= PARTE DOS =
PROFECÍA
= JACOB =
Todo ocurrió a una velocidad vertiginosa.
Los Cullen fueron los primeros en pasar, y lo hicieron súbitamente y sin titubeos. Lo primero que hicieron Bella y Edward fue comprobar que Nessie ya estaba a mi lado, eso les tranquilizó, pude verlo en sus vahos, pero enseguida se pusieron a luchar contra esa banda de chupasangres que se les abalanzó, junto con el resto de la familia.
Les precedió el aquelarre de Denali, Louis y Monique, que también se unieron a su ataque.
Mis lobos entraron detrás, saltando y rugiendo, y empezaron a repartir leña a diestro y siniestro, ya estaban muy acostumbrados a llegar a un sitio y ponerse a luchar directamente cuando daban los relevos en la manada, así que esto no era nada excepcional para ellos.
El último que entró fue Ezequiel, pero éste pasó olímpicamente de toda esa muchedumbre de chupasangres que ya estaban luchando con el resto de mis aliados y corrió como un cohete hacia el fondo de la iglesia, donde se encontraban Ruslán y Nikoláy.
- ¡Estáis aquí, malditos! – masculló con ira, quedándose frente a ellos.
Ese malnacido de Razvan, Nikoláy y Ruslán se rodearon de una barrera que vi a la perfección. Se trataba de una esfera de un color violeta que los envolvía de manera individual. Ezequiel también erigió una barrera a su alrededor, aunque la suya era de color azul claro.
- Ezequiel, sabíamos que tú estabas detrás de todo esto – declaró el mago barbudo, machacando los dientes con rabia.
- Hoy encontraréis la muerte absoluta – afirmó Ezequiel con un odio y una rabia que le salían por todos los costados.
- Hoy la encontrarás tú, traidor – contradijo Ruslán.
Los tres magos adoptaron unas posturas de ataque, pero en vez de ponerse a luchar, comenzaron a lanzarse polvos y conjuros, como en las películas.
Edward peleaba como un guepardo, era lo mismo, si veías un documental en la tele, verías que sus movimientos rápidos y precisos eran muy semejantes.
Pero Bella, mi amiga Bella, aquella humana más bien torpe que tropezaba con todo, ahora era un vampiro que se manejaba bastante bien, la verdad. Nada más llegar, le hincó los colmillos a otra mujer vampiro que tenía toda la pinta de saber pelear. Sin embargo, Bella la bloqueó con una llave certera y la mordió sin compasión, rompiéndole toda la clavícula. Guau.
La pequeña y menuda Alice, ya sin dolores de cabeza, mareaba la perdiz de su contrincante, que se desesperaba por llegar a ella. Entre lo canija que era y lo rápido que le esquivaba gracias a su don de adivinación, el otro chupasangres no tenía nada que hacer. Ya podía hacer todos los aspavientos con los brazos que quisiera, cuando quería atraparla, ella ya había desaparecido del sitio.
Jasper era todo un maestro. Con toda la tranquilidad del mundo, le hizo una señal con el dedo a uno con chulería para que se acercase y, cuando éste lo hizo, mostró sus colmillos y se abalanzó sobre él como un tigre de Bengala.
La Barbie parecía de todo menos la Barbie, ahora mismo. Sus movimientos eran fuertes y rápidos, precisos. Me impresionó, la verdad, ahora entendía cuando me decía que no jugase con fuego y todas esas cosas.
Emmett. Bueno, qué decir de Emmett. Pelear era su pasatiempo favorito, y ahora se lo estaba pasando en grande. Podía ver cómo su vaho alegre y excitado danzaba sobre su cabeza con ese color amarillento mientras pegaba puñetazos a todos los desgraciados que se encontraba a su paso.
La que sí me sorprendió fue Esme. Madre mía. Esa que luchaba no era esa mujer dulce que se veía normalmente y que hacía esas tartas de fresa tan buenas. Ahora peleaba como la madre que defiende a sus cachorros, no dejaba títere con cabeza, nunca mejor dicho, porque acababa de arrancar una.
Carlisle era como el comandante de todos ellos, y tenía elegancia hasta para luchar. Me recordaba a esos luchadores de kárate que vencen a su rival y después le hacen una reverencia de respeto. Carlisle hacía lo mismo, aunque sin reverencia. Se cargaba a uno y acto seguido asentía. Bueno, él no sé qué había tenido que ver con la religión, así que me imaginé que le tendría algún tipo de respeto a la vida de esos miserables, por muy miserables que éstos fueran.
¡A tu derecha!, le gritó Quil a Embry para que esquivase a uno.
¡Este es mío, el otro para ti!, reclamó Cheran.
¡Lo tengo!, aceptó Nathan.
Mientras ellos gritaban con sus pensamientos y se daban indicaciones, yo me preparé para mi ataque personal, clavándoles una mirada de profunda inquina a esos malditos y asquerosos magos.
El sacerdote hizo mutis por el foro y se quedó en la esquina opuesta a la de los dos hermanos magos; se quedó pegado a la pared con un careto de espanto mientras rezaba en búlgaro. Su miedo ya le podía llegar al cielo, que su alma estaba bien condenada al infierno.
- ¡¿A qué estais esperando?! – chilló el malnacido de Razvan, cabreado -. ¡Id a por él, vamos!
Automáticamente, esos tres vampiros que siempre acompañaban a Razvan salieron de una puerta que había en la pared que quedaba detrás del altar y se interpusieron en mi camino.
Vaya, ya habían tardado demasiado en aparecer, ¿dónde habrían estado todo este tiempo?
El encapuchado no tardó nada en unirse a ellos.
Ezequiel parecía estar llevándolo bastante bien, hasta que uno de los ataques de Nikoláy deshizo su barrera.
De pronto, el mago sin barba sacó la mano de su bolsillo y lanzó algo hacia delante con un ademán veloz. Un nubarrón de polvo dorado voló a toda mecha hacia Ezequiel, pero no sólo eso, también iba hacia mis lobos, los Cullen y el resto de aliados, dirigiéndose a ellos como un enjambre de abejas rabiosas.
- ¡No! – gritó Nessie, asustada.
¡Y una mierda!
Llevé mi círculo de luz brillante hacia el enjambre, pero no quería desproteger a Nessie. Entonces, para mi asombro, vi que podía erigir otra esfera independiente en el que el centro también era yo mismo y cuya naturaleza era diferente a la del círculo protector que había extendido inicialmente.
A una velocidad ultrasónica, retraje el círculo que había extendido al principio hacia nosotros y desplegué otro segundo círculo con mi poder espiritual. Ahora tenía el círculo inicial, que nos protegía en forma de burbuja dorada y centelleante, y el segundo círculo o esfera, el cual rodeaba a su vez a la burbuja y cuya naturaleza era más agresiva y guerrera.
El círculo protector se quedó estático a nuestro alrededor, sólo se movía si yo lo hacía, pero el segundo círculo salió disparado hacia el enjambre de polvo como un auténtico rayo. Yo mismo me quedé perplejo cuando vi que adoptaba una forma elíptica, era como si un meteorito estuviese dentro y tirase de esa membrana luminosa para llegar a esos extraños polvos mágicos, pero sin que el centro se moviese de su sitio, sin que se separase de mí.
El segundo círculo, ahora elipse, alcanzó ese enjambre de polvo, llevándoselo por delante, y deshizo esas partículas al instante. Pero no se conformó sólo con eso. Giró con rapidez, haciendo un movimiento en zigzag, y se clavó en las barreras de Razvan, Nikoláy y Ruslán, estallándolas como si fueran simples burbujas de cristal. En cuanto terminó su trabajo, regresó a su estado inicial.
Volví la vista hacia los tres chupasangres magos y no pude reprimir una media sonrisa de satisfacción y de chulería que me salió sola. Sí, tenía que reconocerlo, me sentía bien, muy bien, no me puse a bailar porque el tema era bastante serio. Encima, vi cómo Nessie desprendía un vaho que clamaba orgullo por todos los costados, eso me elevó mucho más la moral, aunque no me hubiera hecho falta vérselo, su cara lo decía todo.
Pude ver cómo el miedo de los magos salía a chorros de sus asquerosas cabezas en forma de ese vaho húmedo y azulado que llegaba hasta el techo. Ya lo sabía, en el fondo eran unos cobardes de mierda. Excepto el más peligroso, ese tal Nikoláy. Éste también rezumaba su vaho, pero era más bien ese respeto que trae el temor.
Ezequiel aprovechó ese momento para lanzarle un ataque a sus contrincantes. Les arrojó una masa de energía de color blanco que se dirigió a ellos como si de un chorro de agua se tratase, aunque ellos no se dejaron engañar y no se quedaron atrás. Respondieron a su embuste con dos misiles de color negro que chocaron con la blanca y comenzaron un forcejeo consistente en empujes. Era magia blanca contra magia negra.
Mi espíritu de Gran Lobo me permitía seguir usando mi poder espiritual en mi forma humana, y sabía por qué era así. Nessie no debía despegarse de mi lado, y era más seguro para ella que mi mano no soltase la suya. No tenía pensado hacerlo, jamás.
Ese malnacido de Razvan no tenía escapatoria. Tenía la pared a sus espaldas y se encontraba totalmente rodeado por delante. La única protección que tenía eran esos estúpidos chupasangres que siempre iban con él. Si no fuera un asqueroso vampiro, estaría sudando la gota gorda, pero lo que sí podía escuchar era el rechinamiento de sus dientes.
El chupasangres rubio de barba, el moreno de media melena – es decir, ese tal Duncan y ese Axel – y el encapuchado – que nadie sabía su asqueroso nombre – se quedaron frente a mí, en posición de ataque. En cambio, el grandullón fijó la vista en otro lado.
Noté una energía diferente a mi lado. Era totalmente pura, brillante, dorada, y era completamente compatible con mi poder espiritual. Miré a Nessie por el rabillo del ojo, para no perder de vista a esos chupasangres que tenía delante, y vi cómo ella llevaba esa energía por todo su cuerpo. Era su lengua de fuego, que ya se estaba preparando para activar su metamorfosis.
- No te transformes, no hace falta – le aseguré.
No quería que lo hiciese. No sabía cuánto iba a durar esta batalla, puede que demasiado para que ella pudiese aguantar sin sangre todo ese tiempo, y yo estaba totalmente seguro de lo que podía hacer. Ahora sí. Podía protegerla sin mover un solo dedo.
Su energía dejó de recorrer su cuerpo y cesó su actividad.
Entrelazó sus dedos con los míos y los apretó con determinación. Eso ya lo dijo todo. Nessie confiaba ciegamente en mí, lo cual elevó mi confianza todavía más, la subió hasta el universo.
- ¡Déjame ese a mí! – gritó Emmett de pronto, deshaciéndose hábilmente de otro chupasangres para plantarse delante del grandullón a toda velocidad.
Éste dejó su posición junto a los otros tres para ya fintar con Em.
- Bien, estaba deseando medirme contigo de nuevo – afirmó ese tal Elger, mostrando sus dientes.
Al parecer, era algo personal.
- ¿Ah, sí? Pues yo ni te imaginas – le gruñó Em.
- Cuando acabe contigo, me quedaré a esa preciosidad rubia – afirmó el grandullón de pelo albino con una sonrisa perversa -. No me gustó cómo se portó conmigo en nuestro último encuentro, yo le enseñaré cómo tiene que tratar a un hombre.
¡Uf! Ahora sí que había firmado su sentencia de muerte.
Rosalie le siseó desde lejos mientras le daba una patada en todo el estómago a uno, pero el rugido de Emmett hizo temblar hasta los cimientos de esa vieja iglesia. Por un momento, pensé que se venía todo abajo.
Cuando me di cuenta, Emmett ya estaba luchando con ese estúpido, y estaba furioso. Sí, había que ser estúpido para decirle algo así a Em. Sólo hay tres cosas que Emmett no soporta. La primera: perder, la segunda: que pierda su equipo, y la tercera y más importante: que se metan con su rubia. Y me refería a estos niveles, claro, no a las bromas que teníamos entre nosotros.
Ahora me tocaba a mí.
El rubiales fue el primero en intentar atacarme. Pegó un salto que tenía más de acrobático y de artístico que de efectivo, y se arrojó hacia mí con furia. El muy idiota. No tuve ni que moverme. Chocó contra mi círculo, pero el infeliz no lo hizo contra mi barrera de protección, claro, sino que se estampó en la esfera que recubría a ésta, es decir, contra mi segundo círculo. Éste le repelió con saña, soltando una descarga eléctrica de color azulado que le hizo salir despedido hacia atrás en mitad de un alarido, estampándose súbitamente contra la pared del altar. Se quedó incrustado en un gran boquete, con casi todo el cuerpo quemado, y el crucifijo que presidía el paramento se cayó al suelo, del enorme impacto.
El sacerdote agarró el que colgaba de su cuello con esas manos temblorosas y dejó caer el trasero en el suelo para seguir rezando en búlgaro, estrujando los párpados. Como si así fuese a salvarse. Su alma seguía siendo igual de malva.
Intenté llevar ese segundo círculo hacia los otros dos que me quedaban, pero, maldita sea, no era capaz. La elipse se me iba, parecía que resbalaba, era realmente difícil de manejar. Ese Ezequiel tenía razón, todavía era muy inexperto. Genial.
- ¡Jake, cuidado! – gritó Nessie de pronto, girándose hacia atrás.
Casi no me dio tiempo a volverme. Uno de los enormes bancos de la iglesia venía hacia nosotros vertiginosamente, arrastrado por esa energía negra que producía el don del encapuchado y que parecía un larguísimo y ancho látigo.
El discernimiento se plantó en mi cabeza como por arte de magia y a una velocidad ultrasónica dejé de erigir el segundo círculo para dejar solamente el primero, cambiando automáticamente la luz dorada de la burbuja protectora por ese fuego destructor de antes.
En cuanto el banco tocó mi barrera, estalló, haciendo un gran estruendo, y se rompió en mil pedazos, desperdigándose en un montón de pequeñas astillas que salieron volando por todos sitios.
- ¡Bien, Jake! – aclamó Nessie.
Pero mientras el grandullón soltaba un alarido cuando Emmett consiguió dejarle sin un brazo, los bancos de la iglesia empezaron a volar uno tras otro, viniendo hacia nosotros como misiles. El encapuchado no quería rendirse. Estúpido. Daba igual todo lo que me lanzase, los bancos chocaban contra mi barrera destructora y salían despedidos en forma de astillas. En un minuto, todo el suelo de nuestro alrededor se llenó de trozos de madera, en cambio, la superficie que quedaba dentro de mi burbuja estaba limpia y reluciente.
Los rezos del sacerdote subieron de volumen.
- Vale, dejemos de jugar – mascullé con furia, insertando mis ojos rabiosos en los chupasangres que me interesaban.
Ya estaba cansado de esperar. Esos malditos eran los que habían encerrado a mi ángel, los que la habían hecho sufrir, y no se lo iba a permitir, ¡ni hablar! Mi venganza empezaba a ahora.
De repente, Axel y el encapuchado se dieron la vuelta súbitamente.
- ¡Rápido! ¡Pretenden escapar! – me avisó Edward, que se movía como un guepardo contra otra de sus presas.
- ¡De eso nada! – bramé.
La rabia y la cólera que había acumulado dentro de mí explotaron del todo. No. Esas serpientes no se largarían, antes pagarían con sus vidas todo lo que le habían hecho a Nessie, todo lo que nos habían hecho a los dos. Esa separación, ese encierro, ese sufrimiento.
Mi segundo círculo salió disparado de mí sin que ni siquiera tuviera que planteármelo y se fue en busca de todos para aniquilarlos sin cuartel.
Dejé a ese grandullón para Emmett, él se estaba divirtiendo bastante con ese estúpido, ya le había dejado sin los dos brazos.
Se me resbalaba algo, pero conseguí llevar el círculo hacia Razvan y sus dos guardaespaldas.
Empecé con ese tal Axel, era el que tenía más a tiro. Mi elipse lo envolvió, atrapándolo en su interior, y el vampiro quedó fulminado al instante, casi no le dio tiempo ni de chillar, incluso su alma se desintegró instantáneamente. La única señal de que había estado ahí, era el polvo que quedó esparcido por el suelo.
Mierda. Mi idea no era una muerte tan rápida. Tenía que haber una forma de bajar la intensidad de la elipse para que su ataque durase más.
Entonces, otro grito ahogado se escuchó a nuestro lado y algo chocó con mi pie. Era la cabeza del grandullón, que tenía una expresión de horror en ese pálido semblante.
- Así aprenderás tú – masculló Em con una sonrisa maléfica y satisfecha.
Le di un puntapié a la cabeza para quitármela de ahí y ésta se incrustó en la pared.
Razvan apretó sus dientes un poco más.
Pero mis ojos oscilaron hacia los dos hermanos. A Razvan lo dejaría para el final, para saborear mi venganza un poco más.
Sin embargo, y para mi disgusto, Ezequiel se me adelantó. Justo en ese momento consiguió vencer a las dos masas de energía negra y su chorro blanco se abalanzó hacia ellos con saña.
- ¡No! – chilló Ruslán.
De repente, el encapuchado se arrojó en esa dirección para interponerse. Era un acto totalmente suicida, pues la energía blanca también le alcanzó a él. Una luz brillante y cegadora, con otra mezclada de color malva, estalló y se propagó hacia fuera en forma de chispas, hasta que se apagó del todo. Los tres cuerpos medio destrozados cayeron al suelo, sin vida, ya que sus almas habían desaparecido.
- ¡NO! – gritó Razvan.
Bueno, lo dejé pasar, aunque mi idea era que hubieran sufrido algo más. Sin embargo, después de lo que Ezequiel me había contado en el avión de su historia, también entendía que quisiera cargárselos personalmente. Su media sonrisa de satisfacción lo decía todo.
Ahora sí, clavé mi mirada de odio en Razvan, y este era para mí, sólo para mí.
- ¡Maldito lobo! – gritó, rabioso.
Alzó sus manos y me arrojó otra masa de energía negra que se dirigió hacia mí a gran velocidad.
Mi elipse se abalanzó al chorro negro y lo bloqueó. Empujé un poco y la elipse comenzó a ganar a esa masa negra con facilidad. Bah, qué aburrimiento. Le di un empujón final y Razvan se cayó de espaldas, estampándose éstas en la pared. Pero ahí no terminó todo. Mi empuje hizo que su propia magia negra le alcanzara a él. Razvan se quejó con unos fuertes alaridos, hasta que su magia terminó. El embuste del ataque fue tremendo, pero aún así, el muy desgraciado sobrevivió.
Ese cobarde rezumaba su vaho azulado con tanta intensidad, que casi inundaba el interior de toda la iglesia. Sabía que estaba perdido.
Se aplastó contra la pared, pero no me dio ninguna pena. Al contrario, oler su miedo, su pavor, incentivó mis ansias de venganza mucho más.
Llevé mi elipse hacia él sin cuartel y lo envolví de la misma forma que había hecho con el chupasangres moreno, pero esta vez bajé la intensidad de su poder para que todo durase más. Sus alaridos podrían escucharse hasta en el espacio.
Estaba complemente cegado, mi sed de venganza era demasiado fuerte, lo único que podía ver era a mi ángel encerrado en una celda de piedra fría, sufriendo, siendo acosada por este maldito.
De una forma rabiosa y sádica lo levanté del suelo e hice que la energía de la elipse le arrancara un brazo, concentrando su poder en ese punto concreto. Si ya gritaba antes, ahora ni te cuento. Seguí haciendo lo mismo con el otro brazo, la pierna, la otra pierna… Hasta que concentré el poder de la elipse en su frente.
- ¡NOOOOO! – chilló, despavorido.
Su grito se ahogó cuando mi energía despedazó su cabeza, reduciéndola a un simple polvillo que quedó esparcido en el suelo de piedra gris.
Su malvada alma no duró mucho dentro de mi elipse. Ésta la desintegró totalmente y no quedó rastro de ella. Mi elipse vino hacia mí, se volvió circular de nuevo y la dejé de erigir.
Tengo que reconocer que me sentí un poco raro. Por una parte me sentía feliz de que mi venganza por fin se hubiese cumplido y estaba totalmente satisfecho, pero por otra no me gustaba ser tan cruel, me hacía sentir un poco mal.
- ¡Jake! – exclamó Nessie con alegría, abrazándome.
Y en ese momento se me olvidó todo.
La estreché entre mis brazos con fuerza y observé la situación. Mis aliados lo tenían todo más que controlado. Emmett ya había terminado con el grandullón y ya estaba luchando con otro chupasangres, y Ezequiel se encontraba en un estado de trance, parecía estar rezándole a su esposa o algo así para dedicarle su triunfo.
- ¡Llévatela de aquí! – se me adelantó Edward para ratificar mi próximo pensamiento mientras peleaba con uno que ya estaba en las últimas.
Os esperaremos en el bosque que hay junto al aeropuerto, le indiqué con la mente para que nadie ajeno pudiera saber dónde nos encontraríamos.
Ya no iba a quedar nadie con vida, bueno, sí, el sacerdote, pero si no se moría de un ataque al corazón o algo, no creo que se atreviera a perseguirnos, pero por si acaso.
- ¡De acuerdo! – asintió, y terminó de cascarle la cabeza al chupasangres contra el que luchaba.
Me separé de Nessie y la cogí de la mano. Tiré de ella sin pensármelo dos veces y ambos echamos a correr hacia el exterior de esa iglesia, esquivando las diferentes peleas.
¡Hurra, Jake!, rió Embry a la vez que grapaba a uno con sus dientes, el cual emitió un alarido que resonó en las viejas paredes de piedra.
¡Esto se acaba, qué mierda!, se quejó Quil, mirando a su alrededor para buscar más presas.
¡No, por fin se acaba!, contradijo Nathan, suspirando con alivio.
¡Por fin podremos ir a casa!, clamó Cheran.
Dejé de escuchar sus pensamientos justo cuando salíamos por la puerta, mi espíritu de Gran Lobo ya no me permitía hacerlo en mi forma humana. Nos dirigimos hacia la carretera, donde se encontraba la moto.
Sí, genial.
Corrimos varios metros más a toda velocidad y llegamos a la moto. La levanté con celeridad, nos montamos y arranqué.
- ¡Agárrate fuerte! – exclamé.
En cuanto ella rodeó mi cintura con sus brazos y se apretó a mí, hice rugir el motor y salimos despedidos de allí.
Los faldones de ese horripilante vestido y ese anticuado velo volaban hacia atrás. Nessie soltó mi cintura y se quitó ese trapo de la cabeza, que se quedó en el aire hasta que el viento de la carrera dejó de mecerlo, cayéndose sobre el asfalto. Se arrancó la parte inferior de la falda, a tirones, y los trozos de tela se fueron quedando esparcidos por la carretera. Podía ver sus preciosos y sexys muslos por los espejos retrovisores, así que no me quedó más remedio que sonreír con satisfacción. Sí, estaba tremenda. Después, volvió a rodearme con sus brazos, apretándome bien, se pegó a mí y su sonriente mejilla se apoyó en mi espalda.
Dios, me daban ganas de aullar de felicidad.
Habíamos terminado con toda esa chusma y tenía a la mujer de mis sueños. ¿Qué más se podía pedir?
No dejé de sonreír durante todo el trayecto, pero la verdad es que el viajecito se me hizo un pelín largo, porque lo único que deseaba hacer con todas mis fuerzas era besarla, y el aeropuerto no llegaba nunca.
Sin embargo, llegó.
Por fin, lo divisé y me dirigí hacia allí. Recorrí parte de la pista a toda pastilla, vigilando que no me viera nadie, y frené cerca de un aparcamiento que era de uso exclusivo de las máquinas de mantenimiento de los aviones. Estacioné la moto allí y tomé a Nessie de la mano para echar a correr hacia el bosque que limitaba con el aeropuerto.
Los árboles crecían frente a mí a igual ritmo que mis ansias por besarla, y, como me había pasado durante el trayecto, esa carrera se me hizo eterna.
Pero también llegamos.
Atravesamos los primeros árboles, recorrimos unos pocos metros más y nos detuvimos sin más contemplaciones.
Me giré hacia ella con rapidez, y del mismo modo, tiré de su mano para que su cuerpo se pegara al mío mientras sus brazos ya se abalanzaban a mi cuello para rodearlo con verdadero ímpetu.
Mi corazón se volvió loco y mi estómago fue invadido por ese insistente hormigueo cuando por fin entrelacé mis labios con los suyos. Ambos se movieron con un entusiasmo frenético y desmedido, estaban ansiosos, se habían echado demasiado de menos. Sus manos se movían por mi nuca y mi pelo con fervor, no dejando ni un solo milímetro entre nosotros. La energía fluía a nuestro alrededor con la misma efusividad que ponían nuestros labios, atrayéndonos aún más.
No pude evitarlo. El nudo saltó por su propia cuenta y mis ojos se humedecieron, dejando que mis lágrimas se mezclaran con las suyas. Nuestros rostros estaban mojados, pero no nos importó.
No sé cuánto tiempo pasó. Seguimos besándonos con esa locura, intentando aprovechar cada segundo que nos quedaba para estar a solas como si fuera el último que fuésemos a vivir.
No queríamos despegarnos, pero tarde o temprano íbamos a tener que hacerlo, ya que el resto no tardaría mucho más en llegar, así que ambos tuvimos que obligarnos a soltar nuestros labios, y los dos tuvimos que tomar una buena bocanada de aire para recuperarnos de ese maravilloso trance.
- Te quiero – susurró con lágrimas en los ojos, sin despegar su frente de la mía.
- Yo también te quiero – sollocé con alegría, frotándosela.
Llevé mi boca a la suya para que bebiera un poco más. Mi intención era que lo hiciera sólo un poco, pero al final tuvimos que volver a forzarlas para que se despegasen, respirando profundamente otra vez para reponernos.
- Quería decírtelo, pero el hechizo no me dejaba – me explicó, sin dejar mi frente.
- Lo sé, preciosa – le calmé, soltando su cintura para que mis manos pasaran a secar sus lágrimas -. Pero ya pasó todo, ahora nadie ni nada podrá separarnos. Jamás – aseguré.
- Jamás – repitió ella -. Pasado mañana seré tu mujer.
- ¿Estás segura de esto? – me cercioré, separándome un poco de ella para mirarla -. No tienes por qué casarte conmigo ese día precisamente, podemos esperar unos días más para que tengas una boda mejor, la boda que te mereces, aunque si fuera por mí, nos casábamos ahora mismo, a mí esa profecía no me importa nada. Lo único que me importa eres tú, todo lo demás es secundario para mí.
- Sí, lo sé – asintió con una sonrisa -. Y tú también eres lo único que me importa, te amo por encima de todo. No hay nada en este mundo que desee más que casarme contigo – susurró, clavándome esos ojazos con determinación -, llevo esperando más de un año para que se cumpla mi sueño, y por mí también me casaría contigo ahora mismo, pero si, además de cumplirse mi sueño, lo hace también esa profecía, esperaré un poco más y me casaré contigo pasado mañana. Además, el 18 de junio era nuestra fecha, ¿recuerdas? – concluyó con una sonrisa.
- Nessie… - murmuré con emoción, sonriendo.
La abracé y la elevé por el aire, girando con ella en mis brazos mientras ambos nos reíamos. Luego, la dejé en el suelo otra vez y pegué mi rostro al suyo con entusiasmo.
- Entonces nos casaremos el domingo – murmuré.
- Me muero por ser la joven señora Black – susurró con ansia.
- La joven señora Black – sonreí al acordarme de aquello.
- Sí, no te imaginas cuánto lo deseo… - y su susurro se apagó cuando volvió a pegar sus sensuales labios a los míos para besarme con entusiasmo a la vez que sus manos ya se revolvían por mi espalda y mi pelo.
Iba a decirle que yo también me moría por ser su marido, pero mi boca se negó en rotundo a separarse de la suya, así que preferí demostrárselo con ese beso.
Una vez más, no sé cuánto tiempo pasó. Nos besamos con esa pasión ciega que llenaba mi estómago de ese alocado hormigueo, volviéndome loco a mí también, mientras la energía fluía a nuestro alrededor con frenetismo.
Sí, ahora nos podíamos besar siempre que quisiéramos.
Por fin, ¡por fin!
Esta historia cuenta con los derechos correspondientes. Team Nessie & Jacob tienen la autorización de la autora para publicar la novela.
¡NO COPIES EL CONTENIDO!