= LIBRO UNO =
RENESMEE
Cuando me desperté, lo primero que hice fue tocar el otro lado de la cama, pero Jacob ya no estaba. Seguramente se había ido de patrulla. Miré mi despertador. Era la una y diez de la tarde. Por lo visto, mis padres me habían dejado dormir y no asistir al instituto ese jueves. Me quedé mirando al techo con una enorme sensación de desazón en el pecho, todavía tenía resaca por lo que había decidido de madrugada. Me aovillé, mirando al hueco dejado por Jacob. Su efluvio había impregnado mi almohada y me llegaba. Me incorporé para olerla mejor y hundí el rostro justo en ese sitio. Cuando las lágrimas empezaban a salirme de nuevo, alguien picó a la puerta.
- ¿Se puede pasar? – preguntó Nahuel desde fuera.
- Sí, pasa – contesté, secándome las mejillas y sentándome.
Nahuel entró portando una bandeja repleta de comida y la posó sobre mis piernas.
- Te he traído algo de comer. Pensé que quizás tendrías hambre, ya que ayer no cenaste nada y hoy tampoco has desayunado.
- Oh, gracias. Siéntate, si quieres – le dije, señalándole el otro lado, pero mis ojos se dolieron cuando se sentó en el hueco de Jacob -. Tiene... tiene muy buena pinta, ¿lo has hecho tú? – le pregunté para distraerme, aunque era cierto.
- Sí, Huilen me enseñó a cocinar este plato. En realidad, es lo único que sé cocinar – reconoció, un poco sonrojado -. Espero que te guste.
Le di un bocado y lo saboreé.
- Está muy rico – admití con una sonrisa un tanto desvaída, pues no tenía muchas ganas de sonreír. Me fijé en la rosa roja que había junto al plato -. ¿Y esto? – la alcé para olerla.
- Un detalle. Creí que te alegraría un poco, después de pasarte toda la noche llorando en sueños…
- ¿Llorando en sueños? – repetí, sorprendida.
- Sí, es que en esta casa todos tenemos muy buen oído y desde el salón se te escuchaba…, bueno – carraspeó, visiblemente incómodo -, gimotear el nombre de tu pe… de Jacob – rectificó.
Se me subieron los colores a la cara.
- ¿Di-dije el nombre de Jacob mientras lloraba en sueños? – murmuré, avergonzada; si era así, él lo habría oído, por supuesto.
- Sí, en bastantes ocasiones – suspiró -. Tu padre estuvo apunto de subir un par de veces, pero luego se quedaba quieto como esperando algo y al instante dejabas de llorar. Con eso ya se quedaba más tranquilo.
Me olí el camisón. Estaba empapado del efluvio de Jacob y era bastante intenso, por lo que deduje que si había dejado de llorar, era porque él me había consolado abrazándome o algo. Sin duda, me había llegado su aroma hasta en sueños y eso me había calmado.
- ¿Qué te parece si salimos hoy? – me propuso de repente.
Pestañeé, saliendo de mis pensamientos.
- ¿Qué? ¿Salir hoy?
- Así te animas un poco. ¿Te gusta el arte?
- Bueno, mi padre me ha enseñado algo – le respondí, encogiéndome de hombros.
- Podíamos ir al Museo de Arte de Seattle. He leído en el periódico que tienen una nueva exposición. ¿Has estado alguna vez allí?
- Pues, no – reconocí.
- Bien. Entonces, después de que te acabes eso, iremos.
Inmediatamente, pensé en Jacob. Volvería por la tarde de patrullar con las manadas, y tenía tantas ganas de verle… Pero también recordé lo que me había propuesto de madrugada, y esta era una buena ocasión para alejarme un poco de él, así no le haría daño. Aunque el pinchazo en mi corazón volvió, me aferré a la bandeja y lo solté en contra de su voluntad.
- Vale – acepté, intentando sonreír -. Termino esto tan rico y me arreglo.
- De acuerdo – él sí sonrió satisfecho mientras se levantaba y se dirigía a la puerta -. Te espero abajo, entonces.
En cuanto cerró la puerta, me llevé la mano al pecho.
Cogí el vaso de agua de la bandeja y me lo bebí de unos pocos tragos. Empecé a comer impulsivamente el plato que me había preparado Nahuel, para que no me diera tiempo a pensar. Después, y del mismo modo en que me metí la comida, me levanté, me duché y me arreglé para salir. Lo hice todo con rapidez y sin dejar que mi cabeza rondase en nada más que en las simples acciones que estaba llevando a cabo.
Bajé las escaleras a todo meter y llegué al salón, donde me esperaba Nahuel y mis padres. Nuestro invitado no era el único que sonreía de felicidad. Mamá estaba pletórica, había ganado en su discusión de anoche. En cambio, me sorprendió el matiz que había en el rostro de mi padre. Detrás de su sonrisa, había algo apenado y dolorido. ¿Sería porque sabía lo que me dolía a mí mi propia decisión? No pensar, no pensar, me dije mentalmente.
- Ya estoy, ¿nos vamos? – le dije a Nahuel con una sonrisa puesta.
- Claro.
Después de dar un beso de despedida a mis padres, salí por la puerta con paso diligente y él me siguió.
Alice volvió a dejarle su Ferrari, aunque esta vez fuimos más rápido que la salida del domingo pasado. Me imaginé que se debía a que Seattle está más lejos y había que apretar el acelerador para perder el menor tiempo posible. La imagen de Jacob conduciendo ese coche quería entrar en mi cabeza.
- ¿Te importa si pongo música? – solté de pronto.
- Como tú quieras.
Abrí el departamento de CDs de Alice y rebusqué entre los discos. Encontré uno de ópera y lo puse en el reproductor.
- ¿Te gusta Pavarotti? – me preguntó, extrañado -. Pensaba que ahora te gustaba más el rock.
- Bueno, este disco no está mal – le respondí.
Pavarotti tenía el suficiente chorro de voz para que mi cerebro no pudiera concentrarse ni pensar en nada más. Subí el volumen y miré por la ventanilla para centrarme en el paisaje.
Una vez en el museo, Nahuel me explicó muchas cosas de arte mientras observábamos las obras. Sabía muchísimo, puesto que le encantaba, y en la selva tenía mucho tiempo libre para leerse montañas y montañas de libros sobre pintores, estilos, esculturas… Eso me sirvió para mantener mi cabeza ocupada.
Nos pasamos toda la tarde en el museo y salimos para tomar algo a una cafetería cercana.
- ¿Te ha gustado la exposición? – me preguntó Nahuel, después de pedirle a la camarera nuestras bebidas.
- Sí, mucho. Pero no sabía que tenían tantas cosas expuestas.
- No se puede ver todo en una tarde. Podíamos volver otro día, si te apetece – sugirió con una blanca sonrisa.
- El domingo – propuse automáticamente.
El domingo era un día perfecto. Jacob patrullaba por la mañana, si me pasaba todo el día con Nahuel, no tendría que estar a solas con él por la tarde. Así no le haría daño.
- De acuerdo – su sonrisa se ensanchó -. Iremos este domingo.
La camarera trajo las bebidas y las posó en la mesa. Nahuel extendió el dinero para pagar la consumición.
- No, espera – saqué la cartera de mi cazadora, pero la camarera ya se había marchado -. Tienes que dejarme pagar algo, las entradas eran bastante caras – me quejé.
- Hoy invito yo – contestó, poniéndome una pajita en mi vaso.
- Vale, pero el domingo pago yo – agité mi refresco con la pajita y le di un sorbo.
- Ok – se quedó un rato en silencio, mirándome -. Dime una cosa, ¿te ha pasado algo con Jacob?
El último sorbo se me atragantó y me dio una pequeña tos.
- ¿Por qué lo dices? – intenté disimular.
- Me parece raro que ahora accedas a salir conmigo sin tenerle en cuenta. Además, ayer llorabas…
- No me apetece hablar de eso – le corté tajantemente -. No hemos discutido, ni nada, si es lo que quieres saber.
No me apetecía nada hablar del tema. El dolor se aferró en mi pecho y tuve que volver a beber para mitigarlo un poco.
- Perdona, no quería ofenderte.
Levanté la vista, sintiéndome culpable por contestarle de esa manera, después de todo, había sido muy amable conmigo durante todo el día.
- No, perdóname tú. No quería ser tan brusca.
- No importa – se hizo otro mutismo en el que yo miré por la ventana -. Quiero que sepas que quiero salir contigo, Renesmee – me soltó de repente -. Es decir, si tú quieres.
Me quedé un poco cortada. La verdad es que eso no estaba en mis planes.
- Verás, yo no voy a salir con nadie – le respondí con educación.
Le dio unos sorbos a su bebida tranquilamente.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro – me encogí de hombros.
- ¿Jacob y tú sois… novios? – le costó decir la palabra.
La pregunta me pilló por sorpresa. Tuve que beber para aplacar a mi pobre corazón. Sólo escuchar su nombre mezclado con ese vocablo imposible de realizar, me helaba el alma.
- No – reconocí con un hilo de voz.
- Bien, entonces puedes salir con alguien, ¿no?
- No es eso. Es que a mí no me apetece salir con nadie – le expliqué.
- Que él esté imprimado de ti, no significa que no puedas quedar con otra gente. Él no tiene ningún derecho sobre ti, así que no puede decir nada – me dijo muy cortés.
Crucé los brazos en el pecho para aliviarme.
- No, no lo tiene… - murmuré, casi era un lamento dirigido a mí misma por no poder cumplir ese deseo.
- Entonces, ¿saldrás conmigo de vez en cuando? – me preguntó, sacándose una rosa de la chaqueta y ofreciéndomela.
Pestañeé, sorprendida, y sonreí, halagada.
- ¿Es que también sabes de magia? – cogí la flor y la olí.
- Algo así – contestó con una sonrisa deslumbrante -. ¿Qué me dices? ¿Saldrás conmigo?
Me quedé mirando la rosa, pensativa.
- Si salimos más veces, será solamente como amigos – le aclaré, por si acaso.
- Por supuesto – aceptó, encantado.
Cuando llegamos a casa, Jacob me esperaba en el porche. Estaba apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos, y parecía preocupado.
Tuve que obligarme a mí misma a cubrirme el corazón para no caer en la tentación de seguir mi impulso de ir corriendo a abrazarle, como si le vendase los ojos para que no tuviera que ver semejante agonía.
Jacob extendió su mano para que se la cogiera, así tiraría de mí y me abrazaría, pero frunció el ceño, extrañado, cuando pasé a su lado sin hacerlo.
- Hola, Jake – le saludé como si nada, aunque los pinchazos en mi estómago eran brutales - ¿Qué tal?
Nahuel entró detrás de mí con una sonrisa triunfadora y Jacob le gruñó a su paso.
- Hola – saludé a Alice, Jasper, Emmett y Rosalie, que se encontraban en el salón viendo la tele.
Me correspondieron saludándome con la mano.
- ¿Dónde están mis padres?
- En su cabaña – respondió Alice, sonriendo con picardía. Puse los ojos en blanco -. Tu madre parecía muy contenta hoy.
Jacob traspasó la puerta como una exhalación y se colocó a mi lado.
- ¿Cómo que qué tal? – me preguntó, enfadado -. ¿Dónde has estado? Estaba muy preocupado por ti, ¿sabes?
- ¿A ti qué más te da? – le replicó Nahuel.
- Oye, tú no te metas en esto – le contestó Jacob, apretando los dientes -. Estoy hablando con ella.
- He salido con Nahuel y hemos ido a Seattle – le respondí lo más tranquila que pude, de camino a la cocina.
- ¿A Seattle? – repitió, sorprendido, siguiéndome.
- Sí, al Museo de Arte, para más señas – apuntilló Nahuel con una sonrisita de autosuficiencia, detrás de nosotros.
- ¿En qué estabas pensando, Nessie? – protestó, nervioso, con la mano en la cabeza -. ¿Y si hubiera aparecido ese licántropo? Yo no estaba allí para protegerte.
- Estaba conmigo. Yo la hubiera protegido – intervino nuestro invitado.
- Venga ya – replicó Jacob, irritado, parándose en seco -. ¿Sabes cómo es ese bicho?
- Perdona, pero yo también sé pelear. Estoy acostumbrado a matar animales de gran tamaño en la selva y…
Jacob le ignoró y se puso delante de mí.
- ¿Sabes lo preocupado que estaba por ti? – murmuró, cogiéndome por los hombros para forzarme a parar en la puerta de la cocina.
Sus ojos reflejaban y verificaban lo que estaba diciendo. Empezaban a llamarme, a decirme que le abrazara, que le acariciara, que le besara. Me pedían a gritos que le dijera que le amaba, que le necesitaba, que yo era suya, que siempre estaríamos juntos. Pero esto último no podía garantizarlo, ya que seguramente no era buena para él. Si terminaba haciéndole daño, sus pupilas volverían a estar angustiadas, sólo que para siempre. Tenía que ser fuerte. Tenía que hacerlo por él. No podía seguir mirando sus ojos, me dolía demasiado, el corazón se me encogía en el pecho.
Bajé la mirada y busqué una salida rápida, algo que me aportara valor y entereza, algo que protegiera mi corazón para que estuviera resguardado y a salvo. Tenía que taparlo, no dejarlo al descubierto y que se viera vulnerable y débil, Jacob no podía verlo así o no sería capaz de llevar a cabo mi misión.
Entonces, sólo encontré una coraza para envolverlo.
- Pues no tenías que estarlo – le contesté con rudeza, apartándole para que me dejara pasar -. No me imagino a un licántropo en el museo.
Jacob se quedó parado en la puerta con la misma expresión que cuando entré por la de casa, pero enseguida se puso a mi altura.
- ¿Por qué estás enfadada conmigo? – me preguntó, molesto.
- No estoy enfadada – respondí sin mirarle.
Saqué un vaso de tubo del armario y lo llené de agua para meter la rosa. Jacob se quedó mirándola y frunció los labios con rabia.
- ¿Qué le has dicho? – le gruñó a Nahuel, que estaba detrás de nosotros -. ¿Te has inventado alguna mentira para que salga contigo hoy?
- No me ha hecho falta – presumió éste con una sonrisa altiva -. Y tampoco para que salga conmigo el domingo, ella me lo ha propuesto.
- ¿Cómo? – se giró hacia mí, algo descompuesto -. ¿Le… le has pedido que salga contigo el domingo?
Cogí otro vaso y también lo llené de agua, pero este para bebérmelo.
- Bueno, me apetecía – me encogí de hombros -. Hay muchas cosas que ver en el museo.
- Nessie, ya hemos hablado de esto – empezó a quejarse, otra vez nervioso -. Ya te dije que este tío…
- Ay, Jake – suspiré, como cansada -. No empieces con tus cosas.
Dejé el vaso en la meseta y me dirigí al salón. Jacob me siguió y me agarró del brazo para detenerme.
- Quiero hablar contigo – me pidió, cabreado.
- ¿Por qué no la sueltas y la dejas en paz? – protestó Nahuel, cogiéndole del suyo.
- ¡Ya te dije que no te metas! – rugió Jacob, soltándome para darle un empujón.
Nahuel salió disparado hacia atrás y se estampó contra la pared. Los paneles de madera que recubrían esa parte se quebraron con el choque. Éste se incorporó y se puso en posición de ataque, retirando el labio para enseñar los dientes.
Jasper se levantó y, en una fracción de segundo, estaba entre los dos, utilizando su influencia mental para que se relajaran los ánimos.
- Adelante, ¿por qué no intentas morderme? – le retó Jacob, gesticulando con los dedos para que se acercase -. Atrévete a tocarme otra vez, maldita garrapata.
- ¡Chucho asqueroso! – masculló Nahuel, rechinando los dientes.
- Eso es, vamos, muestra tu verdadera personalidad – siguió él, provocándole.
- ¡Basta! – ordenó Jasper.
- ¡Jacob, te has pasado! – le di un pequeño codazo para apartarle y corrí hacia Nahuel, verificando que no estuviese herido.
- ¡Ha empezado él! – protestó.
- Pídele disculpas ahora mismo – le mandé, enfadada.
- Ni hablar – contestó, riéndose con insolencia, mientras caminaba hacia el sofá.
Se repantingó tan tranquilo, con chulería, y cogió el mando de la tele para poner un partido.
- Eres igual que un crío – le criticó Alice.
Jacob se cruzó de brazos y no le hizo ni caso.
Suspiré, cansada.
- Lo siento, ¿te ha hecho daño? – le pregunté a Nahuel.
- No, no te preocupes.
- ¿No vienes a sentarte conmigo, Nessie? – escuché que me demandaba Jacob.
- No, me voy a la cama – le respondí con voz seca.
- ¿No quieres oír lo que me contó Charlie del torso y la cabeza? – me pinchó, sonriente.
Eso había llamado mi atención, y la del resto de mi familia también. Todos se giraron hacia él y yo me dirigí con rapidez al sofá.
- ¿Ya se sabe algo? – quise saber, sentándome junto a él.
Nahuel se acomodó en el sillón de al lado y ambos se dedicaron unas miradas de advertencia.
- La cabeza es de una mujer, así que eran dos personas – empezó a explicar -, y fueron víctimas del mismo asesino. Los dos fueron descuartizados con algo dentado, serrado, y con una fuerza bestial. Según los forenses, el torso fue abierto con un cuchillo o un bisturí muy afilado, ya que fue rajado de un solo movimiento.
- Dientes aserrados, garras como cuchillas. Eso coincide con…
- Sí. Yo también estoy seguro de que fue ese asqueroso licántropo – me cortó -. Ayer, cuando iba tras él, pude comprobar sus cuchillas.
- ¿Cómo que pudiste comprobarlo? – no me gustaba nada esa frase.
- Bueno, verás. Estaba persiguiendo a esa cosa, ¿no? – comenzó a gesticular con las manos para montar mejor su película. Rosalie ya estaba poniendo los ojos en blanco, desesperada por los rodeos que siempre daba Jake para contar algo -. Corríamos a toda velocidad entre los árboles, porque ya te digo que es muy rápido, y entonces, de repente se gira hacia mí y ¡zas! – hizo el gesto de un zarpazo -. Si no llego a saltar a tiempo, me raja en dos – mi semblante se iba poniendo blanco a cada instante -. Menos mal que tengo buenos reflejos y sólo me tajó un poco.
- ¿Te… te tajó?
- Sí, nah, un poco aquí – se señaló el costado con la mano.
- ¿Dónde? – inquirí, asustada, mientras le levantaba la camiseta para mirarle.
- Aquí – dijo, frotándose la zona con el dedo -, pero, ¿ves? Ya no tengo nada, así que no te preocupes.
- ¿Que no me preocupe? – murmuré.
- Eres un idiota, Jacob – le regañó Alice -. Podía haberte matado, lo sabes, ¿no?
- Tenías que haber esperado por Edward y por mí – expuso Emmett -. Tres son mejor que uno.
- Pues estuve apunto de pillarle – se defendió él -. Pero luego se subió a los árboles como un mono y se me escapó – resopló con chasco -. Podía haber cambiado de fase y seguirle como humano – dijo, pensativo, como si lo estuviera teniendo en cuenta para futuras veces.
- ¡Ni se te ocurra! – le reñí, inquieta -. Además, no vas a volver a perseguirle, y menos tú solo.
Jake puso los ojos en blanco y suspiró.
- Bueno, tengo algo más – continuó, reprendiéndome con la mirada -. Al parecer, han aparecido más cuerpos descuartizados en los alrededores de Port Angeles y de Seattle – recalcó, cambiando la vista hacia Nahuel. Acto seguido volvió a mirarme -, por lo que deduzco que su radio de acción es mucho más amplio de lo que pensábamos.
- ¿Ta-también en Seattle? – tartamudeé.
- Eso es muy lejos – afirmó Jasper -. Es raro, cambia de territorio muy deprisa.
- Está buscando una buena zona de caza – declaró Emmett.
- No lo entiendo – dijo Alice.
- Es un cazador, un depredador – aclaró él -. Seguramente está catando el tipo y número de presas y valorando los posibles contrincantes que pueda tener, para fijar su radio. Actúa solo, no va en manada como los metamorfos, así que tiene que asegurarse un buen territorio sin enemigos potenciales a la vista.
- Exacto – ratificó Jacob -. Por eso tenemos que estar en alerta hasta que se quede en un sitio. Después, podremos atraparle con más facilidad.
- Aún no ha trascendido a la prensa. Eso nos facilitará las cosas – manifestó Jasper.
- Sí, pero tiene a la policía en jaque y están bastante mosqueados, habrá que ir con cuidado. Charlie hace lo que puede aquí en Forks, pero no tiene influencia en otros sitios – expresó Jacob, pasándome el brazo por los hombros.
Mi tío asintió con gesto reflexivo.
- Bueno, me voy a cenar – dije, retirando el brazo de Jake y levantándome para ir a la cocina -. ¿Quieres cenar algo, Nahuel?
Jacob se levantó como una exhalación y se quedó a mi lado, mirando a éste con desplante.
- No, gracias – contestó el invitado -. Me reservaré para cazar algo mañana.
- Como quieras.
Entré en la cocina, con Jake detrás de mí, y abrí la nevera.
- ¿Te apetece un plato combinado o algo así? – le pregunté mientras ojeaba el interior del frigorífico.
- Vale – aprobó, sacando el mantel del cajón de la mesa -. Ah, casi se me olvida. Esta tarde me llamó Brenda.
Uno de los huevos que llevaba en la mano se me cayó al suelo.
- Mierda – mascullé, posando el resto de los huevos en la meseta.
Saqué un paño del armario bajo el fregadero, lo mojé y lo escurrí.
- Espera, ya lo limpio yo – me dijo, quitándome el paño -. Tú vete friendo eso.
Tiró los trozos de cáscara a la basura y empezó a pasar el suelo. Saqué la sartén, vertí aceite y encendí la vitrocerámica.
- Me dijo que se te había olvidado la mochila y las compras en el coche de… ¿cómo se llaman?
¿Por qué sólo se acordaba del nombre de Brenda?
- Alison y Jennifer – le recordé, aparentando normalidad.
- Sí, eso – se acercó al fregadero para aclarar el paño -. Pero no te preocupes, ella se encargó de guardarlo todo y ya me lo dio. Lo tienes en tu habitación.
Mi respiración se contuvo automáticamente.
- ¿Cómo que ya te lo dio? – mi voz empezó a sonar algo irritada.
- Como tú no estabas – me echó en cara -, quedamos en el instituto y me lo dio todo – se apoyó de lado en la meseta, con las manos en los bolsillos, y se quedó mirándome.
- ¿Te preguntaron por mí? – inquirí para intentar sonsacarle más información sin que se me notara.
- ¿Quién?
- ¿Quién va a ser? Mis amigas – resoplé.
- Ah, no estaban allí. Solamente vino Brenda – se encogió de hombros -. Le dije que estabas enferma, aunque no me preguntó nada, la verdad.
Desvié la mirada. Empecé a repiquetear los dedos en la encimera, esperando a que se calentara el aceite de una vez. Sin embargo, lo único que se calentaba era mi cabeza. Intenté no pensar en ello, pero la imagen de Brenda tonteando con Jacob se instaló en mi cerebro sin poder evitarlo y todos mis celos estallaron.
¿Cómo es que Brenda le había llamado? ¿Por qué tenía su teléfono? El aire se me salió sonoramente de los pulmones cuando caí en ello. Esa descarada había rebuscado en mi mochila y había cotilleado en mi agenda. Ahora tenía su número, seguro que le llamaba hasta la saciedad, hasta que consiguiera su objetivo. Ya había logrado quedar con él a solas, a saber qué le había dicho. Rechiné los dientes con rabia.
Jacob cogió una manzana del frutero y empezó a jugar con ella, lanzándola arriba y abajo.
- Estuvimos charlando hasta que se nos hizo tarde, así que la llevé a casa en la moto – comentó tan tranquilo.
- ¿Que la llevaste a casa? – le pregunté, sin poder ocultar mi molestia.
Y encima, en la moto. Ya me la imaginaba bien amarrada a él, babeando, sobándolo entero. Mis muelas estaban apunto de romperse.
- Tiene una casa muy bonita, su cuarto es una pasada.
- ¡¿Entraste en su cuarto?! – bufé, enfadada. Para mi asombro, se rió con satisfacción -. ¡Jacob, no se de qué te ríes! ¡A mí no me hace ni pizca de gracia!
- ¡Era una broma! – siguió carcajeándose.
- Eres un idiota – le recriminé, mirándole con cara de odio.
- Ese aceite creo que ya está caliente – señaló la sartén con el dedo sin dejar de sonreír.
Me giré hacia la vitrocerámica, airada, y bajé un poco la temperatura.
- Estaban todas tus amigas – me explicó, dejando la manzana en su sitio -. Brenda me dio las cosas y me fui.
Aunque no le miraba, podía notar sus penetrantes ojos clavados en mí y empecé a ponerme nerviosa. Agarré un huevo y lo eché tan deprisa, que se me rompió en la sartén.
- Vaya, hombre – me quejé.
Jacob cogió la espumadera y lo sacó, depositándolo en un plato. Se arrimó a mí por detrás y tomó otro huevo. Estaba demasiado cerca, tenía que alejarle, mi corazón ya empezaba a palpitar alocadamente. Me cogió la mano izquierda y me lo pasó, rodándolo con delicadeza por mi palma. Colocó sus manos sobre el dorso de las mías, a modo de marioneta, y me hizo cascar el huevo dándole un golpecito con el borde de la sartén para abrirlo y dejarlo caer en el aceite.
Las dos cáscaras acabaron sobre la vitrocerámica, se me resbalaron de las manos cuando acercó su frente a mi sien y entrelazó sus dedos con los míos.
- Hoy te he echado mucho de menos – me susurró en el oído a la vez que cruzaba nuestros brazos y me pegaba a él.
Todo el vello se me puso de punta al sentir su ardiente aliento, y mi cuerpo y la pulsera comenzaron a reaccionar como siempre.
Tenía que pararlo, tenía que pararlo. Si no, le haría mucho daño. Cerré los ojos y apreté los párpados con fuerza. Tenía que cubrir mi corazón otra vez con la coraza para que me fuera más fácil no sucumbir. Respiré hondo y me obligué a no pensar.
- Se me está pasando el huevo – dije, soltándome bruscamente de su abrazo. Cogí la espumadera y lo saqué para dejarlo en el plato -. Jake, si te quedas ahí, no puedo hacer la cena – protesté, al ver que seguía detrás de mí.
- Perdona – contestó con gesto contrariado, poniéndose a un lado.
Eché otros dos huevos; huevos que también se me rompieron.
- Creo que será mejor que los fría yo y tu vayas haciendo el puré de patata – señaló, quitándome la espumadera.
- Antes voy a poner la mesa – recogí el mantel y me dirigí a la puerta de la cocina.
- ¿A dónde vas? – preguntó, extrañado.
- Me apetece cenar en el salón.
- Pero si no hay mesa – me recordó -. Tu padre se la cargó, ¿no te acuerdas?
- Ah, sí. Es verdad – me mordí el labio, pensativa.
No me quedaba otro remedio que cenar a solas con él.
Puse la mesa y terminamos de hacer la cena. Como siempre se sentaba junto a mí, no le tenía enfrente y mis ojos no enfocaban a los suyos. La mesa era grande, así que ni siquiera nos tocábamos, ya me había encargado de poner los platos lo suficientemente separados. No obstante, Jacob corrió su silla un poco para acercarse más a mí y no me quedó otro remedio que aguantar mi sufrimiento toda la cena para evitar sus atrayentes roces mientras me contaba todo lo que había hecho en el día.
Acabamos de cenar y fregué los platos a toda prisa para subir a mi habitación de igual modo.
Le dije a Jake que estaba muy cansada y que quería dormir, para que no entrara en mi dormitorio, aunque no tenía ni pizca de sueño. Él se limitó a asentir con un movimiento de cabeza. Me invadió el dolor en el pecho cuando cerré la puerta y se quedó en el pasillo con el rostro insatisfecho y confuso.
Me apoyé en la puerta, pensando que esto me iba a parecer imposible. Odiaba verle así, tan preocupado y confundido. Sabía que tarde o temprano tendría que aclararle las cosas, hablar con él para decirle que no podíamos ser más que amigos, pero también me daba cuenta de que todavía no estaba preparada para enfrentarme a eso. Si se lo decía ahora, él no se rendiría tan fácilmente, intentaría convencerme y lo conseguiría. Eso era seguro, mi corazón sucumbiría sin dudarlo, mi coraza aún no era tan fuerte como para soportar semejante embiste. Tendría que esperar un poco hasta fortalecerme y después se lo diría. Le mentiría, si era necesario, diciéndole que no le quería. Con el tiempo, él lo aceptaría, a mí se me pasaría y seríamos mejores amigos como siempre. Podríamos estar así toda la vida y entonces él no sufriría por mí jamás, porque no le habría dado ningún plato a probar.
Toda la vida así, se me escapó pensar.
Un nudo se aferró brutalmente a mi garganta y mi corazón sufrió un intenso pinchazo.
Se me pasará, no pensar, no pensar, gritó mi mente mientras me llevaba la mano al pecho.
Me separé con rapidez de la puerta y me dirigí al vestidor para ponerme el camisón con el mismo impulso. Me metí en la cama y apagué la luz de mi mesilla. Obligué a mis ojos a cerrarse y a que se mantuvieran así, pero se abrieron de repente cuando percibí el efluvio de Jacob. Estaba por mi camisón, por mi edredón y por mi almohada.
Mi cuerpo se giró solo para echarse en su hueco y mi rostro se hundió en la almohada para inhalar su olor con añoranza.
Se me pasará, me repetí, aovillándome para cubrir mi dolorido corazón.
No sirvió de nada. Mi mente pegó otro grito de rabia y el nudo reventó en mi faringe, dejando escapar todas las lágrimas.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
MILLON GRACIAS POR SUBIR LOS SIGUIENTES CAPI LOS QUE VOY LLEYENDO ESTAN DE INFARTO. ESPERO CON ANSIAS LOS DEMAS GRACIAS
ResponderEliminarEl viernes subiré mas
ResponderEliminargracias por subir espero con ansias los siguientes capitulos.....
ResponderEliminarno me gusta la actitud de nessie si ama a jake por que hace eso ...igual es una opinion y....te agradesco por subir los capitulos....:)
ResponderEliminarPaciencia, paciencia ^^
ResponderEliminarNessie es inexperta, ella no es como las demas adolescentes, que han tenido mas años de experiencia en la vida, han vivido mas cosas. Pero Nessie ha crecido en solo 6 años, no tiene vivencias, en un mes y medio, ha descubierto muchas cosas y tiene que adaptarse a todo ^^
Bien, si Nessie ha hecho eso es precisamente porque lo ama con toda su alma, porque piensa que le puede hacer daño a Jacob en un futuro. Piensalo bien, el esta imprimado, siempre sentira eso por ella, siempre estara con ella, ¿que pasa si luego la cosa no sale bien y rompen? ¿como se quedaria Jacob? Eso es lo que nessie se ha planteado (por culpa de Bella) y ella lo ama por encima de todas las cosas, incluso por encima de ella, y CREE (lo recalco porque luego vera que se equivoca ;) ) que esto es lo mejor para el, y CREE que ella lo podra superar... ¿podra?
Pero ya veras, ya veras... Paciencia ^^
¡¡Y muchas gracias por leerlo a todas!!
Para cualquier duda que tengais, aqui estoy!! XD
Muchas gracias al blog por colgarme los capis XD
Un besazo!!
Me esta encantando esta historia!! Por favor continua.
ResponderEliminarBesos
Es pero que llegue el viernes pronto o en mi caso el lunes porque me voy de viajes, asi pasare por tu blog ese dia :). me encanta tu historia, y pasen por el mio! besos bye.
ResponderEliminarMUY BUENOS TODOS ESTOS CAPITULOS QUE SUBISTE..... POR FAVOR NO DEMORES TANTO EN COLOCAR LOS PROXIMOS CAPITULOS..... ESTAN TAN INTERESANTES QUE ES DIFICIL ESPERAR POR LOS SIGUIENTES.... PORFA .....
ResponderEliminarTE FELICITO POR EL ENFOQUE QUE LE ESTAS DANDO A NESSIE Y A LOS PERSONAJES.... DE VERDAD ESCRIBES MUY BIEN..... SIGUE ASI.... Y COMO DESCRIBES A JACOB ME ENCANTA!!! SU FORMA DE SER SEGUN LO QUE TU PLANTEAS ESTA SUPER..... SUBE MAS CAPITULOS.....
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