Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
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  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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sábado, 7 de mayo de 2011

VENGA, VENGA, QUE EMPIECE EL ESPECTÁCULO DE UNA MALDITA VEZ [DESPERTAR]

= LIBRO DOS =
JACOB


Se armó un revuelo bastante gordo cuando aparecí en mi forma humana ante los ojos de todos los presentes. Y no solamente por los testigos y la guardia de los Vulturis, que estallaron en exclamaciones de asombro y desconcierto, mi manada estaba con los nervios de punta y los Cullen, más nuestros aliados, no se podían creer lo que acababa de hacer.
Todas las féminas de mi alrededor, y también Leah – cosa estúpida por su parte, porque ya nos tenía muy vistos a todos nosotros -, giraron los rostros hacia otro lado, un tanto avergonzadas.
En cambio, la rubia canija no se cortó un pelo. Alzó una ceja, sorprendida, y me echó un buen vistazo de arriba abajo. La comisura de su boca se elevó levemente como aprobación, seguramente no había visto a un hombre desnudo en su vida.
Sam, Seth y Leah – ésta con su afilado hocico todavía ladeado - corrieron enseguida para rodearme y cubrirme con sus cuerpos y pude agacharme tranquilamente para desatar mi cinta de cuero, resultaba un poco humillante tener que hacerlo delante de toda esa chusma. Me puse los raídos pantalones y me libré por fin de tener que alargar la bochornosa exhibición más tiempo.
Cuando terminé, mis compañeros volvieron a sus posiciones y me coloqué junto a Edward, que me echó una bronca con la mirada, cosa que me importó un bledo.
Aro alzó la mano para que se callasen todos sus secuaces y se quedó mirándome otra vez alucinado. Cayo cambió la expresión inicial de asombro para fruncir de nuevo su blanco y poblado ceño y el otro viejo seguía con cara de aburrimiento total, si no fuera porque tenía los ojos abiertos, juraría que estaba durmiendo.
- Celebro conocerte al fin, Jacob Black – me dijo Aro finalmente, con una amabilidad excesiva -. Me refiero en persona, por supuesto – volvió a bromear, y posó con una sonrisa mal simulada.
No me sorprendió que supiera mi nombre. Tenía esos vídeos grabados por el Zanahorio, en alguno habría salido, seguro. O tal vez se lo hubiese dicho esa garrapata de Nahuel.
No le dije nada, me limité a levantar la barbilla para mirarle con desprecio.
- Para ser mitad hombre, mitad animal, eres un joven muy apuesto. No me extraña que nuestra hermosa Renesmee se confundiera y cayera en la tentación – genial, ahora me peloteaba, si es que a eso se le puede llamar así. La enana rubia volvió a levantar las cejas y el labio mientras me daba otro repaso descarado. Pude escuchar el involuntario rechinar de dientes de Bella, aunque creo que le salió más en honor a Nessie, que por ella misma -. Desde luego, he de perdonarle ese fallo.
Pasé de su estúpido comentario, no tenía tiempo para discutir.
- Ve al grano y dime lo que quieres – le apremié hoscamente.
Se hizo otro runrún de voces al fondo de sus filas y Edward volvió a matarme con la mirada.
- Es tu alegato, debes hablar tú – me instó con la mano.
- Yo no tengo nada que alegar, porque no hemos hecho nada malo – le respondí sin cambiar de actitud. Edward ya empezaba a resoplar por las napias, nervioso -. En realidad, no tengo por qué darle explicaciones a nadie.
- ¡Entonces, ¿no te arrepientes?! – se indignó el vejestorio canoso.
- Te repito que no hemos hecho nada malo, así que por supuesto que no – contesté sin dudas, molesto.
Los murmullos subieron de volumen, condenándome automáticamente al infierno.
- ¡Ya está todo dicho! ¡Este salvaje debe ser castigado! – exigió Cayo, haciendo aspavientos con los brazos.
- ¡¿Qué me has llamado?! – protesté, cabreado, echando el cuerpo hacia delante.
Estaba que botaba a la mínima. Encima que la habían secuestrado, que me la habían arrebatado de mi lado sin ningún derecho, nos trataban como a dos depravados. Y, además, ya estaba más que harto de todo este circo absurdo.
Edward me interceptó, a la vez que mis hermanos gruñían sin cesar.
- ¡Tranquilízate, Jacob! – me pidió -. Por favor – me cuchicheó entre dientes -, hazlo por Renesmee.
En cuanto vi el temor de que le hicieran daño, en sus ojos, mi cuerpo se paralizó y no me quedó más remedio que hacerle caso. Tuve que respirar bien hondo para relajarme un poco.
- Paz, hermano – solicitó Aro una vez más, dirigiéndose a la momia de greñas blancas, que ya estaba resoplando de nuevo -. Todavía queda mucho por platicar. Tenemos tiempo de sobra para impartir justicia. Además, siempre se puede llegar a un acuerdo para no condenarle. ¿No es cierto, Jacob? – sugirió, girándose hacia mí.
- ¿A qué te refieres? – pregunté, aunque ya lo sabía de sobra.
- Estaría dispuesto a hacer una excepción, si tuvieras a bien hacer un trato conmigo.
- Nosotros no hacemos tratos con vampiros. Nos los cargamos – declaré, mirándole otra vez con desplante.
Edward ya se estaba llevando la mano a la cabeza.
- ¡Esto es inadmisible! – condenó Cayo -. ¡Asesinan a vampiros y lo dice tranquilamente!
Los testigos rompieron otra vez el silencio de la noche con sus protestas y sus demandas para que me echasen a la hoguera directamente.
- ¡Oye, sois vosotros los que venís a nuestro territorio! – repliqué enérgicamente mientras la mano de Edward ya le caía sobre la cara -. ¡Sois vosotros los que os metéis en nuestros bosques para…!
- Lo que Jacob quiere decir – me cortó Edward, para mi enorme disgusto -, es que ellos no van buscando vampiros para matarles. Esos vampiros invaden sus bosques continuamente y los lobos solamente se limitan a defender su territorio. Son una especie pacífica, ellos más que nadie desearían la paz.
Paz no es la palabra que yo hubiera escogido, más bien su extinción, a excepción de los chupasangres como los Cullen o los de Denali, claro, que no tomaban sangre humana.
- No te creería si no fuera porque tengo la prueba delante, mi estimado Edward – manifestó Aro -. No estaríais todos en el mismo bando si eso no fuera así – admitió. Luego, osciló su traslúcido semblante hacia mí una vez más -. Por eso creo que podríamos llegar a un acuerdo, ya que no tienes alegaciones que te salven – insistió, y sus ojos volvieron a Edward -. Si no fuera porque sois vosotros, impartiría justicia ahora mismo. Sin embargo, me da mucha pena toda esta situación y me veo obligado a ser indulgente en este caso.
- En realidad, nosotros sí que tenemos nuestras alegaciones – apeló Carlisle, haciendo que el vampiro chiflado se volviera para mirarle a él con una cara que delataba a las claras el trastoco de sus planes.
- ¿Vosotros? – y su vista bajó a la carpeta del doctor -. ¿Qué tenéis que alegar?
Carlisle carraspeó y empezó con su interpretación personal.
- Si me dieras tu consentimiento, y sé que lo harás, dada tu generosidad y benevolencia – eso sí que era pelotear -, me gustaría enseñarte los resultados de unas investigaciones genéticas que he realizado junto a nuestro querido amigo Louis.
- ¿Louis? ¿Qué tiene que ver él con esto? – quiso saber, torciendo el gesto sin comprender. Vaya, al parecer también lo conocía -. ¿Y qué son esas investigaciones genéticas de las que hablas?
Doc abrió la carpetilla y sacó unos cuantos folios. Aro cruzó una fugaz mirada con Cayo, que observaba atento y desconcertado.
- Cuando nuestra pequeña Renesmee nació, me permití tomarle unas muestras de sangre para analizarlas – comenzó a explicar -. No pude evitarlo, ya sabes cuánto me apasiona el mundo de la genética.
- Sí, lo sé – asintió Aro sin cambiar la expresión de su asqueroso semblante de papel cebolla.
- Bien. Hace unos meses tuvimos un problema con un licántropo.
- ¿Con un licántropo? – repitió el viejo chiflado.
Los ojos de Cayo se abrieron como platos.
- Sí, estaba… obsesionado con Renesmee. No hacía más que perseguirla.
- ¿Cómo que obsesionado? – interrogó Cayo.
- Eso no es relevante ahora – objetó el doctor -. Solamente lo mencioné para explicar el resto de mi alocución.
- Explícate, amigo mío – le rogó Aro -. Todo puede ser importante.
Carlisle tomó aire y lo soltó con el semblante lleno de disconformidad.
Yo resoplé, preso de mi desquicio. Esto se iba a alargar más de la cuenta y necesitaba ver a Nessie ya, comprobar que estaba bien, estrecharla entre mis brazos, olerla, besarla...
- Como ya sabéis, los Hijos de la Luna basan la continuidad de su especie en infectar a otros – empezó a aclarar -, pero ese licántropo fue creado con una manipulación genética que, además, le permite reproducirse para perpetuar su existencia – los párpados semitransparentes de los dos Vulturis se levantaron casi hasta las cejas. El doctor volvió a mirar a Edward con la misma prudencia que en aquella ocasión en la que nos había explicado todo esto a nosotros y éste asintió con resignación -. Es decir, él la veía como una posible hembra con la que aparearse.
- ¡Es repugnante! – bramó el vejestorio canoso con cara de asco mientras se levantaba otra polvareda de murmullos entre sus filas.
- Desde luego, hermano – apoyó Aro. Entonces, clavó sus gelatinosos ojos en mí con una fingida inocencia que me sacó de mis casillas -. Renesmee tiene muy mala suerte. Parece que tiene algo especial que atrae a las bestias.
Me envaré y le gruñí, furioso, tapando un poco los gruñidos de Bella y Edward y las protestas a mis espaldas. Jasper tuvo que hacer uso de toda su influencia para que pudiéramos controlarnos.
- ¿Y dices que fue creado con una manipulación genética? – preguntó el Vulturis canoso en un tono de reprobación total.
- Así es – asintió Carlisle.
- Tendremos que hacerle una visita a quien a creado a semejante engendro – determinó Aro, girando la cara hacia Cayo, que aprobó con un movimiento de cabeza -. ¿Quién habrá sido?
- Ya le conocéis – informó Edward -, y ya le habéis visitado.
- ¿Sí? ¿Quién es? – quiso saber el decrépito chiflado, arrugando las cejas con extrañeza.
- Joham – reveló Carlisle.
- Ya sabes, el papaíto de tu querido soplón Nahuel – intervine, con una voz que me salió más áspera de lo pretendido -. Ese científico tarado lo creó para regalárselo a la garrapata de su hijo.
No me molesté en mirar a Edward, por la vibración de su tórax, supe que no le habían gustado nada mis formas.
- ¿Joham se lo regaló a Nahuel? – exclamó Aro, visiblemente sorprendido.
- Hicimos bien en acabar con ese Joham – determinó el viejo chupasangres de pelo blanco -. Me imagino que Nahuel lo rechazaría – bufó, enfadado, a modo de pregunta.
- Desgraciadamente, se lo quedó. Él mismo lo crió y lo adiestró, y lo utilizó después para intentar matar a Jacob y hacerse más fácilmente con nuestra hija – manifestó Edward, apretando la mano de Bella para que ésta se relajara a la vez que yo lo hacía con mis dientes al recordar -, pero no contó con que el licántropo se obsesionara con ella.
Se hizo un silencio teñido de confusión.
- Eso no es lo que nos contó Nahuel – cuestionó el Vulturis después de un par de segundos.
- Os ha engañado, Aro – aseguró Edward con firmeza -. Lo único que buscaba era venganza ante la negativa y el rechazo de Renesmee.
- Es imposible, yo mismo vi su mente – dudó.
- También yo se la había visto cuando vino a visitarnos a nuestra casa, y me parecía completamente de fiar, pero, al parecer, utiliza una especie de escudo.
- ¿Un escudo? – Aro no podía creérselo.
En ese momento, sus ojos se encontraron con los de Eleazar y su mirada dejó entrever que no le quedaba más remedio que aceptar la revelación de Edward.
- Sí, es como un espejo, solamente refleja lo que él quiere que los demás crean y deja ver lo que él quiere que vean. La propia Alice sólo ve las partes de su futuro que él le deja ver. Es un ilusionista, lo ha heredado de su padre – declaró Edward con dureza -. Os ha utilizado.
- ¡Es intolerable, Aro! – gritó Cayo, muy mosqueado - ¡Es un traidor!
- ¡Sin duda! – protestó el vejestorio chiflado, ofendido -. ¡Bien, que lo traigan ante mí! – ordenó, haciéndole una señal con la mano a su guardia.
Dos de los encapuchados salieron de su formación para dirigirse como proyectiles a una de las zonas arboladas que estaría a un par de kilómetros de sus espaldas, distancia suficiente y deliberadamente estudiada para que Edward no pudiera escanear nada.
- ¡¿Nahuel está aquí?! – gruñí, envarándome.
La sed de venganza empezó a llenar mi cuerpo de convulsiones, preparadas para estallar en cuanto lo viera.
- Contrólate – me cuchicheó Edward con una voz extremadamente baja, interponiéndome su brazo otra vez -. Lo habían traído para declarar en nuestra contra, pero esto ha trastocado todos sus planes. Es un punto a nuestro favor.
Aún así, la tentación era muy fuerte…
Las cejas se me bajaron hasta los ojos cuando los espectros regresaron tan rápidos como flechas, sin la compañía de Nahuel.
- Ha huido – desveló Edward antes de que a uno de los chupasangres le diera tiempo a cuchichearle lo mismo a Aro al oído.
Los testigos de los Vulturis se agitaron con asombro y protesta, y yo tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para tragarme mis ansias de venganza, la engullí tan fuerte, que me hizo hasta daño.
Cayo y Aro se quedaron con cara de idiotas durante un par de segundos, aunque el último enseguida recompuso la compostura.
- Parece que vamos a tener que esperar un poco para impartir justicia con ese traidor, mi querido hermano – le dijo, poniendo una mueca a modo de sonrisa.
- ¡Cuanto antes, mejor! – voceó la momia de pelo blanco.
- No hemos de preocuparnos – le calmó Aro -. Seguro que Demetri hará bien su trabajo y le encontraremos, ¿verdad? – dijo, dirigiéndose al mencionado.
- Por supuesto, maestro – le respondió él, asintiendo bajo su capucha.
- Bueno, ¿por dónde íbamos? – siguió para desviar la atención de su evidente y ridículo descuido, mientras juntaba las manos.
- Estábamos hablando de ese Hijo de la Luna depravado. Ese engendro no hubiera existido nunca si no hubiera sido creado a partir de los experimentos y juegos genéticos – criticó Cayo con manifiesta intencionalidad.
- Ah, sí. ¿Veis por qué hay que evitar la mezcla de especies diferentes, mi adorable pareja? – continuó Aro, hablando para Edward y Bella -. ¿Comprendéis ahora por qué tenemos que prohibir estas aberraciones, por qué hemos tenido que salvar a vuestra hija?
No pude evitar gruñir por lo bajo.
- Si no te importa, todavía no he empezado con mi alegación – le interrumpió Carlisle, trayendo un poco de cordura en ese ambiente tan tenso.
- Oh, por supuesto – aceptó, tapando su disgusto con una sonrisa falsa, al contrario que Cayo, que no lo disimulaba nada.
- Como intentaba explicar antes, el problema con ese licántropo me llevó a tener que investigar más sobre ellos, así que llamé a Louis para comentárselo y él me desveló que podía tratarse de alguna manipulación genética, ya que había visto numerosos casos en algunos libros de su amplia y antigua biblioteca. Se ofreció a ayudarme y yo partí junto con mi esposa a Paris para visitarle.
››Ahora bien, hace casi siete años, cuando Renesmee estaba en el vientre de Bella, descubrimos muchas coincidencias y semejanzas con la especie de Jacob – los ojos de los dos Vulturis casi se vuelven a salir de sus órbitas, de la sorpresa -. Así que, como ya comenté, analicé la sangre de mi nieta en cuanto nació, ya que todo eso me parecía realmente fascinante. No obstante, mis conocimientos de genética no abarcan todo lo que a mí me gustaría y me habían quedado muchos puntos sin resolver, así que aproveché para llevarme sus muestras más unas que tomé de Jacob para consultarlo con Louis.
››Primero hicimos un estudio de los genes de Renesmee, pero obtuvimos pocas respuestas y muy confusas, así que nos pusimos a investigar lo del Hijo de la Luna, puesto que nos parecía más urgente, y utilicé las muestras de Jacob para comparar, ya que no tenía del licántropo. Entonces, mientras lo investigábamos, hicimos un descubrimiento asombroso: los genes de Renesmee eran más parecidos a los de Jacob que a los de cualquier semivampiro – el careto de los Vulturis delataba el mismo asombro que los murmullos que generaron sus testigos. Aún así, Doc no se amilanó y siguió con su exposición -. Para cerciorarnos, estuvimos investigándolo a fondo, consultando con otros amigos científicos especializados en el mundo de la genética. Bueno, tengo aquí todos los datos, por si te interesa estudiarlo – le ofreció para atajar, levantando un grueso de hojas.
- Más tarde – rechazó Aro, todavía con el careto perplejo.
- Como quieras – Carlisle volvió a meter los folios en la carpeta y siguió con su alocución -. Los genes de Renesmee son casi idénticos a los de un metamorfo. De hecho, su cuerpo puede llegar a transformarse, como le pasa a Jacob, solo que ella lo hace en un vampiro casi completo y él en un lobo. Puedes comprobarlo en la mente de Enguerrand, él grabó algunos episodios de su transformación – se me escapó una ligera sonrisa de satisfacción, de lo bien que lo estaba haciendo Doc. Las caras de Aro y Cayo eran todo un poema -. Es decir, Renesmee y Jacob no son especies diferentes, más bien todo lo contrario. Renesmee es un metamorfo, como él, en realidad, un semivampiro metamorfo.
Los testigos, e incluso la guardia de los Vulturis, estallaron en rumores y cuchicheos, atónitos.
- ¡¿Qué estás diciendo?! – chilló Cayo con desagrado -. ¡Eso es imposible, ella nació de un vampiro y una humana!
- Te aseguro que es así, Cayo – continuó Carlisle con tranquilidad -. No me quiero extender demasiado, pero sabemos que los genes de Renesmee sufrieron una metamorfosis de una forma completamente natural – matizó - cuando se formó el cigoto. Aquí tengo todas las pruebas que lo demuestran y un informe mucho más detallado – dijo, sacando otra vez un cuadernillo de la carpetilla -. Todo está firmado y certificado por todos los prestigiosos científicos especializados en genética que participaron en la investigación.
Las exclamaciones y los cuchicheos subieron de tono, a la vez que los vejestorios se observaban el uno al otro totalmente perdidos.
Carlisle miró a Bella para acercarse al límite de su escudo y se detuvo cuando ella se lo indicó con un movimiento de cabeza. Entonces, estiró el brazo y le ofreció el cuadernillo a Aro.
Éste se aproximó al doctor, custodiado en todo momento por su guardaespaldas Renata, y cogió la documentación con pocas ganas. Se hizo otro mutismo mientras lo leía a toda velocidad en el que se podían oír hasta el agitar de las hojas de las arboledas próximas.
Sus ojos se movían vertiginosamente de izquierda a derecha con impresión a la vez que su mano pasaba las hojas casi sin descanso. Se quedó tan de piedra, que si un trailer le hubiera pasado por encima, éste se hubiese hecho trizas.
Entonces, cerró el cuadernillo de un golpetazo seco y levantó la vista para mirar a la momia canosa con un rostro…, cómo lo diría,  conmocionado, sí, esa es la palabra, conmocionado.
- Parece que nuestro querido amigo Carlisle tiene razón, hermano – tuvo que reconocer, apretando los dientes de la rabia.
Un ¡Ooooooooooooooh! rompió el silencio del claro, en el que Cayo también hubiera participado si no fuera porque se había quedado patidifuso.
- Sin embargo – interrumpió Aro de pronto, devolviéndole el cuadernillo a Carlisle -, tampoco son iguales – señaló, sonriendo con suficiencia -. Ella se transforma en un vampiro, mientras que él lo hace en un lobo.
- Como has visto en el informe, no habría ser más apropiado para ella genéticamente que un metamorfo - atacó Doc, cogiendo el cuaderno -. Ni siquiera lo sería otro semivampiro. Si hablamos de compatibilidad genética, Jacob sería el más compatible para perpetuar la especie de Renesmee.
El claro volvió a llenarse de murmullos.
- ¡¿Y para qué queremos perpetuar esa especie?! – intervino Cayo con enfado -. ¡Es una mutación, deberíamos cortar eso de raíz!
Mis dientes, los de Edward y los de Bella chirriaron al mismo tiempo.
- Ha sido una metamorfosis natural – alegó Carlisle con su tono comedido de siempre. A veces, admiraba su tranquilidad y su autocontrol, de veras -. No ha sido manipulada por nadie con malicia ni con ningún fin, como en el caso de ese licántropo. Renesmee y su especie no pone en peligro nuestro mundo, ella también pertenece a lo sobrenatural y tiene que protegerse, al igual que nosotros y los lobos – los decrépitos semblantes de los dos Vulturis ya volvían a delatar su chasco. Doc siguió hablando, aunque esta vez casi lo hacía dirigiéndose a la chusma que se escondía tras la retaguardia -. Además, ha sido una selección natural, como pudo haber sido la de nuestra propia especie. ¿Quién fue el primer vampiro? ¿O cómo llegó a serlo? Nadie lo sabe. No obstante, aquí estamos. ¿Quiénes somos nosotros para ir contra la propia naturaleza y extinguir algo que ella ha creado?
Los Vulturis torcieron el gesto, intentando buscar unas excusas que no encontraban.
- ¿No tienes nada que decir a esto, Edward? – quiso saber Aro, agarrándose a un clavo ardiendo -. Es de tu hija de quien se está hablando. ¿No te preocupa que tu preciosa flor se una a un lobo? – siguió censurando.
Resoplé por las narices, ya harto de todo este teatro.
- Ellos se aman, Aro – le respondió con serenidad -. ¿Quién soy yo para objetar nada, cuando yo mismo me enamoré de una humana? – Bella y él se miraron con complicidad durante un fugaz instante.
- ¿Es cierto eso? ¿Os amáis? – me preguntó, alzando las cejas y sonriendo con un entusiasmo forzado.
Vi por el rabillo del ojo cómo Cayo ponía los ojos en blanco y volvía a resoplar, exasperado.
Aunque no tenía por qué darle explicaciones, le contesté con determinación.
- Sí, estamos muy enamorados – le dije con una voz alta y clara -. Y no le hacemos daño a nadie. Lo único que quiero es que la sueltes y nos dejéis vivir en paz.
- Pareces sincero…
- Lo es, están enamorados – secundó Edward -. Además, Jacob y Renesmee están vinculados de una manera muy especial.
- ¿Vinculados? – Aro frunció el ceño, extrañado.
Ahora venía la segunda parte de nuestro guión.
- Es difícil de explicar con palabras – se llevó la mano a la barbilla, reflexivo -. Su vínculo es algo… espiritual y mágico – dijo finalmente -. Renesmee nació para estar con Jacob, y Jacob nació para estar con Renesmee, literalmente. Una prueba de ello ya lo acabamos de explicar, ella es un metamorfo, como él. Sabes que la magia corre por las venas de los metamorfos, su propio origen fue debido a esto. ¿Cómo iba a producirse esa metamorfosis del cigoto, si no es porque ya estaban destinados espiritualmente desde el principio de los tiempos? Y nadie los puede separar, su vínculo es extremadamente fuerte e irrompible – apuntilló con intención.
- No sé, Edward. Me cuesta creerlo – cuestionó.
- Pues es así – le aseguré, ofendido de que lo dudara.
- ¿Y cómo sé que no es un subterfugio para engañarnos? Para esto no hay pruebas ni documentos que puedan corroborarlo – refutó con una sonrisa de arrogancia que anunciaba su triunfo en esta partida.
- Estoy yo – afirmé con firmeza. Edward ya estaba poniendo cara de desaprobación antes de que a mi lengua le diera tiempo a articular lo que pasaba por mis sesos. Le ignoré -. Yo puedo ser la prueba. Sólo tienes que hurgar en mi mente.
Los gruñidos de Sam podían oírse por todo el claro, aunque él no fue el único que protestó. La manada al completo se alborotó y Bella me miró con el temor rebosándole por los ojos.
El viejo chupasangres se quedó un rato en silencio, observándome, sopesando mi oferta, y después se giró hacia su chusma para fijarse en los caretos que estaban esperando ansiosos su consentimiento. Se les veía realmente interesados, aunque más por curiosidad que por otra cosa.
- Está bien – accedió finalmente -. Acércate, chico.
Cayo volvió a bajar el entrecejo y resolló irritado.
Sabía que si me arrimaba a él, ya no estaría protegido por el escudo de Bella, pero tampoco era tan estúpido como para exponerme de ese modo tan gratuito, así que les hice un gesto a mis lobos más grandes para que se vinieran conmigo.
Paul y Quil acataron encantados; daba la casualidad de que, aparte de ser los más grandes y fuertes después de mí y de Sam, eran los más peleones. Paul casi venía riéndose, sólo le faltaba sacar esa babosa lengua suya y jadear.
Excluí a Sam, para evidente disgusto de él. ¿Pero qué iba a hacer? Vale, no quería que ninguno de mis hermanos sufriera daño alguno si algo salía mal, pero mucho menos Sam, viendo lo que tenía en casa. Tenía que regresar para estar junto a Emily y yo no quería que se arriesgase.
Se notaba que a la guardia y a los testigos de esos fósiles no les hizo ni pizca de gracia mi decisión. Pasé de ellos olímpicamente.
- ¿Es que desconfías de mí? – se rió Aro.
- Tú tienes tu guardaespaldas y yo tengo los míos – respondí.
- Me parece justo – aceptó.
Aún así, los dos chupasangres grandullones se adelantaron un paso y se colocaron uno a cada lado de Aro, por detrás.
Mis piernas empezaron a avanzar con zancadas seguras en su dirección y comencé a aproximarme, flanqueado por mis dos lobos, hasta que quedamos fuera del amparo del escudo que nos protegía y nos pusimos frente a frente.


Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO! 

2 comentarios:

  1. que bueno el capi cada vez mas intrigante, igual eepero que la cosa pase pronto DONDE ESTA NESSI??
    ya quiero que aparezca pooorfa

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  2. superrrrrrr, amo a Jakeeeeee, x Diosssss, q pedazo de loboooooo, jaja, buen capitulo, a seguir leyendo, Besos

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