Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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lunes, 1 de agosto de 2011

ONCE MESES Y TRES SEMANAS: RESCATE [NUEVA ERA]

= PARTE DOS =
PROFECÍA
= RENESMEE =

- Ahí tienes tu comida – masculló Alina, tirándome la bandeja en el camastro de malos modos.

Siempre me había odiado, pero desde que le había arrancado la cabeza, me odiaba mucho más, claro.
La comida se desparramó por la bandeja y el agua se desbordó del vaso, empapando hasta el pan.
Se marchó, pegando un portazo, y cerró con llave.
Me levanté de la silla y saqué el trocito de espejo de debajo del colchón con rapidez.
No tardó nada en mostrarme la imagen que mi corazón deseaba ver con todas sus fuerzas. Jacob estaba en el bosque, en esa roca de siempre, sentado bajo aquel enorme abeto, con la cabeza apoyada en su ancho tronco, mirando al infinito con sus preciosos ojos, tristes y perdidos.
Mi corazón siempre sufría los mismos embustes cuando le veía de este modo, y en estos meses siempre había sido así.
Había pasado un mes y tres semanas desde que Helen y Teresa habían conseguido escapar, y me había aferrado a eso para sobrevivir a este infierno. Pero no había aparecido nadie por aquí, y ahora no me quedaba más que una semana, una sola semana, siete días para que el corazón se oscureciera del todo, para que Jake…
Cerré los ojos, apretando los párpados, y la mano que no sostenía el trozo de cristal se transformó en un puño rabioso. No, no podía ni pensarlo, hacía demasiado daño, era demasiado desgarrador.
No aguantaba más, solamente quedaba una semana para que se cumpliera ese año. Comencé a dar paseos por la pequeña habitación, histérica, parecía una leona enjaulada, hasta mi aro de cuero parecía nervioso, hoy estaba especialmente excitado. No podía seguir esperando por Helen y Teresa. Tenía que salir de aquí, como fuera. Tenía que curar ese corazón, llegar hasta Jacob y salvarle.
Y, además, le necesitaba conmigo, esto era insoportable, los pinchazos jamás se iban de mi estómago, necesitaba abrazarle, besarle, olerle, tocar su rostro, sus manos, decirle cuánto le amaba, que jamás le había dejado, que casarme con él era lo que más ansiaba del mundo. Le necesitaba, le necesitaba…
Observé esa ventana por enésima vez. ¿Qué pasaría si me tiraba desde allí? Últimamente no dejaba de hacerme esa pregunta. ¿Sería capaz de sobrevivir? Tal vez si aterrizaba en algún árbol… No, estaban demasiado lejos. Yo era un semivampiro, era más dura que una humana completa, puede que no me matase en el aterrizaje, sin embargo, lo más seguro es que me rompiera algo, y después a ver cómo escapaba.
No sabía qué hacer. Me senté en la silla, dejando el trozo de espejo en mi regazo, y doblé mi cuerpo hacia delante para que mis manos se metieran por mi pelo con desesperación.
Lo único que se me ocurría hacer era echar a correr y luchar con todo aquel que se me pusiera por delante, pero eso era una muerte segura, y tenía que llegar a Jacob, tenía que llegar a él.
La puerta se abrió de pronto a la vez que mi pulsera se ponía en alerta, eso hizo que yo hiciera lo mismo y me guardara el trozo de cristal dentro de la manga afrancesada de mi vestido, mi piel era fuerte, no me cortaría.
- Hora de ir al inodoro – me anunció Natasha, mirándome con ese desprecio que ponía siempre cuando se trataba de necesidades humanas.
No tenía ni pizca de ganas de ir, sin embargo, las dos visitas al inodoro eran las únicas veces que salía de mi celda, así que no la desaproveché. Ahora Razvan me tenía encerrada a todas horas.
Me levanté de la silla y comencé a seguirla. Bajamos las escaleras y pasamos por los pasillos lúgubres de siempre, hasta que por fin llegamos a ese cuarto pequeño donde estaba el viejo y oxidado inodoro. Entré y cerré la puerta.
Me disponía a tirar de la cadena, cuando mi pulsera comenzó a vibrar y escuché una discusión que llamó mi atención, así que esperé para que Natasha pensara que no había terminado.
Eran Razvan, Nikoláy y Ruslán, aunque también había otro vampiro, y parecían muy disgustados con algo. Pegué la oreja a la puerta con mucho sigilo para que Natasha no me oyera y agucé el oído todo lo que pude.
- ¡¿Cuándo ha sucedido eso?! – preguntó Razvan con un evidente tono de sorpresa y furia a la vez.
- Todo ocurrió durante la noche, señor – habló el otro vampiro -. Yo he conseguido escapar y he venido para contárselo en persona.
¿Qué habría pasado? ¿De qué estarían hablando? Mi oreja ya no podía estar más pegada a la puerta.
- ¡Ve a avisar al resto de la guardia! – le ordenó nerviosamente -. ¡Que estén atentos a cualquier movimiento del bosque! ¡Y que estén preparados para luchar!
- Sí, señor – acató el vampiro.
Acto seguido escuché sus precipitadas pisadas saliendo de la estancia.
- ¡Te dijimos que era muy extraño que los Cullen no salieran en la semiesfera, Razvan! – voceó Nikoláy, enfadado.
Mi corazón quiso latir con fuerza, pero conseguí controlarlo para que no sospechasen nada.
¡Mi familia, mi familia!
- ¡Mis hombres estaban allí, es imposible! – se defendió él con otra voz.
- ¡Pues ya ves todo lo que han hecho! – siguió Ruslán, nervioso -. ¡Los Cullen han terminado con ellos! ¡Y lo peor de todo es que no podemos verles! ¡Puede que ya estén viniendo hacia aquí!
Tuve que sujetarme el corazón de nuevo, porque ahora latía con esperanzas renovadas.
- ¡Te lo advertimos y no nos hiciste caso! – bufó Nikoláy de nuevo -. ¡Te avisamos de que tenías que enviar más hombres a Anchorage, te dijimos que no te fiaras!
- Ezequiel tiene que estar involucrado en esto – masculló Ruslán con odio evidente -. No se conformó con traicionarnos, ahora lo que quiere es vengarse.
- Te doy toda la razón, hermano – afirmó Nikoláy, hablando con esa voz de ultratumba cabreada -. Solamente él tendría el suficiente poder para quitarles el primer hechizo y protegerles para que no les veamos en la semiesfera.
- Todavía está el resto de hechizos – declaró Razvan -. Esos no puede contrarrestarlos.
¿El resto de hechizos?
Y entonces, de repente, empezaron a escucharse un montón de voces y gritos, golpes estremecedores e impactos ensordecedores que hicieron que me despegase de la puerta, del susto. También pude percibir cómo Natasha se pegaba a la misma, seguramente asustada.
- ¡¿Qué es eso?! – exigió saber Ruslán.
- ¡Ya están aquí, señor…! – chilló el vampiro de antes, a lo lejos.
Un alarido desgarrador siguió a su frase, hasta que se ahogó.
- ¡No puede ser! – exclamó Razvan -. ¡Es imposible que hayan llegado tan pronto!
- ¡No hay tiempo! ¡Tenemos que irnos de aquí! – apremió Nikoláy -. ¡Coge a la mujer única y al corazón, tenemos que escondernos hasta que se cierre el ciclo del hechizo del Gran Lobo!
¡NO! ¡EL CORAZÓN!
Pero otra voz se escuchó, y ésta estaba más cerca.
- ¡Renesmee! – me llamó -. ¡¿Dónde está mi hija?! – y acto seguido se oyeron más alaridos y golpes secos y fuertes.
Ahora mi corazón sí que latió con fuerza cuando escuché los gritos coléricos de mi madre. También distinguí a la perfección el agresivo rugido de mi padre.
- ¡Mamá! ¡Papá! – chillé, abriendo la puerta.
- ¡Renesmee! – me escuchó ella desde donde estaba.
Natasha se giró hacia mí, en posición de ataque, en cuanto la hoja se abrió.
- ¡¿A dónde te crees que vas?! – me siseó, enseñándome la dentadura.
Ella también había escuchado la conversación entre Razvan, Nikoláy y Ruslán, por supuesto.
No podía perder el tiempo con ella, tenía que llegar a ese corazón antes que Razvan. Ese corazón ahora era mi vida.
Me agazapé y también le mostré mis dientes. Como en aquella ocasión cuando le arranqué la cabeza a Alina, la adrenalina comenzó a fluir por mis venas, y era rabiosa, estaba llena de odio. Odio por lo que le habían hecho a Jacob, odio por lo que le habían hecho a mi familia, odio por lo que le habían hecho a Teresa, a Helen, odio por lo que me habían hecho a mí, odio por separarme de Jacob, por obligarme a perder casi un año de mi vida sin él, por forzarme a decir aquellas crueles y falsas palabras, por hacer sufrir a Jacob durante tanto tiempo…
Me abalancé hacia Natasha sin pensármelo dos veces, lo único que tenía en la cabeza era aquel odio que inundaba mi cerebro de miles de posibilidades sádicas para terminar con ella. Ahora tocaba luchar, mi propia familia lo estaba haciendo para sacarme de allí.
Choqué contra su cuerpo de mármol y ambas caímos en el suelo. Ni siquiera me dolió, tenía demasiada cólera encima como para enterarme de nada más. Jacob, él era lo único para mí, y juraba por mi vida que ya nada me detendría, nada haría que yo no llegara hasta él.
- ¡Renesmee! – gritaba mi madre entre todo aquel lío de voces y golpes.
Natasha seguía siendo más fuerte que yo, así que me propinó una patada desde el suelo que me lanzó hacia la pared, mi espalda se estampó y el paramento tembló.
- ¡Renesmee! – rugió mi padre con ira a unos cuantos pasillos mientras se escuchaba cómo aniquilaba a otro vampiro.
Me quedé sin respiración un par de segundos, del fuerte impacto, y me mareé ligeramente, cosa que la vampiro no tardó en aprovechar. Se puso en pie y se lanzó hacia mí para levantarme del suelo pétreo, quería llevarme junto a Razvan.
Pero en cuanto su mano tocó a mi brazo, mi pulsera soltó una potente descarga eléctrica que la lanzó de espaldas entre sus altísimos gritos de dolor. El estrépito que su columna vertebral produjo al estrellarse contra la pared fue impresionante, y el golpe fue tan fuerte, que el cerramiento se rompió y su cuerpo lo atravesó, mezclándose con las grandes piedras que lo formaban. Natasha cayó de espaldas en la estancia de al lado y quedó semienterrada entre los bloques pétreos, inmóvil.
Mis padres aparecieron en la esquina del pasillo y me vieron enseguida, aunque antes le echaron un vistazo sorprendido a Natasha.
- ¡Renesmee! – gritó mamá, llegando hasta mí en una décima de segundo junto a mi padre.
- ¡Mamá! ¡Papá! – lloré, incorporándome para abrazarles.
- ¡¿Estás bien?! – quiso saber ella, separándose de mí para acariciarme la cara frenéticamente y cerciorarse de que así era.
- Sí – asentí.
- Tenemos que irnos, ya vienen hacia aquí – apremió mi padre nerviosamente, pues no había tiempo para lloros, saludos, ni nada.
Me levanté a la vez que mi madre ya tiraba de mi mano para echar a correr por el pasillo.
Los restos ligeros de un humo púrpura empezaron una caminata lenta y tediosa por el techo, invadiéndolo todo poco a poco.
Me quedé boquiabierta cuando vi lo que estaba sucediendo. Toda mi familia estaba allí, incluida la de Denali. Todos estaban inmersos en una feroz batalla con la guardia de Razvan, dispersos por los diferentes pasillos. Jasper le arrancaba la cabeza a uno de ellos con una habilidad increíble, Alice mareaba y engañaba a su oponente, adelantándose a todos sus movimientos, Esme ya no era mi dulce abuela, ahora era una fiera rabiosa, Emmett sonreía con satisfacción cuando le aplastaba la cabeza a su rival contra el suelo, Rosalie era impresionante incluso luchando, Carlisle esquivaba los puñetazos con una maestría asombrosa, Kate electrocutaba a todo aquel que osaba a rozarla, Garrett peleaba con una inteligencia increíble, Tanya saltaba como una tigresa sobre su víctima, Eleazar sabía todos los trucos de un guardia y Carmen ya estaba prendiéndole fuego a su contrincante muerto con una de las antorchas que colgaban de la pared.
Me calmé un poco al ver lo bien que se desenvolvían todos, parecían estar ganando a la guardia de Razvan.
Comenzamos a atravesar aquel campo de batalla lleno de cadáveres incendiados, con rapidez, esquivando las diferentes luchas, y mis padres se metieron por otro pasillo que iba en dirección contraria a mi objetivo.
- ¡Esperad, tengo que coger el corazón! – les paré, tirando de mi madre para que cambiara de rumbo.
- ¡Sí, el corazón, estamos buscándolo! ¡¿Dónde está?! – inquirió mamá, siguiéndome.
Al parecer, ya sabían de qué hablaba.
- Helen y Teresa nos lo han contado todo – me aclaró papá, al leer mis pensamientos.
Eso significaba que habían conseguido llegar a casa de mi familia y que estaban a salvo, lo cual me tranquilizó muchísimo. Ellas estaban bien.
Sin embargo, este no era el momento de explicaciones.
Les conduje por el pasillo que llevaba al salón, a toda velocidad, pero cuando giramos la esquina, nos topamos de frente con cuatro guardias que se plantaron delante para cortarnos el paso.
¡No! Estábamos justo ahí, podía escuchar los rítmicos y pausados latidos del corazón de Jacob a dos zancadas. Éstos me llamaban, me imploraban que fuera a buscar a ese corazón ya.
Mis padres se adelantaron automáticamente para protegerme. En un abrir y cerrar de ojos, comenzó una batalla en la que unos se lanzaron hacia los otros sin cuartel.
Mi padre se arrojó hacia dos de los guardias, rugiendo con la furia propia de un patriarca que defiende a su familia hasta la muerte. Su ataque era grácil y sutil como el de un leopardo, pero contundente y fuerte como el de un tigre, implacable. Ver así a mi progenitor me impresionó, jamás le había visto en una situación como esta, ya sabía que era muy buen luchador, pero nunca me hubiera imaginado esa fuerza y destreza que mostraba.
Su golpe fue eficaz, y uno de los dos guardias cayó al suelo entre gritos de dolor ensordecedores, llevándose la mano a su pierna destrozada, aunque el otro solamente perdió la mano y pudo seguir luchando.
Mi madre no se quedó atrás tampoco. Primero chocó con su oponente y ambos salieron despedidos hacia atrás, de sus propios embustes, si bien cayeron de pie y pudieron comenzar a fintar. Mi padre estaba atento a todas las jugadas, escaneando cada uno de los cerebros que le rodeaban, preparado por si tenía que actuar para defender a mi madre o a mí.
El vampiro que quedaba se abalanzó hacia mí con rapidez.
- ¡No toques a mi hija! – chilló mi madre, haciendo el amago de tirarse a él furiosamente para interponerse.
- ¡No te preocupes, la pulsera le protege! – le paró papá a la vez que esquivaba uno de los puñetazos de su rival.
Mamá se paró en seco, pero papá se adelantó al pensamiento del oponente de ésta, el cual iba a aprovechar esa distracción, y saltó de su posición para interponerse. Mientras yo ya tenía encima al guardia que se había arrojado hacia mí, él recibió un puñetazo en el estómago, del atacante de mi madre, que le lanzó de espaldas y le tiró al suelo.
- ¡Edward! ¡Nessie! – chilló mamá, horrorizada, sin saber a quién de los dos mirar.
Mi agresor no llegó a tocarme. Al igual que con Natasha, mi pulsera soltó una fuerte descarga eléctrica que le envió prácticamente al infierno, incrustándole en el paramento de piedra. El vampiro quedó encajado en el mismo, estaba ennegrecido, medio muerto, prácticamente quemado del todo.
Mis padres y los tres guardias que quedaban no fueron los únicos que se quedaron perplejos ante el poder de mi pulsera, yo misma lo estaba. Esta era la primera vez que la pulsera hacía algo así. Siempre me había protegido, pero jamás había atacado. Sin embargo, enseguida supe a qué se debía esto. Mi aro de cuero estaba desesperado, solamente quedaban siete días para ese horrible plazo, y estaba sacando las fuerzas de dónde podía. Pero había algo más que no escapó a mi memoria y a mi aguda intuición. También quedaba muy poco para que la profecía se cumpliera, para que todo el poder del Gran Lobo saliera completamente, eso afectaba a la pulsera. Ella también adquiriría más poder, y esto era una muestra de ello. Cada día que pasaba, cada hora que se acercaba al día del cumplimiento de la profecía, mi aro de cuero era más poderoso, y Jacob también.
La profecía iba a cumplirse, Jacob y yo íbamos a casarnos, y NADIE iba a poder impedírmelo.
- ¡Ve a por el corazón! – gritó mi padre a la vez que se levantaba y se abalanzaba a por uno de los guardias.
- ¡Corre! – le siguió mamá -. ¡Nosotros estaremos bien!
No lo dudé ni un momento. Corrí a toda velocidad y eché a volar entre ellos, saltando por encima de sus cabezas. Casi me parecía que lo hacía a cámara lenta. Los traspasé a todos y llegué a la puerta del salón en dos amplios pasos.
Cuando entré, mis ojos se abrieron como platos.
Razvan sostenía la caja metálica entre sus manos, sonriendo con esa malicia que me daba asco. Sabía que yo iría allí a buscarla, me estaba esperando.
También me fijé en que la semiesfera dorada y el libro de la profecía no estaban en su sitio.
- ¿Creías que te ibas a llevar esto tan fácilmente? – cuestionó.
No lo hacía en voz alta, pero mi pulsera rugía con cólera incontrolada. Estaba ansiosa y llena de ira.
- ¡Si no quieres morir, dame esa caja ahora! – le advertí.
Su risa arrogante y llena de autosuficiencia me ofendió tanto, que apreté las muelas con odio.
- Tú vendrás conmigo, y yo le perdonaré la vida a tus padres.
- ¡No, Renesmee! – voceó mi padre desde el pasillo cuando vio mis intenciones.
Pero no le hice caso, el sentimiento de odio y de venganza era demasiado fuerte, no lo podía controlar.
Noté el fuego candente en mi espalda, aunque se quedó a medias y no pude transformarme. Me daba exactamente igual. Me arrojé a él como una leona salvaje, prorrumpiendo un rugido estremecedor que salió de lo más profundo de mis entrañas, y salté para derribarle.
Me estampé contra su barrera transparente y salí despedida hacia atrás, cayéndome en el suelo de espaldas.
- Tu pulsera no es la única que puede hacer barreras individuales – afirmó.
Su boca se torció en otra sonrisa altiva y mi odio aumentó. No pensaba rendirme, jamás. Jacob era lo más importante para mí, e iba a conseguir ese corazón como fuera.
Mi precioso aro de cuero vibró intermitentemente para darme un mensaje que descifré a la perfección.
Sí, además contaba con la ayuda de mi pulsera.
Me puse en pie y me quedé frente a él, mirándole fijamente a los ojos, esos horribles ojos rojos llenos de maldad que tanto miedo me daban en mis pesadillas.
- ¡Tú! – gritó mi madre cuando entró en el salón junto a mi padre, a mis espaldas -. ¡Tú eres quien secuestró a mi hija! ¡¿Cómo te atreves?!
Mamá estaba a punto de abalanzarse hacia Razvan, cuando mi padre le detuvo interponiéndole su brazo.
- Espera, Bella – habló mi padre con una voz calmada aunque extremadamente amenazadora. Hasta yo podía sentir el odio que desprendían los ojos de mi progenitor cuando se clavaban en los de Razvan -. Este maldito va a recibir su merecido ahora.
- No podéis atacarme mientras esté en mi barrera – afirmó, mostrando esa sonrisa asquerosa -. Ni siquiera tú puedes ver mi mente.
- No seremos ninguno de nosotros tres quienes te ataquemos – aseguró mi padre, que ya estaba al tanto de todo al ver mis pensamientos -. De momento.
La expresión de Razvan cambió al instante, y la mía también, porque ahora era yo la que sonreía con malicia y desdén.
Mi aro de cuero rojizo se cansó de esperar y no le dio más conato de fuga. Antes de que a su pie le diera tiempo a retrasarse para llevarle hacia atrás, alcé la mano con rapidez y toqué su barrera con mi palma. Mi pulsera latió con contundencia mientras su propia energía la rodeaba en forma de electricidad azul y soltó una descarga potentísima a través de mi mano que hizo que la burbuja de Razvan se rompiera en miles de pedazos como si fuese un simple cristal.
El vampiro salió despedido de espaldas, estampándose contra los anticuados butacones, que amortiguaron algo su caída, aunque éstos también chocaron contra la chimenea apagada, junto a él.
Razvan se quedó paralizado por un momento, aún en el suelo, observando sus ropas quemadas. Su barrera había impedido que la descarga eléctrica le hiciese más daño, aunque su burbuja había sido eliminada.
Mis ojos se movieron hacia otra dirección y corrí hacia allí, aprovechando el shock de Razvan. La caja metálica estaba en el suelo y se había abierto. El corazón ensangrentado y casi oscurecido del todo yacía en la superficie, junto a ella. Lo cogí con ambas manos, metiéndolo en la caja rápidamente, y me lo llevé conmigo, poniéndome junto a mis padres con presteza.
Ahora nadie me quitaría este corazón. Jamás.
Aunque sabía que ni mucho menos Razvan había terminado.
- ¡Cuidado! – nos avisó mi padre.
El vampiro se levantó, iracundo, y sacó algo del bolsillo de sus pantalones negros. Eran más polvos mágicos.
- ¡No! – gritó papá.
- ¡Demasiado tarde! – masculló el mago, apretando los dientes.
Antes de que a mis padres les diese tiempo a cogerme para darse la vuelta y salir de allí, Razvan nos lanzó ese polvillo, enviándolo hacia nosotros con rabia.
- ¡Nooo! – chilló mamá.
Pero mi pulsera de cuero vibró con furia y desvió los polvos como si les hubiese dado un manotazo, deshaciéndolos igual que si fueran un simple humo. No llegó a ninguno de nosotros ni una sola molécula.
- ¡Es increíble! – exclamó mi padre, alucinado.
Ahora mi aro de cuero tenía el suficiente poder para hacer eso.
- ¡Nooo! – gritó Razvan con una furia frustrada, saltando hacia mí como un perro rabioso.
Mi padre se interpuso en su camino y los dos chocaron en el aire, enzarzándose en una pelea que continuó cuando aterrizaron de pie en el suelo.
- ¡Edward! – voceó mi madre, preocupada, mientras se ponía delante de mí y llevaba sus brazos hacia atrás para protegerme.
Sin embargo, Razvan ya no tenía barrera, y papá podía leer cada uno de los movimientos que el mago iba pensando, esquivándolos y bloqueándolos con una facilidad pasmosa.
Razvan terminó separándose de mi padre, pegando un salto hacia atrás, y se quedó en posición defensiva, observándole.
- Eso no te lo recomiendo – le advirtió mi progenitor, levantando su labio con suficiencia -. Soy bastante bueno parando ese tipo de ataques.
De pronto, Emmett apareció por la puerta, detrás de nosotras.
- Lo de ahí fuera está hecho. ¿Necesitas ayuda? – se ofreció con una expresión de odio que pedía a gritos que la respuesta fuese positiva.
- Dos son mejor que uno – le respondió papá.
No había terminado la frase, y mi tío ya se estaba poniendo a su lado.
Mi aro de cuero seguía rodeándose de esa electricidad furiosa, él también estaba ansioso por terminar lo que había empezado, si bien a mí no me hacía ni cosquillas.
Los ojos de Razvan no hacían más que estudiar la situación mientras fintaba con los dos fuertes contrincantes que tenía delante. Uno representaba la fuerza bruta, el otro la estrategia y la destreza. Sin embargo, sus pupilas escarlata se iban continuamente hacia mi pulsera, se notaba que ésta era lo que más miedo le daba.
De repente, Razvan se dio la vuelta y atravesó la puerta que daba al comedor sin ni siquiera abrirla, sino que se la llevó por delante.
- ¡Mierda, se escapa! – gritó Emmett.
Mi padre ya le estaba persiguiendo.
Mamá era demasiado baja para llevarme, así que Em me subió a su ancha espalda y echaron a correr para hacer lo mismo.
La velocidad era increíble, aunque no me resultaba tan emocionante como en el lomo de Jacob. Puede que fuera por la altura y la forma de viajar, sentir el vertiginoso viento por todo tu cuerpo sin ningún obstáculo, como si volaras libre, influía bastante, y eso solamente lo sentía subida en el lomo de mi lobo.
Salimos al comedor y acto seguido comenzamos a internarnos en los pasillos, los cuales estaban llenos de ese humo púrpura que ahora era espeso y se metía hasta por los ojos. En un latido de corazón, nos vimos rodeados y seguidos por el resto de mi familia, que volaban a nuestro lado con cara de suma concentración, sin quitarle ojo al vampiro que perseguían.
Mi padre iba en cabeza, seguido de Emmett, cuyos dientes podía escuchar desde mi posición al apretarse unos contra otros. Seguramente el salvar y vengar a Jacob le afectaba más que a los demás, igualado a mi madre. Rose no tardó en ponerse a su lado, me echó una rápida mirada para comprobar que estaba bien, otra a la caja para cerciorarse de que la llevaba conmigo y volvió la vista al frente.
Los pasillos pasaban a toda velocidad, tan sólo eran líneas que iban rectas y de repente se doblaban hacia un lado y después giraban hacia el otro, parecía un laberinto. El humo púrpura nos acompañaba en nuestro camino, lo seguíamos como si fuera el cauce de un río.
Razvan huía delante de mi padre y le sacaba bastantes metros. Era rápido.
Hasta que salió al exterior por una puerta que ya estaba abierta, junto con la humareda, que parecía ir a morir allí. Entonces nos topamos con algo que no nos esperábamos.
El mago atravesó esa fila con facilidad y nosotros nos paramos en seco, tanto, que me estampé contra la cabeza de Emmett, aunque él no pareció ni notarlo. Me dejó en el suelo y me quedé detrás de él.
La fila consistía en los tres secuaces de Razvan, que se encontraban intercalados con varios de sus gigantes, siete enormes seres sin expresión alguna en el rostro, con esa piel grisácea y esos ojos completamente blancos. Todos ellos tenían un corte de pelo muy apurado, al igual que los soldados de un ejército.
- Razvan está huyendo – declaró mi padre, apretando los dientes con rabia.
- Tendremos que enfrentarnos a ellos para poder pasar, y aún así, cuando lo hagamos, Razvan ya estará muy lejos de aquí – manifestó Jasper.
- No habrá luchas innecesarias – habló Carlisle -. Lo único que nos interesa ahora es sacar a Nessie de aquí, el tiempo apremia.
- Tenéis muy mala suerte – intervino Elger  -, eso será imposible. La chica se quedará con nosotros.
- Eso ya lo veremos – afirmó Emmett, haciendo estallar sus nudillos.
Mi familia al completo se agazapó y nuestros contrincantes hicieron lo mismo, incluidos los grandísimos gigantes, que obedecieron a un simple gesto de Axel.
De pronto, todo fue una locura, unos abalanzándose contra los otros, borrones de diferentes colores entremezclándose, hasta que se pararon en el centro del choque y salieron disparados como fuegos artificiales.
Mis dedos aferraron la caja metálica con fuerza. Mi respiración no podía estar más nerviosa y mi pulsera vibraba con insistencia, erigiendo su burbuja protectora a mi alrededor inmediatamente. Yo también quería luchar, pero tenía miedo de que mi inferioridad supusiera más una carga que una ayuda. Además, no podía soltar el corazón. No sabía qué hacer.
Emmett se fue directo hacia Elger, el impacto de los dos titanes fue tan fuerte, que el estallido retumbó en los árboles de ese bosque en el que nos encontrábamos.
Sin embargo, la tierra no tembló debido a eso. Los gigantes también se habían arrojado hacia diferentes miembros de mi familia.
Kate no tuvo problema, en cuanto uno de ellos la tocó, salió despedido hacia atrás, electrocutado, aunque el gigante se levantó al instante, totalmente recuperado.
- ¡¿Qué es esto?! – siseó ella con los ojos como platos.
- ¡Se… se regeneran! – me acordé.
- ¡No puedo verles la mente! – reveló mi padre, algo aturdido por eso, mientras luchaba con uno de ellos.
- ¡Cuidado! – gritó Garrett, abalanzándose hacia otro gigante, que venía para agarrarme a mí.
- ¡No, yo estoy protegida! – voceé.
Pero no me hizo caso. Garrett consiguió interponerse, pero a costa de que ese enorme ser le machacase contra un árbol.
- ¡Garrett! – chilló Kate, tocando a todos los gigantes que encontraba a su paso para apartarlos.
- ¡No! – volví a exclamar en voz alta.
Agarró al que aplastaba a su novio contra el tronco y éste salió despedido de lado con su cuerpo lleno de convulsiones debido a la corriente que seguía traspasándole. Me acerqué a ellos con premura y me arrodillé a su lado para ver el estado de mi tío.
- Estoy bien – tosió él mientras Kate dejaba caer las rodillas junto a él -. Sólo ha sido un pequeño golpe…
Mi tía respiró, más aliviada, aunque yo observé otra cosa.
- Garrett, tu mano… - murmuré.
Intentó esconder la muñeca, pero la mano yacía junto a mis rodillas.
- Idiota – le regañó ella, si bien seguía notándose ese alivio -, ¿es que ibas a esconderla todo el tiempo? ¿Te crees que yo no iba a darme cuenta? – y cogió la mano, enfadada.
- Ten cuidado, luego tiene que volver a su sitio – dijo él, intentando bromear para quitarle hierro al asunto.
- Siempre tienes que hacerte el hombre – siguió riñéndole ella, tirando de su mano buena para ayudarle a levantarle.
- Eso es difícil cuando tu pareja femenina es más fuerte que tú – rebatió él con una sonrisa, dándole un beso en los labios.
- Bueno, déjate de caramelos ahora – bufó Kate, aunque intentando recomponerse -. Tenemos otros asuntos que atender.
Y los dos volvieron a la batalla en medio segundo.
Giré el rostro con precipitación para mirar la estampa que tenía frente a mí. Daba igual todo lo que mi familia lograse hacer, daba lo mismo cuántos miembros les arrancasen, incluidas cabezas, los gigantes se regeneraban con rapidez y volvían a revivir una y otra vez para atacar de nuevo con furia.
Carlisle también se dio cuenta de esto.
- ¡Es imposible! ¡Debemos huir de aquí! – exclamó.
- ¡La chica y el corazón se quedan con nosotros! – gruñó Duncan, arrojándose hacia mí.
- ¡No! – gritó mamá, que en ese momento estaba luchando con otro gigante, hábilmente, por cierto.
Jasper le arrancó la cabeza al gigante con el que estaba peleando y aprovechó ese momento para tirarse a Duncan como un torpedo ultrasónico.
Salieron despedidos hacia atrás, del choque, pero cayeron de pie, así que ambos se quedaron en posición de ataque y comenzaron a fintar.
La espalda de Emmett se estampó contra el tronco de uno de los árboles cuando Elger le propinó un puñetazo en el estómago. El crujido de la madera rompiéndose restalló y las astillas salieron volando en todas direcciones.
- ¡Emmett! – gruñó Rose, furiosa.
Le propinó una fuerte patada al gigante con el que se medía para quitárselo de encima un momento. Momento suficiente para que ella embistiera contra Elger, furiosa, y saltara sobre su espalda como una leona.
El enorme vampiro de pelo albino se zarandeó para quitársela de encima, pero Rose era muy persistente, grapó su dentadura en su clavícula y Elger estalló en un grito ahogado que no fue menos estremecedor.
- ¡Muy bien, cariño! – aclamó Emmett con una sonrisa orgullosa, despegándose del tronco -. ¡Sujétale bien!
- ¡Te arrepentirás de esto! – rugió el vampiro gigante, llevando su enorme mano hacia atrás para agarrarla por el pelo.
Sin embargo, su mano no llegó a tocarla, sino que su brazo salió despedido varios metros. Em había llegado a tiempo.
Esta vez el vampiro albino sí chilló con ganas, llevándose la otra mano a su muñón de piedra, y Rose se bajó de su espalda para colocarse junto a Emmett.
- ¡Maldita sea, Elger! – gruñó Duncan entre dientes mientras fintaba con Jasper.
- ¡Se acabó el juego! – bufó Axel, que estaba haciendo lo mismo con mi padre.
- ¡No! ¡Tenemos que marcharnos de aquí, rápido! – nos advirtió mi progenitor, hablando con rapidez.
- ¡Masacrarlos a todos! – les ordenó el vampiro de media melena lisa y negra a los gigantes.
Éstos no dudaron ni un instante. Con una rapidez extraordinaria nos rodearon a todos, junto con el herido y más que resentido Elger, Duncan y Axel, y se lanzaron a por nosotros con saña.
- ¡No! – gritó mamá, que no podía utilizar su escudo protector contra eso.
Sin embargo, mi pulsera latió una sola vez y una energía eléctrica se repartió a nuestro alrededor instantáneamente, envolviéndonos a todos con una burbuja protectora ante los atónitos ojos de mi familia, que no podían verla, como yo, pero que también podían sentir su calidez y su magia. Mi aro de cuero me había estado protegiendo a mí todo el tiempo, pero ante este peligro tan claro, ahora había añadido a cada miembro de mi familia.
Los gigantes y los propios Elger, Axel y Duncan chocaron contra la barrera eléctrica, disparándose hacia atrás, y se quedaron tendidos en el suelo, aturdidos por la descarga.
Me di cuenta de que cuando la pulsera erigía una barrera, no azotaba esas descargas eléctricas tan fuertes como cuando no la erigía. Eso era debido a que la barrera era protección, no era ataque.
- Es increíble – murmuró Eleazar, maravillado.
- El poder del Gran Lobo – sonrió mi madre, orgullosa.
- Vámonos, no hay tiempo que perder – nos apremió Carlisle, echando a correr.
Emmett me tomó del brazo y me subió a su espalda a una velocidad vertiginosa, y, con la misma, empezamos a atravesar el bosque seguidos por el resto de mi familia, dentro de esa burbuja grande que nos protegía.
Sí, por fin era libre como una mariposa, ¡libre!
¡JACOB, MI AMOR, ESPÉRAME, YA VOY!
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!


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