= LIBRO UNO =
RENESMEE
La ducha fue una maravilla. Parecía que me hubiera quitado un kilo de cemento de la cabeza y el cuerpo. Cuando me puse el chándal, me sentí limpia, calentita y cómoda.
Salí de mi vestidor y Jacob entraba por la puerta de mi dormitorio con la toalla puesta. Mis ojos actuaron con descaro, ahora ya no había motivo para disimular.
- Se me olvidó coger la ropa – dijo, pasando al cuartito -. Todavía tengo algo aquí, ¿no?
- Sí – contesté, asomándome por el marco -. Tienes ahí tus…
Mis cuerdas vocales se ahogaron cuando Jacob se quitó la toalla, se secó el pelo y la tiró en el cesto de la ropa sucia.
- ¿Qué pasa? – preguntó, riéndose, al ver mi cara de alelada -. Ya me has visto desnudo.
Sí, y en varias ocasiones y situaciones.
- Es que me has pillado desprevenida – admití, un poco ruborizada, aunque no le quité la vista de encima.
- Perdona, no me di cuenta de que te podías sentir incómoda – declaró, poniéndose unos pantalones vaqueros cortos -. Estoy tan acostumbrado a que me vean desnudo, que ya ni lo noto.
- Sólo he dicho que me pillaste desprevenida, no que no me guste o me sienta incómoda – confesé con una sonrisilla, apoyándome en el marco de la puerta.
Jacob sonrió.
Entonces, reparé en algo en lo que nunca me había parado a pensar.
- ¿Y… Leah también te ha visto desnudo? – quise saber, mordiéndome el labio.
- ¿Es que te molesta eso? – y me miró con su sonrisa torcida.
- Bueno, que otra mujer pueda ver a mi chico desnudo, no es que me haga mucha gracia, la verdad – reconocí -. Y menos si a esa mujer le gustabas.
- Hace años que ya no le gusto – se rió -. Además, ahora tiene novio y te aseguro que está muy enamorada de él.
- Mejor – se me escapó con una sonrisita un tanto maquiavélica.
Su sonrisa se amplió.
- No te preocupes, Leah nos ha visto a todos, está curada de espanto.
- ¿Y vosotros también la habéis visto a ella?
- Sí, claro – se encogió de hombros -. Bueno, ella siempre se esconde, pero ya estamos muy acostumbrados. A estas alturas, ninguno se fija en que es una chica. Es uno más. Aunque procuramos mirar hacia otro lado cuando no le queda otro remedio que cambiar de fase delante nuestro. Por respetar un poco su intimidad y todo eso, ya sabes.
- Pobre Leah – me compadecí -. No me gustaría estar en su pellejo. Debió de pasarlo fatal al principio.
Encima de haber tenido que enfrentarse a la tortura de estar con su antiguo amor, escuchando y compartiendo los pensamientos de ambos, tuvo que soportar las miradas y, en consecuencia, inevitables juicios de los chicos.
- No te preocupes, ahora los tiene a todos a raya – aseguró, riéndose, mientras se ponía la camiseta.
Parecía que me hubiera leído el pensamiento, como siempre.
- ¿Ya estás? ¿Podemos bajar?
- Sólo una cosa – dijo, cogiéndome del brazo. Tiró hacia él, haciéndome entrar en el vestidor, cerró la puerta y me empujó con suavidad para acorralarme contra la misma. Empecé a hiperventilar cuando se pegó a mí -. Sólo quiero besarte antes de bajar ahí abajo – me susurró con su voz ronca, pegando la frente a la mía.
Los coloridos insectos de mi estómago aletearon con ímpetu cuando su abrasador aliento empezó a acariciar mi boca. Frotó su suave y ardiente labio inferior con mucha calma por los míos, cosa que me recordó a nuestro primer beso, y todo mi cuerpo se estremeció; mis pulmones no pudieron evitar soltar un estimulado suspiro. Deslicé la punta de mi lengua con la misma lentitud por sus labios, saboreando y palpando su sedoso tacto, y mis manos empezaron a escalar hasta su cuello para arrojarme a él.
- ¡Renesmee, Jacob! – se oyó bramar a mi padre desde el salón.
- Mierda, estamos vigilados – se quejó Jake con un murmullo.
Dejé sus labios y retiré la cabeza hacia atrás.
- Será mejor que bajemos – exhalé con resignación.
- Sí, creo que por hoy ya me la he jugado bastante – suscribió en mi mismo tono -. Vamos.
Me tomó de la mano y salimos del vestidor para dirigirnos al salón.
El murmullo de voces se hacía más fuerte a medida que bajábamos las escaleras, hasta que llegamos a la algarabía que se había montado.
- ¡Felicidades, cielo! – exclamó Alice, emocionadísima, pegando saltitos hacia nosotros.
Oh, no. Mis padres ya habían dado la noticia.
Jacob y yo nos miramos espantados. El resto de mi familia asintió sonriente, secundando los vítores de mi tía.
- Gracias – contesté con timidez.
- Nunca pensé que acabaría emparentada con un perro – dijo Rosalie, eso sí, sonriendo.
- Ya ves. La vida da muchas vueltas, rubia – le contestó Jacob con ironía.
Rose sonrió mientras negaba con la cabeza y miraba hacia otro lado.
- Enhorabuena, chicos – nos felicitó Carlisle junto a Esme -. Me alegro mucho, de verdad. Me congratula que formes parte de nuestra familia.
- Gracias, Doc – le respondió Jake, sonriendo -. Aunque más bien ella formará parte de la mía – su sonrisa se amplió aún más.
Mis padres se limitaron a poner los ojos en blanco.
- Tenemos que hacer una fiesta para celebrarlo antes de que nos marchemos – declaró Alice, aplaudiendo con entusiasmo.
- Todavía no nos vamos a casar – aclaró Jacob -. Vamos a esperar unos cuantos años.
- ¿Cuántos? – inquirió ella con expectación.
- Pues, no sé. Todavía no lo hemos pensado. Puede que nos casemos dentro de cinco, diez o cincuenta años, quien sabe; cuando nos apetezca – manifestó, encogiéndose de hombros.
- Cincuenta años pasan volando – afirmó Alice, pensativa -. ¿Y será una boda quileute en La Push?
- Ya te he dicho que no lo hemos pensado – resopló Jacob, ya cansado de tantas preguntitas -. Pero, sí, lo más seguro es que sea una boda quileute – entonces, me miró inseguro -. ¿No? – me preguntó.
- Por supuesto – le sonreí.
- Bueno, aunque sea en La Push, estaremos invitados, ¿no?
- Veré lo que puedo hacer dentro de cincuenta años – suspiró -. Bueno, ¿podemos pasar ya al tema de la visión?
Mi familia empezó a ponerse más seria.
- He tenido una visión – anunció Alice, enigmática.
Jacob puso los ojos en blanco.
- Sí, sí, ya lo sabía, te lo acabo de decir, ¿qué más? – azuzó.
- Nahuel va a ir a Volterra – declaró ella -. Le he visto sacándose un billete de avión y conduciendo hasta allí.
- ¿A Volterra? Ahí están…
- Los Vulturis – se me anticipó mi padre con un semblante impenetrable -. Creemos que quiere ir a hablar con ellos de vosotros, puesto que Alice no ve el motivo por el que va ni la conversación que mantiene con ellos.
- Quiere vengarse, eso sí lo sé – siguió mi tía -, puedo percibir el sentimiento de venganza en su decisión.
- Tenía que haberle matado – gruñó Jacob, nervioso.
- Es raro que Nahuel dejara escapar esas partes de su futuro – intervino Emmett.
- Sabe que hemos descubierto su verdadera personalidad, no tiene nada que perder – opinó papá -. Además, creo que lo está haciendo adrede para inquietarnos aún más.
- Maldito… - masculló Jake, apretando los dientes.
- ¿Y qué creéis que les va a decir? – inquirí con preocupación -. No hemos hecho nada malo.
- Que estáis juntos – empezó a explicar mi padre, mirándome con cautela -. Los Vulturis no aceptarán que un metamorfo esté con un semivampiro, piensan igual que Nahuel. Además, él juega con ventaja. Sabe todo lo que hablamos de la visita de éstos para llevarse a los lobos y lo más seguro es que lo utilice en nuestra contra.
- ¿Qué quieres decir? – quiso saber Jacob.
Mi padre cogió aire y lo soltó lentamente.
- Nos harán chantaje – afirmó con seguridad -. Querrán hacer un cambio, negociar. Aro no querrá marcharse con las manos vacías y esta es una buena oportunidad para él. Nahuel se lo pondrá en bandeja.
Jacob apretó mi mano.
- ¿O Nessie o mi manada? ¿Es eso?
- Seguramente. Conociendo lo cruel que puede llegar a ser, lo más seguro es que Aro te haga escoger entre esas dos opciones.
Se hizo un silencio en la estancia que se prolongó más de lo que me hubiera gustado.
- ¿Quién se creen que son, los dueños y jueces del universo? No pienso dejar ninguna de las dos cosas, ellos no son nadie – aseguró Jacob finalmente con determinación -. No voy a entregar a mi manada y, desde luego, nadie me separará de ella, eso lo juro por mi vida – garantizó, apretando más mi mano.
- Lo sabemos – asintió papá -. Y estamos de acuerdo contigo, nosotros tampoco lo permitiremos. Por eso tenemos que planear algo, y tendremos que hacerlo bien – dijo, paseando pensativo.
- Yo podría mostrarles lo que descubrí con mi amigo Louis sobre los genes de Nessie – propuso Carlisle en su habitual tono comedido -. Tal vez si demuestro que ella también es un metamorfo como Jacob, no puedan oponerse a su relación.
Los ojos topacio de mi padre se iluminaron un poco más.
- Necesitaríamos testigos para que estuvieran presentes, así no podrían alegar nada en contra – empezó a bosquejar mi progenitor sin dejar de pasear -. Tendremos que llamar a todo el mundo.
- No creo que vengan para defender a los lobos – dijo Jasper.
- Eso no importa. Lo harán por Renesmee, así que, indirectamente, lo harán por los metamorfos – replicó mi padre.
- ¿Pero los Vulturis no se opondrán a que Renesmee haya mutado? – preguntó mi madre, preocupada -. Quiero decir, que a ellos tampoco les gustan las especies nuevas ni únicas.
- Ella no ha sido manipulada, ha sido algo de la naturaleza – fundamentó papá -. Y ellos siempre están aludiendo a lo natural y a lo antinatural. Si Carlisle demuestra eso, tendríamos esperanzas.
- Si Carlisle les enseña la peculiaridad genética de Nessie, verán que con Jacob ella puede perpetuar su propia especie. ¿No crees que aprovecharán para cortar eso de raíz? – interrogó Alice -. Después de todo, Bella tiene razón. A los Vulturis les incomoda mucho las especies nuevas y desconocidas.
Jacob escuchaba la conversación con mucha atención, mientras que yo le miraba de vez en cuando para ver la expresión de su rostro.
- Me remito a lo que he dicho antes – reiteró mi padre -. Es algo de la naturaleza, no ha sido manipulado con ningún fin ni con malicia, no pone en peligro nuestro mundo. No pueden alegar nada en contra, y menos delante de testigos. Además, Renesmee no es desconocida ni peligrosa, ya lo visto todo el mundo hace seis años.
- Llamaré a Louis para que me envíe algunos documentos y pruebas – declaró mi abuelo.
- Todavía queda por arreglar el tema de los lobos – manifestó Emmett.
- Respecto a eso, seguiremos nuestro plan inicial – aclaró papá -. No podrán hacernos nada con el escudo de Bella, tendremos que tratar de convencer a Aro de que no puede ser. Seguramente, Cayo no estará muy de acuerdo con Aro y podremos servirnos de eso.
- ¿Y si no se rinden? – preguntó mi madre.
- Entonces tendremos que luchar – declaró mi padre con tensión.
- Eso me gusta – dijo Em, sonriendo ante la idea.
- Nosotros estaremos preparados – anunció Jacob -. No me fio de la garrapata ni de los vejestorios esos.
- Habrá que tener los ojos bien abiertos – observó Jasper -. Hasta que Alice no vea algo más, la única fecha que tenemos es primavera–verano.
- Estaré atenta – ratificó ella, asintiendo con la cabeza.
- Bueno, pues eso es todo – concluyó mi padre -. No nos queda otro remedio que llamar a nuestros aliados para que estén alerta y esperar. Es lo único que podemos hacer ahora.
Hubo un asentimiento general y todo volvió a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos, como si no hubiera pasado nada.
- Bueno, a mí me ha entrado hambre, de las ganas que tengo de una buena lucha – dijo Emmett con una sonrisa de oreja a oreja. Luego, se dirigió a Rose -. ¿Nos vamos de caza?
Ésta asintió con la cabeza mientras sonreía y se marcharon como balas por la puerta.
- Tendrías que ver nuestra nueva casa, Nessie – parloteó Alice -. La he decorado de maravilla, me ha quedado estupenda.
- ¿Ya tenéis casa? – inquirí, sorprendida -. ¿Pero cuándo la habéis comprado?
- ¿Te acuerdas de aquellas excursiones?
- Ah, claro – caí.
Ahora entendía esas salidas que habían hecho el día de la boda y el domingo siguiente, sin decirme nada. Podían haber ido a Alaska en avión tranquilamente de madrugada, ver casas a su velocidad de vampiro y regresar a medio día. Hasta podían haber ido en un vuelo privado.
- Es una pena que no la puedas ver – suspiró Alice.
- Puedes mandarme fotos por Internet – propuse -. Y también iremos a veros alguna vez, no te preocupes. Tienes tiempo de enseñarme hasta el más mínimo detalle.
Que seguro que lo hacía.
- ¡Sí, será estupendo! – exclamó.
- Podíamos ir con Em y Rose – intervino Jasper.
- Buena idea – le respondió ella -. Nos vemos luego – se despidió mientras ya traspasaban la puerta como fantasmas.
- Vamos con ellos – dijo Esme, tirando de mi abuelo para ir tras ellos; y también salieron disparados.
Le eché un repaso a Jacob con disimulo y carraspeé.
- ¿Te vienes un rato a mi habitación antes de que me eche a dormir? – le pregunté.
- Eso no hace falta ni que me lo pidas – me sonrió.
Se la correspondí y empezamos a caminar hacia las escaleras.
- Un momento, ¿a dónde creéis que vais? – nos paró mi padre, poniéndose delante, con una cara de piedra que no me gustaba nada.
- A mi cuarto – respondí sin comprender.
- De eso nada, estás castigada hasta nuevo aviso – decretó con dureza.
- Pero…
- Jacob tendrá que traerte directamente a casa en cuanto terminen las clases – siguió en el mismo tono, silenciando mi protesta y dirigiéndose también a mi novio -. Los fines de semana también los pasaréis aquí. Y nada de subiros a tu dormitorio los dos solos, estaréis en el salón, donde pueda veros. Cuando te vayas a la cama, él se marchará a su casa.
- ¿Qué es esto? – protestó Jake.
- Hoy os habéis pasado y no tengo el cuerpo para bromas – aseguró mi padre con una firmeza que daba miedo.
Sabía que, en ese estado, iba a ser imposible debatir nada con él. Exhalé, cabreada, y tiré de Jacob, que seguía con el ceño fruncido y boquiabierto, para estar a solas en un rincón lo más escondido posible. Encontré uno bajo la escalera. Papá se sentó en el sofá a ver la televisión junto a mi madre, aunque estaba vigilándonos.
- Creo que nuestra gran noche se ha terminado – cuchicheé, hundiendo el rostro en su pecho mientras rodeaba su torso con mis brazos e inhalaba su maravilloso efluvio.
Jacob me rodeó con los suyos.
- Bueno, ya habrá más – aseguró, oliéndome el pelo.
Levanté el rostro para mirarle.
- El castigo durará siglos, ya lo verás – suspiré -. No vamos a poder estar a solas en mucho tiempo.
- Eso no quiere decir que no te pueda besar – afirmó. Después, miró a mi padre con provocación -. ¿No dice que quiere vernos? Pues nos va a ver. Ven aquí – me arrimó más a él y acercó su rostro al mío.
- ¿Qué haces? – bisbiseé, riéndome.
- Tendremos que hacer que se arrepienta de no dejarnos a solas – me susurró en los labios; sonreí ante la idea.
Mi padre no dijo nada, no obstante, los dos sabíamos que nos estaba escuchando perfectamente y que nos estaba leyendo la mente. Aún así, empezamos a besarnos despacio, recreándonos en cada beso.
- Jacob, no me hace gracia – habló por fin papá -. Además, no va a servir para que le quite el castigo, ¿me oyes?
Exhaló, cansado, cuando vio que no le hacíamos caso, y subió el volumen de la televisión.
Ya no le oíamos ninguno de los dos. Nuestros cerebros se habían desconectado de todo y solamente se centraban en los besos.
Yo no podía sentir otra cosa que no fuera Jacob. Sólo podía notar la energía que emanaba de nosotros y fluía a nuestro alrededor, esa energía que nos rodeaba y nos atraía el uno hacia el otro como si de un hechizo de hadas se tratase. Y cada vez se sentía más fuerte, más viva, más activa.
Me dejé llevar, sin poder evitarlo. Entreabrí más mis labios y conseguí introducir mi lengua en su boca para que jugara con la suya. Él aceptó mi juego, encantado, y movimos nuestras lenguas juntos, muy despacio. Sabía deliciosa, dulce, húmeda, caliente…
De repente, mi aro de cuero vibró fuerte y abrí los ojos al instante. Mi aguda vista ni siquiera pudo captar cómo sucedió, tan sólo vi un borrón que se acercó a nosotros como un tornado.
En una milésima de segundo, Jacob fue despegado de mí y mi madre estaba delante de él, observándome airada.
- ¡Bueno, ya está bien! – protestó con una octava más alta de la cuenta -. ¡¿Es que no podéis ser menos descarados?!
La miré con rabia.
Mi padre se plantó a su lado con la misma rapidez.
- Estábamos bajo la escalera – me defendí.
- Por Dios, ¿cuántos años tenéis, diecinueve o setenta? – se quejó Jake -. Sólo ha sido un beso.
- Jacob, es mejor que te marches – le recomendó mi padre, serio.
Mi prometido suspiró, cabreado, y bordeó a mi madre para acercarse a mí.
- Bueno, preciosa – dijo, cogiéndome de la cintura -. Ya ves que me tengo que ir – asentí con la cabeza, fastidiada -. Mañana estaré esperándote aquí abajo – matizó, mirando a mi padre -, a primera hora, ¿vale?
- Sí.
Acercó su rostro y…
- A ver lo que vas a hacer – le advirtió mi padre con cara de pocos amigos.
…empezó a besarme despacio, como antes.
- ¡Jacob, si no te marchas ahora mismo de esta casa…!
Despegó sus labios de los míos para que mi padre no continuara con su amenazadora frase.
- Hasta mañana – me susurró, besándome en la frente.
- Hasta mañana – le sonreí.
Cuando pasó por su lado, le dedicó una mirada de enfado a mi padre y otra a mi madre. Ésta agachó la cabeza y miró para otro lado.
Mi padre se cercioró de que el Golf ya estaba lo suficientemente lejos como para que Jake no pudiera escuchar nada y se dirigió a mí con su semblante de mármol impoluto, tirante.
- Y tú, jovencita, vas a estar castigada mucho tiempo.
Y tanto. Ya estábamos a mediados de marzo, y mi padre aún no me había levantado el castigo.
Me duché y me arreglé lo más deprisa que pude. Salí del baño y bajé las escaleras corriendo. Jacob todavía no había llegado, pero quería esperarle en el porche para, por lo menos, poder darle un beso de verdad, llevaba un mes sin poder saborear bien sus labios.
Sin embargo, mis piernas disminuyeron la velocidad hasta que se pararon en seco, y me quedé clavada en el primer escalón, al ver la imagen que tenía delante.
Mi madre estaba sola, sentada en el níveo sofá, mirando ensimismada la pulsera que Jacob le había regalado el día de su graduación. La sostenía con una mano y hacía girar el lobito de madera, acariciándolo con el dedo de vez en cuando.
Estaba tan absorta y abstraída, que ni siquiera se dio cuenta de mi presencia en la escalera. Mi mano se aferró con tensión en la barandilla.
De repente, mamá guardó la pulsera en el bolsillo de su chaqueta, lo hizo tan rápido, que apenas se vio un movimiento, y se puso de pie, paseando nerviosa. La puerta de casa se abrió y Jake entró en el salón.
Mi reacción fue la de subir unos peldaños y esconderme. Me sentía tan incómoda y estaba tan desconcertada, que no sabía qué hacer.
- Hola, Bells – saludó él con una sonrisa -. ¿Nessie ya está lista?
- Pues, todavía no ha bajado – contestó ella sin dejar de mover las manos.
- ¿Y Edward? Qué raro que no esté por aquí.
- Tenía algunas cosas que hacer. Vendrá dentro de un rato.
Jacob se sentó en el sofá y cogió el mando a distancia para encender la televisión.
- Vaya porquería de programación – se quejó sin dejar de hacer zapping -. Bah, voy a ir haciendo el desayuno.
Mamá lo sostuvo por los hombros y no dejó que se levantase. Mi pulsera empezó a vibrar.
- No, espera un poco – le dijo, sentándose a su lado -. Este concurso es bueno.
- ¿Este? – cuestionó Jacob, sonriendo con cara de sorpresa -. No me digas que te gusta este concurso.
- Está muy bien, ya lo verás – le contestó ella, riéndose, mientras se agarraba de su brazo.
Mi madre se quedó un momento mirando a Jake de reojo. No me gustaba su mirada, era de anhelo, como aquella vez en el bosque. Después, lo repasó de arriba a abajo de igual modo.
Un rayo de fuego me atravesó de la cabeza a los pies y salí de mi escondite ipso facto.
- Vaya un rollo – se burló Jake.
Entonces, sus ojos me vieron y salió despedido del sofá para abrazarme con una sonrisa enorme, dejando la mano de mi madre colgando en el aire.
- Buenos días, preciosa – me susurró en los labios.
- Buenos días – le sonreí.
Nuestros labios se acariciaron con un corto beso, aunque no pudimos evitar mantener nuestros rostros unidos durante un rato. Su estimulante y agitado aliento incitaba a mi boca a que regresara a la suya, pero con el castigo, teníamos que reprimirnos.
Mamá terminó carraspeando para recordárnoslo.
- Será mejor que nos pongamos a hacer el desayuno – volvió a susurrarme en los labios.
- Sí.
A los dos nos costó separarnos. Finalmente, Jake me cogió de la mano y nos dirigimos a la cocina.
Acabamos el ritual de cada mañana y nos marchamos con rapidez de la casa para subirnos al Golf e irnos al instituto.
Por el camino del sendero, me fijé en el bosque que lo limitaba.
- Ya casi es primavera – le comenté, mirando por mi ventanilla los árboles que ya habían florecido. De pronto, me invadió una sensación de temor -. Se acerca la fecha… - murmuré con inquietud.
- No te preocupes. Todo saldrá bien, ya lo verás.
Me quedé mirándole mientras conducía. Parecía tan tranquilo… ¿Cómo podía estarlo? Vale que las manadas fueran muy fuertes, pero los Vulturis tenían un enorme ejército de vampiros, a cada cual más cruel y peligroso, y algunos de ellos con dotes que los confería de mucho más poder asesino.
Era mejor no pensar demasiado en eso, mis piernas ya flaqueaban; si no hubiera estado sentada, puede que incluso me hubiese tenido que sujetar.
Giré mi manivela y bajé la ventanilla un poco para que me diera el aire, que ya comenzaba a ser algo templado.
- Papá ya está ahí, como siempre – suspiré, al ver el Volkswagen marrón metálico siguiéndonos, por el espejo de mi puerta.
- ¿Hasta cuándo piensa tenernos así? – resopló, echando una ojeada por el retrovisor -. Llevamos un mes con vigilancia, sólo le falta ponernos un cinturón de castidad.
- No lo digas muy alto, por si acaso – me reí.
No tardamos mucho en llegar al aparcamiento del instituto, custodiados por mi padre. Jake aparcó donde solía hacerlo y el coche marrón lo hizo a su lado, como ya venía siendo habitual.
- Podía venir con nosotros en el coche, total – volvió a resoplar.
- Bueno, no te enfades – le calmé, arrimándome a él.
- Tu padre está disfrutando con esto, pero yo estoy harto de esta chorrada.
- No puede tenerme castigada para siempre. Ya verás cómo me lo quita pronto.
- Eso espero, porque esto de no poder darte un beso como es debido, es una mierda – murmuró, pegando su frente a la mía con vehemencia -. ¿No se da cuenta de que lo que está haciendo es contraproducente? Lo único que está consiguiendo es que te desee cada día más.
- Calla, o no me levantará el castigo en la vida – bisbiseé.
- Es que no te imaginas lo mucho que me cuesta – susurró, mientras empezaba a besarme con brío -. Me vuelves loco, Nessie…
- Jake… - suspiré entre los besos, llevando mi mano a su nuca para acercarle más a mí.
El repiqueteo en el cristal no se hizo esperar nada. Papá nos sonreía con malicia debajo de la capucha de su sudadera.
Jacob bajó su ventanilla a regañadientes.
- ¿Qué te pasa ahora? – protestó con cara de malas pulgas.
- Renesmee tiene que entrar en clase, ya es la hora – respondió mi padre con la misma expresión.
- Sí, sí, ya lo sabíamos, ¿vale? – replicó Jacob, cabreado -. Solamente nos estábamos despidiendo.
Papá corrió a velocidad humana hasta mi puerta y la abrió.
- Ya os habéis despedido bastante – declaró, sonriente, sosteniendo la puerta abierta para que yo saliera.
- Te veo al salir de clase – exhalé.
- Mejor di que nos ves – bufó, irritado.
- Por supuesto. Yo también estaré aquí – afirmó mi padre con su sonrisa, tendiéndome la mano para que saliera del coche.
Suspiré, cansada, y salí del Golf, mirando a mi padre enfadada.
- Te estás pasando con este castigo – le reproché al pasar a su lado.
Caminé enrabietada por el aparcamiento hasta que me reuní con mis amigas y nos metimos en el centro.
Desde el vestíbulo, pude escuchar y distinguir con total claridad el rugido del motor furioso de Jacob saliendo del instituto.
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!
Buenisimo el capitulo estubo super gracioso...pobres chicos que todavia no le levantaron ese castigo jajajaja que malo y gracioso se veia Edward como padre malumorado...espero que Nessi y Jacob consigan estar un rato a solasjejeje...FLOR
ResponderEliminarkeeeeeee padre me cai ke ya pareces la escritora Meyer jeje...
ResponderEliminarDiooss! Si mi padre fuera así, lo odiaría...
ResponderEliminarMe encanto.
Solo es mi humilde opinion claro...pero yo creo que Edward se esta comportando como Charlie (osea enojado, pero en este caso Charlie tiene toda la razon, porque Edward deja a su hija, y despues piensa que ella se quiere quitar la vida por el, que padre no se enoja al saber esto y luego mas si su hija lo acepta de vuelta, como si no hubiera pasadonada??) Pero en cambio con Jake es diferente, porque Edward sabe que Jake esta imprimado de su hija y su hija de el...a donde nos lleva esto??? que Edward todavia esta celoso de Jake por que primero le quiere quitar al amor de su vida y despues le quita a su hija es obvio que esta celoso y...despues con la turbacion de Bella(osea que Bella piensa que esta ¨enamorada¨ de Jake pero en realidad esta pasando por una mala racha)y por eso hace esto con la pobre de Nessi ¿que culpa tiene Ness de que su madre no haya aclarado sus sentimientos por Jake?? Y el unico que sufre es el pobre de Edward!!!! Eso en injusto...nos les parece??
ResponderEliminarHoly God be monitored 24 hours a day is torture
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