Concurso de Fanfics

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En asunto deberán de poner: CONCURSO
El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
Recomendación: Mejor Escritor
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Blend al mejor escritor de fics
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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lunes, 18 de abril de 2011

ACORRALADA [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE





Se hizo tarde y Jacob me llevó a su casa para cenar allí. Billy no contaba con nosotros y él ya lo había hecho, así que nos preparamos algo rápido y lo comimos en la cocina los dos solos.
Después de llamar a mi casa y recogerlo todo, nos fuimos a su pequeño cuarto para tirarnos un rato encima de la cama, puesto que no había otra cosa para sentarse.
Jacob se echó boca arriba y levantó el brazo para que yo me acurrucase junto a él. Me eché de lado y me acomodé en su costado de buena gana, colocando mi mano sobre su torso.
- ¿De qué os reíais todas? – me preguntó mientras empezaba a pasar los dedos entre mi pelo.
- De nada. Cosas de chicas lobo – le contesté con una risilla al recordar algunas de las anécdotas.
- Veo que te lo has pasado bien.
- Sí, son todas muy simpáticas. La verdad es que me sentí muy a gusto con ellas – admití.
Jacob giró el rostro para mirarme. Lo tenía tan pegado al mío, que empecé a notar las fuertes y aceleradas palpitaciones en mi caja torácica.
- ¿Cómo de a gusto? – quiso saber, con una sonrisa.
Ya sabía por dónde iba, y no quería arriesgarme a mantener mi mirada con la suya para no caer en la tentación, así que me obligué a mirar hacia abajo.
- Pues lo mismo que con mis amigas del instituto – le señalé.
Mientras él suspiraba audiblemente y miraba al techo de nuevo, me acordé de algo.
- Por cierto, mañana después de clase voy a ir de compras a Port Angeles con ellas.
- Vale, me parece bien. Así podrás renovar tu pequeño vestuario – me dijo con su sonrisa burlona.
- Ja, ja – le respondí con sarcasmo –. Pues puede que me compre algo, no sé.
- Podías comprarme algo a mí, ¿no? Ya sabes, como tu familia es rica y eso… – me propuso.
- Claro, ¿qué quieres?
Volvió a girar el rostro para mirarme, sonriendo.
- Tonta, era una broma – miró al techo otra vez y habló más serio –. Nunca aceptaría el dinero de tus padres.
Me coloqué boca abajo y me apoyé en su torso para verle mejor la cara.
- ¿Y si te quisiera hacer un regalo? – le pregunté por curiosidad.
- Ya me los haces en mi cumpleaños.
- Sí, pero todavía queda mucho para el ocho de enero. ¿Y si quisiera regalarte algo antes? Sería con la paga que me dan mis padres.
- Podrías hacérmelo tú o regalarme algo más personal, no tendrías por qué gastarte dinero en mí – respondió, sin dejar de peinarme la melena -. Ese tipo de regalos me encantan. Aunque, bien pensado, tú no sabes tallar figuritas, ni hacer pulseras, ni nada de nada – se mofó -, así que igual sería mejor que me lo compraras, siempre y cuando no fuera muy caro, claro – afirmó, sonriéndome abiertamente -. Bueno, pensándolo bien, si lo que quisieras fuera regalarme un Ferrari, tampoco le haría ascos para nada. Y si quisieras regalarme una Harley Davidson…
- Vale, vale – le corté, taponándole la boca con la mano -. Veo que tendría muchas opciones.
Se la destapé y nos reímos.
- En serio – siguió, ya sin reírse -, podrías regalarme lo que quisieras, mientras no te costara mucho dinero – la mano que acicalaba mi pelo se quedó en mi espalda y la otra la subió para acariciarme la mejilla con sus sedosos y cálidos dedos -. Viniendo de ti, me encantaría seguro – susurró, enganchándome con sus pupilas.
Mi voluntad y mis ojos cedieron al notar cómo mi vello se levantaba, no pudieron evitar cerrarse, y mi rostro rotó ligeramente por sí solo para rozar la punta de sus dedos con mis labios. Todas sus ardientes yemas tomaron la iniciativa y tocaron mi boca, una por una, de su dedo meñique al pulgar, haciéndome quedar sin el poco aire que mis pulmones se acordaban de inspirar. Alcé un poco la cabeza en el momento en que sus dedos comenzaron a deslizarse por mi mandíbula y bajaron, acariciando mi garganta lentamente, estremeciéndome de punta a punta. Mi respiración se agitó aún más cuando se abrieron paso por el escote de mi blusa, hasta que se detuvieron en la parte superior de mi pecho. Volvieron a reptar, pero esta vez hacia arriba. Pasaron por mi cuello y se quedaron en mi nuca.
La pulsera ni siquiera tuvo que vibrar. Abrí los párpados y clavé mis pupilas en sus intensos ojos negros, que también me miraban fijamente. Rocé sus labios con las yemas de mis dedos, del mismo modo que había hecho él. Eran muy suaves y calientes. Su respiración también se aceleró cuando bajé la mano, palpando todo su torso, y la metí por debajo de su camiseta para acariciar sus músculos con los dedos, sintiendo su tórrida y tersa piel.
Billy picó a la puerta, sobresaltándome. Saqué la mano de allí inmediatamente y me tumbé boca arriba, un poco más lejos de Jacob, con las mejillas más que ruborizadas.
- Hasta mañana, chicos. Me voy a la cama – voceó desde fuera.
Jacob se puso de pie de un salto y se acercó para abrir la puerta.
- Nosotros nos vamos ahora – le oí decir con un cuchicheo.
- Como queráis. Hasta mañana, Nessie – se despidió, asomando la cabeza.
- Hasta mañana, Billy – le respondí, incorporándome hasta quedarme sentada.
- Mañana estaré por aquí más tiempo – le anunció Jake -. Nessie se va de compras a Port Angeles con sus amigas después de clase.
- De acuerdo – oí las ruedas de la silla de Billy alejándose -. Hasta mañana, hijo.
- Hasta mañana – le contestó Jacob, cerrando la puerta. Se giró hacia mí, me miró durante unos segundos y después suspiró con desilusión -. Bueno, ¿nos vamos?
- Sí – le contesté, levantándome de la cama.
Me cogió de la mano y me llevó hasta la puerta de la entrada, apagando las luces a su paso.
Salimos al exterior y caminamos en silencio durante un rato, en dirección al garaje.
- Estoy pensando que mañana te puedo ir a buscar al instituto cuando vuelvas de Port Angeles – me dijo, ya llegando -. Así tus amigas no se tendrán que desviar tanto para llevarte a casa y yo me quedaré más tranquilo, ¿qué te parece?
- Es buena idea. Te llamaré después del almuerzo para decirte una hora.
- Vale – aprobó, pasándome el casco.
Jake sacó la moto, la llevamos hasta la carretera y nos montamos para encaminarnos hacia mi casa.

Helen y yo salimos de la última clase y esperamos al resto en el pasillo. Las primeras que aparecieron de entre el bullicio fueron las gemelas, que estaban litigando para ver quién de ellas conducía en la ida y quién en la vuelta, pues íbamos a hacer el viaje en su coche. Brenda tardó un poco más en llegar. Estaba en el servicio, se había retocado porque sabía que Jacob me vendría a buscar a nuestra llegada. Salió como un pincel del baño, con su ropa ceñida y sus tacones de aguja. Ahora me explicaba la bolsa que había traído, lo había hecho para cambiarse, la muy descarada.
- Bueno, ¿nos vamos ya? – protestó Helen -. Si tardamos tanto, no nos dará tiempo a nada.
- Tranquila, las tiendas no se van a mover – le replicó Brenda, taconeando hacia la entrada.
Helen y yo pusimos los ojos en blanco y las gemelas resoplaron a la vez.
Salimos al aparcamiento y nos dirigimos al coche de Alison y Jennifer, que también lo compartían.
Qué vacío me parecía ese aparcamiento sin la presencia de Jacob. Ya le había echado de menos desde el mismo momento en que le dejé en su moto por la mañana y esto me recordaba que no le iba a ver hasta la noche, demasiado tiempo.
El vehículo era un Ford Explorer estilo Ranger verde metalizado, de segunda mano y con cinco puertas. Por su aspecto, parecía bien cuidado.
Finalmente, Jennifer tomó el mando y Alison se tuvo que conformar con ser el copiloto en el viaje de ida. Me senté la primera, junto a la ventanilla, detrás de Alison, y después de una pequeña discusión, Helen consiguió la otra, así que Brenda se sentó a mi lado, para mi desgracia. Se había puesto mucho perfume y el olor era muy fuerte para mi sensible olfato. Abrí un poco la ventanilla para poder respirar.
Brenda no dejó de hablar durante todo el viaje. Se la notaba emocionada por tener la oportunidad de saquear todas las tiendas que pudiera. Acabó haciéndome gracia y todo cuando empezó a contar sus anécdotas con sus innumerables ex-novios y chicos que iban a verla al Ocean, pero la sonrisa me desapareció de sopetón cuando me preguntó si Jacob iría ese jueves por allí.
Por fin, llegamos a la ciudad y Jennifer consiguió aparcar el coche en una calle cercana a Webster Park.
Nada más salir del vehículo, Brenda localizó unas cuantas tiendas en las que quería echar un vistazo. La seguimos, ya que empezó a desfilar delante de nosotras meneando las caderas sin parar, y entramos en la primera tienda a la que nos llevó.
Todas nos repartimos por el local, como si del despliegue de una tropa se tratase, y empezamos a buscar prendas. Brenda lo hacía como loca, a los cinco minutos, su brazo ya no podía aguantar más trapos. Helen no ponía muy buena cara, su estilo era muy diferente al tipo de ropa que se vendía allí.
- Voy a probarme esto, chicas – proclamó Brenda, alzando el montón de vestimentas que portaba.
Cogí dos camisetas y dos pantalones a juego y entré en el probador de al lado.
Ahora ya me había acostumbrado por completo a mi cuerpo, incluso me gustaba. Me alegré cuando probé los conjuntos que había elegido y me quedaban bien.
- Toma – me dijo Helen, metiendo la mano entre la cortina para pasarme un vestido cuando estaba a punto de vestirme -. Pruébalo, creo que te quedará guay.
- ¿Y tú? – le pregunté, agarrándolo -. ¿No te quieres probar nada?
Metió la cabeza para hablar conmigo.
- Este tipo de ropa no me va, pero he visto este vestido y creí que te quedaría bien – me miró de arriba abajo y pestañeó -. Sí, definitivamente te quedará de lujo con ese cuerpazo. Pruébalo.
Sacó la cabeza y yo pude ponerme colorada tranquilamente.
- Luego iremos a otra tienda que te guste a ti – le sugerí.
- Eso espero – exhaló.
Extendí la prenda roja, desabroché la cremallera y me lo puse. El cierre estaba por el lateral del vestido, así que no me hizo falta llamarla para que me ayudara. Me miré bien por delante y por detrás. La tela era imitación a la gasa, el pico del escote se formaba al cruzarse en el pecho y se unía a la espalda por medio de unos gruesos tirantes que dejaban al descubierto los hombros. Iba ceñido hasta la cintura, cayendo después natural sobre los muslos, y llevaba un cinturón ancho de color negro que resaltaba la figura. Me quedaba bastante bien, tenía que reconocerlo.
- ¿Te gusta? – Helen volvió a introducir su cabeza por la ranura de la cortina para mirar cómo me quedaba -. ¡Guau, te queda de cine! – exclamó -. Tía, pareces una top model. Te lo llevarás, ¿no?
- No sé si me atreveré a ponérmelo – reconocí, mirándome en el espejo y mordiéndome el labio, indecisa -. ¿No es un poco atrevido?
- Por Dios, Nessie – resopló -. Solamente enseñas un poco las piernas y casi no se te ve nada de canalillo. Además, las que tenemos bastante pecho tenemos que lucirlo de vez en cuando, ¿no te parece? Tendrías que ver algunos de los míos – miró a su lado y se metió conmigo en el probador -. Piensa en la cara que pondría Jacob si te viera con este vestido – me cuchicheó al oído –. Seguro que lo dejas boquiabierto y ya no se despega de ti.
No pude evitar sonreír ante esa idea.
- ¿Tú crees? – murmuré.
- Si no tienes cuidado, puede que hasta te lo arranque – me soltó en un tono pícaro.
Me puse tan roja como el vestido.
- Helen – la regañé, empujándola suavemente mientras se reía con una risa traviesa que me contagió sin que lo pudiera evitar.
- Venga, llévalo – cogió la etiqueta y miró el precio -. Además, como no es de temporada, está rebajado, mira.
- Está bien – suspiré con una risa -. Me lo voy a llevar, pero tendré que comprarme una chaqueta y unos zapatos a juego, ¿no crees?
- Voy a buscártelos ahora mismo – se ofreció, saliendo disparada del probador.
Empezó a recordarme a Alice, en estilo gótico, y me reí.
No me podía creer que me fuera a llevar el vestido sólo por ese argumento. En realidad, yo no debería seducir a Jacob, sino más bien todo lo contrario, sobretodo porque no quería hacerle daño. Pero la imagen de Jake rozándome con sus dedos mientras llevaba este vestido, se me antojó más que apetecible, casi como un deseo imparable que inundó mi mente y barrió cualquier otro pensamiento.
Helen era muy buena, enseguida me encontró una chaqueta negra que combinaba perfectamente con mi vestido.
Salí con las dos camisetas, los dos pantalones, el vestido y la chaqueta. En la primera tienda, ya me había gastado más de la mitad del presupuesto que me había fijado. Ahora tendría que reprimirme en el resto de los locales, había hecho bien en traer el dinero justo para no gastar demasiado.
Hicimos una ruta con las tiendas que nos gustaban a todas. Empezamos con las que le gustaban a Brenda, seguimos con las que nos gustaban a Jennifer, Alison y a mí y terminamos con las que le gustaban a Helen.
Cuando nos marchamos de la última, de estilo gótico, íbamos todas cargadas de bolsas. Terminé comprándome un par de sudaderas y unos zapatos de tacón negros a juego con el vestido, para exprimir lo que me quedaba de presupuesto.
Mientras caminábamos, ya llegando al coche, me di cuenta de que me faltaba una bolsa. Al final mi padre iba a tener razón con eso de mis pequeños defectos de medio humana.
- Genial. Me he dejado la bolsa de los zapatos en la última tienda. Tengo que ir a buscarla.
- ¿Te acompaño? – se brindó Helen.
- No, no hace falta, gracias – le contesté, dándole mis otras bolsas -. Vengo enseguida, esperadme en el coche.
- ¿Estas segura? Ya es de noche, no deberías ir tú sola – me dijo mientras me alejaba.
- ¡No te preocupes, sé defenderme! – voceé sin mirar atrás.
Giré la esquina corriendo a velocidad humana y aceleré a lo semivampiro cuando no vi a nadie. Llegué a la vacía calle de la tienda gótica, que estaba a punto de cerrar, y entré. La dependienta ya estaba con las llaves en la mano.
- Disculpa, creo que me he dejado aquí una bolsa con unos zapatos hace cinco minutos.
- Ah, sí – la chica se acercó al mostrador y sacó mi bolsa -. ¿Es esta?
- Sí – suspiré, aliviada, cogiéndola -. Gracias.
- De nada.
Salí contenta de la tienda y la dependienta cerró la puerta con llave a mis espaldas.
Inicié la vuelta caminando – había llegado demasiado pronto a la tienda con mi velocidad de semivampiro, para que me diera tiempo antes de que cerrasen, y ahora tenía que hacer un poquito de tiempo, para que no me vieran hacer un trayecto de cinco minutos en uno – y avancé tranquilamente hasta que crucé la esquina.
Pasé por delante de un grupo de chicos que me importunaron y me dijeron guarrerías de toda clase, pero ni me inmuté. Si a alguno se le ocurriera intentar algo, lo alzaría con una sola mano y lo lanzaría a los cubos de la basura. Uno de ellos llegó a levantarse y me siguió durante unos metros mientras el resto se reía y seguían con sus piropos. Seguí caminando sin alterar lo más mínimo mi paso y giré a la otra calle.
Ya me empecé a irritar de verdad cuando escuché que los pasos continuaban detrás de mí. Esto ya pasaba de castaño a oscuro. Le iba a dar una lección a ese tipejo. Le quitaría las ganas de meterse con nadie más haciéndole una llave que me había enseñado Jasper para este tipo de situaciones. Me giré con rapidez para pillarle por sorpresa, sin embargo, la que se quedó con los ojos como platos fui yo cuando le vi.
La bolsa se me cayó al suelo de la impresión y un escalofrío se me incrustó en el estómago, dejándome paralizada. Sus ojos amarillos reflectantes estaban clavados en mí, de igual modo que en mis peores pesadillas. Brillaban como el iris de un gato en la oscuridad y me observaban obsesivos y depredadores. Su monstruoso cuerpo y su desfigurado semblante estaban bastante cubiertos de un vello largo y negro, pude verlo a través de su camisa y sus pantalones rasgados, aunque seguía teniendo el aspecto más parecido al de un humano peludo y descomunal. No podía olerle por la brisa marina que él tenía a su favor, había esperado bien el momento para intentar atacarme por la espalda. Abrió su boca y me enseñó sus enormes y puntiagudos dientes mientras salivaba hambriento. Avanzó un paso hacia mí con su gigantesco pie descalzo y yo retrocedí automáticamente. Cuando volvió a pisar en mi dirección, eché a correr por instinto.
Galopé lo más deprisa que pude, pero estaba tan aterrorizada, que lo hacía sin rumbo ni dirección, ni siquiera sabía dónde me encontraba. Las calles estaban vacías y algo oscuras, podía escuchar sus pasos muy cerca de los míos y sus gruñidos se me metían por el oído, horrorizándome más.
Sin saber cómo, me encontré de frente con un callejón sin salida. Me di la vuelta y le vi acercándose a mí a toda velocidad. Mis piernas decidieron solas y tomaron impulso para saltar por encima de él, dejándole otra vez a mis espaldas. Eso le enfadó y me persiguió de nuevo, resollando con ansia.
Conseguí alejarme un poco de él y salir de esa calle. Sin embargo, todo se me vino abajo cuando me topé con otra cerrada. La escapatoria en esta era casi imposible, dada su estrechez y los altísimos muros lisos que la cercaban, sin un relieve ni saliente para poder escalar. Estaba acorralada.
Apreté los dientes y me giré para hacerle frente. No tenía otro remedio. Si quería sobrevivir, tenía que defenderme y luchar. Estaba sola y muerta de miedo, pero, desde luego, no tenía pensado ser el aperitivo de ningún licántropo o lo que fuera.
Se abalanzó sobre mí, estampándome la espalda contra la pared. El impacto fue tal, que el estruendo hizo eco en los paramentos colindantes y el muro se agrietó, desparramándose en el suelo trozos del enfoscado y la pintura blanca. Me quedé sin respiración durante unos segundos, del golpe, y me mareé, tiempo que él aprovechó para sostenerme por el cuello y deshacerse de mi cazadora de pana; quería abrirme el torso para comerse mis órganos y la prenda era un estorbo. La rasgó con sus afiladas uñas con impaciencia, reduciéndola a unos retales que cayeron sobre la calzada, y empezó a olerme con voracidad mientras jadeaba como un animal.
De repente, mi pulsera vibró. Lo hizo fuerte, como un móvil, y entonces me espabilé como si me hubieran echado un cubo de agua helada. Intenté zafarme con todas mis fuerzas, pero me apresó otra vez contra la pared. Aunque luché para impedirlo, sus manos eran tan enormes, que le bastó una para sujetarme las muñecas. Lo hizo con tanta presión, que no podía moverme. Noté su asquerosa y agitada respiración en mi cuello mientras me arrancaba el primer botón de mi blusa.
La pulsera vibró de nuevo para avisarme y, de pronto, me acordé de por qué lo hacía. Comprendí, horrorizada y asqueada, lo que ese horrible monstruo quería en realidad. No quería comerme. Quería separarme de mi lobo tomándome por la fuerza, creyendo que así me haría suya. Una explosión de fuego me atravesó entera de la cabeza a los pies y la lucidez se presentó en mi cerebro con absoluta certeza. No sabía de qué forma ni por qué era así, pero todo mi ser, cada célula de mi organismo, cada parte de mi cuerpo, le pertenecía a Jacob. Yo era solamente de Jacob, toda de Jacob.
Mi fuerza vital respondió instintivamente a la llamada de mi aro de cuero de una forma salvaje y feroz. Sentí cómo el calor desaparecía de un ramalazo, mi sangre de vampiro se hacía con mis venas y se volvía helada. Mi corazón ralentizó al máximo el número de latidos y cada músculo de mi cuerpo se tensó hasta volverse duro como el mármol. Por primera vez en mi vida, era casi vampiro y apenas humana. Por supuesto, lucharía por mí, pero sobretodo iba a hacerlo por Jacob. Él me daría fuerzas, en cierto modo, siempre estaba dentro de mí, incluso ahora me parecía olerle. Ese monstruo no me tocaría, jamás, no tocaría lo que no era suyo. Mi labio superior se retiró como un acto reflejo para mostrar mi implacable dentadura y un potente rugido retumbó en todas las paredes de alrededor cuando salió por mi garganta.
- ¡Déjame! – le escupí con un gruñido agresivo.
Se paró en seco cuando iba a arrancarme el tercer botón, y me miró con sus ansiosos ojos amarillos. Los observé fijamente con una mirada llena de odio y le enseñé mis dientes de forma amenazante para ver si se rendía, sin embargo, en vez de apartarse, eso le entusiasmo más y se echó sobre mí.
Con un movimiento enérgico y enfurecido, separé mis muñecas de su garra y conseguí apartarlo hacia atrás, empujándolo con una inusitada fuerza.
Permaneció quieto, mirándome de una forma maníaca y neurótica, emitiendo unos sonidos profundamente guturales. Ese monstruo no había contado con esta transformación que a mí también me había dejado perpleja, aunque no tenía tiempo para pensar en ello.
Desplacé mi cuerpo unos pasos lateralmente y él hizo lo mismo para quedarse delante. Estaba claro que no iba a dejarme marchar.
Me puse en posición de ataque, agazapándome, y se quedó frente a mí para esperarme, sin dejar de jadear. Era repulsivo.
Tenía que salir de allí como fuera, aprovechar cada oportunidad, así que corrí hacia él y me lancé a su cuello con un salto más grácil y  preciso de lo normal. Aulló de dolor cuando le clavé los dientes con saña, pero no pude engancharle la yugular. Me alejé de un brinco y volví a intentarlo con extremada rapidez, tomando impulso con el muro que tenía a mi izquierda.
Esta vez se retorció con un rugido estremecedor cuando hinqué mi dentadura y le rompí el hueso del brazo. Tuve que esquivar su gigantesco puño, ya que lo arremetió contra mi cabeza, saltando a un lado.
Se abalanzó, furioso, sobre mí. Finté el ataque de sus fauces con un movimiento veloz y ágil y me arrojé hacia él de nuevo.
Aunque le asalté con toda mi potencia, era una presa demasiado grande para mí incluso como vampiro, y consiguió agarrarme por el cuello.
Me incrustó contra el paramento, sujetándome por la garganta con una sola mano y me levantó del suelo. Se disponía a rasgar mi blusa, pero no le di opción. Enganché mis manos a la suya y tiré de sus dedos hasta que oí el crujido de sus falanges. Me soltó súbitamente, gimiendo por el daño, y caí de pie en la calzada. Levanté mi pierna, girando con un movimiento vertiginoso para hacerle una de las llaves que mi padre me había enseñado, y lo lancé hacia el muro de enfrente.
Inicié la huida, sin embargo, saltó enloquecido en mi dirección y, de un manotazo, salí despedida de frente hacia la pared, colisionando estrepitosamente y produciendo un enorme boquete. No me dolió, pero antes de que me diera tiempo a reaccionar, me aplastó contra el paramento y se pegó a mí por detrás. Le separé un poco, haciendo fuerza con mi hombro y mi espalda, y le puse la mano derecha en la cara para que no se arrimara más y no me echara su aliento de amoniaco. Pero era imposible, yo seguía sin ser un vampiro completo y él estaba fuera de sí; me clavaba su mirada obsesiva y alocada mientras resollaba salvajemente, luchaba con mi otra mano para intentar rajarme los pantalones.
En ese momento, entendí por qué el poderoso Cayo no había podido exterminar a los licántropos.
- ¡NOOOOO! – le chillé con todas mis ganas.
Entonces, la pulsera reaccionó de nuevo. Vibró una sola vez con una energía extraordinaria e impresionante. En esta ocasión, la honda expansiva fue colosal, ardiente como el fuego, y estalló en su cara, haciéndole salir despedido de espaldas hasta que se estrelló en una de las paredes con otro ruido atronador.
Mientras seguía en el suelo retorciéndose y gimiendo, con las manos en su cara quemada, yo eché a correr a toda velocidad. Ahora mis piernas no corrían, volaban. Lo único que escuchaba era el zumbido de los edificios pasando a la velocidad del sonido a mi lado.
Percibí el leve golpeteo de varios latidos de corazón y me dirigí hacia allí. Llegué rápidamente a una calle más iluminada y con gente, estaba llena de restaurantes y locales.
Me apoyé en una farola con mis manos temblorosas e intenté relajarme respirando profundamente. Seguí mi avance a un trote humano.
Un olor familiar se me metió por la nariz y lo seguí durante varios metros. Cuando giré la esquina, encontré a mis amigas, el aroma del perfume de Brenda era inconfundible.
- ¡Nessie, ¿dónde estabas?! – exclamó Helen -. ¡Estábamos buscándote preocupadas!
- Lo… lo siento – murmuré, confundida y desorientada.
Se quedaron mirándome atónitas, en silencio.
- ¿Qué te ha pasado? – me preguntó Helen, acercándose a mí para tocarme la cara. Me atusé el pelo para que no lo hiciera y se detuvo a observarme -. Estás muy pálida, ¿te encuentras mal?
- Sí, me… me he desmayado – me inventé -. Si no os importa, me gustaría irme a casa, por favor.
- Claro – contestó Alison con el rostro todavía perplejo.
- Espera – dijo Helen, obligándome a pararme para no tocarla -. ¿Dónde está tu bolsa con los zapatos? ¿Y tu cazadora?
La esquivé y empecé a caminar hacia el coche, si ese monstruo me había seguido, mis amigas estarían en peligro.
- La tienda estaba cerrada, y la cazadora la perdí cuando me desmayé – volví a mentir.
- ¿Cómo que la perdiste? – quiso saber Brenda, intrigada.
- Sí, me la quité cuando me empezó el sofoco, y cuando me desperté, ya no estaba – abrí la puerta y me subí al coche -. Creo que me la han robado, así que mañana tendré que ir a poner la denuncia.
A diferencia de mi madre, a mí se me debía de dar muy bien mentir, porque todas se tragaron la sarta de mentiras.
- ¡Pues menudo susto nos has dado! – se quejó Brenda, sentándose a mi lado.
- La próxima vez, no vayas tú sola – me regañó Helen, cerrando su puerta -. Has tenido suerte de que sólo te hayan robado la cazadora. No te imaginas la de depravados que hay por ahí sueltos.
Y tanto que lo sabía.  Todavía me temblaba el cuerpo entero, incluso empezaba a sentirme débil.
Alison conducía en el viaje de vuelta, así que se sentó en el asiento del conductor y, por fin, arrancó el coche para iniciar la marcha.
No me quedé tranquila hasta que salimos de la ciudad, anduvimos algunos kilómetros y comprobé que esa bestia no nos seguía en coche.
Sin embargo, mi cuerpo no dejaba de temblar, y cada vez me notaba más y más débil. De pronto, algo llamó mi atención, quemándome la garganta. Se clavó en mi cerebro como un cuchillo candente.
Brenda estaba hablando de algo, pero ni siquiera presté atención a su voz. Tan sólo podía escuchar el bombeo de la sangre que pasaba por su cercana yugular. Y no solamente el de ella, podía oír y oler a la perfección los cuatro flujos de sangre que me rodeaban. Distinguía los ritmos cardíacos, los latidos, la tensión arterial. La boca se me hizo agua y la garganta me quemaba por la sed, parecía que me la estuvieran raspando por dentro con un palo.
Mi cuerpo estaba muy debilitado y necesitaba sangre, tenía que beber, apagar toda mi sed. Pero la pequeñísima parte de mí que aún era humana consiguió hacerme ver y me di cuenta de que no las tenía que hacer daño, eran mis amigas, mis compañeras.
Luché con todas mis fuerzas contra ese deseo asesino que me atraía como un potente imán. Bajé mi ventanilla y miré por ella para inhalar el aire del exterior, tenía que entretener mi olfato con otros olores.
- ¡Nessie, por Dios! ¡Cierra esa ventanilla, qué frío! – me pareció que exclamaba Brenda.
- Déjala, ¿no ves que no se encuentra bien? – escuché que decía Helen.
Empecé a marearme y se me nubló la vista. Mis manos temblaban de debilidad y de frío, tenía muchísimo. Apoyé la cabeza contra el respaldo y vi cómo todo me daba vueltas.
Pom, pom, pom, pom…
Pom, pom, pom, pom...
… sonaban los cuatro órganos acompasados como si de cuatro bombos se tratasen. Cuatro flujos bombeados, danzando la misma canción. Tragué saliva y cerré los ojos, apretando mis párpados. Mi corazón latía cada vez más y más lento, se iba parando como un reloj que se queda sin cuerda, podía sentirlo, y también cómo mi propia sangre apenas fluía por mis venas.
El esfuerzo de mi organismo al transformarme en casi vampiro había sido extremo, eso añadiendo la energía perdida en la pelea con el licántropo y que llevaba mucho tiempo alimentándome de comida humana. No tenía reservas de sangre y mi cuerpo estaba consumiendo la suya propia a un ritmo brutal, igual que le había hecho a mi madre en su vientre. Y parte de mí seguía siendo humana, no era un vampiro completo, mi organismo no disponía de ponzoña para transformarme del todo y no viviría. Si no aliviaba mi sed pronto, mi corazón acabaría sucumbiendo al quedarse sin sangre para bombear y me moriría sin remedio.
Y lo estaba haciendo. Mi corazón seguía apagándose a cada minuto, cada vez más. Respiraba con fatiga, el aire me hacía daño en los pulmones y el mareo aumentó. Mi cerebro quería centrarse sólo en no morirse, pero ya era demasiado tarde. Ya ni siquiera podía oír ni oler los flujos de sangre, mis sentidos se embotaron. Mi organismo ya no luchaba por sobrevivir.
Estaba apunto de desfallecer, cuando mi mente proyectó la imagen de Jacob frente a mis párpados. Mi corazón pegó un salto y me espabilé un poco, lo justo para no desmayarme. Pensé en él, en que si me tenía que morir, por lo menos tenía que verle una vez más. Tenía que aguantar hasta el aparcamiento del instituto, si moría entre sus cálidos brazos, besándole, viendo su rostro por última vez, sería una muerte dulce, la mejor de todas. Podría despedirme de él, decirle que fuera feliz por mí, y mi alma dejaría este mundo en paz para velar por él desde el más allá para siempre.
Aguanté gracias a esa idea el resto del viaje.
- Ya hemos llegado al aparcamiento, Nessie – oí la voz lejana de Jennifer.
- Jacob te está esperando – me dijo Helen.
Al escuchar su nombre, mis células y neuronas se llenaron de adrenalina para cumplir su última misión y pude incorporarme.
Entonces, le vi por la ventanilla de Helen y mi corazón saltó de nuevo; todo mi cuerpo exprimió lo que le quedaba de energía, tenía que intentar llegar a él.
- ¿Es que ese chico nunca tiene frío? – preguntó Alison, sorprendida de que sólo llevara sus pantalones negros cortos y su camiseta verde oscuro, en este último día de septiembre.
- La verdad es que no – logré contestar con una sonrisa apagada.
- Te acompaño – se ofreció Brenda, acicalándose y mirándose en el espejo retrovisor de delante.
- No hay tiempo – le avisó Alison -. Se nos ha hecho muy tarde y nos tenemos que ir ya.
- Sí, nuestros padres nos van a matar – se quejó Jennifer.
- Bueno, ya… me voy, entonces – dije con un hilo de voz, abriendo la puerta del Ford.
- Nos vemos mañana – se despidió Helen.
- Sí – murmuré con un nudo en la garganta ante esa imposible perspectiva.
No tenía fuerzas para despedirme, parecía mentira, pero en los pocos días que las conocía, ya las había cogido cariño.
Me puse en pie como pude, cerré la puerta y les dije adiós con la mano mientras se alejaban.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

2 comentarios:

  1. Dios mio, mjor incluso q la prsecucion de Bella en Crepusculo, fue gnial, nserio no c como lo hacs pro mjoras cada capitulo aun mas!!!
    XoXo

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  2. ¿Qué puedo decir? Excelente, de verdad, genial. Lo amé, en especial la parte en que estan en la habitación de Jake... ¡Que intenso! Bueno, en resumen me fasinó, como siempre. Sigue así!!!

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