Concurso de Fanfics

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El correo tendrá que contener: NOMBRE DEL AUTOR, TITULO DE LA HISTORIA, IMAGEN DE LA HISTORIA, TIPO Y CATEGORIA DEL FIC Y EL FIC.

CONCURSO:
TIPOS DE FICS:
  • Songfic
  • Real person
  • One shot
  • Fics completados
  • Fics sin completar
CLASIFICACIONES:
  • M - Mature (Adultos)
  • T - Teens (Adolecentes)
  • K - Kids (Todas las edades)
JURADO:
  • MIAW
  • MARIA
  • TAMARA
PREMIOS:
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ESTE BLOG ES PARA CONOCER A LOS DEMAS FANS DE RENESMEE Y JACOB

miércoles, 4 de mayo de 2011

LOCURA [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE




- Es un milagro que siga vivo – afirmó Jake, peinándome el pelo con los dedos.
Habíamos subido a mi dormitorio después de cenar, para charlar un rato antes de dormir. Él se había echado boca arriba en mi cama y yo me acurruqué a su lado.
- No les hagas caso – suspiré -. Tendrán que acostumbrarse.
Sobretodo mi madre, pensé.
Nos quedamos un rato en silencio, pensando. Se estaba en la gloria sobre su pecho calentito mientras me atusaba la melena. Alcé un poco la cabeza para darle un beso, pero me detuve al verle con el rostro preocupado.
- ¿Qué te pasa? – le pregunté -. No estarás preocupado por eso, ¿no?
- ¿Por lo de tu padre? Qué va – aseguró.
- ¿Entonces?
Cogió aire lentamente por la nariz y lo soltó de sopetón, con desazón.
- Es por Sam.
Me incorporé un poco más y me eché boca abajo, apoyándome en su torso para verle mejor la cara.
- ¿Es que le ha pasado algo?
- No, no es eso – se quedó unos segundos mirando al techo y volvió a suspirar -. Quiere dejarlo – soltó al fin.
Me quedé a cuadros.
- ¿Sam dejarlo?
- Bueno, no del todo. Quiere seguir unos años más y luego envejecer junto a Emily.
- ¿Y cuál es el problema? Ya sabías que eso tenía que pasar tarde o temprano – le dije, pasándole los dedos por el pelo.
- Pues que no quiere seguir siendo un Alfa – empezó a explicar -, quiere pasarse a mi manada, como los demás, y ahí está el problema, que ya no habrá dos manadas.
- ¿Los demás? – inquirí sin comprender.
- Mi manada ha crecido – anunció con resignación.
En ese momento, me di cuenta de la de cosas que me había perdido estos cuatro meses. Me acordé de la gran manada que había pasado a mi lado en el bosque para perseguir al licántropo, había contado hasta dieciséis borrones.
- ¿Cuántos sois ahora?
- Diecinueve – resopló -. Estas dos últimas semanas han sido una locura – se quejó -. Primero fueron los más jóvenes: Cheran, Thomas e Ivah. Después, me vienen Jeremiah y Aaron diciéndome que también quieren estar en mi manada – volvió a resoplar -. Y no veas qué jaleo se montó cuando llegó el resto – frunció el ceño al recordar -. Vinieron en tropel y tuve que reorganizarlo todo. Leah no hacía más que quejarse y, para encima, el lío de la boda de mi hermana a las puertas.
- Entonces, la manada de Sam consta de cinco miembros, ¿no?
- Sí.
- Sam, Jared, Paul…
- Michael y Nathan – siguió él.
- ¿Todos los demás se han pasado a la tuya? – pregunté, sorprendida -. ¿Por eso Sam no quiere seguir siendo un Alfa? ¿No le basta una manada de cinco miembros?
- No, eso le da igual. Podía haber seguido unos años más de Alfa tranquilamente con su manada hasta que lo dejara, pero es por todo ese rollo del Gran Lobo – protestó con una mueca de disgusto -. No me deja de dar la brasa con eso de que soy Taha Aki, que tengo que ser yo el jefe de la tribu y que sólo puede haber una manada. Jared, Paul, Michael y Nathan también piensan lo mismo, pero siguen con él por lealtad, ¿entiendes? Cuando él se pase a mi manada, ellos harán lo mismo encantados. Así que tendré que liderar a veintitrés lobos y, para colmo, ya me dirás en qué puesto pongo a Sam, porque Leah no está dispuesta a perder su posición de segundo al mando. Menudo marrón que me viene  – resopló por enésima vez -. ¿Te acuerdas cuando Emily dio a luz y tuve que encargarme de las dos manadas?
- Sí, claro.
- Por lo visto, era una prueba, ¿puedes creértelo? – suspiró con indignación -. Un ensayo o algo así para ver si estaba preparado para llevar una manada tan grande. El muy cretino habló con el Consejo y lo planearon todo.
- Y, por supuesto, pasaste la prueba – declaré, sonriendo con orgullo, sin dejar de acariciarle la cabeza con los dedos.
- Parece ser que sí – exhaló. Luego, se quedó mirándome, sonriendo con esa sonrisa que me volvía loca -. Veo que a ti te gusta bastante mi asquerosa situación.
- No es asquerosa. Yo estoy muy orgullosa de ti y sé que lo harás muy bien – confesé, acercándome a su rostro -. Además – bajé mi dedo por su pecho -, es lo que tenía que pasar. Es un honor para ellos, es normal que todos quieran estar bajo tus órdenes, Gran Lobo – susurré en sus labios.
- Bueno, si a ti te gusta tanto, puede que no esté tan mal, después de todo – murmuró.
Le besé muy despacio y metí la mano bajo su camiseta para acariciar su impresionante torso.
- He estado pensando que podíamos tener esa cita que tanto querías – cuchicheé sin dejar de rozar su labio inferior con los míos.
- Menos mal – sonrió -. Creí que no ibas a tener una cita conmigo nunca.
- Ya ves, he cambiado de opinión. ¿Qué te parece este sábado?
- No sé, tendré que mirar mi apretadísima agenda – bromeó, haciéndose el remolón.
- Sería por la noche – le señalé con intención.
Jacob captó mi mensaje enseguida. Se giró e invirtió nuestra postura. Ahora yo estaba boca arriba y él boca abajo, con la mitad del cuerpo sobre mí. Mi corazón metió la quinta.
- Creo que podría hacer un hueco – murmuró, deslizando sus labios por mi mandíbula.
- Tú y yo solos… – seguí insinuando con un susurro.
Bajó su caliente mano y empezó a arrastrarla por debajo de mi camiseta, provocando aún más a mi ya estremecida piel.
- Tiraría la agenda por la ventana. Me muero por estar contigo… - me susurró, besándome con suavidad.
Sólo con esa ardiente caricia y el roce de sus palabras, todo mi cuerpo, incluidas las mariposas, se puso a hiperventilar.
Llevé mis manos a su nuca y a su espalda.
- Jake… - suspiré.
Alguien picó a la puerta cuando nuestros labios se mezclaron con más efusividad.
- Renesmee, voy a entrar – anunció mi padre, malhumorado.
Nos separamos a regañadientes y nos quedamos sentados en la cama, esperando a que pasara.
Mi padre abrió la puerta y entró en el dormitorio con gesto serio. Me crucé de brazos y le miré con el ceño fruncido.
- ¿Qué quieres? – le pregunté.
- Solamente venía a comprobar cómo iba la cosa.
Iba bien, hasta que llegaste tú, pensé.
Mi padre sonrió con un poco de malicia, dándome a entender que por eso había venido.
- No estábamos haciendo nada – resopló Jake.
- Por cierto, Jacob. Ahora que Nahuel no está en esta casa, ya no hay motivo para que te quedes a dormir – le dijo mi padre.
- ¡Papá! – protesté.
- A Carlisle no le molesta – replicó Jacob.
- Pero a mí sí – le respondió él.
- ¿Por qué? Te recuerdo que tú te quedabas todas las noches con Bella mientras ella dormía.
- Exacto, mientras dormía – matizó mi padre.
- Sí, porque no podíais hacer nada – rebatió mi novio. Entonces, esbozó una enorme sonrisa -. ¿Es por eso? ¿Es porque yo sí puedo tocar a Nessie?
- Jacob, no te pases conmigo – le advirtió mi padre con su rostro de mármol todavía más tenso -. Hoy no estoy para juegos, así que ya puedes largarte ahora mismo antes de que te…
- Vale, vale, está bien – le interrumpió él, enfadado, levantándose de la cama -. Ya me voy, tranquilo.
- ¡No! – me quejé, poniéndome en pie como un resorte y pegándome a Jake.
- Ya está bien, Renesmee – me regañó papá -. Jacob tiene que irse a su casa. También tiene allí a su padre, que lleva durmiendo solo mucho tiempo.
Me mordí el labio, pensativa. Eso era verdad.
- No te preocupes – me susurró mientras me cogía por la cintura para arrimarme a él -. Estaré aquí todas las mañanas a primera hora, cuando te levantes.
Asentí con la cabeza y rodeé su cuello con mis brazos para besarle. Escuché muy de fondo los irritados suspiros nasales de mi padre cuando nuestros efusivos labios no terminaban de despegarse.
- ¡Jacob! – bufó papá de repente -. ¡Deja de pensar en eso! ¡Soy su padre, por el amor de Dios!
- Nadie te ha dicho que hurgues en mi mente – le respondió éste, dejando mi boca para ello.
- ¡No juegues conmigo, perro! – voceó mi padre, exasperado -. ¡Vete de aquí ya, si no quieres que…!
- Vale, vale – le cortó de nuevo, separándose de mí -. Bueno, preciosa, hasta mañana – se despidió por el camino, a la vez que me daba besos cortos y me llevaba con él de la mano a medida que se acercaba de espaldas a la puerta.
- Hasta mañana – le respondí, sonriente, entre beso y beso.
- ¡Jacob! – rugió mi padre.
- Vale, vale.
Me dio un último beso y me soltó la mano para largarse por piernas de la habitación.
Me asomé a la puerta para verle marchar por el pasillo y solté una risilla cuando le vi lanzándome besos al aire hasta que se perdió escaleras abajo.

Le pedí a Rosalie que me peinara y a Alice que me maquillara un poco. No entendía por qué estaba tan nerviosa por esta cita, ya que veía a Jacob todos los días. Sin embargo, tenía la tonta intuición de que iba a pasar algo especial, aunque todo me parecía especial a su lado.
Habíamos hablado de nuestra cita toda la semana, pero Jacob no me quiso decir a dónde me iba a llevar. Lo único que sabía es que era en Port Angeles, ya que mi padre no quería que fuéramos muy lejos después de todo lo que había pasado con Nahuel y el licántropo, y que era un restaurante muy guay.
Intenté averiguar algo preguntándoles a mis amigas, a ver si ellas sabían de algún restaurante muy guay en Port Angeles, sin embargo, ninguna sabía nada. Helen solamente iba a locales de comida rápida, las gemelas no conocían mucho mundo debido a su estricto padre y Brenda llevaba toda la semana casi sin hablarme, del enorme disgusto que se había llevado con el beso del lunes, del martes, del miércoles...
Me levanté y me eché un último vistazo en el espejo del baño después de mi sesión de maquillaje y peluquería. Mi pelo caía suelto con una cascada de suaves rizos y mi maquillaje era muy natural, tan sólo se notaba la sombra en tonos tostados y la línea negra bajo mis ojos.
- Muchas gracias, sois las dos geniales – felicité a mis tías, dándoles y beso en la mejilla y sonriendo abiertamente.
- Me encanta cómo te queda este vestido rojo – me dijo Alice, toda emocionada. Entonces, lo alzó y sonrió al ver las medias y los ligueros -. Los encajes de las medias son preciosos. Y los zapatos son lo más. Deberías de ponerte tacones más veces.
Los ligueros, las medias transparentes, el pequeño bolsito y los zapatos me los había comprado ella en cuanto vio que me iba a poner mi vestido rojo, no sé ni cómo le dio tiempo.
- Sí, claro – suspiré con una risa -. Ni siquiera sé si sabré caminar con esto.
- Eres mitad vampiro, por supuesto que sabrás – alegó ella en un tono petulante. De pronto, me pasó el brazo por los hombros y su voz musical se tornó, además, sugerente -. Bueno, cuéntale a tu tiíta, ¿a qué se debe esta indumentaria tan sexy? ¿Es que quieres provocar a Jacob?
Mis mejillas se encendieron, aunque esa era la idea.
- No creo que necesite eso para provocar a ese animal – exhaló Rosalie.
- ¡Rose! – le regañé.
- Perdona, era una broma – se disculpó, al ver mi cara de enfado -. Quiero decir, que a él ya le gustas igual – intentó arreglar.
- Bueno, bueno – me animó Alice, empujándome hacia la    puerta -. No le hagas esperar más.
- Sí, bajo ya.
¿Por qué estaba tan nerviosa? Qué tontería.
Cogí aire y salí del baño.
Caminar con esos tacones no se me daba tan mal como yo pensaba, hasta bajé muy bien las escaleras de las dos plantas y todo.
Los nervios se transformaron en una enorme revolución de sentimientos cuando vi a Jacob en el salón. Mis piernas se quedaron tiesas en el primer escalón y mis embobados ojos se clavaron en él.
Me pareció que iba tan guapo como el día de la boda de Paul y Rachel. Estaba esperándome de pie, mirándome tan pasmado como yo a él. Me fijé en que los pantalones de vestir marrones y la camisa azul eran parte de la ropa que Carlisle y Esme le habían traído de París. Y era la primera vez en toda mi vida que le veía con zapatos.
Me obligué a tomar aire y avancé hacia él.
- Estás… estás… - balbuceó, mirándome de arriba a abajo como si no se lo creyese.
- Tú también estás muy guapo – concluí yo con una sonrisa mientras rodeaba su cuello con mis brazos.
- Impresionante, esa es la palabra… - me susurró en los labios.
Me apretó contra él y empezamos a besarnos con intensa animosidad. Su ardiente aliento ya empezaba a calentar mi cuerpo.
Un molesto carraspeo me hizo bajar del cielo y me forcé a separar mi boca de la suya. Mi padre nos miraba con una mezcolanza de angustia, disgusto y enfado en su rostro. Sin duda, estaba viendo nuestras mentes.
- Hice bien en no ponerle barra de labios – le cuchicheó Alice a Rosalie.
Entonces, me dio por mirar a mi alrededor y me percaté de que estaba allí toda mi familia. Mi madre miraba hacia otro lado y tenía los ojos fijos en el suelo.
- Estás preciosa – dijo mi padre, sonriéndome. Luego, le cambió el semblante -. Demasiado, demasiado preciosa – y miró a Jake con ojos disconformes.
Mi novio despegó la vista de mí, movió sus pupilas hacia papá y bajó la curvatura bobalicona de su labio, carraspeando con disimulo.
- Gracias. Bueno, ¿nos vamos? – le sugerí a Jake para salir de esa casa de una vez.
- Un momento – nos interrumpió Alice, parecía indignada por algo -. No iréis en ese coche, ¿no? – le preguntó a Jacob.
- ¿Qué le pasa a mi coche? – protestó él con el ceño fruncido.
Mi tía levanto la mano y a Jake se le iluminó el rostro, como si el brillo de la llave que le mostraba ella se reflejara en él.
- Nada, pero es mejor mi Ferrari – le contestó con un aire presuntuoso.
- ¿Me vas a dejar tu Ferrari? – inquirió él, sorprendidísimo.
- ¡Muchas gracias, Alice! – exclamé, lanzándome a ella para abrazarla.
Era tan pequeña y menuda, que no apreté mucho, daba la sensación de que se fuera a romper, aunque sabía que si la abrazaba con fuerza, lo más seguro es que la que acabara rota fuera yo.
- Alice, si no fueras un vampiro quemanarices, te daría un beso – declaró Jake entre risas.
- Doy gracias a eso, entonces. Pero, bueno, me lo tomaré como un cumplido – suspiró ella con una sonrisa, alzando más la llave para que él la cogiera.
Y así lo hizo. Me tomó de la mano y nos dirigimos hacia la puerta.
- Jacob – le llamó mi padre.
Puso los ojos en blanco y se dio la vuelta, resoplando.
- Ten cuidado con ese coche. Ah, y a las doce en casa – le dijo en tono de advertencia.
- ¡Papá! – protesté.
- ¿A las doce? Venga ya – se quejó -. ¿Te crees que es Cenicienta?
- A las doce – repitió mi padre con el semblante inflexible.
Suspiramos y Jacob abrió la puerta para dejarme salir.

El Ferrari no corrió por la carretera hacia Port Angeles, voló como un cohete. Yo ni me imaginaba que podía llegar a esas velocidades. Jacob disfrutó como un niño, al volante. Solamente disminuyó cuando empezamos a divisar la ciudad.
Aparcó cerca del Erickson Play Field1 y nos dirigimos al restaurante donde había hecho la reserva, dando un paseo.
No quedaba lejos de allí. Aunque fuimos a paso lento, llegamos en diez minutos. Cuando vi el establecimiento, me quedé boquiabierta.
- ¿Es aquí? – le pregunté, gratamente sorprendida.
- Sí – me contestó, sonriente.
Era un restaurante de estilo moderno, con un cartel en tonos negros y rojos con el dibujo de un lobo enorme que ponía: Wolf 2.
- El nombre es muy apropiado – me reí -. Pero este sitio tiene pinta de ser un poco caro… - opiné, más seria.
- Bah, un día es un día. Además, tengo enchufe – admitió, sonriendo de oreja a oreja.
- ¿Enchufe?
- Ya lo verás – se rió -. Vamos – tiró de mi mano y empujó la puerta con la otra.
Pasamos y nos dirigimos a una pequeña barra que había en la entrada. El restaurante no era muy grande, pero parecía muy acogedor. Estaba todo decorado en tonos negros, rojos y plateados, y era muy chic, a Alice le hubiera encantado, si pudiese comer, claro. El tema central en todo el comedor eran los lobos, había algunos cuadros de estilo vanguardista de estos cánidos por las paredes.
- Buenas noches – nos saludó el camarero de la barra.
- Hola, teníamos una mesa reservada – le indicó Jake.
El camarero abrió un pequeño cuadernillo por una hoja que tenía marcada con una cinta.
- ¿A nombre de quién? – preguntó, sin dejar de mirar a la libreta.
- De Jacob Black.
El chico de pajarita levantó la vista al instante y miró a Jake con sorpresa.
- Esperen aquí un momento, por favor – dijo mientras se marchaba de la barra apurado y se perdía por una puerta.
- ¿Qué pasa? – quise saber.


1 Erickson Play Field es un parque de recreación donde existen canchas y pistas de diferentes deportes y zonas de juegos infantiles.  
2 Wolf: lobo, en inglés.
- ¡Jacob! – exclamó un hombre que salía como una exhalación de la misma puerta con los brazos extendidos.
Parecía de la reserva. Era indio, y su pelo negro y liso estaba atado en una corta coleta.
- Hola, Joe – le saludó él con una sonrisa.
- Te estaba esperando. ¿Cómo estás? – le estrechó la mano con evidente respeto -. ¿Y tu padre?
Sí, era de La Push.
- Bien, estamos todos bien, gracias.
- ¡Oh! – volvió a exclamar, mirándome a mí de arriba abajo, deslumbrado -. Esta debe de ser tu preciosa novia. Renesmee Cullen, ¿verdad?
- Sí – contesté con timidez, a la vez que estrechaba mi mano también con deferencia, cosa que me pareció un poco embarazosa.
- Yo soy Joseph Luta, el padre de Cheran – me aclaró -. Pero no os entretengo más. Seguidme por aquí, os sentaré en vuestra mesa.
Ahora lo entendía todo. Por eso el nombre y tema del restaurante y su trato respetuoso, de ahí el enchufe de Jacob.
Joseph se encaminó hacia el comedor y nos condujo hasta un pequeño rincón. Por el camino, me percaté de que la mayoría de los comensales eran gente joven acomodada. Nos miraban con cierto asombro. Yo no sabía si era por mi atuendo o por mi alto y espectacular novio.
- Es esa mesa de ahí – nos anunció, señalándola con la mano -. Os traigo las cartas ahora mismo.
Se marchó raudo y nosotros nos sentamos uno enfrente del otro.
La mesa era para cuatro personas, aunque nos la habían preparado para dos con unos modernos manteles individuales de color rojo, al igual que las servilletas, sobre uno negro que la cubría entera. Los platos intercambiaban el negro y el rojo y tenían un ribeteo en plateado.
Me volví para quitarme mi chaqueta negra y la dejé en el respaldo de la silla. Cuando me giré de nuevo y Jake me vio, se le resbaló el tenedor de las manos, el cual cayó sobre el plato y produjo un ruido estridente. La gente se dio la vuelta para mirarnos, pero él ni se dio cuenta, lo único que hacían sus pupilas era repasarme, fascinadas. Me sentí satisfecha de que mi vestido hubiera causado el efecto que yo esperaba, pero, aún así, se me subió el color a las mejillas.
- Estás… estás… - balbuceó otra vez.
- Todo está al detalle – le dije para cambiar de tema.
Mi cara empezaba a estar tan roja como mi vestido.
- ¿Te gusta? – me preguntó con sus ojos negros, centelleantes.
- Me encanta – admití con una sonrisa -. Sobretodo la compañía.
Nos cogimos de las manos, entrelazando los dedos, y nos sonreímos.
Estaba tan guapo… Si no hubiera sido porque nos separaba la mesa, me hubiese lanzado a sus brazos para besarle.
- Bueno, aquí tenéis las cartas – intervino Joseph, interrumpiendo mis pensamientos -. Ahora os atenderá la camarera.
- Gracias – contestamos los dos al mismo tiempo, cogiéndolas.
El dueño se marchó de nuevo para dejarnos mirarlas a gusto.
- Ahora entiendo tu enchufe – me reí -. ¿Cómo es que el padre de Cheran tiene este restaurante?
- Le tocó la lotería y lo puso hace poco – cuchicheó.
- Vaya – exclamé.
- El tipo llevaba currando mucho tiempo de camarero y su sueño era poner un negocio como este – empezó a explicarme en voz baja -. Nunca había jugado, y el único día que juega, ¡toma! Va y le toca. Eso es tener suerte. Cuando Cheran me dijo que su padre acababa de abrir este restaurante, creí que era mejor venir aquí que no dejar dinero en otro, ¿no te parece?
- Sí – asentí, totalmente de acuerdo.
Miramos las cartas y, cuando decidimos lo que íbamos a cenar, apareció la camarera para tomarnos nota. Se puso roja como un tomate cuando Jacob empezó a hablarle, y se quedó atónita cuando vio todos los platos que él iba a comer.
La cena fue deliciosa y la compañía mucho mejor. Me pasé toda la velada riéndome de las anécdotas de la ahora enorme manada de Jake, aunque había algún detalle peligroso que se le escapó que no me gustaba tanto. Cuando me percaté, ya lo habíamos terminado todo, postres incluidos, y Joseph le puso la cuenta a él.
Alargué la mano para cogerla, sin embargo, él me la apartó, puso el dinero y se la dio a la camarera con rapidez. Ni siquiera me dio tiempo a mirar el importe.
- ¡Jake! – protesté -. Creía que íbamos a pagar a medias.
- De eso nada, a esto te invito yo – me respondió, un tanto ofendido.
- Pero será caro – me lamenté.
- No te preocupes – se acercó a mí -. Además, ya te he dicho que tengo enchufe. Joe me lo ha dejado un poco más barato – confesó con un bisbiseo -. Hace tiempo le arreglé el coche gratis.
- Ah.
- Bueno, ¿nos vamos?
- Sí – le contesté, poniéndome la chaqueta.
Nos levantamos de la mesa y Jake me cogió de la mano para dirigirnos a la zona de la barra. Joseph se despidió de nosotros efusivamente y nos fuimos.
Empezamos a caminar hacia el coche, aunque íbamos sin rumbo.
- ¿A dónde vamos? – le pregunté, acurrucándome debajo del abrigo de su brazo.
- ¿Qué hora es? – quiso saber.
- No lo sé – me encogí de hombros -. No llevo reloj.
Se quedó pensativo durante unos segundos.
- Podíamos ir a la playa a dar un paseo por la arena, ¿qué te parece? – propuso con una sonrisa.
- Vale – acepté, encantada.
Llegamos al coche en menos de diez minutos, nos subimos y Jake se puso a calibrar el espejo retrovisor.
- No puede ser – exhaló de repente, mirando por el espejo con cara de malas pulgas.
- ¿Qué pasa? – me giré para mirar.
- Es tu padre – resopló, enfadado -. Está detrás de aquel árbol.
No podía creerlo. A lo lejos, mi padre nos observaba, escondido tras un árbol. Nos estaba espiando, increíble. Esto ya era el colmo.
¿Es que no podía confiar en nosotros? ¿No podía respetar mis decisiones? Era mi intimidad, o eso creía yo.
El aire empezó a salirme por las narices cuando mi padre comenzó a asomar de entre las sombras para acercarse, desde esa distancia ya podía escuchar nuestros pensamientos y ya sabía que lo habíamos pillado. Lo hacía a un paso humano, puesto que había gente por la calle.
Rechiné los dientes. A mi padre le parecería una tontería, pero para nosotros era importante. Habíamos estado esperando esta cita toda la semana, en realidad, toda la vida, y ahora venía él para estropeárnosla.
Una luz roja parpadeó en mi cerebro como si de una alarma se tratase y, de pronto, se presentó ante mí una idea tan disparatada e insensata, que se me antojó muy tentadora, tanto como la sangre de Jacob. Mi corazón bombeó la adrenalina de mis venas con fuertes latidos, haciendo que ésta se esparciera por todas las células de mi organismo, llenándolas de locura. Sí, era peligroso, y eso lo hacía excitante e irresistible, igual que el ardiente deseo que sentía en esos momentos por Jake.
Jacob hizo amago de salir por la puerta para hablar con mi padre, pero le agarré del brazo y no le dejé.
Teníamos que huir de allí. Huir juntos.
- ¡Vámonos de aquí, Jake! – clamé, entusiasmada ante la alocada idea.
- ¿Qué? Ya nos ha visto, ¿estás loca? – cuestionó, aunque podía advertir un matiz de excitación en sus ojos.
- Sí, estoy loca. Estoy loca por ti y por estar contigo – admití, nerviosa e impaciente al ver que mi padre se acercaba.
Lo hacía sigilosamente, como si estuviera esperando a la respuesta de Jacob.
- ¡Huyamos juntos, Jake! – le imploré con entusiasmo. Me pegué a él y le acaricié la sien con mi frente efusivamente -. Quiero estar entre tus brazos ya – le susurré apasionadamente al oído.
Mi padre se abalanzó hacia el Ferrari a la vez que Jake ponía el coche en marcha y metía marcha atrás.
- Vámonos de aquí, preciosa – accedió, girándose y pisando el acelerador a fondo.
Me agarré bien a Jacob para no estamparme en el salpicadero. El chirrido de los neumáticos fue ensordecedor cuando el coche salió despedido hacia atrás, y todas las personas que pasaban por allí se quedaron mirando. Mi padre se detuvo a un palmo de la parte trasera del vehículo y se marchó como una bala humana en la dirección opuesta.
- ¡Corre, se ha subido a su coche! – le avisé.
El Ferrari se movió rápidamente por las calles de Port Angeles, sin embargo, no podíamos ir más deprisa por culpa de los peatones y semáforos que no nos quedaba más remedio que respetar. Miré atrás varias veces, lo teníamos a dos coches de distancia.
En cuanto salimos de la ciudad, Jacob pisó el acelerador y en un segundo estábamos volando por la carretera. El Volkswagen marrón metálico de mi padre apareció enseguida, aunque no conseguía ponerse a nuestra altura.
- Jake, está detrás de nosotros – anuncié, preocupada.
- Tranquila, nena – me calmó con una sonrisa maliciosa -. Su coche no puede competir con este.
De repente, el vehículo marrón aceleró y se quedó casi pegado al nuestro. Se notaba que lo conducía un vampiro, dada la precisión para no colisionar.
- ¡Jake!
- ¡Mierda! – gruñó.
El pie de Jacob se clavó a fondo en el pedal y nuestro coche se separó del de mi padre a gran velocidad. Nos reímos mientras él observaba por el retrovisor y yo miraba hacia atrás, y luego nos dimos un beso, contentos. No obstante, la risa se nos apagó cuando mi padre se volvió a pegar a nosotros.
El móvil sonó en mi bolso.
- Es él. ¡¿Es que no nos va a dejar en paz?! – protesté.
Miré hacia atrás otra vez, con el ceño fruncido. Mi padre estaba cabreadísimo, con su móvil pegado en la oreja. Alcé el mío para que lo viera bien y le colgué delante de sus narices, lo apagué y lo tiré al asiento trasero.
El teléfono de mi padre quedó hecho añicos en su mano. Podía ver sus ojos enfurecidos, regañándome y censurándome.
Me giré para no ver ese rostro que empezaba a darme miedo de verdad y me apreté a Jacob.
- ¡RENESMEE, JACOB! – se escuchó bramar a mi padre, tal era la potencia de su voz. Aún así, no me volví -. ¡SI NO PARAIS AHORA MISMO…!
- ¡Se va a enterar! – exclamó Jake, cortándole.
Entonces, pulsó un botón rojo que había en el salpicadero y el Ferrari salió como un cohete hacia delante, dejando a mi padre con la palabra en la boca.
- ¡Sí! – grité, riéndome, mirando por la luna trasera.
Los árboles de la carretera pasaban a toda mecha, sin embargo, el motor apenas emitía ruido alguno. Mi padre nos seguía, aunque de más lejos. Continuamos así hasta que llegamos a Forks.
- ¡Nos va a perseguir hasta el fin del mundo! – me quejé -. ¡No hay forma de quitárnoslo de encima!
- Hasta el fin del mundo, no – afirmó Jacob, sonriendo con seguridad -. Hay un sitio en el que no puede entrar.
- ¡La Push! – adiviné entre risas.
- Exacto.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

3 comentarios:

  1. muy bueno no me dan las palabras para elogiarte por la historia(andres)

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  2. Dios Edward nunca n la vida fue mi prsonaj favorito pro dbo admitir q su papl d padre obcsivo ii perseguidor s adorable! Amo la locura de Nessie ii a Jake x hacr los sueños d su chik realidad**
    Kisses dsd México!!

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