que puedes hacer es echar a correr?
Pero yo no lo pude evitar, fue dicho y hecho. En dos segundos, estaba corriendo entre risas con Jacob persiguiéndome en ese bosque ya nocturno.
- ¡No, Jake! – intenté protestar.
- ¡Pues no corras! – gritó detrás de mí -. ¿No ves que te voy a coger?
- ¡Ni lo sueñes!
Me adentré en una zona más arbolada y oscura y me fui metiendo entre los árboles para que no pudiera alcanzarme, aunque él los esquivaba con facilidad.
Tenía razón. Por mucho que corrí, me atrapó. En un parpadeo, se puso delante de mí para hacerme un placaje con uno de sus abrazos. La fuerza de mi carrera era tal, que, del empuje, nos caímos rodando sobre la mullida alfombra de hojas y terminé sobre él. Antes de que me diera tiempo a levantarme, me dio la vuelta y me sujetó por las muñecas.
- Te atrapé, Caperucita – murmuró -. ¿Y ahora, qué haré contigo? ¿Te comeré?
Aunque mi coraza era de hierro después de estos tres meses y medio, no pude evitar ponerme algo nerviosa.
- Me soltarás y me dejarás ir – le recomendé con voz firme.
- ¿Tú crees? Pero yo soy el malo, no puedo hacer eso – me susurró, entrelazando sus dedos a los míos.
Apenas le veía el rostro por la oscuridad, sin embargo, la pulsera empezó a hacer de las suyas. Empujé sus manos hacia arriba para intentar que me soltara, pero él no me dejó, y yo tampoco lo hice con demasiado brío.
- Ya es de noche. Tenemos que volver a casa – dije con un hilo de voz mientras mis dedos se aferraban a los suyos inconscientemente.
La  silueta de su rostro empezó a acercarse. Tenía que detenerlo, aunque mi cuerpo se negara…
- ¿Qué estáis haciendo? – preguntó de repente mi madre, con un tono de espanto.
Jacob se incorporó inmediatamente de un salto y me ayudó a levantarme, murmurando algo ininteligible, con cara de malas pulgas.
- ¿Qué haces aquí? – protestó cuando terminó su listado de palabrotas y maldiciones -. ¿No tendrías que estar con tu marido en la cabaña o algo?
- He venido a buscaros – contestó ella, visiblemente molesta -. Ya es de noche y tardabais mucho.
- Está conmigo, ¿no? Sabes que está a salvo.
- Sí, ya lo veo. Se te veía muy atento – replicó mamá con ironía -. ¿Qué pasa si hubiera venido ese licántropo, Jacob? ¿Te has parado a pensarlo? – interrogó, nerviosa -. ¡Imagínate lo que hubiera pasado!
- Tranquilízate, ¿vale? – bufó Jake -. ¿Crees que soy tonto? A ese bicho podría olerle a kilómetros de distancia y te aseguro que no está por aquí.
- Bueno, da igual. Tampoco creo que un bosque por la noche sea el sitio más adecuado para que retocéis, la verdad – espetó ella, furiosa.
- No estábamos haciendo nada – protesté con mi rostro enrojecido.
- ¿Retozar? No estábamos retozando – alegó él, enfadado -. Solamente estábamos jugando, nada más.
Me llevé un sobresalto cuando la pulsera empezó a vibrar fuerte.
- ¡Una cosa lleva a la otra, Jacob! – gritó ella casi a la vez, moviéndose de aquí para allá.
¿Qué le pasaba? ¿Por qué se ponía así de histérica?
- ¡No iba a pasar nada! – exclamé, cabreada.
- ¡No es eso lo que yo vi! – censuró, parándose en seco para mirarme.
No me gustó nada su expresión. Por alguna razón, me pareció que escondía algo, algo que no sabía lo que era, pero que me chocó muchísimo. Además, la pulsera vibraba y vibraba.
- Quiero hablar contigo a solas – le pidió ella, acercándose a él y agarrándole por el antebrazo.
Ese gesto de autoridad tampoco me gustó en absoluto.
- No tengo nada que hablar contigo – rechazó Jacob, soltándose de un solo movimiento -. Tienes que aceptar que Nessie es mayor de edad y punto.
- Eso ya lo sé, pero quiero hablar contigo igualmente – le dijo, esta vez sujetándole por los hombros con ansiedad.
- ¿Por qué estás tan pesada? No tengo ganas de escuchar un sermón, así que no, gracias – volvió a rechazar él, intentando soltarse de sus frías manos.
Pero ella no las apartaba.
- Sólo será un momento – imploró mi madre.
Estaba demasiado cerca de él, demasiado. La pulsera vibraba tan fuerte, que parecía que tenía la muñeca dormida del enérgico hormigueo. No me gustaba nada la forma en que le miraba y le tocaba, había algo raro. No miraba de esa forma a Jasper o a Emmett. No lo hacía con ese… anhelo, sí, anhelo. Una llama de fuego se clavó en mi columna vertebral, explotó en mi estómago y salió despedido por mi boca.
- No le toques – escupí con rabia mientras apretaba los puños.
Mi madre y Jacob giraron los rostros para mirarme con expresiones diferentes. Ella con confusión, él sorprendido.
No sé lo que vio mi madre. Se apartó de Jake al instante y yo corrí para ponerme delante de él.
- No le voy a hacer daño – murmuró ella, desconcertada.
No, desde luego que no. Eso ya lo sabía yo.
Me acerqué un paso a ella y le pegué la mano a la cara.
¡Es mío!, le chilló mi subconsciente sin que mi cerebro le diera orden alguna.
Me la apartó de un manotazo y las dos nos miramos desafiantes.
- Te equivocas – me contestó ella con tono monocorde.
¡¿Que me equivocaba?!
- ¿Qué está pasan…?
Jacob se quedó sin habla cuando vio mis manos temblorosas. Una enorme lengua de fuego recorrió mi espalda de abajo a arriba y empecé a notar cómo mi sangre empezaba a enfriarse.
- Tú no los querías, pero yo sí. Por eso los cogí – soltó mi boca, sin saber por qué.
- ¿Cómo? – mamá parecía turbada por mi reacción y mis palabras.
Ni siquiera yo sabía su significado, ni la razón por la que lo había dicho. Jake se colocó entre nosotras y me sujetó la cara entre sus ardientes manos.
- Nessie, mírame – pero yo no podía despegar los ojos de mi madre, que en ese momento me miraba asustada y aturdida -. Mírame – me ordenó, dándome un suave meneo. Mis pupilas se movieron hacia las suyas -. Tienes que tranquilizarte, ¿vale? – murmuró -. Inspira profundamente y suelta el aire muy despacio.
El calor de sus manos y el que desprendía su cuerpo tan cerca del mío, me tranquilizó de algún modo. Hice lo que me mandó unas cuantas veces y los temblores cesaron. Mi sangre volvió a fluir caliente.
- ¿Se… se iba a transformar? – quiso saber mi madre, todavía sobrecogida.
- Sí, pero ya pasó todo, ¿verdad? – contestó él, acariciándome la mejilla.
- Sí – me aparté de él, un poco desorientada y abochornada -. Yo no… no sé qué me ha pasado.
- Carlisle dijo que respondías a estímulos muy fuertes. Creo que ya sé qué estímulos son esos – afirmó mamá con una especie de sonrisa de rendición.
- ¿Qué estímulos, si no ha pasado nada? – interrogó Jacob, extrañado.
- Yo no…
- Creo que has malinterpretado mi frase – me cortó ella con tono conciliador -. No te decía que no fuera verdad, te decía que te estás equivocando sobre mí, en relación a lo que me dijiste mentalmente. No sé cómo has podido pensar eso.
- ¿De qué va esto? – inquirió él, molesto.
¿Podía ser? Pues claro. Era mi madre. Mi madre. ¿En qué estaba yo pensando? ¿Cómo podía haberme puesto celosa de mi propia madre? Me estaba volviendo loca, seguro. ¿Podía ser que fuera extremadamente celosa, tanto como para volverse enfermizo? Estar celosa de Brenda ya era algo normal, pero ella se le insinuaba y todo eso. Sin embargo, mi madre… Por Dios, mamá estaba enamoradísima de mi padre. Nunca había visto a nadie quererse de ese modo. Jacob y ella eran amigos de siempre. Y, aparte de eso, él no era mío, era libre, ¿no? ¿Por qué me ponía así, hasta el punto de casi transformarme? ¿Y si me pasaba algún día en el instituto con Brenda? Aunque, nunca había estado celosa de Leah, por ejemplo, aun habiéndome contado que Jacob le había gustado, y eso que patrullaban juntos. Si te parabas a pensarlo, se pasaba más horas con ella que conmigo. No obstante, con Leah no me ponía nada celosa, ella era su hermana de manada, como los demás chicos. Y mi madre también lo era, en cierto modo. Ella misma me había dicho que Jacob era una de las personas más importantes de su vida. Pero es que, esa forma de tocarle y mirarle…
- Perdóname si he hecho algo que te ha molestado – se disculpó ella con el rostro lleno de arrepentimiento, rompiendo mi nube de reflexiones.
Fantástico, ahora me sentía culpable.
- No, perdóname tú – le corregí, aún un poco desconcertada -. No sé por qué hice eso.
- Bueno, no ha pasado nada, cielo – dijo mamá con una sonrisa perfecta para quitarle hierro al asunto -. A lo mejor tienes que aprender a controlarlo, como hace Jacob.
- Sí, puede ser – asentí.
Mamá se acercó a mí, me dio un abrazo y se puso de puntillas para darme un beso en la frente.
- Te quiero – me susurró -. Sé que a veces soy un poco pesada, pero no quiero que te pase nada.
- Lo sé – suspiré -. Yo también te quiero – admití, besándole también en la frente.
- Siempre serás mi pequeña pateadora – me sonrió y me acarició la cara con sus gélidas manos.
- Ah, ¿eso quiere decir que lo sigo siendo? – bromeé.
Mamá fingió pensar y luego respondió.
- Un poco, sí - la empujé en el brazo en broma y se rió con su risa celestial mientras empezábamos a caminar hacia casa -. Aunque, ahora, de pequeña no tienes nada – se rió, alzando la mano para comparar su altura con la mía –. Has vuelto a crecer otro poco.
- Mediré 1,73, no es para tanto.
- 1,75, para ser exactos – me corrigió.
Le dediqué una mueca a su perfeccionismo.
- Desde luego, las mujeres sois muy raras – resopló Jacob a nuestras espaldas, un tanto malhumorado -. Os ponéis como fieras y a los cinco minutos sois las mejores amigas del mundo. No entiendo nada.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

4 comentarios:

  1. ESPECTACULAR CAPITULO!!!! ME ENCANTO!!!! MUY BIEN HECHO!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Buenisimo capitulo pense que se la agarraba con la madre jejeje, me pregunto si Nessi sabra de la historia que tenian Bella y Jacob antes de que ella naciera yo creo que no ¿que pasaria si se enterara??? huuuuuy ya quiero leerme el proximo este estubo genial muy bien, me encantooo!!!!...Saludos desde Argentina...FLOR

    ResponderEliminar
  3. Ya veremos que pasa con eso de Bella y Jacob... jejeje
    Eso lo veremos en el capi "Celos" ;)

    Un besazo!!

    ResponderEliminar
  4. Dios mio se va ntrar s lo q quiers dcir ahhhhhhhh!!! Dios no puedo imaginar la reaccion de Nessie Furia, Corazón Roto, Venganza (x eso sta Nahuel n la ecuación?) o xfin le dira q si a su metamorfo***
    Kisses dsd México!!

    ResponderEliminar