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  • M - Mature (Adultos)
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lunes, 18 de abril de 2011

LOBOS [DESPERTAR]

= LIBRO UNO =

RENESMEE


Toda mi familia y Nahuel nos estaban esperando en el salón de mi casa con gesto grave. Cerramos la puerta y nos quedamos frente a ellos, sin entender nada.
- ¿Qué pasa? – pregunté, preocupada.
- Alice ha tenido una… especie de visión – me dijo papá.
Miré a Alice extrañada.
- ¿Una especie de visión? No entiendo.
- No son visiones completas – empezó a explicar ésta -. Son más bien como flashes en mi cabeza, fogonazos que no tienen mucho sentido y que cambian de uno a otro sin control ni orden…
- Espera – le corté -, ¿visiones?
- Alice lleva una temporada viéndolas – desveló mi padre.
- ¿Y tú lo sabias? ¿Por qué no lo dijisteis antes? – quise saber, sorprendida.
- Nosotros también acabamos de enterarnos de todo esto hace un momento – declaró mamá, mirando a mi padre con los ojos llenos de reproche.
- No sabíamos lo que querían decir y no dijimos nada para no preocuparos – se defendió él, acariciándole la mejilla con dulzura.
- ¿Y ahora ya lo sabéis? – preguntó Jacob.
- Más o menos – contestó mi padre.
- ¿Qué quiere decir más o menos? – protestó él -. ¿Lo sabéis o no?
- He visto a Aro decidiendo algo – respondió Alice, mordiéndose el labio.
Jake y yo nos quedamos mirándola para que siguiera.
- Bueno, ¿y qué es? – la azucé, al ver que no hablaba.
- Ese es el problema, Alice no puede verlo – siguió mi padre.
- ¿Y para qué nos llamáis entonces? – se quejó Jake.
- Porque si Alice no puede ver bien las visiones, es porque se trata de Renesmee – soltó papá -. Recuerda que no puede verla.
Se hizo un incómodo silencio lleno de alarma. Noté cómo a Jacob le subía el calor por la espalda y le cogí de la mano para tranquilizarle, aunque yo también me había asustado.
- Creemos que quiere venir a ver a Nessie, ahora que ya ha alcanzado la madurez – habló Alice, interrumpiendo el mutismo.
Miré a mi madre, que permanecía callada, con el semblante pensativo y preocupado.
- Si vienen a por ella, no se lo permitiré – gruñó Jacob con los dientes apretados.
- Lo más seguro es que solamente vengan a verla para verificar que no es peligrosa y después se marchen – le dijo mi tía.
- Alice – susurró mi madre.
- ¿Cómo lo sabéis? – siguió Jake -. Ni siquiera puedes ver la decisión que ha tomado.
- ¿Para qué otra cosa iba a ser? – le replicó Alice -. La otra vez se quedaron con las ganas y quieren venir a comprobarlo de nuevo. Pero verán lo mismo que hace seis años y se marcharán.
- Alice – repitió mamá.
- ¿Qué pasa si se la quieren llevar a Volterra para aprovecharse de su don? – rebatió mi mejor amigo.
- Llamaremos a nuestros aquelarres amigos. Si eso es lo que quieren, no se la podrán llevar.
- Nosotros también estaremos – apuntó él, severo.
- Alice, tú tampoco puedes ver a los lobos – intervino mi madre, haciendo que todos se giraran para mirarla -. A Renesmee no la puedes ver porque está muy vinculada a Jacob, de un modo u otro, siempre estarán unidos.
Y tanto que estábamos vinculados. Según el Viejo Quil, increíblemente vinculados.
- ¿Qué? – Alice parecía confusa.
- ¿Qué es lo que más le llamó la atención a Aro cuando vinieron hace seis años? – preguntó mamá, mirando a mi padre con intención.
Éste se quedó boquiabierto, con una expresión como si acabara de descubrir algo obvio.
- Los lobos – contestó.
- Sí, se quedó impresionado con ellos – recordó Emmett.
Ahora era yo la que mantenía la mano de Jake aferrada con fuerza para tranquilizarme a mí misma.
- ¿Cómo? – Jacob se quedó perplejo.
- El don de Renesmee no les es útil, y ya comprobaron que no había peligro en ella. Sin embargo, una manada de enormes lobos leales a su servicio es algo muy tentador para Aro – explicó mi madre.
- Probablemente no se lo ha quitado de la cabeza, aunque ya le advertí de que eran independientes y que actuaban por su cuenta – ratificó papá, llevándose la mano al pelo de su frente mientras caminaba inquieto.
- Aún así, seguramente querrán convencerles para que les sirvan – siguió ella.
- ¿Servir? – se rió Jake -. Pueden venir y esperar sentados.
- Bella – mi padre se paró y la miró a los ojos con el rostro serio, sujetándola por los hombros -, no vienen para convencerles. Vienen para llevárselos a la fuerza.
Un relámpago gélido recorrió mi cuerpo de arriba abajo y las piernas me empezaron a temblar. Envolví mi estómago con el brazo al sentir un agudo pinchazo que me dejó sin respiración. Jake se dio cuenta y me sujetó por la cintura. Mis padres me observaban afligidos.
- No te preocupes, cielo – me susurró Jake en el pelo -. No podrán con nosotros.
- No se lo permitiremos – afirmó Emmett, levantando la cabeza con decisión –. Si lo que quieren es pelea, van a tener una buena.
Rosalie le cogió de la mano, secundando la decisión de su novio. La miré extrañada. ¿Rosalie ayudando a Jacob y a los lobos? Ella se dio cuenta de mi expresión.
- Sólo lo hago por ti – me aclaró, ladeando la cara como quitándole importancia.
- Tenemos que planearlo bien – dijo Carlisle -. Habrá que llamar a nuestros aliados de nuevo.
- No hace falta que nos ayudéis – interrumpió Jake con gesto serio -. No quiero que corra peligro nadie más.
- Jacob, ¿qué dices? – desaprobó mamá.
- No podréis con ellos vosotros solos – intervino Alice -. En uno de mis fogonazos vi a su ejército, como aquella vez en el claro. Creo que vendrán todos de nuevo.
- Eso no lo sabes – respondió él -. Tú misma has dicho que tus visiones son muy confusas y que cambian sin orden ni control.
- Lo sé, pero vale más que nos fiemos de lo poco que veo, que no hacer caso de nada, ¿no te parece? – replicó, enfadada.
- Déjanos ayudaros, Jacob – le pidió papá -. Déjanos pagaros la deuda que tenemos con vosotros.
- No hay ninguna deuda que pagar – entrelazó sus dedos con los míos y apretó mi mano -. He ganado mucho más de lo que podía pedir.
- Pues no lo pierdas por tu orgullo – le criticó mi padre con su rostro de mármol más tenso.
- Si Alice tiene razón, os atraparán o moriréis todos – le advirtió Jasper -. No menosprecies a los Vulturis. Ir solos es un suicidio.
Me dio otro escalofrío y un nudo se agarró a mi garganta al escuchar esas palabras.
- Jake, por favor – murmuré, poniéndome frente a él -. Creo que tienen razón. Es mejor que vayamos todos con vosotros.
- No, no. Tú no irás – me contestó, nervioso, apretando los   dientes -. Si vienen a por nosotros, nos enfrentaremos a ellos solos. No voy a poner a nadie más en peligro, y mucho menos a ti.
- ¡Y yo no quiero que te pase nada a ti! – vociferé, angustiada. Se quedó mudo cuando vio las lágrimas que ya se deslizaban por mis mejillas, al igual que los demás. Nadie se atrevió a moverse cuando rodeé su cuello con mis brazos y pegué mi frente a la suya. Nos clavamos la mirada el uno al otro y deslizó sus manos hasta mi cintura. Nos quedamos así unos segundos, con mi estómago a punto de salir volando de la revolución de alas revoloteando que tenía dentro. Noté esa energía hechizante y las cosquillas en la muñeca, pero no las hice caso, éste no era el momento -. Por favor, no vayáis solos – le rogué con un hilo de voz -. Sé que tienes que ir por tu condición de Gran Lobo, por eso no te pido que te quedes conmigo. Pero deja que mi familia os ayude. Si ellos están a vuestro lado, tendréis más posibilidades de vencer. Sólo con el escudo de mamá, ya estaríais muy protegidos.
- Nessie… - protestó con un susurro.
- Me prometiste que no te ibas a poner en peligro a propósito nunca más. Esto es lo mismo, es como ponerse de cebo – musité.
- Lo sé, pero…
- Hazlo por mí, te lo suplico – susurré con los ojos llorosos -. Si te pasara algo, yo me… Yo no querría vivir…
Las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas y Jacob quitó las manos de mi cintura para secármelas.
- Eso no lo digas ni en broma, ¿me oyes? – me regañó en voz baja mientras me sujetaba la cara con sus calientes manos.
- Eres lo que más me importa del mundo, ¿cómo voy a vivir sin ti si te pasara algo? Me prometiste que nunca te irías de mi lado – sollocé, mirándole fijamente a los ojos.
- Nessie… - susurró, al tiempo que empujaba mi nuca y me arrimaba a él para abrazarme -. De acuerdo - accedió por fin -. Tú también eres lo que más me importa y no puedo verte así. Aceptaré su ayuda.
Me aferré con fuerza a su cuello y él también apretó su abrazo.
- Gracias – le bisbiseé al oído.
Me aparté un poco y le di un beso en la mejilla. Iba a separarme de su cara, pero entonces Jake la giró un poco para clavarme esos penetrantes ojazos suyos, haciendo que nuestras frentes volvieran a rozarse, y ya no me pude separar de él. Lo único que quería ahora era estar más cerca…
Hasta que me dio por mirar de reojo a mi alrededor al percatarme de tanto silencio. Todos los colores se me subieron a la cara.
No me había dado cuenta hasta ese momento de que mi familia había estado ahí mirando y escuchando toda la conversación.
Esperaba encontrar en el rostro de mi padre el reflejo de la decepción y el dolor de siempre por vernos tan juntos, pero, para mi sorpresa, estaba sonriendo, casi diría que con regocijo, y nos miraba con el mismo semblante deslumbrado que el resto de mi familia. En cambio mi madre tenía una cara de desencanto que me extrañó un poco. No me dio tiempo a pensar en ello, al observar fugazmente a Nahuel. Me quedé helada cuando vi su mirada de repugnancia. Eso me hizo recordar lo que Jacob me había dicho la tarde anterior en nuestro rincón sobre lo que pensaba de nosotros. Según él, Nahuel pensaba que éramos especies diferentes. ¿Sería eso verdad? ¿Por eso nos miraba con esa cara de aversión?
Papá se giró para mirar a Nahuel, después de leerme la mente, y éste cambió de expresión al instante. Mi padre se volvió de nuevo y me negó ligeramente con la cabeza con total seguridad. Tal vez Jacob se equivocaba con él por sus celos. Papá asintió, suspirando. Me separé de Jacob y le cogí de la mano.
- Está bien, acepto vuestra ayuda – dijo Jake, sesgando el mutismo general.
- Sí, ya lo habíamos escuchado – señaló papá en un tono un tanto burlón.
- Pero lo haré como cobro de ese favor que dijiste antes, no quiero que se convierta en uno que después os debamos nosotros – siguió Jacob, haciendo caso omiso de su comentario.
Mi familia al completo puso los ojos en blanco.
- Bien, de acuerdo – contestó mi padre -. Con eso quedaremos en paz.
- ¿Sabes cuándo tienen pensado venir, Alice? – preguntó Carlisle.
- Por el flash que vi de su ejército, creo que podría ser en primavera o verano, aunque no estoy segura. Lo único que sé es que no había nieve y los árboles tenían hojas.
Carlisle se quedó pensativo.
- ¿Qué más viste en tus visiones? – quiso saber mamá.
- No demasiado – suspiró Alice con decepción -. Creo que pude ver que Aro había decidido algo porque nosotros también estamos implicados indirectamente, pero, al estar junto a los metamorfos, esos fogonazos no son nada concretos y me complica mucho las cosas. En las visiones nunca veo a los lobos, pasan de unas a otras descontroladamente y sin cronología ninguna. La única que tengo clara es la del ejército, pero tampoco se ve nada específico, tan sólo un montón de encapuchados grises y negros y que, por los árboles, me parece el claro.
- Si es así como dices, Aro se preparará bien – declaró Carlisle.
- Por lo menos, sabemos que como mínimo tenemos unos seis meses, ¿no? – dijo Jacob -. Nosotros también nos organizaremos.
- Por supuesto – respaldó Emmett con una sonrisa de oreja a oreja -. Les daremos una paliza.
- Sí – continuó Jake con idéntico gesto -. Se marcharán con el rabo entre las piernas.
Ambos se carcajearon al unísono.
Increíble. ¿Por qué le gustaba tanto la adrenalina y las sensaciones temerarias? Y yo muerta de miedo y de preocupación por él. A Jacob seis meses le parecían suficientes, a mí se me pasarían volando, seguro.
- Habrá que esperar a ver si Alice puede ver algo más en sus visiones – concluyó mi abuelo -. No podemos planificar algo si no sabemos nada.
Hubo asentimiento y un suspiro general. Al cabo de un momento, el ambiente se fue volviendo cada vez más distendido y mi familia se fue dispersando por las diferentes partes de la casa.
- Bueno, entonces, ¿ya es oficial? – le preguntó de repente Emmett a Jacob con una sonrisa que casi se le salía de la cara.
Empecé a ponerme colorada al darme cuenta de a qué se refería.
- Más o menos – contestó Jake con otra.
- ¿Cómo que más o menos? – protesté.
- Tienes razón, es más que menos – aseguró con una sonrisa torcida.
- ¡Jake! – le di un manotazo en el brazo y se echó a reir.
Rosalie se cruzó de brazos a la vez que negaba con la cabeza.
Se sentaron en el sofá y yo me quedé de pie, descansando mi espalda en la pared, mirando a Jacob mientras bromeaba y se reía con Emmett y Rose. Adoraba su sonrisa, verle feliz y contento, pero mi cabeza no podía olvidar esos seis meses de plazo. ¿Qué pasaba si las cosas salían mal? Me empecé a sentir un poco culpable por haber apoyado la intervención de mi familia. Ellos también iban a estar en peligro, y si les ocurriera algo, sería como arrancarme el corazón, sobretodo si era a alguno de mis padres. Sin embargo… Mi Jacob. Mis ojos no podían apartarse de Jacob. Entonces, me sorprendí yo misma de lo que mi mente no dejaba de repetir en lo más profundo de mi subconsciente. Me lo decía una y otra vez, muy bajito, como si fuese un secreto inconfesable: mi corazón se quedaría destrozado por algo tan terrible como la pérdida de alguien de mi familia, pero no podía separarse de Jacob jamás. Sí, tenía que admitir que, mejor o peor, con todo el dolor de mi corazón, aunque me costara casi la vida, podría sobrevivir sin alguien de mi familia, pero no sin mi Jacob. Eso hacía que me sintiera fatal, hasta una mala hija. Desde luego, no me merecía una familia como la que tenía. Sin embargo, ¿qué otra cosa podía hacer? No podía dejar que Jake se fuera solo con su manada y se los llevaran o los mataran. Esto me convertía en una persona horrible y en una egoísta, pero no podía vivir sin Jacob, lo sabía, lo sentía. Sólo imaginarlo, ya hacía que me quedara sin aire, mi propio cuerpo se negaba a respirar si no era a su lado. El anciano Quil Ateara tenía razón, ahora podía sentir lo fuerte que era nuestro vínculo. Nuestras vidas estaban entrelazadas para siempre, hasta el punto de no poder vivir el uno sin el otro, literalmente.
Un brazo frío y duro como la piedra me envolvió el hombro, haciéndome volver de mi nube. Papá me arrimó a él y me dio un beso en la cabeza.
- No tienes que preocuparte por nosotros – me cuchicheó muy bajito -, y tampoco por tu Gran Lobo - me echó una mirada llena de intención con una mueca a modo de sonrisa y yo empecé a notar cómo mis mejillas pasaban del color rosado al rojo -. He de reconocer que me tiene impresionado, la verdad, nunca pensé que fuera a encontrar esa grandeza en él.
- Sí, no entiendo por qué no quiere ser el jefe de su tribu – le respondí sin quitarle ojo a Jake.
- Quiere estar contigo el mayor tiempo posible – me reveló -. Ser jefe de la tribu conlleva muchas responsabilidades y le quitaría horas. Además, cree que no se merece el puesto y que no lo haría tan bien como Sam.
Un lector de mentes era muy útil de vez en cuando.
- Es demasiado humilde – suspiré.
- Por cierto, algún día me tendrás que explicar qué es eso de vuestro vínculo, aunque ya me lo imagino por cómo os miráis.
Mi cara se volvió a encender. ¿Él también habría notado esa energía de la que había hablado el Viejo Quil?
- La hemos notado todos – dijo con agrado, haciéndose eco de mis pensamientos -. Desde que creciste, siempre os habéis mirado de una forma especial, pero últimamente hay algo diferente y asombroso. Estamos alucinados, sinceramente.
Menos mal que mi padre estaba helado y apagaba un poco el fuego de mi rostro, si no, hubiera salido volando como un cohete.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? – soltó de repente.
- Papá – me quejé.
- Sólo es una cosa – me calmó. Saqué el aire, cansada -. ¿Por qué se tuvo que poner como cebo?
Respiré con alivio en mi fuero interno y papá sonrió.
- Le perseguía un vampiro y al muy idiota no se le ocurrió otra cosa que engañarle para tenderle una trampa.
Rememoré la conversación de esa misma tarde, en la que Jacob me contaba lo que había pasado, para que mi padre la viera. Qué fácil era así. Se quedó callado unos segundos.
- ¿Por qué perseguiría sólo a Jacob? – preguntó con gesto reflexivo.
- Supongo que querría el trofeo más grande.
- Puede ser – asintió con un movimiento de cabeza.
Se hizo un silencio corto en el que los dos nos quedamos pensando.
- Ah, otra pregunta – dijo de pronto. Volví a ponerme rígida ante la posibilidad de otra cuestión sobre Jacob y yo -. ¿Por qué tienes el móvil apagado? – me regañó.
Se me había olvidado por completo el tema de la chaqueta.
- Es que no sé dónde está – confesé con cara de remordimiento -. El sábado me lo dejé en la chaqueta del chándal, debió de quedarse sin batería…
- Alice no se llevó tu chaqueta – se adelantó, después de leer mis recuerdos -. Nadie te la cogió, así que la debiste de perder en el claro – exhaló, enfadado -. Tendré que ir mañana a buscarla.
Me mordí el labio, extrañada. Estaba segura de que la había dejado junto a la camiseta de Jacob, ¿cómo la iba a perder?
- Eres medio humana, no te extrañes de esos pequeños defectos – me achacó con sarcasmo.
Le hice una mueca.
- Bueno, tengo que hacer los deberes – zanjé, dándole un beso en su mejilla pétrea.
- Me parece muy bien – me pellizcó la mía suavemente -. Yo llevaré a tu madre a la cabaña para…
Puse los ojos en blanco antes de que acabara la frase.
- Que lo paséis bien, hasta mañana – y me alejé de él para ir junto a Jacob.
Mamá se acercó a mí para darme un beso y salieron disparados por la puerta como meteoritos. ¿Es que no se cansaban nunca?
Me senté en el brazo del sofá, al lado de Jake, y éste me abrazó por la cintura.
- Eh, Doc – Carlisle, que en ese momento estaba pasando por delante, se paró y se giró para mirarle -. ¿Sabe algo de la cosa esa que nos persiguió el otro día?
- En realidad, no mucho – admitió -. Todo lo que he leído de los licántropos es lo que ya sabíamos, más o menos. Me desconcierta que no hubiera luna llena cuando os topasteis con él. He llamado a mi amigo Louis y va a investigarlo. Creo que el fin de semana pediré permiso en el hospital y me iré a hacerle una visita para ver qué ha encontrado.
- Si ese tío sabe algo, cuanto antes nos lo diga, mejor – exigió Jacob -. No quiero a ese bicho rondando por nuestros bosques, ya tenemos bastante con todos esos estúpidos chupasangres.
- Veré lo que puedo hacer – le contestó Carlisle con resignación.
Menos mal que mi abuelo ya estaba acostumbrado a sus maneras. Se marchó haciendo mutis hacia su habitación.
- ¿Es que van muchos? – le preguntó Emmett con curiosidad.
- ¡Buf! ¡Últimamente no paran de venir! – exclamó Jake -. Cada día aparecen más, pero tendrías que ver la cara que se les queda cuando nos ven – se empezó a reír con maldad y yo me puse a reflexionar -. ¡Corren como conejos!
- Hay algo que no me encaja – intervine. Los tres se giraron para mirarme -. Hace mucho que nadie viene a visitarnos, a excepción de Nahuel, claro, ¿cómo es que van tantos vampiros a vuestro bosque?
- Está claro que se ha corrido la voz – respondió -. Ya sabes, hay algunos a los que les gustan las emociones fuertes y quieren medir sus fuerzas con nosotros.
- Seguramente – afirmó Emmett -. Enfrentarse a veinticuatro lobos tan grandes como caballos es muy tentador – se quedó mirando al frente, fingiendo que lo estaba considerando.
- Ni lo pienses – le avisó Jake, siguiéndole la broma -. Te haríamos picadillo en un abrir y cerrar de ojos.
- ¡Ja! – se rió Em.
- En serio, tío. Ya nos hemos enfrentado con varios a la vez y los destrozamos. Imagínate lo que haríamos contigo – Jake se quedó mirándole con una sonrisa maquiavélica.
- ¿Con varios? – pregunté, un poco alarmada.
- ¿Con cuántos? – interrogó Emmett en el mismo tono socarrón.
- Han venido grupos de hasta doce vampiros y los pulverizamos fácilmente.
Jacob se reía, pero a mí no me hacía ni pizca de gracia. Emmett y Rosalie pusieron los ojos como platos.
- ¡¿De doce?! – espeté, asustada -. ¡Esos… esos son muchos!
- Vaya, sí que despertáis expectación – declaró mi tío, más serio.
- Tranquila – Jake apretó un poco su abrazo -. Estamos muy organizados, somos como un ejército de lobos. Con unas cuantas estrategias, terminamos con ellos.
- ¿Y desde… desde cuándo van tantos? – quise saber.
- Desde hace un mes o así – me respondió tan tranquilo -. Pero no te preocupes, está todo controlado – aseveró, dándome unas palmaditas en la cintura.
- ¿Y por qué van aquelarres tan grandes sólo para pelearse con un ejército de lobos? – pregunté, confusa.
- No son aquelarres – matizó él -. Creemos que son nómadas, y vienen de distintos sitios para enfrentarse a nosotros. Son grupos que se conocen de hace poco tiempo. No confían los unos en los otros, por eso no nos cuesta nada engañarlos. Lo más seguro es que coincidan en algún punto y decidan unirse para pelear, nada más.
- ¿Y por qué quieren enfrentarse a vosotros?
- Terminar con una manada tan grande de lobos que se dedica a acribillar vampiros, supongo que debe de ser algo así como una medalla para ellos – se encogió de hombros.
- Los nómadas suelen buscar ese tipo de emociones fuertes, por eso vagan por el mundo – me explicó Rosalie -. Cuando se les presentan oportunidades como esta, no las desaprovechan. Cualquier cosa vale para un chute de adrenalina, y ese tipo de peleas les encanta. Tu perro tiene razón – Jacob le dedicó una mueca -, lo más seguro es que se haya corrido la voz.
- Por lo que veo, últimamente la gente está muy encaprichada con los lobos – opinó Emmett.
- Sí, ya ves. Es lo malo de ser tan guay – afirmó Jake con una enorme sonrisa.
Me daban ganas de arrancarle la cabeza. Mientras yo estaba que me moría de los nervios, él  parecía que estaba encantado.
- Bueno – suspiré, cansada, mientras me levantaba -, me voy a la habitación. Tengo que hacer los deberes.
Cogí a Jake de las manos y tiré de él para que se pusiera de pie, pero, al igual que el día anterior en nuestro tronco, no fui capaz de levantarlo.
- ¿De verdad tienes sangre de vampiro? – cuestionó él, riéndose -. No tienes nada de fuerza.
- Te vas a enterar – le respondí, también entre risas.
Tiré con todas mis ganas y lo levanté un poco del sofá. Sin embargo, mi impulso no fue suficiente, Jacob se cayó de nuevo en el asiento, tirando de mí a propósito. Mi cuerpo se estampó contra el suyo y me encarceló con sus brazos. Apoyé las manos sobre sus hombros y me aparté todo lo que me dejó, para mirarle enfadada.
- ¿Te has hecho daño? – preguntó con su sonrisa burlona.
- Soy más dura de lo que piensas – le contesté.
- ¿Ah, sí? Eso quiero verlo ahora – insinuó con un murmullo, mirándome fijamente sin cortarse un pelo por la compañía.
Me puse colorada y Emmett carraspeó.
- Os dejamos solos – dijo, levantándose junto con Rosalie -. Nosotros también tenemos cosas que hacer – anunció.
Mi tía le dio un manotazo, sonriéndole, y él la cogió en brazos para subirla como una auténtica bala a su dormitorio.
¿Pero qué pasaba en esta casa? ¿Ellos igual que mis padres?
- Genial – resoplé -. Con lo ruidosos que son esos dos, ya no puedo ir a mi cuarto para hacer los deberes. Será imposible concentrarse.
- Podemos quedarnos aquí, así, hasta que acaben – sugirió Jacob.
- Así estoy incómoda. Quiero sentarme.
Retiró de mi espalda uno de sus brazos y lo pasó por debajo de mis piernas con rapidez, obligándome a sentarme en las suyas.
- ¿Así mejor?
- Me siento como una niña pequeña – objeté.
- Bueno, conozco otra manera – se mordió el labio, sonriente -. Puedes ponerte mirándome de frente, las niñas grandes se sientan así.
Demasiado tentador.
- Ni lo sueñes – le repliqué, intentando que mi voz sonara firme, aunque mis mejillas ya me delataban.
- ¿Por qué no? – preguntó con una mirada penetrante -. ¿De qué tienes miedo? No te voy a comer, Caperucita.
- Eso ya lo sé. Te daría un puñetazo, si lo intentaras.
- ¿Entonces?
- Te recuerdo que esta casa está llena de gente. Podrían vernos y pensar lo que no es.
- Ahora estamos solos – rebatió con una de sus mejores sonrisas torcidas.
- Puedo quedarme así, no estoy tan incómoda – afirmé.
- Ya, pero estarías mucho más cómoda de la otra manera - discutió.
- Estaría mejor sentada en el sofá, como las personas normales.
- Vamos, ¿no te gusta estar cerca de mí? – cuchicheó.
Ese era el problema, que me gustaba desmesuradamente.
- Venga, no voy a intentar nada – imploró al ver que mi máscara empezaba a resquebrajarse -. Solamente quiero charlar contigo y me gusta tenerte de frente.
No me veía encima de Jacob solamente charlando. Seguramente mi cuerpo se lanzaría sobre él cuando la pulsera se pusiera a hacerme cosquillas como una loca, y a saber cómo terminaba la cosa. Sólo pensar en la escena, ya me ponía mala. Tiempo, Nessie. Tómate las cosas con calma, me obligué a decirme a mí misma.
- Pero yo no puedo charlar, porque tengo que hacer los deberes – le contesté, reteniendo toda la amargura que me quemaba por dentro al tener que perder tal ocasión -. Voy a mi habitación a por la mochila – dije, bajándome de sus piernas.
- Ay – suspiró con un tono deliberadamente elevado -. Bien, como no ha colado, me pondré a ver la tele.
- Sí, mejor – asentí mientras empezaba a subir las escaleras.
Cuando bajé de mi cuarto, él estaba viendo un partido, repantigado en el sofá. Me senté en la enorme mesa de cristal y saqué mis libros para hacer los deberes.
Esa noche no dormí mucho. Tuve una pesadilla en la que salían los Vulturis. Los lobos estaban en el claro, junto con mi familia, enfrentándose al poderoso ejército de túnicas grises y negras, pero no estaba mi Gran Lobo, y yo tampoco. De pronto, me vi otra vez en el suelo, sobre la nieve, paralizada, sin poder moverme, y temblaba de frío. Entonces, mis ojos se quedaron aterrados con la escena que presenciaron. Mi colosal lobo rojizo se enzarzaba en una pelea a muerte con un monstruo de ojos amarillos, afiladas garras y enormes colmillos.
Jake entró en mi dormitorio apresuradamente cuando grité su nombre. Me incorporé para abrazarle con fuerza y me desahogué llorando sobre su cuello.
- ¿Ya estás mejor? – me preguntó con un susurro al cabo de un rato mientras seguía peinándome el pelo con los dedos. Asentí con la cabeza y me separé un poco de él para tocarle el rostro, cerciorándome de que estaba allí conmigo de verdad -. ¿Podrás dormir?
- Si duermes conmigo, sí.
- Nessie… - empezó a objetar.
- Por favor – imploré entre sollozos, abrazándole de nuevo -, esa pesadilla ha sido horrible. Soñé que te enfrentabas a esa criatura que nos persiguió el otro día. Necesito tenerte cerca, por favor, por favor…
Se quedó unos segundos en silencio y luego expulsó un suspiro de rendición.
- Vale, hazme un sitio - me separé con júbilo, dándole un beso en la mejilla, y me moví hacia mi izquierda para dejarle hueco -. Tus padres van a terminar echándome de esta casa – murmuró.
Como la semana pasada, me arropó y se echó boca arriba, encima de la colcha. Pero esta vez yo no me conformaba con eso, así que me acerqué a él, me incorporé y le cogí de la mano derecha. Tiré de ella para que se girase hacia mí y me acomodé en su pecho desnudo, entre sus brazos. Inspiré su más que agradable efluvio y sonreí de felicidad.
- Vaya, cuando decías cerca, no pensaba que te refirieras a esto – cuchicheó con mi adorada sonrisa torcida -. ¿En el sofá no querías, y ahora sí?
- Cállate y duerme – le contesté, achuchándole otro poco.
Me olió el pelo y también apretó su abrazo.

Jacob me esperaba apoyado en la moto. Lloviznaba levemente, pero el coche aún no estaba en buen estado, todavía le faltaba la luna trasera, así que no le quedó otro remedio que venir a buscarme en su Harley Sprint.
- Bueno, chicas. Mañana nos vemos – me despedí de mis amigas.
- Espera, Nessie – me paró Helen cuando ya tenía el pie preparado para salir disparada hacia Jake -. Se me olvidó decirte que mañana después de clase vamos de compras a Port Angeles, ¿te apetece venir?
- Sí, vente – me animó Jennifer -. Lo pasaremos bien.
- Puede venir Jacob, si quiere - Brenda le saludó con la mano y le guiñó el ojo.
- Vale, iré – maticé.
- Genial – mi compañera de pupitre sonrió, contenta. Luego, miró a Jake -. Será mejor que te vayas ya. Se está cogiendo una buena mojadura – me aconsejó, señalándole con la cabeza.
- Sí, es verdad – me reí -. Hasta mañana.
Me marché, diciéndoles adiós con la mano, y troté hacia Jake.
En el momento en que nos abrazamos, me di cuenta de que Helen tenía razón.
- Estás empapado – le dije, aunque no me despegué de él, lo justo para mirarle y pasarle los dedos por el pelo.
- Bueno, es que llevo un rato aquí esperándote – me contestó con su adorable sonrisa.
- Lo siento, me he entretenido un poco con mis compañeras.
- Nah, no importa, esto no es nada para mí. Además, ya me había mojado viniendo en la moto. Me parece que tendré que arreglar el coche lo antes posible, por lo menos el asunto del cristal. Lo que más rabia me da es que te tengas que mojar tú también.
- No pasa nada. Tengo el casco, y a tu lado no creo que pase mucho frío – le sonreí.
- No, eso seguro – me ratificó con otra sonrisa -. Venga, será mejor que nos vayamos o sí que te mojarás – dijo, despegándose de mí para darme el casco.
- ¿A dónde vamos? – le pregunté mientras me lo ponía.
- A casa de Emily y Sam. Tengo que hablar con las manadas sobre la visita de los Vulturis.
- ¿Están todos ahí?
- Casi. Cheran, Thomas e Ivah estarán vigilando el bosque, por si acaso. He convocado una reunión para organizarnos – de repente, se quedó mirándome con el rostro un tanto arrepentido -. Perdona, es que no he tenido tiempo de hacerlo antes. Si lo prefieres, puedo llevarte a tu casa y después ya voy yo.
- No, vamos. Así veré a los chicos – le contesté con alegría.
Jacob también sonrió y se subió a la moto después de secarme el asiento con la mano. Me monté y me agarré fuerte, adosándome bien a él para no pasar frío. Arrancó con el estrepitoso estruendo de siempre y salimos a toda mecha hacia la reserva.
Cuando entramos en casa de Sam y Emily, ya estaban las dos manadas esperando. Shubael – el cuarto más joven junto con los otros tres que Jake había puesto de guardia – se encontraba en su forma lobuna, seguramente para hacer de transistor con sus compañeros del bosque. El resto: diecisiete enormes chicos, Sam y Leah, se sentaban repartidos entre la mesa del comedor y la barra de la encimera, apretujados. Parecían un equipo de baloncesto al completo.  La silla del anfitrión estaba vacía, preparada para que se sentara Jacob.
Nada más que pasamos la puerta, se hizo un silencio y todos se pusieron en pie. Jake resopló y yo me quedé fascinada otra vez por esa sensación de profundo respeto que flotaba en la pequeña estancia. Me di cuenta de que, además de Emily, también estaban Kim, Rachel y otras cinco chicas que no conocía. Por lo menos, tendría con quien hablar. Me acerqué a ellas en cuanto saludé a todo el mundo con un hola. Jacob se sentó en su silla y los demás le siguieron.
Emily estaba en el tresillo junto a Kim y otra de las chicas. Las otras cinco se encontraban en el suelo, haciendo una especie de corrillo. Sabía que si podían estar aquí, se debía a que eran las parejas de los imprimados. Me acomodé en la alfombra al lado de Rachel, entrelazando las piernas. Todas tenían los ojos puestos en mí. Seguramente sabrían que yo era un semivampiro, pero, para mi asombro y agrado, sus miradas no eran de cautela o miedo, en realidad, no parecía importarles mucho ese detalle, sino que más bien me observaban con curiosidad. Era la chica nueva.
- Mira, Nessie, te presento a Eve, novia de Aaron, Ruth, novia de Brady, Sarah, novia de Canaan, Martha, novia de Daniel y Jemima, novia de Jeremiah – me dijo Emily, señalándome a cada una con la mano.
- Hola, encantada – les hice un gesto con la cabeza.
Todas eran chicas de la reserva y, por tanto, tenían el pelo negro, la tez cobriza y los ojos oscuros. No eran unas chicas extraordinariamente hermosas, sin embargo, las cinco tenían algo que las hacía bellas. Eve se sentaba al lado de Kim. Llevaba el pelo liso, por la barbilla, era bastante delgada, si bien no la afeaba para nada, y era muy alta, mediría 1,80, como poco. Aunque estaban sentadas, podía calcular la longitud de sus piernas perfectamente. Ruth era la más baja, tenía una melena recta, lisa, y era menuda. Sarah mediría 1,70 más o menos, como yo, y su pelo largo lucía un rizo de permanente. Era una mujer ancha, pero proporcionada, y su rostro era bastante agraciado. Martha era un poco más baja que Sarah, tenía el pelo corto, a la moda, era la única que tenía unas mechas - de color caoba - y sus facciones eran perfectas. Jemima mediría lo mismo que la anterior, tenía el pelo liso, por los hombros, llevaba un tupido flequillo que le tapaba hasta las cejas y sus pestañas sobresalían larguísimas. También era bastante bonita.
Me fijé en que todas llevaban sus pulseras de compromiso, con los colores de sus correspondientes lobos.
- Así que tú eres la chica del Gran Lobo – me comentó Sarah con una blanca sonrisa y los ojos iluminados de la emoción.
- Bueno, no… no soy su… chica – desmentí, llena de vergüenza.
- ¿No eres la semivampiro que imprimó a Jacob? – me preguntó Martha, extrañada, mirando mi pulsera.
- Sí, es ella – le confirmó Rachel, mirándome de reojo con travesura -, pero todavía está en la primera fase, ya me entendéis.
Las demás asintieron con un aaaah generalizado.
- ¿Primera fase? – quise saber.
- Es la fase de la negación – declaró Eve -. Casi todas hemos pasado por eso.
- Todas menos Kim – matizó Jemima.
Ésta se puso tan roja como yo y bajó la mirada tímidamente.
- Sí, a mí ya me gustaba Jared en el instituto – admitió.
- Yo no estoy pasando ninguna… negación, ni nada – les contradije, riéndome.
- Oh, ya lo creo que sí – siguió Ruth -. Pero al final caerás, como todas.
Empezaron a reírse, llamando por un momento la atención de los metamorfos, que enseguida volvieron a su discusión.
- Ya hemos oído lo que pasó en casa del Viejo Quil, así que no disimules – cuchicheó Rachel, guiñándome el ojo y dándome un codazo.
Fenomenal. Que eso saliera de boca de la hermana de Jake, me daba el triple de vergüenza. Ahora mi cara parecía un tomate.
Leah tenía razón. Al parecer, en La Push las noticias corrían como la pólvora. Miré a Jacob un tanto enfadada, seguramente esos pensamientos no se los había ocultado a sus hermanos, lo que no me quedaba claro era si había sido a propósito o no. Aunque también podía haberlo contado Sam o Billy.
- Yo ya me di cuenta el día que viniste a conocer a Ethan – afirmó Emily, sonriendo con convicción -. Cuando Jacob lo tenía en brazos, se quedaron atontados, mirándose como tortolitos – les explicó a las demás.
La sangre volvió a  invadir mi cara al acordarme de aquello.
Hubo otra risotada y los chicos se volvieron a girar para mirarnos durante dos segundos. Leah estaba en la mesa con ellos y se mordía el labio como con envidia. Se notaba que le hubiera gustado más sentarse a cotillear con nosotras, que estar ahí hablando de emboscadas y estrategias. En ese momento, yo daría un brazo por todo lo contrario, ya que el chismorreo iba sobre mí.
- ¿Dónde están Joshua y Ethan? – le pregunté a Emily para iniciar otra conversación.
- Con sus abuelos, pero no me cambies de tema – se incorporó hacia las que estábamos sentadas en el suelo, todavía con las molestias por su reciente parto.
Kim y Eve hicieron lo mismo y se arrimaron a ella para escucharla. El círculo se cerró más.
- Mira, al principio cuesta asimilarlo – bisbiseó muy bajito -. Un día estás tan tranquila y al día siguiente te enteras de todo esto de los lobos porque uno de ellos está imprimado de ti. Aunque en tu caso es diferente, tú ya estabas al corriente de todo y le conoces de toda la vida.
- ¿Qué sientes cuando te mira Jacob? – me preguntó Martha, toda emocionada.
- ¿Cómo? Yo, no sé… - empecé a jugar con mi pelo con nerviosismo, ruborizada otra vez.
- Venga, puedes decírnoslo – me animó Rachel con un cuchicheo -. No saldrá de aquí, te lo prometo. Vamos, sé que te gusta mi hermano.
Oh, no. Mi cara ya iba a explotar.
- ¿Cómo es eso de la energía cuando os miráis? – quiso saber Sarah, con los ojos muy abiertos del entusiasmo.
- Sí, eso. ¿Cómo funciona? – azuzó Eve.
- ¿Qué sientes? – siguió Ruth.
Por fin, se quedaron mudas. No obstante, fue para mirarme expectantes, esperando mi respuesta con fervor.
Llegados a este punto, me pareció una tontería disimular más, sabían demasiadas cosas y, además, sabían que eran ciertas. Sus novios les debían de haber contado todos los pensamientos que Jacob les había dejado oír o que no había podido ocultar. Me lo tomé como una especie de terapia de grupo de chicas de imprimados, total, me venía bien hablar de esto con gente que hubiera pasado por lo mismo. Tragué saliva, cogí otro mechón y me lancé.
- Pues… yo… noto una energía que me atrae hacia él. Bueno, es más bien como… magia, un hechizo, no sé. Como si me quedase hipnotizada – reconocí tímidamente con un susurro bajísimo para que Jacob no lo oyera, aunque estaba muy ocupado hablando, con un plano enorme encima de la mesa -. Me… me cuesta mucho apartar la vista de sus ojos y… despegarme de él.
Miré a Rachel de soslayo y ésta me cogió del brazo, sonriéndome orgullosa por mi confesión.
- ¿Tan fuerte es? – exclamó Jemima, impresionada.
- A mí nunca me ha pasado eso – dijo Ruth con una mueca.
- ¿No? – me sorprendí -. Pensaba que a vosotras os pasaba lo mismo.
- Yo me quedé alucinada cuando vi por primera vez a Canaan – intervino Sarah, sonriendo al recordar -, y me enamoré de él, porque claro, es mi media naranja, pero nunca me he quedado hipnotizada de esa forma al mirarle.
- Yo tampoco, la verdad – admitió Eve, echando un vistazo a Aaron.
- No seáis tontas – intervino Emily -. ¿Cómo os va a pasar lo mismo? Jacob es el Gran Lobo y sólo él tiene ese poder espiritual.
Las demás asintieron al unísono, observando a sus respectivas parejas, incluida Kim, que lo hizo como con encogimiento.
De pronto, sus rostros cambiaron de expresión. Pasaron de la alegría a la preocupación en dos latidos de corazón.
- ¿Saldrá todo bien? – preguntó Jemima con el desasosiego pintado en sus ojos de color chocolate.
- No os preocupéis – afirmó Emily, otra vez adoptando el papel de madre de todas ellas -. Sam y Jacob saben lo que hacen. Además, contamos con la ayuda de los Cullen.
Todas se giraron para mirarme. Me empecé a sentir un poco responsable por todo lo que estaba pasando. Sabía de sobra que era una tontería, puesto que yo no tenía la culpa, pero lo cierto es que si Aro se había encaprichado con los lobos, era porque ellos estaban allí para defenderme a mí.
- Lo siento – murmuré, agachando la cabeza -. Si no hubierais tenido que enfrentaros a los Vulturis hace seis años…
- Jake se imprimó de ti y, desde ese mismo momento, formas parte de nuestra gran familia – me cortó Emily, levantándome la cara con suavidad -. Nadie tiene la culpa, excepto esos Vulturis.
Rachel me acarició el brazo para animarme y darle la razón a Emily.
Asentí, intentando sonreír, pero sólo me salió una ligera curva hacia arriba. Aunque yo no era la novia de Jacob, podía identificarme perfectamente con ellas. Le observé mientras debatía con Sam y el resto de sus compañeros. Podía adivinar lo que sentían ellas al mirar a sus lobos. Yo con mirar al mío, ya me temblaban las piernas solamente con imaginármelo enfrentándose al ejército de los Vulturis, y eso que era mi mejor amigo, si fuera mi novio…
En ese preciso instante, mi corazón pegó un bote cuando me di cuenta de que si fuera mi novio, sentiría exactamente lo mismo, por eso las comprendía tan bien. Me quedé mirándole fijamente. ¿Qué pasaría si fuéramos novios? Escuchar la palabra, dicha por mí misma en mi mente, hizo saltar las mariposas de mi estómago. ¿Por qué siempre le llamaba mi lobo? La pulsera empezó a hacerme cosquillas y me quedé de piedra, ya que me las hacía ahora y no estaba pegada a Jacob. Entonces, recordé que también me las había hecho en el restaurante cuando a Nahuel se le había escapado que Jake estaba imprimado de mí. ¿Qué me intentaba decir la pulsera? Ahora no me pedía que le besara. ¿Es que me decía que fuera la novia de Jacob? Mi aro de cuero vibró suave otra vez para confirmármelo. Por supuesto, eres la pulsera de Jake, qué me vas a decir, le critiqué para mis adentros. Sentí las cosquillas de nuevo en mi muñeca. ¿Qué me dices ahora? No te entiendo, la contesté. Ya estaba hablando con la pulsera una vez más, me estaba volviendo loca de verdad.
- Todo va a salir bien, ya lo verás – me dijo Martha, interrumpiendo mis chaladas cavilaciones.
- Sí – le respondí, aunque yo no las tenía todas conmigo, y eso que conocía el poder de mi familia y de sus aliados.
Las chicas empezaron a contarme cómo se habían enterado de la imprimación de sus novios para cambiar un poco de tema. Algunas historias y situaciones eran realmente divertidas. Como había dicho Emily, es un poco fuerte descubrir que el chico del que te has enamorado se puede transformar en un enorme lobo, aunque, como habían mencionado antes, todas sucumbieron finalmente.
Mientras charlábamos, miré a mi alrededor y me sorprendí de lo integrada que me encontraba en ese grupo que acababa de conocer. Era muy cómodo y fácil no tener que esconder ni fingir nada.
Sin embargo, y aunque sí fingíamos estar tranquilas, todas volvíamos la vista de vez en cuando hacia nuestros lobos, pensando en los seis meses que quedaban para la llegada de la batalla.

Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.¡NO COPIES EL CONTENIDO!

4 comentarios:

  1. te amoooooooooooooooooo jake <3<3<3<3<3<3

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  2. joee me encantaa este libro estoy super enganchada,llevo varias nochees durmiendo tarde y leyendo horas y horas con ganas de saber mas cosas sobre ellos doss,todo es muy apasionante..
    Sara de Ceuta,España

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  3. Dioss mio esta maas que buena

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