Concurso de Fanfics

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CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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(los premios se darán al primer lugar de cada tipo de fics)
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jueves, 5 de mayo de 2011

EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS. BUENO, VALE, A VECES ES INEVITABLE [DESPERTAR]

= LIBRO DOS =
JACOB

¡Uf! Ahora sí que me piraba.
- Me voy – declaré, dando un paso al frente.
- Jake, por favor… - me rogó con un timbre pretencioso, poniéndome sus pétreas y frías manos sobre los hombros -. Sólo será un beso, Renesmee no se enterará, te lo prometo.
- ¡¿Qué?! – mi voz reflejó lo atónita que se había quedado mi sesera.
- Dicen que los besos que no se olvidan son los que nunca se han dado. Si me besaras ahora, sería feliz, me quedaría eso y podría olvidarme de ti.
- ¡¿Te has vuelto loca?! – protesté con indignación, procurando separarme de ella -. ¡¿Crees que yo le haría algo así a Nessie?!
Esto ya pasaba de castaño a oscuro, pero, mierda, sí, era un imbécil, no quería herir sus sentimientos. Estaba claro que Bella no estaba pasando por un buen momento, si me pedía esto ignorando a Edward y a su propia hija. Esto tenía que ser una locura transitoria vampírica o algo así. Tendría que ser delicado con ella, aunque lo que en verdad me apetecía era transformarme y salir por patas de allí. Intenté despegarla de mí, interponiendo mis manos lo poco que me dejaba, pero era tan dura como una roca y estaba obcecada, ni siquiera yo era capaz de conseguirlo.
- Por favor. Será un beso de despedida y ya no te molestaré más, te lo prometo – insistió con ansiedad manifiesta. Sus ojos bajaron a repasar mi torso mientras sus manos congeladas empezaban a magrear mis hombros -. Si es por ella, no te preocupes, no se enterará, porque solamente será un beso inocente de despedida y luego seguiremos con nuestras vidas, no le haremos ningún daño – continuó con su afán, rodeándome el cuello con sus muñecas de acero.
Sí, se había vuelto loca de verdad, chiflada.
- Aún así, yo jamás le haría eso a Nessie – repetí, ahora mosqueado de verdad -. Además, no es sólo por ella, Bella – afirmé, tratando de quitar sus manos de granito ensambladas en mi cuello -. Yo no quiero besarte. No te quiero a ti. No estoy enamorado de ti. Quiero a Nessie, ¿no lo entiendes?
Comprobé que se le había ido la olla del todo cuando mi negación rotunda rompió la poca cordura que le quedaba y fue dominada por la desesperación. Me empujó con tanta fuerza, que me estampó contra un árbol. Lo hizo con tanto ímpetu, que el tronco se quebró, aunque no llegó a partirse ni me hizo daño, y me quedé espachurrado entre su cuerpo de mármol y la madera. Empecé a sentirme como una presa atrapada, acorralada, no podía ni moverme.
Si no fuera mi amiga, habría cambiado de fase delante de sus narices y le hubiera arrancado la cabeza de cuajo de una dentellada.
- Déjame – le exigí con voz fuerte y contundente, alzando la cara para que no llegara la suya -. Ya te he dicho que no.
Le dio lo mismo. Tiró de mi cuello hacia abajo con una de sus manos y obligó a mi cuerpo a inclinarse sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Comencé a sentirme un poco frustrado y avergonzado por no ser capaz de parar a una chica, aunque ésta fuera un vampiro, pero por más que empujaba sus hombros, era inútil, igual que tratar de mover a una montaña.
- Por favor, Jake… - imploró con un susurro a la vez que pegaba su frente gélida como el hielo a la mía, que ya estaba sudando del mal rato.
- Apártate de mí – mascullé, más cabreado.
- Te has hecho todo un hombre, y eres tan fuerte… - susurró, deslizando su mano por mi pecho.
Genial. ¿Por qué no me habría dejado puesta mi camiseta llena de virutas? Pasó su mano hasta mi espalda y volví a sacudirme.
- Cuando era neófita, tu efluvio no me gustaba. Debería seguir disgustándome, como al resto, pero no lo pude evitar, eras tú, y no me costó nada acostumbrarme, tanto, que a mí ahora me encanta – murmuró mientras inhalaba el olor de mi cuello.
Pues para mí el suyo apestaba. Su aliento glacial y su efluvio me quemaban la nariz, aunque sus manos ya no estaban tan frías, el contacto con mi piel las había templado. Aún así, cada vez que las arrastraba, me daba un respingo.
- ¡Suéltame, Bella! – repetí, apretando los dientes -. ¡No voy a besarte!
Como una serpiente cuando ataca, lanzó su boca a la mía con furia, pero tuve reflejos, suerte, ¿o fue un milagro?, y me dio tiempo a girar el careto para que sólo la aplastara en mi mejilla. Fue igual que si me hubiesen dado una pedrada, más bien, con una bola de nieve. ¡Plaf, bolazo en toda la jeta!
No quería hacerla daño, era mi amiga, pero el instinto es el instinto, y ella no dejaba de ser un vampiro que me estaba agrediendo. Todo mi organismo la rechazaba, no pude evitar que el fuego empezara a recorrerme la columna vertebral y que mi cuerpo se llenara de convulsiones.
Bella se dio cuenta y se apartó ipso facto - ¡uf! -, se quedó a un metro de mí, mirándome con un rostro inescrutable.
- ¡¿Qué coño te pasa, Bella?! – grité con indignación, desencajándome del tronco por fin -. ¡¿Se te ha ido la pinza o qué?!
- Lo… lo siento – musitó, paseando nerviosamente mientras se pasaba la mano por el pelo y observaba los helechos del suelo -. No sé qué me ha pasado… Supongo que tenía que intentarlo – me dijo con un hilo de voz.
Estupendo. Lo peor es que me daba pena de ella, y ahora me sentía culpable por no haber sabido parar esto a tiempo para que la cosa no llegara a estos límites. Bella lo estaba pasando realmente mal, tanto, que se la veía desconcertada, perdida. No me extrañaba que Edward hubiera permitido que ella viniera a confesar sus sentimientos por mí con tal de que ella se sintiera mejor, sobretodo conociendo la personalidad de ese idiota. Seguramente, él tenía que estar pasándolo mal también, ya me lo imaginaba mirando a Bella con su cara de lánguido. Sin embargo, yo estaba hecho un lío, ya no sabía cómo tenía que reaccionar, si tenía que enfadarme o qué, ya no sabía qué decirle para hacerla entrar en razón sin herirla.
- Bueno, está bien – suspiré, un poco ofendido todavía, poniendo los brazos en jarra -. Ya… ya pasó. No pasa nada, no te preocupes.
- Debes odiarme por esto.
- Yo no te odio, ¿cómo iba a odiarte? – le corregí.
- Pero tampoco me quieres – señaló.
- Claro que te quiero, pero no como tú deseas – maticé -. Mira, Bells, tienes que entenderlo, ¿vale? Lo siento mucho, de verdad, no sabes lo mal que me siento por ti, pero tienes que aceptarlo. Para mí eres como una hermana, y siempre podrás contar conmigo para lo que sea – menos para darme un beso, por supuesto -. Pero yo estoy enamorado de Nessie, ya no te puedo decir más.
- Si supieras que intenté separaros, sí que me odiarías – desembuchó, cerrando sus abatidos ojos -. Soy una egoísta, no sé cómo pude – sollozó.
- ¿Cómo? – mis cejas bajaron a la altura de mis párpados.
- Fui yo quien le dijo a Renesmee que no te dijera que te quería…
- ¿Qué me estás contando, Bella? – si mi ceño ya estaba bien fruncido, terminó por inyectarse en mis ojos.
- La convencí para que no te dijera nada. Le dije que tú estabas imprimado y que ella podía hacerte mucho daño si luego no resultaba bien – reconoció, visiblemente arrepentida, frotándose las manos otra vez -. También le dije que tenía que salir con otros chicos para comprobar si sus sentimientos eran de verdad, aunque lo que realmente quería era despegarla de ti un poco.
En ese momento me apetecía arrearla un puñetazo en todas las napias, pero me contuve porque era mi amiga, mi futura suegra y porque no me gustaba pegar a una mujer, aunque fuera un vampiro y pudiera romperme la mano.
- ¡¿Te das cuenta de lo que sufrimos esos cuatro meses?! – le eché en cara, mascullando entre dientes, mientras paseaba con las manos aferradas en mi nuca para centrar la ira en mi pelo.
- ¡Yo no sabía que ella también estaba imprimada de ti – lloriqueó -, si lo hubiera sabido, no le habría dicho todo eso, te lo juro! ¡Sólo quería protegerte!
- ¡¿Protegerme?! – exclamé, parándome en seco para mirarla enfadado -. ¡Pues casi nos matas, Bella! ¡¿No te das cuenta de que estar separados nos hace mucho daño?!
- Entonces eso no lo sabía. Pero al final salió todo bien, ¿no? ¿Ves? No sirvió de nada, estáis juntos. Eso es lo que importa – razonó ella solita para calmarme.
Resollé por las narices, harto de todo este tema.
Bella se quedó mirándome, mordiéndose el labio, penitente.
- Lo siento mucho – murmuró, compungida -. Por mi culpa, lo habéis pasado muy mal, soy una persona horrible…
- Bueno, déjalo ya – resoplé -. Ahora ya no tiene remedio, lo hecho, hecho está. Además, por mucho que lo hubieras intentado, Nessie y yo estaríamos juntos, nadie puede separarnos – le restregué en todo el morro, dándome una pequeña licencia como venganza.
- Sí, ahora me doy cuenta – asintió en voz baja, observando la espesura del bosque, cabizbaja -. Quiero que sepas una cosa - ¡¿más?! -. Quiero que sepas que mi hija es lo primero para mí y que soy muy feliz por ella, porque se lleva a la persona más maravillosa del mundo – musitó con un nudo en la garganta, girando el rostro para mirarme con convicción -. Y ella también lo es, realmente estais hechos el uno para el otro.
Guay. Lo que faltaba.
- Bells… - intenté quejarme para que lo dejara ya.
- No, déjame terminar – me interrumpió, levantando la mano -. No puedo desear a nadie mejor para ella que tú, no hay nadie mejor que tú, no habría nadie que la cuidase mejor que tú, eso lo sé muy bien, por eso te la entregué hace seis años para que la salvaras, y por eso me marcharé tranquila por ella, no se la podría confiar a nadie más. Y sé que seréis muy felices, eso también me hace feliz a mí, aunque yo te siga queriendo y no pueda tenerte.
Mierda. Al final iba a hacerme llorar y todo.
- Pero la quieres a ella y eso me hace feliz. No sé si soportaría que te hubieras imprimado de otra – se rió forzadamente -, porque todas me habrían parecido poco para ti. En cambio, con Renesmee es distinto. Ella es la única que te merece, ni siquiera yo te merezco. En realidad, nunca te he merecido, te he hecho mucho daño, no sabes cuánto me arrepiento de eso.
- Eso es agua pasada, no merece la pena recordarlo.
- Aún así, te pido perdón, aunque fuera cosa del destino, como tú dices – me sonrió, otra vez una sonrisa desvaída.
- No importa, Bells, de verdad.
- Supongo que no puedo evitar que Renesmee termine sabiendo todo esto, ¿verdad? – lamentó, girando el rostro para mirar al horizonte con preocupación -. Sé que los imprimados no podéis guardaros ningún secreto, aunque he de confesarte que me gustaría que no le dijeses nada, no quiero que ella sufra por algo que ya terminó y que no es necesario que sepa.
¿Algo que ya terminó? No dije nada para no hurgar más en la supurante herida, pero esto era algo que ni siquiera había existido, al menos para mí.
- Bueno, ya es tarde para eso. Ella ya lo sabe – le revelé.
- ¿Ya lo sabe? – me preguntó con los ojos abiertos como platos.
- A Nessie no se le escapa una – me reí, porque era cierto.
- Sí, no sé de qué me sorprendo, debería habérmelo imaginado.  Siempre ha sido una niña muy lista – sonrió con añoranza. Entonces, su rostro se tornó en tristeza -. Ahora me odiará.
Odiarla no, pero querer pegarla un puñetazo como yo antes… Puede que ella sí lo hiciera. Bueno, no. Era demasiado buena.
- No, no te preocupes. Ella te quiere con locura, jamás te odiaría – afirmé.
- ¿Ni siquiera por querer lo que ella más ama del mundo? – murmuró, sonriéndome sin ganas.
- Ni siquiera por eso – ratifiqué sin ningún atisbo de duda.
Su rostro volvió a fijarse en el suelo y se hizo un mutismo que me pedía a gritos que me largara de allí de una maldita vez.
- Bueno, voy a ir a buscarla – anuncié, empezando a caminar hacia el boscaje -. Se me ha hecho tarde.
Y estaba deseando abrazarla y besarla.
- Sí, claro – murmuró a mis espaldas - ¡Jake! – me llamó de pronto.
Me paré y giré la mitad del cuerpo para mirarla.
- No te preocupes. Seré buena – me dijo con una sonrisa cómplice.
No pude evitar sonreír yo también al recordar aquello. Me sorprendía que todavía se acordase de cuando yo se lo había dicho el día que estaba hecho polvo en mi cama tras la batalla con los neófitos para decirle que me iba a rendir y que no iba a seguir luchando por ella.
- Seréis muy felices en Alaska y todo se arreglará, ya lo verás – la animé -. Dentro de unos años, esto solamente será un capítulo más y te reirás al recordarlo.
Como me había pasado a mí.
- No sé, Jake. Puede que sí – me contestó, aunque no parecía muy convencida.
- Bueno, hasta luego – me despedí, ofreciéndola una media sonrisa para que se sintiera mejor.
Pareció funcionar.
- Hasta luego – me sonrió también.
Volví a girarme y eché a correr hacia la casa de los Cullen, sin mirar atrás.
No tardé en llegar hasta allí. Entré en el salón. Genial, Edward no estaba. No era por nada, pero lo que menos me apetecía en esos momentos era toparme con un marido vampiro en estado agónico.
El resto de los Cullen que allí estaban casi ni me miraron, tan sólo una mirada fugaz, excepto Carlisle y Esme, que también me sonrieron.
- Hola – saludé en general, subiendo las escaleras a toda mecha.
Atravesé el pasillo y pasé a la habitación de Nessie para coger una camiseta. Entrar en ese dormitorio era como un oasis en medio del desierto. Era la única estancia en toda la casa que olía bien. Olía a Nessie.
Salí de allí con la prenda en la mano y bajé las escaleras de tres en tres, apoyándome en la barandilla para ahorrarme los cambios de sentido de los descansillos de un salto.
- Adiós – me despedí, trotando por el salón hacia la puerta.
Y cerré con un portazo detrás de mí.
Me oculté detrás de uno de los árboles que estaban frente a la casa e hice todo el ritual con la ropa para poder entrar en fase.
Trum, trum, trum, trum.
Ya estaba volando a cuatro patas.
Salí de la propiedad de los Cullen para adentrarme en el bosque contiguo y aceleré.
¡Buf! Menos mal que no estaba Edward. A ver qué cara le hubiera puesto yo después de todo el marrón que se me había plantado delante. Como para aguantar otro. Vale, vale, yo no tenía la culpa, por supuesto, pero no creía que él contara con que Bella también quisiera besarme. Ya debía ser bastante chungo saber que tu mujer iba a decirle a otro que seguía enamorada de él para desahogarse y despedirse, sin embargo, por muy comprensivo que fuera, enterarse de que tu mujer también le quiso besar y tener a ese otro delante… a tiro…
No pude evitar que se me erizara la pelambrera del lomo al recordar el mal rato que había pasado. En ese momento, me di cuenta de lo irónica que era la vida. Jamás me hubiera imaginado que yo iba a terminar rechazando a Bella después de tantos años, y menos ahora, que ella era una mujer felizmente casada y yo era tan feliz junto a Nessie.
Lo malo es que me había quedado un regusto horrible en la cabeza con todo este asunto. Me sentía mal por Bella, aunque sabía que ella iba a ser feliz igualmente. Sin embargo, parecía que lo estaba pasando tan mal…
A mí no me da ninguna pena, intervino Embry de repente.
¿De qué va?, siguió Quil.
Mierda. Se me había olvidado desconectarme del resto. Esos capullos estaban tumbados a la bartola sin hacer nada y se habían quedado en silencio para ver todos mis recuerdos. Ahora ya tenían algo con lo que entretenerse.
¿No tenéis nada que hacer?, resoplé.
Estamos trabajando, tío, ¿no lo ves?, alegó Isaac.
Podía ver cómo azotaba el rabo contra la hierba.
Sí, claro, ya lo veo – contesté con sarcasmo.
¡Puaj! ¡Casi te besa un vampiro, tío!, exclamó Paul.
Y encima, tu futura suegra, comentó Jared.
Qué fuerte, continuó Jeremiah.
¿Se lo vas a contar a Nessie?, inquirió Embry.
Sí, claro, se lo tiene que contar, afirmó Quil.
Yo que él, no lo haría, advirtió Collin. Sólo le traerá problemas.
Pero ella tiene derecho a saberlo, opinó Brady.
Pobre Nessie, lamentó Isaac.
Pobre marido, añadió Paul.
¡Uf! Pobre Jake cuando ese se entere, siguió Jared.
¡Esa tía es una…!
Clic. Desconecté antes de que Leah terminara su frase y bajé los murmullos a un volumen muy bajo para ignorarlos con más facilidad. Entre todos iban a freírme los sesos.
Sin embargo, ahora me habían dejado en duda. ¡Maldita sea! Ya no sabía si era mejor contárselo a Nessie o pasar del tema. ¿Era mejor que lo supiera y se enterara de lo que su madre me había dicho y había estado apunto de hacer, o era mejor ocultárselo como una rata y ser un mentiroso para que ella no tuviera que pasar el mal trago?
Desde luego, si fuese al revés, a mí me gustaría saber la verdad…, pero tampoco quería causarle más problemas a Bella, ni que Nessie se enfadara con su madre, eso también la haría sufrir a ella.
Aunque, por otra parte, Nessie ya sabía que su madre sentía algo por mí, ella misma me había contado todos los brotes de celos que Bella había tenido y que yo no había querido creerme, no era nada nuevo para ella.
¿Contárselo o no contárselo? ¿Contárselo o no contárselo? ¿Contárselo o no contárselo?
Me pasé todo mi galope en dirección al instituto de esa guisa, hasta que, sin darme apenas cuenta, ya estaba en la linde del bosque que limitaba con el grupo de edificios que lo conformaban.
Cambié de fase otra vez y me vestí.
Mientras caminaba para salir del boscaje, pisé una rama y me di cuenta de que no llevaba las deportivas. Genial.
Bueno, por lo menos, había llegado a tiempo. La gente empezaba a salir de clase.
Corrí un poco, hasta que llegué al aparcamiento, y caminé por detrás de los coches para ocultar mis pies descalzos. Divisé a Seth, que esperaba a Brenda en el mismo sitio de siempre, y me acerqué a él. Su agudo oído le hizo mirar atrás y me vio.
- Jake, ¿cómo va eso? – me saludó con su alegría típica.
- Hola, ¿qué tal?
Me quedé detrás de él y apoyé mi trasero en el lateral de su coche.
- Hoy ha sido un día muy aburrido, tío, no ha venido ni un triste vampiro – suspiró.
Ojalá lo hubiera sido para mí también.
- Sí, ya me lo ha dicho Leah.
- Mira, ya salen.
Me incorporé al instante y, entonces, por fin la vi.
Su fantástico efluvio ya me llegaba desde su posición. En cuanto sus dulces ojos se encontraron con los míos, echó a correr hacia mí.
Cómo me hubiera gustado no estar descalzo para correr hacia ella también, tenía muchas ganas de abrazarla. Aún así, no tuve que esperar mucho. Nessie llegó hasta mí en dos segundos y pude estrecharla entre mis brazos. Por fin.
Inhalé el olor de su pelo profundamente. Qué bien olía.
- Hola, preciosa – le sonreí, separándola de mi cuerpo para ver su rostro perfecto.
Sí, era preciosa. ¡Preciosa! Era un ángel, mi ángel.
- Hola – me sonrió también, apretando su abrazo para acercar su cara a la mía.
Dios. Me moría por comerme esos labios. Me costó un triunfo, pero me obligué a contenerme; sabía que si empezaba, ya no podría parar, y no quería dar un espectáculo allí. Era mejor ir al bosque, había más intimidad.
- Espera, vamos a otro sitio – le cuchicheé, despegando sus brazos de mi cuello para cogerla de la mano -. Hasta luego, chicos – me despedí mientras recogía su mochila del suelo e iniciaba la marcha, tirando de Nessie.
- Hasta luego – correspondieron Seth y Brenda.
Volví a caminar por detrás de los coches y salimos del aparcamiento, en dirección al bosque.
- ¿A dónde vamos? ¿Y por qué vas descalzo, no has venido en coche o en moto?
- No, he venido a cuatro patas.
- Ah.
Pasamos la primera línea de árboles y la adentré un poco más en la frondosidad, hasta que me pareció que ya teníamos suficiente intimidad para que nadie pudiera vernos y Seth no pudiera oírnos.
Me paré, tirando la mochila, llevé su espalda hasta el tronco de un árbol para besarla…
…y entonces, cuando sus ojitos se clavaron en los míos, no pude evitarlo.
- Tengo que contarte una cosa – solté.
Vale, sí, tanto comerme el tarro por el camino, para esto. Pero una cosa era hablar, o pensar, y otra tener a tu chica mirándote con esa carita de inocencia pura. No podía ocultarle nada a Nessie, odiaba mentirle. Prefería que supiese la verdad, además, ya sabía la mitad.
- Has estado con mi madre, ¿no? – adivinó antes de que yo abriera la bocaza para continuar hablando.
- Sí… – asentí, sorprendido de que lo supiera -. ¿Cómo lo sabes?
- Porque mi pulsera no dejaba de vibrar mientras estaba en clase, y, bueno, cielo, es que hueles a ella – señaló.
- Ah, claro… - murmuré, oliéndome.
- Te ha confesado sus sentimientos, ¿verdad? – suspiró, visiblemente molesta.
- Pues…, sí.
A veces, esta chica me daba miedo.
- Y… ha intentado algo más… - cerró los ojos.
Tragué saliva.
- Ajá… - me mordí el labio, temeroso.
- Ha intentado… besarte – acertó, pronunciando el último vocablo con rabia.
- Sí – le confirmé con un murmullo.
Sus párpados no fue lo único que apretó. Sus puños estaban tan cerrados, que le temblaban, y sus dientes chirriaron, de lo que calcaba su mandíbula. Mis manos, que estaban en su cintura, notaron cómo la lengua de fuego empezaba a recorrerle la espalda.
Pasé mis manos a sus mejillas, ya algo frías, y le acaricié el rostro para tranquilizarla.
- Cálmate, pequeña, respira hondo – le sugerí para que se sosegase -. No ha pasado nada, ahora te lo explico todo, ¿vale?
Asintió con la cabeza, respiró muy hondo unas cuantas veces y finalmente abrió sus adorables ojos para engancharlos con los míos.
- Te quiero, lo sabes, ¿no? – le recordé sin dejar de acariciar sus mejillas, ahora cálidas como siempre.
- Sí, y ella a ti también – resopló con inquina.
- No quiero que te enfades con ella ni le guardes rencor – declaré, cambiando mis manos de nuevo a su cintura -, lo está pasando fatal por todo esto. Por ti, por tu padre…
- Lo sé – suspiró, mirando a un lado con resignación -. Sé que está hecha un lío. Pero el que lo haya intentado…
- Pero no pasó nada – le corté -. Mis labios siguen siendo de tu propiedad y uso exclusivo – sonreí.
Eso pareció gustarle.
- Bueno, sé que no lo ha conseguido, porque el olor se concentra aquí – afirmó, hundiendo el dedo índice en mi mejilla con una sonrisa de satisfacción enorme -. Así que el hecho de que no haya podido besarte y que se haya llevado una buena lección, puede más, ahora mismo, que mi gigantesca rabia porque lo haya intentado, y me hace muy, muy feliz – y su sonrisa se amplió mientras llevaba sus brazos a mi cuello.
- Quiero explicarte todo lo que pasó parte por parte – empecé a aclarar -. No sabía que ella estaba allí, y mucho menos que quería…
- Lo sé – me interrumpió, poniéndome el dedo en el pico para que lo cerrase -. Ya me lo explicarás luego. Ahora quiero que me des ese beso que ibas a darme antes – reclamó con un murmullo, pegando su rostro al mío.
- Eso no hace falta que me lo pidas, nena – susurré.
Y comencé a entrelazar mis labios con los suyos. Empecé a hacerlo lentamente, dedicando tiempo al deslizarlos para sentirlos bien. Sí, qué labios tan sumamente sedosos, tiernos, dulces y cálidos. Cuánto los había echado de menos. Sus suaves manos, que acariciaban mi nuca con delicadeza, también eran tan cálidas…, tenían ese tacto tan placentero, y su cuerpo, pegado al mío, era tan ligero, tan femenino… que, claro, me evadí del todo.
Después de ese beso interminable e intensísimo que tuvimos que forzar a terminar, para que no desembocara en algo más y no estuviéramos allí hasta la noche, la cogí de la mano y nos sentamos sobre el terreno, en una zona que me pareció bastante mullida y cómoda.
Le expliqué todo lo sucedido con su madre, aunque le suavicé algunas cosas para no alterarla demasiado, como lo del intento del beso. Simplemente le dije que había intentado besarme, omití que me había estampado en aquél tronco y todo eso que me había dicho de que le gustaba mi olor y que le parecía muy fuerte mientras me sobaba. Eso no hacía falta que lo supiera, sólo iba a causarle más dolor y más rabia. También le aclaré que era una despedida, que ella sólo pretendía desahogarse para terminar con todo eso de una vez, y le conté lo feliz que se sentía por nosotros, porque lo más importante que había en el mundo para Bella eran ella y Edward. Añadí lo arrepentida y angustiada que estaba por intentar separarnos un poco; no lo iba a mencionar, pero Nessie lo sacó a colación, al parecer, ya estaba al tanto de eso. Por último, le expuse lo mal que lo estaba pasando su madre con todo este asunto, por ella y por Edward, y que ya lo iba a olvidar para siempre.
Cuando terminé de soltar toda la parrafada, Nessie se quedó en silencio, mirando al suelo, pensativa. No sabría decir si estaba enfadada o triste, solamente se limitaba a observar la hierba, sumida en sus pensamientos. Me pareció que lo mejor era dejarla reflexionar un rato antes de irnos a su casa, sin embargo, salió de su mundo e insistió en que la llevara, no pude convencerla de lo contrario.
Entré en fase y la llevé hasta allí.

(PARÉNTESIS)
BELLA

Ya llevaba un buen rato sentada en ese tronco desde que Jacob se había perdido entre la vegetación con celeridad. Me había quedado sola, con la única compañía de un vacío interior que invadió mi mente y que comenzó a ser cubierto por una densa niebla.
No sabía cómo me sentía. Me veía completamente acechada por unos sentimientos encontrados que chocaban unos con otros. Bueno, eso no era nada nuevo para mí últimamente.
Todavía me sentía profundamente arrepentida, horrorizada e incluso avergonzada por intentar besarle. ¿Cómo podía haber hecho eso? ¿Cómo podía haberle hecho eso a mi hija? ¿A Edward?
Cerré los ojos y un suspiro de profunda desazón salió involuntariamente por mi boca. No había podido evitarlo, esta explosión de fuego que sacaba a ese yo extraño me había dominado por completo. Me sentía fatal por no haber sabido controlarlo, por no haber sido capaz de pararlo, pero resultaba imposible, imposible. Era peor que la llamada de la sangre.
La cosa había empezado a ir mal cuando escuché esas palabras de rechazo. Sabía que iba a ser así, las había esperado, y sabía que me iban a doler por esta estúpida espiral que hacía regresar a mis sentimientos del pasado, sin embargo, oírlas de su boca directamente y con ese convencimiento, me habían resultado especialmente duras. Eso había sido el chispazo.
No obstante, algo había salido bien. Esa niebla que cubría mi mente empezaba a abrirse algo, despejando mi cerebro poco a poco, quedando solamente ese vacío; un vacío que era lo que yo había estado deseando durante todo este tiempo, porque significaba que había liberado todos esos sentimientos, para que desaparecieran, y por fin comenzaba a ver una luz en ese túnel oscuro lleno de interferencias en el que me veía atrapada. Sabía que todavía me quedaba mucho, pero este era mi comienzo para salir de la espiral.
No me lo pensé dos veces. Lo único que me apetecía ahora era una cosa: ver a Edward.
Eché a correr por el bosque, con tanta velocidad, que la hierva de mis pies apenas se movía por mis imperceptibles y vertiginosas pisadas.
No tardé mucho en llegar a donde había quedado con mi marido. En cuanto pasé el río, percibí su efluvio y lo seguí.
Estaba apoyado en un árbol, con los pulgares metidos en los bolsillos de su pantalón. Su cabeza reposaba en el tronco, ligeramente elevada hacia arriba, y la suave brisa casi veraniega parecía entretenerse con su cabello broncíneo, jugueteando con los mechones a su antojo. Sus ojos estaban cerrados y la expresión que dominaba su rostro era la reflexión.
Me paré a unos metros de él, y en cuanto oyó el ligero movimiento de la hierba bajo mis pies, su cabeza se movió en mi dirección para mirarme.
Solamente hizo falta que viera mi rostro. Los dos corrimos el uno hacia el otro, y en menos de un latido de corazón, ya nos habíamos fundido en un abrazo. Ese abrazo fue tierno, intenso y conmovedor. Sí, habíamos superado esta prueba, juntos habíamos saltado este obstáculo, uno de tantos a los que nos tendríamos que enfrentar. Me sentí tan bien, que me dieron ganas de llorar de felicidad.
Edward consiguió separarse de mí y observó mi rostro como si hiciera mil años que no lo hubiese visto.
- ¿Cómo te sientes? – me preguntó.
¿Que cómo me sentía yo?
- Edward, acabo… acabo de confesarle mis sentimientos a Jacob – le recordé, pues ya habíamos hablado de esto.
Para mi asombro, él sonrió.
- Sí, unos sentimientos fantasma – dijo, acariciando mi mejilla con dulzura.
Pestañeé, perpleja.
- ¿Sentimientos fantasma?
- Bueno, he de admitir que esa denominación me la acabo de inventar, pero, sí, podrían llamarse así.
- No… no te entiendo.
- Lo que sientes por Jacob no es real.
No quería herirle más profundamente de lo que ya debía de estarlo, lo odiaba, y sabía que cuando le había revelado que estos sentimientos hacia Jacob habían vuelto y le dije que necesitaba confesárselos para olvidarme de él de una vez por todas, sería muy duro para él, pero odiaba aún más mentirle o engañarle. Además, él tenía derecho a saber la verdad. Lo que no comprendía era su actitud relajada y diría que incluso aliviada.
- Edward…, mis sentimientos… son reales.
- Claro que son reales, tú los sientes reales; pero ahora, en este momento, al igual que te lo parecieron cuando eras humana.
- ¿Cómo?
- Todo esto te lo está produciendo la turbación que te está afectando. ¿Recuerdas lo que hablamos? ¿Lo que me contaste? Tú misma me la definiste como una regresión al pasado, y dijiste que llenaba tu cabeza de unas interferencias que traían los recuerdos de tu vida humana, obligándote a sentirlos de nuevo. La turbación es algo muy fuerte, esa pulsión es incontrolable, y es lo que hace que tu cabeza reviva todos esos sentimientos de tu vida humana hasta tal punto, que los sientes como reales. Tú has tenido suerte de que sólo sea eso. Conozco casos realmente trágicos, en los que se han llegado a quitar la vida. Tú no has llegado a ese extremo, afortunadamente, y te ha afectado de manera diferente por todas las circunstancias que te rodean.
- Pero lo que le dije a Jacob es verdad, me he dado cuenta de que sigo sintiendo algo por él – reiteré, hundiendo mi rostro en su torso con pesadumbre -. Me he dado cuenta de que también estaba enfadada con él por haberse imprimado de Renesmee, por haberme cambiado por ella de algún modo y...
- Claro, esa es tu verdad, la que sentiste entonces y sientes ahora, porque la turbación por la que estás pasando te hace sentir eso – me cortó, alzándome la cara con dulzura -. Según lo que me contaste, los primeros síntomas empezaron hace seis años, pero tú conseguiste amortiguarlos de alguna manera. En aquel entonces, ya estabas preocupada por Renée, sin embargo, todavía era pronto para que su ausencia te perturbara; Charlie acababa de iniciar su relación con Sue, cosa que te tranquilizó; y Renesmee aún era una niña como para preocuparse por nada. Pero cuando Renesmee creció, y además tan deprisa, tu subconsciente sacó a la luz todo lo que llevabas guardado dentro y los síntomas regresaron con fuerza, haciéndote caer del todo en la turbación. Y repito que la turbación hace que revivas esos sentimientos de tu vida humana y los sientas como reales. Eso es lo que te hizo llegar a conclusiones equivocadas. Por supuesto, todo eso lo sientes así en este momento, pero son conclusiones equivocadas al fin y al cabo.
- Entonces, ¿esto que siento por Jacob es real pero no es real?
- Lo sientes como real, pero no es real del todo – matizó -. Ahora mismo lo sientes como real porque estás bajo la influencia de esta turbación, pero en cuanto pase, en cuanto te cures, todo eso volverá a desaparecer y las aguas volverán a su cauce.
Volví a parpadear. Ahora sí que estaba confusa. Porque yo seguía enamorada de Jacob, le amaba, le necesitaba, quería tenerle a él también, no podía quitármelo de la cabeza ni sacarle de mi corazón, y, ya siendo sincera del todo conmigo misma, tenía que reconocer, muy a mi pesar, que incluso le deseaba. O eso creía, eso sentía. Sin embargo, todo lo que me acababa de explicar mi esposo tenía sentido. Yo misma me había dado cuenta de que lo que explotaba dentro de mí hacía salir a ese yo extraño, humano, que hacía que esos sentimientos que había tenido hacia Jacob en aquel entonces regresaran ahora. Lo que no sabía es que esto que sentía no era real del todo y que era una especie de enfermedad que se curaba.
Sentí cierto alivio poco, puesto que aún estaba confusa , aunque enseguida se desvaneció al recordar a Jacob y todo lo que le solté.
- ¿Y por qué no me dijiste esto antes? – no estaba en condiciones, pero no pude evitar reprochárselo un poco, porque ahora lo que sentía era una vergüenza y un remordimiento horribles -. Ahora Jacob piensa… Yo le he dicho…
Alcé la mano para frotar mi frente mientras mordía mi labio con rubor.
- Tenías que iniciar tu curación, y cuando me contaste tus planes, me pareció la mejor forma de empezar. Como me dijiste, tenías que confesarle todo a Jacob para despedirte de él, para dejarlo todo atrás, para quitarte ese peso de encima. Y la única manera era que lo desalojaras todo de tu cabeza, todo eso que sientes en estos momentos, que te desahogases del todo, a modo de terapia psicológica. Si te hubiera dicho esto, tú no hubieras podido evitar contarle a Jacob que todo era fruto de la turbación y que era pasajero. Ya sabes lo que hubiera pasado si él hubiese sabido eso.
No me hizo falta pensar mucho.
- Sí, él me habría parado para aliviarme el sufrimiento, me habría dicho que no tenía importancia, querría zanjar el asunto lo antes posible sin dejarme terminar y yo no hubiera desalojado mi cabeza del todo – le dediqué una especie de mueca burlona por su metáfora.
- Exactamente. O tú habrías pensado que podías superarlo sin su ayuda, sin que hiciera falta decírselo, y no lo hubieras desalojado – ahora fue él quien me la dedicó -. Tal vez lo hubieses conseguido, pero habrías tardado mucho más, puede que incluso años, y tengo que admitir que esta situación no es nada agradable para mí, sinceramente. Tú me contaste tus planes, y yo sólo tiré un poco para quitar el tapón.
Le sonreí la metáfora de nuevo, si bien pronto se me borró de la cara.
- Siento haberte hecho pasar por esto – murmuré, acariciando su rostro.
- No hubiera podido soportarlo si no fuera porque esto es totalmente ajeno a tu voluntad, creo que me volvería loco e iría detrás de ese lobo para matarle – aseguró –. Pero sé que esto es algo que no puedes controlar, y también sé que Jacob está demasiado enamorado de Renesmee como para... – entonces, su boca se silenció y frunció los labios con pesar -. Lo siento.
- No, puedes decirlo tranquilamente – afirmé, y con una sonrisa, ya que, aunque seguía sintiendo esos celos absurdos, por primera vez parecía que los podía controlar -. Ya no me afecta tanto. Creo que estoy empezando a salir de esta espiral – manifesté, ilusionada.
- Turbación – me corrigió él con otra sonrisa, la suya de alivio puro y duro al darse cuenta de lo mismo que yo.
- Bueno, yo lo llamo espiral. Turbación suena como si estuviera loca.
- En realidad, es una especie de enajenación transitoria – le dediqué un mohín de odio, entrecerrando mis ojos, y él sonrió -. En fin, la terminología da igual. Lo último que querría sería provocar otro ataque que te hiciera sufrir – subió su mano y me sujetó por el mentón -. Me alegro de que eso haya funcionado.
Recordé algo de su locución anterior.
- Antes has dicho que yo habría pensado que podía superarlo sin su ayuda. ¿Sin la ayuda de Jacob? – resalté.
- Bueno, sin darse cuenta, Jacob te ha ayudado.
- Sí, pero ahora me siento un poco mal, es como si le hubiésemos utilizado en cierto modo. ¿Qué pensará? Y encima, le he hecho pasar un momento realmente malo.
Eso me hizo recordar de nuevo lo que había estado apunto de hacer, y todos los remordimientos y sensaciones de horror regresaron.
- Era imprescindible para iniciar tu curación. Además, ya se lo explicaremos todo, no te preocupes.
Eso ya tenía pensado hacerlo, pero lo que me atormentaba ahora era lo que le había hecho a mi hija, a mi marido.
- Lo que he hecho es horrible… - murmuré, cerrando los ojos, siguiendo el hilo de mis pensamientos.
- No te preocupes, cariño, lo comprenderá – me alentó, cosa que me dolió mucho más, por él, por supuesto.
- No, no lo entiendes. Me refiero a lo que os he hecho a Renesmee y a ti.
- A Renesmee también se lo explicaremos, y yo siempre he confiado en ti, no tienes de qué preocuparte – me calmó de nuevo, susurrándome con dulzura.
Fruncí los labios, compungida.
- He intentado besarle – le confesé, totalmente arrepentida.
Abrí los ojos de sopetón cuando escuché su respuesta.
- Ya lo sabía – afirmó con una sonrisa sorprendentemente comprensiva.
- ¿Ya lo sabías? ¿Y cómo…? No lo habrás visto, ¿verdad?
Mi tono se tornó un tanto horrorizado y angustiado, porque yo no quería que él tuviera que pasar por nada como eso, no quería que él sufriera más. No, ya no más. Ya había tenido bastante con tener que soportar que yo fuera a confesarle mis sentimientos a Jacob.
- Bueno, cielo, es que apestas a él – declaró, arrugando la nariz -. Sobretodo aquí – y rozó mis labios y los alrededores con su suave dedo para señalarlos.
Ahora lo que sentía era una vergüenza horrorosa.
- Ah – y pasé mi mano por mi boca varias veces para mitigar el olor de alguna manera.
- Deja, conozco otro modo mucho mejor de eliminar ese olor – declaró, curvando su boca hacia arriba.
Y unió sus labios a los míos con un beso apasionado, si bien podía percibir un viso de reclamación un tanto territorial típicamente masculino que, por qué no decirlo, me gustó.
- Ahora ya hueles mucho mejor – susurró en mis labios con una sonrisita de autosuficiencia que también me encantó.
Le sonreí, aunque se desvaneció de mi cara enseguida. Porque su reacción territorial me recordó a la muy posible de Renesmee, y eso volvió a azotarme el alma. Su madre había intentado besar a su novio, a su futuro marido, y eso le iba a flagelar profundamente, le iba a herir…, le iba a enfadar, y con razón. Edward se dio cuenta de mi malestar.
- ¿Qué ocurre? – preguntó, separándose un poco de mí para ver y analizar mejor mi rostro.
- Renesmee – murmuré, bajando los párpados -. Jacob se lo contará en cuanto la vea, ya sabes que los imprimados no pueden guardarse ningún secreto. Aunque él me dijo que ella ya lo sabe todo.
Mi angustia crecía por momentos, cuanto más lo pensaba, más aumentaba.
- Sí, ella ya lo sabe hace tiempo – ratificó él, para mi asombro -. Aunque lo que no conoce es la razón.
- ¿Y tú lo sabías? ¿Por qué no me dijiste nada? – otra vez, no pude evitar reprochárselo un poco.
- Por la misma razón que tú me ocultaste todo esto que te estaba pasando – ahora el que hablaba con un hilo de reproche era él -. Para no hacerte sufrir más.
- ¿Y por qué no le dijiste a ella lo que me estaba pasando? – me separé de él y empecé a pasear nerviosamente -. Ella… ella no hubiera tenido que sufrir tanto.
- Hace muy poco que lo sé – alegó, observándome mientras yo daba mis paseíllos -. Renesmee es una experta ocultándome sus pensamientos, te lo aseguro. A pesar de gritar tanto como Jacob, es realmente buena. Siempre piensa en otras cosas cuando estoy yo, tiene una facilidad increíble – si no fuera porque había un hilo de arrepentimiento en su timbre de voz, juraría que lo decía hasta con orgullo paternal -. Tengo que admitir que hubo un par de ocasiones en que se le escapó algo, pero enseguida pensaba en otra cosa, y yo creía que sólo estaba disgustada contigo por ponerte como te ponías, que era un acto rebelde típico de su adolescencia.
- No te hecho la culpa a ti, toda la culpa es mía, pero es que, ella lo habrá pasado tan mal…, estará sufriendo tanto…, y todo por mi culpa.
- Bella – me cogió de la mano y me detuvo; después, se puso frente a mí y colocó sus manos en mi cintura -. Ella no está sufriendo. Por supuesto, no lo está pasando bien, ve tus ataques de celos y no los soporta, eso le afecta; pero ella está más preocupada por ti, que otra cosa. Sabe que tú lo estás pasando mal y que tu cabeza está llena de sentimientos encontrados, que te encuentras mal porque te sientes culpable. Lo que no sabe es que todo lo que sientes por Jacob es producto de la turbación que estás atravesando.
Tenía que hablar con ella, pero me daba tanto miedo.
- Llevo tiempo queriendo hablar con ella, pero no puedo – exhalé con desazón -. Sé que esto le está afectando y sé que, ahora que yo misma comprendo lo que me está pasando y puedo explicárselo, debería aclararle muchas cosas. Pero todavía no estoy preparada. Todo esto está demasiado reciente y aún me dan estas explosiones o ataques incontrolados. Ya exploté una vez con ella, no quiero que me vuelva a ocurrir. No quiero hacerle más daño. Necesito esperar hasta que me sienta más fuerte, entonces se lo contaré todo.
- Puedo contárselo yo, si quieres.
Me quedé pensativa un momento.
- Sí, está bien – asentí -. Creo que ahora será mejor que hables tú con ella y le aclares las cosas. Pero cuando me sienta con fuerzas, cuando me cure, quiero decírselo yo, explicarle cada detalle, aclarárselo todo de primera mano. Además, yo misma lo necesito. Me siento tan mal por todo lo que le he hecho pasar, por dañarla de algún modo…
- De acuerdo – consintió él, acariciando mi mejilla.
Observé a mi esposo durante un instante y otra vez volví a sentir que no me lo merecía. Era tan comprensivo conmigo. Demasiado.
Alcé mis brazos y rodeé su cuello para acercarme más a él.
- Siento todo esto – murmuré con desazón.
- Y yo te repito que es algo que no puedes controlar. Se pasará más pronto de lo que crees y todo volverá a la normalidad. Pero la próxima vez que te pase algo, cuéntamelo enseguida, si no, no podré ayudarte. Tenemos que superar los problemas juntos.
- Sí, tienes razón – asentí, cerrando los ojos y suspirando después, con arrepentimiento. Luego, los abrí y clavé mi mirada en la suya de color topacio -. Superaremos esto juntos.
- Siempre juntos – recalcó.
- Te quiero – le susurré con una sonrisa.
- Yo también te quiero – murmuró él.
Y nos volvimos a fundir en un beso apasionado, aunque, esta vez, fui yo la que reclamó su sitio. Mi único y verdadero sitio.

(FIN DEL PARÉNTESIS)

- ¿Seguro que estás bien? – le volví a preguntar mientras me vestía detrás del árbol.
- Sí – contestó escuetamente sin quitar ojo a su casa.
Pero yo sabía que no era así. Desde que le había contado toda la historia, no había abierto la boca. Me hubiera arrepentido, si no fuera porque ella ya lo había adivinado y no había tenido opción. Aunque se lo hubiese contado igualmente, ella también tenía derecho a saberlo.
Terminé de ponerme la camiseta y la tomé de la mano.
- Si quieres, damos un paseo antes de que entres en casa – le propuse.
- No, estoy bien – aseguró, tirando de mí para que caminase con ella -. Vamos.
Iniciamos la marcha despacio, sin embargo, a medida que nos acercábamos a la casa, su ceño se iba frunciendo y sus pasos se iban acelerando, hasta que llegó un momento en que casi era arrastrado por ella. De pronto, su mano, que aferraba la mía con fuerza, se soltó y echó a correr hacia el porche, enfurecida.
Mierda. ¿Por qué era siempre tan impulsiva? Bueno, aunque yo tampoco estaba para hablar, y, sinceramente, para otras cosas bien que me gustaba, la verdad.
- ¡Nessie! – grité, persiguiéndola -. ¡Nessie, no!
No me dio tiempo a alcanzarla.
Abrió la puerta tan bruscamente, que la hoja chocó con la pared y rebotó, casi se me estampa en las narices cuando entré tras ella.
En el salón solamente se encontraban Bella y Edward. Mala señal. Eso quería decir que su padre ya había escaneado su mente y había desalojado la estancia porque sabía lo que se avecinaba.
Intenté cogerla del brazo, pero se me escapó, parecía que estuviese cazando moscas. Nessie se abalanzó hacia Bella y, entonces, cuando vio su cara atormentada, se paró de sopetón frente a ella. Tuve que calcar los dedos de los pies de golpe para frenarme detrás de ella y no chocar con su espalda.
Edward tenía el brazo delante de Bella, por si tenía que apartar a Nessie o agarrarla, y levantó los ojos para mirarme fijamente.
Ugh. Me había preocupado tanto por Nessie, que me había olvidado por completo de mi propio pellejo. Aunque no parecía cabreado conmigo. Más bien me miraba como si estuviese… ¿Qué? ¡¿Agradeciéndomelo?! Increíble…
- Como hija, voy a hacer como que no ha pasado nada, porque eres mi madre y te quiero – Nessie empezó a hablar en un tono pausado, aunque extrañamente rabioso -. Sé que lo estás pasando muy mal y no quiero verte sufrir, así que te perdono – su mano se cerró en un puño -. Pero como mujer, zanjaré este asunto… ¡de una vez por todas!
- ¡No, hija! – gritó Edward a modo de aviso.
A mí tampoco me dio tiempo a pararla. Sin haberse transformado, no sé cómo lo hizo a esa velocidad tan vertiginosa. Giró la mitad del cuerpo hacia atrás para coger impulso y…
¡Plaf!
…le arreó un potente derechazo en la cara.
A Edward y a mí nos dio un respingo cuando escuchamos el chasquido, en cambio Bella ni se movió, cerró los ojos y casi diría que recibió el puñetazo con gusto, como redención.
- ¡Ay!
¡Uf! Me hubiera dolido hasta a mí…
Nessie se quejaba y se retorcía mientras se agarraba la mano y los tres nos echamos encima de ella para socorrerla.
- ¡Cielo, ¿te has hecho mucho daño?! – inquirió Bella, tocándole el rostro con impaciencia.
- Déjame ver – le pedí, sujetándole la muñeca para verle la mano.
- ¡Mierda, creo que me la he roto! – lloriqueó.
- Iré a buscar a Carlisle para que te la examine – anunció Edward, ya saliendo por la puerta.
- No creo que esté rota – le calmé, acercando su rostro a mi pecho para besarla en la cabeza -. Menos mal que eres mitad vampiro, si no, la tendrías destrozada. Pero no tienes ningún dedo torcido. Puede que tengas una fisura o algo así.
- Genial – masculló, apretando los dientes del dolor y aferrando la mano sana a mi espalda.
Entonces, se fijó en su madre, que la miraba preocupada, aturdida y confusa.
- Y encima, tú no tienes ni un rasguño – protestó con el ceño tan fruncido, que me pareció hasta adorable.
No pude evitarlo. De pronto, me entraron unas ganas de reir enormes y exploté en un ataque de risa.
Ambas pestañearon sin entender al principio, pero, poco a poco, fueron contagiándose de mi carcajada sin querer y empezaron a reírse también.
- Lo siento… - dije entre risas -. Es que esto es tan cómico…
- Qué gracioso – contestaron con retintín las dos a la vez, cosa que les hizo volver a reírse.
- Pues me has hecho daño – reconoció Bella, acariciándose la   mejilla -. Tienes mucha fuerza, para ser un semivampiro.
- Te lo tienes merecido – le echó Nessie en cara, achuchándome más.
- La verdad es que sí – aceptó su madre, poniendo la mano de su hija entre las suyas como si de un sandwich se tratara para calmarle el dolor con su frío.
En ese momento, la puerta de la casa se abrió y Edward y Carlisle entraron apresuradamente.
- Deja que te la examine – le dijo el doctor, cogiéndole la mano.
- ¡Ay, ay! – se quejó Nessie mientras Carlisle le tocaba los nudillos y las falanges con su dedo pulgar.
- Tenga cuidado, Doc – no pude evitar protestar al ver que la estaba haciendo daño.
Sabía que era por su bien, pero es que, aún así…
- No la tienes rota. Lo más seguro es que tengas una pequeña fisura – diagnosticó, soltándole la mano con delicadeza para depositarla en las de Bella de nuevo.
Volví a acercar su rostro a mi pecho y le di otro beso en la cabeza.
- Ven a mi despacho. Te la vendaré y te pondré un cabestrillo para que no la muevas.
- Vamos, cielo – la exhorté, cogiéndola de la mano sana.
- Sí.
- Voy con vosotros – se ofreció Bella, poniéndose al otro lado de su hija y pasándole el brazo por la espalda.
- Ay, eres igual que una piedra… Cómo me duele… - murmuró con un gemido.
- Lo sé, lo sé – asintió su madre con preocupación -. Lo siento tanto…
Y los tres subimos las escaleras con Carlisle para dirigirnos a su despacho.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

3 comentarios:

  1. Ufff que susto me dio al principio, pense que habria serios problemas con bella, yo ya pensaba, que zorra la madre ¿como pudo hacer algo asi?
    menos mal que aclareste lo que verdaderamente le pasaba a bella, me encanta esta historia y el capi esta genial besoos

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  2. estuvooooo muyyyyyyy buenooo :) ajajajjajajaja

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  3. Estuvo genial al principio le queriia arrancar el cuello a bella x lo que le hizo a su propia hija... pero graccias por aclararlo... pero aun asi... bye, bye bella y edward... hola jacob y nessi jajaja ellos merecen ser felices!!! fan no. 1

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